4 L O CA L E L NORT E - Miércoles 21 de Junio del 2006 Fernando Elizondo Judith Díaz Es un experto Pone pimienta en resolver líos a política estatal El candidato del PAN al Senado es heredero del carácter conciliador y las actitudes formales de sus antecesores directos La aspirante al Senado por el PAN ha hecho de su casa un ‘búnker’ y del mole, los tamales y las tortillas de harina algunas de sus mejores armas Daniel de la Fuente María Luisa Medellín d Fernando Elizondo Barragán atiende la entrevista en su lugar predilecto, cerca del jardín, en su casa de la Colonia Valle del Pedregal, en San Pedro. blemas. “Siempre encuentra el lado positivo a las cosas. Halla el punto del desacuerdo y logra la armonía. Como es controlado, tiene un balance En directo Color favorito d Azul Libro predilecto d “La Seducción de las Palabras”, de Álex Grijelmo Música favorita: d Mozart y Bach CD que trae en su auto d Pablo Milanés y Silvio Rodríguez Comida favorita d Enchiladas rojas norteñas Principal miedo d Ninguno Última película que vio d “Una Película de Huevos” Hobbies d Escuchar música d A los 11 años, paseando en bicicleta por las instalaciones del CUM. envidiable. te lo digo yo que tengo 34 años casada con él y, lo que es más importante, enamorada”, dice y hablan ambos de sus cuatro hijos y cinco nietos. Tanto trabajo en la función pública, incluido su paso fugaz como enlace con la Comisión Nacional Hacendaria y en la Secretaría de Energía, cargos de los que recupera logros políticos que apuntó de puño y letra en su página www.fernandoelizondo.org, le ha restado tiempo para sus hobbies, como la fotografía astronómica. Sin embargo, la guitarra le acompaña incluso en los periodos de más trabajo. “Mientras estoy cargando archivos o espero un email toco la guitarra”, afirma. “Algún tiempo creí que podría ser músico profesional”. De perfil discreto, habla de rasgar la guitarra en tanto trabaja como si fuese algo demasiado informal. Su carácter, agrega, le impide “deschongarse”. “Muy rara vez lo hago (deschongarse) porque para empezar no me da para el chongo”, explica y se señala la calvicie, aunque luego aclarará que con sus nietos es “totalmente imprudente y muy alegre”. Por otra parte, son Tomás Moro y Leonardo da Vinci sus referencias éticas y morales, sin olvidar a su padre y abuelos. “Son mis luces”, explica este hombre, quien espera que en el 2009 su carrera política, conciliadora y prudente lo lleve de nuevo a la Gubernatura. “La veo en el horizonte”, dice, sereno como es, sobre la posibilidad. “No la descarto”. os principales asuntos en la vida política de Judith Díaz los ha resuelto en la cocina. “Ahí hice mi campaña interna. Les empecé a preguntar a mis amigos del PAN qué opinaban, porque me estaban animando a buscar la senaduría, y venían. Yo les daba de almozar, de cenar o de comer; así comenzamos a cabildear”, cuenta lanzando una sonora carcajada. En esas reuniones, la candidata albiazul al Senado, quien presume su buena sazón, les preparaba chilaquiles, mole, tortillas de harina. “Es algo muy padre que a lo mejor las mujeres no hemos explorado, mientras los hombres van a arreglar las cosas con un tequila, nosotros podemos hacerlo alrededor de los alimentos. Mi abuela tenía razón, al hombre se le llega por el estómago”. Cuando el estrés la envuelve sólo se escucha el trajín de ollas y sartenes, y a Berenice o a Elizabeth, sus jóvenes hijas, diciéndole “ya te vas a poner a cocinar como loca desquiciada”, pues saben que es su mejor terapia. La contienda interna del PAN, y ser parte de la dupla ganadora rumbo al Senado con Fernando Elizondo, ex Gobernador de prestigio y experiencia, elevaron su tensión. Aún más, el compromiso de ser la primera mujer aspirante a senadora en la historia estatal del partido. Díaz es robusta y platicadora, luchadora a contracorriente y alejada del prototipo de los candidatos panistas. Huérfana de madre a los 13 años, es la cuarta de ocho hermanos, divorciada y protestante. Nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en una familia humilde de tradición magisterial, y vinculada a la Iglesia presbiteriana por su padre, Pedro Díaz. Su mamá, Berenice Delgado, estudió, además, en el Conservatorio Nacional. “Me arrepiento de no haber aprendido a tocar piano, mi mamá lo tocaba precioso”, suspira nostálgica Díaz, a quien le encantaba bailar, cantar y ser maestra de ceremonias en eventos escolares. “Era muy inquieta, ja, ja, ja. Gané un segundo lugar estatal en un concurso de cuerda, en la primaria, jugaba al trompo y al futbol, de portera; mis rodillas lo dicen todo”, menciona y muestra los rastros de antiguas cicatrices. Ella se hizo cargo del hogar a la muerte de su madre, en un parto. Su papá decidió, entonces, mudarse a Monterrey, en busca de un mejor futuro para sus hijos. A los 16 años era promotora del voto en San Nicolás, durante la campaña de Luis J. Prieto, primer alcalde panista en ese municipio. Corría 1974. Luego participó en la de Jesús Hinojosa, y con Luis J. Prieto chico, derrotado por Ricardo Canavati, “con todas las trampas habidas y por haber”. En la sala de la casa de alquiler donde vive, en la colonia Anáhuac, Díaz platica que Manuel Martínez, su ex esposo, fue quien la acercó a la política. Se casó con él a los 19 años y tuvieron cuatro hijos: Judith, hoy de 27; Manuel, de 25; Berenice, de 21, y Elizabeth, de 20. Mientras los pequeños crecían Francisco Bustos L Francisco Bustos D e pie, Fernando miraba atento. Quizá la caligrafía firme de la pluma que corría sin prisa le llamaba la atención, o el gesto adusto de su padre, o el ambiente apretado y serio que suelen tener los momentos históricos. Como lo era ése. En la casa del hijo, Eduardo Elizondo redactaba su renuncia a la gubernatura, que ocurriría el 5 de junio de 1971, un día después. “Era una mezcla difícil de definir”, cuenta hoy Fernando Elizondo, de 57 años, candidato del PAN al Senado, sentado en una silla del amplio jardín de su casa, su lugar favorito. “Una mezcla rara: por un lado, de orgullo de decir ‘oye, qué desplante de estar defendiendo sus principios’, pero por otro tristeza porque se truncaba un trabajo que había sido muy bueno”. Por ello, cuando fue designado Gobernador Sustituto por nueve meses, en el 2003, muchos vieron la conclusión histórica de aquel mandato interrumpido. Si se le pregunta a este heredero de la dinastía Elizondo, delgado, de voz pausada y grave, mucho tuvo que ver en su formación el carácter de su padre, pero también Manuel L. Barragán, abuelo materno, de quien aprendió el compromiso con las causas sociales. Pero, sobre todo, la prudencia, característica que mejor define a Fernando a decir de su amigo Fidel de la Garza. “Fernando es un sabio, honesto, prudente”, explica en torno a este abogado egresado de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Su trayectoria académica luce calificaciones de excelencia. Vendrían luego las maestrías en Jurisprudencia Comparada y en Administración de Empresas. “Pero el brillo de Fernando es ser conciliador”, afirma Fidel, “eso se demuestra en su participación en los consejos de las empresas. En Monterrey se da mucho el ‘family bussines’ y a él le llaman cuando hay problemas legales”. Por ello, Fernando se autodenomina un “experto en resolver líos”. “Me pasé de 1982 a 1995 de mi vida profesional dedicado a meterme en líos para resolverlos”, afirma. “Tuve tanto éxito que pude meterme a la política sin necesidad de ella para sobrevivir”. Por esta capacidad conciliatoria ha estado presente como consejero o directivo en Alfa y Salinas y Rocha, atendiendo negociaciones, y en la Secretaría de Finanzas del entonces Gobernador Fernando Canales, su primer cargo público. “Como Tesorero recibí un estado en ruinas y logré reconstruir las finanzas de manera que hubiera recursos para asignar a los programas sociales”, explica y hablará después de su paso por la gubernatura, con la implementación en colonias marginadas, como La Alianza, de programas integrales de mejoramiento. Reformas a seguridad, justicia, estado de derecho y en el ámbito laboral, y combate frontal a la corrupción, creación de empleos y competitividad, sobre todo en materia fiscal, serán rubros en los que dice pondrá atención de llegar a la senaduría. Verónica Ortiz, esposa de Fernando, resalta su actitud ante los pro- d Judith Díaz Delgado corta lechuga y pepino para preparar una ensalada en su rincón preferido (la cocina) en la casa que renta en la Colonia Anáhuac, en San Nicolás. ella volvió al hogar. Ocasionalmente cubría interinatos como maestra, la carrera que estudió en la Normal Nuevo León, y un año y medio en la Superior. En directo Color favorito d Azul Libro predilecto d La Biblia Música favorita: d Clásica, canto nuevo y de mariachi CD que trae en su auto d Diego Torres Comida favorita d Mole Principal miedo d Dejar de hacer lo que tiene que hacer Última película que vio d Charlie y la Fábrica de Chocolate Hobbies d Cocinar, ir al cine y cantar d A los 5 años, tras bailar en un festival del kínder, en Tuxtla Gutiérrez. “Más adelante, con mucho esfuerzo, porque mis hijos estaban chicos, hice la licenciatura en Ciencias de la Comunicación”, explica acomodando su cabello de luces castañas. A la política regresó en la campaña de Jesús María Elizondo, a la Alcaldía de Ciudad Guadalupe, en el 93. “Cuando Chema ganó tuve la oportunidad de ser coordinadora y luego directora del PAC (Programa de Acción Comunitaria), y por cuatro o cinco meses, Secretaria de Desarrollo Social. “Ahí me escuchó Coco Coindreau, él me alentó a buscar la diputación local. Hubo confianza en mí, les gustó que soy aguerrida para hablar, honesta, fuerte”. El electorado le dio la razón. Fue diputada local por el Distrito 13, pero el golpe de su divorcio la obligó a un compás de espera. “Cuando las mujeres salimos de una situación difícil, con la autoestima en el piso, cuesta trabajo levantarse”. La Coordinación Estatal de la Mujer y la delegación de CONAFE, que atesora por su contacto con las comunidades recónditas del Estado, la repusieron anímicamente, así alcanzó la diputación federal y ahora la candidatura al Senado. La derrota no está fuera de su pensamiento. Si ocurre, regresaría a la educación o abriría un espacio para que mujeres que necesitan salir adelante con sus hijos, “como ella”, aprendan a preparar tamales de todas las regiones del país. Sin embargo, confía en el triunfo, y cocina la fórmula para darle sazón a su trabajo en la Cámara Alta.