Tierras y Colombia Rural. Participantes en el Comité programático: Absalón Machado. Experto y Coordinador del Informe de Desarrollo Rural del PNUD, 2011 José Leibovich. Profesor e investigador económico, miembro de la Misión Rural Andrés Bernal Morales, Abogado, Magister en mediación de conflictos, experto en políticas públicas de desarrollo rural. Estado del Arte El campo y los campesinos colombianos están postrados. Desde 2008 el sector está estancado. Decreció en 2008 (0,2 por ciento) y 2009 (0,7 por ciento) y apenas si se recuperó en 2010 (0,2 por ciento), 2011 (2,4 por ciento) y 2012 (2,6 por ciento), impulsado por los precios del café (Fuente: Ministerio de Agricultura) Esta recuperación es muy lenta y no cambia la realidad económica, social, ambiental, cultural y política de amplios sectores rurales. A lo anterior cabe agregar el impacto del crecimiento, recae directamente sobre la estructura productiva y su relación con la seguridad alimentaria y nutricional del país. Los pequeños productores o agricultores familiares, es decir, quienes aportan más del 70% u 80% de la producción de alimentos, se dedican en una buena parte a la producción de alimentos prioritarios1, cuya área sembrada (descontando los no prioritarios) a 2013 llega escasamente a 3,5 millones de hectáreas, teniendo Colombia un potencial de 22 millones de hectáreas. Por otro lado, considerando las importaciones, encontramos que el país presenta año tras año, una balanza comercial deficitaria en alimentos prioritarios, principalmente por la gran cantidad de cereales que se importan. El coeficiente de autosuficiencia alimentaria en tal sentido según cifras del OSAN2, indica que el país depende en 10% de las importaciones para garantizar su autosuficiencia, porcentaje que se ha venido incrementando desde 2002. Según cifras del WDI del Banco Mundial, la agricultura colombiana pasó de una contribución del 25% del PIB en 1965 a un 6% en 2012. Adicionalmente, se ha presentado una caída en la productividad del sector. Según datos de Ludena (2011), entre los años 2001 y 2007 la tasa de crecimiento de la Productividad Total del Factores (PTF) del sector agrícola cayó significativamente. Las familias rurales han llevado la peor parte en este contexto. Mientras que en promedio los hogares en la ciudad tienen ingresos por $1.818.675 pesos, en el campo los hogares perciben $457.659 pesos. Por ello, la seguridad alimentaria de los hogares rurales está comprometida ante la necesidad de invertir una proporción superior al 30% del ingreso en alimentos3. 1 Los alimentos prioritarios para la seguridad alimentaria del país son: cultivos transitorios: arroz, ahuyama, arveja, brócoli, cebolla cabezona, cebolla junca, espinaca, fríjol, habichuela, tomate, zanahora, maíz, papa y trigo. Cultivos permanentes: banano, panela, guayaba, mango, mora, naranja, papaya, plátano, tomate de árbol, yuca, palma, cacao, caña de azúcar, Productores pecuarios: carne de pollo, huevo, piscicultura, carne porcina, bovina y leche bovina. Fuente FAO. Boletín 01/2014. OSAN. 2 Observatorio de Seguridad Alimentaria OSAN. FAO, MinSalud, Minagricultura. Boletín 01/2014. 3 Boletín 01/2014 citado. Desde hace 43 años no se cuenta con un Censo Agropecuario ni una actualización catastral de los predios rurales que induzca a una estructura moderna, progresista y equitativa del campo colombiano. La mayoría de los países de la OECD (el club al que aspira entrar Colombia) cuentan con Censos Agropecuarios con intervalos de entre 5 y 10 años. El sector rural no atrae inversión privada, recibe poca inversión pública y tiene un modesto crecimiento concentrado en pocos productos y regiones. Según el DANE, Mientras que en el 2002 la pobreza afectaba al 45.3 por ciento de la población urbana, en las áreas rurales afectaba al 60.9 por ciento; en el 2010 se habría reducido 12.3 puntos porcentuales en las áreas urbanas y en las áreas rurales la reducción habría sido menor, de 10.6 puntos. Solo el año pasado, el empleo agrícola cayó 5%. Los pequeños productores son alrededor de 2.2 millones de productores y de los 8 millones de personas que viven de la agricultura, el 80% percibe ingresos por debajo de un salario mínimo (José Leibovich). Los pequeños productores agropecuarios son, según Leibovich et al. (2013), el 72% de los 2,9 millones de trabajadores vinculados a la agricultura. La tierra es el principal factor de producción en las áreas rurales y sobre ella hay varios aspectos a resaltar. Sólo un 41,6 por ciento de la población rural (Ibáñez y Muñoz (2012)) tiene algún tipo de acceso a ella. Colombia es uno de los países con mayor desigualdad rural del mundo. La Encuesta de Calidad de Vida del DANE de 2010 revela que uno de cada dos campesinos con acceso a la tierra carece de título de propiedad. Esta informalidad es mayor entre la población pobre. Así como el acceso a la tierra es uno de los pendientes en materia agraria, otro tanto puede decirse de la concentración de la propiedad, de la microfundización y de la informalidad de la misma. Frente a lo primero, el IGAC ha reconocido que existe una tendencia a la concentración de la propiedad que se ha agudizado, especialmente en la costa Atlántica y occidente del país, y en especial los departamentos de Quindío, Norte de Santander y Valle del Cauca4. Por su parte el microfundización según las cifras del mismo estudio indican que el 4.2% de la tierra (parcelas menores de 5 hectáreas) está en manos de 67,6% de los propietarios, al paso que el 46,5% de la tierra (propiedades de más de 500 hectáreas) la posee el 0,4% de propietarios. En cuanto a la informalidad, según las cifras del catastro nacional y las encuestas de calidad de vida del DANE, más del 40% de los predios rurales colombianos no tienen títulos registrados que respalden con certeza la propiedad. Según datos del BID (2013), si el crecimiento agregado de Colombia, o de cualquier país latinoamericano, estuviera basado en la agricultura, este crecimiento sería 2,7 veces más efectivo en la reducción de la pobreza que un crecimiento del PIB no agropecuario, y la contribución de la agricultura al aumento de los ingresos de los más pobres sería al menos 2,5 veces mayor a la del sector no agrícola5 4 IGAC. Atlas de la distribución de la propiedad rural en Colombia. Colombia 2012. La Encuesta Longitudinal Colombiana de la Universidad de los Andes (ELCA) encuentra que para 2010 los propietarios formales reciben más créditos, invierten más en sus predios, generan mayores ingresos agrícolas y, en general, tienen una mejor calidad de vida que los propietarios informales. Por ejemplo, para 2010, sólo un 21 por ciento de los productores recibieron créditos con destino a actividades productivas. Más grave aún, sólo un 0,04 por ciento estaba cubierto por un seguro de cosecha. Según el estudio del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) del 2012, los suelos con vocación agrícola cubren un área de 22.077.625 hectáreas, pero apenas 5.315.705 están siendo cultivadas, lo cual indica un desperdicio cercano al 75 por ciento del potencial productivo del país. Lo contrario sucede en ganadería: apenas 15.192.738 hectáreas tienen vocación para ella y usamos 34.989.456, más del doble. La falta de infraestructura de transporte, vías terciarias y por ende, de conectividad en el campo, es dramática. Según el Banco Mundial, mientras que entre 2003 y 2010 Perú aumentó esa densidad de 6 a 9.7 kilómetros por cada 100 kilómetros cuadrados de tierra agrícola, Colombia la redujo de 14 a 11 (como referencia, en Estados Unidos esa densidad fue de 67 en todos esos años). Según un estudio (Reina et al. (2011), los productos clasificados como de potencial exportador6 fue sólo el 5,7% del total de las exportaciones agropecuarias del país cuando en 2011 era del 10%. En el año 2003 y bajo el pretexto de reducción del tamaño del gasto del Estado, en lugar de fortalecer el sector agropecuario se dispuso la liquidación de 4 entidades (INCORA, INAT, DRI, INPA) y la creación de una frágil y reducida institucionalidad que concentró en el actual INCODER, las competencias de las 4 instituciones liquidadas. Toda la escasa institucionalidad está cooptada y debilitada. Son cocos vacíos y coto de caza del Partido Conservador. La ausencia del Estado en la Colombia rural es la causa de la desprotección de los derechos de propiedad, de un funcionamiento deficiente del mercado de la tierra — que ha favorecido su concentración — y de un desarrollo económico precario. Posiciones críticas El proyecto de Ley de Desarrollo Rural en sus 310 artículos parte de la necesidad de desarrollar políticas de desarrollo rural con enfoque territorial, pero no toca el asunto de cómo fortalecer la institucionalidad rural tanto a nivel nacional como local para sacar adelante esa ambiciosa política, que se supone es el epicentro de una paz y posconflicto exitoso. La política agrícola debe hacerse a través de instituciones capaces de proveer bienes públicos al conjunto del sector agropecuario no a través de subsidios directos y precios de sustentación por productos. Eso es insostenible cuando el sector agrario es todavía tan grande y la pobreza tan alta. Aunque en muchos productos somos ineficientes, vamos a liderar una transición productiva sin cataclismos. La prioridad debe ser la producción de alimentos, no sólo a escala industrial que logren soportar las necesidades de mercado, sino orgánicos y de alto valor agregado productivo y social, como lo ha hecho Perú en su valle interandino. La agricultura familiar campesina tendrá la mayor prioridad, por ser más intensiva en mano de obra y tener generalmente un valor agregado nacional más alto que la agricultura empresarial. Los sistemas de tenencia con derechos bien definidos sobre la tierra son esenciales para elevar la productividad agrícola, pues sin esos derechos no existen incentivos para invertir en mejoras. Esta certeza en los títulos también se necesita para reducir la concentración de tierras. En síntesis, se busca garantizar los derechos de la ciudadanía rural. Lo mejor que les puede pasar a los pobladores rurales es el fin del conflicto. Vivir en medio de la guerra ha sido su realidad de muchos años. Así podrán alcanzar por fin su potencial productivo. Lo acordado en La Habana frente al punto agrario es una negociación de mínimos, pero no hay institucionalidad para cumplir eso. Sobre todo institucionalidad territorial con participación de la gente para que sean más las regiones las que proponen y no el estado central el que les lleva. La investigación será un eje fundamental de nuestra estrategia, para establecer el tipo de productos y variedades para cada región, las mejores prácticas para reducir costos y aumentar productividades. No es viable renegociar los TLC que se han firmado recientemente, sin antes tener una valoración objetiva de sus impactos en 5 años. Debemos buscar más bien fortalecer las cadenas productivas agrícolas. Si no se hacían los TLC se condenaba a los exportadores a quedar en desventaja porque otros países ya tenían TLC firmados. No firmaremos nuevos Tratados de Libre Comercio hasta asegurar las condiciones internas para que los productores locales sean más competitivos. No dejaremos desprotegidos a los campesinos. La política para el desarrollo campesino debe tener tres elementos: 1. Provisión de bienes públicos, fundamentalmente transporte y tecnología. 2. Otra de provisión de activos: tierra, crédito y asistencia técnica. Y 3. un gran fondo de desarrollo rural que se dedique a fomentar proyectos de desarrollo de campesino, políticas de seguridad alimentaria y nutricional, fomentado asociatividad, por cadenas productivas y con instrumentos de comercialización, como por ejemplo usar más activamente el sistema de compras públicas para proveer a entidades como ejército, hospitales, cárceles, niños y escuelas. Propuestas Proponemos la creación de un Ministerio de Bienestar Rural que se encargue de la provisión de bienes públicos al campesinado, sin excluir las necesidades y prioridades de los empresarios del campo. Los retos que impone la globalización a todos los modelos de producción, no importa su tamaño, deben permitir una natural coexistencia con reglas y objetivos claros. El principal bien público que necesita la Colombia rural son las vías terciarias y los caminos vecinales porque disparan el resto de bienes públicos y ayudan a la aglomeración. Además con inversiones en estas vías se genera empleo con mano de obra de las comunidades. Esas vías terciarias tienen que conectar los centros de producción de las comunidades con las cabeceras, centros de acopio y los mercados. A ese Ministerio podrían estar adscritos gestores de ejecución de la política de desarrollo rural integral como por ejemplo las Corporaciones Regionales de Desarrollo Rural, mixtos, público-privados. Una ruta similar se puede utilizar en la masificación de los distritos de riego y obras de drenaje por lo menos hasta duplicar las hectáreas existentes, pero no a gran escala sino apoyar la construcción de pequeña y mediana escala. Acueducto y saneamiento sería el tercer bien público que proveería esta nueva institucionalidad y el cuarto todo el conjunto de bienes sociales relacionados con salud y educación, priorizando primera infancia. Las gobernaciones serían las responsables de la Colombia rural. Necesitamos una institucionalidad territorial con participación de la gente para que sean más las regiones las que proponen y no el Estado central el que les lleva las supuestas soluciones. Unificación del catastro y del registro para la formalización de tierras, el impulso de un sistema de tributación que beneficie el uso productivo de la tierra y la modernización de los municipios predominantemente rurales. Los sistemas de información sobre propiedad de la tierra están desactualizados y son deficientes. El catastro rural debe ser actualizado y debe ser utilizado por las Oficinas de Registro e Instrumentos Públicos. Poner la casa en orden y formalizar la propiedad de la tierra será entonces un proceso largo que tomará más de una década. Es necesario pasar del esquema de subsidios a un esquema de incentivos que generen valor agregado. El instrumento central es la reconfiguración del presupuesto del Ministerio de Agricultura y lograr concertar bajo un esquema de coordinación, las prioridades de inversión rural que realizan los demás sectores, distintos al agropecuario, en el campo colombiano. La agricultura y la ganadería no deben ser las únicas alternativas para la Colombia rural. Tenemos que generar más opciones para que la gente se quede en el campo: servicios ambientales y gestión de la biodiversidad, educación, investigación científica y turismo, son negocios que pueden crear la movilidad social que nunca ha habido en el campo. Fortalecer el Programa de Transformación Productiva-PTP pero no solo con productos de orientación exportadora. el gran desafío de Colombia es que no tiene oferta exportable competitiva. ¿Qué se debe hacer?: facilitar el comercio, mejoras en aduanas y puertos; actualización de medidas sanitarias y fitosanitarias; aplicación de normas técnicas acordes con las globales; y facilitar la expedición de visas, entre otras. Apoyaremos a los productores nacionales para superar las barreras que imponen medidas sanitarias y fitosanitarias de otros países y para que puedan cumplir con las condiciones de calidad y las normas técnicas. Tenemos que asegurar que los 70 productos hortofrutícolas que tienen admisibilidad en Estados Unidos efectivamente puedan ser exportados a ese país. También hay que agilizar los cronogramas y las acciones para que la carne bovina colombiana entre a ese mercado. Al Incoder hay que liquidarlo porque no ejecuta ninguna de las tareas encomendadas. Su prioridad debe ser la política de tierras y la asistencia técnica; así como el acompañamiento en restaurar los patrimonios y no las tierras específicas pérdidas por el desplazamiento y el conflicto. Daremos prioridad a controlar el contrabando de productos agropecuarios como el arroz, la leche y el ganado. ya que ingresan en forma ilegal con la complicidad de algunas autoridades. Referencias bibliográficas y fuentes programáticas: PNUD, Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, Colombia Rural, razones para el esperanza. Juan José Perfetti, Alvaro Balcázar, Antonio Hernández y José Leibovich (2013). Políticas para el Desarrollo de la Agricultura en Colombia. Fedesarrollo, SAC. Salomón Kalmanovitz. Enrique López Enciso (2006). La agricultura colombiana en el siglo XX. Fondo de Cultura Económica, Banco de la República, Bogotá. Varios Autores (2013). Reflexiones sobre la ruralidad y el territorio en Colombia. Problemáticas y rtos actuales. Comisión de Seguimiento a la Política Sobre Dessplazamiento Forzado, Reino de los Países Bajos, Cooperación Alemana, GIZ, Universidad Pontificia Javeriana, Crece, Oxfam, Bogotá. Varios autores (2012). Propuestas, visiones y análisis sobre la política de desarrollo rural en Colombia. Oxfam, CRECE, Bogotá. Primer Informe Conjunto de la Mesa de Conversaciones entre el Gobierno de la República de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejercito del Pueblo, FARCEP. La Habana, 21 de junio de 2013.