VILLALOBOS, Sergio, La economz`a de un

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de su propio territorio pmque se tenía acceso a una notable variedad de climas y
cultivos en las cercanías. Esta constatación, si bien no invalida ninguno de los
postulados de Murra, viene a mtliorar nuestro conocimiento sobre los diversos
mecanismos económicos en el mundo andino.
Acompafia al texto, como Apéndice, la transcripción de tres documentos
que contienen profusa infonnación sobre la calidad de la tierra y los habitantes
de pueblos andinos. Se trata de tres cuadernos de la visita de La Gasea (1549)
que se refieren a los curacazgos de Maranga y Huaura y al señorío de Canta. De
otro lado, María Rostworowski de Diez Canseco anuncia, según lo indicado en la
Introducción, haber hallado el expediente de la tasa general de la visita
lagasquiana, documento fundamental para los estudiosos del siglo XVI que
esperamos ver publicado pronto. En conclusión, Señoríos indígenas de Lima y
Canta representa una importante contribución al estudio del mundo andino por
su investigación de un ámbito regional específico. Nos debe servir para una
interpretación mejor fundamentada de la estructura del Tawantinsuyu y de la
totalidad de lo andino, un análisis que no se debe perder de vista, si bien
reconocemos en él una amplia gama de matices, según las regiones.
Teodoro Hampe M.
VILLALOBOS, Sergio, La economz'a de un desierto. Tarapacá durante la
Colonia. Ediciones Nueva Universidad, Santiago de Chile, 1979; 278 págs.
Bajo el título de La econom{a de un desierto, Sergio Villalobos ha
publicado un conjunto de estudios en tomo a Tarapacá, compuesto de ocho
capítulos de extensión irregular, que abarca el amplio espectro de problemas
vinculados al estudio de largo alcance de una región colonial
La presentación dei aspecto geográfico -tema del primer capítul<r- resulta
excesivamente apretada en comparación al tratamiento de los demás temas. No
obstante, se puede destacar la distinción entre la costa y su cordillera, la pampa,
la quebrada y los páramos del altiplano. El segundo capítulo esta dedicado a la
presentación de las encomiendas de la región en el siglo XVI: básicamente
aquellas que originariamente fueron posesión de Lucas Martínez Vegazo y Pedro
Pizarro. Como en el caso del aspecto geográfico, el estudio de las encomiendas
iniciales -capítulo segund<r- no deja de tener cierto tono de "introducción
forzada'' y ciertamente ajena al interés principal de Villalobos y marginal al
contenido sustancial del aporte de éste al conocimiento histórico de la región.
Así, Villalobos ha repetido errores ajenos en la transcripción de la cédula de
encomienda de Martínez Vegazo, al mismo tiempo que ha establecido una
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identificación injustificada entre los alcances de la encomienda de aquél
conquistador con las dimensiones de la encomienda misma de Tarapacá, Los
indios tríbutarios de Carumas, Arica, llo, Guaypar Yuminas, formaban parte de
la encomienda de Martínez Vegazo, pero no de la "encomienda de Tarapacá",
hecho que no se destaca en el libro y genera confusión, Los cuadros de población
y tnbutos -tomados de la visita toledana- ofrecen la ilustración cuántica de una
realidad socml mayor, de la cual los indígenas de Tarapacá constituían un
subconjunto importante, La decadencia de las encomiendas y una pertinente
distinción entre la ley y la 1ealidad cierran la presentación del XVI tarapaqueño,
El tercer capitulo del libro de Villalobos -enriquecido por el apoyo de una
mayor documentación- se ocupa del rég¡men de pensiones de indios durante el
XVII y XVIII. Este régimen sucedtó al de encomtendas y se apoyó en la
percepción de la renta por personajes extiaños a la reg¡ón, a través del aparato
administrativo oficial encargado de la recaudación El cobro del tributo se hizo
indrrectamente, mediante el aniendo de aquél derecho Los arrendatarios no se
limitaban a cobrar. obligaban a los naturales a trab¡yar para ellos en la extracción
de guano y en la pesca. Pensionario y arrendatario fueron térmmos comunes en
aquellos siglos y desplazaron al encomendero, Villalobos ofrece mfotmación de
pnmer 01den sobre la distribución de pensiones durante el pectodo, Partícula
rmente rica, una visita general hecha entre 1753 y 1756 perm1.te a Villalobos
ofrecer una configuración estadística de la región, en base a tres aspectos· el
volumen demográfico, el rendimiento del tributo y su distribución,
Fueron pens10nanos personajes de la alta nobleza europea que jamás
estuvieron por Tarapacá, y el desuno de los fondos de las penswnes estaba
onentado básicamente al exterior, La presentación del régimen de pensiones
como una sucesión al de encomiendas es sugeren•e, aunque la claridad se vea
lastimada por un uso indistinto de pensionado y encomendado cuando se alude
-pot ejemplo- al Marqués de Lara pensionado/encomendero de la región.
El capítulo cuarto está dedicado a la pesca y la extracción de guano
Apoyado en regístros de fragatas y relaciOnes de viajeros, Villalobos ofrece una
apretada visión de ambas actividades, a comienzos del XVII y mediados del
XVIII, Como la pesca, la extracción de guano carecía de una situación jurídica
clara
El autor se ocupa en el quinto capítulo del esfuerzo agrícola. En términos
generales, la agricultura en Tarapacá era considerada deficitaria y la demanda
generada por la fluctuación del movimiento minero obligó a traer alimentos de
otros lugares. Dos elementos fueron detetminantes en esta condición la
discontinuidad en la posesión de la tierra y la falta de agua. Apoyado en
expedientes de sucesión, V illalobos expone la gradual conversión de tierras
comunales en particulares y el carácter disperso de la tenencia de tierra, tanto las
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posesiones de índios cuanto las de españoles< La lucha por la tierra y el agua en el
siglo XVIII es reseñada a partir de los esfuerzos de Antonio O'Brien por
rehabilitar la agricultura de la pampa del Tamarugal con aguas de las lagunas de
Lirirna, de los conflictos entre los índígenas de Tarapacá y los de Carangas
por la posesión de ricos pastizales altiplánicos y, por último, a partir de las
disputas entre los índígenas de Pica y Atacama, por la posesión de tierras de
Quillagua, aledañas al río Loa.
Contínúa su estudio sobre la agricultura de la región ocupándose de las
características del riego y las diferentes técnicas de cultivo utilizadas, para
termínar con una localización geográfica y jerarquía de los principales cultivos.
El capítulo sexto está dedicado al estudio de la riqueza minera en la
región. Villalobos empieza señalando la coíncidencia de la reactivación de
Huantajaya de 1718 y 1746 con el íncremento del c001ercio en la costa del
Pacífico sur y una consecuente íntensificación de la demanda de metales
preciosos. Minería de hallazgo, la actividad minera de Tarapacá experimentó
notorios altibajos que la tomaron muy ínestable. Iniciada su explotación en el
siglo XVI con el sistema de bolsones, las minas de Huantajaya pasaron a
explotarse nuevamente en el XVIT, esta vez con el sistema de veta fija.
Presenta el autor los detalles y entretelones de este proceso, anotando la
localización de las estacas y los mapas correspondientes. Especial atención
merecen las posesiones míneras de dos familias bastante representativas de la
riqueza minera de Tarapacá en el XVII: los Loayza y los de la Fuente. La
documentación del virrey Amat pennite apreciar la importancia que dentro del
virreínato peruano adquirió la mínería de Tarapacá, a comienzos de la década de
1760. Asimismo es visible el grado de misterio que envolvía a la actividad mnera.
Ambos aspectos determínaron el nombramiento de unjuez visitador: Antonio
O'Obrien. La propia visita impulsó la mínería de la región y desencadenó el
descubrimiento y concesión de nuevas vetas.
Son de particular ínterés las páginas que Villalobos dedica a las posesiones
de don Basilio de la Fuente, magnate minero de la época. Sus sucesores,
afmcados en Arequipa, enfrentaron la decadencia de Huantajaya, aunque
interrumpida por fugaces resurgimientos. Ambos aspectos son observados por
Villalobos con detenimiento. Hacia 1795, había en Huantajaya nueve minas en
explotación y otras tantas abandonadas.
El capítulo dedicado a la riqueza mínera se cierra con la presentación de
yacimientos ubicados en las fonnaciones montañosas de los Andes y en la costa
de Tarapacá< En ambos casos Villalobos alcanza -gracias al aporte documental
del Archivo Judicial de lquique y el Archivo Notarial de Tarapacá- un grado
notable de precisión y detalle<
La organización económica y técnica ocupa el capítulo sétimo del libro
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que reseñamos, El continuo riesgo a que estaba sujeta la actividad minera obligó
a la constitución de sociedades, El caso de Basilio de la Fuente -visto con
anterioridad pero presentado integra1mente en esta ocasión- pennite ilustrar en
detalle la organización económica de un empresario acaudalado,
Apoyado en los protocolos notariales el autor reconstruye parte de la red de
operaciones mercantiles y contractuales que tuvieron lugar a propósito de la
minería. La habilitación o avío -esa fonna rudimentaria del crédito-, así como
las condiciones paupérrimas en que se efectuaba las faenas mineras destacan en la
exposición del autor, quien se detiene en la presentación de los costos de los
viajes efectuaios a las minas llevando aguas y alimentos, así como en las cuentas
de una mina, en un período de cuatro meses.
En el aspecto técnico destacan los molinos y buitrones. Se presenta las
diversas fonnas de moler el metal y su amalgama con el azogue. Villalobos cita
en este punto una descripción del proceso técnico hecha por Francisco Javier
Echeverría -autor de una Memoria de la Santa Iglesia de Arequipa-, testimonio
en el que apoya parte significativa de las afinnaciones del libro. Luego de la
amalgama se procedía a lavar el mineral y recuperar el azogue. Villalobos cierra
este capítulo con la revisión de algunos inventarios de azoguerías.
El último capítulo del libro está dedicalo al estudio de los sistemas de
trabajo. En un principio la fonna común era el el trabajo remunerado y
libremente convenilo. Se presenta aquí una serie de cláusulas de contratos de
mineros y administradores, así como la diversa nomenclatura con que se aludía
-según el trabajo específico- a los trabajadores de las minas, mecanismos de
endeudamiento por los cuales se retenía a los trabajadores, y algunos conflictos
laborales.
El uso libre de desmontes -conocilo en la región como pallaqueo- dió
lugar a una tercera fonnade trabajo, intelllledia entre el peón que reconoce a un
patrón y el que trabaja con libertad. La escasez de mano de obra -que el
resurgimiento de Huantajaya hizo evidente- obligó a la organización de una mita
tardía en Tarapacá. La implantación del sistema de trabajo obligatorio estuvo
ligada -como observa Villalobos detenidamente- a las gestiones e intereses del
magnate de la Fuente. Villalobos transcribe ampliamente los alegatos de los
curacas oponiéndose a la mita y las respuestas del acaudalado minero: un
contrapunto judicial de primerísimo valor.
Aprovechando documentación de la Caja Real de Arica, Villalobos
presenta un cuadro demográfico de la región, correspondiente a 1757, que revela
-comparado con las cifras de 1688 de la visita del Duque de laPalata- un
aumento demográfico en la población nativa. Villalobos reseña a continuación
diversas opiniones sobre la situación indígena, emitidas por observadores
europeos. El capítulo se complementa con la revisión de algunas deudas de
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indios, tomadas de libros de cuentas de difuntos notables y la reseña de un
expediente judicial seguido contra un indígena comprometido en la rebelión de
Túpac Amaru. Cierran el tema la presentación de un elocuente caso de abuso
cometido contra los imígenas y una apretada resefia sobre la esclavitud negra.
Ellibro de V illalobos se complementa con un útil diccionario de voces de uso
corriente en Tarapacá en el sigloXVIll y una iconografía de 24láminas bastante
bien escogidas.
Es evidente que lo sustancial del aporte de este libro se encuentra en el
siglo XVIIT -Y aquí debemos recordar un libro anterior del autor El comercio y
la crisis colonial, Un mito de la independencia {Ediciones de la U niven;idad de
Chile, Santiago 1968}- y que dentro de este arco temporal se puede encontrar
una visión bastante integral -no importa que algunas páginas puedan parecer
excesivamente descriptivas- de la actividad marítima, agrícola y minera de
Tarapacá, así como de los sistemas de trabajo de la época. Resulta importante
que Villalobos se haya esmerado en presentar una visión que cubriese un arco
temporal más amplio: desde la conquista hasta comienzos del XIX. Este tipo de
empresas señalan un camino -- el de los estudios integrales de carácter regionalque la historiografía de los países andinos debe transitar cada vez más. La
pertinencia del propósito no libra al estudio de Villalobos de ciertos vacíos en lo
que toca a los siglos XVI y XVII. Por lo general, el siglo XVII suele ser una
noche, en lo que a documentación se refiere. No hemos tenido oporturúdad de
revisar los archivos notariales de Tarapacá y Arica, el judicial de lquque o los
libros de las Cajas Reales de Arica, pero creemos que la relativa ausencia del
XVII, también en el estudio de Villalobos se debe -fundamentalmente- a la
falta de fuentes, o a la dificuhad teórico práctica que supone el manejo de una
documentación tan árida, que otros archivos contienen para la época.
El siglo XVI se encuentra explícitamente tratado en el estudio regional de
Villalobos, aunque el uso mayoritario de fuentes secundarias -no siempre las
mejores- lo inducen a propiciar algunas confusiones, especialmente en la
identidad geográfica de lo que fue la encomienda de Tarapacá. Por otra parte, en
archivos de Arequipa y Lima -también en el Archivo General de Indias, cuya
mención en el libro es bastante aislada- se encuentra abundante documentación
sobre los primeros encomemeros de la región. El estudio de Lucas Martínez
Vegazo -principal encomendero de la zona- puede enriquecerse notablemente a
la luz de estos testimonios, especialmente en lo concerniente a la organización
del trabajo de las minas de Huantajaya durante el siglo XVI. La incorporación de
este material documental al estudio habría otorgado mayor homogeneidad al
tratamiento de los diferentes siglos que cubre, y también habrían pennitido al
autor efectuar una excelente comparación entre la minería del XVI y la del
XVIII.
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Queremos saludar la publicación de este importante estudio regional hecho
por Sergio Villalobos, señalando una última cuestión: ninguna historia regional
puede hacerse al margen de la naturaleza de la condición colonial, de la
articulación de la región dentro del marco nacional e internacional. Parece ser un
nefasto designio de la historiografía colonial de los paises andinos, que quienes
privilegien el aspecto interno "olviden" el externo y viceversa (aunque la oora ano
terior de Villalobos demuestra un amplio conocimiento de la relación comercial y
la situación exterior, éste no es tan claro en La econom(a de un desierto),
También lo es, el que el trabajo del historiador -en las condiciones más o menos
comunes a todos los paises de la región- sea muchas veces una tarea que es
preciso emprender cuesta arnba, contra viento y marea. Estudios como el de
Villalobos constituyen un estímulo para persistir en la búsqueda de un
conocimiento real sobre un pasado colonial que, a fuerza de mitificaciones y
vilipendios, suele diluirse en el inconsciente de nuestros pueblos,
Efraín Trelles
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