Ann Nestlé [Esp] 2010;68:98–106 DOI: 10.1159/000324425 Regulación homeostática del hierro y su papel en el estado normal y anormal de hierro en la lactancia y la infancia Bo Lönnerdal a Olle Hernell b a Departamento de Nutrición, Universidad de California, Davis, Calif., EE.UU.; b Departamento de Ciencias Clínicas, Pediatría, Universidad de Umeå, Suecia Palabras clave Regulación homeostática del hierro ⴢ Estado de hierro en la lactancia ⴢ Carencia de hierro Resumen El hierro es importante en el desarrollo neural y la función cognitiva y, en conjunto, previene la deficiencia de hierro; y la anemia por carencia de hierro sigue siendo una prioridad fundamental. Los lactantes a término alimentados con leche materna y los lactantes alimentados con leche enriquecida con hierro presentan habitualmente un estado de hierro satisfactorio durante los seis primeros meses de vida; No obstante, todavía existen ambigüedades en la evaluación del estado de hierro en lactantes y en cómo satisfacer adecuadamente sus necesidades de hierro. Esto resulta particularmente evidente en el caso de los lactantes prematuros, que nacen con depósitos de hierro bajos y para quienes las recomendaciones sobre la provisión de hierro varían considerablemente. En parte, esto puede deberse a la inmadurez de la regulación de la homeostasis del hierro en lactantes pequeños. Mientras que los lactantes de 9 meses edad parecen capaces de regular por disminución la absorción de hierro cuando están repletos de este nutriente, los lactantes de 6 meses carecen de esta capacidad. Aunque el hierro puede administrarse en forma de gotas o de productos enriquecidos con hierro, las formas suministradas pueden ser metabolizadas de manera diferente, y el exceso de hierro en gotas puede causar efectos adversos, posiblemente debido a una capacidad limitada para regular la absorción de hierro por parte de lactantes pequeños. Los efectos adversos se manifiestan mediante un retraso en el crecimiento: en lactantes bien nutridos por disminución en la ganancia de longitud, en poblaciones nutridas deficientemente por © 2011 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel 0252–8185/10/0683–0098$26.00/0 Fax +41 61 306 12 34 E-Mail karger@karger.ch www.karger.com Accessible online en: www.karger.com/ans una menor ganancia de peso. Se desconoce el mecanismo que subyace al retraso en el crecimiento, pero pueden participar efectos mediados por radicales libres de hierro o una interacción con la absorción y la homeostasis del cinc. En consecuencia, parece que no deben administrarse gotas de hierro a lactantes repletos del mismo. Copyright © 2011 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel Introducción El hierro participa en funciones importantes en numerosos procesos bioquímicos, entre los que se incluye el desarrollo del sistema nervioso central; además, es esencial para la mielinización neural y la función neurotransmisora [1]. La necesidad de hierro es particularmente elevada durante periodos de crecimiento y diferenciación rápidos, por ejemplo, durante el último trimestre del embarazo y en el curso de la lactancia, cuando el cerebro experimenta su brote de crecimiento. En consecuencia, una homeostasis ineficaz del hierro durante estos periodos puede dar lugar a un retraso en el desarrollo neural y en las funciones cognitivas [2]. En numerosos estudios se ha demostrado una asociación entre la anemia por carencia de hierro (ACH) y un desarrollo neural deficiente en lactantes [3]. El aporte complementario de hierro reduce el riesgo de anemia en niños con riesgo de presentar carencia de hierro (CH) y ACH. Por otra parte, un aporte complementario excesivo de hierro en lactantes puede dar lugar a un mayor riesgo de infección, un crecimiento deficiente y un trastorno de la absorción o el metabolismo de otros minerales [4]. El hierro es también un prooxidante muy conocido, y el hierro no unido a proteínas Prof. Bo Lönnerdal Department of Nutrition University of California Davis, CA 95616 (USA) Tel. +1 530 752 8347, Fax +1 530 752 3564, E-Mail bllonnerdal @ ucdavis.edu puede causar la formación de radicales libres de oxígeno e incrementar el riesgo de retinopatía de la premadurez en lactantes prematuros, especialmente cuando se suministra a dosis elevadas en transfusiones sanguíneas o en combinación con el tratamiento con eritropoyetina (EPO) [5–8]. En conjunto, es importante hallar estrategias óptimas para prevenir la CH, y es también importante evitar la sobrecarga de hierro y sus efectos adversos potenciales. Por lo tanto, es esencial reconocer a los lactantes que deben recibir una forma de hierro concreta, a qué dosis y durante qué periodo de su vida para obtener efectos preventivos óptimos acompañados de efectos adversos mínimos o nulos. Para alcanzar esta meta, una condición indispensable es un conocimiento detallado sobre cómo se regula la homeostasis del hierro en lactantes y niños y cómo varía la regulación en función de la edad. Tabla 1. Valores límite 2 DE sugeridos para variables del estado de hierro a los 4, 6 y 9 meses de edad, basándose en lactantes alimentados con leche materna, repletos de hierro Hb, g/l VCMa, fl CPP, mol/mol heme Ferritina, g/l RTf, mg/l 4 meses 6 meses 9 meses <105 <73 >75 <20 >11 <105 <71 >75 <9 >11 <100 <71 >90 <5 >11 VCM = Volumen celular medio eritrocítico; CPP = Cinc protoporfirina. a Basado en lactantes suecos (de Domellöf y cols. [10]). Desarrollo del estado de hierro en la lactancia Lactantes a término El hierro en el cuerpo entero de fetos y recién nacidos es de unos 75 mg/kg [9]. A un ritmo de crecimiento de 15 a 20 g/kg/ día, esto se traduce en una tasa de acumulación de hierro de 1 a 1,5 mg/kg/día que, no obstante, no es válida para lactantes recién nacidos debido a que la declinación normal de la concentración de hemoglobina (Hb) después del nacimiento causa un incremento significativo de los depósitos de hierro. En consecuencia, un lactante a término, sano, es inicialmente independiente del hierro externo y puede doblar su peso al nacer antes de que los depósitos de hierro se vacíen. En el momento del nacimiento, los valores de Hb en la sangre son elevados, unos 170 g/l en la sangre del cordón umbilical en lactantes a término sanos (intervalo: 135 a 210 g/l), mientras que van declinando con la edad para alcanzar un valor mínimo de 110 a 120 g/l entre 8 y 18 meses de edad. Esta declinación es fisiológica y se debe a una destrucción de la Hb fetal para que sea sustituida por la Hb adulta mediante eritropoyesis endógena, que se recupera normalmente cuando la Hb se ha reducido de 170 a 120 g/l. La leche materna es pobre en hierro (0,2 a 0,4 mg/l), y aunque este hierro se utiliza satisfactoriamente, los lactantes alimentados con leche materna durante más de 4 a 6 meses sin recibir aportes complementarios de hierro o alimentos complementarios enriquecidos con hierro contraen el riesgo de presentar ACH. Sin embargo, la magnitud del problema puede haber sido sobreestimada, dado que el límite de la Hb para evaluar la anemia no puede ser el mismo que en grupos de mayor edad. En un estudio en lactantes repletos de hierro hemos demostrado que un límite de Hb más apropiado a los 4 a 6 meses de edad sería de 105 g/l, y a los 9 meses de 100 g/l en lugar de los 110 g/l que se consideran corrientemente [10] (tabla 1). Dado que la ACH no es frecuente en este grupo de edad en los países industrializados, y que la anemia puede deberse a otras causas distintas de la CH, es imprescindible evaluar el estado de hierro de los lactantes. Entre los indicadores del es- Regulación homeostática del hierro tado de hierro destacan la ferritina sérica (Ft-s), la protoporfirina sérica, el hierro sérico, los receptores de transferrina sérica (RTf-s) y la capacidad de saturación de transferrina sérica/ fijación del hierro total. En el lactante a término sano, la Ft-s es muy elevada en el nacimiento a causa de extensos depósitos hepáticos, si bien se produce una reducción sucesiva durante la lactancia. Esta reducción es fisiológica y está influida por el crecimiento. Aunque existe una considerable investigación al respecto, la Ft-s sigue estando influida por el estado de hierro y se considera el indicador más confiable del tamaño de los depósitos de hierro. No obstante, la Ft-s es un reactante de fase aguda y, dado que es influida por la infección y la inflamación, se ha sugerido el uso de otros indicadores menos afectados por la infección. La observación de que el 26% de lactantes suecos sanos, de 12 meses de edad, nacidos a término y que recibieron grandes cantidades de hierro, presentaban niveles de Ft-s inferiores a 12 g/l [11], el valor límite de CH generalmente aceptado, suscitó la cuestión de si los mismos valores límite son apropiados indistintamente para lactantes y para niños mayores y adultos. Basándonos en el estudio de intervención mencionado anteriormente, somos de la opinión que un límite más apropiado a los 4 meses sería de 20 g/l, a los 6 meses de 9 g/l y a los 9 meses de 5 g/l (tabla 1). Estos cálculos se basaron en valores límite –2 DE en lactantes sanos, repletos de hierro, nacidos a término [10]. El cociente log RTf-s/Ft-s, que se ha considerado un indicador más confiable en adultos, dado que los RTf-s no son influidos por la infección e indican las necesidades celulares de hierro, no proporciona ninguna utilidad diagnóstica adicional en los lactantes [10, 12]. Hallamos límites apropiados para la cinc protoporfirina de 75 mol/mol heme a los 4 a 6 meses y 90 mol/mol heme a los 9 meses (tabla 1), lo que convierte posiblemente a esta sustancia en un buen indicador del estado de hierro; no obstante, en los entornos de campo resulta muy infrecuente disponer del hematofluorómetro necesario para esta evaluación [10]. Ann Nestlé [Esp] 2010;68:98–106 99 Lactantes prematuros La CH es corriente en lactantes prematuros [13]. Los depósitos de hierro se forman durante el último trimestre del embarazo. En consecuencia, en comparación con los lactantes a término, los lactantes prematuros poseen menores niveles de hierro corporal y Hb en el nacimiento, así como hierro sérico y hierro de depósito, lo que se refleja en menores concentraciones de Ft-s y Hb, que también alcanzan sus puntos mínimos en una edad más temprana que en los lactantes a término. Los depósitos de hierro pueden vaciarse ya durante los primeros meses de vida [14] coincidiendo con el inicio de la eritropoyesis y la recuperación del crecimiento. No obstante, conviene recalcar que se desconoce el tamaño relativo de los depósitos de hierro en el nacimiento en lactantes prematuros. Además, mientras que un lactante a término dobla su peso al nacer en unos 5 meses, un lactante prematuro lo doblará en 1 a 2 meses. En lactantes con muy bajo peso al nacer (BPN), las pérdidas de hierro debido a flebotomía pueden representar 6 mg/kg/semana [15]. En cierta medida, esto se compensa por el hecho de que una transfusión de hematíes añade normalmente unos 8 mg/ kg de hierro. Es evidente que los protocolos del muestreo de sangre, la transfusión sanguínea y el tratamiento con EPO influyen sobre las necesidades de hierro de los lactantes prematuros. Conviene destacar también que la absorción de hierro a partir de aportes complementarios del mismo administrados entre comidas es del 25 al 40% en lactantes prematuros, lo que representa una cifra más elevada que en lactantes a término [16]. Se ha comunicado que la absorción de hierro a partir de leches para lactantes prematuros es del 11% [17]. No se dispone de estudios sobre la absorción de hierro a partir de leche humana enriquecida con nutrientes múltiples o a partir de aportes complementarios de hierro suministrados junto a la leche humana. Sin embargo, puede suponerse que la absorción a partir de estas fuentes excede de la absorción a partir de leches para lactantes prematuros, igual que en lactantes a término la absorción de hierro a partir de la leche humana es significativamente mayor que a partir de las leches para lactantes [18]. En conjunto y al contrario de lo que acontece en los lactantes a término, en quienes la CH aparece normalmente después de la primera mitad de la lactancia, en los lactantes prematuros existe ya un riesgo de CH durante la primera mitad de la lactancia. En los lactantes prematuros de edad gestacional baja o con menor peso al nacer existe un riesgo especial de presentar CH, como es el caso de los lactantes prematuros en países de rentas bajas y en aquéllos alimentados exclusivamente con leche materna sin aporte complementario de hierro [13, 19]. En consecuencia, para prevenir la ACH se utilizan sistemáticamente el aporte complementario de hierro y/o la transfusión de sangre. No obstante, el nivel y la cronología adecuados del aporte complementario de hierro están sujetos todavía a debate, si bien el Comité de Nutrición del ESPGHAN [16] recomendó recientemente una ingestión de 2 a 3 mg/kg/día, correspondiente a 1,8 a 2,7 mg/100 kcal, y que el aporte complementario de hierro enteral profiláctico (suministrado como aporte complementa- 100 Ann Nestlé [Esp] 2010;68:98–106 rio de hierro por separado, en leches para lactantes prematuros o en leche humana enriquecida) debe iniciarse a las 2 a 6 semanas de edad (2 a 4 semanas en lactantes con BPN extremo). Los lactantes que reciben tratamiento con EPO y los lactantes que han sufrido pérdidas de sangre significativas, no compensadas, pueden necesitar inicialmente una dosis mayor, requiriendo un aporte complementario de hierro por separado además de las leches para lactantes prematuros o la leche humana enriquecida. Sin embargo, en lactantes prematuros deben evitarse dosis de hierro enteral 15 mg/kg/día debido al riesgo de retinopatía de la premadurez. El aporte complementario de hierro debe posponerse en lactantes que hayan recibido transfusiones de sangre múltiples y presentan concentraciones elevadas de Ft-s [20]. El aporte complementario de hierro debe proseguir después del alta, por lo menos hasta 6 a 12 meses de edad en función de la alimentación. Basándose en la probabilidad de que los lactantes con BPN que pesen más de 2.000 g en el nacimiento son menos propensos a presentar una CH temprana que los que pesen menos de 2.000 g, y que la dosis y la cronología correctas del aporte complementario no han sido estudiadas adecuadamente, Berglund y cols. [21] examinaron el efecto del aporte complementario con gotas de hierro (hierro succinato) a la dosificación de 1 o 2 mg/kg de peso corporal al día, dividida en dos dosis diarias desde las 6 semanas hasta los 6 meses de edad, en un reciente ensayo de intervención a doble ciego, aleatorio, controlado con placebo, en alrededor de 300 lactantes con BPN no anémicos y, por otra parte, marginalmente sanos, es decir, lactantes que pesaban entre 2.000 y 2.500 g en el nacimiento y que representaban del 3 al 5% de todos los lactantes recién nacidos en países opulentos, incluyendo tanto a lactantes prematuros tardíos como a lactantes a término con BPN. Llegaron a la conclusión de que aquel grupo presenta un mayor riesgo que los lactantes a término de desarrollar una ACH temprana, y que el BPN y la alimentación con leche materna parecen producir un efecto sinérgico negativo sobre el estado de hierro a los 6 meses. En contraste, nosotros y otros autores observamos previamente que la prevalencia de CH en lactantes a término alimentados exclusivamente con leche materna y de peso al nacer normal (12.500 g) es inferior al 1% en poblaciones similares [19, 22]. Berglund y cols. [21] hallaron una prevalencia de CH menor, si bien no significativamente menor, en el grupo que recibió 2 mg de hierro/kg/día en comparación con 1 mg/kg/día, y calcularon que una ingestión de hierro relativamente baja es suficiente para prevenir la CH y la ACH. Una ingestión de 0,25 mg/kg/ día previno efectivamente la ACH a los 6 meses en estos lactantes con BPN marginal, mientras que una ingestión de 1,0 mg/kg/día previno la CH, que debía cubrirse por medio de leches para lactantes que contuviesen 8 mg de hierro/l. Con ninguna de las dosis de hierro se observaron efectos adversos sobre el crecimiento ni morbilidad, ni siquiera sobre el crecimiento de los lactantes repletos de hierro. Berglund y cols. [21] observaron, además, que en el grupo placebo existía una tendencia hacia un mejor estado de hierro en los lactantes a tér- Lönnerdal /Hernell mino en comparación con los lactantes prematuros con BPN marginal, y aunque la diferencia no fue significativa, la prevalencia de CH y ACH fue mayor en los lactantes prematuros. Dado que la diferencia no podía explicarse por diferencias en la ingestión de hierro, llegaron a la conclusión de la posibilidad de diferencias en el metabolismo del hierro o en los depósitos de hierro en el nacimiento entre los lactantes a término y los lactantes prematuros con BPN marginal. Factores que afectan al estado de hierro en la lactancia Dotación de hierro en el nacimiento Aunque la CH materna no parece comprometer la dotación de hierro de los lactantes, la CH grave, es decir, la ACH, produce un efecto adverso sobre el estado de hierro del recién nacido. Los lactantes de madres moderada o gravemente anémicas presentan menores depósitos de hierro y un riesgo tres veces mayor de BPN, lo que les confiere un mayor riesgo de CH en una edad temprana. De hecho, la incidencia de CH y ACH durante la lactancia tardía es mayor en lactantes nacidos de madres con ACH que en lactantes nacidos de madres repletas de hierro [20, 23–28]. La cronología del pinzamiento del cordón umbilical afecta también a la dotación de hierro del recién nacido. El pinzamiento precoz del cordón umbilical disminuye la transferencia de hierro al lactante, mientras que el retraso en dicho pinzamiento incrementa el volumen eritrocítico en los lactantes y, a su vez, aumenta la dotación de hierro. Un retraso de dos minutos en el pinzamiento del cordón umbilical incrementa el hierro del cuerpo entero en alrededor del 33%, con el resultado de mayores depósitos de hierro a los 6 meses de edad [29–31]. En suma, las necesidades de hierro durante la primera mitad de la lactancia dependen en gran medida de la dotación de hierro del lactante en el nacimiento. Efecto del género sobre el estado de hierro A pesar de la ausencia de diferencia en las necesidades estimadas de hierro entre niños y niñas durante la lactancia, se han observado en esta edad diferencias sustanciales en cuanto al sexo en el estado de hierro [32, 33]. Se han observado concentraciones de Hb, volumen celular medio y Ft-s menores, así como concentraciones de RTf y cinc protoporfirina mayores en niñas a los 4, 6 y 9 meses de edad. Por otra parte, los niños a los 9 meses de edad presentaban un mayor riesgo de padecer una ACH que las niñas [32]. Las diferencias con respecto al sexo en las concentraciones del volumen celular medio y la cinc protoporfirina pueden reflejar diferencias fisiológicas normales entre géneros. Por otra parte, las diferencias en la Hb y los RTf parecen reflejar una mayor incidencia de CH en los niños. Puede ser necesaria la elaboración de valores de referencia específicos de sexo en la definición de la CH para algunos de los indicadores del estado de hierro [32]. Regulación homeostática del hierro Provisión de varias formas de hierro En numerosos países se recomienda administrar aportes complementarios de hierro en forma de gotas de hierro en lactantes alimentados con leche materna después de los 4 a 6 primeros meses de edad. Comparamos los efectos de la instauración del aporte complementario del hierro a los 4 meses y en un periodo comprendido entre 6 y 9 meses de edad en lactantes alimentados exclusivamente con leche materna en dos entornos diferentes: Honduras es un ejemplo de un país en vías de desarrollo con pobre dotación de hierro en el nacimiento y ACH frecuente en una edad temprana, y Suecia es un ejemplo de una población con depósitos de hierro suficientes en el nacimiento y baja prevalencia de ACH en la lactancia [19]. En ambos entornos no hallamos beneficios significativos derivados de iniciar el aporte complementario del hierro a los 4 meses de edad en comparación con 6 meses de edad. No obstante, resultó evidente que los lactantes hondureños se beneficiaban del suministro del complemento después de los 6 meses de edad, tal como se reflejaba en los valores de Hb, varios indicadores del estado de hierro y la prevalencia de CH a los 9 meses. Al contrario, en los lactantes suecos no se registraron efectos de los aportes complementarios en ninguna edad. Esto permite suponer que la alimentación exclusiva con leche materna hasta los 6 meses de edad en combinación con alimentos complementarios de alta calidad y ricos en hierro satisfará las necesidades de hierro de los lactantes. De forma imprevista, hallamos que los aportes complementarios de hierro suministrados en lactantes repletos de hierro resultaban en una disminución del crecimiento lineal en ambos entornos (ver más adelante). La forma de hierro suministrada a los lactantes puede afectar de manera diferente a los indicadores del estado de hierro. Observamos que los lactantes que recibieron cereales enriquecidos con hierro entre 6 y 9 meses de edad presentaban concentraciones de Hb significativamente superiores a las de los lactantes que recibieron la misma cantidad de hierro al día en forma de gotas de hierro (fig. 1) [34]. En contraste, los lactantes que recibieron gotas de hierro presentaron concentraciones de Ft-s significativamente mayores que los que recibieron cereales enriquecidos con hierro. Esto da a entender que estas dos formas de hierro se metabolizan de manera diferente, en sentido de que el hierro de las gotas se almacena preferentemente en depósitos mientras que el hierro de los alimentos enriquecidos se incorpora a los eritrocitos. Es imprescindible la realización de estudios adicionales para aclarar los mecanismos que subyacen a estas observaciones. Existe una opinión generalizada de que el hierro procedente de la leche humana se utiliza mucho mejor que el procedente de leches para lactantes. Esto es debido probablemente a las diferencias considerables en la composición de los nutrientes de la leche materna y las leches para lactantes. En consecuencia, el contenido en hierro de las leches para lactantes ha sido normalmente muy superior, es decir, 25 a 60 veces mayor que el de la leche humana. No obstante, en estudios recientes se han Ann Nestlé [Esp] 2010;68:98–106 101 GM AE BI 122 Hb (g/l) 120 a a a a a a 60 a b 118 100 80 c 116 b Ft-s (μg/l) 124 40 b b 20 114 112 110 a 10 9 6 Edad del lactante (meses) 9 6 Edad del lactante (meses) b Fig. 1. Concentraciones de Hb (a) y Ft-s (b) a los 6 y 9 meses de edad. Hb media (intervalo de confianza del 95%) a los 6 meses (basal) y 9 meses, y Ft-6 media (intervalo de confianza del 95%) a los 6 meses (basal) y 9 meses en lactantes que recibieron alimentos enriquecidos con hierro (AE, ingestión diaria 11,3 mg/kg/día y que no recibieron gotas de hierro), en lactantes que recibieron gotas medicinales de hierro (GM, 1 mg/kg/día además de la alimentación habitual) y en lactantes con baja ingestión de hierro (BI, ingestión diaria !1,3 mg/kg de peso corporal y ausencia de gotas de hierro). Se escogió el límite de 1,3 mg/kg/día para obtener una ingestión del hierro total similar en los grupos GM y AE. Las barras que no comparten una letra común difieren significativamente en p ^ 0,002 (ANCOVA). La interacción edad x grupo es significativa en p ! 0,05 (reproducido de Domellöf y cols. [34] con autorización). observado diferencias menores en la absorción de hierro entre la leche humana y las leches para lactantes. En coherencia con estas observaciones, hemos demostrado que un nivel considerablemente menor de enriquecimiento con hierro de las leches para lactantes resulta en un estado de hierro suficiente, que no difiere del de los lactantes alimentados con leche materna hasta los 6 meses de edad [35, 36]. Se observó que los lactantes suecos sanos alimentados con una leche para lactantes que suministraba 1,6 mg de hierro/l a partir del mes de edad presentaban un estado de hierro satisfactorio a los 6 meses de edad [36]. Los lactantes nacidos con un estado de hierro bajo pueden necesitar más hierro, si bien es dudoso de que niveles mayores de enriquecimiento con hierro de las leches para lactantes resultaría en un mejor estado de hierro de los lactantes alimentados con leches para lactantes hasta los 6 meses de edad, dado que el aporte complementario de hierro en los lactantes hondureños (con pobres dotaciones de hierro) antes de los 6 meses de edad no fue capaz de mejorar el estado de hierro [19]. La mayoría de las leches para lactantes comercializadas actualmente contienen 4 a 12 mg de hierro/l, que es como mínimo 10 a 30 veces superior al nivel de hierro de la leche materna. Puede ponerse en duda si la leche para lactantes utilizada durante los 6 primeros meses de vida contendría un vasto exceso de hierro que no proporcionaba beneficios con respecto a cubrir el incremento percibido de las necesidades de hierro durante 6 a 12 meses de edad. En zonas donde se utiliza el mismo tipo de leche para lactantes durante los 12 primeros meses de edad, el aumento del nivel de enriquecimiento con hierro en los alimentos complementarios puede constituir una posibilidad al- ternativa, mientras que en zonas donde se utilizan diferentes tipos de leches para lactantes entre 0 a 6 y 6 a 12 meses de edad, la leche para lactantes de seguimiento puede tener un mayor nivel de enriquecimiento con hierro [37]. Aunque la magnitud de la diferencia en la biodisponibilidad del hierro entre la leche materna y la leche para lactantes varía de un estudio a otro, la mayoría de los investigadores están de acuerdo en que el hierro se absorbe mejor a partir de la leche materna. En parte esto puede ser debido a la lactoferrina, proteína que se une al hierro, que si bien se halla presente a concentraciones elevadas en la leche materna está prácticamente ausente en la leche para lactantes [38]. Una parte muy importante del hierro de la leche materna está asociado a la lactoferrina. Esta es relativamente resistente a la proteolisis, y se ha hallado intacta en las deposiciones de los lactantes alimentados con leche materna [39]. Se ha observado que la lactoferrina humana es captada por el enterocito a través de un receptor específico de lactoferrina (fig. 2), y en estudios sobre enterocitos humanos se ha demostrado la internalización de la proteína, así como del hierro fijado [40]. Por lo tanto, esto proporciona un mecanismo único para la utilización del hierro de la leche materna. Al contrario, el hierro de la leche para lactantes basada en leche de vaca se une en gran medida a la caseína, y los fosfopéptidos formados durante la digestión pueden limitar la absorción de hierro [41]. La leche materna contiene menos caseína que la leche de vaca y diferentes subunidades de caseína y, en cambio, se halla una cantidad relativamente mayor de hierro en complejos de bajo peso molecular, una forma del hierro que es probablemente, en comparación, bien utiliza- 102 Ann Nestlé [Esp] 2010;68:98–106 Lönnerdal /Hernell da. Las leches para lactantes contienen mayores niveles de calcio que la leche materna, especialmente las leches para lactantes prematuros, lo cual ha suscitado cierta preocupación, dado que se ha demostrado que el calcio disminuye la absorción de hierro en adultos [42]. No obstante, este efecto inhibidor puede aparecer únicamente en estudios con isótopos a corto plazo, dado que en estudios a largo plazo en lactantes que recibían niveles elevados de calcio no se observó ningún efecto adverso sobre el estado de hierro. Absorción de hierro en lactantes y su regulación Tal como se ha mencionado anteriormente, en estudios recientes sobre la absorción de hierro en la lactancia utilizando isótopos estables, se registraron diferencias menos acusadas en la absorción de hierro a partir de la leche materna y la leche para lactantes. En el pasado se utilizó la metodología de radioisótopos, y habitualmente se hallaron diferencias sustanciales en la biodisponibilidad del hierro entre la leche materna y la leche para lactantes a base de leche de vaca [43]. Este método tiene la ventaja de que el hierro absorbido y retenido se mide realmente por recuento en el cuerpo entero. No obstante, la absorción de hierro está también influida intensamente por el estado de hierro, circunstancia que resultaba infrecuentemente controlada en estos estudios. Los isótopos estables se han estado utilizando corrientemente durante épocas recientes, y en estos estudios se observan diferencias menores o nulas entre la leche materna y la leche para lactantes. Esto puede ser debido a mejoras en la composición de las leches para lactantes, pero también posiblemente a limitaciones metodológicas. En los estudios con isótopos estables se supone que el hierro absorbido es incorporado a los eritrocitos en una proporción aproximada del 80% [44], cifra que se ha derivado de estudios efectuados en adultos humanos. De hecho, en los lactantes se incorpora mucho menos hierro a los eritrocitos [45], lo que puede causar una subestimación del hierro real absorbido. La medida en la cual esta incorporación es influida por la edad o por el estado de hierro no se conoce todavía, ni tampoco cómo es influida por la forma de hierro administrada al lactante. Tal como se ha descrito anteriormente, se observó que el hierro administrado en forma de gotas o como enriquecimiento influía de manera diferente sobre los indicadores de hierro, lo que permite suponer vías metabólicas diferentes. Todavía no se conoce a ciencia cierta si el hierro absorbido de la leche materna (lactoferrina) o a partir de la leche para lactantes posee un destino metabólico diferente. Utilizando la metodología de isótopos estables demostramos que lactantes sanos, nacidos a término, de 6 meses de edad y alimentados exclusivamente con leche materna absorbían el 16,4 8 11,4% de hierro, sin diferencia significativa entre los lactantes con aporte complementario de hierro y los lactantes que no recibían dicho aporte [46]. A los 9 meses de edad, la absorción de hierro a partir de la leche humana seguía estando Regulación homeostática del hierro en el mismo nivel en los lactantes con aporte complementario de hierro (16,9 8 9,3 %). Se desconoce si existen diferencias relacionadas con la edad en la absorción de hierro independientemente del estado de hierro, dado que no se han efectuado estudios de desarrollo sobre la absorción de hierro en lactantes repletos de hierro por unos mismos investigadores utilizando una misma técnica. En una recopilación de los estudios realizados hasta la fecha se indica que éste no es el caso aunque los resultados son muy variables; sin embargo, las diferencias en el estado de hierro y la metodología entre los estudios pueden confundir un dato de esta índole. También es necesario considerar la regulación homeostática de la absorción de hierro en los lactantes. Aunque no se hallaron diferencias entre los lactantes con y sin aporte complementario de hierro a los 6 meses de edad, los lactantes sin aporte complementario de hierro presentaban una absorción de hierro considerablemente superior a los 9 meses de edad, es decir, 36,7 8 18,9% (p = 0,01) [46]. Esto indica rotundamente que la regulación homeostática de la absorción de hierro está ausente en los lactantes pequeños aunque maduros y está presente a los 9 meses de edad. Esta constatación está respaldada, además, por el hecho de que el aporte complementario de hierro entre 4 y 6 meses de edad incrementó considerablemente la concentración de Hb independientemente del estado inicial de hierro. En contraste, el aporte complementario continuado de hierro hasta los 9 meses careció de efectos sobre las concentraciones de Hb en lactantes repletos de hierro [19]. Se desconoce cuándo aparece la homeostasis del hierro durante el periodo comprendido entre 6 y 9 meses ni si se ha desarrollado completamente a los 9 meses de edad. Es indispensable la realización de estudios adicionales en varios grupos de edad con objeto de aclararlo. Regulación molecular de la absorción de hierro El importador fundamental de hierro a través de la membrana apical de la célula epitelial intestinal es el transportador de metal divalente 1 (TMD1) (fig. 2). Este transportador es responsable de la captación de hierro ferroso y está regulado fuertemente por el estado de hierro [47]. Mientras que el citocromo duodenal b (citdb), una reductasa férrica localizada en la membrana apical, participa según se ha observado en la regulación del metabolismo del hierro en roedores [48], se dispone de datos limitados en apoyo de que este sea el caso en humanos. De hecho, sería improbable, dado que es sabido que los humanos absorben deficientemente el hierro férrico, y observaciones recientes en sujetos humanos con estado de hierro muy variable (hemocromatosis hereditaria, CH, controles) no indican diferencias en la expresión de citdb en función del estado de hierro [49]. Tras la captación de hierro ferroso por el enterocito, el hierro es translocado a través de la célula y exportado por la ferroportina (FPN), localizada en la membrana basolateral (fig. 2). La FPN está también regulada fuertemente por el estado de hierro. Después de la exportación de hierro por la FPN, el hierro será transportado hasta el hígado, unido a la transferrina y Ann Nestlé [Esp] 2010;68:98–106 103 Absorción intestinal del Fe Fe2+ Ann Nestlé [Esp] 2010;68:98–106 RLf OH Fe2+ Microsoma Fe2+ ? Ferritina FPN Hp Fe2+ utilizado por el sistema retículoendotelial para la síntesis de Hb, o almacenado en forma de depósitos de hierro. Aunque durante mucho tiempo la comunicación entre los depósitos de hierro en el hígado y la célula epitelial intestinal representaba un enigma, recientemente se descubrió que era mediada por la hepcidina, un péptido sintetizado por el hígado [50]. La hepcidina actúa como un regulador endocrino del metabolismo del hierro por unión covalente a la FPN, causando su internalización y destrucción. El hierro se acumula subsiguientemente en el enterocito y, a continuación, regula por disminución la expresión del TMD1. Como consecuencia de estos fenómenos, la absorción del hierro se regula efectivamente por disminución. Aunque todavía se desconocen los motivos moleculares de la ausencia de homeostasis del metabolismo del hierro que detectamos en los lactantes pequeños, los resultados derivados de modelos de roedores pueden proporcionar algunos conocimientos al respecto. Se ha observado que las crías de rata lactantes de 10 días de edad carecen también de regulación homeostática de la absorción del hierro, mientras que las crías destetadas de 20 días de edad pueden regular la absorción de hierro [51]. El día 10 no se observaron efectos del estado de hierro sobre la expresión de TMD1 o FPN en células epiteliales intestinales. No obstante, el día 20 la CH reguló fuertemente por incremento la expresión de estos dos transportadores de hierro, y el aporte complementario de hierro reguló fuertemente por disminución su expresión. No se conoce todavía a ciencia cierta si el mismo tipo de regulación aparece en los lactantes humanos. Sin embargo, resulta tentador especular que 104 PPH1 Citdb TMD1 Membrana apical Lf RTf Fig. 2. Modelo esquemático de absorción de hierro en el intestino del lactante. En la primera lactancia, el receptor de lactoferrina (RLf) facilita la absorción de hierro a partir del hierro unido a la lactoferrina, mientras que otras formas de hierro son absorbidas probablemente a través de TMD1. Citdb es una reductasa férrica, que reduce el hierro férrico a hierro ferroso para el transporte por TMD1. En la lactancia subsiguiente, la carne llega a formar parte de la alimentación de destete y el hierro heme se absorbe por la proteína portadora de heme 1 (PPH1). TMD1, citdb, RLf y PPH1 se localizan en la membrana apical. OH = Oxidasa heme. El exportador fundamental de hierro, FPN, se localiza en la membrana basolateral. La hephaestina (Hp) es una ferroxidasa que oxida el hierro ferroso a hierro férrico para el transporte por la transferrina. Heme Fe3+ Fe3+ RFE Tf Tf Tf Tf Membrana basolateral la descendencia se adapta para absorber la mayor cantidad de hierro posible durante todo el tiempo en que la leche, con su bajo contenido en hierro, es el alimento principal. Los lactantes prematuros anémicos son tratados habitualmente con EPO en combinación con aportes complementarios de hierro y/o transfusiones sanguíneas. Es probable que estos tratamientos puedan afectar a la expresión de hepcidina de maneras diferentes [2]. El tratamiento con EPO intensifica la eritropoyesis, que causará la regulación por disminución de la expresión de hepcidina, incrementando de este modo la absorción de hierro y su movilización a partir de los depósitos. La inyección de EPO en ratas adultas produjo una redistribución del hierro debido a la intensificación de la eritropoyesis [52]. El hierro era liberado del hígado, el hierro sérico disminuía y la absorción intestinal de hierro aumentaba. Esto se acompañaba de un incremento de la expresión de TMD1 y citdb, que reduce el hierro férrico a la forma ferrosa. Es probable que esto fuera una consecuencia de la regulación por disminución de la expresión de hepcidina, dado que la supresión de la eritropoyesis incrementa la expresión de hepcidina, y la anemia causada por flebotomía resulta en una disminución de la expresión de hepcidina, pero sólo si la eritropoyesis se hallaba en curso como respuesta a la anemia. Las transfusiones de sangre incrementarían el número de eritrocitos y la concentración plasmática de hierro, que a su vez incrementaría la expresión de hepcidina. En consecuencia, la regulación del suministro de hierro y la optimización de la eritropoyesis en los lactantes prematuros son tareas dificultosas. Lönnerdal /Hernell Efectos adversos del suministro del hierro El hierro es un nutriente único, dado que en contraste con la regulación de la absorción no se dispone de ninguna vía natural para la excreción del exceso de hierro. Por lo tanto, existe sin duda la posibilidad de sobrecarga, que es bien conocida en los adultos. No obstante, la sobrecarga de hierro como tal no ha sido reconocida en lactantes humanos a término y sólo afecta a lactantes prematuros con una consecuencia conocida o temible, como es el incremento del daño oxidativo asociado al hierro. En algunos estudios se han descrito recientemente indicios de ingestiones excesivas de hierro por parte de lactantes. Tal como se ha mencionado anteriormente, observamos que el aporte complementario de gotas de hierro en lactantes suecos sanos, a término, alimentados con leche materna, causaba la disminución del crecimiento lineal a los 9 meses de edad [53]. Dado que este efecto adverso no se registraba en los lactantes hondureños, planteamos la hipótesis de que era debido al estado de repleción de hierro de los lactantes suecos. De hecho, cuando la cohorte hondureña se dividía en lactantes repletos de hierro y lactantes no repletos de hierro, se observaba un efecto adverso sobre el crecimiento en el grupo repleto de hierro. En otros pocos estudios también se observaron efectos negativos de los aportes complementarios de hierro sobre el crecimiento [27, 54, 55]. Sin embargo, en estos estudios el efecto se observaba para la ganancia de peso en lugar del crecimiento lineal. No obstante, conviene destacar que el estado nutricional de los lactantes en estos estudios se hallaba deteriorado globalmente, situación que, como es sabido, disminuye el crecimiento lineal y causa un impedimento del desarrollo. Por lo tanto, cuando el crecimiento lineal está deteriorado existe la posibilidad de que el efecto adverso del exceso de hierro pueda manifestarse de manera diferente y afectar, en cambio, a la ganancia de peso. Sin embargo, en un estudio reciente efectuado en lactantes de EE.UU. alimentados con leche materna y que recibían gotas de hierro, se demostró tanto una reducción significativa de la ganancia longitudinal como una tendencia hacia la reducción de la ganancia de peso en comparación con lactantes que recibieron cereales enriquecidos con hierro [56]. Aunque el mecanismo o mecanismos que subyacen al efecto adverso del exceso de hierro no se conocen todavía a ciencia cierta, pueden implicar efectos prooxidativos de exceso de hierro o, posiblemente, una interacción entre el hierro y nutrientes que participan en el crecimiento, como el cinc [57]. Bibliografía 1 Beard JL: Why iron deficiency is important in infant development. J Nutr 2008; 138: 2534–2536. 2 Collard KJ: Iron homeostasis in the neonate. Pediatrics 2009;123:1208–1216. 3 Lozoff B, Beard J, Connor J, Barbara F, Georgieff M, Schallert T: Long-lasting neural and behavioral effects of iron deficiency in infancy. Nutr Rev 2006;64:S34–S43, S72–S91. 4 Domellöf M: Iron requirements, absorption and metabolism in infancy and childhood. Curr Opin Clin Nutr Metab Care 2007; 10: 329–335. 5 Pollak A, Hayde M, Hayn M, Herkner K, Lombard KA, Lubec G, Weninger M, Widness JA: Effect of intravenous iron supplementation on erythropoiesis in erythropoietin-treated premature infants. 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