fragmentación y dualidad en el amante bilingüe de juan marsé

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FRAGMENTACIÓN Y DUALIDAD EN
EL AMANTE BILINGÜE DE JUAN MARSÉ
Por María Pía Pasetti
E
l amante bilingüe1 (1990) de Juan Marsé es una novela que pone en crisis ciertas nociones estrechamente relacionadas con el pensamiento cartesiano, como la
univocidad del sujeto y los absolutos alrededor de la realidad circundante. Utilizando
una frase que Darío Villanueva aplicó a la nueva narrativa española, este texto
“siembra incertidumbre en los terrenos de la certidumbre” (Villanueva 1992), por lo
que en el presente trabajo se analizará cómo se aniquila la concepción de univocidad
del sujeto y de la lengua proponiendo, en cambio, la fragmentación y dualidad.
En lo que refiere a la lengua ya el título de la obra resulta más que representativo:
El amante bilingüe. Si se piensa en el adjetivo, éste hace referencia al bilingüismo
que, según el Diccionario de la Real Academia, significa “el uso habitual de dos
lenguas en una misma región o por una misma persona”. Al mismo tiempo, en la
novela se pone en evidencia el conflicto dentro del espacio social en el que se encuentra inserto, la comunidad catalana, donde se presenta el mentado bilingüismo, la
diglosia cultural y la puesta en tensión de las hegemonías y diferencias socioculturales. Esta será la problemática central planteada en el texto, a partir de una Barcelona
esquizofrénica que pregona la homogeneización lingüística pero debe convivir inevitablemente con la presencia de los inmigrantes españoles, despectivamente tildados
de “charnegos”, que atentan contra el programa de estandarización.
En lo que hace al problema del uso de la lengua oficial y la presencia de ciertas
grietas o filtraciones lingüísticas, debe destacarse el hecho de que la lengua empleada por estos inmigrantes representa no sólo la marginalidad respecto de la lengua oficial de Cataluña, sino que también respecto del castellano peninsular, en
tanto que tampoco emplean la lengua castellana oficial, sino ciertos tipos propios
1
Todas las citas corresponden a Marsé, Juan (1990). El amante bilingüe, Barcelona, Planeta.
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de la zona de origen. Así, tanto el título de la novela como las circunstancias sociales e históricas que lo rodean, hacen referencia a una dualidad lingüística conformada por el catalán y el castellano y, al mismo tiempo, por el castellano y sus diversas variaciones. Es decir que de esta manera se conforma una primera aproximación a la ruptura de la homogeneidad y univocidad de la lengua, hablándose ya
no de una “única lengua”, sino de dos y hasta de tres o más (a propósito de las variables del castellano peninsular).
Este conflicto se presenta constantemente a lo largo de la obra, como puede observarse en los siguientes ejemplos:
a) La deformidad del rostro del protagonista, debida a “un grupo de exaltados nacionalistas catalanes que recorría las ramblas en manifestación y lanzó un cóctel
“Molotov-Tío Pepe junto a él” (Marsé: 21).
b) Los constantes llamados que realiza Juan Marés (bajo la voz de un supuesto
charnego) a la oficina del “Plan de Normalización Lingüística” para que lo ayuden
a traducir los carteles en castellano de su supuesto negocio al catalán ya que “esos
hijos de puta del movimiento Terra Llivre son capaces de prenderle fuego a mi
establecimiento, los cabrones” (Marsé: 64).
c) Las reflexiones nacionalistas de algunos personajes: “Lo que deberían hacer el
Carreras y la Caballé es cantar ópera en catalán. Ya que doblan las películas, pues
que doblen también las óperas” (Marsé: 75).
d) El “Plan de Normalización Lingüística de Cataluña”, en el cual trabaja Norma y
su nuevo amante, Jordi Valls Verdú. Éste es caracterizado como un “activista cultural”, con “una dicción ortodoxa y nasal” y una “alta campanuda condición de
centinela lingüístico en prensa y en radio, en el doblaje de los programas de TV3 y
en las películas”, y hasta se lo define, en reiteradas oportunidades, como “el amante
monolingüe de Norma”. Es interesante este hincapié en su carácter “monolingüe”,
así como su descripción de “centinela lingüístico”, configurando un sujeto unívoco,
“oficial”, en clara oposición con el protagonista.
En lo que refiere al análisis del personaje central, resulta operativo comenzar
con dos de los paratextos presentes en la novela: la dedicatoria y el primer epígrafe.
En lo que refiere a la dedicatoria, ésta dice: “para mis otros padres y mi otra hermana, al otro lado del espejo”. Aquí, al igual que lo que sucede en el título, se alude a una dualidad. No sólo con el adjetivo “otro”, sino con la imagen del espejo,
que implica –siempre– a uno y a su reflejo y que será una imagen que estará presente a lo largo de toda la historia.
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Esta idea de dualidad se refuerza en el epígrafe, constituido por una cita de Antonio Machado: “Lo esencial carnavalesco no es ponerse la careta, sino quitarse la
cara”. Esta frase resulta muy interesante, no solamente porque hablar de cara/careta
implica ya de por sí una dualidad, sino también por la alusión al carnaval que, como se demostrará en las líneas posteriores, no resulta nada azarosa. La presencia
del carnaval no sólo se encuentra en este epígrafe, sino que será una constante en
todo el texto. No sólo momentos de la acción transcurren en los días del carnaval,
sino que también se presentan muchas de las características definidas por Bajtín en
La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento:El contexto de Francois Rabelais acerca del mismo. Siguiendo al pensador ruso, el carnaval implica la
construcción de un mundo no-oficial que parece haber sido construido al lado del
oficial y que constituye un segundo mundo y una segunda vida, conformando así
una dualidad en la percepción del mundo y de la vida humana. Por lo tanto, el
hecho de que el carnaval implique una dualidad en su misma definición, muestra
que la presencia de este en el texto no constituye una elección arbitraria.
Una de las características dadas por Bajtín acerca de esta celebración es la abolición de todo tipo de jerarquía y la inversión de roles:
En el carnaval todos eran iguales y (…) reinaba una forma especial de contacto
libre y familiar entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por
las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo, su edad y su situación familiar (Bajtín: 15).
Esto se puede ver, claramente, al comienzo de la obra, en donde el amante charnego y limpiabotas de Norma, la ex esposa del protagonista, se encuentra sentado
en la cama de aquel, apropiado de su misma vivienda, mientras el personaje principal lo observa desde un rincón, como un intruso.
Del mismo modo, la presencia de lo grotesco2, otro rasgo de la festividad, se
manifiesta en múltiples momentos como los siguientes:
Su meditación en voz alta le trajo a Marés el punzante recuerdo de Norma Valentí, y de pronto soltó el acordeón y se mordió los puños desesperadamente. Aullando como un perro, se incorporó de un salto y hundió los dedillos despellejados
en los bolsillos del pantalón, se agarró los genitales y empezó a dar vueltas alrededor de la hoja del periódico y del acordeón, que, retorciéndose él también en el
suelo, soltaba un débil gemido (Marsé: 59).
La viuda se arrojó al suelo con sus pieles de conejo que olían a rayos y, arrodillada, empezó a buscar la lentilla perdida, el enorme trasero en lo alto bloqueando
2
Para Bajtín, “el grotesco tiende a degradar, corporizar y vulgarizar. Esta es la cualidad esencial”
(Bajtín: 24).
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la salida del ascensor. Se le torcía la peluca rubia, se le enganchó una pestaña postiza (Marsé: 68).
Junto a esto, en muchos pasajes el lenguaje empleado por Marés presenta una
serie de puntos de contacto con el lenguaje carnavalesco, caracterizado por Bajtín
como un receptáculo donde se acumulan las expresiones verbales prohibidas y
eliminadas de la comunicación oficial. El crítico habla de un uso frecuente de groserías, de expresiones y palabras injuriosas, a veces muy largas y complicadas,
como puede verse en las blasfemias gritadas por el protagonista a su ex mujer,
Norma: “le susurró (…) con la voz ensalivada y abyecta un rosario de obscenidades de calculado efecto. Coño loco, niña pijo, mala puta…” (Marsé: 32)
Al mismo tiempo, la descripción que se realiza de Juan Marés luego de su quemadura puede analogarse con uno de los mayores protagonistas del carnaval, es
decir, el payaso o el bufón3: “El fuego diseñó en la piel de las mejillas una sonrisa
perenne y burlona. Desde entonces no tenía cejas y se las pintaba con lápiz negro
de trazo grueso” (Marsé: 22).
Finalmente, aquello característico de carnaval que operará con más fuerza en la
novela será lo concerniente a la abolición de los límites del yo y la dualidad del
sujeto. El personaje, lejos de presentarse como un sujeto unívoco, es un sujeto,
según sus propias palabras, paradójico y escindido. Esta dualidad se ve reiteradamente, como en los siguientes casos:
a) La elección del nombre del protagonista, Juan Marés (anagrama de Marsé) genera un juego de identidades duplicadas extra literariamente, es decir, con el afuera.
Al mismo tiempo, el primer apellido del escritor, antes de ser dado en adopción, es
Faneca Roca, es decir, el nombre del “alter ego” del personaje central.
b) En el comienzo de la obra, el protagonista dice que “actuaba en agrupaciones
teatrales”, y en la misma novela se retrata la representación teatral que realizó en
su infancia (“la araña que fuma”). Así, su misma profesión implica no ser, sino
representar. Nuevamente, tiene lugar otra de las imágenes carnavalescas: la máscara4.
3
Según Bajtín, “los bufones y los payasos son los personajes característicos de la cultura cómica
de la Edad Media. (…) Los bufones y payasos (…) no eran actores que desempeñaban su papel sobre
el escenario (…) Por el contrario, ellos seguían siendo bufones y payasos en todas las circunstancias
de la vida. Como tales, encarnaban una forma especial de la vida, a la vez real e ideal. Se situaban en
la frontera entre la vida y el arte (en una esfera intermedia) (Bajtín: 13).
4
“La máscara expresa la alegría de las sucesiones y reencarnaciones, la alegre relatividad y la negación de la identidad y del sentido único, la negación de la estúpida autoidentificación y coincidencia consigo mismo; la máscara es una expresión de las transferencias, de las metamorfosis, de la
violación de las fronteras naturales” (Bajtín: 42).
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c) A lo largo de la historia, antes de alcanzar el desdoblamiento con Faneca, Marés
representa distintas identidades: “el charnego telefónico”, el pordiosero, “la araña
que fuma”, “el hombre enmascarado” y el limpiabotas. Es más, el punto de vista
del narrador refuerza esta multiplicidad de identidades. Cuando Marés está “representando otro”, ya no habla de él como Juan Marés, sino de acuerdo a quien esté
representando. Así se refiere al “limpia botas” o “el charnego”, multiplicando al
sujeto desde la misma narración, lo que genera una gran confusión y refuerza la
idea de no univocidad del personaje.
d) Por último, la dualidad más extrema se alcanza con aquel personaje inventado
por él, aquel personaje que, según sus propias palabras, “era exactamente el tipo
que necesitaba: embustero y camaleónico, atrevido y rufianesco. El compañero
loco que hace lo que tú no te atreves a hacer”. (Marsé: 83). Al comienzo, “el otro”
se le aparece en sueños, es decir, en una situación en la que ese tipo de apariciones
pueden llegar a ser justificadas. Sin embargo, al contarle la experiencia onírica a
sus compañeros de la calle afirma “él soy yo”, legitimando el desdoblamiento desde el mismo discurso, donde resuena la sentencia de Rimbaud de “Yo soy otro”.
Bajo una estrategia para recuperar a su mujer, Juan Marés adopta la personalidad
de ese charnego, pero siempre teniendo conciencia de su artificiosidad: “Probando,
probando –dijo al espejo– Uno, dos, uno, dos, probando la voz acharnegada” (Marsé: 143). Progresivamente, ese desdoblamiento se va materializando cada vez más
hasta el punto de no poder controlarlo: “se sentía agobiado por la máscara, sintiéndose tironeado cada vez más por los hilos de una marioneta que empezaba a no
controlar” (Marsé: 117). Este progresivo cambio se ve también con respecto a la
voz de Faneca, que mientras antes la impostaba con pleno control, ahora cobra
autonomía: “con esa voz de oruga mecánica que ni él mismo se acababa de creer”
(Marsé: 147).
Así, el sujeto va viviendo una desgarradora escisión entre Juan Marés y Faneca,
entre rostro y máscara. Es más, hasta se presentan los propios síntomas de la enfermedad de la esquizofrenia:
Experimentaba la creciente sensación de que alguien que no era él le suplantaba y decidía sus actos. Sentía a veces un descontrol físico, una tendencia muscular
al envaramiento y a la chulería, una conformidad nerviosa con otro ritmo mental y
con ciertos tics que nunca habían sido suyos (Marsé: 119).
Es decir que, progresivamente, el charnego Faneca va ocupando el lugar del antiguo Juan Marés que, hacia el final de la novela, se lo describe como un “fantasma”, dando “los últimos coletazos de una personalidad desahuciada y repudiada”
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(Marsé: 209). De esta forma, la unidad del sujeto estalla, constituyendo un ser dual,
destinado a vivir como otro.
En síntesis, a lo largo de El amante Bilingüe puede observase cómo ciertas nociones ligadas a la lógica tradicional tambalean y son puestas en crisis. Más precisamente, se quiebra la noción de univocidad y homogeneidad tanto de la lengua
como del sujeto, postulándose, en cambio, la fragmentación y la dualidad.
BIBLIOGRAFÍA
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