ENDROGADOS Y EMPASTILLADOS. Nuevas formas de lo viejo. Hugo Leale Ficha de cátedra de Psicología Preventiva, Facultad de Psicología, UBA. (2009) INTRODUCCION Enfocamos otra vez la cuestión de las drogas para actualizar problemas que llevan varias décadas de desarrollo; y que convivirán con nosotros mucho tiempo más mientras no se modifiquen condiciones estructurales y significaciones imaginarias de la vida en nuestras sociedades. Con la palabra actualizar queremos decir renovar las interrogaciones sobre aquellas dimensiones que permanecen y aquellas que cambian en un campo de conocimientos y tensiones, como son las sustancias psico-activas, que enlaza todos los aspectos de la vida humana: desde el quimismo de los neurotransmisores hasta el funcionamiento del mercado; incluyendo a los deseos, la ley, la cultura, la historia, etc.. El consumo de drogas, más que un problema, es un revelador de problemas; en él se repiten socialmente algunas conductas: cada cierto tiempo el consumo de alguna sustancia se “sale de madre” y se convierte en causa de muerte de una cantidad nunca bien precisada de personas; cada cierto tiempo alguna sustancia se incorpora como novedad a las “góndolas del mercado”, cada cierto tiempo reaparece un discurso de terror que plantea la amenaza como única estrategia preventiva; cada cierto tiempo se agita en los medios de comunicación la “preocupación por el flagelo que nos azota”; y cada cierto tiempo se insinúa la necesidad de un debate -que nunca se realiza- acerca de la despenalización de algunas sustancias. SOBRE LOS PSICOFÁRMACOS La construcción de las drogas como problema comienza a mediados del siglo veinte. Unos años antes la industria farmacéutica había iniciado su expansión sostenida, entre otras cosas, por una creciente medicalización de la vida cotidiana. Era la posguerra y se iniciaba un período de expansión económica capitalista que proponía ideales de trabajo, progreso, ahorro para conseguir ascender socialmente; es decir, para adquirir los nuevos productos que se estaban ofertando en el mercado. Automóviles y electrodomésticos hicieron punta como dadores de confort y como indicadores de status económico. Los psicofármacos también fueron (son) una oferta para responder a la demanda de confort de las personas; en este caso, la demanda es para administrar en forma personal las emociones, ya se trate de angustia, de apatía o de aburrimiento. Entre los electrodomésticos y en forma casi simultánea al desarrollo tecnológico de la industria farmacéutica, se produce otro desarrollo fantástico: aparece la televisión. La equiparación del televidente a un adicto ha sido visitada por numerosos autores. “La sociedad capitalista obliga a consumir. El consumo, el gasto, es el 'leiv motiv' del funcionamiento general. Para consumir cada agente social debe considerarse libre de gastar sus dineros en aquello que más le plazca, pero debe someterse a la “orden de gastar”. Esta orden es tácita, rara vez se explicita, pero está contenida en los mensajes sociales transmitidos. Con el TV pasa otro tanto: la orden es mirar. Nos creemos libres de elegir qué canal ver, zapping mediante, pero no podemos desobedecer a este Superyo cultural que nos demanda prender el televisor, aún cuando supongamos que libremente 1 estamos eligiendo. La droga y el TV tienen esa virtud de hacernos creer que estamos eligiendo cuando, en realidad, estamos obedeciendo. ” (Sahovaler, 1996). La televisión y las drogas imponen ilusiones, el televidente y el consumidor tienen una misma posición intermedia entre actividad y pasividad; tanto en el consumo de drogas como en el mirar la pantalla se convoca a la percepción en detrimento del pensamiento. El aparato perceptual está hiperestimulado y se produce una aminoración de la conciencia; ésta se presenta adormecida, incapaz de utilizar los perceptos para crear representaciones útiles para el psiquismo. Queda anulada la posibilidad de hacer concientes algunos contenidos inconcientes. La muerte de Marilyn Monroe a fines de los '50 por sobredosis de barbitúricos (haya sido suicidio u homicidio) hizo visible el' problema de las drogas', y en el mismo hecho condensó espectáculo, drogas, sexo y muerte. El avance de la neurociencia permite que se consigan psicofármacos cada vez más eficaces como colaboradores en el tratamiento de trastornos psíquicos. Una vez integrados al mercado, y repitiendo algo parecido a un ciclo de consumo, algunos de estos fármacos de producción legal y circulación restringida, pasan en un punto a ser ¿moda?, ¿contagio?, ¿automedicación exitosa?, ¿solución rápida y eficaz?. Vayan como ejemplo lo sucedido con el Valium en los '60 y '70, con el Lexotanyl en los '80 y con el Rivotril desde fines de los '90 hasta la actualidad. Rivotril – Clonazepam. Serenidad y calidad de vida. (Así dice en los prospectos de propaganda). Un indicador de la masividad es que estos fármacos para la serenidad han vendido (venden) más unidades que las aspirinas. No son los únicos; también están los fármacos para la alegría; las drogas de diseño, las anfetaminas, metanfetaminas, el éxtasis. “Podemos tocarnos, besarnos con cualquiera. Por ahí queda solo en eso, por ahí pasa algo más, pero no es lo que importa. Aunque pase algo más es algo pasajero. Y está todo bien.” -dice una participante de 'raves'- después, cuando vuelve a su cotidianeidad, nada está bien; le duele la soledad, no entiende por qué no puede armar una relación estable y sufre al sentirse aburrida. La pastilla la inunda de sensaciones, percibe de otra manera los sonidos, los colores, el tacto. Se siente a sí misma, y ese sentirse es generador de bienestar. “Estamos solos y amontonados”, en el decir de A. Moffat. La dificultad de establecer o sostener vínculos (con los otros y también consigo mismo) encuentra remedios en la enorme oferta de productos psicoactivos. Lo que uno cree que no puede modificarse en la realidad, ni en la objetiva ni en la subjetiva, se cambia en la imaginación. ALGUNAS DENOMINACIONES Planteemos un trabajo de discriminación siguiendo a E. Morin en lo que escribe acerca de la complejidad; que en este caso significa romper la lógica de disyuncion -aquella que separa lo que debería estar en el mismo conjunto-, tanto como la de conjunción -aquella que une cosas que deberían estar separadas-. Por ejemplo, el concepto clásico de 'droga' une bajo la denominación de “narcóticos” a sustancias como la cocaína (que lo único que no produce es narcosis); y no incluye a aquellas sustancias como el alcohol o el tabaco que son las más consumidas y las que más daños producen. Algunas denominaciones tienen una 'marca' jurídica que varía de acuerdo a la consideración que en distintos tiempos históricos tienen algunas conductas. Por ejemplo, el tabaco ha dejado de ser una droga estimulada y promovida socialmente; una campaña anti-tabaco contínua y persistente más las sucesivas prohibiciones lo 2 ubican en un lugar de desprestigio social. ¿Puede prefigurar un modelo de campaña para desprestigiar el consumo de otras sustancias? Hablo de desprestigio y no de disminución del consumo porque la cantidad de paquetes de cigarrillos que se venden aún no muestra una tendencia a la disminución. Discriminar es una tarea de disputa, y la denominación de los fenómenos a los que nos estamos refiriendo es un aspecto central de esta disputa, ¿de qué estamos hablando?, ¿qué nombre le ponemos a los fenómenos?. Estar drogado, estar borracho, estar duro, estar volado, estar puesto, estar sacado. Las denominaciones que reciben los efectos del consumo de sustancias psicoactivas en las personas, hablan y dicen: de las sustancias, de quienes las usaron, de las representaciones sociales en juego. Todas estas denominaciones no se sustituyen sino que conviven ya que designan situaciones diferentes, aún cuando puedan cambiar las sustancias, ó los usos que se les den, ó las circunstancias en las que se realizan. En los últimos tiempos se agregaron dos términos: estar endrogado (“el chabón está endroga'o”) y estar empastillado (“para mí, la señora estaba empastillada”). Las dos expresiones se refieren a estados de saturación; una circula en sectores de clase baja y se refiere a consumos en extremo tóxicos (tolueno, ó pasta base de cocaína, ó mezclas de solventes con productos de limpieza de uso doméstico) y baratos, es decir, de fácil acceso. La otra, aunque tiene una circulación más amplia, se la usa en particular en sectores de clase media y se refiere al estado de saturación tóxica por consumo de psicofármacos. La masividad de este consumo es tal, que en alusión a alguna persona alterada suele decirse, como chiste, “está mal medicada” ó “se equivocó de pastilla”. Endrogado y empastillado, las dos palabras -casi neologismos-, tienen la forma gramatical de un participio pasivo; se construyeron agregando un prefijo de origen griego 'em' y el sufijo de participio al sustantivo droga y a su equivalente 'pastilla' ( 'en' es la modificación acorde a la palabra en que se integra). El prefijo griego designa una acción de incorporar. (Empatía significa 'poner adentro mío' -em- ' los afectos pathos- de otro'). La construcción popular de ambas palabras recoge y enfatiza el sentido oral del consumo: estar-lleno-de-drogas-después-demeterlas-adentro. Enfatiza además una posición pasiva en el sujeto que ha realizado tal acción. Las frases citadas no ubican la cuestión en el 'ser adicto' sino que designan 'estados'. El 'ser adicto' establece una identidad y lo hace de un modo rígido, lo que a algunas subjetividades frágiles les viene de maravilla pues les otorga un andamiaje imaginario para sostener su existencia. Esta cuestión queda puesta de manifiesto en los grupos de Narcóticos ó Alcohólicos Anónimos, donde algunos participantes, que han adquirido una identidad como toxicómano, la refuerzan con el adjetivo de abstinente. Los 'estados' que se mencionan tienen en común el exceso y la saturación; el descontrol. A. Ehrenberg escribió que a partir de la década de los '90 se había producido un estallido en la noción de 'droga'; en referencia a que había desaparecido la relación de una sustancia con un grupo, al modo que lo habían sido la cocaína y la heroína con músicos y escritores; ó del LSD y la marihuana con movimientos contraculturales. Según él, lo que caracterizó a los consumos a partir de ese momento, fue la politoxicomanía, o sea la ruptura de la relación entre un grupo y una sustancia. Desde hace unos años presenciamos otro estallido, el consumo de sustancias es descontrolado. La 'medida' parece ser la cantidad necesaria hasta que la actividad 3 cerebral quede anulada. (Maradona es una imagen paradigmática de ésta situación de desmesura, ya volveremos sobre Diego). Es probable que la caída de los ideales de la modernidad haya alcanzado también a las drogas. Una sola sustancia dejó de alcanzar; acaso se modificó la creencia en el poder de una sustancia y se hizo preciso, entonces, combinar las múltiples ofertas que hace el mercado en procura de la mayor contundencia posible para el borramiento de la conciencia. SOBRE EL DESCONTROL El policonsumo tomó como característica la modalidad descontrolada y violenta: pastillas, cocaína, marihuana, etceteras, en combinación habitual con alcoholes. Y en particular, el exceso violento con el alcohol: “no sé bien lo que tenía, pero te daba una patada en la cabeza” (en referencia a una mezcla de bebidas), “¡cómo me pegó lo que tomamos!”, “¡me partió la cabeza!”. A menudo escuchamos estas frases y siempre me impresiona la carga de violencia que llevan, hablan de golpes que el mismo sujeto se propina. Funcionan como una prueba de límites, prueba de resistencia; experiencias en la que el propio cuerpo es jugado en un desafío. Algunas veces ese desafío se pierde, (como lo decía D. Maldavsky, lo que se desafía en el consumo excesivo de drogas es la muerte); basta mirar los reportes de víctimas en accidentes automovilísticos causados por el alcohol. El uso 'problemático', hoy, es 'volarse la cabeza'. Parece que las sustancias (cualquiera de ellas, pero de manera especial el alcohol) son usadas como explosivos para hacer detonar el SNC. El desafío a la muerte pretende, al mismo tiempo, funcionar como una comprobación de existencia: si la atravieso, estoy vivo. Un modo de poner a prueba los límites que opere como los rituales de iniciación en sociedades antiguas; como lo eran las ordalías. Hay, sin embargo, una tremenda diferencia: ahora, esos 'rituales' se producen sin marcos simbólicos (míticos o creenciales) y sin una generación de adultos que guíe, sin maestros. En relación con el inicio de los consumos, estamos en presencia de una generación de hijos sin padres, y estas modalidades del consumo de drogas lo ponen en evidencia. Violencia manifiesta y desamparo latiendo en amplias capas de la población. Violencia y desamparo como elementos centrales en la subjetividad de nuestra época. ¿Qué sucede en el 'descontrol' alcohólico? Tenemos aquí un buen ejemplo para analizar las mutaciones que se operan en (y sobre) una sustancia. El alcohol ha convivido con el ser humano desde 'la noche de los tiempos'. Seguramente siempre han existido individuos que se complicaron con su ingesta, y con seguridad siempre van a existir alcohólicos; pero en estas líneas no quiero pensar la cuestión en términos individuales, sino colectivos. Hubo momentos en que el alcohol constituyó un problema sanitario real, un problema de morbimortalidad de proporciones. Millones anónimos fueron víctimas y, sin embargo -pido que se repare en ésto- el alcohol no constituyó un 'problema de salud'. Era una cuestión económica o de dominación política, no sanitaria; no generaba dispositivos sino, apenas consideraciones morales hacia lo que se entendía como un “vicio” pernicioso. Recorto tres momentos significativos en esta larga historia, dos momentos relacionados con situaciones de expansión económica capitalista y el tercero con un (pido licencia para llamarlo así) “experimento social de omnipotencia jurídica”: en primer lugar el ajenjo y los alcoholes que ayudaban a la 'domesticación' de los trabajadores rurales europeos en su pasaje a ser los primeros proletarios; en segundo lugar los aguardientes baratos y mal destilados que exterminaron a los habitantes originarios de 4 América; en particular, pero no exclusivamente, del Norte. Es claro que esa forma de consumo por esas poblaciones constituía para el poder una solución, no un problema; planteando desde el inicio mismo del capitalismo una doble moral sobre las drogas. Y en tercer lugar, la Ley Seca, el intento más ambicioso de controlar una droga mediante el empleo exclusivo de leyes. El desarrrollo de esa fantasía omnipotente puede ser analizada como un experimiento ex-post-facto. Fracasó absolutamente en cuanto a contener o encauzar la ingesta alcohólica, no pudo impedir la integración a la sociedad estadounidense de italianos, irlandeses y polacos -que traían la 'cultura de la taberna'-; y favoreció la consolidación de las mafias que embolsaron enormes ganancias aseguradas por la condición de ilegalidad del alcohol. Veamos la cuestión del alcohol en nuestro país, que también fué utilizado en el exterminio de población originaria buscando hacer de la pampa húmeda una “zona liberada” para la oligarquía ganadera. La inmigración española e italiana, mediterránea, trajo a la Argentina la cultura del vino. Desde inicios del siglo veinte, la botella de vino estuvo presente en todas las comidas familiares, tanto en el almuerzo como en la cena. Las botellas de vino tenían en la etiqueta, la leyenda “Vino de mesa”; quedaba claro que la misma quería decir “Vino de mesa familiar”. En una rutina cotidiana, en una ceremonia tan natural que pasaba desapercibida, los que se sentaban a la mesa tomaban vino. Tanto las chicas como los chicos a partir de los seis o siete años, recibían en sus vasos una mezcla de vino y soda que variaba a medida que se iba creciendo: apenas unas gotas de vino al principio, más vino cuando se llegaba a la adolescencia. Este proceso es denominado 'domesticación de la sustancia'. Una generación de mayores enseñaba o trasmitía, a una generación que empezaba a vivir, un conocimiento sobre el uso socializado de una sustancia. Había quién se hiciera cargo de enseñar, y ese acto de enseñanza era, sin ninguna duda, un acto de cuidado. Había una explicación vivencial acerca del manejo de una materia peligrosa, a la que no había que temerle. “Respetar el alcohol, no tenerle miedo” (la misma enseñanza que los viejos maestros de oficio trasmitían a sus aprendices cuando tenían que trabajar con algún elemento de riesgo). Después, entrando ya en la década del '80, mediante operaciones comerciales, propagandísticas y simbólicas, el vino fue desalojado de la mesa familiar en beneficio de las gaseosas y, en ocasiones, de la cerveza. (No me parece paranoia antiimperialista recordar que ambas provienen del norte del planeta). Al perder el marco de la mesa familiar -es decir: del control familiar- el vino y por extensión los demás alcoholes, queda en una relación de exterioridad. El fenómeno que Freud describe como 'lo siniestro' es exactamente lo que sucedió -y sucede- con el alcohol: aquello familiar que aparece como no-familiar. O también como lo repudiado que retorna sin marcos simbólicos de regulación y que no encuentra el modo de volver a circular en una socialidad más cuidadosa. El cuidado no se aprende, el cuidado se enseña. Si debe ser aprendido en forma autodidacta se corren demasiados peligros ya que “la muerte siempre está”, como canta 'La Vela Puerca' poniendo en poesía la obligación de cuidar la vida ya que la subjetividad en nuestros días están marcadas por la violencia y el desamparo. SOBRE LAS SIGNIFICACIONES IMAGINARIAS Desde el comienzo de la humanidad se consumieron sustancias que alteraban los estados de la mente; estaban ligadas a usos medicinales o a rituales religiosos, y siempre 5 incluidas en marcos simbólicos que operaban como un riguroso control del uso. “El deseo de alterar periódicamente la conciencia es un impulso innato, normal, análogo al hambre o al impulso sexual -escribe A. Weil- y esta necesidad biológica e innata (en contraposición a la condicionada socioculturalmente) de la psique de tener períodos de conciencia no-ordinaria, es la que importa en el uso casi universal de intoxicantes por pueblos de todo el mundo, en cualquier punto de complejidad cultural y en todos los períodos de la historia humana de los que hay registro”(Weil, 1972). La cultura siempre estableció estrictos controles y limitaciones para esas búsquedas de estados no-ordinarios, apelando en cada época a argumentaciones o controles diferentes. Sin esos límites o controles, la angustia puede alcanzar proporciones alarmantes, y con esos límites el malestar se constituye. El inicio de las sociedades modernas, con un ideario democrático y el “descubrimiento” de la autonomía, propició la exploración en una subjetividad que dejaba de tener las regulaciones de los marcos simbólicos de la religión, la tradición o la monarquía. En esos pasos de experimentación y 'multiplicación artificial de la individualidad', tomaron la vanguardia algunos grupos de artistas en el siglo diecinueve. Casi dos siglos después, los ideales de la modernidad entraron en crisis; C. Castoriadis define este momento como de crisis de los proyectos identificatorios, porque la creación de un sí mismo individual-social pasa por lugares que no pueden funcionar como soporte. ¿Cual es hoy el modelo identificatorio general que se propone y se impone a los individuos? “...el del individuo que gana lo más posible y disfruta lo más posible; es tan simple y banal como eso. (Castoriadis, ). “¿Qué conseguís -es decir: qué te falta- saliendo con un flaco que vende merca?”, “poder -dice una hermosa estudiante universitaria-, que me miren con respeto”. “Disfrutar lo más posible” es un imperativo. Hay saturación de 'fiestas' de todo tipo: recitales, 'raves', bailes, discotecas, bares, pubs, etc.; la mayoría de ellas pura manía y nada de alegría porque en realidad, no hay qué festejar. Y la pretensión de autonomía desaparece tras la ilusión de alternativa que se genera. Los modos del disfrutar están rígidamente pautados; la sociedad de masas promueve una amplia oferta con un único sentido: ser consumidor pasivo de espectáculos diversos y de diversos productos. El 'disfrute' vacío, consiste en estallidos de manía que pretenden encubrir una emocionalidad verdadera. “La sociedad de masas no quiere la cultura sino el esparcimiento” escribe H. Arendt. Son frecuentes, -en los grupos, en los consultorios, en los talleres- relatos de vivencias cotidianas opacas, en las que no parecen existir intereses, diversión o creatividad. Esa vivencia subjetiva de vacío es insoportable; y como “la naturaleza tiene horror al vacío”, los productos químicos son buenas prótesis para esos agujeros del alma. Un amigo y colega invirtió la frase de Marx “la religión es la droga de los pueblos” por “la droga es la religión de los pueblos”; indicando que, además de un producto químico lo que se consume es, siempre y sobre todo, un producto cargado de sentidos. Química e ilusión condensadas. NANDROLONA, RISPERIDONA... MARADONA A fines de 2005, D.M. aparecía como un “hijo pródigo” del país; volvía 'recuperado' de sus excesos y conquistaba otra vez la admiración del público. Volvía a brillar como centro de un espectáculo, no deportivo en esa ocación, sino televisivo. ¿De qué se hablaba cuando se hablaba de “recuperación”?, quiero precisar la pregunta: ¿se puede decir que hubo alguna modificación subjetiva en el 'Diez'?. Para no quedar como un aprovechado que escribe -hoy, 2007- con la perspectiva de casi dos años, me parece 6 importante aclarar que los puntos centrales de este apartado fueron enviados al correo de lectores de un matutino... que no lo publicó. Creo que la opción de hierro de la que D.M. no puede zafar es la siguiente: “Ó es consumido ó consume”; de allí que el título de este apartado pone su apellido en línea con (otros) fármacos. La cuestión de la identidad parece jugarse exclusivamente, en su vida, en torno al fenómeno adictivo. Cuando ocupa el lugar de ídolo, cuando es objeto de adoración de masas (futboleras) recibe reconocimiento, recibe una carga de libido narcisista que lo recubre y, al menos transitoriamente, lo contiene, lo estabiliza. Al menos transitoriamente encuentra sosiego una desesperación perceptible en la desmesura de los consumos que realiza: comida, pastillas, cocaína, alcohol, tabaco, sexo. El exceso informa tanto de los agujeros en el ser como de la imposibilidad de llenarlos. “Si no soy consumido por los otros, ¿qué soy?”; esta pregunta debe iterar en algún lugar sin ser formulada. Vacío de palabras que se soluciona al ser droga para los otros o al consumirla él mismo. Cara y cruz inseparables de una misma moneda. ¿En dónde habría un atisbo de modificación subjetiva? En el descarte de la moneda entera, en aceptar caer del lugar de droga-objeto de adoración-objeto de consumo. Diego 'sabe' que su velorio y entierro convocará a multitudes, 'sabe' que su muerte será convertida en un espectáculo del cual él será un protagonista estelar. En realidad, no él -persona-, sino su imagen de ídolo. Diego camina hacia su muerte sin poder (¿sin querer?) detenerse. Porque si no consigue darse a sí mismo otra oportunidad, esto es: crecer en vez de engordar; su cuerpo dirá basta; como lo dice el cuerpo de todos aquellos que llegan más o menos a la misma encrucijada. ¿Preanunciaría que al Diez se le venía la noche?] Bibliografía Ehrenberg, A.: “Individuos bajo influencia”, Nueva Visión, Buenos Aires, 1994. Escohotado, A.: “Aprendiendo de las drogas”, Ed. Anagrama, Barcelona, 1995. Freud, S.: “Lo siniestro”, Ed. Biblioteca Nueva, T.II, Madrid, 1969. Furst, P.: “Alucinógenos y cultura”, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1994. Sahovaler, J.: “Psicoanálisis de la televisión”, Ed. El Otro, Buenos Aires, 1996. Weil, A.: “The natural mind”.Houghton Mifflin, Boston, 1972 [Recuerdo, para los desmemoriados, que aquél programa se llamaba “La Noche del Diez”. 7