LENGUA MAYORITARIA: REPRESENTATIVIDAD, IDENTIDAD Y LEGITIMIDAD1 María S. Taboada Roberto J. García I. La lengua viva Existe una relación mutuamente implicante entre las variedades y la lengua que esas variedades constituyen. Toda variedad, aún la oficializada como estándar, forma parte de la lengua, se nutre de ella y la instituye conjuntamente con las restantes variedades, con las cuales convive en interacción en las prácticas discursivas y en la conciencia sociolingüística de los hablantes. La Argentina es un país plurilingüe. En su amplio territorio se hablan español, lengua oficial, nacional 2 y mayoritaria; lenguas 11 Versiones previas de este artículo fueron expuestas en el Congreso Internacional de Lengua y Literatura “Voces y letras de América Latina y el Caribe (Córdoba, Argentina, 2010) y en el “V Encuentro Internacional de Investigadores de Política Lingüística (Montevideo, Uruguay, 2011). 2 El estatuto oficial del español en la Argentina -como lo han señalado investigadores en la materia (L. Varela; R. Bein, entre otros)es el producto de un proceso histórico de planificación lingüística tendiente a la homogeneización en el marco de una política lingüística indígenas y lenguas de inmigración. La concepción del español como lengua mayoritaria reclama el reconocimiento de una serie de variedades sociodialectales regionales y registros funcionales conectados por múltiples interrelaciones lingüísticas y culturales. En otras palabras, hablamos de un gran diasistema de complejas características fonético fonológicas, morfosintácticas, léxico semánticas y pragmáticas que afloran principalmente en las prácticas de interacción oral, pero que se proyectan también en la escritura. Desde esta perspectiva, el concepto de lengua mayoritaria remite a: • un complejo diasistémico de intercomunicación social, • que es a la vez condición y resultante de necesidades históricas y socioculturales de interacción, inteligibilidad e identidad colectiva; implícita. Dicho estatuto no ha sido reconocido explícitamente por el Estado Argentino en sus leyes fundamentales, aunque en documentos educativos tales como el “Acuerdo marco para la enseñanza de las lenguas” (1997) se consigne que en Argentina el español es la lengua hablada por la mayoría de los habitantes del país; es la lengua de uso corriente en los documentos oficiales, en la escuela y el mundo del trabajo, y en la ley de Educación de 2007, se considere para la educación secundaria la necesidad de desarrollar las competencias lingüísticas, orales y escritas de la lengua española (Cap. IV: Educación Secundaria, Art. 30, Inc. e). • complejo sociolingüístico dinámico y en permanente revitalización, • nutrido por múltiples variedades en interrelaciones recíprocas; • variedades que a su vez conforman también complejos sociolingüísticos en los que se entraman variantes (regionales, culturales, de clase social, de edad, de género, etc.) enraizadas en cada comunidad. Se trata de una visión de lengua dinámica, abierta y a la vez integradora de una amplia diversidad de variantes y modalidades. Este enfoque resguarda de una identificación exclusiva y excluyente con cualquiera de sus variedades, aún con la llamada estándar, puesto que las variedades son producto, a través de los rasgos que las particularizan, de un conjunto de relaciones, patentes y latentes, que enmarcan las elecciones que asumen los hablantes en su comunidad. De esta apelación a la realidad lingüístico social surge que no puede perderse de vista tampoco que la legitimidad es una propiedad de toda variedad, en tanto ésta es representativa del dominio sociocultural y lingüístico de sus hablantes. Es engañosa, por tanto, la identificación de lengua y variedad “estándar” (o “culta”, para algunos), concebida como homogénea y monolítica, conforme al modelo propiciado por agencias e instituciones sociales y educativas que buscan naturalizar en la conciencia de los sujetos la ideología de una lengua única. Ese modelo oculta la vitalidad y dinámica histórico social del diasistema y, mediante un escamoteo de la realidad, construye una versión artificial y estereotipada del idioma. II. La ideología monoglósica Encubrimiento y reduccionismo de la historia de la lengua viva constituyen estrategias de política lingüística interdependientes destinadas a dar vigencia permanente al modelo normativizado en la conciencia sociolingüística de los hablantes. La ideología monoglósica elabora una versión de esa lengua en la que las variaciones y variedades orales son reducidas a hechos accidentales y alternativas volátiles que carecen de antecedentes lingüísticos de jerarquía y amenazan el desarrollo de la lengua. Nos referimos a la concepción de un modelo lingüístico cerrado como un código 3, cuya esencia y legitimidad radican en su estática permanencia, casi invariable en el tiempo y en el espacio; atributo que se pretende garantizar mediante un sistema prescriptivo que identifica: a) lengua con norma; y b) lengua/norma con escritura prestigiada oficialmente, 3 En las prácticas escolares de enseñanza de la lengua, en diferentes niveles del sistema educativo argentino, persiste la identificación de lengua con código. es decir, escritura que supone un autor y una autorización: la competencia “letrada” (de lengua disciplinada) que otorga la cultura hegemónica. Esta suerte de “historia oficial” difunde un discurso que reduce la dinámica de todo proceso histórico a una continuidad inmutable ad eternum. El esquematismo responde a la idea de que la diversidad lingüística, surgida de la vitalidad social de la lengua, implica en principio decadencia y contaminación y requiere de una acción de incesante depuración. Está expresado por las principales agencias de política lingüística del español: La misión principal de la Real Academia Española, según los Estatutos que regulan su funcionamiento, es evitar que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes quiebren la unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. (Portal de la RAE, Sección “Obras académicas”, www.rae.es) Por encima de todo estará siempre la “corrección” -según lo indica el Secretario General de la Asociación de Academias de la Lengua Española- como garantía de una “unidad” que pretende ocultar su intención de homogeneidad: La Corporación de Madrid, hoy muy unida a las restantes veintiún Academias, gracias a la nueva política panhispánica de la institución, sirve para ayudar a que la corrección idiomática sea un hecho. (…) Quedará claro después de lo dicho que no se intenta eliminar ni minimizar aquellos fenómenos lingüísticos que son sentidos como correctos y prestigiosos en una comunidad de habla dada (aunque parezcan incluso deplorables en otra). Esto significa riqueza idiomática. Lo que se persigue es favorecer la corrección y, en los casos de neologismos, la uniformidad de elección. (López Morales, H., 2008: 476-491) El lema de la RAE “limpia, fija y da esplendor” sintetiza explícitamente la perspectiva ideológica y operativa. En este encuadre, donde la variación es estigmatizada como desvío y sólo se legitima la permanencia controlada, se intenta soslayar la historicidad y difusión social de las variantes y variedades vernáculas. La tolerancia a la variación accidental -propuesta por A. Bello- sólo cuando ésta proviene de los “sectores educados”, que aseguran de por sí uniformidad, sigue vigente en los modelos monoglósicos del español. 4 No se crea que recomendando la conservación del castellano sea el ánimo tachar de vicioso y espurio todo lo que es peculiar de los americanos (...) Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando los patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada. (Bello, A., 4 Para una ampliación de este aspecto, ver el artículo incluido en este volumen de Taboada, M.: “La ideología lingüística de la RAE en el tercer milenio: nuevos discursos para la continuidad de un modelo político centenario”. 2002: 12-13) 5 La ideología de la lengua única, asumida generalmente por la educación y los medios, promueve en la conciencia de los sujetos el principio de que lo que no es oficial no existe, aún cuando su propia práctica comunicativa muestre lo contrario. Evidencias de esta representación autocensora se registran en valoraciones estereotipadas extendidas en hablantes tucumanos de diversos sectores socioeducativos 6: “Nos falta un montón, de corregirnos, porque sabemos que hablamos mal y no lo corregimos.” (F, 48, SU) “Hablamos mal por la cantidad de palabras que inventamos para reemplazar a otras y esas palabras inventadas son vulgares, ordinarias.” (M, 25, S) “Hablamos mal por falta de cultura; no queremos hablar bien, no nos preocupamos por conocer bien 5 Citado por Hernán Urrutia Cárdenas (2010): “La lengua española como legado integrador e instrumento de libertad en las repúblicas hispanoamericanas”, V Congreso Internacional de la Lengua Española: América y la lengua española. En: http://www.congresodelalengua.cl /programacion/seccion_i/programa_seccion_i.htm. 6 Los testimonios han sido registrados en investigaciones de campo realizadas en la capital de Tucumán. Se consigna el sexo con las siglas F y M, la edad, y el nivel educativo de los entrevistados: primario incompleto (PI), primario (P), secundario (S), superior (SU) las palabras.” (F, 34, P) “Reniegan de la corrección y no la toman en cuenta y se contagian. Si tomáramos en cuenta que hablamos mal, iríamos más al diccionario. Esa palabra no existe o la emplean mal. Es como un contagio: todos hablan en vulgar.” (F, 56, SU) “Lo bastardeamos al castellano, usamos mal los verbos, la sintaxis.” (M, 49, SU) “Hablamos mal porque le ponemos muchas palabras nuevas al vocabulario que no existen.” (M, 33, P) La contradicción entre el modelo internalizado y las prácticas se resuelve en la conciencia de no pocos hablantes anulando la entidad de los hechos sociolingüísticos: la lengua viva deja de ser real y pasa a serlo el modelo que se impone. En este trance ontológico se vuelven irreales las prácticas y las variantes no reconocidas como correctas. Procesos de “desrealización” de esta índole van más allá de meras conductas de desvalorización; se instalan como representaciones en la conciencia de los hablantes e inevitablemente inciden en la configuración de una contradictoria identidad sociolingüística: ser lo que no se es o ser descalificado. Algunas teorías lingüísticas han favorecido la proyección del modelo político propugnado por la ideología normativista, al escindir la lengua, entendida como sistema, de las prácticas e interacciones comunicativas. Esta dicotomía ha sido funcional a la “doctrina” de un supuesto hablante puro: sujeto que hablaría sin interactuar con otros. Un hablante pretendidamente homogéneo, que reproduce un sistema igualmente homogéneo, capaz de resistir la historia y que subsume en sí a todos los hablantes sociales concretos. En esta red de nociones se entreteje la visión artificial de la lengua/norma: un hablante ideal, en una comunidad deshistorizada y homogénea, que habla a lo largo de generaciones siempre de una misma manera, en una suerte de autismo lingüístico apto sólo para justificar la existencia de esa norma/lengua aséptica. 7 III. Lengua mayoritaria: representatividad e identidad Los hablantes desarrollan su experiencia sociocultural en contextos históricos en los que se construyen como sujetos comunicativos desde y con una lengua que los identifica. Las prácticas sociales, y dentro de ellas las lingüístico comunicativas, se modifican en función de los desafíos y condicionamientos de esos contextos. La configuración de la identidad social encuentra una de sus anclas en las variedades vernáculas, a través de las cuales el sujeto va representando una imagen de sí mismo, del nosotros y de los otros en una dinámica de identidad y 7 No es objeto de este trabajo realizar una crítica a los fundamentos epistemológicos de la teoría chomskiana. Entendemos que Chomsky explicita y asume concepciones de larga data en la historia de la reflexión sobre el lenguaje, que están presentes subyacentemente en otras teorías. pertenencia, que se complejiza en colectivos más amplios como los de la región y el país. Los hablantes son protagonistas, partícipes activos de una realidad pluridialectal. Actualizan permanentemente un bagaje de comprensión de múltiples variedades y modalidades discursivas, según su experiencia y oportunidades en la vida social. Ese pluridialectalismo es condición de intercomunicación en una comunidad nacional que se constituye como tal y se reconoce en esa compleja diversidad. Los sujetos nacen a la lengua mayoritaria en su complejidad, la aprenden y recrean en interacciones sociales en las que se articulan múltiples variedades en interdependencias mutuas. De ese modo van configurando su identidad lingüística en y desde su práctica de habla y escucha en grupos e instituciones. Las políticas que abogan por la prescindencia de las formas vernáculas locales tienden a unanimizar hablas y lengua y a borrar diferencias culturales, regionales y sociales que marcan, a través del lenguaje, pertenencias identitarias propias de cada comunidad. Por el contrario, la propuesta de la lengua concebida integralmente reconoce todas las variedades y variantes, es decir, todas las modalidades dialectales, sociales y funcionales, tanto orales como escritas, que se conforman en las prácticas lingüísticas de la totalidad de los hablantes de la comunidad, que son quienes sostienen la vitalidad de una lengua. La lengua mayoritaria, en tanto gran diasistema integrador de las variedades y variantes que se utilizan en el territorio nacional, satisface requerimientos fundamentales de la vida social: a) de interacción lingüístico comunicativa y sociocultural y b) de identidad y representatividad, dimensiones constitutivas de la nación. En este sentido, la lengua mayoritaria se concibe como una herramienta de integración político social, capaz de cohesionar grupos e individuos que son parte de una historia social compartida. Tal caracterización permite valorizar la fisonomía sociolingüística propia de la lengua mayoritaria argentina, producto del entramado de rasgos de sus diferentes variedades. Ese conjunto de rasgos le asigna representatividad a nuestra lengua y al mismo tiempo le otorga identidad distintiva en el concierto de lenguas mayoritarias españolas, tanto americanas como ibéricas, ya que esa identidad deviene de relaciones y diferencias internas y externas (supranacionales, regionales y de contactos interlingüísticos). Por el contrario, la concepción de una lengua única común es producto siempre de una abstracción, es decir, de una serie de supresiones de rasgos que precisamente son los que aportan peculiaridad e identidad a las variedades nacionales y regionales de una lengua. La política propiciada por la RAE, la Asociación de Academias de la Lengua Española y el Instituto Cervantes, que propugna una misma lengua general o común a partir de una variedad estandarizada única, desemboca ineludiblemente en la pérdida de representatividad e identidad, esto es, de las marcas socio y geolingüísticas que surgen de la evolución de las prácticas históricas de comunicación entre los hablantes de la comunidad nacional. Si tenemos en cuenta el perfil identitario contextual -histórico social y cultural- de una lengua mayoritaria nacional, es difícil pasar por alto rasgos sociolingüísticos que tienen relevancia diferenciadora en una comunidad y no en otra, ya se trate de la lengua de un país o de una región. El voseo, por ejemplo, pone de manifiesto una característica de la lengua mayoritaria argentina (que comparte parcialmente con la uruguaya y otros países de América). Sin embargo, en el marco de sus usos se registran diferencias en algunas variedades vernáculas del país. En la provincia de Santiago del Estero, la forma pronominal “vos” se combina con estructuras verbales propias del tuteo, vos tienes. En la realidad concreta, el complejo diasistémico reúne diversas variedades empleadas en determinado momento y territorio, que mantienen mayor o menor aproximación o semejanza entre sí, pero que nunca llegan a una identidad total y absoluta. Si la identidad implica representatividad del vínculo de los hablantes con las variedades de una lengua, esa representatividad involucra por lo tanto una identidad relativa, la que surge de la distribución social, regional y cultural de las variedades, que en tanto producciones históricas de los hablantes se revitalizan permanentemente. La lengua mayoritaria escapa a una definición exclusiva desde el “es”. Su vitalidad consiste en el “estar siendo” desde la dialéctica de continuidad y cambio. IV. Representatividad y legitimidad Identidad y representatividad son condiciones intrínsecas de una lengua mayoritaria. Ahora bien, si se pretende constreñir esas condiciones a una variedad estandarizada, se violenta el sentido de la representatividad, ya que en ese proceso de legalización se desconoce la legitimidad de las otras variedades que conforman la lengua mayoritaria de los hablantes. La legitimación se asigna arbitrariamente a una variedad que no necesariamente es la más representativa del vínculo identitario de pertenencia e identificación sujeto-lengua. La historia de las políticas lingüísticas en el mundo evidencia incontables ejemplos al respecto. En América se legitimó el español imperial pese a que lenguas generales como el quichua tenían mayor representatividad. La legitimación responde a la planificación política -en general, del Estado-, en tanto que la legitimidad surge de la práctica interaccional de los hablantes; está estrechamente vinculada a la representatividad real, que es un producto histórico de la relación de una comunidad con su lengua: el conjunto de variedades sociolingüísticamente integradas que habla y sostiene esa comunidad. La equiparación de legitimación con representatividad que se impone al hablante conduce a otra correlación, en la que la identidad sociolingüística se vuelve subsidiaria de la lengua legitimada. Si las prácticas lingüístico comunicativas de los sujetos no coinciden con el referente prestigiado, el vínculo con la lengua vernácula, representativa de la pertenencia, se debilita y aún puede ser escondido y negado. El sujeto hablante termina a veces autoestigmatizándose en respuesta al asedio social deslegitimador de las instituciones oficiales correctoras del idioma. “Hablamos pésimo. Yo hablo muy mal. Pésimo hablamos los tucumanos; los santiagueños hablan mejor, pronuncian mejor las palabras.” (F, 60, P) “Los tucumanos debemos ser los que hablamos más mal de toda la Argentina…. Claro, si nosotros no pronunciamos las eses, conjugamos mal los verbos, utilizamos malas frases, tenemos muchos dichos que nadie nos entiende… Hablar bien: como hablan en la tele, esa gente habla bien, sobre todo en los noticieros. Nosotros los tucumanos somos el ejemplo de hablar mal.” (M, 18, P) La legitimación de un modelo de lengua es la resultante de representaciones sociolingüísticas impuestas o promovidas por instituciones oficiales o sectores con el suficiente poder para implantarlas. El sello de legitimación lingüística expresa y reafirma la legitimación social de algunos sujetos y la deslegitimación de otros, tal como se advierte en la perspectiva de algunos académicos: Socialmente, la corrección del habla tiene una importancia comparable a la del aseo personal. La aceptación social de una persona está condicionada - entre otras cosas - por la corrección de su lenguaje, y la conciencia de esta realidad motiva que muchos hablantes traten de desprenderse de formas de expresión “mal vistas” (demasiado regionales, demasiado populares) y de adquirir otras que no desentonen en los medios donde desean ser admitidos. (Seco, M., 1989) No pocos hablantes tucumanos revelan la vigencia de esas representaciones promovidas por el modelo normativista monoglósico, que traspasa la lengua y se hace carne en los usuarios. La descalificación lingüística llega así a justificarse en estigmatizaciones sociogenéticas y deterministas. Los sujetos “explican” las “carencias lingüísticas” en “flaquezas” de nuestra historia social y en esta dimensión el modelo correctivo sale fortalecido. La “pureza lingüística” revela la “pureza social y étnica”. “El común de la gente habla mal porque predomina una baja escolaridad, la mayoría son brutos.” (F, 40, S). “Los que hablan mal son los de las orillas o por falta de roce con los que estudian.” (F, 70, P) “Hay gente más instruida, saben expresarse mejor. Tiene que ver con la educación, el lugar donde se mueven, ambientes o niveles sociales.” (F, 58, PI) “Alguna gente habla bien y otros no porque son villas, porque no tienen lenguas.” (F, 24, P) “Somos mal hablado, ya venimos de descendencia de gauchos, o sea de descendencia gauchesca.” (M, 45, P) Como hemos señalado, la representatividad surge de la relación viva de la lengua con quienes la hablan a través de sus distintas variedades; relación que les confiere a todas ellas legitimidad en el diasistema integral de la lengua mayoritaria. Esta implicación intrínseca, sin embargo, no es reconocida por la mayoría pero se pone de manifiesto en declaraciones de hablantes que atribuyen valores identitarios a su lengua. “Yo no digo que se hable mal (en Tucumán). Cada pueblo tiene su identidad, cada localidad.” (M, 75, S) “Hablamos perfectamente bien, nos diferenciamos de los porteños, los catamarqueños, los santiagueños, los cordobeses.” (M, 76, S) “Lo nuestro es un modismo cultural, mezclado con indigenismo. Es una identidad regional que no se puede decir que sea hablar mal (…) Yo reniego de la gente que cambia su modo de hablar y quiere esconder. Bajo ningún aspecto creo que nadie hable mal, porque si no todos tendríamos que tener un idioma básico y decirles a todos los pueblos que hablen igual y eso sería muy presuntuoso. Hay quienes, porque tienen cierto nivel económico, creen que tienen prioridad en el lenguaje y éste es patrimonio cultural de todos.” (M, 53, S) Conforme al modelo prescriptivo, representatividad, identidad y comunicatividad/intercomprensión comportan atributos condicionados por la legitimación. Quien no habla la variedad legitimada, es concebido como sujeto deficitario; ecuación aún generalizada en las representaciones sociolingüísticas que evidencia la presión ejercida por los patrones de legitimación. En los discursos normativistas, la corrección se equipara no sólo a capacidad comunicativa sino a capacidad social y cívica; por ello quien no habla correctamente, pierde su “libertad” como sujeto social. 8 La pobreza lingüística va pareja con la pobreza intelectual (…) El discapacitado verbal es un ciudadano de segunda porque no puede ejercer el derecho a la libertad de expresión al estar cautivo de 8 La proyección mesiánica de la corrección en la ideología de las academias de la lengua española ha sido abordada por M. Taboada (2010) en su Tesis de Maestría, aún inédita. sus limitaciones. (Barcia, 2010) 9 En la conceptualización de lengua mayoritaria, que proponemos, no se conciben hablantes socialmente deficitarios porque la diversidad y su representatividad son inherentes a las prácticas lingüístico comunicativas. V. Lengua mayoritaria y políticas lingüísticas para la diversidad Diversidad e interinteligibilidad comunicativa constituyen en interdependencia recíproca y dialéctica principios configurantes de la lengua mayoritaria. La diversidad o la diversificación interna provienen de la transformación del sistema en función de los requerimientos y cambios sociohistóricos de la comunidad hablante. La interinteligibilidad, al tiempo que responde a una necesidad social de comunicación, garantiza la continuidad de las estructuras vertebradoras de una identidad cultural diasistémica que sostiene los procesos históricos de unidad lingüística. La diversidad posibilita la proyección simbólico comunicativa en constante renovación; la interinteligibilidad, la cohesión del tronco sistémico en las prácticas colectivas diversificadas. En ese marco, que correlaciona diversidad e interinteligibilidad, es posible extender el concepto de “lengua 9 Entrevista publicada en el periódico La Gaceta de Tucumán: 14 de Marzo de 2010. mayoritaria” a una esfera americana e ibérica representativa de una comunidad supranacional integrada. Esta perspectiva busca superar limitaciones del concepto de “español general”, que involucra también un plano supranacional pero acotado a un sector social de hablantes: los que se designan como hablantes “cultos”. La noción de “español general”, como la del “español culto”, limita la representatividad a las fronteras de legitimación de una variedad social y margina a grandes sectores de hablantes americanos e ibéricos. Desconoce precisamente la mayoría de las variedades que se están hablando de un lado y del otro del Atlántico. Concebida para la superación de esa limitación, esta propuesta de lengua mayoritaria hace posible: a) articular en un tronco común variedades que han resultado de procesos históricos de entrelazamiento de lenguas y variedades americanas e hispánicas; b) dar reconocimiento a la existencia de comunidades con variedades regionales supranacionales, que comparten rasgos lingüísticos propios: tal es el caso de las que se hablan en la región andina o en la rioplatense; c) legitimar la representatividad local, regional, nacional y supranacional de esas variedades, en función de su carácter y valor socioidentitarios; d) enriquecer la perspectiva de comprensión y delimitación de la/s variedad/es estándar/es que forman parte del gran diasistema mayoritario. En relación con el último punto conviene precisar que el reconocimiento de la pluridialectalidad no debe entenderse como una negación de la utilidad histórica de la regulación estándar, ni de su importancia funcional como eje científico cultural. El modelo estándar configura una realidad funcionalmente necesaria para la codificación de las cada vez más complejas y múltiples prácticas discursivas especializadas de los sistemas sociales actuales. Lo que propulsamos no es negar lo que existe, sino adecuarlo a lo que falta reconocer. Las riquezas idiomáticas vernáculas son esenciales para la vitalidad sociocultural de la lengua y reclaman la planificación de un modelo de gestión de la diversidad lingüística que las contenga. Sería esta la vía jurídica más directa para consolidar la identidad lingüística argentina y el marco más adecuado para establecer la oficialización explícita de la que carece la lengua que se habla en el país. En conclusión, la concepción de lengua mayoritaria que presentamos implica y reclama investigaciones sociolingüísticas, lingüístico culturales y glotopolíticas que atiendan a descripciones científicas y sistemáticas de las variedades que no han sido abordadas en profundidad, a la vez que políticas institucionales de articulación de los estudios que permitan visualizar y comprender correlaciones y diferencias en el macrosistema de la diversidad. Estas instancias resultan cruciales para la promoción de políticas lingüísticas que resguarden la legitimidad de todas variedades lingüísticas representativas y fortalezcan de este modo los vínculos identitarios vivos de los sujetos con su lengua local, regional, nacional, y supranacional. BIBLIOGRAFÍA Barcia, P.L. (2010): “La degradación del lenguaje daña a la ciudadanía”. Entrevista publicada por el periódico La Gaceta de Tucumán. Sección Literaria. San Miguel de Tucumán, 14 de marzo de 2010. Bello, A. 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