Solo estamos de paso Steve Hearts ¿Se enfrentan —o pronto se enfrentarán— a un cambio drástico en su vida? Puede tratarse de cambiar de colegio, mudarse de casa o incluso dirigirse a otra ciudad con su familia. En cualquier caso, tendrán que empezar de nuevo en un entorno completamente distinto. Es probable que no les guste la nueva ubicación. Pero como no tienen edad suficiente para vivir por su cuenta, se sienten atrapados en el lugar que decidieron sus padres. ¿Les asusta la incertidumbre del futuro? ¿Los entristece la idea de abandonar amistades, comodidades y conveniencias? He vivido toda mi vida como misionero en numerosos países, por lo que me identifico con los sentimientos de temor e incertidumbre. Me he mudado más veces de las que puedo recordar. Si bien me emocionaron la mayoría de esas mudanzas, algunas incluyeron grandes dificultades. Pero con el tiempo cada una demostró ser parte del plan de Dios para mi vida. Cuando era niño viví en los Estados Unidos. Me encontraba feliz y muy a gusto con mi familia en una casa con piscina y mucho espacio para jugar. Para mí era como el cielo en la tierra. Tenía muchos amigos de mi edad con quienes estudiaba y jugaba, y quienes eran de familias misioneras, como la mía. Entonces mis padres decidieron abrir un pequeño centro misionero en una ubicación cercana. Mis padres estaban muy felices con ese cambio, pero yo estaba muy triste. Ninguna de las familias con niños de mi edad nos acompañaría, y no quería ni pensar en abandonar a todos los amigos que había hecho en los años anteriores. Aunque viviríamos lo bastante cerca como para visitarlos de vez en cuando, los extrañaría muchísimo. Mis padres sabían cuán difícil era esa mudanza para mí. Pero conocían los beneficios y las ventajas que yo no divisaba. Sin embargo, con el paso del tiempo, yo también pude ver esos beneficios claramente. La nueva situación de mi familia les permitió a mis padres dedicar más tiempo a mis necesidades escolares, puesto que su ministerio era menos exigente. Cabe añadir que a menudo me sentí solo y que extrañé a mis amigos, pero durante ese tiempo avancé mucho en el aprendizaje de la lectura Braille. Cuando nos volvimos a mudar meses después, podía leer y escribir en Braille. Saltaba a la vista la sabiduría de Dios al indicarnos que nos mudáramos. Era obvio que valió la pena a pesar de las dificultades que tuve al principio. Años después era un adolescente y vivía con mi familia en México. Mis padres tuvieron que volver temporalmente a los Estados Unidos para encargarse de cierto negocio. Yo no quería ir con ellos, pero puesto que estudiaba en casa, no tenía más remedio que ir. Salir de México fue terrible para mí. Participaba en una banda cristiana musical, y acabábamos de empezar a tener audiencia. Detesté abandonar todo eso por lo que consideraba una «pequeña situación» que mis padres debían arreglar. En fin, tuve que aceptar las circunstancias a regañadientes. Una vez más, los beneficios de ese cambio no tardaron en darse a conocer. Para empezar, me puse al día con mi educación, la cual había quedado considerablemente relegada. Nos quedamos en la casa de uno de mis hermanos, por lo que pudimos ayudarle cuando se vio en aprietos. Para cuando se resolvió la situación de mis padres y mi hermano, y volvimos a México, estaba a punto de graduarme de la secundaria. Lo que es más, me encontré con un ministerio musical mucho más fructífero que el que había dejado atrás y fue muy fácil adaptarme a la banda musical. El punto es que a pesar de las molestias que inicialmente sentí al realizar cambios difíciles, al final nunca me arrepentí de confiar en el Señor y esperar a descubrir los beneficios que me aguardaban en esas situaciones. El relato de Abraham me animó mucho en épocas de cambio y transición. Génesis 11:31-32 nos cuenta que su padre, Taré, intento viajar con toda su familia de Ur a la Tierra Prometida, pero que terminó quedándose en Harán hasta su muerte. En los primeros dos versículos del siguiente capítulo Dios le dijo a Abraham —cuyo nombre aún era Abram— : «Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición» 1. Al considerar las maravillas que hizo el Señor para proveer, proteger y cuidar de Abraham, salta a la vista que su obediencia valió la pena. Dios cumplió Su promesa, a pesar de los obstáculos que sorteó durante el camino. Es probable que Abraham y su familia se entristecieran al despedirse de los seres queridos que dejaron atrás. En aquellos tiempos uno no se mantenía en contacto por teléfono o Facebook. Abraham no pudo trazar su camino a la Tierra Prometida en Google Maps. El único sistema de GPS que tenía era Dios. Aun así, el apóstol Pablo dijo de Abraham en Hebreos 11:8: «Salió sin saber adónde iba» 2. Había muchas cosas de las que no estaba seguro y que no podía prever, pero confió en Dios, obedeció y sentó un maravilloso y motivador precedente para el mundo entero. Otra creencia que ayudó a Abraham fue el conocimiento de que ningún destino terrenal o morada es permanente. Pablo escribió que todos los héroes de Hebreos 11 confesaron «que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra»3. También dijo: «Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir» 4. Resulta fácil olvidar que la vida es un viaje, no un destino. Transitamos por este mundo temporal hacia el mundo eterno. Cada vez que nos mudamos o cambiamos de situación en esta vida, es un paso en nuestro camino hacia la otra vida. Si no olvidamos eso, las temporadas de cambio y transición resultan más fáciles de sobrellevar. Como reza el viejo himno: Este mundo no es mi hogar, aquí de paso estoy. Mis tesoros en el Cielo están, y allí me voy. Los ángeles del Cielo me invitan a subir, y no puedo sentirme en casa aquí5. Es posible que a pesar de conocer a Jesús, se les dificulte encontrar un sentido de pertenencia, sin importar el lugar al que vayan o a lo que se dediquen. En dado caso, conviene recordar y aferrarse a la promesa de que el Señor les tiene reservado un lugar especial, tanto en esta vida como en la próxima. Sin importar lo que cambie o se altere en la tierra, solo estamos aquí de manera temporal. Nuestro destino eterno está siendo preparado con Jesús en el Cielo. Él nos ha prometido: «En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo esté, vosotros también estéis»6. © La Familia Internacional, 2015 Categorías: cambio, confiar en Dios, viaje de la vida Notas a pie de página Génesis 12:1-2 Reina-Valera 3 Hebreos 11:13 4 Hebreos 13:14 5 Este mundo no es mi hogar, escrito por Jim Reeves 6 Juan 14:2-3 1 2