La dramática historia de los CHINOS que guardaban el sábado N uestro dramático relato comienza en el año 1813, en una pequeña aldea a cierta distancia de Cantón, en la China. Aquí nació el protagonista de este drama, Hong Xiuquan. Para facilitar la pronunciación, lo llamaremos Hong. Hong era miembro de la realeza. Su padre y su madre, así como muchos de sus parientes, habían huido al sur de la China a raíz de la invasión manchú. A los 16 años de edad, Hong había cumplido con éxito el curso usual de la educación china, y a los 18 años de edad fue nombrado maestro en su aldea natal por aclamación unánime de los aldeanos. Cinco años más tarde se le dieron unos libros cuyo título, traducido al español, sería Palabras sabias para exhortar a esta época. En ese momento, Hong no les vio gran utilidad a los libros. Al año siguiente, en 1837, Hong perdió un ascenso en su escalafón escolástico porque sus superiores manchúes estaban envidiosos de su capacidad y temerosos del rango de su familia. Este revés lo mortificó tanto que Hong se enfermó. Durante su convalecencia, Hong tuvo una extraordinaria visión, que se ha conservado en el folleto de Teodoro Hamberg titulado "Las visiones de Hung-siu-tshuen". Hamberg era misionero en la China de la Sociedad Evangélica de Basilea (institución suiza). En la visión, Hong se sintió transportado a la presencia de un gran soberano. Allí lo confrontó una anciana —en esa época las mujeres eran consideradas más bajas que los animales— quien le dijo: —Hombre inmundo, ¿por qué has estado en compañía de aquellas personas y te has manchado? Ahora tengo que lavarte para que estés limpio. Hong vio, entonces, cómo lo llevaban a un río y lo lavaban en las aguas. Luego lo condujeron a un gran edificio donde le sacaron el corazón y las entrañas, y los reemplazaron con otros nuevos. En seguida se le entregó una espada y un sello, y se le dio a comer una fruta que era dulce al paladar. Al despertar, se sintió asombrado por la visión, mas no podía descifrar su significado. Restablecida su salud, Hong empezó a reformar su conducta como mejor podía. Hong Xiuquan continuó en su cargo de maestro de escuela durante varios años más y no volvió a pensar en la visión. Luego un día, su primo Le, revisando la biblioteca de Hong, encontró los volúmenes de Palabras sabias para exhortar a esta época. Allí había algunos capítulos completos de la Biblia (en traducción de Roberto Morrison), muchos escritos de tipo sermón sobre varios bíblicos y otros comentarios basados en la Biblia. El joven le contó a su primo Hong lo que había encontrado. Hong se puso a hojear los libros que llevaban siete largos años sin tocarse en el anaquel. Con asombro descubrió en los capítulos bíblicos allí citados, una explicación parcial de la visión que había recibido seis años antes. Descubre la Biblia. En aquellos trozos de la Biblia que tenía, Hong vio descrito al Padre celestial: el gran soberano que se le había revelado en su visión años atrás. Luego leyó sobre Jesucristo, "el hermano mayor entre muchos hermanos". En nuestras versiones de la Biblia dice: "el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8:29). Se enteró de que Jesús había sido enviado como Salvador y como mensajero. Leyó que es preciso arrepentirse y ser bautizado a fin de recibir el espíritu santo (Hechos 2:38). Estos versículos le aclararon el significado de que lo lavaran en agua y le renovaran el corazón y las entrañas. Hong y su primo Le procedieron a bautizarse el uno al otro. Le oraron a Dios, prometieron abstenerse de adorar a los espíritus malignos y se deshicieron de sus ídolos. Por haber destruido sus ídolos en la escuelita donde enseñaba, Hong y su puñado de amigos tuvieron que huir al interior de la China. Iba predicando lo poco que sabía a medida que viajaba hacia las provincias del centro y sur del país. Consiguió otro cargo como maestro de escuela (entre 1845 y 1846). Visita a un misionero. A finales de 1846, Hong viajó a Cantón, pues le habían dicho que allí residía un misionero cristiano del Occidente. Allí estudió casi un mes bajo la dirección del misionero, Isacar Roberts, y leyó nuevos trozos de la Biblia. Bajo el Sr. Roberts estudiaban también otros jóvenes, misioneros del exterior. Llenos de envidia por las aptitudes y la seriedad de Hong, lograron apartarlo. Hong abandonó la ciudad un tanto entristecido. Regresando al centro-sur del país, Hong encontró que el número de aldeanos que lo escuchaban y que llegaron a bautizarse pronto sumaron casi 2.000. Tuvieron que formar congregaciones y llegaron a conocerse como "las congregaciones de los adoradores de Dios". Para abreviar, les llamaban "adoradores de Dios". Estudiando profundamente la Biblia, Hong se convenció de que su gente no debía fumar tabaco ni opio (sustancia esta última que los ingleses les estaban vendiendo a los chinos), que debían abstenerse de ingerir bebidas alcohólicas salvo en circunstancias muy especiales, y que el séptimo día de la semana o sábado era el día de guardar como día de reposo. A los misioneros les disgustó sobremanera este hecho; que "el día de guardar lo observan no el mismo día que en Europa, siendo el suyo el sábado". Además, Hong se dio cuenta de que Jesús no había resucitado el domingo por la mañana ¡sino "tres días después de su muerte"! La ceremonia matrimonial. A pesar del hecho de que la mayoría de los bautizados por Hong ni siquiera leían chino (por lo cual era necesario enseñarles oralmente cada sábado, usando principalmente el Antiguo Testamento), el número de conversos iba creciendo. Se hizo necesario celebrar algunas bodas. Hong escudriñó la Biblia y encontró la solución. La siguiente es una descripción de la ceremonia que empleó: "Reunidos los contrayentes y su cortejo, todos proceden a la iglesia... y después de muchas oraciones y un estricto examen de los principios teológicos de la esposa y el esposo, el ministro les une las manos derechas, y cuando cada uno ha aceptado al otro, pronuncia una bendición final... El divorcio no solamente no se permite, sino que es desconocido e impensable" (del libro de Lin-Le: Ti-ping Tien-Kwoh, página 317). Además de estos cambios, los chinos conversos de Hong dejaron de amarrar los pies de las mujeres, empezaron a dejar de lado la costumbre de la poligamia, dejaron el trato de esclavos y empezaron a obedecer las leyes de Dios tal como él las había revelado a Israel por medio de Moisés. Para la conversión, enseñaban lo siguiente: "Ellos [los conversos] deben arrodillarse en presencia de Dios y rogarle que perdone sus pecados". En seguida del bautismo, cuya forma Hong no comprendía cabalmente, "deben seguir suplicando a diario que se les conceda el favor divino y la ayuda del espíritu santo para renovar su corazón, dando las gracias ante de cada comida, guardando el día sábado como día santo y obedeciendo todos los mandamientos de Dios, en especial evitando la idolatría. Entonces podrán ser considerados como los hijos de Dios” (del libro de Lin-Le, página 315). El siguiente paso. Para comenzar, Hong y sus conversos no conocían cabalmente las instrucciones que se encuentran en el Nuevo Testamento y tenían que guiarse principalmente por las instrucciones de Moisés que se encuentran en la ley. Pero veamos lo que hicieron: Cuando la prosperidad de los adoradores de Dios se dio a conocer en esa región, muchos afligidos buscaron la protección de este grupo que santificaba el sábado. A ellos llegaron familias enteras de desvalidos y desposeídos, así como otros perseguidos por la opresiva dinastía manchú. De nuevo Hong miró en la Biblia, y allí vio el ejemplo de David: "Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos" (I Samuel 22:2). Hong, pues, se convirtió en jefe de los demás. Los instruía de acuerdo con la ley de Moisés y castigaba a los transgresores de la misma manera. Los descontentos, como los de David, no eran conversos sino personas que acataban las instrucciones de Hong por oposición a los déspotas manchúes. Entonces Hong recordó la espada que había visto en la visión. Leyó en la Biblia aquello de "la espada del Eterno y de Gedeón" (Jueces 7:20) y, al igual que los jueces de la antigua Israel, se sintió responsable de su pueblo. Para 1851 los descontentos habían aumentado en decenas de millares. Proclamaron a Hong Xiuquan como gobernante de una nueva dinastía que administraba un reino celestial. La nueva dinastía se llamó la "Taiping", que significa el reino de "nuestro Soberano", Aquel que creó el cielo y la tierra. Al principio, y con el fin de proteger sus dominios, los descontentos cumplían un servicio militar obligatorio. Entonces Hong leyó en la ley lo que había dicho Moisés: "Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos" —los enemigos de los Taiping ya los estaban persiguiendo por motivos religiosos y políticos— "los oficiales hablarán al pueblo, diciendo: ¿Quién ha edificado casa nueva, y no la ha estrenado? Vaya, y vuélvase a su casa... ¿Quién es hombre medroso y pusilánime? Vaya, y vuélvase a su casa" (Deuteronomio 20:1, 5, 8). ¡Y decidió que el servicio militar sería voluntario! Así se libraron de la opresión manchú enormes extensiones. Para 1860 el movimiento atrajo el reconocimiento internacional. Varios millares acataron y más de 50 millones de chinos vivieron en paz y prosperidad bajo las leyes de Dios administradas por los Taiping. La mano extranjera. Al abolir los ídolos, los Taiping naturalmente destruyeron imágenes de María y los santos junto con las imágenes budistas. Airados los jesuitas, lograron que las tropas francesas en la China dieran su apoyo a la dinastía manchú con la cual habían estado en conflicto. Por otra parte, los misioneros ingleses y norteamericanos, que habían logrado escasamente unas 1.500 conversiones en todos sus años de labor, se resintieron de que tanta gente estuviera estudiando la Biblia sin su actividad misionera. Comenzaron una campaña deliberada por desacreditar a los Taiping, acusándolos de rechazar la Biblia, de negar a Jesucristo, del asesinato de víctimas inocentes. ¡Y acallaron los informes veraces de algunos misioneros honrados! Los agentes comerciales británicos, interesados en venderles opio a los chinos, se 'inquietaron por la falta de ganancias. Recordemos que era la época de las guerras del opio, cuando los extranjeros, en especial los ingleses, se propusieron dominar a los chinos obligándolos a comprar opio. Los ingleses y otros elementos extranjeros obligaron a los manchúes a firmar tratados en que se legalizaba el comercio del opio. Esto ponía a los ejércitos de los Taiping en una grave situación. Los ingleses les aseguraron a los revolucionarios chinos que mantendrían la neutralidad, limitándose a proteger las propiedades inglesas. En realidad, enviaron armas a los manchúes, y estos además importaron armas en barcos de bandera norteamericana. (La guerra civil norteamericana —1861-65— se desató pocos meses después.) Mientras tanto, los seguidores de Hong difundían la Biblia dentro del límite de sus capacidades. " A los cristianos de ultramar les rogaban una y otra vez que enviaran misioneros para instruirlos mejor, pero la mayoría de los misioneros rehusaron ir. Una petición rechazada. Los Taiping también intentaron establecer una actividad comercial con Gran Bretaña y con este fin enviaron un ejército a Shanghai para iniciar conversaciones. El jefe de los regimientos Taiping envió una carta en estos términos a los inglese, norteamericanos, portugueses y demás extranjeros en Shanghai: "Vine a Shanghai para celebrar un tratado a fin de que nos una mediante el comercio; no hemos venido con el objeto de pelear con ustedes. Si hubiese comenzado de inmediato a atacar la ciudad y matar a la gente, eso habría sido lo mismo que si los miembros de una familia pelearan entre sí" (de la obra de Lin-Le, página 283). ¡Estos chinos desconocían el tipo de cristianismo que suele practicar el mundo occidental! El trozo citado arriba es de una larga carta enviada a las autoridades extranjeras en Shanghai por la siguiente razón: Cuando los Taiping llegaron a Shanghai, confiados en la neutralidad de los ingleses, estos los recibieron con bala. Según el corresponsal del periódico North China Herald, "Ellos [los Taiping] agitaron la mano, les rogaron a nuestros oficiales que no dispararan, y se quedaron allí de pie con el deseo de abrir las comunicaciones y explicar su objetivo". Retirándose en busca de seguridad, los Taiping se encontraron con un misionero, un Sr. Milne. Para que no sufriera daño en ninguna batalla, lo enviaron escoltado hasta la ciudad de Shanghai. Entregado el Sr. Milne sano y salvo, ¡los soldados ingleses dispararon contra los escoltas y los mataron! Un gran error. Hong no comprendía el proceder de las naciones cristianas de ultramar. Con tristeza se retrajo de todo trato con los extranjeros pero siguió estudiando la Biblia con los fieles. Dio permiso a sus comandantes para que dispersaran sus ejércitos por todas las ciudades fortificadas de sus dominios. Los manchúes habían sufrido una grave derrota y no se esperaba que volvieran a atacar. Esto, unido a un error de cálculo en cuanto a las intenciones de los ingleses y franceses, produjo un resultado desastroso para los Taiping. Aunque las declaraciones oficiales venidas del exterior daban a entender que Gran Bretaña sería neutral, las acciones perpetradas contra los chinos demostraban todo lo contrario. Los ingleses avivaron la oposición manchú a los Taiping hasta lograr paulatinamente el retiro y la derrota de estos últimos. En este artículo no cabe toda la información recopilada por historiadores idóneos. Pero como bien lo dijo el primer ministro británico Gladstone, este proceder quedará como una mancha negra en la historia de Gran Bretaña. Hong y la gran mayoría de estos cristianos chinos, santificadores del sábado, murieron por causa de las intrigas de extranjeros, las acciones del ejército manchú y las persecuciones religiosas. Muchos años después de muertos aquellos chinos a quienes Dios había revelado buena parte de su verdad, los descontentos que se habían asociado con ellos se sublevaron nuevamente contra los manchúes, llamándose "Los Puños Sagrados de la Armonía" o los "bóxer". Su rebelión, llamada la rebelión de los bóxers, iba dirigida contra los extranjeros y en especial contra los misioneros. Mas se habían olvidado del sábado y de las leyes de Dios. Por qué la China es comunista hoy. El mundo occidental está cosechando hoy los frutos de sus pecados cometidos en la China. A ojos de los chinos, las naciones europeas eran mentirosas, sin principios y carentes de toda virtud reconocida por los hombres. Desde entonces la difusión de la Palabra de Dios prosperó muy poco entre los chinos. Para 1949 el comunismo se apoderó del país. Reflexionando sobre el destino de aquellos chinos santificadores del sábado y de sus incautos camaradas que buscaron protección en ellos, debemos recordar la exhortación del apóstol Pablo en Hebreos: "¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia... se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga, ejércitos extranjeros... Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada... de los cuales el mundo no era digno" (Hebreos 11:32-38). La profunda indignidad del mundo se ve por la falsedad deliberada de los anales históricos que describen la rebelión de los Taiping. Misioneros y políticos por igual los han acusado de cometer actos que eran perpetrados por los enemigos de los Taiping. Los Taiping fueron víctimas de calumnia, como lo fueron David y sus seguidores. Un importantísimo resumen de este drama de la experiencia humana —el libro que sirve de base para esta narración casi desconocida— fue escrito por un hombre blanco que usaba un nombre chino, Lin-Le. La obra se titula Ti-ping Tien-Kwoh, the History of the Ti Ping Revolution (La historia de la revolución de los Ti Ping) y fue editada en Londres en 1866. Esta es una lección que no debemos olvidar jamás. Debemos agradecer lo que sabemos de la Palabra de Dios y comprender que este drama se estaba desenvolviendo en la lejana China cuando el pueblo de Dios en el hemisferio americano apenas estaba comenzando una nueva era en la predicación del evangelio. Los chinos, bajo el yugo manchú durante 200 años acudieron a la Palabra de Dios dentro del límite de sus conocimientos. "Sus leyes estaban estructuradas ya constituidas cuando llegó a sus manos el Nuevo Testamento" completo (de la obra de Lin-Le, página 125). Ahora tal vez comprendamos mejor el peso real de nuestra responsabilidad de llevar el "evangelio a todas las, naciones. Dios nos ha escogido a nosotros —su pequeña manada de fieles dentro de un mundo lleno de pecado— para que nevemos la luz a quienes moran en la oscuridad. I.D.D. Chile El LEGADO DE LOS TAIPING N o hace mucho tiempo, la China estaba aislada del resto del mundo. No era miembro de las Naciones Unidas, ni tenía relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Después de haber peleado como aliados en la segunda guerra mundial, la nación más poblada del mundo y el país más influyente y poderoso del mundo cristiano se convirtieron en extraños el uno para el otro. Pero a partir de 1972, la China empezó a abrir cautelosamente sus puertas. El entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, visitó la China y se restablecieron los contactos diplomáticos. La China inició una serie de reformas liberalizantes bajo el mandato de Deng Xiaoping. Los acontecimientos del verano de 1989, los cuales culminaron con el aplastamiento de las manifestaciones en pro de la democracia en la plaza Tian An Men, causaron un enfriamiento tempora! en las relaciones. No obstante, la China ha manifestado oficialmente su deseo de seguir una política de puertas abiertas, por motivos primordialmente económicos. La reputación del cristianismo en la China. Hermán L. Hoeh y yo estuvimos en Nanking en 1984. Esta ciudad, la capital de los Taiping, aún es el centro de lo que quedó del cristianismo en la China. Nos entrevistamos con el obispo de Nanking y con los profesores y estudiantes del único seminario que en aquel entonces aún operaba en la China. Estas personas se sentían optimistas y agradecidas por el contacto que una vez más se había permitido con las iglesias occidentales. Sin embargo, se mostraron realistas en lo que se refiere a las posibilidades de un resurgimiento del cristianismo en la China. Hay organismos sinceros y con buenas intenciones que pasan por alto la reputación que el cristianismo tiene en el Asia. La labor dedicada de algunos misioneros ha sido con frecuencia seguida por mercaderes inescrupulosos. Como lamentable consecuencia, la predicación del evangelio ha venido a ser considerada como una operación de vanguardia tras la cual viene una ola de codicia y explotación extranjeras. El gobierno chino de hoy considera a los Taiping como los precursores de la revolución campesina que derrocó a los manchúes. Esta fue parte de la serie de acontecimientos que culminó en el establecimiento de la República Popular en 1949. Y no han olvidado que las naciones cristianas respaldaron a los manchúes contra los Taiping. Una guía de Nanking trae la siguiente cita: "La falta de apoyo del mundo cristiano a los Taiping fue decisiva para la derrota de estos últimos" (In Search of Old Nanking, En busca del antiguo Nanking, página 176). La citada publicación agrega: "El movimiento Taiping fue una forma de cristianismo ortodoxo; es por lo tanto difícil de entender por qué las naciones cristianas y los misioneros extranjeros lo hubieran despreciado y se hubieran puesto de parte de los manchúes, un pueblo brutal, idólatra y enemigo de los extranjeros. Es obvio que las naciones extranjeras se pusieron del lado de los manchúes porlas ganancias económicas que podrían obtener de estos últimos. Los misioneros extranjeros probablemente no apoyaron a los Taiping porque temían aquella nueva forma de cristianismo chino con el cual no querían acomodarse sino que insistían en que el cristianismo se introdujera en la China ¡únicamente a la manera de ellos!" (página 178). Los chinos tienen buena memoria, y están arraigados en la tradición. Los que quieran llegar al corazón del pueblo chino deben entender esto. El chino es práctico y no es hostil a las ideas extranjeras cuando ve que en realidad son mejores. Como ha dicho Deng Xiaoping: "Si el gato caza ratones, no importa cuál sea su color". El cristianismo es algo que suena bien, pero desafortunadamente los que lo abrazan no siempre viven de acuerdo con sus ideales. ¿Una nueva oportunidad para predicar el evangelio? Arturo Smith trabajó como misionero en la China en los decenios posteriores a los Taiping. En su obra penetrante titulada Chinese Characteristics (Las Características Chinas), editada en 1894, Smith escribió: "La China no es un país ni los chinos un pueblo que se puedan tomar por asalto. La única manera de ganarse el respeto sólido y permanente del pueblo chino... es por medio de lecciones objetivas convincentes, que demuestren que la civilización cristiana puede producir resultados que no puede alcanzar la civilización que la China ya posee" (páginas 105-106). El derrumbamiento del comunismo en el mundo podría ofrecer grandes oportunidades para la difusión de la fe cristiana en los próximos decenios. Los medios modernos de comunicación global pueden llevar el evangelio (tanto el verdadero como el falso) a través de las fronteras hasta los últimos rincones de la tierra. Pero en último análisis, la conducta del pueblo cristiano constituye el más convincente de los testimonios. Si las naciones que se, llaman cristianas no son un vivo reflejo de esta norma, ¿podemos esperar que otros pueblos tomen en serio la fe cristiana? I.D.D. Chile