Blog 1 Reflexiones creyentes a partir del atentatado contra Charlie

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Reflexiones creyentes a partir del atentatado contra
Charlie Hebdo
(LaRepública, jueves, 15 de enero de 2015)
Enrique Vega Dávila1
El atentado a la revista francesa Charlie Hebdo -y los siguientes atentados que han
seguido a éste en el mismo París- ha colocado la mirada nuevamente sobre lo
religioso y lo que implica. Se acusa a la religión de haber generado aquello. Ahora,
el temor a todo lo que implica el Islam es una consecuencia casi inmediata en la
conciencia colectiva de mucha gente que no logra distinguir los diferentes matices
que posee esta religión (y las diferentes religiones, incluso la propia).
Toda esta situación exige repudio de nuestra parte, pero no a una religión casi
desconocida por nosotros y nosotras, sino contra toda violencia, directa o indirecta
de la que podemos ser responsables como creyentes. La violencia directa que
implica una agresión no es sino el resultado de una violencia estructural que se
encuentra instalada en la cultura misma. Y si bien en este caso la respuesta ha sido
cruel, desproporcionada y absolutamente repudiable no podemos ignorar que,
desde el otro lado, muchas caricaturas de lo religioso conllevan, a veces, detrás del
humor, un cierto tipo de violencia.
“De dioses y hombres”
La película francesa “De dioses y de hombres” colocó en el arte la vida de unos
monjes católicos en un país islámico y que son asesinados por un grupo
fundamentalista. Una carta-testamento del superior de esa comunidad pedía no
identificar al Islam con esas caricaturas que ciertos grupos han hecho de él. Y es
que el terrorismo religioso de los grupos islámicos es una deformación de lo que el
Corán quiere transmitir. El cristianismo tiene el mismo riesgo de malinterpretar las
enseñanzas de Jesús que colocan el amor gratuito y concreto como eje estructural.
1
Enrique Vega Dávila es profesor en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Un biblista alemán del siglo pasado afirmaba categóricamente que “no existe
ninguna verdad de fe que no pueda ser manipulada idolátricamente”. Y es que toda
religión, como institución, corre riesgos: riesgo de olvidar lo más importante de su
credo y cerrarse en ciertos pasajes de la escritura sagrada, riesgo de cerrarse en
doctrinas posteriores o a interpretaciones totalitarias del mensaje, riesgo de creerse
superiores a las demás confesiones o religiones, en general riesgo de
fundamentalismo. Cualquier elemento religioso corre el riesgo de ser manipulado
idolátricamente, esto es colocarlo por encima de Dios mismo. Los cristianos y las
cristianas no estamos exentos de esa fatalidad. Debemos tener cuidado para no ir
generando una cultura reactiva violenta alimentada por declaraciones, entrevistas y
opiniones que basadas en una cierta ignorancia, se convierten en suposiciones de
ortodoxia. Ambigüedades, en fin, que, desde los diferentes espacios cristianos,
pueden estarse presentando como la fe única y verdadera.
Las “semillas del Verbo” en las diferentes culturas
Hace ya casi 50 años, el Concilio Vaticano II nos invitó a “reconocer lo santo y lo
bueno” que existen en todas las religiones, lo que san Justino mártir reconocía
como “semillas del Verbo” en las diferentes culturas. Hay diferentes concepciones
antropológicas, diferentes visiones del mundo, diferentes formas de entender la
civilización. Comprender esto demanda información; mucha formación,
humanización. Y todas las religiones del mundo pueden aportar en la consecución
de ello. Esto nos exige aproximarnos y generar diálogo desde nuestra identidad
cristiana. Una cultura de paz no es ausencia de guerra solamente sino más bien una
paz positiva basada en el reconocimiento de los diferentes problemas y del diálogo
como herramienta para superar dificultades.
En nombre de diferentes deidades a través de la historia se han cometido crímenes.
Baste recordar a la Inquisición, por ejemplo. Y si bien no podemos juzgar el pasado
con nuestras categorías morales actuales, esto nos deja una gran tarea: o
abordamos no solo la violencia directa y sus múltiples expresiones o nos
convertimos en cómplices del daño efectuado a diferentes personas. Lo que en el
islam es una deformación del fundamentalismo puede sucedernos también en el
cristianismo. Cualquier fundamentalismo teñido de intolerancia es malo. Debemos
estar atentos y atentas a evitar de cualquier modo toda forma de violencia: la que
agrede abiertamente y la que se genera a través de comentarios intolerantes o de
silencios cómplices.
Los creyentes -de todo credo- somos responsables de la irreligión y desconfianza de
muchos y muchas. Los cristianos y las cristianas del mundo entero debemos revisar
si somos lo suficientemente fieles a Jesús, el pobre de Nazaret, y su mensaje.
Quiénes nos llamamos cristianos y cristianas, ¿somos coherentes con la práctica de
Jesús? Es importante que ahora y siempre revisemos la concepción de dios que
tenemos para que en todos nuestros actos guarden relación con lo que implica
profesar la fe en aquél que vino a amar y perdonar: a salvar y no a condenar*.
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