Antes de que finalice el “Año de la Fe”, en esta fecha ya consagrada a las “Misiones”, la Iglesia toda nos invita y recuerda la dimensión misionera en la que podemos recalcar una doble visión: latinoamericana y universal. Latinoamericana: Desde aquella V Conferencia General en Aparecida del 13 al 18 de mayo del 2007, la definición del ser cristiano como discípulo misionero, como dos caras de la misma moneda, ya nos motiva a no postergar un día nuestro compromiso evangelizador. Habernos encontrado con Cristo es el momento más feliz de nuestra vida, sea en un proceso paso a paso, sea por un acontecimiento que irrumpió en forma imprevisible. A Él que conocemos y amamos de corazón no lo podemos ocultar, sino presentar con fuerza y en lo posible, ¿por qué no?, con entusiasmo y audacia. “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y a darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo”(Nr. 29 del Documento Conclusivo). Universal: En otra fecha más reciente, en la Carta Apostólica “Puerta de la Fe” del 11 de octubre pasado, el Papa emérito Benedicto XVI nos invitaba a redescubrir el encanto y la belleza del ser cristiano, como algo siempre nuevo que la da frescura y fuerza a nuestro testimonio. Allí nos habla de “redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (Nr.2), de la “belleza de la fe” (Nr. 4), “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Nr.7). No siempre es fácil discernir si el Señor Jesús nos quiere como sus discípulos misioneros en la vida diaria que ya hemos asumido o si concretar en lugares y situaciones complejas pero más desafiantes, una consagración laical, diaconal, sacerdotal o consagrada, en todas sus variantes, es su voluntad. Pero, en cualquier alternativa, cuando llama, aun sin salir de casa y cambiar de rumbo, todo empieza de verdad. Habernos encontrado con Cristo y darlo a conocer se hace muy concreto en los testimonios a nuestro alcance, desde el Simón escondido por temor convertido en el San Pedro guía de la Iglesia naciente, hasta el Saulo transformado en un San Pablo inquieto y sin temor. Ahora nuestro flamante Papa Francisco con muchos signos ya nos “escribe” una primera encíclica viva: lava y besa los pies de los jóvenes infractores en la cárcel y con un aire fresco y juvenil nos invita a querernos como personas, además de las sorpresas de cada día. Nos acompaña una legión tanto de misioneros conocidos o incógnitos, desde la Madre Teresa en su paso por Calcuta y el mundo hasta los peregrinos de las Jornadas Mundiales, Nacionales o Diocesanas de la Juventud, los voluntarios en tantas obras solidarias, como las familias que se abren a la Palabra que leen, comentan y concretan en sus vidas, los enfermos y gente grande que asume y ofrece su soledad, los parlamentarios valientes que defienden la vida y los valores de la convivencia y la de todos aquellos que van amando, sanando, humanizando la creación toda ……. Testimonios heroicos o sencillos y simples en lo ordinario de la vida, en las más diversas situaciones, son la Misión nunca acabada que el DOMUND nos recuerda una vez más. Ya no podemos agotar los ejemplos porque toda la Iglesia, en la multitud incontable de testigos en su pasado histórico y del presente, nos recuerda una vez más que la única vida que recibimos es la Vida en y con el Señor Jesús. María, discípula y misionera, nos acompañe en el caminar de la vida, para que su intercesión y ejemplo nos motiven en las más diversas situaciones a preparar esa Misión definitiva que es a la vez Camino y Meta: la plenitud de toda felicidad junto a Aquél que nos ha llamado. + Rodolfo Wirz Obispo de Maldonado-Rocha