Atenea · Número 29 H I S T O R I A Desde hace casi siete siglos, baterías españolas han artillado nuestro litoral. Ahora ninguna pieza fija lo defiende por Carlos J. Medina Ávila La artilleria de costa en Espana Una historia aún no escrita A FOTO: archivo del autor 80 Obús de hierro sunchado Ordóñez, de 305 mm, excelente producto nacional, haciendo fuego en Tenerife hacia 1930. Los sirvientes llevan el ceñidor blanco, característico de la Artillería española. Los actuales riesgos y la participación de España en el sistema de seguridad compartida han sido, principalmente, responsables del troceo de sus cañones. Sólo el Regimiento de Artillería de Costa nº 4 defiende hoy el Estrecho de Gibraltar. Una de las primeras actuaciones de la artillería de costa en nuestra historia ocurrió en 1381, en la guerra entre Enrique II de Castilla y Fernando I de Portugal, cuando en Lisboa los portugueses dispararon sus “tiros y truenos” contra la flota castellana. El creciente empleo de bombardas y falconetes en los navíos hizo necesario dotar a las fortalezas y ciudades costeras de artillería para su defensa. En el siglo XVI, la posibilidad de construir buques de dimensiones considerables y artillarlos en bandas y cubiertas con numerosas piezas de diversos calibres, hizo progresar la artillería naval aumentando su amenaza. Por ello, la artillería se extendió por las costas de la Monarquía Hispánica para defenderse de ingleses, franceses, corsarios y piratas, desarrollándose materiales y municiones específicos para luchar contra objetivos navales. Se dotó a las baterías costeras de hornillos para calentar las balas al ‘rojo cereza’ y provocar incendios en las cubiertas y explosiones en las santabárbaras, y de ‘balas enramadas’ y palanquetas con las que desarbolar sus palos y velas. Luis Collado agrupaba en 1592 a morteros, trabucos y bombardas de hierro en los materiales que tenían como misión “quebrantar y echar a fondo las naves y galeras enemigas”. Felipe II potenció el artillado de los enclaves costeros en la península, archipiélagos y ultramar, dotándolos de piezas de gran calibre, de a 24 y de a 30 libras –que equivaldrían, salvando las distancias conceptuales, a una pieza actual de 155 mm-, poniendo especial énfasis en las zonas más amenazadas: las costas ferrolanas, los territorios africanos y los principales puertos del Caribe. Se iniciaron los refuerzos en 1558 pero, a causa de su elevado coste, no se harían efectivos hasta entrado el siglo XVII. La Corona asumió directamente el control y los costes de la transformación de las plazas fuertes americanas, y también envió artilleros profesionales. El programa daría como resultado importantes fortalezas como las de La Habana, el Morro de Puerto Rico, Cartagena de Indias, San Juan de Ulúa o San Carlos en Panzacola, todas ellas en las costas orientales, y el fuerte de San Diego, en Acapulco, en la peor atendida costa del Pacífico, a donde llegaba el Galeón de Manila. El auge de la construcción naval y las tensiones internacionales del siglo XVIII hicieron necesarias nuevas e importantes mejoras en las defensas de nuestros puertos y bases navales. La artillería española sufrió grandes reformas estructurales, primero con Felipe V y luego con Carlos III, 81 00 Atenea Disparo de una pieza de 15,24 cm de la batería de El Buje, Cádiz, en mayo de 1995 y en presencia del Rey. Abajo, cañón ‘de a 24’ con cureña especial para las piezas de plaza y costa, según la obra de Julio César Firrufino publicada en 1642. LÁMINA: ARCHIVO DEL AUTOR FOTO: ARCHIVO DEL AUTOR Número 29 · que en 1762 asignó a diversos batallones el servicio de las baterías de plaza y costa de Baleares, Melilla, Ceuta, Peñón de Alhucemas, Galicia y Orán; se potenció la defensa de las Canarias, y en Ultramar se crearon seis compañías fijas y varias más de artilleros veteranos, de milicias y sueltas. CLAROSCUROS EN EL siglo XIX En el periodo decimonónico hubo cambios radicales. La Guerra de la Independencia y las crisis políticas afectaron a la Hacienda y sacudieron con dureza al Ejército. Por otra parte, la construcción naval evolucionó rápidamente y aparecieron los buques blindados y con caño- vocabulario àProyectil “al rojo cereza” · El de hierro calentado en hornillo hasta alcanzar ese color. àBala enramada · Proyectil compuesto por dos o más balas esféricas o medias balas, unidas por cadenas. àPalanqueta · Proyectil formado por dos balas esféricas o semiesféricas de hierro, unidas por una barra del mismo metal. àDesarbolar · Quebrar los mástiles y cortar los aparejos de un buque para inmovilizarlo. àSantabárbara · Almacén de pólvora. Atenea · Número 29 H I S T O R I A nes de tiro rápido, que dejaron ineficaces los cañones y obuses costeros, cuya renovación se vio condicionada por las fuertes inversiones que demandaba. Sucesivas adaptaciones orgánicas partirían de la Artillería a Pie para originar los batallones de plaza de Barcelona, Cádiz, Ceuta, Ferrol, Cartagena, Santander, Mahón, Canarias, Puerto Rico, Cuba o Filipinas, germen, a su vez, de los regimientos de costa del siglo XX. Aunque el bronce seguiría usándose hasta principios de la siguiente centuria, a partir de la segunda mitad del XIX, la introducción del acero y las numerosas innovaciones tecnológicas, provocaron una auténtica revolución. En los emblemáticos establecimientos fabriles del Arma de Artillería se ensayaron materiales de las casas Krupp y Armstrong y también excelentes proyectos nacionales, dando inicio así a dos décadas de gran desarrollo de la industria artillera en España. En este contexto, la artillería de costa recibió un gran impulso: la posibilidad de una gran guerra en el Mediterráneo, como secuela del conflicto de Oriente, aumentaría el deseo de modernizar las defensas costeras. Se adquirieron para ello piezas Armstrong de gran calibre, y después Krupp al no dar aquellas los resultados esperados. Los Krupp formaron el núcleo de mayor potencia de la artillería de costa y fueron complementados por magníficos sistemas de armas nacionales. La ingente tarea del artillado de la costa se perfeccionó en 1897 con una normativa que proporcionaba mayor peso al Cuerpo de Artillería. LÁMINA: ARCHIVO DEL AUTOR Otro excelente producto nacional: el cañón Barrios, de hierro, de 280 mm, uno de los primeros modernos, según la obra de Juan Govantes. GRANDES ÉXITOS DE LA ARTILLERÍA DE COSTA àLa colosal derrota del almirante británico Vernon ante Cartagena de Indias defendida por Blas de Lezo entre marzo y mayo de 1741. àEl 25 de julio de 1797 ante Santa Cruz de Tenerife la flota inglesa fue derrotada. Un proyectil disparado por el cañón Tigre arrancó un brazo al almirante Nelson. FOTO: MATAPARDA 82 El cañón Tigre se custodia en el Museo del Castillo de San Cristóbal de Santa Cruz de Tenerife. LA GUERRA DE CUBA La guerra hispano-americana provocó el refuerzo de piezas en algunos puertos al esperarse ataques de buques americanos. Cuba, Puerto Rico y Filipinas se defendie- ron con baterías dotadas en su mayoría con materiales anticuados que, a pesar del heroísmo de sus sirvientes, poco pudieron contra los modernos buques estadounidenses. Perdida la guerra, y con ella el temor a ser bombardeados, se abandonaron los trabajos en las defensas del litoral español; los batallones de plaza se transformaron en comandancias en 1904, de las que doce correspondían a puertos y bases navales o compartían, como las de Ceuta y Melilla, las defensas terrestre y marítima. La Ley de Bases de 1918 crearía tres comandancias ya específicas de artillería de costa para defender las bases de la Armada en Ferrol, Cartagena y Cádiz. A pesar del enfrentamiento del general Primo de Rivera con los artilleros -que provocó las disoluciones de 1926 y 1929-, emergió la artillería de costa moderna en España, por su concepción, organización y materiales que incorporaría, nacionales y adquiridos en el exterior. En 1926 se pondría en marcha el Plan de Artillado del Frente Marítimo de las Bases Navales de Ferrol-Coruña, Cartagena y Mahón, el programa más trascendente de la historia, que contemplaba la instalación de cañones Vickers de 381/45 –la pieza de mayor calibre del Ejército y de la Armada- y Vickers de 152,4/50, algunos de los cuales, ochenta años después permanecían en perfecto uso. Poco después, en la reforma del ejército de 1929 nacieron los Regimientos de Artillería de Costa (RACTA). GUERRA civil Y POSGUERRA Las defensas artilleras de las bases navales españolas tuvieron su máximo uso en la guerra civil de 1936 a 1939, fundamentalmente con efectos disuasorios. El Ferrol quedó en el bando nacional y su artillería de costa intervino solo en un par de ocasiones; con sus piezas se artillaron otros puntos del litoral y buques de la flota nacional. Mahón y Cartagena quedaron en el bando republicano, siendo esta última la que mayor participación tuvo en la contienda. Con motivo de la Segunda Guerra Mundial se redistribuyeron los materiales existentes, sobre todo en ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, y se aumentó el número de regimientos de costa, que llegarían a doce en 1947, junto con una agrupación y un grupo independientes. En 1960, la reforma Barroso transformó los RACTA en regimientos mixtos, al recibir piezas antiaéreas susceptibles de ser empleadas contra unidades navales rápidas y de desembarco. Cinco años después, el ministro del Ejército, Menéndez Tolosa, incluyó las unidades de costa en las Fuerzas de Defensa Operativa del Territorio y se creó la Brigada de Artillería del Estrecho. ta en sus correspondientes regimientos mixtos. Tras las reducciones de los planes META, RETO y NORTE, a mediados de 2006 quedaban como únicas unidades de costa los citados regimientos del Estrecho y un grupo de costa en Ceuta. Otra reorganización en diciembre de 2008 suprimió el MACTAE, quedando un único regimiento de costa, el RACTA 4, que pasó a depender del Mando de Artillería de Campaña, compuesto por una Plana Mayor de Mando, un Centro de Operaciones de Artillería de Costa y un solo Grupo Móvil de Cañones, que cuenta con una Batería de Plana Mayor, una de Servicios, una de Información y Localización de Objetivos, y tres baterías de cañones remolcados 155/52 APU SBT-1 a seis piezas cada una. Las últimas piezas fijas, supervivientes desde 1926, que habían integrado hasta entonces el GACTA II/4 y el GACTA I/5 –cañones 381/45 y 152,4/50 Vickers, emplazados en las baterías A6 Paloma Alta, D8 Punta Camorro, A5 Paloma Baja, A4 Las reorganizaciones realizadas desde los años ochenta del siglo XX fueron suprimiendo los regimientos de costa. El artillado costero dejó de ser prioritario y un número importante de piezas fueron quedando obsoletas o precisaron importantes modernizaciones para continuar activas, como los cañones 381/45 y 152,4/50 Vickers, y 305/50 Armstrong, procedentes de 1926. Se incorporaron modernas direcciones de tiro, como la SDT-Philips-9KA-410, y se proyectó adquirir misiles MM40 Exocet –que tanta fama alcanzaron en la Guerra de las Malvinas-, así como cañones móviles, sistemas de mando, control y comunicaciones, aunque parte de estos proyectos nunca se llevarían a cabo por falta de presupuesto. En 1980, a partir de la Brigada de Artillería del Estrecho se creó el Mando de Artillería de Costa del estrecho (MACTAE), con los RACTA 4 y 5, situados en Cádiz y Algeciras respectivamente, continuando el resto de las baterías y grupos de cos- el mayor cañón de costa La pieza más potente fue la Vickers de 381/45. à381 es el calibre, o diámetro, en milímetros à45 es la longitud del cañón tomando el calibre como unidad; esto es, más de 17 metros de tubo àSu proyectil Longitud: 1,52 metros Carga explosiva: 76,2 kg de TNT Peso: 885 kg Velocidad inicial:762 m/seg Alcance máximo: 42 km FOTO: GDELS ADIÓS A LOS MATERIALES FIJOS Atenea FOTO: JOSÉ LUIS DE LA MATA Número 29 · Punta Camarinal y D15 Punta Acebuche, habían efectuado su último tiro el 24 y el 25 de septiembre de ese mismo año, acabando así la historia de unos materiales que nacieron casi en los mismos orígenes de la artillería. n Obuses de 155/52 destinados actualmente a la defensa de las costas. 83 00