¿Vivimos en una democracia? Sobre el papel, vivimos en una democracia representativa, pero también es cierto que la democracia actual tiene poco que ver con la primera idea de democracia que surgió en Grecia. Una democracia representativa es aquella en la que el pueblo elige a sus representantes y estos son fieles a los ciudadanos intentando lograr un Estado óptimo de acuerdo con los ideales de la mayoría. Uno de los problemas de la democracia actual es que no cumple esos requisitos sino que los gobernantes miran por su propio interés ejerciendo el poder a su gusto en vez de ser meros representantes del pueblo. Está claro que el estado en el que vivimos hay una democracia en el sentido de que elegimos a nuestros representantes, votándolos, y el que recibe la mayoría gobierna. En España votamos cada cuatro años y a la hora de votar, los partidos políticos hacen una campaña en la que nos proponen unos proyectos para el Estado y si nos parecen correctos les votamos. Sin embargo, nuestro sistema tiene varios problemas: el Parlamento que sale elegido, con el gobierno correspondiente, no suele realizar la mayoría de sus promesas electorales. Al haberles votado nos sentimos entonces ignorados hasta que vuelven a pedir nuestro voto. No estamos realmente representados porque no representan a la auténtica mayoría de la población. Un grave problema añadido al anterior es la poca participación del pueblo durante esos cuatro años. No digo que haya que votar cada menos tiempo porque los proyectos son difíciles de llevar a cabo, sino que hubiera una mayor participación en la que pudiésemos opinar acerca de las medidas que se toman. Por otro lado, nos encontramos con un sistema bipartidista en el que cuando votamos a uno y no cumplen lo que deberían, votamos al otro. Cuando estos fallan, volvemos a votar al primero y así continuamente. De este problema quizás tengamos la culpa nosotros porque las personas, sobre todo las más mayores están acostumbradas a ello. Una de las cosas que yo personalmente no entiendo es que si se supone que nosotros gobernamos y nuestros representantes deben buscar nuestro bien, cuando protestamos por algo que no nos gusta y pedimos que no se lleve a cabo, como todos los recortes en educación y sanidad, se nos ignora completamente y se sigue haciendo lo que a nuestros representantes quieren. Queda demostrado que no podemos llamarles representantes porque no lo son. Quizás la respuesta a mi duda sea que es lo que a ellos les conviene aunque también tiene mucho que ver la presión que ejercen los poderes que no elegimos, como el financiero, el judicial o la Iglesia, que, aunque no nos demos cuenta, poseen demasiado poder, tanto que disminuye el del pueblo. Concluyendo, solo me queda decir que las cosas no se pueden cambiar de un día para otro y que el sistema de gobierno que ahora tenemos en España probablemente cambie cuando los jóvenes veamos cercano el pésimo futuro al que vamos encaminados y nos indignemos pidiendo una democracia real en la que podamos opinar sobre las cosas que nos suceden porque ahora mismo cuando vamos a votar no parece que elijamos a nuestros representantes sino a quienes queremos obedecer.