46 LATERCERA Miércoles 23 de abril de 2014 RR Paul McCartney Cultura&Entretención durante su concierto de anoche en el Movistar Arena. FOTO: RAFAEL MARTINEZ COLUMNA En un punto exacto Por Marcelo Contreras A Paul McCartney ofrece su concierto más íntimo en Chile R Se presentó ante 12 mil personas en Movistar Arena, con sentidos homenajes a The Beatles. Marcos Moraga “Voy a tomarme un momento sólo para mirarlos”, dijo el británico Paul McCartney, justo después de extinguirse tras suyo las postales de la beatlemanía que acompañaron su rendición de All my loving. Exploró las gradas de lado a lado, aunque el gesto – con el correr de los minutos, con el repaso al repertorio de Wings, de The Beatles, de su nuevo disco solista- se volvió permanente: anoche, en su tercera visita a Chile, el músico logró cubrir de intimidad un show generoso en hits, que incluía también con algunos guiños más oscuros hacia una historia que apenas cabe en las casi tres horas de duración. A las 21.30 horas, luces fuera y las pantallas laterales que dibujan, entre burbujas de luces, un bajo eléctrico. Suena un extracto de The end como introducción y puño en alto, McCartney ya está sobre el escenario, de regreso tras un ensayo que ahí sostuvo durante la tarde (ver nota aparte). The magical mistery tour es la encargada de abrir y también de marcar distancia del debut de la gira Out There en Sudamérica, que partió el sábado en Montevideo con Eight days a week abriendo. En el público, cerca de 12 mil personas (según cifras de la producción) respondieron con su complicidad: banderas de Argentina –país que este año quedó fuera del itinera- R El concierto, que también incluyó pirotecnia, se extendió sobre las dos horas y media de duración. rio-, uruguayas, británicas; una audiencia marcadamente adulta, que prefirió los asientos durante el repertorio de Wings (Listen to what the man said, la primera de ellas), que escuchó con respeto los temas de su nuevo álbum New (Save us, New, Queenie eye, entre otras), y que conectó con fuerza cuando McCartney pidió coros para Ob-la-di, ob-la-da o cuando -elevado en una plataforma levadiza de unos cuatro metros- despachó Blackbird. McCartney, consciente de esa cercanía, saludó a las primeras filas, dedicó My Valentine a su esposa Nancy Shevell y mantuvo un diálogo fluido con el público: “¡Qué buen carrete!”, soltó en español, ade- más de otras historias (el cuento de los tres conejos, el mismo que contó para su visita anterior al Estadio Nacional, en 2011) y también las dedicatorias durante sus homenajes a los Beatles caídos, John Lennon con Here today y Something in the way para George Harrison. Y pes e a la poca distancia entre el músico y el público, el show tampoco escatimó en pirotecnia: en Live and let die aparecieron fuegos artificiales y explosiones, todo en un recinto cerrado. También subió a un niño a bailar al escenario el tema I saw her standing there. Hoy, el compositor volverá sobre esa tarima, para cumplir con pospuesto concierto del día lunes. b rranca Magical mystery tour con los ornamentos originales, todos esos arreglos de bronces épicos reproducidos milimétricamente desde el sintetizador. Las armonías originales de The Beatles son interpretadas casi a la perfección por la banda que acompaña a Paul McCartney desde hace 12 años. Su voz se fractura apenas en un par de notas altas. Detalle menor, considerando que uno de los pilares creativos de los Fab four nunca ha acomodado vocalmente su material, a pesar de sumar más de medio siglo de actividad. Con 71 años, McCartney se las arregla para lucir siempre como el tipo juvenil y juguetón. Empalmó con Save us, la primera canción de New, su álbum publicado en 2013, y el púbico de inmediato baja la guardia y se arrellana. No están para novedades, sino para los clásicos, esos que McCartney tiene de sobra. El entusiasmo se recobra con All my loving. La gente se para otra vez de sus butacas y aplaude de pie uno de los clásicos de la beatlemania. La leyenda saluda, parte un tema de Wings, Listen to what the man said. El sonido de la banda es rockero y a la vez mullido, calibrado en un punto exacto entre el rock clásico y el pop de buena factura. Para la siguiente canción McCartney se descuelga el bajo y coge una guitarra. Ataca con el riff afilado de Let me roll it, hilada hacia el final con pasajes de Purple haze de Jimi Hendrix, con sir Paul luciendo sus habilidades solistas. Con Paperback writer la pulcritud de sus músicos para ajustarse a las versiones originales de The Beatles sufre un breve relajo. Nada grave –las complejas armonías nuevamente impecables-, pero el batero “Abe” Laboriel, Jr. con su aspecto de bebé gigante, rehuyó los graciosos pases que Ringo inmortalizó en una de sus mejores interpretaciones tras los tambores. En el siguiente tema McCartney se pasa al piano para un segmento más personal. Primero canta My Valentine, dedicada a su esposa actual Nancy Shevell. Continúa con Maybe I’m amazed, uno de sus tempranos éxitos como solista escrita para la fallecida Linda Eastman. Por su intensidad, es uno de los momentos de la noche. Al momento de We can work it out, uno de los grandes títulos del Help!, prácticamente todos se pararon de sus butacas para corear en particular ese segmento con ritmo de vals, ideado de George Harrison. La emoción y el fervor no fueron similares a su visita de 2011 en el Estadio Nacional. A cambio hubo la intimidad promocionada, ver con relativa cercanía a una leyenda de la que seguirá escribiendo en los próximos siglos. Crítico de música