El hambre y la violencia obligan a miles de norcoreanos a desertar

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25/7/2016
EyN: El hambre y la violencia obligan a miles de norcoreanos a desertar
Lunes, 25 de Jul de 2016 | 10:46:39 hrs.
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Pese a los controles impuestos por el gobierno de Kim Jong­un:
El hambre y la violencia obligan a miles de
norcoreanos a desertar
lunes, 25 de julio de 2016
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Nicolás García de Val Enviado especial
Internacional
El Mercurio
Seúl Más de 30.000 ciudadanos han seguido peligrosas rutas hacia su vecino del sur. La mayoría son mujeres, de
unos 40 años y residentes en pueblos fronterizos. "No quería morir de hambre" recuerda Han Eun­mi, una mujer de 26 años que en 2009 huyó de Corea del Norte hacia China
luego de que el gobierno la detuviera por no haber trabajado en un mes. "Me escapé del centro de reeducación y viví dos
meses en la calle pasando hambre, allí conocí a alguien que me ofreció ir a China", relató a "El Mercurio". Lo que Eun­mi no
sabía era que ese hombre era un traficante de personas, que sería vendida como esposa y pasaría cerca de un año junto a su
captor.
Historias como esa se repiten en el territorio norcoreano, donde las precarias condiciones de vida han hecho que muchos
busquen cruzar a los países vecinos.
Según cifras de la ONU, 68% de los norcoreanos no tiene comida suficiente y 1,8 millones de personas sufren malnutrición.
Además, el gobierno ha dado prioridad en la entrega de comida a aquellos a los que las autoridades creen que son cruciales en
el mantenimiento del régimen.
Pero el hambre no es el único problema que deben enfrentar. Actualmente hay entre 80.000 y 120.000 presos políticos en
cuatro campos de prisioneros, según la misma organización.
Más de 30 mil norcoreanos han decidido huir hacia su vecino del sur desde 1998 ­según cifras del gobierno de Seúl­ estando
dispuestos, incluso, a venderse como esclavos. Esta realidad impulsó al gobierno de EE.UU. a imponer sus primeras
sanciones directas contra el líder del país, Kim Jong­un, por las "violaciones a los derechos humanos" cometidas por él y sus
predecesores.
Los 30 mil desertores ­en su mayoría, mujeres de unos 40 años, de estrato socioeconómico bajo y escasa educación, que
viven en las zonas fronterizas­ son solo los que han logrado llegar a Corea del Sur, mientras que hay un número indeterminado
se quedan por voluntad o a la fuerza en China u otros lugares.
"Provienen de pueblos fronterizos porque desde ahí es más fácil huir, pero también porque en las provincias la vida es más
dura que en la capital, Pyongyang. En Corea del Norte conviven el cielo y el infierno", explica Kim Hyeongsoo, un ex
funcionario público, quien en 2009 dejó Norcorea tras enterarse de las atrocidades cometidas por el Presidente.
La gran mayoría escapa a través de la frontera con China, cruzando los ríos Tunmen o Yalu. Siempre en grupos de menos de
seis personas, para no llamar la atención. Es un trayecto peligroso: en verano hay que atravesar las aguas nadando. En
invierno, cuando se congela, se puede cruzar a pie, pero es más fácil que los guardias puedan perseguirlos. Por eso, explican
los sobrevivientes, el método más simple es sobornar a los soldados que vigilan la frontera para que los ignoren. Esa fue
precisamente la forma que utilizó Kim para huir y llevar, después, a su esposa e hijos.
"La alta corrupción en cargos bajos los ayuda a salir. Es un sistema herméticamente cerrado, pero parecen haber quiebres en
la base", aseguró a este diario Signe Poulsen, jefa de la oficina surcoreana para los derechos humanos de la ONU.
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Sin embargo, desde la llegada al poder de Kim Jong­un esa posibilidad se ha hecho mucho más difícil. Según el Ministerio de
Unificación en Seúl, solo 1.276 norcoreanos pidieron asilo en 2015, la cifra más baja en diez años. Entre 2007 y 2011 ese
número había llegado a situarse entre los 2.400 y los 2.900.
"Además del número, la tendencia ha cambiado. Antes venían a conseguir alimento, pero hoy lo hacen para educar a sus
niños y conseguir una vida mejor", explica Oh Gyeong­seob, experto del Instituto Coreano para la Unificación Nacional (KINU).
Una nueva vida difícil
"Las personas acá (en Seúl) son muy amables. Siento que puedo ser alguien aquí y tener una mejor vida", relata Eun­mi al
recordar lo que pensó cuando por fin logró llegar a Corea del Sur en 2015, luego de haber dejado a su captor y vagar durante
cuatro años por China.
Sin embargo, esta nueva vida no es fácil para los vecinos recién llegados. El gobierno surcoreano les presta un fuerte apoyo
económico inicial ­unos US$ 26 mil según el KINU­, asistencia médica, un departamento y les ayuda a encontrar trabajo o
matricularse en la universidad, pero aun así, habitualmente, se ven relegados a los eslabones más bajos de la jerarquizada
sociedad del país.
"La gran mayoría de los norcoreanos que llegan tienen una educación baja, por lo que no saben hablar inglés y les faltan otros
conocimientos. Por eso no pueden competir en la universidad y, muchas veces, se retiran. Finalmente, muchos de ellos
terminen en trabajos que, en ocasiones, no cumplen las expectativas con las que llegaron", plantea Oh.
Esto lleva a que se sientan aislados y, algunos, se depriman.
Las estadísticas dan cuenta de ello: el Ministro de Unificación señala que el 15% de los desertores del país del norte que
mueren al año son por suicidios. Esto es el doble de la tasa de suicidios de una población que tiene, de por sí, uno de los
índices más altos.
Algunos ­un grupo menor­ incluso deciden volver a Norcorea. Así, tras enfrentar meses, o incluso años, de dificultades,
privaciones y violencia regresan al lugar de donde partieron solo para ser apresados por el gobierno y volver a los campos de
reeducación.
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