EL PARADIGMA DE PRESCOTT: LA HISTORIOGRAFIA NORTEAMERICANA Y LA DECADENCIA DE ESPAÑAI RICHARD L. KAGAN John Hopkins University, Baltimore, U.S.A. RESUMEN: Tal como lo establece el propio autor, este ensayo analiza la contribución de William Prescott a la historiogral'ia de España y la posterior influencia que ha ejercido lo que Kagan llama 'Paradigma de Prescott', es decir, la idea de correspondencia entre decadencia española y progreso estadounidense, sobre los historiadores americanos que se han ocupado de España hasta nuestros días. RESUM:El paradigma de Prescott: la historiografia nordarnericana i la decad2ncia d 'Espanya Tal com estableix el mateix autor, aquest assaig analitza la contribució de William Prescott a la historiografia d'Eqanya i la posterior influencia que ha exercit el que Kagan qualifica de 'Paradigma de Prescott', és a dir, la idea de correspondencia entre decadencia espanyola i progrés nord-america, sobre els historiadors americans que s'han ocupat d'Espanya fins als nostres dies. SUNIMARY: Prescott 'S Paradigm: American Historiography and Spain S Decline As the author states, this essay analyses William Prescott's contribution to Spain's historiography and how what Kagan calls the 'Prescott Paradigm', that is the correspondence betwee:n Spain's decline and United States' progression, has influenced American scholars dealing with Spain, up to the present. Creo que el tema español sera más nuevo que el italiano, más interesante para la mayoría de los lectores, más útil para mi al abrir otro campo de estudio, más práctico., y no más laborioso en cuanto a las autoridades que habrh que consultar, ni más difícil de tratar, con la luz que ya me han ofrecido juiciosos tratados sobre las partes más complicadas del tema, y con la concesicin del año introductorio para mi noviciado en un nuevo camino de letras. Las ventajas del tema español, en conjunto, sobrepasan el inconveniente del año preliminar requirido. 2 Por estas razones, me dedico a la historia de Fernando e Isabel. Este ensayo debe mucho a los comentarios y criticas constructivas de Sara T. Nalle, J.G.A Pocock, Orest Ranum y Gabrielle Spiegel, los participantes de la Conference on Historical Scholarship in the United States (celebrada en la Universita degli Studi di San Marino, en junio de 1995), y los miembros dt:l Seminario en la Universidad Johns Hopkins. Fue publicado originalmente en latmerican Historical Review 101 (1996), pp. 423-446. The Literary Memoranda of William Hickling Prescott, edición a cargo de C. Harvey Gardiner, Norinan, Oklahoma, 1961,2 vols., vol. 1, p. 68. 230 RICHARD L. KAGAN Con estas palabras, anotadas en un memorándum privado el 19 de enero de 1826, William Hickling Prescott -un rico habitante de Nueva Inglaterra aficionado a las letras- inauguraba la historiografía sobre España en los Estados Unidos. Mas aún, la decisión de Prescott de investigar las hazañas de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, representó un hito en la propia historiografía norteamericana. Aunque los norteamericanos de principio del siglo XIX leían historia europea -principalmente tal como la interpretaban Edward Gibbon, David Hume, William Robertson y Voltaire-, ningún estudioso norteamericano se había decidido a utilizar documentos originales, como proponía Prescott, para escribir algo nuevo sobre la historia de cualquier otra nación que no fueran los Estados Unidos. Habría que esperar a finales del siglo XIX para que otros historiadores norteamericanos, medievalistas en su mayoría, repitieran ese tipo de síntesis original ideada por Prescott en 1826 y posteriormente materializada en su History of the Reign of Ferdinand and Isabel (1837), obra que todavía hoy merece una lectura. Como historiador, Prescott (1796-1859) no fue especialmente innovador en cuanto a método, filosofía ni técnica, pero fue uno de los autores más leídos de su época. Influido principalmente por Gibbon (a quien, sin embargo, encontraba "circumlocuaz" y del que les desagradaban su "egocentrismo" y su "escepticismo") y por el Abbé Mably (cuyas reglas históricas admiraba), Prescott quería escribir una historia que fuera "romántica" pero también "útil", entreverada de lo que él llamaba "reflexiones generales" de talante filosófico. Tanto en su historia de Fernando e Isabel, como en sus posteriores libros sobre las conquistas de México (1843) y el Perú (1847), Prescott intentó incorporar detalles entresacados de documentos, crónicas de la época y otras fuentes a lo que él describía como "una narración continua estrechamente tejida", centrada en la "intriga política".3 Pero Prescott también quería que sus libros fueran "muy interesantes" y accesibles a un amplio público. En cuanto a objetivos y métodos, pues, Prescott se parecía a sus contemporhneos: George Bancroft, Francis Parkman y otros historiadores de la escuela "romántica". Sin embargo, Prescott apareció, en los Estados Unidos al menos, como el Licurgo de la historia de España y como el autor que moldeó tanto el carácter como la orientación de la investigación histórica en los estudios españoles para más de un siglo. Este ensayo examina la naturaleza específica de la contribución de Prescott y la medida en que sus ideas sobre la correspondencia entre la decadencia de España y el progreso de América -a las que aquí nos referiremos sumariamente como "el paradigma de Prescott"- ejercen todavía una influencia sobre la historiografía de España, especialmente de principios de la Edad Moderna, en los Estados Unidos. Para empezar, ya es interesante que un individuo de la extracción de Prescott. -Boston, Iglesia Unitaria, dinero, Harvard- se planteara siquiera un tema relacionado con la historia e ~ ~ a í l o l a . ~ %ardiiier, Literary Memoranda, vol. 1 , p. 51, 66 y 97. Estos memoranda son valioslsimos para ctiteiider la nietodologia de Prescott y SU forma de enfocar la historia, tema en que los historiadores ticiicii todavía iiiiiclio que explorar. Sobre su vida, vtiase George Ticknor, The Life of William Hickling Prescott, Boston, 1864; ' Ningún norteamericano había hecho antes tal cosa, ni siquiera Thomas Jefferson, que por lo demás coleccionó libros españoles y defendió el estudio de "la lengua, las maneras, y la situación" tanto de España como de ~ o r t u ~ a lEn .' general, a principios del siglo XIX, la idea que en Norteamérica se tenía de España estaba coloreada por la Leyenda Negra, popularizada en primer lugar por los protestantes holandeses e ingleses durante el siglo XVI. Una variante de esta leyenda, cuyo origen se remonta a la condena de las atrocidades de los españoles en el Nuevo Mundo hecha por Bartolomé de las Casas, describe a los españoles como bárbaros fanáticos con una codicia insaciable de oro. Otra variante, que tiene su raíz en los tratados de arbitristas como Pedro Femández de Navarrete, pintaba a la sociedad española hundida en las simas de su decadencia: una nación que despilfarraba en monasterios y guerras religiosas la plata extraída en las minas de las Indias, sin preocuparse de invertir productivamente en el c ~ m e r c i o . ~ En gran medida, la antipatía del joven Estados Unidos hacia España debía mucho a los británicos: al historiador escocés John Campbell (1708-1775), que hizo un retrato bastante negativo de la "Vieja Esparia" en su Concise Histoty of the Spanish America (1741) así como en otras obras,' y especialmente a su compatriota William Robertson (1 72 1 1793), cuya Histoty of America ( 1 777) se explayaba sobre la indiferencia de los españoles hacia la agricultura y el comercio, y el grado en que "el enorme y costoso tejido de su estamento eclesiástico... retrasó considerableniente el progreso de la población y de la industrian.%os autores norteamerican'os repitieron estas observaciones, aííadiendo algunas de su cosecha. La American Universal Geography (1793) de Jedidiah Morse, un texto - Stanley T. Williams, The Spanish Background of American Literature, New Haven (Connecticut), 1955, 2 vols., vol. 11, p. 78-121; y, más recientemente, C. Hawey Gardiner, William Hickling Prescott: A Biography, Austin (Texas), 1969. También es útil la Hispanic American Historical Revielv 39 (1959), que contiene un esbozo biográfico ("William Hickling Prescott: The Man and His Work;') por R. A. Humphreys y otros artículos que encomian la obra de Prescott. ' Thoinas Jefferson a John Rutledge, Paris, 18 de julio de 1788; citado en Edward Dumbauld, Thomas Jefferson: American Tourist, Norman (Oklahoma), 1946, p. 148. Los libros españoles de Tliomas Jefferson están catalogados en Thomas Jefferson's Libraty: A Catalogue with the Entries in His 06wn Order, edición de James Gilrath y Douglas L. Wilson, Washington (D.C.), 1989. La expresión "Leyenda Negra" fue acuñada por el historiador espailol Julián Juderias en La Leyenda Negra: Estudios &!cercadel concepto de España en el extranjero, Madrid, 1914. La revisión más reciente de la historia de la Leyenda Negra se debe a Ricardo García Cárcel, La Leyenda Negra: Historia y opinión, Madrid, 1992. Entre los libros en inglés sobre el tema se encuentran Charles Gibsoti, The Black Legend: Anti-Spanish Attitudes in the Old Worldand the New, Nueva York, 1971; William S. Maltby, The Black Legend in England: The Development of Anti-Spanish Sentiment, 1558-1660, Durham (Carolina del Norte), 1971; y Philip W. Powell, Tree o/ Hate: Propaganda and Prejz~dicesAffecting United States Relations with the Hipanic World, Nueva York, 1971. Sobre los arbitristas, vease J. H. Elliott, "Self Perception and Decline in Early Seventeenth-Century Spain", en Spain and 11s World, 1500-1700, New Haven (Connecticut), 1989, pp. 241-261. John Campbell escribió tambitn sobre Espaila en The Present Stale ofEurope, Londres, 1753, PP. 304-356, así como en los volúmenes 20 a 22 de The Modern Part of the Universal History, Londres, 1759-1 766,44 vols., que Prescott leyó en 1827-1828 (Gardiner, Literary Memoranda, vol. 1, PP. 8 t Y 94). William Robertson, History of America, Londres, 1776, 7' edición, libro 8, p. 245. Prescott, que ley6 el libro en 1827, señal6 que "el extenso tema de Robertson adolece inevitablemente de incoiiexióii", pero elogi6 al autor por sus "reflexiones sagaces", su "expresión clara y vigorosa" y por su "interesante, filosófico y elegante estilo narrativo". Gardiner, Literary Memoranda, vol. 1 , pp. 8283. 232 RICHARD L. KAGAN popular, enseñó a varias generaciones de jóvenes estadounidenses que los españoles (y los portugueses) eran no sólo "fanáticos católicos" sometidos a una "monarquía despótica", sino gente indolente y perezosa, dada a la "práctica de todos los vicios".' Otros libros de texto describían a los españoles como "una raza pobre, perezosa, holgazana e ignorante de gentes medio sa~vajes".'~ A principios del decenio de 1820, algunos escritores de la escuela romántica ayudaron a suavizar esta imagen negativa. Washington Irving (1783-1859) y Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), aunque críticos hacia España y sus instituciones, tuvieron una disposición favorable hacia España y sus habitantes. Para estos escritores, que se fíjaron en los aspectos más tradicionales de la economía rural española, el campo era "pintoresco" porque era a la vez exótico y de otros tiempos: la quintaesencia del otro, todavía medieval, todavía sujeto a influencias árabes y otros influjos "orientales". En una visita a Madrid y Sevilla en 1827, por ejemplo, Longfellow señalaba: "el carácter español ha cambiado tan poco, que lo encuentras todo tal como se dice que era hace doscientos años"." Irving, por otra parte, que había sido invitado a España en 1826 para traducir ciertos documentos de Colón que habían aparecido recientemente, hizo una interpretación orientalista del carácter español. Respecto a los habitantes de Madrid, observaba "esa gente conserva el aspecto y los modales árabes". La primera visión que lrving tuvo de Andalucía suscitó un comentario igualmente imaginativo: "un país como un mapa histórico, novelesco y lleno de historia, donde han luchado los moros y los cristianos".12 La idea que el joven Prescott tenía de España debía ser bastante parecida. Aunque nunca visitó el país, Prescott consideraba a su pueblo como una víctima de los desastrosos efectos del absolutismo monárquico y el catolicismo romano. Esta era también su visión de Portugal. En 1815, con sólo veinte años y recién salido de Harvard, Prescott hizo una parada en las Azores, en su camino hacia Londres para buscar tratamiento a una dolencia que le había privado de gran parte de su vista. Una breve visita provocó este comentario: "cualquiera que fuera la opinión que me había formado de los portugueses, no podía imaginar la degradación que pueden sufrir nuestras capacidades cuando las asfixia un " Jedidiali Morse, The American Universal Geography, Boston, 1796, 3" edición, 2 vols, vol. 2, p. 394, y G edición, 2 vols. (Boston, 1816), vol. 2, p. 349. Véanse también los artículos sobre Espaíía en la Geography Mude Easy, de Morse (Boston, 1796, SUedición). Io Citado eii Sister Marie Leonor Fell, The Foundations of Nativism in American Textbooks, / 783-1860, Washington (D.C.), 1941, p. 37. Véase también Frances FitzGerald, America Revised: Ilistor Schoolbooks in the Tiventieth Century Centuy, Boston, 1979, p. 49. lY The Letkrs ofHenry Wadsivorth Lon&llow, edición de Andrew Hilen, 6 vols. (Cambridge, Massacliiisetts, 1966), vol. 1, p. 222. En 1833, Longfellow, que ensefíaba literatura en el Bowdoin College, publicó un ensayo, "Spaiiish Language and Literature", en la North American Review 36 (1 836), pp. 3 16-334. Longfellow fue posteriormente profesor de lenguas modernas en Harvard, de 1834 a 1855. Sobre su interés por la literatura espaííola, véase Iris L. Whitman, Longfellow and Spain (Kueva York, 1917), y Williams, Spanish Backgroarid, vol. 11, pp. 152-179. Sobre los diversos significados del tériiiiiio "oriental", véase Edward Said, Orientalism, Nueva York, 1978. l 2 The Complete Works of Washington Irving, edición de Wayne R. Kime y Andrew B. Meyers (Uostoii, 1984), vol. IV, Journals and Notebooks, p. 140. Irving había sido invitado a Madrid por Alcxaiider tlill Everett, el cónsul americano, para que tradujera el primer volumen de la Colección de los viajes y rlescubrintietttos que hicieronpor mar los españoles desde elfin del siglo XV, de Manuel Feriiáiidez de Navarrete (Madrid, 1827-1837, 5 vols.). HISTOR~OGRAF~A NORTEAMERICANA 233 gobierno arbitrario y l!a superstición papista".'3 En esas circunstancias, parece un poco extraño que Prescott, que estaba decidido a seguir una carrera literaria, optara por escribir sobre España. Consideró otras alternativas: una "historia de la revolución de la antigua Roma que convirtió la República en el Imperio", un "esbozo biográfico de genios eminentes, con críticas sobre sus obras y sobre el carácter de sus respectivas Cpocas", un estudio de la literatura italiana del Renacimiento. Para diciembre de 1825, sin embargo, sólo uno o dos años después de haber empezado a leer literatura e historia españolas, la España de Fernando e Isabel le resultaba cada vez más atractiva: "probablemente escoja [España], menos difícil que Roma [Roma], y más novelesca y entretenida que Además, Espafia ofrecía una conexión con los orígenes de las [bi~~rafias]".'~ América, un vínculo que ya era evidente para Irving y que le llevó a su muy novelesca pero popularísima biografía de Cristobal Colón (1828). Prescott, más historiador que Irving, entendió también que España ofrecía numerosas oportunidades para la reflexión filosófica. Resumió las muchas ventajas - a s í como las posibilidades- de tal investigación en una nota personal a principios de enero de 1826. Algunas de estas eran "una descripción retrospectiva de las constituciones de Castilla y Aragón; de la dinastía árabe -¿las causas de la decadencia y disolución?-. Luego tengo la Inquisición, con sus sanguinarias persecuciones; la conquista de Granada, un episodio brillante; las hazañas del Gran Capitán en Italia, un personaje tan apropiado para la novela como para la historia; el descubrimiento de un nuevo mundo., mi propio país. la nueva política del monarca hacia la aristocracia demasiado crecida, etc. etc."" Aquí, en resumen, tenemos todos los elementos que requería una narrativa "entretenida" e "interesante": batallas contra moros, hazañas de aguerridos capitanes, el descubrimiento de continentes y océanos. Prescott era claramente, como sostiene David Levin, un romiántico.l6 Sin embargo, como deja ver la lista precedente, Prescott también se sabía su Tito Livio, su Tácito y su Polibio, y, en concordancia con la obra de Gibbon, Abbé Raynal, Robertson y otros historiadores "filosóficos", pretendía identificar las fuerzas que destinaban a ciertas sociedades a la grandeza, y a otras al declive y la decadencia. Con respecto a su proyecto español, anotó estas preocupaciones en un breve recordatorio de 1828: "¿Cuántas de las semillas de la posterior decadencia de este gran imperio pueden con justicia atribuirse a las constituciones de Fernando e Isabel? ¿No mostrarían algunas hábiles comparaciones que son imputables principalmente a la política incompetente de los monarcas posteriores? [es decir, los ~absbur~o]?"' Lo que no es patente en estas notas pero era claramente fundamental en la imaginación de Prescott era la comparación entre las fortunas relativas de AmCrica y España. Jugando con la perspectiva de escribir una historia de América, Prescott l 3 The Papers of William Hickling Prescott, edición de C . Harvey Gardiner, Urbana (Illinois), 1964,,p. 8. .Gardiner, Literary Memoranda, vol. 1, p. 65. "Gardiner, Literary Memoranda vol. 1, p. 66. 16 David Levin. Histoty as Romantic Art: Bancrofi, Prescott, Motley, and Parkman, Stanford, Califyyiia, 1959. Gardiner, Lite~aryM?moranda vol. 1, p. 97. 234 RICHARD L. KAGAN reflexionó una y otra vez sobre los factores que estaban ayudando a engrandecer su propio país. Así, cuando en enero de 1826 decidió escribir sobre la España de Fernando e Isabel, estaba escribiendo también sobre los jóvenes de Estados Unidos. En ambos países, Prescott detectaba un liderazgo esclarecido, un gobierno sólido, una voluntad nacional, y el dinamismo necesario para una empresa monumental. Prescott estaba sin duda pensando en los Estados Unidos cuando, en una reseña sobre La Conquista de Granada de Irving, describió la España de finales del siglo XV: "Eran tiempos de esperanza y de juvenil impulso emprendedor, en que la nación parecía estar renovando sus antiguas energías, y prepararse como un gigante para su carrera". l 8 Pese a todas sus simpatías hacia España, Prescott no podía eludir los prejuicios protestantes de su tiempo. Creía que España tenía dos defectos profundos de los que norteamerica estaba exenta. Uno era el Catolicismo, cruelmente manifestado en la Inquisición que sus venerados héroes, los Reyes Católicos, habían contribuido a 19 crear. Su memorándum dice: "El reinado de Fernando e Isabel fue, pues, una época intermedia entre la anarquía del período precedente y el despotismo y los delirios de grandeza del posterior; una época en que la nación alcanzó su más alto grado de prosperidad real; sin embargo las semillas de su más de radante vicio, el fanatismo religioso, se plantaron entonces (¿No lo fueron antes?).28La otra enfermedad mortal de España fue el absolutismo monárquico, cuyos inherentes defectos se manifestaron menos en los Reyes Católicos que en sus sucesores Habsburgo, muy especialmente en Felipe 11 (1 556- 1598), cuya biografía publicó Prescott en 1855. Para Prescott, defensor acérrimo de la libertad, de la "tranquilidad que naturalmente fluye de un gobierno libre y bien conducido", y del "espíritu de independencia" materializado en los Estados Unidos, Felipe 11 era la encarnación del mal: "gobernó ... con una autoridad más absoluta que la que hubiera poseído ningún príncipe europeo desde los tiempos de los Césares". Prescott, además, acusaba a Felipe de haber "alimentado fantasías de loca ambición" que socavaron el dinamismo y la energía que Fernando e Isabel habían traído u España, postrando a la nación en "un estado de sopor paralítico" que contribuyó, directa e inevitablemente, a su decadencia política y económica. Aún más reprensible era el estrecho catolicismo de Felipe, una religión que "no admitía compromiso" y que indujo al monarca a apoyar la persecución y a su lacaya, la Inquisición, como armas principales.2 1 En la f m e creencia de que el '' William H. Prescott, Biographical and Critica1 Miscellanies (Nueva York, 1845), p. 118. Su reseña de lrving apareció en 1829. Prescott se dolía de la intrusión de Irving en un tema que consideraba de sil propiedad, y en una ocasión le confió a un amigo que lrving "se había servido dos de las tajadas iiias grandes y jugosas" del reinado de los Reyes Católicos. VCase 7ñe Correspondence of William Hickling Prescott 1833-1847, edición de Roger Wolcott (Boston, 1925), p. 204, Prescott as Jarold Sparks, I de t$rwo de 184 1. La idea de Prescott tenía de la Inquisición estaba sin duda influida por Juan Antonio Llorente, A Critica1 Histoty of /he lnquisition of Spain, Londres, 1823. Este libro, publicado originalmente en francts, Iiistoire critiqire de l'lnquisition dfEspagne, París, 1817-18, es mencionado por Prescott por primera vez en 1826. Vtase Gardiner, Literary Memoranda vol. 1, pp. 74 y 96. 20 Gardiner, Literary Memoranda vol. 1, p. 140. " ~ i l l i a n i H. Prescott, Histoty of the Reign of Philip the Second of Spain, 3 vols., Boston, 1855, vol. 1, pp. 3, 145, 554. Muchos de los grandes hispanistas británicos del siglo XIX mantuvieron opiniones parecidas sobre Espaila, en particular sobre la Inquisición. VCase, por ejemplo, Richard Ford, A HandBoolfor Trevellers in Spain and Readers at Home, 1845, edición de Ian Robertson, 3 vols, Carbondale, HISTORIOGRAF~A NORTEAMERICANA 23 5 progreso requería libertad en la forma de instituciones democráticas, libertad de cultos y de expresión, y liberalismo económico, Prescott acusaba a Felipe de haber negado a España la oportunidad de unirse al mundo moderno. Para Prescott, pues, una insana combinación de despotismo político e intolerancia religiosa ponía a España en una senda diferente de la norteamérica. Los Estados Unidos, como república, disfnitaba de la energía, el entusiasmo y el "audaz espiritu comercial" que la libertad engendraba: las cualidades que necesitaban las naciones para un éxito duradero. A ojos de Prescott, la España medieval había ostentado muchas de esas cualidades en la forma de "instituciones libres", "formas de gobierno liberales y equitativas", "independencia de carácter", "elevado entusiasmo" y "patriotismo". Sin embargo, en el curso del siglo XVI, la monarquía de los Austrias, ayudada por la Inquisición, conspiró para aplastar las antiguas "libertades" de España,, creando un inmenso abismo entre el continente americano y la nación que había ayudado a descubrirlo. En los Estados Unidos, la libertad garantizaba tanto la empresa individual como la prosperidad nacional. En España, su ausencia había creado atraso económico. estancamiento intelectual. debilidad política y decadencia moral, todo ello mezclado con la pereza y la corrupción que las riquezas del imperio habían traído consigo.22 En la Edad Media, los españoles eran enérgicos, trabajadores, y su futuro todavía brillante. Pero, para fines del siglo XVI, todo había cambiado, y Prescott hacía una exposición particularmente sombría del futuro del país hacia el fmal de su Philip the Second: ...doblada bajo el ala oscura de la Inquisición, España se cerró a la luz que en el siglo XVI amaneció para el resto de Europa, estimulando a las naciones a mayores empresas en cada parcela del saber. El genio del pueblo fue reprimido, su espíritu tronchado, bajo la influencia maligna de un ojo que jamás se cerraba, de un brazo invisible siempre alzado para el golpe. ¿Cómo podía haber libertad de pensamiento donde no había libertad de expresión? ¿O libertad de expresión donde tan peligroso era decir demasiado como demasiado poco? La libertad no puede congeniar con el miedo. En todos los sentidos, el espíritu español estaba encadenado.23 Lo que yo llamo el "paradigma de Prescott" es una manera de entender España como la antítesis de los Estados Unidos. La mayoría de los elementos contenidos en este paradigma -anticatolicismo, crítica del absolutismo, defensa del comercio y de la libertad individual-. iban a encontrarse en la obra de muchos de los escritores de la Ilustración, pero Prescott los anudó en un solo paquete que ofiecía un medio de acercarse a la historia española a través de la lente de la historia de los Estados Unidos. Igual que Prescott favorecía la noción de una "excepcionalidad norteamericana7', la id'ea de que su propio país poseía una historia única que lo destinaba a la grandeza, España era excepcional también pero en la perspectiva Illiiiois, 1966, vol. 1, pp. 418-21. La historia del hispanismo británico,junto con la del americano, está por escribir, aunque a este último1 podemos aproximamos con Williams, Spanish Background. 2 2 ~visión a negativa que Prescott tiene del imperio, derivada en parte de Adam Smith, ayuda a explicar su determinada opoi;ición a la guerra con Mkxico y a la anexión de Texas. VCase, por ejemplo, Wolcott, Correspondence, 6;!7. Prescott a George Sumner, 1 de abril de 1847, donde alude criticamente a "nuestra loca ambición de conquista". Véase también la carta a Sumner citada más abajo en la nota 23. 23 Prescott, Histoty of the Reing of Philip rhe Second, vol. 11, p. 446. 236 RICHARD L. KAGAN inversa de una nación separada de la corriente europea principal, es decir, la protestante, y en consecuencia privada del progreso y prosperidad que fluían en su estela. Otros escritores anteriores de Nueva Inglaterra, entre ellos Cotton Mather y Samuel Sewall, habían abrazado también una visión negativa de España, pero Prescott fue el primero en adoptar una perspectiva verdaderamente comparativa, poniendo una junto a otras las trayectorias de las dos naciones. La España medieval proporcionó a Prescott -y seguramente a otros norteamericanos que compartieran sus opiniones políticas whigs- el ejemplo de una sociedad en que las libertades individuales habían sido productivamente canalizadas hacia la construcción de una nación, una empresa heroica que ofrecía un paralelismo inmediato con la América que era colonial y, al menos para Prescott, que también podía servir como refugio frente a las peligrosas tendencias populistas que la democracia jacksoniana había desatado." Pero el principal atractivo de España era que su historia, especialmente en la época de los Habsburgo - q u e Prescott consideraba su punto más bajorepresentaba todo lo que su país no era. Los Estados Unidos eran el futuro: republicano, emprendedor, racional; mientras España -monárquica, indolente, fanática- representaba el pasado. Al desarrollarse, sin embargo, el paradigma de Prescott resultó no tanto un modelo claro de análisis como una serie de supuestos e ideas preconcedidas sobre el inherente retraso de la cultura española, y la progresividad y superioridad de los Estados Unidos. Pero esta particular formulación, especialmente cuando se combina con la generalizada creencia en el carácter nacional engendrada por el auge del nacionalismo decimonónico, ejerció una poderosa influencia en la forma en que generaciones sucesivas de estudiosos norteamericanos pensaron y escribieron sobre ~ s ~ a ñ a . ~ ~ La yuxtaposición que hace Prescott de los Estados Unidos (lo nuevo) y España (lo viejo) fue sin duda una de las numerosas razones de que su Ferdinand and Isabel se vendiera tan bien. Al propio Prescott le costaba creer el éxito del libro, y en cierto momento, poco después de la publicación de su Conquest of Mexico en 1843, escribía a un amigo español: "Mis compatriotas ... me parecen mhs enamorados de la historia de España que los propios españoles".26 El viejo proverbio de que los opuestos se atraen puede también explicar por qué otros estudiosos norteamericanos del siglo XIX se sintieron arrastrados hacia España. El Romanticismo aportó un encanto más. George Ticknor (1791-1871), por ejemplo, primer profesor de lenguas modernas en Harvard, visitó España en mayo de 1818, 24 Acerca de las opiniones políticas de Prescott, vkase Gardiner, William Hickling Prescott, 95, pp. 166-168. Que la Iiistoria ofrecía a Prescott un refugio de la política domdstica quedó patente en 1846, ciiaiido en medio de la redacción de su History ofthe Conquest of Peru y refirikndose especificamente a la Guerra de Mexico, escribió lo siguiente a George Sumner: "Estoy harto de nuestros problemas doiiiisticos ... Me refugio de ellos en las colinas del Perú, donde las barbaridades sobre las que leo 4astacitc negras- no tienen al menos nada que ver con nosotros". Wolcott, Correspondence, 597, 15 de iiia~lode 1846. -" Sobre el iiiito del carácter nacional, con especial referencia a Espaiia, vkase Julio Caro Baroja, El tnrio del carácter nacional, Madrid, 1970. Wolcott, Correspondence, p. 428, Prescott a Pascual de Gayangos, 21 de diciembre de 1843. El libro, traducido al espaiiol en 1846, disfrutó tambikn de kxito comercial en Espaiia. Sin embargo, sil acogida aquí, su intluencia en la posterior historiografia espaiiola y su particular atractivo para los liberales simpatizantes con el anticlericalismo de Prescott y con su hostilidad hacia el absolutismo esperan iin estudio detallado. '" sólo para encontrarla pavorosamente atrasada: "Imaginad un país tan desierto y desolado, y con tan poco tráfico y comunicación como para no tener tabernas"; y carente tanto "de cultura como de refinamiento", una carencia que él atribuía a la "larga, larga opresi6n de la tiranía y la Inquisición". Por contraste, Ticknor encontró a la gente del pueblo natural y graciosa. "Hasta sus 'posturas de descanso' -escribíaeran 'pintorescas"'. El tercer profesor de lenguas modernas de Harvard, James Rusell Lowell, tenía una visión de España y sus habitantes igual de romántica. Escribiendo en 1878, declaraba a un amigo: "No puedes imaginarte lo lejos del mundo que estoy aquí: quiero decir del mundo moderno. España es itan primitiva en muchos aspectos como los libros de Moisés, e igual de oriental". En cuanto a la gente, Lowell repetía a Irving cuando escribía que "son todavía oriientales hasta un grado que hay que vivir entre ellos para creer... no les importan las mismas cosas en las cuales nosotros somos tan tontos de creer". Lowell llegó a la conclusión de que los laboriosos norteamericanos preferían los beneficios económicos derivados del "molino", mientras los españoles preferían los pacíficos placeres procurados por el "arroyo".28 Las cartas de Lowell desde España nunca mencionaban aquellos aspectos de la sociedad española -ferrocarriles, industria, comercioque olían a modernidad. La España que él y otros estudiosos querían ver era la España de la Edad Media, la única época en que, según describía Prescott, los españoles habían disfrutado los beneficios de la libertad. El medievalismo de esta especie impregnó la mayor parte de 110s estudios americanos sobre la España del siglo XIX, manifestándose inicialmente en la History of Spanish Literature de Ticknor ( 1 ~ 4 9 ) . ~a ~ ' de Ticknor fue la primera revisión crítica de una literatura europea Estaba también repleta de lenguaje prescottiano, y hecha por un an~eric.ano.~~ empleaba con prodiigalidad términos románticos tales como "entusiasmo", "espíritu y actividad", "vigor y esperanza" para describir el temple del Medievo español. Para Ticknor, esas cualidades propiciaban una gran literatura, y probablemente pensaba en Sir Walter Scott cuando presentaba las canciones populares y las crónicas de la época como la mayor contribución de la literatura española, su verdadera Edad de Oro. Y Ticknor, como Prescott antes que él, vio - 27 - George Ticknor, Lijfe, Letters and Journals of George Ticknor, Boston, 1876, pp. 198-199. 2X Letters of James Rtrssell Lowell, edición de Charles Eliot Norton, 2 vols., Nueva York, 1893, vol. 1, p. 235, Lowell a Tllomas Hughs, 17 de noviembre de 1879; vol. 11, p 241, Lowell a W.D. Howell, 2 de mayo de 18'79. Lowell fue profesor de lenguas modernas en Haward hasta que fue nombrado ministro para Espaiia. Acerca de su vida, vease Martin Duberman, James Russell Lowell, Bostoii, 1966. Henry Adanns, amigo de Lowell, tuvo la misma impresión de EspaPia como un pais anticuado cuando lo visitó en 1879. Véase The Letters ofHeniy Adams, edición de J . C. Levenson, 6 vols., Cainbridge, 1982-88, vol. 11, pp. 379-383. Francis Parkman tuvo sna reacción similar durante su visita en 1887. Véase Letters of Francis Parkman, edición de Wilbur R. Jacobs, 2 vols., Norman, Oklalioma, 1960, vol. 11, p. 200. 29 Sobre el medievali!;mo decimonónico en los Estados Unidos, véase T. J. Jackson Lears, No Place of Grace: Anti-Modernism and the Transformation of American Culture, 1889-1920, Nueva York, 1981, pp. 141-181. John Fraser, America and the Patterns of Chivalry, Cambridge, 1982, especialinente pp. 36-40; y Robin Fleming, "Picturesque History and the Medieval in the NineteenthCentur America", AHR 1013 (oct. 1995), pp. 1061-94. "'La aportación literaria de Ticknor estb resumida en Williams, Spnish Background, pp. 46-77. Nótese que la primera revisión general de la literatura francesa hecha por norteamericanos fue la de William A. Notze y E. Preston Dargan, A History ofFrench Literature, Nueva York, 1922. 238 RICHARD L. KAGAN ese primer florecimiento cultural de España como destinado a marchitarse. En palabras suyas, "ese espíritu generoso y viril, que es el aliento de la vida intelectual de cualquier pueblo, fue asfixiado y reprimido: por las fuerzas corrosivas de la vida cortesana, por el gobierno despótico y corrupto, por la Inquisición. Desde esta perspectiva, los rescoldos del "viejo espíritu" se reavivaron brevemente en el teatro de principios del siglo XVII, pero incluso la escena sucumbió pronto a las fuerzas que aplastaron el "temperamento heroico" de España. A pesar de la obra de Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca, el siglo XVII para Ticknor fue más de hierro que de oro, una época en que "la vida ... estaba evidentemente abandonando al entero carácter español''.3' William Prescott murió en 1867, pero su paradigma le sobrevivió. Latía en el fondo del libro de John Lothrop Motley, Rise of the Dutch Republic (1856), obra inmensamente popular que presentaba la España de Felipe 11 como la enemiga de la democracia, la nación opuesta a las fuerzas (liberales) que estaban configurando el mundo moderno. Motley (1814-1877), otro adinerado bostoniano, estaba próximo a Prescott y fue ayudado y también influido por su amigo mayor. Compartía los supuestos de Prescott. Motley vilipendiaba a los aristócratas (despilfarradores y disipados), ensalzaba a los plebeyos y al comercio ("la madre de la libertad") y presentaba a los españoles como la personificación de la intolerancia y el odio religioso. Para Motley fue, pues, relativamente fácil describir los principales defectos de su villano, Felipe 11: Era por completo un español. Los elementos borgoñones y austríacos de su sangre parecen haberse evaporado, y sus venas estaban llenas solamente del viejo ardor que en los siglos heroicos habían animado a los paladines de la España goda. El fiero entusiasmo por la cruz, que en la larga lucha interna contra la Media Luna había sido romántico y un rasgo distintivo del carácter nacional, había degenerado en fanatismo. Lo que había sido la gloria de la nación ahora se volvía la vergüenza del monarca... Felipe iba a ser la última y2 más perfecta encarnación de toda esa tradicional exaltación, este perpetuo odio. La contrafigura de Felipe, y el héroe de la narración de Motley, era el príncipe holandés Guillermo de Orange, un individuo cuyo "genio político", "elocuencia" y patriotismo hacían de él prácticamente un estadounidense, una figura n . ahí ~ ~ que las Provincias Unidas aparecieran comparable a George ~ a s h i n ~ t oDe en las páginas de la historia de Motley como unos Estados Unidos en miniatura. Igual que Washington había conducido a su pueblo en su lucha por la libertad contra Gran Bretaña, Guillermo había guiado a los holandeses en su batalla por la '' George Ticknor, History of Spanish Literature, 3" ed., 3 vols. (Boston, 1866),vol. 1, pp. 413, 4 17, 433. Eii cambio, la History of Spanish Literature de Frederik Boutewrk, publicada inicialmente eii aleiiiáii eiitre 1805 y 1817 (primera edición inglesa, 3vols., Londres, 1847), seííalaba que el "espiritu" literario español habia sobrevivido hasta 1665, cuando finalmente sucumbió a un "sistema vicioso de gobierno", vol. 111, p. 254. 32 Joliii Lothrop Motley, The Rise of the Dutch Republic, 3 vols. (1883; reimpr., Londres, 1906), vol. I arte 1 , cap. 2, p. 132. "lhideni, v o l 2, parte 6, cap. 7, pp. 449 y 454. HISTORIOGRAF~ANORTEAMERICANA 239 libertad -y por tanto el futuro- contra las fuerzas del pasado encarnadas por los españoles y compendiadas en la persona de Felipe 11. Si el libro de Motley reforzó el estereotipo español negativo inherente en el paradigma de Presco.tt, la siguiente y desde luego última generación de caballeros historiadores norteaniericanos lo dejó grabado en piedra. Sus ideas sobre el atraso y la decadencia de Elspaña protagonizaron varios libros y ensayos publicados al mismo tiempo que la guerra Hispano-Americana de 1898, un breve pero decisivo conflicto que cerró la era imperial de España mientras, simultáneamente, abría la de los Estados Unid!os. Muchas de estas publicaciones presentaban la derrota española como inevitable, el final predestinado de tres siglos de declive y de~adencia.'~ La explicación más monocolor y, en cierto modo, más prescottiana del fracaso español se debe a Henry Charles Lea (1825-1909), un negociante de Filadelfia convertido en historiador de la Iglesia que contrajo un interés especial por los efectos corrosivos del "clericalismo" en la humanidad. Ya conocido por su erudita History of the Inquisition of the Middle Ages (1887-88), Lea se interesó por la historia española principalmente para determinar lo que el describe como "la profunda modificación forjada en el carácter español por la ~ n ~ u i s i c i ó n " . ~ ~ Publicó un primer libro sobre el tema en 1890, y en 1898 estaba preparando lo que luego llegaría a ser su monumental Historia de la Inquisición española (19061907), cuando el editor de The Atlantic Monthly le pidió que ofreciera su interpretación de la derrota española. Lea aprovechó la oportunidad para transmitir SUS ideas sobre la Inquisición espafiola a una amplia a~diencia.'~ El ensayo de Lea "The Decadence of Spain", publicado en julio de 1898, empezaba con una nata claramente triunfal, atribuyendo la derrota española a un carácter nacional definido por un "orgullo ciego e impenetrable" y un "espíritu de conservadurismo que: rechazaba toda innovación en un mundo de cambio incesante". Los españoles, escribía, eran incapaces de adaptarse "al industrialismo moderno". Tampoco pudo Lea resistir la tentación de criticar a la Iglesia Católica. Cualesquiera que fueran los defectos del "carácter nacional", el "clericalismo" sirvió sólo para agravarlos, al encender un "feroz espíritu de intolerancia" que convirtió a los españoles en "incapaces" de autogobernarse, condujo a la expulsión de los judíos, ayudó a crear la Inquisición y, finalmente, "paralizó el desarrollo intelectual del pueblo". Lea, ademas, sabía exactamente a dónde conducirían tales desgracias. "Mientras el resto del mundo civilizado estaba avanzando hacia adelante en una carrera de progreso, mientras la ciencia y las artes útiles estaban diariamente ayudando a las conquistas del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, y las naciones rivales crecían en riqueza y poder, la Inquisición condenó a España al estancamiento". Finalmente, para añadir un familiar chivo expiatorio más a la historia de la decadencia y la derrota de Espafia, 54 Las mejores introducciones a esta bibliografía son Williams, Spanish Background, vol. 1, pp. 113-147; y Powell, Tree ofiYafe,pp. 122-125. Lea a W.E.H. Lecky, 9 de abril de 1888, cit. en Bradley, Henry Charles Lea, Filadelfia, 1931, P. 323,; Por estas fechas Lea había publicado tambien varios artículos de investigación sobre la historia de EspaRa, entre ellos, "The First Castilian Inquisitor", que apareció en el primer número de la American Historical Review 1 (1 896), pp. 46-50. 240 RICHARD L. KAGAN Lea concluía con un retumbante ataque al absolutismo de los Austrias y el grado en que su "ineficaz gobierno" impidió que la nación desarrollara las "instituciones liberales" necesarias para conducirla al mundo moderno. "No había -escribía Lea- vida política nacional, ni formación cívica, ni fuerzas que contrapesaran las locuras y prejuicios del rey y sus favorito^.^' En el amanecer del siglo veinte, pues, los hechos políticos parecían confirmar el argumento de Prescott de que España y los Estados Unidos habitaban mundos diferentes. La mayoría de los estudiosos aceptó esta premisa: otro tanto hizo la prensa popular. Incluso Archer M. Huntington (1870-1955), fundador de la Hispaiiic Society of America (1908), benefactor de la Hispanic Division de la Biblioteca del Congreso, y conocedor interesado, por lo demás, en promover el arte y la cultura españoles, aceptaba la idea de que "España" y "modernidad" eran conceptos antitéticos. Como la de Irving, la España de Huntington era romántica. "En España", escribía, "el fanatismo es natural, el espíritu caballeresco una nece~idad".'~Pero Huntington tiene en común con Prescott la medida en que se tomó en serio la trayectoria general de la historia de España, especialmente las razones que a su juicio explicaban la incapacidad de España para modernizarse según las líneas occidentales. La influencia de Prescott, por ejemplo, puede detectarse en la lista de los ingredientes que Huntington mezcló para explicar la decadencia de España: "Orgullo, un monarca débil, una corte disoluta, intolerancia religiosa, todos estos son admirables puntos de partida para demostrar la decadencia de una nación". A esta receta magistral, Huntington aíiadió un ingrediente esencial: "España carece de espíritu comercial ... el gran motor primitivo del progreso" cuya mera ausencia condenó a España a siglos de aislamiento y declive.39"Para escapar de esta era, Huntington, como Prescott y Ticknor antes que él, buscó refugio en la Edad Media española, especialmente en el Cid, una figura heroica de cuyo Poema acometió la traducción. De ahí que el arte medieval español figurara como el centro del museo que Huntington montó en Nueva York. Por parecidas razones, los primeros historiadores del arte español -Charles Gaffin, Georgiana Goddard King, A. Kingsley Porter, Chandler Post y John Kenneth Conant- mostraron también una decidida preferencia por la Edad Media. Una excepción fue Charles B. Curtis, que en 1883 publicó un catálogo de pinturas de Diego Velázquez y Bartolomé Esteban Murillo. Curtis veía el siglo XVll español en términos enteramente románticos, afirmando, tras su primera visita a Madrid: "me sentí transportado a un día del siglo XVII. Descubrí un país que había conservado casi intactos sus hábitos, costumbres y tradiciones de una era largo tiempo enterrada".40 En cambio, Chandler Post, profesor en Harvard e 37 Iieiiry Cliarles Lea, "Tlie Decadence of Spain", Atlantic Monthly 82 (1898), pp. 36-46. El libro posterior de Lea sobre la Iiiquisici6n reafirma su creencia en los efectos negativos del Santo Oficio cii la sociedad española. Vease A Histoty of the Inquisition of Spain, 4 vols., Nueva York, 1906-1907, especialnieiite vol. IV, pp. 438, 472-513. Sobre las investigaciones de Lea en general, vCase Bradley, fjenry Charles Lea; Williams, Spanish Background, vol. 1, pp. 153-157; y Edward I'etcrs. "1-leiiry Charles Lea aiid the 'Abode Monsters"', en The Spanish Inquisition and the Iiiqvi.si/orial Mind, edici6ii de Angel Alcalá, Boulder, Colorado, 1987, pp. 577-608. Arclier M . Huiitiiigtoii, Notebook on Northern Spain (NuevaYork, 1898), 2. 30 Iiiiiitiiigton, Note-book on Northern Spain, 2, 7. 40 Cliarles B. Ciirtis, Velázquez y Murillo: A Descriptive and Historical Catalogue (Nueva York, HISTORIOGRAF~A NORTEAMERICANA 24 1 infatigable historiador del arte español, atribuía las conquistas artísticas de España en el siglo XVII a "aquél raro artista" (probablemente Velázquez) de "curtido, singular y titánico espíritu", capaz de liberarse del grave temperamento español y de las ataduras de la Iglesia ~ a t ó l i c a . ~ ' La profesionalización de la historiografía norteamericana, a partir del decenio de 1890, hizo relativamente poco por cambiar los supuestos básicos sobre la cultura y la política iespañolas que Prescott y sus seguidores inmediatos habían imbuido en la disciplina. Hay que reconocer que los historiadores universitarios se habían esforzado por desarraigar algunos de los componentes más románticos y abiertamente anticatólicos de las ideas de Prescott sobre España, pero el tópico de la decadencia de España, emparejado con la idea de que el carácter español era en cierto modo deficiente, o al menos incompatible con la modernidad, siguió preponderando, tanto que apenas dejó lugar para otras formas distintas de enfocar el pasado español. Entre la primera generación de estudiosos profesionales que se ocuparon de España, destacó Roger B. Merriman (1876-1945), el gran historiador de Harvard. Junto con Charles Homer Haskins, su colega medievalista, Merriman en 19031904 introdujo la Kzllturgeschichte en los planes de estudios de historia de la Universidad de Harvard, una reforma que permitió que se trataran temas y problemas históricos que tenían una relación sólo tangencia1 con el que previamente había sido el foco de la historia europea en Harvard: los orígenes de las instituciones norteamericanas. Uno de los primeros estudiantes que se beneficiaron de esta reforma fue Samuel Eliot Morison, que, en 1908, mucho antes de que empezara a interesarse por Cristobal Colón, escribió un ensayo, "The Expedition of Cádiz, 1596", que analizaba la atrevida incursión del Conde de Essex en el puerto español. El tema, al menos para un historiador norteamericano, era original, y reflejaba claramente la influencia de Merriman. Sin embargo, el joven Morison no hacía sino repetir arraigados estereotipos cuando concluía que el arte españoles fueron a la vez "la desmoralización de la sociedad, la causa y efecto de la derrota militar de España". La decadencia de España estaba también implícita en los escritos de Merriman. Su obra en cuatro volúmenes, Rise of the Spanish Empire in the Old World and the New (1813-1834), empezó como una serie de conferencias en 1903, y, cuando apareció el primer volumen, Merriman se lo dedicó, significativamente, a Prescott. Merriman, sin embargo, resolvió el tema de la decadencia ignorándolo, reconociendo de entrada que su narración terminaría con Felipe 11 y dejaría "la decadencia y caída" para otros. Era un placer, escribía, "poner de relieve la otra cara de la moneda". Consecuentemente, Merriman dedicó su estudio a analizar con detalle las estructuras internas que contribuyeron a la cultura^ 1883hIp.1. Cliaiidler Rathfon Post, A Histoy of spanish Painting, 14 vols. en 20 (Cambridge, Massacliusetts, 1930-66), 1: 10. Esta obra fue precedida de las de E. W. Washburn, The Spanish Musters (Nueva York, 1884); Charles H. Caffin, The S t o y of Spanish Painting (Nueva York, 1910); Georgiana Goddard, Wuy of SI. James (Nueva York, 1920); John Kenneth Conant, The Caihedral of Santiago de Compostela (Cambridge, 1926); y A. Kingsley Porter, A Spanish Romanesque Architecture (Florencia, 1928). 42 Citado en Gregory M. Pfitzer, Samuel Eliot Morison's Historical World (Boston, 1991), p. 24. 242 RICHARD L. KAGAN expansión imperial de Castilla. Pero la decadencia se cemía sobre el libro como una nube negra, y hasta Merriman, pese a su promesa inicial, se sintió empujado a tratar del tema al final de su primer volumen. Allí ofreció un fino análisis de las inúltiples causas de la decadencia de España, que se atribuía a una serie de factores culturales y políticos, entre ellos la negativa de la monarquía a cambiar la vieja idea de la preponderancia imperial por la "individualidad nacional", y lo que Merriman llamaba "la transferencia de la energía y el genio de la conquista y la guerra a la literatura y el arte".43 Significativamente, Merriman no hacía ninguna referencia al "clericalismo" de Lea u otros defectos del carácter nacional español. Pero Merriman iba por delante de su tiempo. Otros historiadores norteamericanos que escribieron sobre España se mantuvieron dentro de los confines familiares del paradigma de Prescott. El número inaugural del Journal of Political Economy en 1893, por ejemplo, contenía un artículo de Bemard Moses, un historiador de la economía de la Universidad de Califomia, que atribuía la decadencia española a factores como la indolencia, la pereza y el exceso de iglesias que había en el país.44 Igualmente, el ensayo de Sarah Simons, "Social Decadence", publicado en el número de 1901 de los Annals of the American Academy of Political and Social Science, utilizaba España (junto con la tradicionalista China) como modelo de lo que ella definía "una sociedad incapaz de mantener un nivel anterior de excelencia en productos sociales". Simons, más socióloga que historiadora, no era por su parte una hispanista, pero no tuvo empacho en culpar a la Iglesia por el deterioro de España "de un pueblo activo, emprendedor e independiente a la raza inerte, servil, que hoy conocemos". Tal como ella lo explicaba, "La mente de los españoles no quería progresar; ellos se contentaban con su herencia; eran y todavía son incapaces de dudar: y esto es culpa de la El prejuicio antiespañol de Simons era ostensible, pero su interpretación de España y los españoles difería sólo un grado de la de otros estudiosos profesionales, entre ellos algunos de los primeros historiadores norteamericanos que se especializaron en la historia de América Latina. Las referencias a la "mano muerta" de la Iglesia y la "vanidad" del pueblo español abundan en la importante obra de Clarence H. Haring, Trade and Navigation between Spain ant the Indies in the Time of the Hapsburgs (1918). Ese mismo año apareció el primer número de la Hispanic American Historical Review, con un artículo titulado "The lnstitucional Background of Spanish American History". Su autor, Charls H. Cunningham, atribuía la decadencia española a "la ineficacia individual del español desde un punto de vista m e r ~ a n t i l " . ~ ~ 43 Roger B. Merriman, The Rise of the Spanish Empire in the Old World and in the New, 4 Vols. (Nile;: York, 1918-34), vol. IV, p. 678. Beriiard Moses, "Tlie Economic Condition of Spain in the Sixteenth Century", Journal of Politi~cialEconotny 1 (1 893), pp. 5 13-594. Sarali E. Siiiioiis, "Social Decadence", Annals of the Academy of Political and Social Science 18 (IJII), pp. 251-279. Clareiice H. Hariiig, Trade and Navigation between Spain and the Indies in the Time of the Hap.shurgs. Caiiibridge, 1918, pp. 131 y 179; y Charles H. Cunningham, "The Institucional Backgro~iiidoí' Spanish Ecoiiomic History", Hispanic American Historical Review 1 (1918), p. 24. Una valoracióii más equilibrada del colonialismo espafiol es la de Edward G. Boume, profesor en El paradigma de Prescott tuvo igual peso en los primeros historiadores de la economía que escribieron sobre España, la mayoría de los cuales hicieron poco más que cuantificar lo que ya sabían: la decadencia de España en el siglo XVII. Julius Klein, en su estudio clásico sobre la Mesta (1920), la presentaba como un caso ejemplar de los males de la intervención estatal en los asuntos económicos. A Klein, que había estudiado con Merriman en Harvard, le interesaban los fundamentos económicos de los estados recién organizados, y estudió la Mesta para medir el papel de una materia prima específica - e n este caso, la lana- en la construcción de un país. Klein ofreció una exposición clara y documentada de la historia de la Mesta, pero sus supuestos sobre la relación entre los fenómenos económicos y políticos, especialmente su idea de que la intervención del estado en los asuntos económicos era incompatible con el libre comercio, tenía un eco prescottiano. Klein estaba seguro, por ejemplo, de que el apoyo prestado a la Mesta por los reyes encendió el regionalismo español, socavó el "espíritu unificador" que la nación había poseído durante el siglo XV, y contribuyó por tanto a "la decadencia general del país" en tiempos posteriores. Como Prescott, además, IClein retrató intencionadamente el siglo XVII como una época de "inane depresión y sórdida melancolía" para llamar la atención sobre los efectos adversos del "gobierno autocritico" de Felipe 11 y la "incompetente debilidad de sus suce~ores~~.~~ Las ideas encairnadas en el paradigma de Prescott fueron igualmente importantes para la obra de Earl H. Hamilton, quizá uno de los historiadores económicos más influ~yentesde los afios treinta, y cuyas investigaciones sobre los precios en la España de los siglos XVI y XVII siguen hoy siendo útiles. Hamilton en principio concibió su American Tresaure and the Price Revolution in Spain 1501-1650 (1934) conno un esfuerzo por analizar el poder transformador de los metales preciosos, un problema que le llevó a la cuestión de si la influencia de la plata de las Américas Iiabía creado en España transtomos más graves que en otras partes de Europa. Pero para el momento de publicarlo, Hamilton añadió un nuevo punto: la medida en que la plata contribuyó a la "decadencia económica de España" y si esa decadencia había sido "de carácter provincial o nacional". Hamilton, meticuloso en su investigación, señalaba que los historiadores más "liberales" exageraban la decadencia de España para "colocar el absolutismo, la Inquisición, la persecución de las minorías y la expulsión de los moriscos bajo la peor de las luces". En su opinión, los alemanes y los franceses habían Yale, Spain in América, 1495-1580 (Nueva York, 1904); y del profesor de la Universidad de California (Berkeley) Herbert E. Bolton, "The Mission in Spanish American Colonies", AHR 23 (1970), pp. 42-61. El artículo de Bolton, la respuesta de un historiador del oeste americano a la tesis de Turner sobre el papel de la frontera en la historia norteamericana, se refería de hecho al "genio fronterizo de los espaiioles". Aunque la imagen de Espafia en los estudios norteamericanos del siglo XX sobre la Latinoamerica colonial requiere un estudio detallado, parece en general que los Iiistoriadores de América Latina se han resistido a utilizar el paradigma definido en este ensayo. 47 Julius Klein, The Mesta: A Study in Spanish Economic History 1273-1836, Cambridge, 1920, pp. 244 y 352. Klein, en una publicación posterior, repitió su argumento de que Fernando e lsabel Iiabian marcado el inicio de "una larga y sórdida crónica de decadencia y explotación por parte de los reyes". Vease su "Medieval Spanish Guilds", en Facts and Factors in Economic History, Nueva York, 1932, p. 187. Klein por esta fecha era secretario adjunto en el Ministerio de Comercio de los Estados Unidos. 244 RICHARD L. KAGAN sobreestimado grosera y deliberadamente el alcance de la decadencia de España en el siglo XVll para mayor gloria de sus paises".48 Hamilton estaba en lo cierto, y a este respecto fue uno de los primeros historiadores que examinaron la historia de España comparativamente y estudiaron los presupuestos de su decadencia. Sin embargo, su libro sugiere que estaba también decidido a manipular los datos estadísticos necesarios para probar lo que él describía -simplísticamentecomo la "decadencia económica". En un artículo posterior, "The Decline of Spain" (1938), Hamilton repetía su afirmación de que fueron las causas económicas las razones principales de la decadencia política de España, pero su concepto de decadencia seguía siendo simplista, y la lista de factores que presentaba tenía un timbre decididamente prescottiano: "la mano muerta de la Iglesia" cierto deterioro del carácter de los monarcas españoles, mala administración, e t ~ . ' ~ En las décadas inmediatas a la Guerra Civil española, el paradigma de Prescott disfrutó una vitalidad constante. La victoria de Franco en 1939 no hizo sino darle nueva vida al reafirmar las ideas existentes acerca del endémico retraso de la cultura y la vida política españolas. Hemingway, en Por quién doblan las campanas ( 1 940), hacía una representación romántica de los españoles del pueblo pintándolos como hCroes que luchaban por la libertad política, pero la imagen predominante de la España de Franco era la de una nación abiertamente hostil a los valores democráticos que los Estados Unidos y sus aliados luchaban por defender en la Segunda Guerra Mundial. John B. Crow, cuya obra Spain: The Root and the Flower (1963) fue ampliamente leída en las clases sobre literatura y civilización españolas en institutos y universidades norteamericanas, resumió limpiamente las actitudes hacia España vigentes en la postguerra estadounidense con una expresiva cita del autor inglCs J. B. Trend: "Lo que se perdió en la guerra [civil] no fue un gobierno, sino toda una cultura moderna".50 En esta época, las universidades norteamericanas estaban invirtiendo con entusiasmo en "Civilización Occidental" y en cursos centrados en Breas culturales (particularmente sobre Latinoamérica), así como en estudios especializados de historias de naciones individuales, sobre todo las de aquellas destinadas a ser de importancia estratégica para los Estados Unidos o bien naciones de las que se consideraba que habían hecho alguna contribución importante a la formación de las instituciones e ideas democráticas en Occidente. El paradigma de Prescott, sin embargo, recientemente revitalizado por la antipatía de la mayoría de los intelectuales norteamericanos hacia Franco, cortaron eficazmente la inversión en historia de España. Uno de los primeros indicios de esta indiferencia fue el que Harvard no nombrara un profesor de historia de España para suceder a Merriman, que murió en 1945. Otro fue el retrato prescottiano del "siniestro fanatismo" y la "falta de vitalidad" de España en libros publicados en la influyente serie de William L. Langer, The Rise of Modern Europe, cuyos primeros volúmenes 4X Earl H. Haiiiilton, American Treasure in the Price Revolution in Spain, 1501-1650, Caiiibridge, Massacliusetts, 1934, p.303. 4'1 13arl H . Hatnilton, "The Decline of Spain", Economic History Review 8 (1935), pp. 168-179. io Joliii Crow, Spain: The Root and the Flower (1963, reimp., Berkeley, Califomia, 1985), p. 340. Crow se Iiabia formado como especialista en literatura espaAola en la Espaila prefranquista. aparecieron en 1951.5' Durante esta época, en que España era prácticamente una paria, eclipsada por la mayoría de las democracias occidentales, uno de los pocos estudiosos americanos que acometió seriamente su historia fue John E. Longhurst sobre la persecución de los erasmistas y luteranos españoles por la Inquisición, inspirados en parte por el McCarthysmo -la persecución de los supuestos comunistas norteamericanos dirigida por el poderoso senador de Wisconsin, Joseph McCarthy--, reforzaron viejas nociones norteamericanas sobre el arraigado carácter represivo de la sociedad española.52 Tanto habían calado estas ideas que, en el decenio de 1960, la historiografía norteamericana prácticamente ignoraba a España, utilizando como convenientes excusas la persistencia del fascismo español junto con las propias explicaciones que los españoles daban sobre la supuesta "diferencia" de su país. Con algunas notables excepciones -Wisconsin, la Universidad de Califomia en Berkeley, y la Universidad de Virginia, donde Julian Bishko explicaba la historia de la Edad Media española- la enseñanza de la historia de España (como algo distinto de la civilización y la literatura españolas) languideció, creando una situación que no sólo limitaba las oportunidades de los estudiantes para introducirse en ese campo sino que aseguraba la pervivencia de los estereotipos prescottianos.53 Mientras tanto, las contribuciones académicas del puñado de norteamericanos que seguía trabajando en ese área hicieron poco, si es que hicieron algo, por alterar el paradigma establecido por Prescott. La escasa investigación original que se hacía se enfocaba en el siglo XX, resaltando la Guerra Civil y el fracaso de la nación en crear instituciones democráticas estables, o en el siglo XVIII y en el La experimento un tanto abortado de los Borbones españoles con la ~lustración.~~ investigación sobre l;t Edad Media española quedó estancada, y la dedicada a los " Las citas son de Carl J. Friedrich, The Age of Baroque, 1610-1660, Nueva York, 1952, p. 226; y John B. Wolf, The Emergente of the Great Powers, 1685-1715, Nueva York, 1951, p. 123. >2 El primero de los libros de Longhurst fue Erasmus and the Spanish Inquisition: The Case of Juan de Valdés,.Albuquerque, Nuevo México, 1950; y Luther and the Spanish Inquisition: The Case of Dieso de Uceda, 1528-1529, Albuquerque, Nuevo México, 1953. 2, Mis propias experiencias corroboran esta afirmación. En 1964, cuando comencd a plantearme el estudio de los Austrias de Espafia, las oportunidades de hacerlo en Estados Unidos eran sumamente limitadas, pues pocas universidades contaban con investigadores especializados en historia de Espafia. Excepciones notables eran John Conelly Ullman (Universidad de Washington) y Stanley Payne (Universidad de Wisconsin) que trabajaban los dos principalmente sobre el siglo XX. Entre los primeros historiadores de la Edad Moderna dedicados a Espafía estaban Richard Herr (Universidad de California, Berkeley), autor de Eighteen Century Revolution in Spain (Priceton, Nueva Jersey, 1958), Cliarles H. Carter (Universidad de Tulane), historiador de la diplomacia, cuya obra The Secret Diplomacy of the Habsburgs, 1598-1625 (Nueva York, 1964) acababa de aparecer, y Ruth Pike, entonces profesora ayudante en Hunter College, que estaba todavía escribiendo Enterprise and Adventure: The Geonese in Seville and the Opening of the New World (Ithaca, Nueva York, 1966). Para proseguir mis estudios me dirigí a la Universidad de Carnbridge en Inglaterra, donde realicé mi tesis doctoral bajo la direcci6n de John H. Elliott. 54 Algunas de las contribuciones estadounidenses a la historia del siglo XX en España más dignas de mención son: Stanley G. Payne, Falange: A History of Spanish Fascism (Stanford, Califoriiia, 1961) y Politics and the Military in Modern Spain (Stanford, California, 1967); Gabriel Jackson, The Spanish Reptrblic and the Civil War, 1931-1939 (Priceton, Nueva Jersey, 1965); y Joan Conelly Ulliiiaii, The Tragic Week: A Study of Anti-Clericalism in Spain, 1875-1912 (Cambridge, Massacli~isetts,1967). El interés por el siglo XVIII creció a raiz de la publicación del importante libro de Richard Herr, Eighteenth Century Revolution in Spain. 246 RICHARD L. KAGAN siglos XVI y XVII quedó restringida bien a la historia diplomática o bien a los tradicionales temas de la Leyenda Negra, tales como la persecución de los protestantes por la Inquisición. Particularmente influyente fue el muy vendido estudio de Garrett Mattingly, The Armada (1959), que, repitiendo a Prescott, presentaba la Inglaterra isabelina como un paladín de la libertad, un moderno David destinado a triunfar sobre el tiránico Goliat: Felipe 11 de ~ s ~ a ñ a . " Durante la época de postguerra, gran parte de la historiografía norteamericana sobre temas españoles cayó bajo la influencia de la filosofía española, especialmente la de Miguel de Unarnuno (1846-1936) y José Ortega y Gasset (1 883-1955), que, al igual que Prescott, aislaban ambos a España retratándola como un país cuya historia no era comparable con la de los otros estados europeos. ¿os estudiosos de la literatura española en los Estados Unidos fueron particularmente sensibles a esta variante del excepcionalismo español, en especial los seguidores del brillante emigrado español Américo Castro (1885-1976), cuyos libros enseñaban que los españoles eran constitucionalmente diferentes de los otros europeos a causa de su mezcla de sangre cristiana, judía y árabe y del conjunto de problema étnicos y religiosos que este linaje había engendrado. Castro también cultivó el interés por la población de los conversos en España y, bajo su influencia, la persecución de esta minoría de antiguos judíos sirvió como poderoso recordatorio de la intransigencia y el odio religioso españoles. Los conversos en consecuencia atrajeron una desmedida atención, pues los especialistas en la historia y la literatura españolas, que los estudiaron, no sólo infravaloraron el grado en que estos habían logrado asimilarse a la sociedad española, sino que exageraron los efectos negativos de su persecución por la Inquisición española.56 Teóricamente, el estudio de las dificultades con que los conversos tuvieron que enfrentarse podría haberse relacionado con las de las otras minorías étnicas y religiosas europeas, pero lo que solía denominarse "el problema de los conversos" se presentaba normalmente como un problema exclusivamente español y por tanto como una razón más para la intrínseca excepcionalidad de España. La primera ruptura con esta tendencia a ver la historia de España desde la perspectiva de la excepcionalidad se produjo a finales de los aííos sesenta, cuando algunos investigadores, compartiendo sus dudas sobre la utilidad del carácter nacional como un factor causal en la historia, emplearon otros medios para examinar el pasado español. Influidos por la nueva escuela de historia de los Annales, estos estudiosos -y me incluyo entre ellos-, mediante minuciosa investigación de archivo y métodos tomados de las ciencias sociales se " Garrett Mattiiigly, The Armada, Boston, 1959, p. 401. Nótese que en sus otros libros, cspecialiiieiit Renaissance Diplomacy (Londres, 1955), Mattingly elogiaba las numerosas inovaciones iiitrod~icidasen la época de los Reyes Católicos. Despues de la guerra, la primera publicación iiiiportaiite sobre la España medieval debida a un estudioso estadounidense fue la de Robert 1. Burns, S. J . , Tlie Crirsader Kingdoni of Valencia: Reconstruction on a Thirteen-Century Frontier, (2 vols., Caiiib;)dge, Massacliusetts, 1967). Miiclias de las ideas de Aiiiérico Castro sobre la cultura espaliola pueden encontrarse en su iiitliiyciitc estudio The Sfructiire of Spanish History (trad. inglesa de Edmund L. King, Princeton, Nueva .lersey. 1954). libro que tuvo considerable repercusión en la crítica. Véase especialmente Eugeiiio Aseiisio, La España itizaginada de Américo Castro (Barcelona, 1976). HISTONOGRAF~ANORTEAMENCANA 247 propusieron crear una España más vital y más variada que la que el paradigma de Prescott permitía. Siri embargo, los temas escogidos, algunos de los cuales todavía tocaban puntos relacionados con la inercia intelectual o la decadencia económica españolas, no hicieron mucho por alterar la imagen predominante de España como un país cuya contribución a la historia de Occidente no merecía seria 57 investigación académica. En el presente, hay signos, algo contradictorios, de un cambio en el paradigma de Prescott. Por una parte, hay algunos signos positivos, entre ellos el aumento del número de estudiosos relacionados con la historia de España y la continua disponibilidad de apoyo económico tanto para publicaciones como para . ~ 'otra parte, los investigación en temas directamente relacionados con ~ s ~ a ñ aPor puestos universitarios para la enseñanza de la historia española son relativamente pocos, aunque es posi~bleque aumenten ya que la población hispana de Norteamérica mira, más allá de los vínculos inmediatos con Hispanoamérica, hacia la cultura y la historia de la propia España. Cualquiera que sea el futuro, el campo está empezando a atraer seguidores de orígenes académicos y étnicos cada vez más diversos, lo que augura una actitud más pluralista y, en defmitiva, menos prescottiana hacia el estudio del pasado español. Una de las actitudes hoy vigentes puede caracterizarse como un abandono del excepcionalismo español y de su concomitante insistencia en la decadencia como un fenómeno intrínsecan~ente"español". Esa actitud empezó con Hamilton, pero fue la obra de Merrirnan, Six Contemporanean Revolutions (1937) la que ofreció el primer análisis comparativo de la historia de España del siglo XVII, principalmente con la intención de determinar el grado en que las revueltas que derrocaron las monarquías europeas en los afios 1640 empezaron como un movimiento internacional, posiblemente incluso una conspiración. Por entonces, a Merrirnan le interesaba trazar paralelos entre aquellas revueltas y la difusión del fascismo europeo, pero, andando el tiempo, su estudio tuvo el efecto de reunir la historia de España con la historia de Europa. Este movimiento concretamente tuvo su momento más intenso en la década de 1960, gracias principalmente a la obra del influyente historiador inglés John H. Elliott, que, tras rechazar la idea de que un inmutable carácter nacional hiciera a los españoles incapaces de innovación y cambio, interpretó la erosión del poder de los Austrias en los años 1640 como parte de una "crisis general 57 Entre los libros representativos se cuentan el libro de Ruth Pike sobre el papel de los genoveses en la economía atlántica (veasé más arriba no 52), y su obra compafiera, Aristocrats and Traders: SeviffianSociet)) in the Sixteenth Century (lthaca, Nueva York, 1972); David R. Ringrose, Transportation and Economic Stagnation in Spain, 1750-1850 (Durham, Carolina del Norte, 1970); y ini pro io Students and Sociev in Early Modern Spain (Baltimore, Maryland, 1974). 'La Society for Spanish and Portuguese History, que celebr0 su primera reunión anual en 1969, tiene actualmente más de 400 miembros, de los cuales aproximadamente 300 son de los Estados Unidos. Esa cifra resulta muy corta frente a los casi 2.000 de la French Historical Society. En cuanto a fondos, el Programa para la Cooperación Cultural entre el Ministerio de Cultura espairol y las universidades aiiiericaiias, que se tundó en 1983, con base en Minneapolis, ofrece alicientes para el estudio de la historia de España en la forma de subvenciones para publicaciones y becas de viaje e investigaci6n. Durante un decenio el programa trabajó en combinación con el Comité Conjunto HispanoEstadounidense para el Intercambio Educativo, una agencia conectada con el Council for the Internatioiial Exchange of Scholars, pero el Comité Conjunto está hoy extinto. 248 RICHARD L. KAGAN del siglo X V I I " .El ~ ~enfoque comparativo con que Elliott abordaba la historia de España ganó amplia aceptación en Francia e Inglaterra y -algo más despacio- en la propia España. También tuvo partidarios en los Estados Unidos, un significativo cambio en el paradigma de Prescott y también una señal de una transformación fundamental en el modo de pensar y escribir sobre España de los estudiosos americanos. Una cosa es segura: las antiguas orientaciones y supuestos están definitivamente bajo asedio. En la historia del arte español, por ejemplo, el medievalismo de principios del siglo está dejando paso a una mayor atención al arte de períodos más recientes, incluyendo el de la época generalmente asociada a la decadencia española. Este cambio de enfoque viene acompañado por una voluntad de reexaminar algunas de las premisas fundamentales que se relacionan con el arte español del siglo XVII. A principios del siglo, Chadler Post defendía el excepcionalismo artístico español. Ningún ~ a í s ,creía Post, era "menos sensible a las influencias foráneas que España". Pero obras recientes sobre una amplia variedad de temas -artistas individuales, arquitectura, decoración palaciega, géneros artísticos tales como la naturaleza muerta- sugieren que España no estaba ni mucho menos aislada de las corrientes principales del arte europeo.61 Jonathan Brown, además, ha escrito extensamente sobre el patronazgo artístico y el coleccionismo de Felipe IV (16211665), haciendo hincapié en el grado en que la preferencia del monarca por la pintura no sólo creó la más grande y envidiada colección artística de la Europa del siglo XVll sino que sirvió para hacer de la pintura, frente a la escultura o la tapicería, la más respetada de todas las artes.62B a j ~esta perspectiva, pinturas que Prescott podría haber utilizado como prueba de la decadencia de los monarcas españoles son reinterpretadas como señales de la vitalidad cultural y el intercambio intelectual del país, dos cualidades de las que supuestamente carecía. También se percibe un deseo de enfrentarse a la vieja teleología del retraso econbmico y la decadencia de España. David Ringrose, por ejemplo, ha descompuesto recientemente la economía española en varias "redes urbanas" y hecho una nueva valoración (positiva) de su comportamiento en los siglos XVIII y XIX mediante el uso de datos a los que antes no se había prestado atención. Sus hallazgos no son en absoluto defuiitivos, pero hacen pensar que la economía española era mucho más moderna -y cambiante- de lo que los anteriores historiadores de la economía española, Hamilton incluido, habrían re cono cid^.^^ 50 De iniportancia crucial fue el ensayo de Elliott, "The Decline of Spain", Past and Present 20 (1 96 1)) 52-75, reimpreso en su Spain and 11s World, 1500-1700, pp. 217-240. " Post, Histoty of Spanish Painting, vol. 1, p. 23. I Entre los titulos representativos se encuentra Jonathan Brown, Images and Ideas in SeventeenthCentltry Spanish Painling (Pinceton, Nueva Jersey, 1978), y su Velárquez, Puinter and Courtier (New Haven, Connecticut, 1986); Jonathan Brown y John Elliotí, A Palace for a King: The Buen Retiro and /he Cotirr of Philip I V (New Haven, 1980); William B. Jordan y Peter Cherry, Spanish Still Lifefrom Velárqirez 10 Goya (Londres, 1995); y Catherine Wilkinson-Zemer, Juan de Herrera: Archilect lo Philip 11 oJSyain (New Haveii, 1993). '' Jonatlian Browii, King and Connoisseurs: Collecting Art in Seventeenth-Century Europe (I>riiicetoii,Niieva Jersey, 1995). 63 David R. Riiigrosc. Palterns, Events, and Preconceptions: Revisiting the Shuctures of Spanish tlistoty 1700-1900 (Caiiibridge, 1995). David Sven Reher emple6 un metodo parecido en su Town and ('otrti/ry in Pre-lndirstrial Spain: Cuenca 1500-1870 (Cambridge, 1992). (i La vieja teleologíii está también sufriendo a manos de historiadores interesados no tanto en los altibajos del im erio español como en el carácter interno de la 8 sociedad y la cultura españolas . La "España" monolítica que Prescott y otros historiadores presentaron está siendo ahora desmantelada a medida que los estudiosos examinan su microhistoria, la dividen en regiones, examinan periferias más que centros, y escrutan las minucias de la vida ~otidiana.~'Además, el estereotipo prescottiano del español como el cruel conquistador o el clérigo indolente, está dejando paso gradualmente a un cuadro más variado de individuos de muy diversas clases: un artesano catalán luchando con los rigores de la epidemia, una joven castellana que soñaba con una vida mejor, clerigos con estudios universitarios afanándose por educar a sus parroquianos en los rudimentos de la fe, armadores vascos tratando de ganarse la vida en tiempos difíciles, aristócratas olivareros decididos a introducir la agricultura comercial en el sur de España, y cortesanos que, junto con otros europeos en busca de posición, se dedicaron principalmente a la promoción de su familia y amigos.66Aún más pronunciada es la tendencia creciente a temperar la vieja imagen del omnipotente absolutismo de los Austrias con la de una monarquía cuyo poder estaba circunscrito por diversos frenos constitucionalesy judicia~es.~' Los historiadores nortemericanos dedicados a España hoy día, pues, pueden compararse con iconoclastas, dedicados a sustituir las viejas imágenes que habían formado la España imaginada por sus predecesores y, en algunos casos, sus propios maestros también. Un joven historiador, basándose en parte en nuevas pruebas extraídas del archivo dle Simancas, acaba de sugerir que Juana 1 (1479-1555), -la reina "loca" de la que supuestamente procedía la debilidad mental de los últimos Austrias- puede no lhaber estado ni mucho menos tan trastornada como se ha venido creyendo." Parecidamente, estudios recientes sobre Pedro de Ciruelo, un 64 Entre los titulas mál; representativos figuran: Ida Altman, Emigrants and Sociey: Extremadura and America in the Sixteenth Centuy (Berkeley, Califomia, 1989); Jodi Bilinkoff, The Avila of Saint Teresa: Religious Reform in a Sixteenth-Cenhry Cify (Ithaca, Nueva York, 1989); Carla Rahn Philips, Ciudad Real, 1500-1750: Growth, Crisis and Readjustment in !he Spanisch Economy (Cambridge, Mass;$husetts, 1979); y David Vassberg, Landand Sociey in Golden Age Casrile (Cambridge, 1983). La periferia catalana ha resultado particularmente atractiva en vista de las numerosas diferencias entre esta parte de la península y Castilla, la región que Prescon y de hecho la mayoría de los Iiistoriadores han identificado con España. Cataluiía es el tema de James S. Amelang, Honored Citizens of Barcelona: Patrician Culture and Class Relations, 1490-1 714 (Princeton, Nueva Jersey, 1986); y Peter Sahlins, Boundaries: The Making of Frunce and Spain in !he Pyrenees (Berkeley, Califomia, 1 989Ii6 Aludo aquí a Jarnes S. Amelang, A Journal of the Plague Year: 7'he D i a y of !he Barcelona Tanner Miquel Parets, 1651 (Nueva York, 1991); Richard L. Kagan, Lucrecia's Dreams, Politics and Prophecy in Sixteenth-Centuy Spain (Berkeley, Califomia, 1990); Sarz T. Nalle, God in La Mancha: Religious Reform and the J9eople of Cuenca, 1500-1650 (Baltimore, Maryland, 1992); Carla Rahn Philipps, S k Galleons for !he King of Spain: Imperial Defense Ni [he Early Sevenfeeth Centuty (Baltimore, 1986); Richard Herr, Rural Change and Royal Finances in Spain a! the End of the Old Regime (Berkeley, 1989); y James Boyden, l%e Courtier and fhe King: Ruy Gómez de Silva, Philip II and t% Courr ofSpain (Berkeley, 1995). Helen Nader, Liberty in Absolutist Spain: The Habsburg Sale of Towns, 1516-1 750 (Baltimore, Maryland, 1991) examina las trabas que limitaban el ejercicio del poder monárquico en Castilla. Espero que la formulación de la monarquía de los Habsburgo como más limitada que absoluta quede pronto establecida como una nueva ortodoxia. 68 Betliany Aram, "Juana 'Mad's' Signature: The Problemas of Invoking Royal Authority, 1505- 250 RICHARD L. KAGAN humanista de la Universidad de Alcalá de Henares, ponen en duda la idea tradicional de que la Inquisición y la censura estatal aplastaran la innovación y vitalidad en el pensamiento español del siglo XVI.~' Mientras tanto, un investigador canadiense está transformando la corrida de toros -antes emblema de la crueldad española y, para los románticos, del pintoresquismo español- en un símbolo de la iniciativa comercial española, al documentar el modo en que los promotores de las corridas en el siglo XIX transformaron lo que había sido una fiesta popular en un espectáculo de masas, coinercializado y profesionalizado.70Pero acaso el cambio más significativo en el paradigma de Prescott tenga que ver con el estudio del papel de la religión en la historia española. De particular interés es la obra de algunos investigadores que han utilizado los documentos de los procesos de la Inquisición no, como hubiera hecho Lea, para poner de relieve la crueldad de la institución, sino más bien como una inmensa base de datos históricos cuyo material puede utilizarse para estudiar una cultura mucho más compleja y heterodoxa de lo que se había imaginado.71Además, lo que Prescott, Lea, Hamilton y otros despreciaban como el fanatismo y la superstición del catolicismo español se está convirtiendo en una fuente vital, constitutiva, que extraía su fuerza de la sociedad urbana y pro orcionaba a los campesinos rnedios de sobrellevar las dificultades de la vida diaria. Pero, pese a todos estos signos de que el paradigma está cambiando, las viejas ideas son duras de matar. Las nociones heredadas sobre el excepcionalismo español, por ejemplo, ayudan a explicar por qué tantos historiadores estadounidenses escriben y enseñan sobre la historia de Europa como si ésta efectivamente, como sugería Dumas, acabara en los Pirineos. Hábitos parecidos pueden también ser la causa de que los historiadores americanos que escriben sobre España tengan la tendencia a utilizar lo que John Elliott ha descrito como un "enfoque excesivamente 'interno"'.73 Con demaiiada frecuencia, parece, España sigue presentándose como una especie de aberración, una nación intrínsecamente diferente del resto de Europa, una Europa, en cambio, general (y erróneamente) identificada con Inglaterra o Francia. Con respecto al absolutismo, por ejemplo, un estudio reciente subrayaba justamente "la fragmentación política que se produjo en Castilla a consecuencia de la venta de los títulos de villazgo" de los Habsburgo, pero lo hacía sin referirse ni a Europa Central ni siquiera a la vecina Portugal, donde los obstáculos locales, institucionales y R 1507", articulo inédito. Ms. Aram, que hizo su tesis de licenciatura en la Universidad de Yale sobre Juana la Loca, cursa actualiiieiite estudios de doctorado en historia en la Universidad Johns Hopkins en Baltiiiiore, Marylaiid. h'J Véase I,LJ Aiin Hoiiiza, Religious Humanism, Pastoral Rejorm, and the Pen~ateuch:Pedro C'irirek's .Journeyfroni Grace lo La~v(Tesis doctoral, Universidad de Chicago, 1992). Adriaii Scliubert,At Five in the Afternoon (Oxford University Press, en prensa). " Entre la reciente avalancha de obras revisionistas sobre la Inquisición, pueden destacarse los sigiiieiites trabajos de investigadores norteamericanos: Stephen Haliczer, Inquisition and SocieS in the Kingdon of Valencia, 1478-1834 (Berkeley, California, 1990); y E. William Monter, Frontiers of Herev: The Sqynish Inquisiiionfroni /he Busque Lana5 to Sicily (Cambridge, 1990). Véase Williaiii A. Christian, Jr., Local Religion in Sixteenth-Century Spain (Princeton, Nueva Jersey, 198 1 ); y su estudio compaiiero, Apparilions in Late Medieval and Renaixxance Spain (Princeton, 198 1). Aiiibos eiiiplean un enfoque antropol6gico del catolicismo español, insistiendo en su carácter local y eii sil iiiiportancia funcioiial. Elliott, Spain andlts World, p. 69. '' corporativos al Leviatiíin del estado fueron tan importantes como en astilla.^^ Este "enfoque excesivamerite 'interno"' describe igualmente bien otras cuestiones -la discriminación hacia las mujeres y las minorías religiosas, las diferencias étnicas y lingüísticas, las rivalidades regionales- todas las cuales se siguen concibiendo corno si tuvieran sus raíces en lo que Prescott llamó el espíritu "nacional", lo que Lea describió como "rasgos" nacionales, o lo que hoy se llama "españolismo".75 De otro modo, es difícil entender por qué un nuevo y fascinante estudio de las costumbres funerarias españolas iba a atribuir, aunque fuera indirectamente, la decadencia económica de España en el siglo XVII al excesivo gasto en misas postmortern, cuya causa se achaca a una obsesión colectiva por la muerte, supuestamente viva todavía.76 Las implicaciones personales en la forma de presentar España en términos de excepción tampoco están muy claras. Pero, para muchos historiadores, y seguramente para muchos otros americanos también, España es una nación que ha sido declarada por dirigentes de los que todavía hay memoria viva, hostil al pluralismo político y religioso defendido en los Estados Unidos. España sigue siendo una especie de otro, un país identificado con la ominosa figura de Tomás de Torquemada (como en la película de Me1 Brooks de 1981, La Historia del Mundo, I Parte) y ligada, quizá inextricablemente, a Colón, a Cortés, y a los otros conquistadores a los que hoy se achaca el exterminio de las civilizaciones así como de la ecología del Nuevo Mundo, como en el libro de Kirkpatrik Sale, Conquest of Paradise (1991), y otrils publicaciones motivadas por el quinto centenario en 1992. De hecho, resulta que la mayoría de los libros y de las celebraciones relacionadas con dicho aniversario han hecho poco más que reavivar los temas de la Leyenda Negra, haciéndole pues todavía más fácil a los norteamericanos, incluso a aquellos poco imbuidos del anticlericalismo de Prescott y Lea, distanciarse tanto de España como de su historia. En parte, este distanciamiento puede atribuirse a la falta de emigración masiva desde España a los Estados Unidos, en parte a la incapacidad por parte de los norteamericanos para asociar España con otra cosa que no sea la patética figura de Don Quijote peleando con molinos de viento y con los demás elementos pintorescos de su cultura: corridas, castillos, bailarinas de flamenco y gitanos.77El racismo, tiene aquí su parte, pues pocos norteamericanos entienden la diferencia entre los españoles -llamados tradicionalmente en Hispanoamérica gachupines o peninsulares- y los liatinoamericanos que buscan la ciudadanía en los Estados Unidos. No es casualidad, pues, que un aceite de oliva español que se vende muy bien en Estados Unidos se comercialice con el nombre pretendidamente italiano de 74 Me refiero a Nader, Liberty in Absolufist Spain, que, pese a su falta de enfoque comparativo, sigue siendo LIII libro importante y sugestivo. James Amelang ha hecho csiticas parecidas de este y otros libros recientes (principalmente de autores americanos) sobre diversos aspectos de la España de princi ios de la Edad Moderna; véase Journal of Modem History 65 (junio 1993), pp. 357-374. Crow, Spain: The Root and the Flower, p. 9. 76 Tales ideas se expresan en la introducción y conclusión de Carlos M. N. Eire, From Madrid lo Purgy$oty: The Art and CraJt ofDying in Sixteenth Century Spain (Cambridge, 1995). Estos estereotipos pueden encontrarse en James Michener, Iberia (Nueva York, 1968), pero no son exclusivos de los Estado:; Unidos. Fomentados por el Ministerio de Turismo español durante los años sesenta para atraer visitantes extranjeros, pueden encontrarse tambikn en Bartolomk Bennassar, L'homme espugnol (París, 1975). 252 RICHARD L. KAGAN "Pompeian". En pocas palabras, un abismo separa las dos sociedades, reforzando la (mutua) incomprensión y la creciente tentación, por parte de los norteamericanos, de ver a los españoles bajo el prisma prescottiano. Sin embargo algo ha cambiado definitivamente desde que Prescott publicó su Ferdinand and Isabel hace 150 años. En el siglo XIX. los historiadores norteamericanos consideraban España como su opuesto. Miraban hacia su siglo XVll corno el ejemplo de todo lo que los Estados Unidos no era: atrasada, debilitada. una sociedad en decadencia. Pocos historiadores entendieron. o se preocuparon por entender, que "decadencia" era un concepto relativo más que absoluto. Aún menos compararon los logros, económicos o de otro tipo, de España con los de otras naciones que no fueran Gran Bretaña, Francia, Alemania y los Estados Unidos. Afortunadamente, este pensamiento tan rígido está quedando cada vez más atrás, y el cambio viene acompañado del entendimiento de que el poder imperial rara vez es duradero. Cada vez más popular, pues, es la opinión de que acerca del imperio español en América - c o n una vida de más de tres siglos- lo que hay que examinar son los factores que contribuyeron a su longevidad, más que a su declive. Aún así, la imagen de la decadencia española sigue siendo tentadora, y, tal como aparece en el superventas de Paul Kennedy, Rise and Fall of the Great Powers (6987), la España del siglo XVII, aunque todavía a distancia, ha adquirido un nuevo significado. El sesgo protestante de Prescoti ha desaparecido; como también las referencias al tradicional aborrecimiento del comercio por parte de los españoles. Lo que queda es el retrato de un reino mal administrado, sobrecargado de gastos militares, y a travCs de esta imagen Kennedy transforma una sociedad que Prescott había concebido como la contrafigura de los Estados Unidos en el espectro de lo que los Estados Unidos demasiado extendido podría pronto llegar a ser.78 Una última anécdota, trivial quizá, servirá para ilustrar que el tópico de la decadencia española conserva mucha de la popularidad que Prescoti describía en 1843. Hace cosa de un año, durante un reconocimiento de rutina, mi médico, al enterarse de mi interés por la historia de España, me pidió un breve resumen de las razones a las que yo atribuía el declive de la nación como gran potencia. Como historiador, traté de explicar la decadencia como un fenbmeno relativo, aludiendo brevemente al libro de Kennedy y a la crisis general del siglo XVII; incluso le pedí que considerara cuidadosamente lo que entendía por decadencia. El reconocimiento pronto estuvo terminado y mi camisa abotonada, pero mi mesurada respuesta a su pregunta había sido claramente inadecuada. La opinión de mi mBdico sobre España es seguramente distinta de la de Prescott; pero, sin decirlo abiertamente, lo que el quería era una respuesta que incluyera alguno, al menos, de los elementos que Prescott habría vinculado a la decadencia española: el ascenso de la Inquisición, la expulsión de los judios, la derrota de la Armada Invencible, las cualidades políticas de los Austrias, posiblemente incluso el propio españolismo. Las generalizaciones son peligrosas, pero el incidente parece sugerir que la historia de España posee todavía un atractivo popular mucho mayor de lo que muchas universidades e institutos norteamericanos quieren reconocer. Más aún, sirve como recordatorio de u criid 711 El est~idioque Iiace Paul Kennedy de la decadencia de Espafía puede verse en su obra, %e Rise Fa// of /he Crear Poii~ers(Nueva York, 1987), pp. 31-55. HISTORIOGRAF~A NORTEAMERICANA 253 que la identidad americana puede todavía depender de historias nacionales que se conciben y se construyen, como antítesis de la propia historia de los Estados Unidos. Traducción de Consuelo Luca de Tena