8 SÁBADO Fecha:19 DE19/09/2009 SEPTIEMBRE DEL 2009 Sección: OPINION Páginas: 8 O.J.D.: 147142 E.G.M.: 802000 La negación del Holocausto Libertad de expresión o apología del terror No hay nada como banalizar el genocidio de los judíos para concluir exculpando a los asesinos REYES Mate E l anuncio, aparecido en un periódico madrileño, de una entrevista con David Irving, presentado como «gran experto e investigador» del Holocausto judío, ha vuelto a poner sobre la mesa qué hacer con el negacionismo, es decir, con quienes niegan la existencia del genocidio del pueblo hebreo perpetrado por los nazis. Aquel horror estuvo precedido por ideas que trivializaban la muerte del judío, estimado de raza inferior, y seguido por ideas que negaban que aquello hubiera ocurrido. Sin esas ideas y sin la indiferencia de la opinión pública europea respecto de ellas, el crimen contra la humanidad, ejecutado en los campos de exterminio, no hubiera tenido lugar. Por eso suena la alarma cada vez que alguien las repite, sobre todo en lugares con gran resonancia pública. DAVID IRVING es un historiador británico en libertad condicional, tras haber cumplido dos tercios de la condena impuesta por un tribunal austriaco. ¿Delito? Afirmar, por ejemplo, que las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau fueron instaladas después del final de la guerra como atracción turística, es decir, niega el Holocausto. Irving será historiador de profesión, pero «gran» historiador o «experto» en estos asuntos no lo es. Que el Consejo de la Unión Europea aconseje a los estados miembros que consideren delito la opinión negacionista indica que estamos ante un tipo de opinión muy especial. La misma Europa que conquistó con sangre la libertad de opinión pide ahora que se persigan de- terminadas opiniones. ¿De qué opiniones estamos hablando? No de las relativas a hechos históricos porque estos son sencillamente innegables. Imaginemos que alguien negara la segunda guerra mundial o la guerra civil española. Nadie le tomaría en serio y, si se presenta como historiador, diríamos que es un farsante. No habría institución respetable que incluyera entre sus ponentes o articulistas a alguien que defendiera la tesis de que esas guerras solo han existido en las mentes de algunos novelistas o en las CABA pantallas de cine. Lo cierto es que gente como David Irving son invitados a congresos o Si nos preocupa la información solicitadas sus opinio- histórica, no deberíamos perder nes en calidad de «exni un minuto con estafadores pertos». Lo que interesa de ellos, en esos casos, intelectuales como David Irving no es el absurdo de la negación de los hechos, sino su interpretación, a saber, que de la libertad de opinión, sino en el el nazismo no fue genocida y que lo de la exaltación del crimen como ar(poco) que les ocurrió a los judíos se ma política. Ese es el convencimienlo tenían merecido. Nada como ba- to que subyace a la recomendación nalizar los hechos para concluir ex- de la Unión Europea, desoída cierculpando a los asesinos y privando tamente por el Tribunal Constitude significación a las víctimas. Esa cional de España que no lo consideestrategia interpretativa acarrea- ra delito. rá, es verdad, el descrédito entre los historiadores, pero tendrá a su fahabla de hevor el crédito de los antisemitas. El chos, en relación al Holocausto judelito no es la opinión, sino el efec- dío, hay que tener presente una dito político que se persigue con una ficultad específica que no se da en opinión absurda y que solo es toma- otros genocidios. El proyecto nazi da en serio por esa connotación po- de destrucción de los judíos se prolítica y moral, a saber, justificar el ponía no solo acabar físicamente crimen. con los judíos, sino también no dejar rastro, ni huella, para que en el razones el ne- futuro no hubiera memoria de los gacionismo no es un asunto que se hechos. Aunque el proyecto se lletenga que resolver en el negociado vó a cabo –por eso el Tribunal de CUANDO SE POR ESTAS Nürenberg sentenció que se había producido un crimen contra la humanidad–, lo cierto es que Hitler fue vencido y no pudo consumar el proyecto. No pudo borrar todas las huellas ni eliminar a todos los testigos. Por eso sabemos tanto. No todo, desde luego, porque, como decía Primo Levi, los que apuraron el cáliz del horror no volvieron para contarlo, o enmudecieron en vida como los famosos «musulmanes» de los campos de exterminio. ¿Podemos negar la angustia de los que murieron en las cámaras de gas porque no hay testigos que lo puedan contar? La derrota de Hitler nos ha permitido conocer mucho, porque en su delirio triunfalista tomaron nota de todo, pensando administrar ellos solos en el futuro el secreto de la barbarie. Pero hay un silencio de hechos que tuvieron lugar y de los que no hay memoria. Eso no puede llevar al negacionismo, sino a valorar aún más los hechos narrados por los supervivientes. ASÍ, LOS negacionistas son los únicos que viven como si el proyecto de olvido hubiera triunfado, como si Hitler no hubiera sido vencido. Son víctimas de sus propias ilusiones. Si lo que nos preocupa es la información histórica, no deberíamos perder ni un minuto con estos estafadores intelectuales. Lo preocupante es el juego que se les da y el eco que encuentran. David Irving ya vino a España, invitado por Fuerza Nueva y la librería Europa de Barcelona, conocido centro de propaganda neonazi. El eco de resonancia del neonazismo es la ultraderecha y quienes se empeñan en darles juego o son claramente antisemitas o ingenuos que no han descubierto que el problema no es la libertad de expresión, sino la apología del terror. H Filósofo e investigador del CSIC. En sede vacante ‘Aixequem una cartera’ JOSEP MARIA Fonalleras fesión ante el juez es una auténtica pieza de orfebrería (de baratija, mejor) que tiene su culminación en los párrafos finales, allí donde dice que «el principio rector» de su gestión bería de haber dicho arrepentimiento, porque la penitencia implica una pena que aún hay que estipular. Pero la perla de la carta es cuando vuelve a hablar de error para referir-