Así asesinaron a dos víctimas de 'falsos positivos'; cabo que participó en los homicidios confesó 19-0 En agosto del año pasado el personero de Soacha, Fernando Escobar, denunció la desaparición de un grupo de jóvenes. La Fiscalía ató cabos y descubrió que los muchachos terminaron víctimas de falsos positivos. EL TIEMPO revela el expediente que llevó a primeras órdenes de captura por la desaparición de varios jóvenes, entre ellos los que se llevaron de Soacha. A las 11 de la noche del 6 de diciembre del 2007, un camión NPR se estacionó a un lado de la vía entre Ocaña y Ábrego (Norte de Santander). De él descendió una patrulla militar que en pocos minutos tenía instalado un retén. Rato después al lugar llegaron dos hombres en una moto. Al parrillero, Camilo Andrés Valencia, de 25 años, le quedaban seis horas y media de vida. Esa historia la contó uno de los responsables del asesinato del muchacho: el cabo primero Norberto Conrado, un suboficial del Batallón Santander que, ante las evidencias en su contra, se decidió a colaborar con la Fiscalía en la investigación por el escándalo de los falsos positivos. Por la muerte de Camilo Andrés -uno de los muchachos reclutados en Soacha y asesinados a las pocas horas de su llegada a Norte de Santander- y de otro joven que venía de Venezuela, la Fiscalía ordenó esta semana la captura del subteniente Luis Francisco Ríos García. Pero la investigación apunta a que todos los miembros del pelotón Boyacá 22, incluyendo al testigo, participaron en el asesinato de los dos jóvenes, que fueron presentados como bajas en combate con el Eln y los 'paras'. Las dos víctimas, Camilo Andrés y Daniel Suárez Martínez, fueron enganchados por Víctor Manuel López Manosalva, quien el 21 de noviembre del año pasado confesó en la Fiscalía que los entregó a un grupo de militares encabezados por Ríos. "Por esos manes me dieron una chichigua, como cien mil pesos. Eso fue en diciembre del 2007", confesó el reclutador. Cuando la Fiscalía le preguntó a López Manosalva qué ocurría con los muchachos que él conseguía y entregaba a militares, respondió: "Obvio que iban a estar muertos, porque a mí no me iban a pagar por llevarlos nada más". El cabo Conrado dijo que normalmente los militares recibían a las víctimas en la noche y al amanecer del día siguiente, cuando el pelotón se había desplegado como si estuviera en un operativo real, las mataban. "Descansaron y al día siguiente el teniente, por radio, dio la orden de proceder (...) En ese instante los soldados dispararon", se lee en el expediente sobre la muerte de Suárez Martínez, quien había pasado varias horas con sus victimarios. Engañaron a familiares Los fiscales de Derechos Humanos documentaron paso a paso la macabra estrategia que usaban los militares involucrados en estos crímenes. Aunque la Fiscalía solo se ha pronunciado de fondo sobre los dos muchachos, tiene claro que las víctimas pasan de la docena. En noviembre, en medio de la histórica purga por el escándalo de los falsos positivos, el Gobierno ordenó la salida del coronel que comandaba el Batallón Santander y de un oficial encargado del almacén militar. Lo que señala la investigación es que los comandantes, por lo menos, no tomaron las precauciones para verificar cómo el Grupo Especial Boyacá 22 estaba consiguiendo sus 'positivos'. Sus firmas avalaron todos los informes que dio el jefe de esa unidad, el subteniente Ríos. En el caso de Daniel, que llevaba 10 años viviendo en Venezuela y llegó a Ocaña para una cita con su ex esposa, el Batallón Santander incluso le negó a la familia que hubiera alguna baja en combate. Una de las hermanas del muchacho fue a buscarlo, pues alguien le dijo que lo había visto en las noticias. Cuando llegó al Santander, dos días después de la muerte, llevaba una foto de Daniel. "Preguntan por él y la respuesta fue que no estaba en las instalaciones y que tampoco le habían dado muerte, pues en esos días no se habían presentado combates (...) Incluso los llevaron hasta donde el comandante y a los calabozos", dice la Fiscalía. Pero Daniel estaba en la morgue de Ocaña y los militares lo sabían. Aún no está clara la forma cómo fue reclutado en Soacha Camilo Andrés Valencia. Nueve meses antes de su muerte se fue de su casa en Calarcá (Quindío), a probar suerte. La última vez que su familia supo de él fue en junio de ese año, cuando llamó a su mamá a decirle que estaba viviendo en Soacha. En ese municipio de Cundinamarca fue contactado por personas que en este momento son buscadas por las autoridades y viajó en flota hacia Norte de Santander. El 6 de diciembre estaba en Ocaña para su cita con la muerte. El cadáver de Camilo Andrés Valencia fue sepultado como N.N. en una fosa común dos días después. El caso fue reportado como un combate entre el Ejército con integrantes de nuevas bandas criminales que estaban extorsionando en esa región del país. Camilo, dice la Fiscalía, tenía planeado volver a su casa para fin de año. "Los propósitos no podían cumplirse porque en el mismo Batallón Santander, el comandante de la guarnición ya había planeado otro desplazamiento con el mismo pelotón Boyacá (...), supuestamente a verificar otra información". Camilo y Daniel fueron entregados por Manosalva y por un militar retirado, Fabio Sanjuán, quien fue asesinado. Pero no fueron los únicos. López Manosalva dice que ellos fueron su 'primera entrega'. Casi medio año después del escándalo, la Fiscalía considera que los militares de los 'falsos positivos' son responsables de homicidio agravado, desaparición forzada, falsedad en documento público y concierto para delinquir. También asegura que desde el primer momento los militares alteraron la escena de las muertes para reforzar su versión y que intentaron engañar a la justicia. Por eso todos los del Grupo Boyacá, hasta que Conrado decidió hablar, sostenían la misma versión. El subteniente Ríos, incluso, contactó a una mujer que fue a la Fiscalía a decir que Daniel era guerrillero. La testigo era falsa. La conclusión de los fiscales es contundente: "Civiles y militares concertaban un lugar para recibir a la víctima como si se tratase de un objeto comercial (...) El objetivo era dar muerte a hombres que cometieron el error de creer en un trabajo que no era otro que servir de víctima dentro de su supuesto combate". Un año de incertidumbre por la suerte de Camilo Durante más de un año, la familia de Camilo Andrés Valencia no supo nada de su paradero. La incertidumbre terminó el 31 de octubre pasado, cuando la Fiscalía le dijo a la mamá que el muchacho apareció muerto en Ocaña y que el Ejército lo reportó como guerrillero dado de baja en combate. En junio del 2007, Camilo llamó por última vez a su casa en el barrio Caldas, en Calarcá (Quindío). Desde ese momento no supieron de él. Cuando finalmente se destapó el escándalo de los jóvenes de Soacha muertos en los llamados falsos positivos, entre los 11 nombres no estaba el de Camilo Andrés. Con la información de la Fiscalía, una tía del joven fue hasta la Personería de Soacha y pidió que su caso se uniera al expediente. La petición fue atendida y ahora los asesinatos de Camilo y de Daniel Suárez llevan a las primeras capturas por uno de los mayores escándalos de los últimos tiempos. REDACCIÓN JUSTICIA