San Edmundo Rey y Mártir Día de fiesta – 20 de noviembre Fue el 25 de diciembre, Día de Navidad, del año 855, que Edmundo fue Coronado Rey de Anglés. Su predecesor abdicó el trono al fin de su vida, para dedicarse a las buenas obras y a la oración. Así fue que el joven Edmundo, bajo esta luz como guía, aprendió a ser rey. . A pesar de ser tan joven, ya tenía un gran amor por su patria y dedicó la mayor parte de su reinado al cuidado spiritual y temporal de sus súbditos, velando con amor paternal sobre el clero y laicos por igual. Era sorprendentemente de voluntad fuerte y tenía un gran don de sabiduría como Salomón y no se dejaba influenciar por habladurías o temor, sino que insistía en juzgar los casos que se le presentaban, por medio de sus propias observaciones e investigaciones. Todo esto lo hacía con gran piedad y humildad, amabilidad y una bondad sobre humana, parecía salir de él hacia su pueblo. Y logró ganar su simpatía por medio de su buen ejemplo – la señal de un buen líder. Bajo su mando, el pueblo vivió en harmonía y prosperidad. Era simplemente un padre para todos sus sujetos, con atención especial hacia los pobres, las viudas y los huérfanos, y aquellos que eran demasiado débiles para valerse por si mismos, asegurándose que la limosna siempre estuviese disponible para los necesitados. Supervisó la Fe Católica, con gran atención y respeto por el corazón y el espíritu de las leyes naturales de Dios, y como los monjes de su día, se memorizó los Salmos para poderlos utilizar en Buenos y malos tiempos. Reino por quince años de esta manera – con fe, esperanza y amor. Una paz ordenada y caritativa prevalecía. En el decimo quinto año de su reinado, el ejército Danés, que alimentaba un odio profundo hacia todas las cosas sagradas y particularmente hacia la Cristiandad, comenzó sus invasiones por toda Europa, fácilmente conquistando reinos menores y destruyendo campos y viñas y ganado, imponiendo en los sobrevivientes leyes diseñadas a destruir las prácticas de la fe y la alabanza a Dios, y que se enfocaron en corromper la ética de la fe Católica. En un reino tras otro, los monarcas por temor se rindieron, para salvar sus vidas. Los historiadores nos dicen que este ejército era particularmente vicioso y sangriento, con una pasión por la crueldad y la rabia, con odio y desdén hacia el nombre de Cristo. Su enfoque principal, cuando conquistaban cualquier lugar era el destruir las Iglesias y monasterios, asesinando brutalmente a todos los sacerdotes, monjes y religiosos que encontraran. En el año 870, las fuerzas danesas, ebrios de la sangre de los que recién habían martirizado, llegaron a los dominios de Edmundo. Edmundo y toda su gente dependieron de buena fe, en los tratados de paz anteriores que continuaban intactos y se creían seguros y salvos. Pero estaban equivocados. Estos no temían a Dios y no respetaban a los hombres, y fueron asaltados por un asalto barbárico. El joven rey Edmundo, batalló valerosamente en el frente, pero él y su ejército no tenían la fuerza del ejército Danés. Conquistaron su castillo y Edmundo fue encarcelado. Le presentaron a Edmundo las nuevas condiciones del gobierno, sin fe y religión, para que las firmara. El rehusó sus propuestas, ya que eran inconsistentes con la libertad y justicia con que había gobernado a su pueblo, con su fe católica, que valoraba la vida y alababa a Dios en espíritu y verdad. El entendía que solo dos clases de gobierno funcionaban, uno basado en fe, y otro en miedo. Sin fe, solo quedaría una alternativa. Edmundo le dijo a sus captores que prefería morir antes de hacer cualquier concesión contraria a su conciencia y que pusiera en peligro los derechos y fe de sus súbditos. Edmundo fue atado con pesadas cadenas y llevado a la tienda de campaña del general. Le fueron presentadas de nuevo, las nuevas condiciones de gobierno, igualmente opuestas a la fe y la libertad. De nuevo Edmundo las rechazó diciéndole a sus captores que el nunca compraría su vida a cambio de ofender a Dios. Estas respuestas frustraron a sus captores e hicieron que su rabia llegara a nuevos niveles. Lo ataron a un árbol y lo azotaron hasta que de su cuerpo corriera su sangre. El persistía en solo llamar el nombre de Jesús y aun así rehusaba las condiciones del enemigo. Ya más exasperados, el ejército lo atacó con flechas por todos los lados, pero no pudo amedrantar la fe de este joven rey. Finalmente, ya que no pudieron conseguir el apoyo que buscaban de é, lo decapitaron, echando sus restos en el bosque para que no fueran encontrados. Era el 20 de noviembre del año 870, no tenía ni 30 años. Más tarde, un pilar de luz milagroso, ayudó a su gente encontrar el cuerpo de Edmundo, que colocaron en un campo consagrado, sobre el cual construyeran un monasterio años más tarde. Casi de inmediato, comenzaron los milagros, cuando la gente rezaba cerca de su tumba. El más milagroso fue el arrepentimiento y contrición de Canuto, el hijo del jefe de los barbaros daneses, que había ordenado la muerte de Edmundo. En el año 923, vino a honrar al rey caído, para pedir el perdón de su pueblo, por toda la muerte y destrucción causada por su padre. Para honrar a Edmundo, Canuto, antes de morir, mandó construir una gran iglesia en honor a Edmundo en el año 1020. Así entonces, mucho después de su muerte, su fama de incomparable piedad, humildad, mansedumbre, bondad y caridad del joven mártir, rey y santo – Edmundo – sigue viva. Hoy día, San Edmundo es muy honrado y considerado patrón de Inglaterra – un modelo para clero como laico. San Edmundo, modelo para nuestros tiempos, obtén para nosotros la gracia de un espíritu perseverante. Referencias: Phillips, G., ‘St. Edmund the Martyr,’ The Catholic Encyclopedia, Robert Appleton Co, NY 1909 Ball, Ann, “The Encyclopedia of Catholic Devotion and Practices,’ Our Sunday Visitor, Inc, Huntington, IN, 2003 Farmer, David Hugh, “Oxford Dictionary of Saints,” Oxford University Press, Oxford and New York, 2004 Houghton, Bryan, “Saint Edmund king and Martyr,” Terence Dalton, Ltd, Lavenham & Sudbury, Suffolk, 1970 Mackinlay, James Boniface, “Saint Edmund: King and Martyr,” Art and Book Co, NY, 1893