314 ANALES DE HISTORIA NATURAL. (50) eos, y que, por ello se encuentre penetrándolos y atravesán­ dolos indistintamente, por más q u e , á decir verdad, hay en esto dos hechos cuya explicación desconocemos: su fácil i n ­ trusión en los cristales de primera consolidación, y su prefe­ rencia de introducirse en la augita más hien que en peridoto, por ejemplo. Una especie que seguramente corresponde á este período de decaimiento, es, en ocasiones, el carbonato de cal, que hemos encontrado en la pasta de algunas tefritas de Gran Canaria, reducido al estado de películas, indicando que no tuvo bastante espacio para cristalizar, por hallar en la época de su deposición los otros elementos ya constituidos. La roca no estaba á la sazón ni tan fria que se condensara en ella u n a caliza terrea, ni tan caliente que la convirtiera en aragonito. Concomitantemente con el enfriamiento y pérdida de flui­ dos, se verifica el trabajo de consolidación de la roca, propia­ mente dicho; éste puede llevarse á cabo á la superficie, bajo el peso del mar— á cuyo factor atribuye Dana gran importan­ cia— ó bajo el de otros hechos eruptivos, más eficaces que aquél, en nuestro sentir, en la determinación de cambios de compacidad y estructura. La influencia de estas acciones m e ­ cánicas nos es hoy desconocida a ú n , mas podemos afirmarla como u n factor que merece ser indagado cuidadosamente: r e ­ cordaremos á este propósito el hecho de que los tirantes de hierro que sostienen los puentes colgantes, experimentan sólo por el peso de éstos u n a modificación de estructura semicristalina, á la que se debe se quiebren espontáneamente, al cabo de algún tiempo de uso. Se sabe también que muchas sustancias son capaces de adquirir u n a estructura pizarrosa sometidas á grandes presiones. Cuando la roca pierde por completo el calor propio y se iguala á la temperatura de la atmósfera, entra en u n período de nueva acción, que es de preferencia destructor, así como el otro era creador. Pero la manera de verificar la transición, desde el estado de calor propio hasta el atmosférico, consti­ tuye un interesante objeto de estudio, que, en punto á las condiciones en que se realiza, ha motivado la distinción de formaciones volcánicas subaéreas y submarinas. Aunque es m u y poco lo que sobre este particular hay averiguado, p a r é cenos indudable que, siendo el enfriamiento más rápido en las segundas que en las primeras, la estructura macro y m i -