24 POLICIALES La Plata, jueves 10 de junio de 1999 Drama y heroísmo SU AMOR NO SE DETUVO NUNCA, NI SIQUIERA ANTE EL FUEGO La mujer que dio la vida por sus Griselda Leiva tenía 37 años y vendía flores frente a la Rosa Mística para mantener a sus cinco hijos. Murió al incendiarse su último momento para salvarlos. Ahora organizan una colecta para ayudar a su familia que quedó sin techo. Hoy se oficiará Evangelina que se había ido a un cumpleaños en City Bell. Se preparaban para comer, eran las nueve. Cristian trató de reponer querosén en una estufa, pero el tanque rebalsó y el combustible derramado fue una mecha encendiendo todo lo que encontró a su paso. Oscar Rabuffetti, el dueño de una casa de iluminación, vive en la planta alta: “cerca de las nueve y media, sentí que golpeaban la puerta. Era uno de los hijos de Griselda, decía que su mamá se estaba ahogando. Cuando salí a la calle, estaban todos los chicos y el esposo gritando. La mujer ya había quedado atrapada en una habitación que tiene un ventiluz que da al pasillo; se ve que ella rompió los vidrios para tener aire y provocó una combustión. Salían lenguas de fuego”. Ricardo Rodriguez, el esposo de Teresa Sosa (la madrina del hijo menor de la pareja), dijo que “habían alcanzado a salir casi todos. Es más, Griselda había tirado una manta encima del fuego y estaba casi apagado; pero esa frazada se encendió y las llamas se propagaron. Entonces ella ayudó a salir a María Soledad, que había quedado en la pieza. Ahí, Griselda quedó atrapada, dicen que se le habría caído encima parte del cielorraso”. Carlos Lalli, sacerdote de la iglesia de la Rosa Mística, dio otra versión: “aparentemente, habían alcanzado a salir todos del departamento. Pero Griselda no vio a uno de sus hijos y pensó que había quedado atrapado. Entonces ella se metió entre el fuego para rescatarlo, sin saber que ya estaba afuera”. El heroísmo de Griselda no fue la única actitud solidaria en ese infierno. Su esposo trató de meterse entre las llamas. Los vecinos corrieron con matafuegos y baldes de agua. Y Leonardo Ausili, sargento primero del Comando de Patrullas, entró al departamento y sufrió un principio de asfixia. El futuro El departamento quedó destruido. Según el vecino Rabuffetti, que entró como testigo, los mayores daños se produjeron en el comedor y la pieza donde murió Griselda. En las otras habitaciones, el humo ennegreció las paredes. Alfonso, un perro cruza de collie con manto negro, soportó todo el incendio en el interior de la vivienda y sobrevivió; ahora no quiere salir y no lo pueden sacar: quedó ahí esperando el regreso de la familia. Eduardo Rusconi pasó la noche con algunos de sus hijos en la casa de la madrina de Gastón. Allí Teresa y Ricardo les dan todo su apoyo en este momento tan difícil. Los MARCOS GOMEZ “D aba la vida por sus hijos”. La frase es de todos los que conocían a Griselda Leiva, una mujer que a los 37 años trabajaba vendiendo flores frente al templo de la Rosa Mística, en 23 y 54. Con eso, trataba de aportar unos pesos a la jubilación municipal de su marido; para mantener a sus cinco hijos. Griselda vivía con Eduardo Rusconi en el departamento E, al fondo de un pasillo, en el 1172 de la calle 28, entre 56 y 57. En las cuatro habitaciones se acomodaban la pareja, la madre de Rusconi, y los chicos: Cristian de 18 años (hijo de un primer matrimonio de Rusconi), Evangelina Leiva de 17 (hija de Griselda con otro hombre), María Soledad de 14, Florencia de 12 y Gastón de 11. El martes a la noche estaba casi toda la familia reunida; la única que faltaba era “Bomberos sin recursos” Oscar Rabuffetti, un vecino de Griselda, dijo: “hay que poner bien grande que los bomberos no tenían recursos para protegerse. Por ejemplo, no contaban con máscaras protectoras, nosotros tuvimos que darles trapos mojados para que se pongan en la cara...; si no, no podían entrar”. Respecto al tiempo que tardaron en llegar opinó que “fueron unos 20 minutos, algo lógico si se tiene en cuenta que tienen que salir desde Los Hornos y llegar hasta acá”. La noche del martes, algunos vecinos habían protestado por el tiempo que tardaron, aunque en realidad estaban más indignados con la ambulancia, que había demorado 45 minutos. Rabuffetti se mostró sorprendido por la falta de recursos. “Los policías que llegaron primero, por ejemplo, ni siquiera tenían una linterna para alumbrar el pasillo: ¿cómo van a trabajar así?”. Pericias Ayer, un móvil de la seccional Quinta permaneció todo el tiempo frente al pasillo, impidiendo la entrada al complejo de departamentos. Según explicaron los agentes que estaban de consigna, se debía a una medida tomada por la Fiscalía, ya que se deseaba preservar el lugar del siniestro sin que se borraran rastros fundamentales a la hora de las pericias. Esa imagen de la Policía frente al pasillo, recordaba a los vecinos la tragedia de la noche, casi como una pesadilla. Las cámaras de los canales de TV, completaban el paisaje. Todos los habitantes del barrio eran entrevistados, y la mayoría coincidía en resaltar las dificultades de los bomberos, preguntándose qué podría haber pasado si ellos no estaban para ayudarlos con sus trapos mojados y el fuego se hubiera expendido. Espíritu solidario. Es necesario rescatar el legado de esta madre, opinó el padre Carlos Lalli, de la iglesia de la Rosa Mística “Una persona muy abnegada y sacrificada” Es un día distinto en el templo de la Rosa Mística. El puesto de flores está cerrado, el cielo gris enmarca el clima de dolor. El sacerdote Carlos Lalli está sentado en un cuarto cálido, donde se respira una sensación de paz. “No me sorprende lo que hizo -dice-, era una mujer muy abnegada y sacrificada, que vivía para sus hijos y trabajaba por monedas. Me conmocionó su muerte, pero no me sorprendió, y de este hecho es necesario rescatar el legado de esta madre que antepuso su vida a la de sus hijos”. Las imágenes de Griselda entregando ramos a los fieles son imborrables. “Desde hace mucho tiempo trabajaba en la puerta de la iglesia, e incluso cuando no vendía todas las flores, se las ofrendaba a la Virgen Rosa Mística”. El padre Lalli conocía la vida de Griselda. También sabía cómo era su relación laboral: “trabajaba de sol a sol. El puesto no era de ella, sino de un hombre que sufre una discapacidad. Ella trabajaba para él, y si ganaba 300 pesos por mes era mucho; pero ese ingreso era fundamental para complementar la jubilación de su marido y darle de comer a sus hijos”. El sacerdote, ayer, estuvo con los familiares de la mujer. Les brindó su apoyo espiritual y también material, ya que se presentó con víveres y abrigos para los chicos. Hoy, además, será el encargado de oficiar una misa en memoria de Griselda. Los compañeros En la vereda, el puesto de flores estaba cerrado, en señal de duelo. Los compañeros de trabajo de la mujer compartían la misma sensación que todas las personas que la conocían. Olga Clark, una florista que tenía un puesto junto al de Leiva, expresó que “entiendo lo que hizo Griselda, porque para una madre lo primero es la vida de los hijos; pero es una injusticia, era una mujer buenísima y muy trabajadora”. POLICIALES 25 MARCOS GOMEZ La Plata, jueves 10 de junio de 1999 hijos departamento, luchando hasta una misa en su memoria Duelo. El puesto de flores donde trabajaba Griselda, cerrado. Trabajaba de sol a sol MARCOS GOMEZ lazos que los unen son muy fuertes, Griselda -por ejemplo- les hizo todos los souvenirs para la comunión de su hijo Carlos. Ayer a la mañana recibieron alimentos y ropa que fueron donadas en la Rosa Mística. “Ahora, lo que la familia necesita es si le pueden acercar materiales para reconstruir el departamento”, agregó Ricardo. Otros hijos de Griselda y Eduardo fueron a otra casa. Al menos Evangelina, que ayer estaba con la familia Reca en City Bell. A la tarde fue a visitarla su hermano Cristian. Ambos estaban muy shockeados por la situación. Los restos de Griselda no fueron velados, por decisión de la familia. Un cortejo fúnebre partirá hoy a las 9 desde sepelios Betty, para darles cristiana sepultura. Además, se oficiará una ceremonia religiosa en el templo de la Rosa Mística. Historias de madres que entregan su vida y el recuerdo de la heroína de las vías Foto familiar. En una comunión El 25 de marzo de 1998, Eloisa Aguirre sufrió graves quemaduras al cubrir con su cuerpo a sus tres hijos menores para evitar que fueran alcanzados por las llamas que consumían su precaria casilla en la Villa La Rana, en San Isidro. Aguirre, de 42 años, dormía junto a su dos hijas de 12 y 10 años, y su hijo de 3. La casilla carecía de servicio eléctrico por lo que la familia se alumbraba con velas. Una de esas velas se cayó y el fuego comenzó a extenderse. La desesperación 21.20. Se encontraban Griselda, su esposo, su suegra y cuatro hijos. Trataron de apagar el incendio con una frazada, pero esto fue peor 3 COMEDOR Hay dos versiones. 1- Griselda trató de rescatar a su hija de 14 años de la habitación en llamas. 2- Al salir no vio a uno de sus hijos, pensó erróneamente que estaba atrapado y entró a buscarlo. PA 2 La familia, que estaba por sentarse a cenar, pudo salir al pasillo al ver que las llamas ganaban el comedor El incendio se desató cuando el 1 hijo mayor agregó querosén a una estufa encendida, y el tanque desbordó, expandiendo las llamas por la habitación SI 4 LL O Griselda quedó acorralada, las llamas estaban en la entrada de la pieza. Para no asfixiarse, rompió un ventiluz con sus manos. La entrada de aire generó una combustión mayor Eloisa Aguirre vio que le sería imposible escapar con sus hijos por la puerta de la casilla, ya que el fuego cubría la entrada y la intensidad del calor rechazaba cualquier posibilidad de acercamiento. Desesperada, al no hallar escapatoria para ella y sus tres hijos, se abalanzó sobre ellos y los cubrió con su cuerpo para evitar que las llamas los alcancen. Poco después, varias dotaciones de Bomberos se presentaron y mientras parte de los efectivos se abocaba a sofocar el fuego, otros ingresaban a la casilla. Rápidamente, lograron sacar de la vivienda en llamas a la mujer y a los tres menores de edad. Aguirre presentaba graves quemaduras en el 60 por ciento de su cuerpo, mientras que sus tres hijos no resultaron quemados sino apenas con principio de asfixia. Una madre en el camino En julio de 1997, Mirta Sotelo, de 40 años murió atropellada por un camión recolector de basura, en Quilmes, pero antes logró poner a salvo a su hija de seis meses, apartándola. El accidente se originó a partir del choque entre el camión y un Renault Dacia que conducía Adalberto Montesarchio, de 37 años, acompañado de su esposa Mirta Sotelo, de 40, y su hija de 6 meses. El camión de la empresa Tuqsa, contratada por la comuna de Quilmes era conducido por Leonardo Casarino, de 30 años. El choque fue en el cruce de las Comandante Franco y Victorica, del barrio La Cañada. Según la policía, como consecuencia del impacto, la mujer y su beba salieron despedidas por el parabrisas y cayeron al pavimento. Todo sucedió en pocos segundos, Mirta -por instinto- cubrió a la beba con su cuerpo y alcanzó a amortiguar el golpe contra el pavimento, pero al observar que las ruedas traseras del camión la iban a arrollar, empujó a su hija a un costado, salvándole la vida. La mujer falleció a raíz de una fuerte hemorragia interna provocada por aplastamiento, mientras que la niña resultó con heridas graves y fue trasladada de urgencia al hospital de Quilmes, donde permaneció internada casi un mes hasta su mejoría. Yesabel En enero de 1999, a los 12 años, Yesabel Crespo se jugó la vida por su amiga, una nena de 10 años. Ambas estaban jugando con un perrito en las vías cerca de su casa, Inmortales En la provincia, es la tercera madre que entrega su cuerpo para salvar a sus hijos en los últimos dos años. Son tres historias con un final dramático en Tolosa. Estaban sentadas sobre los rieles, viendo pasar un tren, sintiendo el viento en la cara; por eso no advirtieron que otra formación se acercaba en sentido contrario abalanzándose sobre ellas. Yesabel vio la locomotora y empujó a su amiga. Ella fue atropellada y salió despedida. De inmediato, los vecinos la convirtieron en una heroína. Estuvo internada cuatro meses en grave estado. En todo ese tiempo, se hicieron cadenas de oración y abrazos al Hospital de Niños. Los dadores de sangre se presentaban en masa. A veces, su estado de salud mejoraba un poco, a veces retrocedía. Finalmente, murió. O no, ya que está viva en el recuerdo. Pasó a la inmortalidad. En el lugar donde salvó a su amiga, fue levantado un santuario en su memoria. Ahora, cada vez que alguien sobrevive a un accidente en las vías, se habla de un milagro en las vías. Un milagro de Yesabel, que protege a todos los que cruzan o transitan los rieles.