10 DE FEBRERO DE 2013 ECO DE LA PALABRA Convertidos a la ortodoxia: Sascha P., Galina G., Slawa D. Como siempre ocurre “lo semejante llama a lo semejante”. Esto sirve para lo bueno y para lo malo. La experiencia de conversión que vivió Tatiana Góricheva creó en torno suyo un círculo de intelectuales buscadores de la verdad, que más o menos compartían su misma inquietud y aspiraban a compartir también sus mismos logros. El resultado fue la creación de una especie de “seminario” permanente de diálogo e investigación sobre la búsqueda personal de la fe y de la experiencia religiosa cristiana. Naturalmente, practicado en la clandestinidad. Ella misma confiesa haber sido detenida más de una vez, presionada y amenazada por esa causa. Al ser un grupo abierto y de diálogo libre, en él se podía detectar la presencia de espías de la KGB, que informaban puntualmente a la autoridad de todo lo que allí se hablaba. Ella misma nos refiere algunas breves historias de conversión. Sascha P. reunía dos cualidades raras en una misma persona: un gran matemático y un poeta reconocido. A los veinte años lee y se entusiasma con Nietzsche y Freud. Pero tres años después empieza una caída en el deterioro personal: bebida, abandono y desinterés. “No sólo yo, dirá Tatiana, sino muchos de entre nosotros recordamos sus largas horas en el velador de un café en silencio y con la mirada fija en el vacío”. Cristo se le aproximó en un marco tantas veces extraño a la fe, sobre todo en una sociedad culturalmente marxista: en una institución psiquiátrica. Allí conoció a cristianos. Lo que descubrió en ellos fue la fuerza del misterio cristiano para recuperar al hombre. No tardó en pedir el bautismo. Se zambulló apasionadamente en las cartas de San Pablo y se dedicó a reunir a grupos de jóvenes con quienes las leía y las comentaba. Galina G., acabados los cursos de la formación escolar “llegó a persuadirse de que las personas realmente libres y creativas vivían fuera de las estructuras y de los roles sociales”. La búsqueda de esta libertad le llevó a optar por una vida bohemia. Eligió todo “lo alternativo”, buscando la sensación de libertad absoluta, sea en el amor, en el pensamiento, en la actuación. Una existencia caótica, que acabó en un intento de suicidio. Como Tatiana, la práctica del yoga significó un primer paso de superación: abandono de la bebida, alimentación vegetariana, autocontrol… y “contemplación orgullosa del ‘sucio’ mundo que le rodeaba”. Siguiendo una recomendación del yoga, entró en un templo cristiano “para sentir las energías divinas”. La oportunidad de incorporarse a un coro femenino de la Iglesia y la recitación de las oraciones más profundas, sirvió para que descubriera que el hinduismo y el yoga son “como un jardín de infancia” (podríamos decir nosotros “como un invernadero”): la fe cristiana, que incorpora la Cruz como vía de plenitud de amor, es cercana y realista, camino de libertad y felicidad concreta. Slawa D. era un sociólogo de prestigio internacional. Pero, como ocurre tantas veces, cuando alguien está inmerso en compromisos impuestos y sometido a la esclavitud de “lo políticamente correcto”, llevaba una doble vida. Una cosa era lo que decía en público, aunque fuera en nombre de la ciencia, y otra lo que de noche, en la clandestinidad y entre amigos, confesaba. En un momento dado comprendió que aquello no funcionaba. La invasión de Checoslovaquia, ocasionó que pusiera el carnet del partido sobre la mesa. Perdió trabajo y amigos, mientras acumulaba odio a todo y a todos. Fue su esposa, mujer callada y tímida, quien le abrió los ojos a la fe. Un día le confesó a Tatiana: “Veo lo hermoso que es el rostro de la persona humana cuando reza”. Quienes conscientemente estamos del lado de acá de la fe, no sabemos cuáles son los caminos que sigue Cristo para llegar a las personas. Casi siempre nos equivocamos. † Agustí Cortés Soriano Obispo de Sant Feliu de Llobregat