ISSN 1668 4737 Archivos Departamento de Antropología Cultural VI - 2008 CIAFIC ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural de la Asociación Argentina de Cultura Archivos, Vol. VI - 2008 ISSN 1668 4737 Directora: Dra Ruth Corcuera Miembros del Consejo Editorial: Dr. Eduardo Crivelli - Universidad de Buenos Aires, Argentina Dr. John Palmer - Brookes University, Oxford, Inglaterra Dr. Tadashi Yanai - Universidad de Tenri, Nara, Japón Dra. María Cristina Dasso - Universidad de Buenos Aires, Argentina Archivos es la publicación periódica del Departamento de Antropología Cultural del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural (CIAFIC), que por este medio busca servir a la tarea del conocimiento y la reflexión sobre las culturas. Con esta finalidad, tiene como cometido difundir las investigaciones del Departamento, publicar colaboraciones que versen sobre antropología cultural y rescatar trabajos cuyo valor se considera meritorio para la disciplina. 8 2010 CIAFIC Ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural Asociación Argentina de Cultura CONICET Federico Lacroze 2100 - (1426) Buenos Aires www.ciafic.edu.ar e-mail: ciafic@fibertel.com.ar Dirección: Lila Blanca Archideo Impreso en Argentina Printed in Argentina Aplicaciones del estudio etnológico a proyectos multidisciplinarios de investigación en salud María Cristina Dasso CIAFIC Asociación Argentina de Cultura LOS TEMAS DE SALUD, ENFERMEDAD Y CURA Dada la naturaleza del proyecto de salud descripto, resulta ineludible profundizar en la dinámica que ha ocurrido en lo relativo a las nociones de salud y enfermedad. PRESENTACION El desarrollo de las nociones que atañen a la salud, enfermedad y recuperación del individuo entre los wichi revela una interesante progresión que incorpora y desecha elementos foráneos, hasta hacer efectiva la apropiación de aquellos que resultan conformes con la cosmovisión wichi. Hay dos aspectos de interés que se concentran en el impacto que ha provocado el contacto con los grupos no indígenas en sus comunidades: a) en primer lugar, en las primeras décadas del siglo XX, el sobrecogedor cambio sanitario que afectó a los wichi que recién se incorporaban a la tarea agrícola de la zafra (cosecha de caña de azúcar): las epidemias de gripe, disentería, sarampión, más el agravamiento de algunas enfermedades conocidas, todas reforzadas por el hacinamiento de los campamentos, conjugados en la resultante mortalidad que sufrían (Niklison, J.E. 1917:70). b) en segundo lugar, los motivos que ellos aducen como centrales en semejante crisis, los cuales podrían sintetizarse en la alteración de hábitos alimentarios en estrecha relación con el ámbito silvestre, modificación de patrones de vinculación social restricta a contadas bandas [1], alteración por la intromisión del blanco con sus poderes (medicinas, conocimientos e instrumentos médicos o de enfermería) para enfermar y -como clara constatación de esta afirmación- curar los males que produce. 73 ACERCA DE LA NOCION DE SALUD Y ENFERMEDAD El estado de salud del wichi se debe comprender, en primer lugar, como la condición esencial para ser auténticamente humano. El bienestar wichi alude a la adecuada relación de dominio que el hesek, su principio anímico o alma, guarda con respecto al cuerpo. La potencia del primero guía y encauza al cuerpo en sus acciones; cuando falta esta relación, se advierte en el sinsentido y la desviación de la conducta humana. El hesek se localiza normalmente dentro del corazón, desde donde anima voluntad, pensamiento, sentimientos, entre otros. Pero en ocasiones puede encontrarse fuera del cuerpo por un corto lapso -como ocurre al soñar-. Si se prolonga la externacion , el individuo se encuentra en un estado anómalo que corresponde a lo que denominamos enfermedad. La sola sospecha de estar enfermándose hace que la persona experimente temor por este estado y consulte al medico o shaman. En la cosmovisión wichi, la enfermedad es consecuencia de una intención negativa (humana o no) que se dirige sobre la persona, sea porque ha transgredido alguna regla, sea porque alguien quiere hacerle daño. A veces son episodios causados por gente común , otras por individuos con cierto poder (como los shamanes), pero a veces se debe directamente a la acción de seres no humanos, invisibles y poderosos que atacan y asustan al wichi, lo que provoca la consiguiente “pérdida” -temporaria o permanentedel hesek o alma. Este ultimo caso se basa en que cuando el alma se ausenta del cuerpo, éste puede eventualmente ser invadido por una entidad ahot (un ser invisible contrario a la naturaleza humana) o por objetos que aquél introduce en su interior. El afectado (o el shaman encargado de curarlo) reconoce su estado en numerosas y diversas manifestaciones que abarcan desde estados anímicos hasta síntomas físicos concretos. La forma generalizada en que la enfermedad se adueña del individuo es una circunstancia que se puede curar con cierta sencillez, pero la más grave forma la constituye la posesión. Así, un in74 dividuo puede ser poseso por determinada entidad ahot cuya identidad se devela en el comportamiento que expresa este individuo atacado, denominado ahot-lanek. Con su conducta remeda la del ser que lo ataca, y su voz, sus ataques, entre otras cosas dan la pauta del ahot responsable que ha adueñado del paciente. En ocasiones esta situación es umbral de una experiencia iniciática para volverse shaman. Los procesos de curación develan parte de estos sentidos. El hayawe o shaman puede restaurar el estado de salud en el paciente debido a que cuenta con espíritus auxiliares, towehey, para realizar la curación. Dichos espíritus se le revelan en ocasión de su iniciación, le indican los cantos (Metraux (1944:12) se refiere más bien a las danzas) con los que ha de llamarlos, la parafernalia a emplear y le acompañan con su poder en virtud de un “pacto” (Dasso, 1994). El pacto se establece en el mismo contacto con entidades ahot de su iniciación, y éstos le auxiliarán ya sea para dominar a otro ahot que ha atacado al individuo -volviéndolo enfermo- y obligarlo a retirarse, sea para subsanar ellos mismos el daño que causan en los demás. Lo mismo acontece en ocasión de sanar la enfermedad que se produce por el daño que provocan otros shamanes. Debido a su capacidad de acceder a las diversas dimensiones del cosmos, el hayawue puede “ver” en sus vuelos shamanicos cuales son las enfermedades se aproximan a su gente, y su accionar preventivo es reconocido como de gran importancia. La noción de enfermedad entre los wichi abarca un amplio listado de fenómenos que sólo parcialmente encontrarían su lugar en el tratamiento médico oficial. Los primeros contactos con los médicos blancos fue también un fenómeno complejo EL CONTACTO CON LA MEDICINA DE LOS BLANCOS Los wichi se refieren a los tiempos en que no había blancos, como una época de fortaleza y vigor de los hombres y mujeres, practicando la vida de sus grupos movilizándose entre campamentos de un territorio definido. 75 El equilibrio nutricional de las bandas recolectoras wichi, alterado luego de la instalación de otros en sus terrenos y el cercenamiento de su libertad de movimiento, se plantea en la despectiva consideración del “frangollo” que los indígenas se acostumbraron a consumir a diario: comidas baratas y abundantes en carbohidratos, accesibles económicamente en tiempos en los cuales la realización frecuente de tareas asalariadas restaba ocasiones de recolección, caza y pesca que resultaban de mayor riqueza proteica. Su dieta resultaba suficiente para ritmos de actividades diversos de los que comenzaron a llevarse adelante con su incorporación como mano de obra agrícola, forestal o de construcción. Los nuevos ritmos laborales, sumados a las deficiencias alimentarias fruto del cambio de hábitos, imposibilidades materiales de llevar a cabo las actividades de subsistencia tradicional o de mejorar las condiciones de vida cambiadas, colaborarían en el deterioro sanitario de la población aborigen. Todo ello parecía preparar el terreno para el ingreso de las “pestes” del blanco, es decir, enfermedades desconocidas en su entidad o en su virulencia, que se contagiaban de los nuevos residentes en su tierra. El enfrentamiento con nuevas enfermedades que se propagaban velozmente comenzaba ya antes de establecerse en los campamentos de trabajo. La congregación de numerosos aborígenes en condiciones insalubres fue ocasión para que las enfermedades se transmitieran, y su carencia de anticuerpos para ciertas patologías amplificaba la vulnerable condición nativa. Muchas de las afirmaciones de los wichi respecto de su antiguo estado de salud permiten deducir no tanto la ausencia de enfermedades, sino cierto equilibrio en el control de las mismas. Es oportuno subrayar que, en este sentido, la vida seminómada evitaba el contacto con aguas y tierras densamente contaminadas, asi como la dispersión en bandas reducidas poblacionalmente y relativamente alejadas unas de otras debía tender a limitar los radios de acción del contagio. Los propios hábitos de los individuos, usos alimentarios y desgaste calórico más adecuados, ritmos de embarazos y crianza prolongados que mantenía a las poblaciones 76 relativamente estables y ajustadas a su medio, permitian acaso que ciertas patologías se manifestaran como endemias, en un estado crónico relativamente tolerable (Dasso, 1997). Cuando las bandas wichi comenzaron a estar afectadas en medio de este panorama desolador de enfermedades, los misioneros que comenzaban a contactarse con ellos representaron un valioso recurso, pues traian consigo medicinas que lograban aliviarles las pestes. Entonces el misionero, un foráneo, aparece esgrimiendo el poder curativo de su Dios. Hubo una percepción de esta cualidad en el poder del Dios cristiano, que se tradujo en la capacidad de sanar aquello que el shaman no podía. El soporte curativo de la práctica misional no solo abriría las posibilidades de conversión sino que era además plenamente coincidente con la idea wichi que vincula un poder metafísico a la capacidad curativa. La evidencia del poder de Dios parece haber dado lugar a la prédica posterior, que revelaba nuevos y desconocidos aspectos para los conversos [ii] . Entre ellos, la idea de que los towehey eran espíritus engañadores, lo cual deterioraba -tras los hechos relatados más arriba- la imagen poderosa del shaman, confidente en un pacto con seres traicioneros y, más aun, ahora permanentemente negativos, diabólicos enemigos del Dios al que adherían muchos de los wichi. Hasta hoy, parte de esa gesta metafísica se dirime en el ámbito de la enfermedad. Particularmente, la llegada de misioneros alimentó su cosmovisión con nuevos enfoques vinculantes de la salud y la religiosidad. Más aun, cuando se difundieron los cultos de sanidad de la Alabanza entre los wichí, la situación se reforzaría nuevamente. Ese vínculo representó un giro notable respecto de la primera etapa del contacto con la religión cristiana. Especialmente en el seno de las misiones anglicanas, entre algunos misioneros posteriores surge la iniciativa, siempre vinculando religión y sanidad, de la realización de cultos de oración centrados en el fenómeno de la recepción del don que Dios envía: en términos 77 wichí se trataría de la reinauguración del contacto del hombre con la figura sagrada, donde la intermediación del pastor sería prescindible. Esta posibilidad de acceso directo a Dios a través de la recepción de un carisma, o a partir de la experiencia de la posesión del Espíritu Santo durante el culto, pusieron efectivamente en manos wichí nuevos modos de curación que en un camino conforme a la modalidad tradicional, era otorgada por un espíritu (o un fantasma ahot) y cumplimentaba un pacto contraído tiempo atrás en la instancia de la conversión. Amanecía de esta manera, la posibilidad de recuperar parte de la fuerza vital, la kahnaiah que parecía haberse perdido en los tiempos de debilidad y epidemias. El acceso a la fuente de poder divina es individual y reviste características -como ya se dijo- muy parecidas a la elección del shamán, sólo que su grado de generalidad es mayor. Es decir, Dios, Jesús, o el Espíritu Santo se ponen en contacto con el candidato por la vía del sueño o la enfermedad, cediéndole el poder de comunicarse con aquellos seres, que lo auxiliarán para desempeñarse otorgando la sanidad, sea imponiendo las manos, “jurándose” a Dios o hablando en lenguas, pero siempre mediante el recurso de la oración, instrumento del mandato contra lo demoníaco. Décadas más tarde, la presencia sanitaria nacional comenzó a hacerse constante. Al arribar, supuso no sólo un cambio de las relaciones entre gente wichi, no wichi y la salud, sino que afrontaría una cierta experiencia e interpretación de los fenómenos de salud y enfermedad que ya habían sido vividos. En ese panorama de cambios y apropiaciones también persiste el shamanismo y prácticas vinculadas, como la bendición del muerto que deja o lega poder para sus descendientes. Este es el fenómeno de lewit’ale que consiste en que una persona al borde de la muerte “bendiga” -también puede maldecir- a un individuo al que hace depositario de su intención. Esta intención es capaz de concretarse en la vida del receptor como su destino, sea de curar, de tener abundantes bienes, etc. 78 Por este medio podrá advertirse que un gran número de personas tiene acceso a alguna forma de poder que protege su humanidad. Hasta hoy se encuentran en Misión Nueva Pompeya diversos especialistas que curan con modalidades mesuradas en el contexto del templo anglicano de alguno de los parajes. Tambien hay curaciones en el contexto de las confesiones evangelistas. Los wichí católicos, anglicanos y de otras confesiones cristianas, sin embargo, a lo largo de treinta años han contado sistemáticamente entre sus parientes a los hayawé o shamanes y solían solicitarlos y enorgullecerse de sus capacidades. El panorama actual es ambiguo, pues el shamanismo parece encontrarse en retirada. En especial, los cultos pentecostales (acusados por su aspecto shamanico) son los mayores enemigos de los rituales shamanicos y hay mucha narrativa referida a los casos de la lucha entre unos y otros. LA MEDICINA UNIVERSITARIA En este panorama la nación y las provincias incorporan al médico universitario oficial, no vinculado a los misioneros, cuyo radio de acción ha estado acotado a ciertas dolencias que se relacionaban con los criollos y los foraneos, pues los wichi han sostenido que las transmiten o provocan sus semejantes del pueblo. Del medico se han aceptado sin dificultad sus medicinas; inclusive le derivan pacientes los curadores que manipulan modalidades en parte shamánicas y en parte cristianas, pero se resistió largo tiempo y se rechazaron las cuestiones en las que verdaderamente se lo considera vinculado con una esfera temible. El asunto de penetrar en el cuerpo mediante técnicas invasivas que forman parte del equipo curativo que se encuentra en el hospital, mas allá del dispensario local, (característicamente, inyecciones, canalizaciones, empleo de sondas, episiotomía en el parto, cesáreas), y el fenómeno de quedar internado, aislado, en un ámbito extraño son situaciones que han provocado un profundo temor y hasta hoy se resisten todo lo posible. 79 Es decir que el médico universitario es aceptado en sus aspectos útiles, aun si son percibidos con cierta inocuidad. Esto es diferente de señalar que el medico es inocuo. Se puede constatar que los wichí respetan y aun adoptan explicativamente muchas figuras médicas cuando refieren la práctica shamánica (“ver como radiografía”, “analizar” la sangre, “hacer estudios”) pero, ello no obstante, el esfuerzo wichi parece concentrarse en no admitir un tipo de ingerencia mayor. En los contextos locales se le cree y se acude al medico si es acreedor de confianza; pero quedar en manos del médico en un ámbito mayor lleva a percibir -consistentemente con su sistema de creencia- que el poder de la cura hospitalaria enferma y enajena, hasta el punto de provocar la huida o evasión de pacientes hospitalarios en la primera oportunidad. PRESENCIA ACTUAL DE LA MEDICINA OCCIDENTAL ENTRE LOS WICHI Cuando el trabajo médico se separó de los aspectos religiosos, se compensó corriéndose al cristianismo wichi que ya describimos, plenos de recepción de dones y carismas de sanidad en el culto. Concurrentemente, la medicina que proporciona el médico universitario ofrece diferentes ángulos para el análisis. Por un lado se suele separar al médico personalmente, de las instituciones en las que el trabaja, en las cuales el paciente puede padecer su estado de enfermedad. El hospital y la interacción que suscita son sufridos cuando se trata de internarse, ya que es una situación que, más que apuntar a su curación, le agobia y sumerge en un ámbito que vive con profunda asimetría (porque se le vuelve notorio su deficiente castellano, su pobreza, etc., todos ellos nucleados en su condición de “paisano”. Por cierto, cada nueva generación pierde un poco de desconfianza, pero cualquier fenómeno dudoso que se origine en su seno ha de provocar nuevas resistencias y suma elementos que fortalecen el rechazo. 80 Tambien hay otras cuestiones, como la expresión de dolor, de temor, de estar enfermo que es muy caracterizada por la cultura, y son indicadores poco confiables cuando hay inexperiencia médica en estos campos interculturales. De igual modo, cuestiones de trato que son calificadas de modo muy distinto desde una y otra perspectiva -desde una madre wichi que se aflige si su bebe llora en la consulta (y siente vivamente ese malestar), hasta cierto disgusto si toman a su hijo sin solicitarlo adecuadamente- son vividas como una exposición o una pena que puede aliviársele para cumplir adecuadamente la tarea de salud. Hay otras dificultades, pues es complejo detectar el carácter del “síntoma” en la conciencia wichi (Dasso, 1998a y 1998b) que explica aspectos naturalmente relacionados con la conciencia cultural de la enfermedad junto con formas incorporadas de la medicina nacional: asi una persona puede decir que tiene Gripe (un personaje que lo enferma que posee un nombre castellano) y sus síntomas son, por ejemplo, fiebre y dolor de muelas. Pero también la persona puede diagnosticar que sufre al mismo tiempo por Reumatismo -que entró al cuerpo junto con Gripe y genera los mismos efectos. Cuando las dificultades se van allanando, se acepta recurrir al médico hospitalario cuando se trata de las circunstancias en que el médico es considerado persona confiable y un especialista al que se consulta por el conocimiento y posesión de fármacos útiles. Ello no obstante, hay otras dificultades de hecho, como que entre los aborígenes el remedio que se toma tradicionalmente tiene sabor amargo –indicio de su poder- y los medicamentos industrializados son dulzones o insípidos, sabores que difícilmente convenzan al paciente respecto de su poder curativo. De hecho, aún en la amplia gama de hierbas, tomada de los criollos y empleada con diversos fines terapéuticos, se destacan los sabores fuertes y desagradables. Notablemente, los papeles y estudios impresos -incluidas las radiografías- tienen una relevancia material capaz de leerse en clave 81 shamánica merced a relaciones semánticas que apuntan a explicar que los auxiliares shamánicos son “remedios”, o que la receta que el médico da es similar a la constancia material (por ejemplo, mostrando el bicho u objeto que se extrajo del enfermo) que indica que el proceso de curación ha terminado efectivamente. Esta afirmación abre ámbitos que son propios para esta atención médica. Por una parte, la frecuente carencia de remedios -en el hospital o el dispensario- puede atentar seriamente contra la eficacia de la institución, a la vez que “no tener remedios” es un enunciado que fácilmente sintetiza y concluye que “no pueden curar”. La percepción del tratamiento es un tema ambiguo: si bien en el ámbito de la medicina nativa se dan los casos de varias curaciones orientadas a una sola enfermedad o “ataque”, la noción de salud gradualmente recuperada es –por otra parte- difícil de entender allí donde el individuo está sano o enfermo por un estado que define la presencia ahot o de sus objetos en el interior de la persona. A la vez, la presencia del médico deja ver algunos aspectos que se prestan a la comparación. Con el shamán wichi, el médico universitario tiene en común el poder sobre un espacio (el hospital, decidir internar en él a una persona) y el uso de parafernalia curativa, una capacidad de “ver” -el uno en trance, el otro en imágenes ininteligibles como electrocardiogramas, ecografías, radiografías, etc. A ambos se le critica negativamente el tema del pago, lakaha, sea para adquirir remedios, realizarse estudios o satisfacer las demandas de los auxiliares shamánicos. Aun hoy la atención es gratuita, pero eventuales costos de materiales, remedios y transporte mas la inescrupulosidad que con frecuencia aparece exigiendo pago donde no existe en la cadena sanitaria, suelen constituirse en obstáculos firmes que justifican el rechazo. 82 Sin embargo, en su amplitud y conciencia de poder, el hayawue o shamán se encuentra, en general, mas allá de los demás individuos que curan, a todos los cuales tiende a desmerecer: “Porque al hayawu parece que no le gusta el doctor. Parece que ellos nomás quieren hacer el trabajo, no quieren que el doctor los ayude (...). Entre ellos están tranquilos, siempre juntos están, en contacto con cualquier hayawu. Puede que se conozcan o no se conozcan, pero apenas se ven, ya dicen: “bueno, Ud. es uno de nosotros”, siempre están en su grupo, con doctor no” [especialista husey-wo de Misión Chaqueña] En el tema de la salud, la medicina universitaria ha ofrecido un repertorio de elementos que apoyan un accionar paralelo o similar al shamánico, fortaleciendo o permitiendo cuanto menos la persistencia de las nociones tradicionales relativas a la enfermedad. Pero la operatoria del shamán abarca un universo mayor, que es el cosmos wichi. En él la terapéutica médica universitaria opera en sectores acotados donde se reconoce conveniente su recurso. Pues la medicina involucra de suyo un poder, pero este poder es diferente según la movilización de recursos que supone. Así, paradojalmente, frente al dispensario poblado por los wichi -que hemos visto décadas atrás que solicitaban remedios que, a lo sumo, son “golosinas”- el hospital es resistido. En la actualidad, los dispensarios que hemos visto en los parajes que rodean a Mision Nueva Pompeya suelen estar cerrados. En el caso de la salud y la terapia que hemos visto entre los wichi, se advierte que cuando aquellas quedan aisladas de los aspectos religiosos y rituales originalmente asociados con el shamanismo y aun con la aparición de los misioneros, se produce una alteración: en el caso de la medicina occidental, hemos visto que se desempeña como un aditivo aceptable para la cura verdadera, o como otro remedio concreto que agregar porque tal vez sea eficaz. La constatación más completa de su eficacia reside en la cura o el alivio de la dolencia, en la continuidad de la atención y en la clara explicación de los procedimientos que se realizan. 83 SINTESIS Hay una percepción de debilitamiento de salud de los Wichi a partir del contacto con el blanco. Pueden hallarse sus probables causas en la sedentarizacion, la adopción de nuevos trabajos y esfuerzos, y en cambios en la dieta por la relativa suspensión de las actividades de subsistencia tradicionales. Hay tres motivos que los wichi suelen indicar en este contexto: El cambio alimentario, la convivencia estrecha con otras bandas que nos eran de su confianza, y la llegada de blancos. La conversión cristiana inicial amortiguó las ocasiones de contacto directo del wichi con lo ahot cuyo contacto directo podía enfermarlo. Pero cierta apatía, tristeza e indiferencia apreciadas por misioneros e investigadores de esta etnia (Metraux, A. 1967: IV, 174) tal vez nos remiten a la imposibilidad de adquirir o ejercitar el poder en curaciones que al individuo le restauran la fuerza o kahnaiah corporal junto con el hesek o alma. Los movimientos de corte pentecostal, como la Alabanza y las iglesias que luego fue constituyendo, alcanzaron veloz dispersión por el avivamiento wichi, que propagó esta nueva revelación de culto de comunidad a comunidad siguiendos relaciones de parentesco. Las consecuencias más relevantes de esta difusión fueron los fenómenos que resurgieron de la oportunidad de contacto del wichi con Dios para la obtención de dones diversos y, en conjunto, se gestó una nueva oportunidad de sanar sin abandonar la fuente benéfica de poder que es el Dios cristiano. Es muy probable que en este contexto se produjera la multiplicación de sanadores con matices diferentes, todos ellos respaldados por ese poder pero prescindentes de representantes foráneos de cada iglesia. Sintetizaron en su accionar hasta el presente las pautas cristianas de su pacto (con Dios, Jesucristo, el espíritu Santo. Dasso, 1994), técnicas de los especialistas o unah (en otras comunidades denominados hayeh) tradicionales y ejercen curando a la vez “destinados” por la palabra del muerto o curando con “secretos”. 84 Asi, un especifico cristianismo wichi fue capaz de retener la capacidad de curación, logrando un peso decisivo en un contexto de ausencia de shamanes, cuyas muertes se atribuyen al accionar de los cultos sanadores (que se apoderan de sus espíritus auxiliares) y a otras razones más políticas. La irrupción del médico universitario separado de la religión, aunque se reconoce con poder sobre la salud, plantea situaciones paradojales. Desde la perspectiva wichi, conviene recurrir a él para que cure los males que trae consigo o que representa. En esta situación paradojal deja ver ciertos aspectos en los cuales el médico universitario presenta un carácter temible o peligroso que lo vincula con el hayawe o shamán. En otros aspectos, su actuar es un complemento de otras curaciones mayores que se realizan a traves de shamanes o especialistas. Al médico universitario le derivan pacientes. Por este motivo el médico universitario se encuentra con un campo de acción limitado. Hasta hoy se dejan ver las alternativas que se ofrecen a la acción médica oficial, que abarca el reconocimiento de las nociones etnofisiológicas aborígenes y la comprensión de la naturaleza ampliada de la enfermedad -que se le refiere al médico en la consulta. Inversamente, se destaca la necesidad de favorecer la accesibilidad de los wichi a las razones y explicaciones del tratamiento que se indica. En este ámbito es precisa la producción de material sanitario bilingüe ampliamente explicativo, a través del cual la población se siente directamente convocada. Explicación mediante, deben seguirle consejos en los hábitos cotidianos concretos que pueden mejorar el control familiar de la higiene y salud. Debe cuidarse la existencia de dispensarios y centros de atención primaria provistos, en las localidades indígenas, con mayor participación a los agentes sanitarios y enfermeros wichi que deben formarse para dar respuesta a las situaciones planteadas en la dispersión de los parajes. Al presente, el número es aun escaso. Se deberia propiciar el respeto sin dependencia de los curadores tradicionales, quienes se ven más allegados a la 85 naturaleza de la dolencia y a los principios reconocidos de curación. Pero es claro que éstos no necesitan reconocimiento específico, sino admitir que las esferas de salud sean complementadas en los pacientes como en los hechos ocurre espontáneamente. Igualmente, aunque se debe destacar la necesidad de lograr una accesibilidad mejor a condiciones higiénicas mínimas, nutricionales mínimas, y condiciones económicas suficientes para la vida las comunidades, es preciso tener en mente cómo hacer viables las indicaciones médicas en el campo de las prácticas cotidianas conocidas. LOS RESULTADOS TRADICIONALES CURATIVOS DE LAS TECNICAS En la cura shamánica existen varios pasos que revisten importancia marcando la dirección del proceso de salud en el individuo: El diagnóstico apuntala la expectativa de curación, puesto que el shaman que se compromete y acepta curar a un individuo manifiesta una previa discriminación entre aquellos males que puede solucionar y los que no. El diagnóstico se produce en la primera sesión curativa, donde se formula el universo en el que se sitúa el síntoma. En tal explicitación aparecen sentidos diversos, los cuales pueden ser históricos, socio familiares, estatutarios, religiosos. El sentido aludido impone conductas de pago, de compensación o de restauración de parte o en nombre del paciente, que por este accionar ve desplazada la importancia del síntoma hacia otras esferas que aparecen más accesibles a su competencia directa o indirecta. En el ritual curativo se presenta una serie de objetos “depositarios de la enfermedad” los cuales son tratados y alejados una vez manifiesta su carga enfermante y la consiguiente cura del paciente. 86 Resumiendo, es posible ver que del diagnóstico parte una serie de sentidos de la enfermedad que provocan su desplazamiento (y el del temor) fuera del cuerpo. De la sesion curativa surge una serie de objetos depositarios de la enfermedad material, que posibilitan el desplazamiento de la enfermedad fuera del individuo. Estos procedimientos manifiestan una dinámica de desplazamientos de orden: la reducción del síntoma en la conciencia del paciente debido a su integración en un cosmos mayor que requiere restaurarse. En dicha restauración la función del ritual y los objetos adquiere a la vez mayor significación, debido a que la enfermedad termina por ubicarse fuera del paciente. Este procedimiento es la curación aceptada. Por su parte, lo que probablemente persiste como “síntoma reducido”, en tal calidad, no alcanza para referir una enfermedad. ¿Que cambia aquí desde la perspectiva del paciente? En una gran medida, hay que destacar que la vivencia de salud que se instala es en alto grado curativa: la apelación espontánea a los núcleos de salud (Dasso, 1996, Dasso y Gauna, 1996) que en otros ámbitos se manifiestan eficazmente propensos a reforzarse. Así regenerada la capacidad de respuesta del paciente en muchos de los ámbitos que su estado de enfermo abarca, su vivencia de “ser curado” lo devuelve a la sociedad en ocasiones más fortalecido que en su anterior estado saludable. La distancia que media entre saberse enfermo a saberse sano es lo que pauta la envergadura del cambio que devuelve al individuo su “normalidad” personal y socialmente entendida. Los desplazamientos anteriormente nombrados operan dinámicamente hasta que se produce el corte en el que el síntoma inicial desaparece o, cuanto menos, queda ostensiblemente reducido. Así considerada, la diferencia fundamental de estas terapias frente a la medicina oficial consiste en la viabilidad que el paciente 87 encuentra en uno de dos procedimientos diferentes, que la enfermedad se vaya retirando y que el tenga el cuerpo como territorio “ganado”. Allí mismo se nuclearia buena parte del obstáculo frente a la noción de “cura gradual” o “tratamiento” que la medicina oficial propone. Estas nociones poseen una connotación que atañe a cierta brumosa conciencia de ser enfermo un largo tiempo, y en la perspectiva wichi no parece haber lugar soportable para tal evento. 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(1967) “L’Expression sociale de l’agressivite et du ressentiment chez les Indiens Mataco du Gran Chaco“ en Religions et Magies Indiennes D’Amerique du Sud. Paris, Gallimard. Niklison, J.E. (1917) “Investigacion sobre los indios mataco trabajadores”, Boletin del Departamento Nacional del Trabajo, Nº35. Wrising, R.L. (1985) “The health of traditional Societies and the effects of Acculturation”, Current Anthropology, Vol.26, Nº3. Notas [1] “Un estilo de vida sedentario afecta también al status nutricional. Primero el suplemento de caza local se agota y esto -en ausencia de pesca o domesticación de animales- lleva a la reducción en la ingesta de proteínas. Al mismo tiempo, la 89 reducción en la diversidad de plantas recolectadas y cultivadas amenaza el balance de aminoácidos esenciales derivados de los vegetales.(...) El contacto continuo con representantes de la sociedad moderna, la adopción de un estilo de vida sedentario, cambios en los patrones nutricionales, la aceptación del trabajo pago, el cultivo para el mercado y la deliberada alteración del ecosistema han tenido su precio: la dispersión de enfermedades introducidas y/o la intensificación de algunas que habían sido poco importantes con anterioridad” (Wrising, R.L.. 1985:303). [2] En cuanto este contacto deviene continuo y regular, hay una creciente presion para el cambio. Con el objeto establecido de traerles el Cristianismo, la civilizacion y compensacion economica, misioneros, funcionarios gubernamentales y comerciantes tienden a alentar a los indígenas a dejar su modo de vida: desean establecerlos de modo permanente, que abandonen caza y recoleccion, y que pongan mas enfasis en la agricultura para el mercado. Desean que acepten el trabajo pago, cambien sus preferencias nutricionales e interrumpan sus tradicionales métodos de control de la natalidad” (Wrising, R.L.. 1985:303) 90