[13] —De que las selvas de nuestra América abundan en remedio para todas las enfermedades que en nuestro suelo se producen, lo dicen a voces la lógica de la naturaleza, en lo que las fuerzas de construcción están siempre al lado de las fuerzas de destrucción, y la suma ya cuantiosa de tesoros botánicos que debe a la tierra americana la farmacopea. Ni a quien ha andado entre indios, queda duda de que ellos son dueños de muchos secretos que la grave ciencia heredada de Europa persigue aún en vano. Tonatiyacapan es el nombre de un medicamento mexicano con que un indio compasivo salvó a una hija mimada de la fortuna, dotada por las hadas, cantada por los poetas y regalada por los reyes, a la arpista española Esmeralda Cervantes, del vómito negro. Y como el indio fue tan generoso que reveló a Esmeralda Cervantes su secreto, la arpista lo ha popularizado en Buenos Aires y Uruguay, donde los Consejos de Higiene proclaman oficialmente las maravillas del tonatiyacapan. —Es una maravilla la nueva casa del general Grant en Nueva York. Aún no está lista para ser ocupada por sus moradores; pero ya los periódicos describen algunas de las joyas de arte que van a hermosear el rico palacio. Tan cargado de regalos vino el general Grant de su viaje al rededor del mundo, y tal inclinación tenía él a recibirlos, que no ha sido necesario comprar un solo objeto para adornar el primer piso del palacio. En las ochenta cajas de espléndidos presentes que recogió el general en su peregrinación, han hallado los decoradores cuanto para ornamentar el piso, y esmaltar de curiosidades valiosas el resto de la casa, les era necesario. No habrá en las salas, ni en el cuarto de recibir, dos muebles iguales. En vez de los comunes juegos de la sala, incómodos y monótonos, las ricas habitaciones estarán llenas de sillas distintas de formas caprichosas, de divanes de terciopelo bordados de oro, de sillones de armadura de ébano con incrustaciones de marfil, vestidos de tapices de los Gobelinos, y de brocados hechos a mano. Las colgaduras orientales y las alfombras persas fueron elaboradas para el Presidente, como obsequio; y se celebra grandemente el cortinaje de cachemira que adornará el tocador de la esposa de Grant. De mosaico, y de incrustaciones Boule, son las mesas, y los estantes de las paredes; los marcos de los espejos son obras de arte, talladas con gran habilidad a cortaplumas por los diestros obreros de Suecia. En mérito con los cuadros que adornan el palacio, luchan los marcos que los encierran. Por todas partes hay estatuas, jarrones y esas raras menudencias que cubren hoy todas las paredes y rincones de las casas norteamericanas: ídolos, trompetas, armas, platos de bronce, cascos, vasijas. En el cuarto de vestir del general Grant, hay una pequeña casa de plata, de cinco pisos: tiene tres pies de alto; es una caja de perfumes, regalada a Grant en China. Raros pájaros y grandes flores esmaltan las paredes del palacio, tras de cuyas ventanas y balcones se conservan, en cajoncillos de plata labrada, embriagadores aromas. Sobresalen entre los adornos dos grandes colmillos de elefante, recuerdo de la India, rematados con molduras de oro, de finísimo trabajo. Otra, y no la menos, de las novedades de la casa, es un gran tapiz japonés, que ocupa una de las paredes del que pudiera llamarse cuarto de estar, y se llama entre los ingleses sitting room. Representa el tapiz una partida de caza: sobre el fondo, de rica seda crema, resaltan con grande objeto, y con color y expresión de vida, las figuras y el follaje, bordados en seda de variados y vivos colores. Agita ya al mundo elegante de Nueva York la extraordinaria fiesta con que se anuncia que inaugurará el general Grant sus nuevos salones. —El profesor Calandrelli, que enseña Filología clásica en la Universidad de Buenos Aires, ha terminado, y trabaja por publicar, un Diccionario filológico comparado de la lengua castellana. El plan del libro es vasto: el autor ha ido a buscar la etimología de cada palabra a su raíz sánscrita: la estudia en sus fuentes conocidas, y examina sus relaciones con las lenguas indoeuropeas, de que es conocedor eximio. Aumenta el mérito del libro la clasificación científica de los animales y las plantas que le acompañan, y una valiosa sección de sinónimos. Los que han visto este libro colosal, comparan el trabajo de Calandrelli con los de Webster, que halló y fijó los cimientos de la lengua inglesa, y Littré, cuyo diccionario admirable es un verdadero código de la lengua francesa. Alguno va hasta creer que el profesor Calandrelli ha hecho más en sus pesquisas en los orígenes del castellano, que Noah Webster y Littré en sus respectivas lenguas. El libro contendrá las raíces de cada palabra en los signos usuales de las lenguas madres: parece que el profesor Calandrelli es una autoridad en lingüística. Se elogia mucho su cabal conocimiento del sánscrito, esta lengua opulenta y formidable. El sánscrito pintoresco, abundante, rico, enérgico, fue digno de ser hablado por los primeros hombres.—Gran lástima sería que semejante trabajo quedase oscurecido. La Opinión Nacional. Caracas, 18 de noviembre de 1881 [Mf. en CEM]