Manifiesto para la recuperación de la Federación Socialista Catalana (FSC-PSOE) En abril de 1977 tuvieron lugar los pactos para que el socialismo catalán presentara una candidatura única a las elecciones generales del 15 de junio de 1977, las primeras de la democracia. La intención de la futura unidad se acordó sobre dos pilares: el primero los principios de naturaleza socialista, y el segundo, las reivindicaciones siempre cambiantes del catalanismo. Siete meses más tarde, el 16 de noviembre de 1977 dio inicio el XVII Congreso de la Federación Socialista Catalana del PSOE, en el que se debatió este proceso de unificación. Un sector crítico al proceso denunció que la dirección del PSOE en Cataluña había centrado sus esfuerzos en buscar la unidad con el Partit Socialista de Catalunya-Congrés (PSC-C) y en el retorno de Josep Tarradellas como presidente de la Generalitat, dejando en un segundo plano la infinidad de problemas que afectaban a la clase trabajadora. Tras fuerte polémica, el Congreso aprobó a última hora la gestión del comité ejecutivo con los votos en contra de las agrupaciones de Rubí y de Barcelona, la principal de Cataluña, que agrupaba a más de un cuarto de la militancia total. Mediante esta votación, los delegados aprobaron que aquel sería su último Congreso como militantes del PSOE. Finalmente, en el congreso del 16 de julio de 1978, culminaba la unificación del Partit Socialista de Catalunya (Congrés), del Partit Socialista de Catalunya (Reagrupament) y de la Federación Catalana del PSOE que dio origen al nuevo y actual Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). Si bien dirigentes de primera línea, como Alfonso Guerra, denunciaron desde el primer momento «el rapto de la Federación Catalana del PSOE por el PSC», el hecho cierto es que el PSOE reconoció las resoluciones procatalanistas del congreso de unificación. Con ello se dio carta de naturaleza a una singularidad que habría de condicionar, como se constata ahora gravemente, su futuro: la desaparición de la FSC, por sustitución de un PSC(PSC-PSOE) soberano, suponía de facto que uno de los grandes partidos en que recaía la responsabilidad de articular la vertebración y cohesión del país renunciaba a tener presencia directa en una parte consustancial de España. Los partidos de ámbito nacional son los canales a través de los cuales se articula lo que une al demos político. Por eso, durante décadas, esta anomalía en Cataluña ha sido muy lesiva para la cohesión territorial española, sometida a constantes tensiones centrífu- gas y a la necesidad de dar satisfacción a intereses particularistas, que, siendo negativos para cualquier partido con vocación de gobierno, resultan especialmente aberrantes cuando los defiende una opción de izquierda supuestamente solidaria e igualitaria. La anomalía citada no afecta sólo a la cohesión territorial, maximizando lo que separa y minimizando lo que une, sino también a la cohesión social, pues en política la defensa a ultranza de la diferencia es, tradicionalmente, una estrategia para convertir la diferencia en privilegio. Hacer pasar el socialismo a través del cedazo del catalanismo supone, por tanto, desnaturalizarlo, y desactivar notablemente su capacidad emancipadora, al centrar las medidas de discriminación positiva en los sectores más favorecidos de la sociedad. En el caso de Cataluña, la anomalía del sacrificio de la FSC en aras del PSC ha producido un tercer efecto perverso: la tantas veces señalada falta de representatividad del partido. Desde su nacimiento el PSC se ha empeñado en una acción política que ha priorizado reivindicaciones catalanistas ajenas a los verdaderos intereses de sus votantes. La falta de otra opción le ha permitido mantener un voto cautivo durante largos años. En estos últimos tiempos, cuando la deriva soberanista ha llevado al país a una tensión máxima, la falta de presencia del PSOE en Cataluña ha maniatado al partido y limitado su capacidad de respuesta ante los proyectos políticos que buscan minar la igualdad social y la unidad territorial española. Y la tradicional posición de fuerza del PSC, su eterna reclamación de grupo propio, está adquiriendo ya la forma de amenaza de ruptura de la disciplina de voto. Los miembros de la Plataforma FSC-PSOE sostenemos que la existencia de un partido confederado con soberanía exclusiva en una comunidad del Estado es una anomalía incompatible con el modelo federal igualitario del socialismo español. Sostenemos que esta anomalía es perjudicial no sólo para nuestro partido, sino para el conjunto del país, pues el modelo territorial que el PSC propone para España está basado en las mismas premisas confederales que definen su relación con el PSOE. Cuando los partidos se confederan, se dificulta su cometido para defender el interés común de todos los ciudadanos, objetivo que entendemos debe ser prioritario para un partido nacional como el PSOE. Por todo ello planteamos y pedimos, mediante el presente Manifiesto y con los actos y decisiones que en el futuro vamos a tomar, la recuperación de la Federación Socialista Catalana, su reconocimiento por los órganos de dirección del PSOE y su participación en ellos, con el compromiso formal de una inequívoca lealtad nacional y la firme voluntad política de poner en común con los intereses nacionales del partido los intereses legítimos de los socialistas catalanes para configurar un proyecto basado en el bien común de todos los españoles.