JUEVES 13 21’30 h. OPERACIÓN CICERÓN Entrada libre (hasta completar aforo) (1952) EE.UU. 108 min. Título Orig.- Five fingers. Director.- Joseph L. Mankiewicz. Argumento.- La novela “Operation Cicero” de L.C. Moyzisch. Guión.- Michael Wilson. Fotografía.- Norbert Brodine (B/N). Montaje.- James B. Clark. Música.- Bernard Herrmann. Productor.- Otto Lang. Producción.- 20th Century Fox . Intérpretes.- James Mason (Diello, alias Cicerón), Danielle Darrieux (condesa Anna Staviska), Michael Rennie (Travers), Walter Hampden (sir Frederic), Oscar Karlweis (Moyzisch), Herbert Berghof (coronel von Richter), John Wegraf (von Papen), Ben Astar (Siebert), Roger Plowden (MacFaden), Michael Paten (Morrison), Ivan Triesault (Steuben) v.o.s.e. 2 candidaturas a los Oscars: Dirección y Guión Música de sala: Operación Cicerón (Five fingers, 1952) de Joseph L. Mankiewicz Banda sonora original de Bernard Herrmann El libro original de L.C. Moyzisch narra los hechos sucedidos durante 1944 en Ankara, cuando el mayordomo albanés del embajador británico vendió a los nazis secretos bélicos (incluidas fotografías de los planes para el desembarco en Normandía) a cambio de un dinero que resultó falso. La novela que reconstruye los acontecimientos fue publicada en 1950 y dió origen a un primer guión escrito por Michael Wilson, recientemente oscarizado el año anterior por Un lugar en el sol de George Stevens. Wilson volvió a ser nominado para el Oscar por OPERACIÓN CICERÓN ya que Mankiewicz, a pesar de haber practicado una intervención decisiva en la reelaboración del guión, cedió la titularidad del mismo en función de la persecución sufrida por el guionista durante la “caza de brujas”, que acabó forzándole al exilio tras el estreno de la película. Mankiewicz se desplazó a la propia Ankara para la filmación de exteriores, convencido de la necesidad de conferir a la película una tonalidad documental que había funcionado bien en otras producciones de la Fox: “El telón de fondo de OPERACIÓN CICERÓN no podía ser otro que esa bizarra e improbable Ankara, con sus estúpidas historias de espionaje, porque lo que yo quería era precisamente hablar de la estupidez de las intrigas internacionales de este tipo”. Allí conoció al verdadero espía Cicerón: “Se llamaba realmente Eliaza Bazna, y tenía una pinta siniestra. Era muy calvo, con todos los dientes de oro, y en su rostro malvado lucía ojos de diferente color. Bazna me pidió dinero a cambio de darme información. No se lo di y él no me contó nada. En el guión hice más atractivo al siniestro espía e inventé el personaje de la condesa, que tenía atrapado a Cicerón en un sugestivo juego sadomasoquista”. OPERACIÓN CICERÓN anuncia ya premonitoriamente las sofisticadas maquinaciones de las últimas películas de Mankiewicz, y el personaje de Ulises Diello es, sin duda, el más ilustre antecedente de Milo Tindle (La huella). James Mason y Mankiewicz confieren a su mayordomo un tinte de prestancia y dignidad, de cultivado cinismo y orgulloso talento. Su origen humilde y su condición de sirviente se dan la mano con sus tentaciones aristocráticas y su elegancia vindicativa. Obsesionado por el touch of class que nunca podrá poseer, Diello “Cicerón” sólo espía por ambición de dinero y su acercamiento a esa empobrecida condesa polaca (Danielle Darrieux) busca más la distinción de la clase que el placer del amor. Ejerce con exquisito respeto su función de mayordomo pero se siente envilecido por ello; lucha por acceder a un lenguaje, un estilo de vestir y un estatus social que le desprecian. Su respuesta traicionera carece de móviles políticos y está impulsada por la ambición arribista del que busca un lugar al sol. Su falta de escrúpulos y su habilidad en el espionaje corren paralelos con la distinción hedonista que caracteriza su relación con la condesa, preñada de mutuos antagonismos y cómplices recelos. Es un retrato bastante alejado del original, convenientemente estilizado como para hacer de un personaje histórico una criatura de ficción independiente y autónoma. Toda la acción se desarrolla entre conversaciones corteses y encuentros educados, conforme a un clima civilizado que es la marca de fábrica de su director. Mankiewicz se vió obligado a suavizar la amoralidad de las relaciones entre el sirviente y la condesa a instancias de Zanuck, pero quedó muy satisfecho de sus actores: “James Mason y Danielle Darrieux bordaron con elegancia exquisita a sus personajes”. El desenlace sarcástico de esta intriga palaciega sin palacios, de este elegante relato de espionaje de salón, de este cuento malicioso sobre el criado arribista y la condesa arruinada, donde todos traicionan a los demás, no podía ser otro que una estentórea carcajada final. Es la expresión más significativa del éxito ilusorio, de la frustración ante la fugacidad de un triunfo pasajero. Recurrente parábola de Mankiewicz sobre la insatisfacción y la mentira de la moral del éxito tan arraigada en su propia sociedad. La elegancia con que Cicerón asume su situación final, la altura de todos los diálogos y la calculada estructura del inteligente guión que sirve de base al film, ponen de manifiesto la personalidad de un director capaz de integrar en su discurso personal hasta las más disparatadas y rocambolescas historias de espionaje internacional. Texto: Carlos F. Heredero, Joseph L. Mankiewicz, ed.JC, 1985