EL SISTEMA PROTECCIONISTA Y LOS BUQUES AMERICANOS “Hace veinticinco años—decía en una reunión política pocas noches ha un orador norteamericano—no pude contener el gozo que sentí, viendo cubiertos en la mañana de un domingo de banderas de Norteamérica mástiles infinitos de buques, anclados en los muelles de un puerto extranjero.” ”Y este año pasado, volví a los mismos muelles, y me dijeron que en lo que iba de año no había asomado por aquellas aguas un solo buque que llevase la bandera de Norteamérica.” ¿Pues cómo,—se pregunta el curioso—cómo ha podido llegarse a semejante resultado? De este modo sencillo: Para favorecer la construcción de buques en los Estados Unidos, se prohibió la introducción de buques extranjeros. Un buque que no haya sido construido en territorio norteamericano, no puede llevar bandera norteamericana. Y sucedió que, como igual sistema de prohibición hace muy caros todos los elementos de manufactura, los buques imperfectos, construidos en los Estados Unidos, se vendían a precios mucho más altos que los más perfectos construidos afuera. Como construir buques cuesta mucho, ni los pequeños beneficios de la competencia doméstica se han obtenido. Como los que tienen interés en poner bandera americana a sus buques, los han de comprar forzosamente a constructor norteamericano, estos han mantenido sus precios a altura extraordinaria. Y ni por caros se pueden comprar los buques del país, ni se pueden usar los que no sean del país—con lo que ha venido a quedar sometido el inmenso comercio de esta tierra a la voluntad, especulaciones y competencias de todas las naciones extranjeras. Y los Estados Unidos son hoy, en el tráfico marítimo, los tributarios del universo entero. La América. Nueva York, octubre de 1883.