40 LA VANGUARDIA MARTES, 13 NOVIEMBRE 2007 Cultura El legendario saxofonista, de 77 años, tocará en el Palau de la Música el viernes SONNY ROLLINS “Me queda aún tanto que aprender...” JOSEP MASSOT Barcelona E n el intervalo de pocos días habrán tocado en Barcelona dos de las leyendas vivas de la edad de oro del jazz. El 7 lo hizo Ornette Coleman, que regaló una impresionante Lonely woman antes de citar al público “más allá de la eternidad”, y el día 16 lo hará Sonny Rollins, contemporáneo de los históricos (de Louis Armstrong a Count Basie) y que ha tocado con todos los grandes innovadores: Charlie Parker, Thelonious Monk, Miles Davis, John Coltrane y el mismo Ornette Coleman, a quien Rollins considera “un competidor, no un rival”. Aunque aún se recuerda el puñetazo que Max Roach propinó a Ornette cuando éste inventó el free jazz en el Five Spot. Sonny Rollins llega al Festival de Jazz de Barcelona con un disco reciente, Sonny, please, (2006) editado por su propio sello, Doxy. Vendió su apartamento cercano a las Torres Gemelas tras el 11-S para vivir en una granja en Germantown (Nueva York), comprada en 1972 con su mujer Lucille, fallecida en el 2004. Desde allí, conversó con La Vanguardia por teléfono. BARCELONA. Sonny Rollins, 77 años, gafas gruesas y poblada barba de algodón, tarda en contestar el teléfono. “Me gusta Barcelona, donde he tocado dos o tres veces. Me he sentido allí muy cómodo, más que en Madrid, a pesar de que mi mujer prefería Madrid”. HARLEM. Theodor Walter Rollins nació en Harlem, entre la calle 135 y la avenida Lennox, antes de subir a lo alto de Sugar Hill, en la época de los intentos de integración racial. Su madre era de Saint Thomas, una de las tres Islas Vírgenes estadounidenses. De ahí nació su éxitot St. Thomas, con base de calipso. “Mi madre solía cantar canciones caribeñas, bailaba conmigo, me crié con esa música. Mi hermano mayor tocaba el violín clásico, mi hermana el piano y un tío mío el saxo alto. Coleman Hawkins era mi ídolo de pequeño. Su música se oía en todo Harlem, en las radios y en los jukeboxes”. Sonny se pintaría bigote y se camuflaría bajo un enorme sombrero para poder ver a sus ídolos. THELONIOUS MONK, GURÚ. ¿ Charlie Parker, Thelonious Monk? “Yo era muy joven cuando los escuchaba. Les imitaba y así aprendí mucho de ellos. Yo me sentía peque- ño tocando en el escenario con ellos, pero no estaba asustado, me sentía natural. Pensé: ‘si quieren que esté allí con ellos, será por alguna razón’. Pero si tengo que destacar a uno, sería Thelonious Monk. Él fue para mí una especie de gurú. Compartíamos la misma filosofía sobre la vida y sobre la música. También aprendí de Parker. Miles Davis fue otro de mis ídolos. Él había tocado con Charlie Parker y cuando me pidió si quería actuar con él, fue una experiencia inolvidable”. NOSTALGIA DE LOS 50. “En la era del be-bop había una comunidad más pequeña, más divertida, más unida, la gente compartía las mismas opiniones; ahora la gente se exhibe más, va más a lo suya. No hay un solo piojoso grupo que tenga una idea común sobre la música”. Una gran obra en tres actos ]En lo que a registros disco- gráficos se refiere, y quizá no sólo en este aspecto, el cenit de Coloso Rollins cabe ubicarlo en la década de los cincuenta. Por entonces Coltrane todavía no nos había legado alguna de sus más impresionantes obras grabadas, pero ya estaba fuera de toda duda que era imprescindible considerar a Sonny Rollins como uno de los más grandes saxos tenores de toda la historia, al lado de Coleman Hawkins, de Lester Young o del propio Trane. Hay un bienio realmente prodigioso en sus trabajos discográficos, del que se cumple ni más ni menos que ¡medio siglo! Entre 1956 y 1957 Sonny Rollins registra dos discos en estudio y un directo que impresionaron desde su misma aparición, y el paso de tan largo periodo de tiempo no hecho más que agigantar su inmenso valor artístico: Saxophone Colossus (Prestige), Way out west (Contemporary) y A night at Village Vanguard (Blue Note). Rollins se apartó de manera pública del jazz entre 1959 y 1961. Y en 1968 decidió por segunda vez retirarse de escena hasta 1971. En ambos casos se trató de crisis evolutivas, entremezclándose motivaciones personales y artísticas. La primera de ellas le llevó a cierta revisión de su estilística para abrirla hacia los patrones free, al tiempo que incorporaba algunas innovaciones propuestas por Ornette Coleman. De ella surgieron obras seminales, como What's new (Bluebird, 1962) y East Broadway run out (Impulse!, 1966). De su segunda desaparición temporal retornó con influencias mucho más abiertas al pop, a los fundamentos del rhythm'n'blues, con mayor voluntad de comunicabilidad universal que en los periodos en que fijara su esencial estilística. Ahí es donde recoge y acoge con amplitud una torrencial vena caliente que le conecta con sus orígenes familiares caribeños, con discos en directo tan frescos como Don't stop the carnival (Milestone, 1978) o Saint Thomas 1959 (Dragon, 1993). MINGUS B. FORMENTOR UNO DE LOS MÚSICOS DE JAZZ MÁS POPULARES LA VANGUARDIA 41 CULTURA MARTES, 13 NOVIEMBRE 2007 Todo vendido En el puente Las entradas para el concierto están agotadas. Se han vendido 1.800, el aforo del Palau Rollins solía tocar en solitario en el puente de Williamsburgh, igual que el personaje de los Simpson JOSEP MARIA RUIZ SIMON La diplomacia El mejor saxo. Sonny Rollins, el pasado año, en el festival de Vienne (Francia) Entre leyendas Coleman Hawkins “Coleman Hawkins era mi ídolo de pequeño. Su música se oía en todo Harlem, en las radios y en los jukeboxes” Thelonious Monk “Fue para mí una especie de gurú. Compartíamos la misma filosofía sobre la vida y sobre la música” Charlie Parker “Me sentía pequeño tocando con ellos, pero no estaba asustado. Pensé: ‘si quieren que esté allí con ellos, será por algo’” Miles Davis “Él había tocado con Charlie Parker. Cuando me pidió si quería actuar con él, fue inolvidable” JEFF PACHOUD / AFP EL ARTE DE IMPROVISAR. “Al crear mi música, improviso. No puedo corregir y volver atrás como los pintores. Tienes que seguir el camino que has iniciado. Improviso según el sentimiento inmediato”. UN LENGUAJE ESPIRITUAL. “La música es invisible, una vida espiritual que no podemos ver ni tocar. Es invisible y sin embargo la sentimos, y cuánta fe hay en ello”. DROGAS Y RELIGIÓN. Rollins se midió con su ídolo Coleman Hawkins y lo venció. Más tarde repitió el desafío con Coltrane, y las sheets of sound de Coltrane envejecieron la melodía de Rollins. El momento coincidió con una crisis personal, no ajena a la heroína, que afectó a tantas estrellas del jazz: Si Parker y Monk, los ídolos, se drogan... “Los artistas, los músicos, los pintores –dice Rollins– tienden a utilizar el alcohol, las drogas, para salir del mundo ordinario y acceder a otra zona de la vida y poder sentir que están haciendo algo diferente. Pero esto es artificial. Lo ideal es alcanzar este estado mental sin necesidad de recurrir a las drogas. Yo he podido vivir lo suficiente para corregirlo. Estudié zen en Japón y yoga y budismo en India. Todas estas filosofías me han ayudado a estar donde estoy ahora, a tener la libertad de expresarme por mí mismo, encontrar la esencia de la música, siempre investigando y mejorando. Ya no uso drogas: te ayudan a corto plazo, pero no a lar- go. La diferencia que existe entre una rosa real y una rosa de papel”. CÓMO TOCA. “Nunca lo he sabido. Toco ecléctico, diferentes tipos de música. Todo viene de oscuras canciones antiguas que operan sobre mí en el escenario. El jazz puede incorporar otros estilos. Oigo algo y acuño un acorde”. EVOLUCIÓN. “Soy afortunado. Cuando empecé a tocar, siempre era el más joven. Mi vida ha sido un continuo intentar perfeccionarme a mí mismo para alcanzar la forma plena. Practico todos los días, mucho, muchísimo. No separo vida y música, van juntas, las dos son un work in progress. Me queda aún tanto que aprender...”c H ans J. Morgenthau hablaba hace sesenta años del declive de la diplomacia. En su Política entre naciones situaba el inicio de su proceso de decadencia hacia fines de la Primera Guerra Mundial. A su entender, fue entonces cuando se afianzó la idea de que los métodos tradicionalmente asociados a su práctica y muy concretamente las negociaciones secretas no alimentaban la causa de la paz sino que engordaban la de la guerra. Morgenthau lo constataba con cierta nostalgia y, para dar grosor literario a su humor melancólico, aprovechaba para recordar una definición y una anécdota. La definición, que se atribuía al dieciochesco sir Henry Wotton, del diplomático como “un hombre honesto enviado al extranjero a mentir por su país”. Y la anécdota que cuenta que Metternich, tras ser informado sobre la muerte del embajador ruso en el Congreso de Viena, habría exclamado: “Ah, ¿es cierto?, ¿cuál habrá sido su intención?” Ambas, comentaba, ponen de manifiesto que la mala reputación de los diplomáticos era tan vieja como su oficio. Pero daba a entender que una cosa es que un antiguo trabajo tenga mala reputación, otra que no sea necesario y que ambas cosas son distintas de la pregunta de si es posible su supervivencia en la época de la aviación. Morgenthau cargaba a Woodrow Wilson y a su famoso discurso de los Catorce puntos el mochuelo del descrédito de la diplomacia. El primero de estos puntos expresaba el deseo de que los procesos de paz fueran absolutamente abiertos y que no dejaran lugar para acuerdos ocultos a la opinión pública y al servicio del interés de los gobiernos particulares. La aceptación cada vez más generalizada del prejuicio a favor de la transparencia que este deseo expresaba habría herido una diplomacia que se daba por hecho que tenía en lo arcano su hábitat El interés nacional natural y en el disibien entendido mulo su forma de vida. Y el inicio de empieza por el la guerra fría, marde las multinacionales cado por una ideologización bipolar de las relaciones internacionales en la que la mentalidad rígida, implacable y obsesiva del cruzado se imponía a los planteamientos flexibles, versátiles y realistas del diplomático, habría ahondado esta herida. Morgenthau lo lamentaba y defendía la exclusión de las posiciones idealistas en política exterior, y el retorno a la diplomacia y a un realismo basado en el interés nacional entendido en términos de poder y, en el mejor de los casos, satisfacible a través de la satisfacción simultánea de los interés de otros países. Morgenthau murió en 1980. Nunca sabremos su opinión sobre el rifirrafe registrado días atrás en la cumbre iberoamericana de Chile. Pero si levantara la cabeza su opinión sería irrelevante. Morgenthau murió antes de que Ronald Reagan naciera como presidente y dictara sus lecciones. Parecía ignorar que el idealismo puede ser la mejor imagen de marca del realismo. Disimulaba que el interés nacional bien entendido comienza por la defensa de los intereses de las multinacionales. Y hablaba, sin oficiar de necrólogo, del inicio del declive de la diplomacia.