4- ol--.. - XVI LAS TRES GARANTIAS MBMoRIAs DE UN CRI0LL0 i8zo-i8zi rowo 210 ! Or r1 N. —Peru de dbude ha sacada V. eae buen mozo... 1.• LAS TRES GARANTfAS volvI a ver algunos años después y estaba casi tan her- 4 iriosa como. el dia en que la conocI. Me parece que la estoy viendo. Era yo muy nino, tenIa próximamentediez años, y ella treinta y seis. Pero se conservaba tan fresca, tan graciosa, tan esbelta que le Costaba a uno trabajo convencerse de que aquel simpatico joven de diez y ocho años pudiese ser hijo suyo. Quizas por eso mismo se mostraha más orgullosa de dl. Herrnoso joven, el simpatico Mariano. Todo ci mundo le daba ocho años más quc los que tenla, y él los tomaba sin replicar, pues gustaba de aparentar ser más hombre que lo era dada su corta edad. —Pero de dónde ha sacado usted ese buen mozo que parece más que su hijo hermano suyo? ' 1676 Episodios Histór.cos Mexicanos Y a esta pregunta que, aunque envolviese una lisonja, envolvia casi una verdad a! mismo tiempo, ella contestaba con picaresco candor: —Del corazón de una lechuga, que es de donde los niños creen que se los saca para lievarlos a Su cuna. —Vamos! pero si no parece hijo de usted. —Pues lo es, estoy perfectamente segura. iGuapa mujer! Sus ojos parecian estrellas engarzadas en lapislázuii: asI lo decIan los que para ponderar una hermosura no encuentran más medio que formarla de mármoles, alabastros, marfiles, corales, perlas, ébano y troncos de palmera. Y es el caso que por lo regular quienes más estatua1ian atroz neologismo a la mujer, son los que más se entregan al tercer enemigo del alma. Y serfan ó no sedan estrellas sus ojos, pero sI es cierto que desped Ian rayos que ponlan de todos los colores a quien era objeto de sus miradas. De ellas se espantaban muchos hombres y sentIan bajo su impresión un calofrIo indescaipuble. Aquel seno insolente asomándose por el escote del vestido de seda, y mal oculto bajo las mallas delicadIsirnas de una pañoleta de encaje, cuyas puntas despus de cruzadas sobre el pecho se anudaban an vaporoso lazo prendido con un broche de briliantes, tenian mucho de mundano y tentador. La falda del vestido escaso de vuelo y ahlsitno de talle segün la xnoda de la época, dejaba descubiertos desde el tQbilIo sus pequ.ñisimos pies prilnorosamente caizados con zapato bajo de seda, cuyas çipras se cruzaban sobre el empeine y dando vueltas sobre vuetas 4esaparecian bajo los encajes de las enaguas, adheridas a is calada media de blanca seda. Preciosos brazos los suyos y dignos y muy diguos de moatrarse como se mostraban, descubiertos casi desde ci hombro. Delicadas manos aquellas cuyos dedos largos y elegantes lucian ca44 uno, menos ci pulgar, dos 6 tres snubs de piedras preciosas engarzadas en forma de cruces, de estrelias, de rectángulos, de cIrcuj oa y otros varios caprichos del diamantista. Bella, muy bella repito, y no obstante, hecha abstracción de sus W_ Las Tres Garant.as 1677 naturales encantos de mujer hermosa, aquelia señora no era lo que se llama Sirnpatica. Muchos individuos habian dado en la necedad de creer que hacia mal de ojo, y que ci ver.la originaba algun disgusto ó desgracia. Para más de un marido lo ultimo salia cierto casi siempre. Pero no estaba el mal en ella, sino en ellos mismos; porque su• cedla que después de haberla visto y contempiado un rato más ó menos largo, al volver a su casa sus mujeres parecIanles más feas que de costurnbre, y no siendo bastante prudentes para disin-tularJo, oIan de labios de sus beiicosas y ofendidas consortes ]as verdades del barquero, que, segun se dice, nada tuvieron de agradabies. —Dc otro modo juzgabas las cosas,—solIanles decir,—.cuando me galanteabas sin obtener de ml más que desderies, que, aunque tingidos, pues me gustabas para marido, no por eso te haclan menos mella, porque de boho te pasabas. —Me paso,—dijeras mejor,—murmuraba el marido Para sus adentros. —Pero ya seve,—continuaba la irritada esposa,—yo, pobre de ml sin expericocia, sin mundo, me dejé ilevar dc mis ilusiones y boy sufro ci castigo de mi ligereza. Al oir Jo cual el marido pensaba para SI: —Su ligereza dice y está casada conmigo; estas mujeres no saben Jo que es una mujer propia! Guardáhanse, sin embargo muy bien de decirlo y al fin pasaba el c hubasco, que en ci matrimonio pasan pronto cuando el cónyuge recriminado es prudente y no truena ni relampaguea. Restablecjda la caima. los delincuentes solIan tener ci candor de buscar de nuevo a la peligrosa dama y contarle en son de broma su pasado disgusto con sus esposas, a cuya relación la dama contestaba: — Pues amigo, convenza usted a su esposa de que nada tiene que tern c r. Esto Jo mismo podia querer decir eyo sé respetar la propiedad ajena D que uno bay cuidado qua por hombre como usted me pierda. Ellos procurahan entenderlo por ci iado que rnejor les convenIa 1678 Episodios Históricos 4iexzcanos y consolãndose con su propia tonterIa, pensaban que los escrüpu-. los de la dama podrIan desaparecer si la propiedad ajena se le entregaba por su libre voluntad y a pesar de sus respetos. Pero, digamos de una vez su nombre, D.° Clara, ó mejor CIarita, que asI la nombraban todos, no parecla dispuesta a dar qu hablar de sI al menos con sOlido fundarnento. Era hermosa, muy hermosa, sobrenaturalmente hermosa, y gustaba, corno gustan todas las hermosas, de ser galariteada; pero sus a&ciones no pasaban de ahI. Ni cómo hablan de pasar si pasaba ella por una de las rnujercs rnás piadosas de sus dIas? En su salon, compitiendo en nilnlero con los objetos de lujo y arte, abundaban, ya de talla, ya en cuadros, más de una gruesa de imágenes de los santos de su devociOn. La recárnara especialmente era casi un oratorio, más atn, una celda monji1 A la cabecera de su cama de caoba, una gran carna, no ya de matrimonio, sino de farnilia, pues parecIa plaza; a la cabecera, digo, pendla de un clavo un magnIfico cristo de marfil dentro de una especie de marco formado por rosario enorme de madera de los olivos del Santo monte Olivete bendecido en Roma por el Santo Padre. Los voluminosos siIIons, casi sitiales, con asientos y respaldos de cuero claveteado, que a lo largo de las paredes Se alineaban, daban a la recáinara el aspecto de una sala de capItulo de priores ó abadesas. Un gran armario, todo era aIlf grande, y enfrente de él una gran urna de grandes cristales con una imagen de bulto de Santa Clara de tamaño natural, completaban el adorno de la recámara de Clarita. Todo era allI sencillo, severo, casi humilde, casi pobre menos el traje de la santa cosido todo por Clarita y adornado de e1cajes de un valor tan grande que, si en vez de haber tenido la devoción de adornar con ellos Ia escultura, hubiese tenido la abnegaciOri de cedérselos a los pobres, pudiera haber hecho 13 felicidad de den familias a cincuenta pesos cada una. No tengo empeño en demostrar que el nümero debiera ser cien; Jo mismo pudiera haber dicho cincuenta familjas a cien pesos 6 veinticjnco a doscientos. lEran Las Tres GarantIas tantas las familias de pobres que no pedlan limosna en las calles i-il en la puerta de los templos a las cuales podrIa haber hecho felices la santa despojandose de sus encajes! II I1L Pero para todo daba la más que decente fortuna de Clarita. El padre Bernardo, su confesor, podia dar fe de ello. Buen padre Bernardo aquel! No era guapo, pero sin duda lo habla sido. Aun le quedaban rasgos a pesar de sus cincuenta y seis años cu rn p1 i dos. En realidad de verdad no los representaba. Era uno de esos hombres que el vulgo llama acartonados, y lo era en efecto. Alto y delgado, un tanto hundido de ojos, fInIsimo de nariz, boca pequeña, frente despejada y espaciosa, manos elegantes largas y delgadas, gris, nada más que gris el cabello: tales eran las señas del hombre fisico. Apuntemos algunos rasgos del padre Bernardo moral. Rigido, grave y sentencioso con la comunidad de las gentes. Arnable, muy arnable, casi galante con lasdamas, quesiendo behas trataba como hijas. Elocuente en ci decir, delicado y agradable en los chistes Con que a veces ainenizaba su conversación. Gran conocedor del mundo y quizds por eso mismo correCto en Is forma y fino y desdeñoso en el fondo. Asiduo 6 intachable en el cumplimiento de las prácticas de su ministerio, y duro y exigente para hacer cumplir a los demás las de su devocjón. Este era ci padre Bernardo. Ya iremos poco a poco completando su retrato. Basta por ahora. No dejaré sin embargo de decir que desde aquel hundimiento de SUS ojos desprendiase una mirada fina, penetrante, indagadora, mucho más elocuente que todos sus discursos. capaz de desconcertar I i68o Episodios !-listdricos Mex:cauos cualquiera, y capaz a Is vez de tomar todas las expresiones concebibles, desde Is más extremadan-iente bondadosa hasta Is del mas humano encono. Muchos de mis lectores no acertarãn por estos apuntes a darse una cueiita y razón exactas de lo que en ci mundo fué ci padre Bernardo, y los mal intencionados quizas se atrevan a censurarme por Jo que tal vez adivinen ó crean adivinar en nii hombre. Unosy otros deben pensar que soy un pobre viejo, casi chocho y que carezco de estudios para meterme en honduras como las del carácter moral y fisico del padre: perdonen, pues, los defectos en que haya incurrido y haya de incurrir, y pérmitanme que hable, asI corno soy, ignorante, burdo, pero no ma! intencionado. Si después de estas explicaciones sun huhiese alguien que no pueda perdonarme el quc yo ande sacando a luz poridades que inuchos creen olvidadas, diga ese alguien Jo que mejor le acomode, seguro de que no me he de toniar ci trabajo de contestarle, asi me ilarne perro, judlo ü otro insulto que más le acomode, y suponga más grave y ofensivo. Y esto digo porque viene al caso y porque me dicen que por ahI andan trayëndome y llevándome en lenguas, sobre si pienso de este ó del otro modo, sobre este suceso ó aquel personaje. Yo no escribo historia tal como muchos Ia escriben. esto es. pintando las cosas como se les antoja y dando por sucedido lo que ellos quisieran que hubiese sucedido. Cuento lo que vi y lo que mis padres vieron, y quisieron contarme, y no liegan mis pretensiones a que ningán historiador se tome Is fatiga de citarme en sus libros, 6 comprobar mis dichos. El que quiera creerme que me crea, y ci que no que Jo deje, seguro de que no habremos de enfadarios. Buen papel harla yo rompiendo va-as a la respetable edad de setenta y tres años que son los que contamos Is independencia de Mexico y un servidor de ustedes! Y he dicho que setenta y tres son los años que cuenta la Independencia, y setenta y tres los mios, porque la verdad de Dios es que ella y yo nacirnos en el mismo dia. Piensen en contrario lo que pensar quieran, los que como yo no piensen, Is independencia de Mexico data uando más tarde de Is fttmosa noche del i5 al 16 de Setiembre de r8io. a 1681 Las Tres Garanfias Cierto es que no la consumaron los hombres de aquelia noche; cierto es tambiën que en ci primer periodo de la lucha insurgerite, más se hizo por la ruina que por el progreso de nuestras ideas, pero nadie podrá negarme, digo, si obra de buena fe, la verdad de que sin nuestro intachable grande Héroe D. JOSE MARIA MORELOSS nadie, absolutamente nadie, hubiera consumado nuestra independencia cuando se consumó. ' Vean, si abrir quieren los ojos, corno quedó el aizamiento insurgente al niorir en Chihuahua los primeros heroes, y dIganme si era una empresa al alcance de cualquiera ci echarse a cuestas el hacer nuestra Independencia, cuando todos andaban espantados de ver que con todo y que nuestro pals era doble de extenso de Jo que boy lo es, los cadáveres que la guerra habla hecho se tropezaban unos con otros en sus enterramientos. No, no era un hombre cualquiera el que se necesitaba para hacer brotar la llama de las moritañas de cenizas que la sofocaban. iVaya! ni D. Agustin Iturbide se atrevió it ello, y eso que don Miguel Hidalgo adivinó lo que aigán dIa podria hacer, y con tal de atraerlo a su partido, le ofreció la faja de general, faja que seguramente hubiese aceptado D. Agustin, a no haberla visto entonces, v con justicia, demasiado verde todavIa. Y no se me diga que D. Agustin siempre nos creyó buenos para nada: ya le veremos tratando de ganarse con las más dulces expresiones y los más pomposos ofrecimientos, como el de ponerse a sus órdenes por ejemplo, al ültimo insurgente armado, a D. Vicente Guerrero, y eso cuando éste apenas podia hacer mas que no dejar apagarse la lumbre encendida el famoso 16 de Setiembre, y cuando D. Agustin contaba con los inmenslsiUos elementos que le empujaron hasta hacerle entrar por las puertas de la Capital ci memorable 27 de Setiembre de 1821. jPobres de nosotros si Dios no hubiese querido darnos un don Josa MARIA MORELOS! Con quién a falta de ei hubidramos ilenado el espacio de aftos que mediaron entre ci 3o de Julio de 18 i, en que fué sacrificado ci Sr. Hidalgo, hasta ci 13 de Noviembrede 182 enque el traicionado virey D. Juan Ruiz de Apodaca, puso en manos de Iturbide Ia casi tutalidad de las fuerzas que hablan jurado defender el dominio de España en las Americas? Tc,xo I 211 1682 Ep:sodws Hist&icos Mexicaiws Y ann hay quien tome a lo serio aquelias repetidas palabras de Iturbide en su cxposicion a la regencia, palabras que declan: aefl cortIsimo tiei-ripo de campaFia, sin elusion de sangre, y para decirlo de una vcz, sin guerra,o concluimos la grande obra de nuestra iibertad! Admirable adrniraciOn la de las gentes que de eso Se admiran! jPobres màrtires Hidalgo, Morelos y Mina! Quisisteis hacer nuestra Independencia contra los españoles, y se Os quiere privar de vuestra gloria, porque no la hicisteis con los españoles! Quisisteis que Ia Independencia se hiciese por amor a la lihertad, y aquel pueblo hecho a la esciavitud, no quiso la Independencia hasta que la hicieron el odio, ci miedo a la lihertad! Pero bien caro la pago aquel pueblo, y se la hizo pagar a la generaciOn que le segula. Al despotismo colonial, sustituyeron ci plan de iguala y sus hombres, el despotisino de Ia ranciedad, y mucha sangre necesitO correr después del alegre y regocijado 27 de Setiembre de 1821 para que a! tin el pueblo mexicano pudiese, como ya puede, considerarse verdaderamente independiente, soberano y libre! Buen Padre Bernardo aquel! Cuánto le estimó Clarita. v cuan digno era de la estimación de aquella hermosa mujer! Muy digno, si. Quien como 61 liabrIa sabido dirigir Inejor la conciencia de Clarita? iCuán feliz, cuãn sosegada conciencia, la conciencia de Clarita! Como que nada tenIa que reprocharle a su hermosa dueña. Qué vida tan sencilla la suya. Casi invariablemente, a las nueve de la mañana estaba y a levantada y dispuesta a oir la misa que diariamente decIa el Padre BerI nardo en Ia capilla u oratorio particular de Ciarita. Al Santo sacrificio asistfan todos los hahitantes de la casa. _11 Las Tres Garantias i683 sive ci portero, pues de nueve y media a diez, se cerraba todas las tnañanas ci portón del zaguán. A las doce en punto estaba en la mesa la comida, buena y abundante y no escasa en supremos vinos. En esto se diba gusto Clarita, v hacla muv hien y santamente. Siempre fu cspléudida su mesa, cu y o servicio v vajilla era tGdo de piata. ' Nunca, casi nuia le faltaban invitados. v hasta ]as dos y media que dura-ba la sobrernesa se tenia en ci espacioso y conlortabic coniedor una agradabilIsima reunion. A las siete de la noche volvIa a cerrarse el portón del zagu.\n para i-czar en calma V con la convefliente tratiquilidad el santo rosario. • las ocho se cenaha tan hien COfl1O se hahia cornido. • las dicz de la noche se apagaban todas las luces, excepciOn hecha de las cinco 6 seis lamparilias que delante de otras tantas irnágenes se milntenian ardiendo constantemente en ci oratorio, y algurias habitaciones. En la misa del dia primero de cada mes, comulgaba en la casa todo vicho viviente, y capaz de hacerlo, después de haberse confesado en la tarde anterior, con ci Padre Bernardo por supuesto. No era para este un gran trabajo la confesión de las doce ó Catorce personas moradores habituales de la casa. Por miedo a las reprensiones del Ciltimo de mes, los treinta ó treinta y un dias que los formaban, cuidaba cada cual de pecar cuando mucho venialmente. Aquella casa era un reloj, que se movia con toda regularidad siguiendo ci impulso de las dos ruedas principales. No creo necesario dccii- que aquellas dos ruedas principales eran ci padre Bernardo y Clarita. Uno y otra tenIan precisamente todos los vierncs, y antes del rosario, que en esos dias era ci padre quien lievaba los dieces, una solemn isirna conferencia. Esa conferencia era liamada la conferencia de la caridad. En ella ci Padre Bernardo postulaba las familias 6 individuos desgraciados acreedores a la munificencia de Clarita. La postulacion del Padre siempre era bien acogida. No podia por menos de suceder as1. si se tiene en cuenta que lo : i 6S IJl.O.v lit 7co. .I(vCa?U, mismo las families que Jos individuos desgraciados, eran mdlviduos y families que ci Padre cOnocia como buenos y asiduos Catdlicos. En este punto, ci Padre y Ciarita erari cxquisita é igualmente escrupulosos. En caso de duda, ci postulado era irrernisiblemer i te desechado. Era necesario hacer una justa diferencia entre ci desgraciado que lo era a pesar de su amor a Dios, y el que no acudIa a su Divine Majestad a pedirie misericordia y exponerie sus penes. El mundo en aquellos dIas estaba tan echado a perder. que solo por ci rigor podia enderezarsele por ci buen camino. Repartida de un modo equitativo la cuota de la caridad semanaria, quedaban en lista para la siguiente los desgraciados a los cuales no hubiese alcanzado ci total repartible. Asi lo tenla dispuesto ci Padre Bernardo, y no sin fundamento y razón, pues como muy bien decia, si todos Jos ricos no pusiesen un /zasta aqui a sus inclinacjones caritativas y a sus iimosnas, son tantos los pobres que necesitan ser socorridos, que a la vuelta de un dospor tres. ellos mismos habrian de recurrir a Ia caridad pUblica. Hecho, repito, este reparto, ci Padre continuaba otro género de postuiaciones, verbi gratia ]as siguientes: Las monjas de la Encarnación ban ofrecido a Nuestra Señora del Rosario, que se venera en uno de sus altares, un vestido nuevo y una corona de perias, por haber devuelto la salud a la Madre Guaiupita, y han abierto una colecta entre los amigos v protectores de la comuiijdad. —Cuánto ilnportan ci vestido y la corona? —Quirtientos pesos justos: las madres solo pondrán su trabajo. pues sabe usted que son pobres, y los devotos reunirán los quinientos pesos, dejando a la piedad de cada cual ci asignarse la cuota que guste. —Cuái debo yo dar? —Ciarita, lo que usted guste. Prefiero que usted tenga ci gusto inmensisimo de señalar!a por si misma segthi lo que su piedad le dicte. —Mi piedad me dicta ci dar los quinientos pesos. Usted Abe. Padre Bernardo, que, gracias a Dios, esa suma es nada para ml. Ow-' -, Las Tres Ga; anizas i68 —Lo sé Clarita, y por lo mismo espero que cada dia aumenic más y rnas las riquezas que usted con tanto talento disfruta y distribuye. Pero vuelvo a mi tema: aun la caridad y La piedad deben tener su cuenta y razón. No permito, pues, que usted dé sola los quinientos pesos, y le sefialo in admitir ni tin centavo n-iás, la cuota de cien pesos. —Sea como usted quiere. Padre Bernardo, pero a fin de que las madres no formcn mal concepto de mf, tenga usted la bondad de decirles que me encontró dispuesta a dar yo sola los quinientos pesos. —AsI Jo hare, hija inla: mafiana sabrán hasta dónde liega la piedad de mi predilecta hija Ciarita, no solo las madres de la EncarnaciOn, sino todos los amigos de la Santa Casa. —Eso no, Padre Bernardo: no hay que olvidar que el Evangelio dice que la mano izquierda no debe saber las caridades que haga la derecha. —Cierto, ciertisimo, exactamente cierto; Pero quien como yo tenga conocimiento de este rasgo de piedad, debe encarecerlo y publicarlo, no solo porque asi es merecido, sino para despertar la emulación entre los devotos, y asI promover el mayor espLendor posible del culto. —Ante esa razón, cailan y desaparecen todas las rnIas: prosiga usted, Padre Bernardo. —Los padres dominicos comenzarán el viernes prOximo la novena de su santo fundador, una de las mãs solemnes fiestas que la iglesia mexicana celebra; y aunque han renido más de treinra solicitudes y empeños para costear cualquiera de los dias del novenario, han desechado a todos los pretendientes al quinto dia, y me ban conflado La grata misión de ofrecérseLo a usted. —Acepto j-ecoocjda ese favor; á cuánro asciende La limosna que debo dar? —Los pobres no han querido que se susciten competencias ni rivalidades entre ]as personas que han de costear el novenario y ban fijado una cuota igual y uniforme pai-a todos. - Cuánto? —Doscientos pesqs. —Poco me parece para tan solemnes cultos, Pero me someto a la icy que han querido imponer: dare los doscientos pesos. 1686 Episoaws l-1it6rjcs Mexicanos El Padre Bernardo sonrió franca y cariñosamente y dijo: —No serán doscientos sino ciento cincuenta. —Yporque? —Porque los cincuerna de diferencia son los asignados a los predicadores del dIa por mañana y tarde. —Y bien por qué mi dIa no ha de tener predicadores? —Los tendrá. Ciarita; los tendrâ hija mIa. —;Y entonces por qué no se les ha de pagar? —Porque ellos no quieren. —No entiendo. --jOla! jria! creIa más perspicaz a mi liia predilecta. No adivina usted que yo, el Padre Bernardo, seré el predicador del dIa, por la mañana v por la tarde? - Ah! Padre Bernardo, como agradezco a usted tanta bondad. —No hay por qué hija mia: tengo el mayor empeño en que los sermones de ese dIa sean dignos de su propietaria. —Pero va usted a predicar en la mañana y en Ia tarde? —Si, hija mia. —Pero eso es imposible! —Y por qué? —Córno va usted a soportar la fatiga de dos sermones en un inismo dia? —Hija mia, para todo da Dios fuerzas, y no ha de negármelas a ml para dana est ueaprueba v de mi paternal afecto. Clarita ante tal manifestación de paternal afecto, nada pudo responder. La gratitud Ic embargaba la lengua. No pudo hacer niás que tomar la mano que ci Padre Bernardo Ic tendió y besársela con el mayor cariño y más grande devoción. La conferencia de la caridad terminó aquel dia con otros donativos, importantes doscientos cincuenta pesos, it que ascendió el presupuesto formado para costear Ia pintura de la fachada del tealplo de Regina que necesitaba mucho repintarse y resanarse. —Vea usted Clarita,—observó enternecido ci Padre Bernardo;— quiso usted dedicar quinientos pesos a costear por si sola ci vestido y la corona de la imagen de la virgen del Rosario; yo me opUSe, y a! fin y al cabo ha venido usted a gastar los mismos quinentoS pesos. Las T,-es Garanlias 1687 Pero me consuelo y no se lo reprendo porque con esos quinientos pesos vamos a hacer no una sola sino tres obras buenas y gratas a Dios. Tenemos. pues, que abonar a las cuentas de caridad de mi hija predilecta, la quinta parte del vestido y la corona de la virgen del Rosario; Lin noveno de la solemne fiesta de los padres dominicos s' toda la fachada del Santo Templo de Regina, mds quince fami con los cincuenta pesos asignados semanariarnente lias al alivio de los desgraciados. ;E-Iija mia, bendita sea una y mil veces la caridad de los ricos piadosos! Iv Creerfa mal quieri creyese que una mujer como Clarita, amiga del discreteo y de lagalanterIa, conocedora de su notable belleza y de ella vanidosa, y que tan cándidamente se plegaha a las indicaciones del Padre Bernardo, hasta ci punto de parecer un carácter vulgar y sin iniciativa, creeria ma!, repito, quien creyese que una mujer de su especie no tendrIa, ilegado el caso, carácter ni energIa para nada. l.'1uy por ci contrario, Clarita habla nacido con un carácter im perioso, y soberbio, gustaba de hacer pesar cuanto podia su supe. rioridad y revolviase airada si alguien más fuerte ó más diestro trataba de imponerle ajena superioridad. Ella corno nadie lo sabIa y de ello tenla conciencia. Pero por efecto mismo de esa conciencia habIa puesto y segula poniendo todo su empeño en dominar su carácter. No se le,ocultaba la superioridad de espiritu de nadie, la ajena necedad le herIa y repugnaba: inmenso, extraordinario desprecio i nspirábale todo lo pequeño, y sin embargo, procuraba deja rse dominar por lo inferior, por lo necio y por lo pequeño, aceptándoio como una mortificación y como un sano correctivo. Solo no soportaba, vuelvo a decirlo, la superioridad de otra persona quien quiera que ella fuese. Esto no seria rnuv ha1a 4 aJor para CUT11)S suponlail dominar 1688 Episodios Históricos Mexicanos Clarita, entre ellos el Padre Bernardo, pero quién repara en los rnedios cuando ci fin marcha de acuerdo con su interés? Pocos recursos hay más prorios para hacer fortuna y conquistar holgadas posiciones que el de despojarse de la di g nidad personal y no dar uno a conocer que Ic tienen y tornan por tonto. Carácter enteramente opuesto y en un todo diterente a! de CIavita era ci de su hijo Marianito. Curioso, niuy curjoso tipo ci suyo. No era de fea presencia, al contrario, era femenilmente bonito; si, bonito: esa es la palabra. TenIi ui-i cutis y un color como de rosa. Ensortijado ci cabello, de un rubio al uso de los rubios ingleses, esto es, ni amarillo, ni dorado, ni limpio, ni sucio. Tamhjn, naturalmente, eran rubios su escaso bigote y su largulsima perilla 6 piocha, que le hacIa tanto más notable cuanto que nadie Ia usaba en aquel tiempo de pelo iacio 6 cortado a tijera y cara pelada como cara de clerigo. Sus ojos, lánguidos v nlortecjnos eran de un azul ciarIsimo, deslavado como azul de cielo de aiba. Era alto y crguido sumamente correcto en el vestir, y de una intachable linura en modales y maneras. Hablaba despacio y escuchándose a si mismo y con un tono de voz sumamente bajo. No hubiese aizado jamás lavoz, ni dado un grito fuera del diapasón ordinario, por nada de este mundo; ----------TemIa descomponer Ia regularidad y distinción de su tisonomIa. Resultado de su presunción y amor a si mismo, era de una impasibilidad asombrosa. Jamas faltaba a nadie pero tampoco le importaha que alguien le faltase. Escuchaba sus elogios sin agradecerlos y no le irritaban ni conmovIan las crIticas. No buscaba amigos, pero se dejaba dominar por cuantos se Ic presentaban, y si alguno le pagaba mal ó abusaba de 61, se limitaba A dar órden a sus ayudasde cámara para que no volviesen a permitine entrar en sus habitaciones, y sin emocjón, sin disgustof sin v iolencia, decia at borrarle de la lista de sus tibias afecciones. 1w, Las Tres Garantias i68. —1lngrato! Hasta alli era hasta donde más alcanzaban su enojo y disgusto. Era casi lo que puede ilarnarse un sér impasible. Ni awi las desgracias le conmovian. No se negaha a socorrer a nadie, pero daba sus socorros como quien tira la limosna que da, sin detenerse a saber si la recogia el socorrido ó tirada la dejaba. Si un enfermo, un infeliz ó un simple distraIdo tropczaba y caia en la calle y a su lado, buscaba un individuo a propósito, a quien poDia en la mano Ia mayor moneda que ilevase, diciéndole:. —Tomad para vos, y ayudad a aquel infeliz a levantarse. Y seguIa su camino sin detenerse a saber si se le agradccia ó no se le agradecIa ese desprendimiento, que era a lo más que, segCin su creencia, alcanzabari sus deberes para con sus semejantes. Como hijo, no era menos galante y correcto: nunca besaba a su madre sin pedirle previo permiso para ello y aán asi, nunca en los labios ó en las mejillas sino solo en la frente 6 en la mano. A un tipo de su especie no podia faltarle una circunstancia más que le hiciese más interesante. He aqul esa circunstancia; era en extremo delicado de salud. Nunca tuvo, por fortuna suya, enferrnedad de ninguna importancia, pero lo atribula al cuidado extremo con que trataba su interesante individualidad. Constantemente se sentia amenazado de toda especie de enfermedades, pero gracias a sus precauciones las supuestas dolencias no liegaban a declararse. Si Se le preguntaba aunque no fuese más que por pura formula social: —Cómo se siente usted? Invariablemente respondia: —Mal, bastante mal. —Si, eh? pues qué tiene usted? —Nada: . pero me siento mal, bastante mal. —Por qué no consulta usted con algun medico? —Amigo nib, los medicos sOlo sirven para casos extremos, para aquellas enfermedades que el enfermo mismo puede explicarles. Las mias no son de esta especie. Ow roo 1 212 69 i Episodios Históricos !liexzcanos Me siento mal sin dolerme parte alguna bien determinada. No puedo explicar Jo que siento y solo Se quc estoy ma!, bastante mal. Sin la escrupulosidad de mis prccaucioiies, que lievo, Jo confieso, hasta Ja nin-iiedad, porque asI lo exige mi estado nervioso habitual, créalo usted, no durarIa yo mucho. eso diga usted, cuando está en la primavera de la vida y contará cuando rnucho diez y nueve ó veinte años. —Algunos más, amigo mb, por más que agradezca su finura y amabilidad; pero no está en los años Ia salud. Soy de una naturaleza exageradamente delicada. Pero no solo yo, amigo mb, no sOlo yo soy asI. Toda la actual generación es igual. No sé qué le ha sucedido al mundo. Pero la verdad es que los hombres de hoy, no servimos para nada. La raza ha degenerado y nosotros sufrimos la consecuencia. Hemos venido al mundo demasiado tarde. Pero en fin, como dice el vulgo, ni Ilorar es bueno. Toinemos ]as cosas como son y procuremos ir saliendo adelante, mientras Dios sea servido de tenernos en este valle de niiserias y de lágrirnas. La persona de buen sentido que aquel cOmuio de insulseces escuchaba, solIa decir al despedirse de Marianito: —jLástima de individuo, que de si mismo crec que no sirve para nada! Pero vive Dios, que si me le entregasen sin segundas intenciones iii advertencias, no habia yo de tardar mucho en curarle. Con un fusil al hombro ó una reja de arado entre las manos, y estar al sol, si le hubiese, 6 a Ia liuvia, al aire y al frIo en su defecto, en dos meses transformaha yo en un roble a ese espIritu ma rica. Pero ya Se y e, quien es rico, tan rico como éI es, bien puede darse el lujo de morirse de aprensiOn, a falta de otra cosa mejor y más Util en que entretenerse. jAlla 61 se las avenga! ir Las Tres Garantias 1691 Perosi su hijo Mariano nose daba el trabajo de preocuparse ni ocuparse de cosa alguna que no fuese sus imaginarias enfermedabdes, Clarita pensaba por él. Un dIa hubo en que aquella excelente señora creyó oportuno pensar en un buen matrimonio para su hijo. Y meditó efectivamente. Pero desde luego se le ofreció is dificultad del carácter de Mariano. No tenIa n-iala voluntad ni predisposición alguna contra el bello sexo. Muv al contrario: le gustaban las mujeres hermosas y más que las hermosas las distinguidas en maneras y modales. Pero sus gustos no alteraban ni aun en esto su apacible indiferencia. Es decir, se habia propuesto ignorar qué cosa pudiese ser una pasión. Estrambótico podrá parecer propósito semejante; pero, cosa extraña en aquel carácter dispuesto a dejarse dominar por el primer reciën venido, se iba saliendo adelante con su proposito. No cabe duda, su corazón estaba tan vacIo como su cerebro. Ni el uno ni el otro le servIan para más que para cumplir las funcjones naturales estrictamente necesarias para mantener con vida la máquina de aquel cuerpo. Y a pesar de todo, no le faltaban a Marianito jóvenes que de éI estuvjeran enamoradas. No solo no le faltaban, sirio que antes bien le sobraban. Le sobraban, sI, y tanto, que huyendo de aigunas de ellas habla dejado de vjsitar más de una casa por no encontrárselas. Y lo ma'scurioso es, que todas ellas se imaginaban estar en relaClones con el iridiferente Marianito. Cuantas pudieron hablarle se lo echaron asI en cara. —Usted dispense. señorita,—les contestO dl,—creo no haber dado a usted motivo para esa recriminación. I OV!I 1692 Episodios Hisróricøs Mexicanos Soy bastante pundonoroso para abusar de la credulidad de nadie. y menos de la de una dama. Q uizas las galanterIas que, ajustadas a las rnás correctas fórmulas sociales, ha y a dirigido a usted, la habrán hecho creer que yo pienso aspirar a su mano. No niego que tal aspiraci6n a ml más que a nadie honrarIa, pero, señorita, no es para nadie un secreto lo delicado, ridIculamente delicado de mi salud, lo confieso, y estimo demasjado a una señorita de las alias prendas de usted, para que nunca, ni por mal pensamiento, pueda ilevar ml egoismo al extremo de haceria mi esposa para COnvertirla en mi enfermera. Los hombres de boy no servimos para nada. SerIamos muy cuerdos resolviéndonos a no casarnos jamás. En ello darlamos una prueba de afecto y estimación a ustedes. y de piedad y respeto a la humanidad, no dando existencja a hijos que necesariamente han de valer menos que nosotros. En vano era que aquella a quien esto dijese Mariano, tratase de demostrarle que en sus enferrnedades habla más de imaginario que de real. —Ojalá fuese asi ,— contestaba;_.... pero no lo es. Solo ci exceso de mis precauciones ha evitado que Ia muerte haya concluIdo ya con una vida de la que aUn, lo confieso, no estoy hastiacjo. Y nadie Ic sacaba de ahi. Nadie, ni aun aquellas jOvenes un tanto más vehementes que liamandose a engaño le apostrofaban por su conducta. —Veo que usted se exalta,-__decla;_eso me demuestra que Ia salud de usted es muy superior a Ia mIa. Una escena de alguna violencia, me postrarla en cama durante un mes lo menos. Por lo tanto, señorita, pido a usted permiso, para dar por terminada esta difIcii discusiOn, y no dudando que me lo otorgara uso de ël y me callo. Y no habIa más remedio, se callaba, de modo que la Santa Inquisición no habrIa podido arrancarle ui-ia palabra más. Mariano era hombre que no tenIa, como tienen todos los de su edad, ni archivo de cartas amorosas, ni almacén de recuerdos 6 presentes galantes. 3 Las Tres Garantias i 6g3 Si una darna !e ofrccIa una for que fuese, qu6 capaz quc ci la to ma se —Conservadla vos. senorita: S(v incapaz tie Consefltir en qe esa tior, dichosa tie morir en rnanos de usted, fuese por las mIas profan ada. Sucedló aiguna vez que una joven enamorada de él, queriendo saber a qué atenerse, le dirigiera una carta preguntandoselo. ' Con la mayor atención Mariano se apresuró a contestar por escrito, lo mismo que en aquellos casos contestaba de palabra, y lievando al extremo su respeto a las atenciones que la familia de Ia pretendiente merecIa, dirigio Ia carta abierta a los padres rogando. les en una esquela se sirvieran entregarla a su hija. Resultado: que ésta se gano un disgusto de padre y muy señor mfo, porque los suyos le calentaron las orejas riñéndola por haberse expuesto a tan ridIcuio descalabro. Los padres de Ia vIctirna agradecieron a Mariano su franqueza, pero le retiraron su amistad dejando aün de saludarle. No por eso se apesadumbró aquel tipo. —Extraños padres,—se dijo;—sin duda habrian preferido que yo enviase a su hija la respuesta por conducto del maestro aguador? Todo esto lo sabla Clarita. Mariano estimaba que al hacerlo asI obedecla a todas las leyes de Ia educación y la caballerosidad, y se lo contaba a su madre con Ia misma naturaljdad. VI Clarita se admiraba de una candidez tan parecida por detrás.por delante y por uno y otro costado a Ia tonteria; pero dejaba hacer a su hijo su santa voluntad, segura de que a nadie causaba perjuicio. Y asI era en efecto. Al contrarjo: su conducta era en extremo favorable j las jóVenes. Porque éstas, lastirnadas con Mariano, haclan buena cara al primer D. Juan que les cantaba claro, y se casaban con él en un dos JOr tres. Esto daba margen a muchas conversaciones como la siguiente: I: j69 Episodios Históricos Mexico nos —Sabes que ayer se casó fulanita? —No, no lo sabla. —Pues sI, hija, como te lo cuento: se casó ayer, y muy bien por rnás señas. — i Vaya , dichosa ella! —Y lo más particular es que su noviazgo apenas duró tres meses. —Hija! iqué afortunada es fulanita! ,Y por qué fué eso tan de prisa? —Dicen que se casO por despecho. —Por despecho? —Si: parece que la muy tonta creyO que Mariano, ya sabes, Marianito, andaba enamorado de ella, y cuando se figuraba tenerleya amarrado, el pIcaro dió un quiebro, y se paso de largo. —Pues mira, hija: todd' eso es muy posible y no es el primer caso que yo Se. Marianito es un alhaja para eso de hacer matrimonios. Todas sus novias se le casan como se ha casado fulanita. Dicen que por despecho. jBah! tontera! venga marido y venga por donde viniere. —La verdad es que Marianito trae Ia buena estrella a todas las mujeres en las cuales se fija. —jAy! hija; i tengo unas ganas de que Marianito se fije en ml para poder casarme con Juan! Yo le juro que en cuanto me mire Marianito, me le declaro como lo hacen en las comedias ]as damas del coliseo. Y en cuanto lo spa Juan, crCelo como artIculo de fe: pide dispensa de vanas y Se casa con migo antes de quince dias. jQué buena sombra tiene ese Marianito! Esta buena sombra de Marianito era también repetidamente comentada por los varones jóvenes de su edad; pero los comentarios tenIan mucho de picaresco. —Qué chiripiento es el tal Marianito!—decfa uno. —jUf! ya lo creo que lo es. —Y tanto! —Todas las muchachas suspiran por dl. —jMira qué gracia! Hazrne a ml tan rico como eJ lo es y yo te respondo... Las Tres Garantias 1695 —Qué has de responder, tonto, si no sabes de to que se trata? —Cómo que no? Sc trata de que a un joven tan extraordinariameflte rico como Mariano, todas las muchachas to encuentran digno de ser su marido. —Put--s cahahnente estás probando con to que dices que no sabes de to que se trata. Ninguna muchaha quiere a Marianito para marido, por la sencilia razón de que todas saben que Mariano no piensa casarse. —jAh! en ese caso Mariano es un sér peligroso para las familias. —Pc1igroso Marianito! jBah! Bah! Bah! bien se ye que no le conoces; Marianito no es peligroso para nadie, y eso es precisamente to que criticaiflos. Marianito tiene partido entre las muchachas, porque las muchachas creen que Marianito tiene buena sombra, y que basta que él haga la corte a una muchacha, para que esta muchacha se case en un dos por tres con su novio. —Con su nov10 de quien? —De quiën ha de ser, hombre? de la muchacha. —De qué muchacha? —Dc la que enamore Marianito. —Entonces ese novio es Marianito. —Mira, cállate, porque solo dices barbaridades, y escucha en cat ma. Las muchachas suponen que la buena sombra de Mariano hace que todas ellas se casen en el momento en que él las enamore, 6 simplemente las galantee. Esto hace que todas le pongan buena cara, ya por ver si la buena sombra da fuego, ya por si pega, y Mariano se casa con ellas. Comprendes? Si Mariano no fuese tan pazguato como to es, qué gran partido no podrIa sacar de la tat fama? Porque has de saber que muchos padres empiezan también a creer en la supuesta buena sombra, y algunos que por aM andan hasta con tres hijas casaderas pasadas de punto, piensan ensayar a ver si es verdad. Pero ,que capaz que Marianito sepa aprovecharse ni de su misma tonterlal -j 1696 Episodios ilistóricos !ilexicanos Es un hombre de yeso, y si por sus venas circula algo, ese algo no Cs sangre seguramente, sino limón nevado ó borchata de pepitas de melon. —De melOn? No lo jurarla yo. Siendo como es Marianito, la horchatera debe haber sustituIdo las pepitas de melon con pepitas de calabaza. El gi-upo de aquellos jóvenes, estaba de buen humor. y dispuesto a celebrar cualquiera tontera. Por eso celebraron la que apuntada dejo corno fin de su conversación. VII Clarita creyó oportuno que aquellas bromas hasadas en la candida indiiei-encia de su hijo, tuviesen un término, y concibiO el proyecto de casarle. En el modo de ser de Clarita, era dificil, muy dificil que sus proyectos tardasen macho en ser una realidad. Llamó, pues, a su hijo, y después de dade permiso para que besase aquella su adorable frente, le expuso, sin más preambulos, sus proyectos matririjonjales. Mariano no se emocionO. En la más correcta forma y con perfecta tranquilidad, manifesto a su madre que no tenIa que oponer a sus proyectos otro inconveniente que el de su salud delicada. Clarita le hizo observar que las saludes delicadas solIan encofltrar un maravilloso curativo en el matrimonjo. —Si asI, lo cree usted,—respondiO Marianito,—demos por no existente el motivo ünico de mi oposiciOn. —Quiere decir, hijo mb, que estás dispuesto a casarte? —Con quien usted guste, madre mIa; la elección que med haga, será aceptada par ml. Quin mejor que usted puede saber lo que niás me conviefle, puesto que como madre mba, está usted directamente interesada en el alivio de mi delicada salud? —Pero bien, hijo mb, no tienes preferencia, ya que no amOr, por una joven digna de Ii? .-.No. madre; me gustan como sabe usted, todas las i6venes distinguidas y hermosas que conocemos; Pero nunca he preferido a esta más que a Is otra. —Pero si parece imposible! —Parecerá, pero no lo es: soy enteramente incapaz de engañar a nadie, v menos a mi madre. —Gracias, hijo mb, to sê; Pero tu indiferentismo es tan inexplicable. . —No lo es tanto como bondadosaniente supone usted, y tiene su razón de ser, so causa, su motivo.. —;Tu delicada salud! —Precisamente: todos hemos visto en diversidad de casos, el estrago funesto que las pasiones hacen en naturalezas vigorosas. Quë habria sido de Is mba tan debit, si yo no hubiese conseguido dominar mis instintos? No ignoro de cuantas burlas, he sido blanco por mi conducta que casi nadie se explica. Pero las burlas no me irritan. Ili siLluicra me conmueven. De ellos estoy pagado, conservándome comno rue conservo, con vida, mal que pese a ml salud delicada. —Bien está, hijo rnio, no I t1emo rni de co: tienes razó;i, mocha razón. —Agradezco a usted que asi 10 renozi. —Lo reconozco, SI: Pero vamos a ver, estarás conforme con Is mujer que yo elija para tu esposa? —Dije y lo repito, que viniendo de usted Is elección Is acepto sin obstäculos ni observacjones. —Bien, bijo mb; Pero yo quisiera que una determinación de tanta t rascendencja para ti, fuese tornado con acuerdo zuyo. —Si tan necesarjo to considers usted, podemos hacer una cOsa. --Cuál? —Cumplir con las formulas sociales'. Qu6 fOrmula? —Lade que una vez elegida por usted la que deba set mi esposa, me diga usted su nombre y sus circunstancias exigiendome mi parecer, que desde luego aseguro que será favorable. — Puesro que no pides más que eso. prometo hacerlo corno to 1eseaS TooI 213 z698 Episodios I-f istóricos Mexicanos —Gracias, niadre mia; en ese caso no hay más que hablar. —Como gustes. Marianjto se puso en pie, como preparándose a salir de la hahitación; perode pronto volvió a sentarse, diciendo: —Dispenseme usted, madre, que la entretenga un momento rnás. —Que ocurre? —Una idea. —Una sola? 1 vaya! 1 c6mo me alegro! venga esa idea. —A1 casarme, cambiaré de casa? ó continuarë viviendo al lado de usted? —Hijo mb, eso lo dejo a tu disposición; para ml seria más grato no separarme de ti. —Gracias, muchas gracias, madre. En ese caso, continuaré, tal era mi deseo, continuaré al lado de usted. Clarita repuso a esto enternecida como madre que era: —A ml vez, hijo mb, te agradezco con toda mi alma esa prueha de cariño! —Hago lo que debo,—contestó Mariano siempre con corrects forms, pero también sin emoción. —Adivino, hijo mb, que es el cariño quien te dicta tu desco. —Es cierto, madre, el cariño me lo dicta. Por nada de este mundo consentiria en afligir a usted, privándola, al separarme. del gusto que tiene en cuidar de mi salud delicada. Mi esposa nunca podra cuidarme con tanta solicitud, como mis enfermedades exigen. Clarita se quedo frIa, más que frIa, helada, con aquella patente demostración del cándido egoismo de su hijo. VIII Pero Clarita era madre. y Mariano era su hijo, y una mujexpO drá ser cuanto malo se quiera, menos mala rnadre. AsI es que apenas habla salido Mariano, cuando ella estaba ya repuesta de su amarga impresión, y decla: —Pobre hijo mb! cuánto le hace padecer su apocada imaginaciónl Las Tres Garantzas 1699 No, no le abandonaré. Seria capaz de morirse de aprensión. Pot fortuna aquel dIa era viernes, y por lo tanto, dIa de conferencia de caridad. lo que explicará a mis lectores, como precisamente en el momento en que Mariano entraba en su habitación parzicu1r, el buen padre Bernardo abrIa la puerta de la sala donde estaba Clarita. —Dios envia a usted, Padre Bernardo. —Y a ver a sus angeles vengo,—contestó galantemente el sacerdote. —Siëntese uste3, Padre Bernardo: necesii(, de su avuda v sus conseos. —;Si. eh? ;pues de qud se trata, hila niIa —Se trata del marimonio de mi hijo. —Ola! iola! ;al fin se nos ha enamorado nuestro buen Marianito? —No, Padre Bernardo. —Entonces... —Yo soy quien quiere que se case. —Pero sin estar enamorado? —Mi hijo es de Indole tan dôcil, tan falto de iniciativa, tan acostumbrado está a que yo piense por 41, que estoy segura de que se enamorará de la mujer que yo le elija. cualquiera que ella sea. —Está bien: y ya ha pensado usted en cuál ha de ser esa mujer? —No, pero to pensaremos usted y yo. —Av, hija.mIa! jsoy en ese punto tan poco inteligente! Sin embargo, probaremos; probaremos. —Muy bien, Padre Bernardo. —Comencemos. —Si a usted le parece, yo propondre las candidaturas, y usted hark sus observaciones. —Aprobado: comencemos. Dolores Palma... —Prirnera observación. —Hagala usted, Padre Bernardo. —Supongo que la esposa futura de Mariano, hemos de buscarla on familias cristianas ViejaS, como dedan nuestros antepasados. — Desde luego. —En esç caso, me opongo a la candidatura de esa joven. I 7oo Episoizos I1,st6rzcos Mexicanos —Puedo preguntar a usted la razón? —Si, hija mia, y voy a decirla en el —Escucho. —No niego que Dolores Palma es una honita y excelente joven, modesta, buena y temerosa de Dios: la madre me parece otro tanto, y digo me parece, porque segQn mis noticias, hace tiempo que puso tërmino a ciertas ilicitas relaciones, que mantenia con Un primo de su marido, tan ocultas, tan en secreto, que nadie . pudc jamás probar que aquel rumor fuese cierto. Pero dando por hecho, y esto casi con fundado motivo, quc tales ilIcitas relaciones no sean más que una impla calumnia, siempre nos quedará ci inconveniente del padre D. Basilio Palma. El tal D. Basilio es un liberalón de marca: hace muchos años, y esto si me consta porque yo lo vi, se atrevió a decir ptiblicamente que los franceses hablan hecho muy santamente en guiliotinar al desventurado Luis XVI. Es decir, D. Basilio no está por el Derecho Divino, quc es el que santifica a los monarcas, representantes de la Autoridad de Dios en la tierra. Me consta tambien.—y esto lo dijo el buen padre como si terniese que alguien le escuchase, bajando extra ordinariamente la voz;—me consta que D. Basilio es... francmasón! — 1 Dios nibl pero es verdad que eso lo hay en Mexico? —SI lo es desgraciadamente! — I Horror! —Horror, Si! grandisimo horror, porque esa infame sociedad secreta está formada de liberalones por el estilo de los revolucionarios franceses, para los cuales los reyes son unos entes despreciables, las imagenes de los santos unos muñecos ridIculos y el clero, aun en sus más elevadas dignidades, un espantajo que debe desaparecer. — 1 Dios mb' iDios mb! jcuántas abominaciones! —IAh! mi señora D. 2 Clarita, no dude V. que el mejor da ese Dios implacable en su justicia, mandará sobre nosotros ci ruego que consumió a Sodoma y Gomorra. cuyos vicios casi parecen virtudes si'se les compara con los vicios de la presente edad. —Pero esa Fnquisij ué-hace...esglnquisicion que no persi gue 6 esos impIos? W - 1701 Las Tres Garanhias I —Hija mIa, quë quiere usted que haga si no encuentra en la autoridad el apoyo que le es indispensable? —Cônio asI! Entiendo que su excelencia el virey... —Hija mia, ci virey D. Juan Ruiz de Apodaca conde del Venadito, cstá como todos; es decir, no se las tiene consigo. Figcirese usted que hay quien dice que aunque lo oculta por no tarnhitn francrnasón. dindad. creerlo cornpatblc coil Sn es / iVL 3 r Clarita, cra10 iisted: estamos... — l Jes1s mil veces! pero eso es una calumnia, no lo dude usted, Pad;e Bernardo. jApodaca francmasón! jlmposible, imposible de toda imposibilidad! Tan piadoso es, tan adicto y fiel al monarca, que esa canalla que se llama liberal le tiene pot fanático y absolutista cual no hay otro. —Puede ser que asi sea, hija mia; pero el hecho es que no faltan ilustradas personasque desconfien de él. Clarita, créalo usted: estamos sobre un volcán y la menor imprudencia puede hacer estallar esto como bomba. España, la católica España se ha vuelto loca y con ella va a arrastrarnos a todos n(JtruS a un vflJ.iCP. 170 '. Historicos EplSod:os Alexicanos Los mismos que para poner cow a los avances de los liberates, de los descamjsados, de los canallas, fortalecieron el poder absluto del rey, to ban desacreditado con sus imprudencias. Nadie ignora los escándalos que dió la camarilla formada con los concurrentes a las ilarnadas tertulias de Palacio: ellos fueron quienes desacreditaron el poder real cambiando de ministros con lo camisa y dando origen a los alzamientos de Porlier en Galicia, de Lacy en Cataluña, de Richard en Madrid y de Beltrán deLis en Valencia. Por misericordia de Dios, todos esos rnovimientos fueron sofeados y en el cadalso perecieron sus in fames caudillos; pero el rev ha continuado mostrándose débil v el mundo Se Ic ha venid en C im a. Yn lo sabe usted, Clarita la mat sofocada conspiración del 8 de Julio de 1819 renació de sus calientes Cenizas, y el dia z.° de este año de veinte, D. Rafael del Riego, coronel del batallón de Asturias, se pronuncio por la Constitución del año doce en ci pueblo de Cabezas de San Juan, no lejos de Sevilla. Ayudado por otros rebeldes como dl, Riego se apoderó en Arcos de la persona de D. Felix Maria Calleja, conde de Calderón, que habiendo sido nombrado jefe del ejército expedicionario destinado A reprimir la revolución en Buenos-Aires, tenIa en dicho pueblo de Arcos su cuartel general. Calleja, que, segün se dice, ningunas ganas tenfa de volver a America, se dejó sorprender por Riego sin oponerle resistencia alguna, y ci ejCrcito destinado a Buenos-Aires, que no queria salir de España, se adhirió a los principios proclarnados por el revolucionarjo de Cabezas de San Juan. La masonerla, la infame masonerIa, que como la zizaña hahIi extendido sus raIces por todo el suelo de la peninsula, se propust no dejar malograr el movimiento iniciado por Riego, y cuand éste casi se vela perdido en Sierra Morena, y en la imposibilidad de volver a la isla de Leon, centro de las operaciones de sul secuz el coronel D. Antonio Quiroga, tales mañas sé dió valiéndose de sus conisionados secretos, que uno a uno fueron promanciandose los jefes reales, al extremo de dejar al rey D. Fernando VII tan solo y abandonado, que ni con su propia guardia pudo contar. Cediendo a aquella inicua violencia, el rey se decidió it jurar la W , Las Tres Garantias 1703 Constitución promuigada en Cádiz en 1812 y asI lo anunció Is noche del 7 de Marzo; pero temiendo el populacho y la soidadesca que no cumpliese su ofrecimiento, tres dias después tuvo Is avilantez de inradir el real palacio sin que Is guardia tratase de impedirlo, y ci desgraciado monarca, no menos que por salvarsu real person'a del insulto y del asesinato, accedió a todo y juró Is Constitución en niedio del más extraordinario y asqueroso tumulto, 'solo comparable a aquel que impuso al desventuradO Luis XVI la cucarda tricolor y ci gorro marsellés. Ix El Padre Bernardo se detuvo un instante para recobrar los alientos que habIa perdido al hacer, sin darse punto de reposo, Is anterior relaciOn de Jos sucesos de España, cuyas primeras noticias se recibieron en Mexico a principios de Abril, y fueron confirmadas ci 29 del mismo mes por un buque salido de la Coruña quo trajo Is nueva fatal pars los serviles de haber jurado ci z-ey Is ConstituciOn. —Estamos perdidos, enteramente perdidos.—continuO diciendo ci Padre Bernardo— y lo estamos porque los liberalones de acá están, segün parece, resueltos a imitar Is conducts de los de la Habana, quienes sin esperar las órdenes del gobierno de Madrid han proclaniado ya la Constitución. Ahora bien, que será de nuestra santa religion catOlica Si tal cosa Ilega a suceder? iAh Clarita, hija mia, ime asusto de pensarlo! La libertad es Is muerte de todos nosotros, porque ella hard triunfar ese negra masonerla que nos odia y que no dejará con vida fraile, ni cura que Ilegue a haber a las manos. Esa malbadada Constitución de las COrtes de Cádiz piantea en cada uno de sus at-ticulos mil irifernales reformas, que destruyen los dos ünicos poderes salvadores de las sociedades, ci poder real Y el poder del ciero. Ni usted misma, hija mia, se salvará de los atropellos de esos infames liberales. 1704 Episodios HistOricos Mexicanos Todas aquellas personas honradas, timoratas, afectas incondicionalmente a la santa religion, son tituladas santurronas por los impios liberales, y por las noticias de Madrid recihidas se sabe que el populacho ha cometido en ellas cobardes despojos y horribles asesinatos. A casi todas las vIctirnas se les han encontrado tres heridas en forma de triángulo, que es, segün Se cree, ci embiema de los ma- ,. sones. Todas las heridas presentan a su vez tres bordes porque parece que los instrumentos con que cometen sus asesinatos son agudas p untas de enormes compases. Otros cadáveres mostraban rotas las zienes con un instrumento contundente, que se cree haya sido un martillo, de que tambiér, se sirven los masones para las ceremonias que celebran en sus antros y denominan logias. SegOn conhienza a murn-lurarse, esas funestas logias han progresado en Mexico extraordinariamente, y se afirma que merced al secreto con que trahajan hablan conseguido que se ignorase hasta hoy la existencia muy antigua de aigunas de ellas. Segtn esas noticias, Ia primera logia la fundó D. Francisco Javier Mina, iniciando en sus ióbregos misterios a un olicial mcxicano liamado Garcia Conde: es creibie que el mal espahol que vino a estas tierras a encender de nuevo ci fuego de la insurrección, fuese capaz de hacer semejante cosa. Hay quien pretenda dare mayor antiguedad aOn y atestigue que el cura de Dolores D. Miguel Hidalgo, y Allende y sus demás compañeros, ci Lic. Verdad, y el inismo virey Iturrigaray, estuvieron iniciados en una logia que se reunfa en la casa nom. 4 de la calle de las Ratas, habitada por ci regidor D. Manuel Luyando. Todo es creible, pues todos ellos hguraron en puesto prominente en la sangrienta y vandálica revolución del año diez 6 en Jos suce- SOS que la prepararon. Los más afirman que la primera logia en forma que exitió en Mexico, se fundó hace tres ó cuatro años en la casa de los cape lianes del convento antiguo de madres Teresas en la calle de este nombre, de donde paso despuCs al nUm. zo de la calle del Coliseo Viejo. Aquella primera logia se ilamO La- Arquitectura Moral. IL 1 ' Entre los primeros masones se nombra al oidor D. Felipe Martinez de Aragon y a D. Fausto Elhuyar, suegro de Martinez y director de minerla, ambos españoles. —Españoles?—preguntó sorprendida D.a Clarha. —Si, hija mIa: espafoles son casi todos los masones que en Mexico ienemos; hasta hoy los masones mexicanos están, para honor de nuestro pals, en notable minoria. si hien esos pocos pertenecen 'para mayor haldön a las mIs aristocrdticas v distinguidas familias. Todos los jcfes v uticialcs de las tropas expedicionarias están inscritos en ]as listas de las sociedades secretas, y ellos son los que mayor impulso les ban dado. A dónde iremos a parar? jAh! Clarita, no es fácil preveerlo. Para todos los masones la libertad es un idolo al que ririden iiimitada adoración. Pero no la libertad que se puede gozar bajo ci infiujo moderador y racional del trono y de Ia iglesia. No, no es esta la libertad que ellos pretenden conquistar. Su libertad es el desorden y el libertinaje, ambos ilimitados. Su libertad es la ruina de todo Jo antiguo, santilicado por la experiencja y la sucesjón de los años. La supresión de las órdenes religiosas. El saqueo de los bjenes del clero, atesorados con las limosnas de las gentes piadosas. En fin, Clarita, y para decirlo con una sola palabra; su libertad es el Cáos! —Pero todo eso podra evitarse; no es cierto Padre Bernardo? El padre puso ci indice de su mano izquierda sobre sus labios y toda su mano derecha sobre la boca dulce, sensual, encantadora, de Clarjta y con mjsterjosa reserva dio: —Chis!. -. por eso rnás que por nuestra conferencia de caridad he venido boy a ver a usted, hija mfa. La religion necesita de todos sus soldados y usted, Clarita, es Uflo de los mejores de so ejCrcito. iLToio I 214 1706 Episodios Histdricos Mexicanos ON Clarita se hizo toda oldos y escuchó. El Padre Bernardo dijo asi: —No, hija mIa, no todos los españoles europeos son masones,' ni todos quieren ver en Mexico proclamada la impa Constitución de las Córtes de Cádiz. No hija mIa, la zizaña no invade adn todo el campo de las antiguas y salvadoras ideas y creencias. Aun es posible la salvación. Aquellos antiguos españoles, que por su Dios y por su rey, todo lo sacrificaban, viven aCmn entre nosotros y se han propuesto salvarnos. Aman a su pals, pero con tanta sensatez y buen juicio. quc ellos son Los primeros en notar sus defectos y en oponerse Cm que esos defectos envenenen la sangre de la Nueva España, como han envenenado la de la antigua. Si hija mIa, ellos son los prirneros en lamentar Jos efectos perniciosos causados en La patria de su orfgen, por los propagadores de la deletCrea tilosofla irreligiosa y antisocial del siglo XVIII. Ven claramente que La pretendida igualdad del hombre, no tiefle otro objeto que el de sobreponer la canalla a las clases educadas y decentes, y arran caries el ejercicio del poder que en sus manos han puesto hasta hoy el uso y las prerogativas tradicionales. Que otra cosa son los derechos liamados del hombre, que una escandalosa violaciOn de los derechos divinos? A qué otra cosa que a levantar el fondo de cieno de la sociedad. tiende el decantado sistema constitucional y repi-esentativo, basado en el grosero principio del interés individual, que no por amor ni a Dios ni al rey, sino por beneficio propio, procurará conserVar el orden y promover su adelanto y su progreso sumamente contes tables? No, los falsos y perniciosos tribunos de la libertad, no son 1TI6S que grandes ainbiciosos y grandes egoistas, inspiradøs en una inmoderada sed de lucro. La. 1 , ( , , z:z_ 1 7-1- Elevados a los puestos que sin mëritos pretenden y a fin de sostenerse en elios del unico modo que pueden sostenerse, por el abu. SO de la fuerza y la opresión, fundarán su potencia en el engrandecimiento de la canalla, que a nada teme porque a nada respeta. Eso es lo que tratan de impedir los buenos españoles, tanto europeôs como americanos que aun tenemos entre nosotros. Ellos son los que en estos momentos tratan de cortar en sus ral'ces, tiernas todavIa, las mortiferas plantas nacidas de la semilia sembrada por los liberales. Y esto lo harán a toda costa, siguiendo efejemplo del memorable D. Gabriel Yermo, que nos enseñó como debemos tratar it a4uellos cuva fidelidad nos sea sospechosa. Estanios en inminente riesgo de que La Constitución sea uno 'i otro dIa proclaniada en estos reinos, y con ella todas sus peligrosas re formas. Es, pues, indispensable impedir esa proclamación. Y lo impediremos aun cuando en los primeros instantes hayamos de parecer rebeldes al rey. AsI lo exige la necesidad. El desventurado Fernando VII es en la actualidad el primer esclavo de su reino. Cualquiera de sus sübditos goza de mayor libertad que el: he ahi lo que es capaz de hacer la libertad y ci moderno liberalismo. Bajo su infiujo solo somos libres para bacernos matar, oponiéndonos a sus leves injustas y opresoras. Todo su gran descubrimiento consiste en haber bautizado con Ia palabra libertad ci despotismo de que nos acusan a los absolutis:as. Quejabanse antes de que el rey oprimia at pueblo, y ellos oprimen con el pueblo a! rey. La primera de esas opresiones tenla al menos ci mérito de set la de uno contra todos; eilos son bastante cobardes para proclamar la de todos contra uno. R esultado de su liberal sistcma es que ci rey no goza de libertad alguna. Y asi como le obligaron a jurar contra su voluntad la ConstituCt 6fl asI tambiën contra su voluntad le obligaran a hacrnosia julos demas. Ia 1708 Epssod*os Ff:stóricos Mexicanos Esto es to que trataremos de impedir. De qué modo? Proclamando it nuestra vez que mientras no estemos convencidos de que el rey es dueño absoluto de si mismo, y de que ninguna presion se ejerce sobre dl, no acataremos ninguna de sus reales órdenes, aun cuando vengan firmadas de su propio puño y letra. Tiempo hace que con objeto de madurar este plan vienen celebrándose ciertas juntas en ci oratorio de San Felipe Neri, antigua casa profesa de los jesuitas. El alma, ci promotor de esas juntas to es ci d ctor D. Matias Monteagudo; es decir, el hombre menos sospechoso pars, las genies honradas que puede en el mundo hailarse. En primer lugar es españoi de sangre, de nacimiento y de convicciones; no será, pues, ëi quien vaya ni trabaje contra su patria. Es canónigo de Ia Santa igiesia metropolitana, goza honores de inquisidor y dirige Is casa de ejercicios de la Profesa, no podrá sospechársele de no estar interesado en la defensa de los privilegios del clero, los dogmas de Is fe y los fueros de la conciencia. Con el estamos y su plan seguimos cuantos como él queremos Ia salvación de estos vastos reinos. Entre los atiliados figuran ci mismo regente de Is Audiencia, español también, y todos los europeos enemigos de Is Constitución; todos los eclesiásticos, en fin, sin excepción, dispuestos a sufrir sun ci martirlo, por tat de que esta nueva y santa cruzada se yea coro• nada por ci más beneticioso triunfo. —Y en qué puedo yo, pobre mujer, contribuir a ese triunfo? —Voy a decIrselo a usted, hija mia. —Hable usted, Padre Bernardo; hable usted! —Usted, hija mIa, va a completar Is obra con feliz éxito empezada por otra dama tan belia y adorable como usted, y como ustcd amiga de su religion y de su pals. Quiero referirme a la ilustre marquess de Aguayo. —Que ha hecho mi buena amiga? —Proporcionarnos, Clarita, lo ünico que nos faltaba. —Que era elio? —Un jefe acreditado y de conflanza, capaz de honrar Is dire,:ciOn militar de nuestra empresa. —Quién es el? NPW_ Las Tres Garantias 1709 —iD. Agustin de Iturbide! —Ah! El mayor enemigo de los insurgentes, el hombre de con tianza y hechura del virey Calleja. —El mismo. -;Pero cómo se ha conseguido eso? _Yd se to he dicho a usted: Iturhide es quizás el mejor amigo de la marquesa, que, reconociendo en ël todas las prendas que le b valieron la protccción de D. Felix Calleja, nos ha proporcionado su cooperaciófl. —Bien está; pero... Equd es to que debo yo hacer! El Padre Bernardo acercó sus labios at oldo de Clarita y con voz imperceptible le dijo algunas palabras, que segCin parece no volveran a repetir en su vida ni Clarita ni el Padre Bernardo. Excusado nos parece decir que tan larga conferencia retardó aquci viernes, de un modo deplorable, el rezo del rosario Mucho asombró esto a los habitantes de aquella casa en que todo era orden y método. Pero mds extrañaron todavIa, las fi-ecuentes, las muy frecuentes equivocaciones que llevando el rezo sufrió el Padre Bernardo. Clarita se vió en la precision de tomar et rosario y ilevar el rezo, pero tarnbiCn cometiO frecuentes, muy frecuentes equivocaCiones. Nadie, sin embargo, dijo cosa alguna. Aill imperaba la más inonastica surnision. xi Pero si no fué aquel dia fu,-' otro el destinado para buscarle novia at eceIente Mariano. Y se encontrO at gusto de Clarita y del Padre Bernardo. Por supuesto que era hermosa, muy hermosa. Uno y otro to procuraron asI, Clarita porque siéndolo ella, y teniendo la seguridad de que ninguna podia serlo más, le gustaban las hermosas, por lo mismo que no tenla por qué verlas con envi- 7-795 a; - - die: v el P:tdre, r"r4ue I nadic k :'-. por his - hIS s l'-.f)O )O-Son. ­ 10 no pus,) reparo alguu 't18 *14tvioll de su via, sino qt .- Loa ella se ca&S cuaudo toJ estuvo di-spuesio. ranquirI Cnrr- sU CRrac(er Jo exigia. ;cial, quc fu5 naturaFrnente tan lu. rarse de una tan opulenti farn.. •Pose, y se cuenta que solicndo p ituraleza se arrojó COfl entusinsmo4 piet die su hermosa compañer.a dicindojie con cierro entusi-jQu brrnoca eres! Eke*jw- d. It., cual, sintindose aucndt-, por Un acces) Iicaie uc,4d a Clarita. y ni rnAs ni menos que 4r e.-hn ha e L, entot se retir6 a su habitnción, sup1ican..I Inair tu nodccg su esposa mientras fuese adqwr fi"ZO to Paso aIgn ti'ru--. .t ambkn. Por eemp1o: ci 'N wa sinnüniero de novededes p a ss fesa falló por prim I q egunda. - Y fud el caso q. s..' buque con la notici.i J iaer sa t,liio ya Para Mexico. •-.r -. die ^, i diz_, un bergandn de guerra con las órdencs pari 7Juót Ispañj J Const j tucjón. lo g cornercjantes .,mlcui,qt*_r IIktr c-'fls, que tantoodiaha ci Pad: d, i q&k sron crtn rn'-s ue Jos de Ia Hahani. quien nes del gobterno babun puesro ei vigor el siste 7 exigicron qua otro tanlo se hicier en Vera. or ci general D*vih, no tUVO otro rcmedi de aquel also de veinte juro la Contitu COflcurrencja posciJa die los mayores jUbilo y-entusia.Se cu e staquo 1 :n c- --1 11 !: Ii Pt ,-, • _i wpm ov !L\ QUE HERMOSA ERES! :1 -- Las Tres Garantias 1711 El virey Apodaca, conde del Venadito, se alarmó mucho con Ia noticia de lo pasado en Veracruz, y más aün con una plancha, asi. seg1n parece, se liaman los olicios ó cornunicaciones de la masoiicrIa, con una plancha, repito, que muy respetuosamente tuvieron ci atrevimiento de dirigirle los masones de la capital, evitándole a no obligarles a ponerle en ci caso de proclamar y jurar contra su voluntad la famosa Constitución. No fué Apodaca hombre capaz de dejarse imponer condiciones por otro hombre quien quiera que ël fuese, pues lesobraron siempre valor y sangre frIa, pero fuë a la vez ci hombre rnás celoso del prestigio de la autoridad real. Ella representaba en Mexico, y no quiso que en supersona se le cometiese un nuevo desacato a la del monarca, y antes de que otro tumulto corno ci del Paiacio de Madrid profanase el vircinal, sacrificó sus propios sentirnientos y quiso echar sobre si la responsabilidad del paso quc se Ic obligaba a dat, y a ]as dos de la tarde del 3i tie Marzo proclanió y juró la Constitución ante la Audiencia, cuyo acto fué pot demás desairado, efecto de la precipitaciOn con que se preparó y del disgusto con que Apodaca Se soirietió a Ia dura necesidad. No sucedió lo misrno en los dias subsecuentes, a contar del primero de Junio, en que la juraron el arzobispo y cabildo eclesiástico en la capilia de los Reyes, hasta ci nueve en que se hizo la = solemne prociamaciOn con la misrna pompa acostumbrada en la jura de los reyes. Al efecto se levantó frentc a Palacio un espacioso salon, formado con lujosas colgaduras y guirnaldas de fibres y foilaje de las que pendlan grandes tarjetones con versos alusivos, obra de los ramplones poetas de las fiestas cIvicas y religiosas. Los regidores fueron a buscar al virey, montando caballos magaIticos regialnente enjaezados, y con todo ci procesional aparato con que en soiemnes ocasiones se presentaba en püblico ci cabildo de ciudad. El entusiasmo popular fuë también tan extraordinario como de costumbre, no por otra razOn sino por la de que ci buen pueblo se entusiasma siempre con ci menor motivo que se le de, por cuya causa lo rnismo aclarna y vitorea a los tirios que a los troyanos, convencido sin duda de que tan mal puede inc con los unos como con los otros. I 7 Z 2 Episodios H:st6rios Mcxicanos Tres dIas duraron las rnüsicas, vitores y repiques, y tres noches hubo ilurninacion en todos los edificios civiles, religiosos, pUblicos y particulares de Is ciudad. El dia iS se hicieron en cada parroquia Ins elecciones de ayuntamiento, y su resultado fué favorable pars, los españoles, pues saheron electos varios de ellos, lo cual fué muy celebr2do, como una revancha de Ia exclusion completa que se hizo de españoies en Las elecciones famosas Jel primer periodo en que rigiO Ia Constitucion. Una tras otra fueron planteándose las reformas consiguientes; Ia Inquisición dejO de funcionar; el virey ya no se nombró virey sino Capitán general; se crearon todas las corporaciones y funcionarios prescritos por ci nuevo orden de cosas, y se restableció Ia libertad de imprenta, exhortando a los escritores a hacer de ella un uso moderado, empleándola en ilustrar a! Gobierno y en promover el b-ien de Ia nacidn. Con este motivo volvió a lanzarse tan bravo como siempre a Is arena periodistica el huen D. Joaquin Fernández de Lizardi, que tanto ha ligurado en varios de los Er'isontos que a éste ban precedido. Su reputacion habia ido creciendo, y todo el mundo devoraba con marcada compi cencia su entretenido libro titulado, Alacena de Frioleras. sus gm osos calendarios con pronósticos en verso, un famoso Periquillo .rmien1o, publicado en 186, su QuzTjotita y sus Ratos entretenidos. En este segundo periodo de lihertad de imprenta, Lizardi hizo c1ebre su Didlogo de Chanzorro y Dominiquin, que le costó ir a dar a Is cárcel, por sentencia de Is Junta de Censura para calificadOn de impresos denunciados. En aquel tiempo su bueno y fiel amigo D. Anastasio de Ochoa s Acuña, que tambin tigura en estos E p is000s, ordenado de PreshItero en Diciernbre de i816, desempeñaba el curato de Ia parroquia del Espiritu Santo de Queretaro. Tamhiën entonces saliO a relucir de nuevo el Lic. D. Carlos Maria de Bustamante, publicando varios papeles desde Veracruz, donde se hallaba, teniendo Is ciudad por cárcel y estremecindose tie terror por haher recihido orden del virey para trasladarse a Tulancingo cbajo Is inspecciOn,—dice éi rnismo,—del ferocIsimo W , 1713 Las Tres GarantIas Concha que, en un momentO de crápula, rue habria mandado al otro mundo. Lo mejor que se le ocurrió al buen 1icendo fué imprinhir un papel con ci siguiente brevIsirno titulo: Mernoria presentada a! Excmo. AyuntamientO de Mexico, para que interponga sus respetos, a in de que el supremo gobierno tenga piáticas de paz, suspension de armas y acoinodamiento con los jjdent es de las provincias del reino." Dicho papel fuC condenado por Ia Junta de Censura y quemado, dice Bustamente, upor un regidor que despuCs la echaba de gran patriota y liberal. Los grandes peligros que la dominación colonial en America iba a correr en lo de adelante, no se le ocultaron al virey Apodaca, y desde ci mismo dia en que obligado por las circunstanCias juró la ConstituciOn, dijo a los nhinistros de la Audiencia aque iban a malograrse todos los trabajos que habla empleado felizmente en la paciticaciOn del reino, por ci ahuso que se harIa de las nuevas institUCi Ones. XII W_ La casa de doña Clarita habla experimentado una completa transformación. La nuera de la piadosa señora tuvo la cuipa de ello. Voy a hacer su retrato en cuanto me sea dable; ojalá tuviera yo para este caso ci chiste de los novelistas, que nos pintan unas mujeres que ni mandadas hacer. El óvalo de su rostro era de una etrema pureza artIstica. Su ancha y despejada frente coronábase con una espléndida diadema de magnifico cabello casi negro y ondulado naturalmente. Sus ojos, dotados de un supremo brillo, sernejaban diamantes engarzados en cIrculos de azabache. Sus lahios entreabiertos como la roja ilor del granado, descubrian finisimos y menudos dientes de un blanco de perla. El movinhiento de su seno. mansamente agitado por los frecuentes iatidos de un corazón ardiente y apasionado. era de una incomparable belleza. TOMOI 215 Ii-z',i', 4 i1!t Sus brazos, aterciopelados corn) el fruto del almendro, terininaban en unas manos que acusaban la tinura y distinción de Ia razi en sus dedos elegantemente largos y deigados y en sus uñas de suavIsimo color rosa. De mediaiia estatura, de talle ligero y cirnbrador, las corrccta curvas de su cuerpo le prestaban una extraordinaria esheitez v haclan de ella una de esas muleres destinadas A inspirar sUbitas pasiones, violentos zirnores ë irresistjbies seducCiOflCs. Y aqul hago punto y n' prosigo dando rnas señá's de ella por miedo de echar a per-- 1 der ci retrato, que Si no es tan bueno como y o desearla. solo yo me tengo la culp i que no sé ni puedo pint I! mejor, pero no aquella betmosa joven que sienipre ns admiro a cuantos tuvirnos ci gusto de conoceria. \ -- - Era, en una palabra. corn -- era natural que lo fuese, eleLusa gida comb lo fuë por Ciarit que, lo repito, era voto en eso de helleza femenil. Pero si en lo exterior no se engañó. en Jo interior ó moral tlevó un chasco de los buenos. Luisa, este no re Ilevaba, era una excelente joven; ainin lin pia, corazón abier y de sentimientos naturalmente rectos. Pero esto no irn edla que el alma fuese digna y altiva v ci zn ardiente y apasionado. Lo cual no hizo a Clarita gracia de ninguna especic Y nose la hizo porque, como en su lugar indicanios. para air vez y energia Ic sobraban con las suyas. Con el fin de mortiticarse en elias, habiase impuesto la pen grande, extraordinaria para su genio, de someterse al relativn d 0 i' minio de caracteres inferiores al suyo, y esto Is tena acostumbra- Ja a ver con una especie de compasivo desprecio todo cuanto Is rodeaba, v a no cuidarse de lo que los suyos pensasen, pues tei'iIa Is convicciOn de iue nadie en torn') SUV) hahIa de atreverse .1 pensar. Ni un instante dudO que Luisa, su nuera. se sometiese a Is ley o mu ii. Hija de padres en extremo recomendabies, pero sin bienes de fortuna, estaha lo mejor educada que en aquellos tiempos era posible estarlo. Pero no conocia otra comodidad que Is muy modesta que pueden proporcionarse las familias de Is clase media que viven del producto kiel trabajo de su jefe. Siempre ci trahajo ha sido ingrato para las personas honradas, Is primers circunstancia que se les pre- quc no saben aprovechar senta para enriquecerse sin pararse en los medios. El padre de Luisa fué una de esas honradas personas. Envejcció en ci trahajo y obtuvo una jubiiación en las mejores condiciones posibles. Dios quiso Ilevarse a su buena esposa, y ci anciano no tardó en seguiria a Is otra vida, dejando a Luisa al cuidado de una tia usufructuaria de una corta rents, a Is que unió Luisa la pension que debia djsfrutar hasta el dia de su mmonio. Luisa paso los primeros años de su juventud casi alejada del mundo, pero contents con su modesta posiciOn. Clarita, entre cu°yos defectos no tiguraba la, avaricia, ni el amor desordenado a la riqueza, no pensO en Is pobreza de Luisa, sino fud pars ver en ella un motivo más que Is obligase a agradecer el haberla elegido pars esposa de su hijo. Los matrimonios por amor no eran muy comunes entonces. as jOvenes se casaban punto menos que sin conocer a sus noVios. y casi siempre porque asi se to mandaban sus padres. El oficio de Is mujer es cacarse.—decian. Luisa se casO ni mas ni menos que otras jóvenes de su edad y de SU dpoca. Pero una vez casada, tuvo el buen semido de enamorarse de su esposo, cosa que otras muchas casadas no hacIan. La relaación de las costumbres era grande en aquellas d pocas, y 1716 Episodios Hfstóricos Mexicanos ci vicio perseuido con encarnizamiento por frailes y golilias, s escondIa hipócrita en el hogar, y en ci seno de las familias. Habla pocas, muy pocas buenas casadas, por más que casi toda lo pareciesen. A las muchachas rebeldes quc pretextaban pat-a no casarse, n sentir inclinación aiguna hacia ci novio, se les decla: para casars no se necesita estar enamorada; el amor viene despuës. Y venIa, en efecto, pero no siempre a gusto del marido. HabIa muchas excepciones, y una de elias lo fué Luisa. Los que en vano la cortejaron una vez que casada la vicron, so Han decir: —Esa mujer es la rara avis: se ha enamorado perdidamente d su marido, que sera todo lo que ustedes quieran, pero más que tod un egoista y un imbcii. No, silo que ci diablo no inventa, lo inventan las mujeres. Y era la verdad, es decir, no ésto, sino aqueilo. Y aquehlo es, que Mariano era un gran egoista y un gran imbecil. Luisa cornenzó por sentir compasión. —Pobre Mariano! se dijo:—es bien desgraciado. El cariño maternal de Clarita se ha limitado a procurar que nada Ic falte a su hijo de cuanro pue4e comprarse con dinero, y a dejarie en iibertad para hacer ho que rnejor Ic ha acomodado, sin ver que con esa liberrad solo le ha proporcionado daños y per juicios. Dc este modo ha secado ci alma y ci corazOn de su hijo por faita del riego saludable de verdadero cariño. Y apenas se hizo estas consid&raciones puso manos a la obra de revivir aquella planta sin raiz. xlii Pero hay empresas que no puede lievar adelante ni la mejor, y más sana y buena intenciOn del mundo. A la candileja inrelectual de Marianiro faitâbale pâbiio. 6 tan cxcaso teniale, que al echarle al susrentador aceite, se corria ci riesgo de apagar aquella reducida llama, tan incapaz de producir calor. como la llama azulada del fuego fátuo errante sobre un camposanto. Sin embargo, como no le faltaha Ia fe, Luisa conhenzó su obra reparadora con mudia fortuna. Deleitándoie con sus honradas caricias, Marianito empezó a olvidarse de sus imaginarias dolencias. Su rostro IUC }h.) (RO tlILl() Ia aparflaa dc muneco de era. En sus ors, JLIC Ia gcntc cr icoiia v 111al hahiada. Ilamaha de borrego muerto, comenzaron de vez en cuando a brillar niiradas lienas de fuego, de calor y de vida. Dc vez en cuando, sus labios hasta entonces rIgidos, como petrificados, se contraIan como una especie de mueca que con buena voluntad podia ser tomada como una sonrisa. Por ültimo, aquellas muecas Ilegaron a verse convertidas en franca y reparadora nsa. Y como nunca habIa acostumbrado usarla, sucedió un dIa un inesperado y trascendental fracaso. Y fuë ci fracaso, que el Padre Bernardo, creyó que Marianito se buriaha de ël. V como lo creyó, montado en su santa cóiera le reprendió la supuesta hurla. Y como la hurla fuese en efecto supuesta '- nada más que supuesta, Marianito se incomodó con el injusto regaño, y le piantó una fresca al Padre. ;Válgame Dios! jquë escándaio! En su admiración, el Padre abrió tanta boca, redonda y grande como la de la taza, en que, por ser ]as tres de la tarde tomaba chocolate, y fué de oir la reprimenda, que de aquel redondel brotó, como brota ci agua de rico y ahundante rnanantial. Ciarita, que atralda por lo descompuesto de las voces, acudió todo lo apresurada que se lo permitio su dignidad de ama de casa, no pudo reprimir cierto impulso de complacencia. Aquella complacencia no envoivia mala intención. Se la dictaba ci gusto de ver que su hijo era capaz de algo que r evelase fuerza y energia, aunque fuese un disparate. Pobre señora, al fin era madre, y es necesario creer que no hay ____ una madre mala. 1S lF.oi:o /Jzst,ir:.,, It_VC.7,lO, Peru si Clarita disculpó a su hijo, porque al fin madre er:i de Marianito, el Padre Bernardo, que no era padre del i-ebelde, le guardo desde aquel momento un mâs que mediano rencor. Y como el caso fuese verdaderamente nuevoyalarmante, Se COflsagró a buscar la causa, y en un dos por tres, dió con ella. La causa era Luisa. Luisa. la ingrata Luisa, que dehiéndole como Ic debla su bienes- r,: ci Padre abriô tana boca. tar, pues sin su aprobación Clarita no La hubiera elegido para. es- posa de su hijo, excitaba a este al grado de plantarle unafresca por una disculpable mala inteligencia. Y aquf fué donde el Padre Bernardo sacó a campaña todo su talento, que enroscándose como sierpe en . imo preocupado de Clarita, La convirzió en una verdadera suegra, ca toda La dolorosa acepción del vocablo, como decla un marido de los casados con la esperanza de que algün dIa le amaria su mujer. Luisa vió a su vez de donde part ía ci golpe, y redobló en defensa propia su empeño de animar y dar vida a su marido. Pero Marianito, que no dejaba an de ser un imbécil, quiso hacer más de lo que debla, y en uno de los momentos en que Clarita quiso hacer pesar su influencia de suegra sobre La adorable Luisa, dejóse arrcbatar pot un loco acalorarniento, y sin darse cuentà de lo que hacla, pot defender a Luisa, le plantó a su señora madre otra fresca semejante a la que le habla piantado al Padre Bernardo. En vano Luisa procuró remediar aquella fechorla. ' Marianito estaba exaltado, y de sus labios salieron las verdades del barquero. Luisa se enfadó tamblén y salió en defensa de su suegra. Pero nadie sabe Para quién irabaja, ni a donde ira a parar la piedra una vez salida de la honda. Ciarita tomó a agravio la defensa que de ella hizo su nuera. Y lo tomó, porque comprendió que en aquel su reino de su casa hahiase levantado una superioridad quizás mayor, cuando menos igual a La suya, y Ciarita sintió renacer su carácter imperioso y soberbio, y airada se revolvió contra su nuera, cuyo ünico delito fué ci de poner su empeho en querer hacer hombre a un imbécil. Para desgracia de Luisa y fortuna de Clarita, aquella exaltación extraordinaria de Marianito, fué seguida de un abatimiento de ánimo, tie un caimiento de fuerzas, que le hizo creer en un nuevo ataque de sus imaginarias enfermedades. Y no hubo remedio; sobrecogido de invencibie terror, pidió que inmediatamente le lievasen a su cama, de cuya cabecera se apoderó en ci acto Clarita, dispuesta a verter en lo; oldos de su hijo todo ci veneno de su rencor por Luisa. De ésta se hizo cargo el Padre Bernardo, quien de Clarita recibid la misión de haceria comprender hasta ddnde habla extraviado a Marianito, que siempre habla sido de un carIcter débil y respeLUOSO Para con todos sus superiores. En vano Luisa llord y protestó su inocencia. Estaba juzgada. Nadie tuvo compasidn de ella. adie, ni ci imbecii de su marido. & 720 Epis.dios /1i.&t6r:.os Mexicanos XIV Era Un viernes, y Clarita y el Padre Bernardo celebraban su conferencia de caridad. Pero hacia ya algun tiempo que tales conferencias hablan perdi.. do su carácter primitivo. Continuaba tratándose en ellas de hacer el bien, pero ya no en pequeña escala. Era nada menos que del bien de todo un pueblo de lo que en las conferencias se trataba. En prueba de ello, oigamos a! Padre Bernardo. —Esto no tiene remedio: el vol:án que dormia bajo nuestros pies, se prepara a hacer explosion. —Tanto así, Padre Bernardo? —Tanto asi. hija Clarita' —Que es pues lo que hay? —Que aunque no ha ya de salirse con la suya, pues escrito está que el mal enemigo np prevalecerá, el mismIsimo infierno ataca, golpea y astilla ]as puertas de la, Iglesia. jQué tiempos. Clarita, qué tiempos estos que hemos alcanzado! Algunas de sus fechas quedaran grahadas con sangre, fuego y destrucciOn en las paginas de la historia de ambas Españas, vieja y nueva. Funesto año de Vea usted qué fechas, Clarita. Nuei'e de Julio: instalaciOn de las impias Córtes en Madrid. jlmpfas, si! no hay persona sensata que asI no las califique. lmpIas, SI! lo repetiré mil veces, porque, qué otro calificativo menos duro puede dársele a unas Córtes que ban pisoteado y continüan pisoteando todo lo que hay de más sagrado: el altar v ci trono? Pero qué otra cosa habia de suceder si se les ha consentido a los maldecidos francmasones apoderarse v hacerse dueños hasta del ültimo grano de tierra de la que en un tiempo fuC la Nación católica por excelencia! 1820! V .. Las Tres Garantias 172 Ah Clarita, hija mIa! las noticiasque nos ilegan de España, nos dicen queaquello hallegado al iiltimo extremo de I perversion social. Las inmundas socieiades secretas han hecho a un ]ado el misterio y la reserva en que anteriormente trabajaban avergonzadas de si mismas, y con el titulo de Sociedadespatrióticas revolucionan a cara descubierta en las plazas y en los cafés de Madrid. Uno de esos grupos de descamisados se ha atrevido, jmentira arece! se h3 atrevido, repito, é exigir al rey de un modo turnultuario e irrespetuoso la remoción de su ministro, el marques de ]as Arnarillas. Semejante osadIa ha dado más importancia al café de Lorenzini, de donde partió ci motIn, que a las mismas Córtes, y como en éstas hay establecidas en aquellas tribunas que se disputan los oradores a la Marat y a la DantOn, es deci, hombres imptos por los cuatro costados. Las mismas Córtes están supeditadas a la esupida preporiderancia de esas sociedades patrioticas, que a su vez dependen de los francrnasones, quienes, dueños de todos los resortes politico, lo son de la nación entera, porque en sus logias se han inscrito todos los empleados y funcionarios pOblicos y los mismos ministros de la corona, temerosos de las intrigas y venganzas de esa nefanda socjedad. Pero ci rey, el rey, si, tiene la culpa de todo, y es a la vez su primera y más ilustre victirna. Figürese, Clarita, que las Córtes se reunen desde principios de 1814, nada menos que en el templo de D.a Maria de Aragon, fundado durante el reinado del piadosisimo D. Felipe II, para casa de religiosos agustiflos. Dc el fueron arrojados los religiosos, las imagenes y los vasos sagrados para instalar las Córtes generales, y desde aquella cátedra destinada a serlo del Espiritu Santo, los diputados han vertido sobre la católica nación el veneno de las ideas de los revolucionarios franceses. Desde ella, cxclarnó un diputado: no somos vasa/los, al leerse Una carta de Fernando VII que contenIa esa palabra: de su recinto fue expulsado otro diputado que se aventuró a decir que reconocIa a Fernando por rey y señor, y allI propuso un Martinez de Ia Rosa que el diputado que pidiese variante alguna de la Constitución, antes del tienipo fijado en ella, fuese condenado a muerte. TOMo I 216 1722 Episodios Hi g drjos Mex:ca,os jLa casa del Señor convertida en temple, de abon-Iinación! COmo lo consiente el rey, y no antes bien manda pegarle fuego desde sus cimjeftos? Espantado del sacrilegio, Dios ha huIdo de ellos, dejándolos entregados al demonjo por completo. SOlo bajo el irnperio del enemigo malo pueden atreverse a hacer Jo que hacen; una guerra sin cuartel a Is santa Iglesia CatOlica y a sus minjstros y sacerdotes. El 17 de Agosto un decreto de las Córtes ha supriniido la CornpañIa de Jesás, ha seculaj-jzado a sus individuos, les ha privado de sus rentas y Jes ha prohibido hasta ci mantener relacjón a1una con sus superiores residentes fuera de España. Pero este no fué más que el anuncio del golpe que preparaban contra Jos ministros de Is religion. Otro decreto del 26 de Setiembre ha desaforado a todos los cclesiásticos, seculares y regulares, cualquiera que sea su ciase dignidad, s ujetg ndolos a Ia jurisdiccjOn ordinaria que podrá irnpo-y nerles, en caso de que cometan algOn delito, los mismos castigos corporales sun Ia pena de muerte en Is horca, que se irnponen a los crimjnajes comunes. AsI es como aquellos miserables comprenden Is igualdad, rebajando lo más grande y sublime que en Ia tierra existe hasta el rastrero nivel de su pequenez. Sin duda en sus sacrIlegas i maginaciones han soñado con el impIo gozo de ver ahorcado a un arzobispo con todo y sus vestiduras sacerdotales Oh! ib6vedas del augusto ternplo de D. Felipe 11! cómo ha podido ser que Is cólera del Señor no se ha desplomado sobre Is sacrIlega junta de los Ilamados diputados? A voz en cuello gritan los congregados en los cafés y en las logias que es necesario is- quitando trailes de enmedio; las Córtes han obsequiado esa indicaciOn, y el dia 1.0 de Octubre han decretado la supresion de todos los monasterjos de frailes y monjas, y Is prohibjciOn de fundar conventos, de dar hábjtos y admitir a profesión a los novicios de uno y otro sexo. La misma ley previene Is secularizacjón de religiosos y religiosas, asignando una pension I los frailes y monjas exclaustrados, cuyos bienes Se apIicarin al crédito püblico. W - Las Tres Garantias 1723 A áltirnas fechas el rev no habIa dado aCin su sanción a esta ley, pero cuantoS sahernos que el rey carece de elemnentos para resi stir al empuic de los trastornadores del orden pUblico y tradicional, no dudamos, ni por un instante, que al fin y al cabo el rey tendrá que ceder y sanciorlar Is ley de Las Córtes. No hahrä de irks. sin embargo tan bien como se lo imaginaban. It Las cartas recibidas de España, dicen que el partido de la gente sensata y de oi-den, a quienes los liberales Haman con desprecio serviles, engross de dIa en dIa, aurnentado con los descontefltOS que hacen los liberales separando arhitrariamente de sus destinos A los en-ipleados que no Jes son afectos, y sobre todo, con la flumerosisima clase de los religiosos, que habrán de perder sus intereses y bienestar en cuanto esa ley sea un hecho. Tienen de su parte al pueblo sano y piadoso de Los campos y aldeas que ama a sus frailes más que al mismo rey, y que, en caso necesario, se lanzará a los campos de bataLla a morir por su Dios y por su religion. Asi lo ha dicho con la sublime abnegaciófl de los antiguos martires cristianos, el clero español heredero de aquellas virtudes, y sus p!áticas y sermones han causado tal sensación, que el gobierno ha exigido a los obispos que contengan el celo de sus subordinados, haciéndolos responsables de cualquier trastorno que pueda 0 Cur r i r. Allá harán enEspafia lo que a bien tengan hacer los espafloles sensatos que sun son gloria y honor de aquella católica nación, pero por lo que hace a esta Nueva-España. por lo que a nosotroS hace. estamos decididamente dispuestos 6 no dejarnos inficionar por las letales ddctrinas revolucionarias de Is metrOpOli. Las juntas de Is Profesa han determinado dar el golpe lo inás pronto posible, sin pérdida alguna de momento. Usted sabe, Clarita, cuán adelantados están lostrabajos de La )Uflta presidida por el insigne doctor D. MatIas MonteagudO, v sabe tamhién que nada nos faLta para iniciar nuestrO movimieflto contra Is Constjtución del afto doce. D. Agustin Iturbide es nuestro, completamente nuestro. y asi como los antiguos paladines de Is fe cristiana se preparaban a Is guerra santa con toda clase de avunos v penitencias, D. Agustin 1724 Ep:odios tfis(óricos Mexicanos ha tornado ejercicios en la Profesa, y purifIcado está cual si acabase de salir de las beneticiosas aguas del Jordan. Pero queremos tenerlo todo dispuesto de mancra que podarnos estar seguros del triunfo, y ci mismo D. Agustin nos ha dicho con franqueza que le honra, que ningcin paso procedera a dar, si no se le proporciona un rnando militar que juzga indispensable para p0der ilevar a efecto rluestras ideas y las suyas. —Ya, SI: pero cOmo lograr ese rnando?—pregunto D . a Ciarita, que seca tenia ya la boca que mantuvo cerrada mientras ci Padre Bernardo hizo la anterior exposición de agravios. —FaciiIsimamente, Clarita, Si quiere usted continuar ayudandonos. —Cuanto poseo lo pongo a la disposición de ustedes; feliz yo si con mi dinero... —No se trata ahora de dinero, hija Inha: hastante ha facifltado usted ya a la junta por mi indigno conducto. —De qué se trata entonces xv El Padre Bernardo dilató su contestación hasta después de haberse asegurado de que nadie, a excepción de Clarita, podrIa escuchar lo que iba a decir. —Se trata de que ponga usted al servicio de la junta Ia merecida influencia de su amistad con el teniente coronel espafiol D. Miguel Badillo, encargado actualmente del ramo de Guerra. —;Pero con qué pretexto que no le induzca a sospechar mal, podre habiar de Iturbide a D. Miguel Badillo? —Tengo ese pretexto. —CuáI es? —Pero... me ofrece usted, Clarita, poner de su parte... —Cuanto sea necesario; ya lo sabe usted, Padre Bernardo. —Pues bien, hija nila, escuche usted y juzgue si es posible haliar un pretexto mejor. El coronel D. José Gabriel de Armijo ha renunciado la cornandancia del ejército del Sur. 4 Las Tres Garantias I7 —Hace ya algOn tiempo de eso. —Es verdad; pero no hace mucho que Armio ha insistido en su renuncia, sobre Ia cual, aCin no habia resuelto Apodaca, y lo ha hecho con tanta insistencia y rcpemiciOn, que al fin tendrá que admnitirsela. Todo esto to sabemos porque el mismo Apodaca se to ha dicho a! Dr. Monteagudo, Iamentándose de la dificultad en que se en'cuemra, para dar a Armijo un digno sucesor. —Y por qué Monteagudo no le ha recomendado a Iturbide? —Vaya si se to ha recomendado! —Y qué le contestó el virey —Nada en resumidas cuentas; es decir, que to tendrá presente. —Y qué puedo yo hacer en este caso? —Mucho, rnuchIsimo, hija mIa. —Pues digalo usted. —Apodaca tiene en D. Miguel Badillo una ilimitada y justa confianza, y antes de decidirse a nada, consultará su opinion. —Y temen ustedes que esa opinion sea desfavorable a Iturbide? —Nada de eSo: Iturbide es conocido como uno de los más decididos campeones del poder del rey en las Americas. —Entonces... —Pero si a sus méritos y cualidades se uniese una recornendación como la de usted... —Cuente usted con ella, Padre Bernardo. —Gracias, hija mia; cuándo vera usted a Badillo? —Esta misma noche prohablemente: es uno de los más asiduos Concurrentes a mis tertulias. —Lo sé. y alabo su gusto. - Ad ul a do r! —Nada de adulación, Clarita, la pura verdad de Dios. Con que quedamos en que esta noche... —Si: esta noche hablaré a Badillo. —;Bien, muybien! Yasabe usted;diplomacia, mucha diplomacia. —Descuide usted, Padre Bernardo: se to prometO. —En ese caso. hija mia, me retiro. Hemos perdido el rosario de hoy, pero Dios nos lo perdonará, porque en servir a la santa causa hemos empleado nuestro tiempo. 726 Episodios Históricos Mexicanos Todo sucedió como se deseaba que sucediese. D. Miguel Badillo tuvo poco que hacer para obsequiar la recomendación de Clarita. !E 1'•H: l^li i^ r * .If : ]1-7 ^fl F iJ a ...tuvo poco qua hacer para... El rnismo virey sacó Ia conversación, sin que Badillo tuviese más que seguirla. Apodaca le suplicO que le nombrase los ouiciales que en su concepto fueran dignos de suceder a Armijo. Hizolo asI Badillo, y como al descuido nomhró a D. Agustin de [turbide y Arrnburu. Las Tres GaraniIas 1727 Apodaca se fijó en aquel nombre más que en ningtn otro. Fue natural. D. Agustin era hijo de un español europeo, D. Jose Joaquin de iturbide, natural de Pamplona, provincia de Navarra. Su decision por la causa del rey y de los españoles Ic condujo al extremo de conquistar renombre de cruel y sanguinario, pues tal fué el encarnizamiento con que hizo a los insurgentes una gue.rra sin cuartel. Su odio hacia éstos le hizo rehusar las proposiciones del cura D. Miguel Hidalgo, ya para atraerlo a su partido, ya para que al menos se conservase neutral. Era hombre de relevantes prendas personales y de un valor a toda prueba. Por Oltimo, y por abreviar, Calleja, el alma de la resistencia que encontró la insurrecciOn. hablale distinguido y protegido, al grado de que nada pudieron contrail sus enemigos, que en verdad no cran pocos ni pequeños. Apodaca preguntó a Badillo si conocla a Iturbide y ci concepto que tenia de el, y tan satisfactorios fueron los informes, c'ue al mismo informante encargó le previniese que en el acto se le presentase. En la tarde del dia en que la entrevista de Apodaca 6 iturbide ruvo efecto. el Padre Bernardo acudió a dar gracias it Ciarita, a nombre de La Junta de la Profesa. —La religion Se ha salvado,—le dijo,—y a V., hija mia, se lo debe. —Si eh? pues qud ha sucedido? —D. Agustin ha tenido unalargulsima conferencia con Apodaca. El virey casi ilorO ante un retrato de S. M., exponiendo a Iturbide La opresiOn en que Jos impios liberales tienen al monarca. Iturbide se conmoviO con las doloridas expresiones de Apodaca, y se ofrcció a hacer cuanto en su mano esté, para conservar en esta nación ci amor a su rey y el odio y la aversiOn a las ideas revolucionarias. No tenemos más pormenores porque D. Agustin no ha querido darlos, pero a lo que parece, ci monarca ha escrito al virey participándole que si los liberales continiian hacindole violencia, está resueito a salir de España y trasladarse a estas Am6ricas, donde se promete haliar vasailos mas fieles a su persona. 728 Episodios Histdricos Mexicanos Imaginese V., Clarita, hija mfa, que honor tan grande seria éste para nosotros. Ello es que la Junta de la Profesa está entusiasmada y que no pasará mucho tiempo sin que D. Agustin haya proclamado la independencia de las Americas. —Luego es de la independencia de lo que se trata? —Si, hija mIa; he visto el plan, le he tenido en mis manos, y luminoso, luminosisimo, sobre toda ponderacion. —Pero, Padre Bern ardo,–_observó Clarita asustada y temblorosa,—lo que VV. van a hacer es revivir la antigua rebelión insurgente. —Nada menos que eso, hija mIa. Quisiera que oyese V. a D. Agustin, como se expresa de los antiguos insurgentes y de la revolución que acaudillaron. Esa revolución,—dice D. Agustin Iturbide,—tuvo principio entre las sombras del horror, con un sistema, si asI podia Ilamarse, cruel, barbara, sanguinario, grsero ë injusto (i. Me parece que no es posible emplear calit-icativos mãs duros y expresivos en un lenguaje decente. No, nosotros no vamos a continuar la obra de aquellos hombres funestos, a los cuales, repito, no quiso unirse D. Agustin, por más que le hicieron tentadoras proposiciones. No tenga V. cuidado, Clarita, no se renovarân los horrores de aquellos espantosos dIas. Nada tienen sue temer de nosotros los españoles europeos, pues con nosotros están todos ellos, excepción hecha de Jos españoles liberalones que a todo trance quieren hacer triunfar su Constitución y sus Ilamadas libertades. Con nosotros están todos los absolutistas, los seri'iles, como nos Haman, porque acatamos como debemos acatar a Dios y al rey. ,No predican ellos la libertad? Pues de la nuestra vamos a hacer uso para independernos de la Espana liberal, salvándonos aside que se infiltre en nuestras venas la porlzoña mortal que circula por las de la metrópoli. (i) Estan tornadas estas expresiones de la comunicación olicial dirigida por iturbide at virey, acompafiandole un ejemplar del plan que se Ilamó de Iguala. Sigo mi sisten,a de no poner en boca de los per.onajes históricos más pala bras que las que consta que ellos mismos pronunciaron 6 escrihieron. L -- I A desesperados males, desesperados rernedios. SOio con el rey no romperemos, no, eso nunca, nunca, nunca! Iernando VII continuará siendo nuestro padre querido, s' nosotros sus mds obedientes hijos. Nuestro plan está basado en la conservación de hi religion católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna, y en ci sistema monärquico moderado con Fernando VII a su cabeza, ó en Su defecto cuaiquiera de los principes de su real familia. Con esta declaración precisa y terminante hecha por el Padre Bernardo. Clarita logrO ir poco a poco venciendo sus temores y sus escrtipulos. XVI El Padre Bernardo no cabla en sí de gozo, y su natural verbosidad se hallaha en aquellos instantes prod igiosamente excitada. —Quien habla de decirnos,—repetIa.—que todo iba a venirsenos a las manos como viniëndosenos está? Oh! necesario es creer que ci teniente coronel D. Miguel Badillo tienc rnu y en mucho las recornendaciones que usted le hace. Ciarita, puede usted estar orguilosa de su amigo Badillo. iQuC hombre! 1 Que diplomacia y qué talento tan grande deben ser los suyos! Nada, hija mia, nos dejO al virey tan bien preparado y tan suave cOmo Un guante. Iturbide no tiene boca para más que hacer elogios de Apodaca. Asegura tenerie conquistado por completo. Se le presentó como debla presentársele más realista que ci rey. HablO pestes contra los liberales, y en contestación le hizo el elogio, casi una apoteosis, del absolutismo. liurbide cree que si los liberales contintan manteniéndose en ci ejercicio del poder, de que han despojado a la autoridad real, Apodaca, por odio a ellos, es capaz de adherirse a nuestro plan. Esto no lo creo yo muy seguro, pues Apodaca, como buen manno, es fanatico en cuanto se retiere a cumplir sus juramentos de fidelidad, ,pero quiën quita que si no se une a nosotros no nos haga al menos todo el daño que puede hacernos? Toiio I 217 1730 Episcedios Heslóricos Mexicanos Nada nos ha dicho Iturbide acerca de eslo y nada probablemente liegara jamás a saherse. Hoy por boy, aunque nadie deja de tener una confianza casi absoluta en el huen éxito del plan de los conjurados de la Profesa, ci que más y ci que menos terne que pueda sobrevenir un imprcvisto fracaso , y los unos v los otros reservan ciertos pormenores que el dia de mañana puedan denunciar Ia participación que en lo que se prepara están tomando. Pero si el plan ilega a fallar, no serã porque no le hayamos meditado y discutido con el más grande detenimiento. De acuerdo con los puntos que se le dieron, ese plan está redacadp per D. Juan José Espinosa de los Monteros. y D. Agustin se ha comprometido a prociamarle sin hacer en ël variación alguna, pucs las que propuso y constan escritas de su letra en una Copia que Ic faciiitó Espinosa ban sido en pane adrnitidas y en parte rechazadas, por acertadas y oportunas aquélias, y por inconvenientes O peligrosas éstas. Y a tin de hacer desechar a usted todo temor de que nuestro plan pueda revivir de aIgn modo la antigua rebelión insurgente, le dire, Ciarita, que en di están metidos Jos espanoles hasta ci cuello, lo que no harlan si hubiese de in a renovarse el bärbaro grito de guerra de ' mueran los gachupines.'> No. Clarita, en ci paso que vamos a dat nos acompañan los españoles honrados y temerosos de Dios, v a ellos deberernos ci triunfo como ya les debemos la idea. Sin el canónigo y doctor D. MatIas Monteagudo, español, nada hubidsemos hecho nosotros los arnericanos: dl concihió la idea de reunirnos v nos congregó. en efecto. en su misma habitación, v su elocuente palabra se apoderó de nuestros corazones, y abnidndonos los o l os nos hizo ver, como ya lo vemos, posible nuestra independencia. En este deseo que de independencia tenemos no entra para nada ni en porción ninguna el odio ni el rencor a España: si de ella 1ueremos separarnos es para contrarrestar el progreso y poderlo de los liberales europeos: asi como clios se aizaron en la isla de Leon para insultar, vejar y oprimir al ry; asI nosotros nos alzaremos en nuestra America para ofrecer en ella y en nuestros amantes corazones un refugio 'i una salvadora salida a ese mismo rey. L '!• n -: Si ellos no hubieran querido proclamar su abusiva libertad que concluye con todo lo que hay de más santo y tradicional, y plantea peligrosas relormas. '' hunillia las prerrogativas del clero, y ensalza la ljbertad de conciencia, nosotros no nos habriarnos niovido, orguliosos de seguir perteneciendo a la Nación católica por excelencia. Pero la Nueva España es esencialmente religiosa, y corno muv ien dice urt distinguido joven mexicano, actualmente secretario de la Junta superior de sanidad, los decretos de las Córtes han cxcitado grande inquietud en los ánirnos religiosos de Los habitantes dc La Nueva España, que con tales providencias creen amenazada su fe, privado su culto del esplendor que estän acosturnbrads a ver en él, perseguidos sus ministros y despojados de sus bienes las comunidades y fundaciones piadosas. Por esto es la primera necesidad del momento calmar esta inquietud, al mismo tiempo que dando un motivo religioso al cambio politico que se intenta, haremos otros tantos partidarios de este cambio, cuantos son los que, y en con horror las innovacionS que han comenzado a plantearse. En este punto estarnos enterarnente acordes Los europeos y los americanos, por eso están con nosotros todos los españoles, excepción hecha de los masones que a toda costa quieren la libertod constitucional con todo y sus pcligros. Vaya, pucdo asegurar mãs aun; pero por Dios, hija mia, que esto no lo sepa nadie, que a nadie ni aun a usted misma lo repita usted. El dinero con que D. Agustin va a hacer los primeros gastos que nuestro plan origine, van a proporcionárselo los mismos españoles. —;Quienes? —Los manilos! - Los inanilos! —Si, Clarita: asi se lo ha ofrecido a D. Agustin v a los con jurados de La Profesa, ci honrado comerciante espautol D. Antonio Terán. —Pero cómo va a sereso? De un modo sencililsimo: pronto saldrá para Acapulco un convoy con ci producto de la y enta de los efectos traidos de Manila por la nao de China. D. Antonio Terán que está interesado en más Epso.iios Históricos Mexicanos de la mitad de ese dinero, obtendrá el consentimiento de Jos dernás interesados para que D. Agustin se apodere de la conducta, que más tarde se pagara con toda religiosidad. —jAhi Padre Bernardo, inucho dudo que esos comerciantes se resuelvan a correr ese albur. —No lo dude usted, hija mIa: Terán es un caballero en toda la extension de la palabra, y cumplirá lo que ha prometido asI le costase Ia vida. Está adenias comprometido hasta donde es posible que un hombre lo este, en Jos trahaos de los conjurados de la Profesa, y no rehuye responsabilidades ni Ic espantan fatigas. Activo corno ninguno de nosotros, no hace mucho tiempo que emprendiO un viaje a Guadalajara con pretexto de atender a los intereses del comercio de Manila en que tanta pane tiene. Pues bien, el verdadero objeto de ese viaje no fué otro que ci de proponeral general Cruz, espaflol como 61, la adopciOn del plan contra-constitucional, y ponerse de acuerdo con el obispo Cabañas que se halla aitamente comprometido de resultas de las pastorales que tiene publicadas contra ]as ideas liberales. No quedo muy satisfecho de Cruz, que no le diO ninguna contestación definitiva, aunque sI le aseguro que no opondra resistencia seria al progreso de la nueva revolución, cuyos principios y lines están enteramerite de acuerdo con sus ideas. Pero si conquistó a Cabanas tan por completo, que ci buen obispo ha puesto a disposición de D. Agustin lturbide, veinticinco mil pesos destinándolos a cubrir los prirneros gastos que se ofrezcan. Pero lo que en Guadalajara y en toda la nueva Galicia no haga el general lo hará otro jefe español, D. Pedro Celestino Ne- Cruz, grete, hombre decidido y militar valiente como pocos. Negi-ete es enteramente nuestro y en caso necesario pondrá a raya al general Cruz, al cual no estima mucho que digarnos a causa de antiguos agravios. En fin, hija mIa. no acabarla si fuese citando a usted uno por uno, todos los españoles europeos que forman en nuestz-as filas y A Jos cuales la Nueva España va a deber su independencia. En conclusion y como una prueba ültima y fehaciente de cuán unidos estamos americanos y europeos, voy 6 citar a usted palabra .A -,A- Las Tres Garantias 1-;33 por palabra, las que D. Agustin ha contestado a las preguntas que se le han hecho, referentes a las razones que pudieron pesar en su ánirno para no haber aceptado ci empleo de teniente general que el cura Hidalgo le ofreció. ((La propuesta 0,—dice,—era seductora para un joven sin experiencia v en la edad de ambicionar; la desprecié sin embargo porque me persuadi que los planes del cura estaban nial concebidos; ni podlan producir más que desorden, sangre y destrucción y sin que ci objeto que se proponIa liegara jarnás a verificarse. El tiempo ha demostrado la certeza de mis predicciones. Hidalgo y los que le sucedieron, siguiendo su efrmplo, desolaron el pals, destruyeron las fortunas; radicaron ci odio entre europeos y americanos; sacrificaron millares de victim3s; obstruyeron las fuentes de la riqueza; desorganizaron ci ejército; aniquilaron hi industria; hicieron de peor condición la suerte de los americanos excitando la vigilancia de los españoies a vista del peiigro que les amenazaba; corrompieron las costumbres, y, lejos de conseguir laindependencia, aumentaron los obstáculos que a ella se oponlan. Creo, hija mIa, que no pudo D. Agustin ser más claro ni hacer rnâs exacto v terrible proceso de Ia insurreccióri insurgente. OV xvi Tornado un momento de descanso el Padre Bernardo, prosiguió de esta manera. —Creo haber dejado completarnente satisfechos los escrüpulos de usted, hija mia, y conflo en que ya veracornpietamente claroen este asunto. Lo cierto es que D. Agustin Iturbide ha sido nombrado por ci virey conde del Venadito, comandante general del Sur y rumbo de Acapulco con las mismas facultades que ha tenido el coronet D. José Gabriel de Armijo. —Pero esa comandancia comprende los distritos en que aun se mantiene sobrelasarrnaselgeneral insurgente D. Vicente Guerrero. Ci) Breve diseño critico de la emancipación de Mxico.—Londres, 1824. 1734 Epzsodtos Histór,cos MexlCa,los —Precisaniente. —Y eso no estorbará los planes de Iturbide? —Dc ningán rnodo:y antes por ci contrario, esa circunstancia puede sernos en extrerno favorable. —Acaso cuentan usredes con atraerse a Guerrero? —Todo pudiera ser. --Mucho dudo que Jo consian: Guerrero se ha negado siempre a tratar con los realistas y conocido Cs ci modo enérgico con que ha rechazado siempre cuantos ofrecimientos de indulto se le ban hecho, siendo en su determinación tan inflexible que hasta la voz de su propio padre desoyó cuando por encargo del virey quiso inducirle a deponer las armas. Y si esto hizo en aquel tiempo, que sera lo que no haga ahora que ha prestigiado su nombre con las diversas vicrorias que ha logrado sobre varios destacarnenros realistas —Convengamos. Clarira, en que los ties triunfos de Guerrero, son bien considerados, nada en resumidas cuenras. Más que ci genio militar, se los ha proporcionado ci mismo coronel Arniijo traccionando imprudentemente sus fuerzas y separándoias por tan considerables distancias, que no han podido auxiliarse las unas con las otras, cuando se han visto atacadas por tropas de Guerrero, v mejor que por las de dste por las del infatigable y activo guerrillero Pedro Asensio Aiquisiras. ,Pero cuál es la accion de alguna importancia que hava jugado con las tropas fieles al rey? Ninguna. Clarira, ninguna, El coronel Armijo no ha tenido a bien ir en su busca y hata cierto punto justifica su proceder La dificultad que habria tenido para ir it encontrar a Guerrero en las salvajes montaiias s' vIrgenes selvas en que se esconde, y de las cuales sale (inicamenre cuando tiene noticias de que tal ó cual destacamento realista puede ser sorprendido casi sin riesgo ninguno Si estas sorpresas se cuenran y se hacen pasar como acciones de guerra, convengo en que se considere al general insurgente como el Marte mexicano. Pero esto no pueden creerlo personas sensatas y de recto juicio. Hoy, sin embargo, pudiera darnos algo más que hacer. Segun los informes adquiridos por los conjurados de la Profesa. Las Tic, Garantia., 173 5 D. Vicente Guerrero puede contar en la actualidad con unos dos mil hombres poco más ó merios, regularmente instruidos y no mal armada La generalidad de ellos. Se entiende que su fuerza ascendera a ese numero en ci caso punto menos que imposible de que le fuera dable reunir todas las partidas cuvos jefes ohedecen ya A Guerrero ya a Pedro Asensio. Este se halla en estos momentos en La orilla del rio opuesta a la que ocupa Guerrero. y si Iturbide consigue mover las tropas que están a sus ôrdenes con toda La necesaria violencia, no Ic serla tal vez difIcil batirlos uno tras otro y concluir con esos áltimos restos del aizamiento insurgente, antes de dar principio A ilevar a las vIas de hecho ci plan tan escrupulosamente meditado y discutido. Si esto no pudiese conseguirse, si Iturbide encuentra que ]as fuerzas que Guerrero ha organizado, valiéndose de la inacción del coronel Armijo, tienen mAs importancia de La que Se les supone, le invitará a unirse a él para realizar la independencia. En ese caso le hard toda clase de concesiones y ofrecimientos, s una vez aceptados por Guerrero, Iturbide fraccionarA las fuerzas insurgentes de modo de reducirias a la impotencia y destruir el infiujo que puedan tener si acaso tienen alguno. Y aun esto lo hard, no porque Guerrero sea capaz de imponernos miedo aiguno, sino para destruir todos los obstAculos que puedan retardar el triunfo de nuestro plan, pues usted comprendei-a que todo debe hacerse cuanto más pronto mejor, pues son ya muchas Las personas que estAn en nuestro secreto, y una indiscreción, un momento de debilidad de un pusilánime, puede echar a perder todo cuanto tenemos ganado. —,Pero no esta hecho ya ci nombramiento de Iturbide? —Lo estáen efecto desde ci jueves nueve del-corriente Noviembre, y D. Agustin contestó el mismo dIa, diciendo a Apodaca, que aunque siempre ha sido funesta a su salud la tier-a caliente, pues hasta La extremaunciónie han dado en ella, se pondra prontamente a la cabeza de las tropas que se ban puesto a sus órdenes, en ci concepto de que, cóncluida la campaña que Va A etnprender, el virey le relevarA de un mando que solo acepta por servir al rey y a España. El próximo jueves 16 de Noviembre. es decir, pasado mañana, D. Agustin saldrá de Mexico para su destino. acompañado de las 1736 Episodios Histdricos JIexicauos bendiciones de todos cuantos estarnos interesados en que la obra de iniquidad de Jos liberales españoles no triunfe en estas Ameri cas, clue dispuestas están a recoger y tomar para si el tItulo envidiable de Nación Católica por excelencia, que Jo Antigua España ha tirado en tierra, que al tin v al cabo se abrirá bajo sus pies, espantada de impiedades y sacrilegios tantos. como han cometido y continuarãn cornetiendo los españoles. Y aqui dió I-in por entonces aquelia muy respetable piatica del Padre Bernardo, a quien gustoso dejo la responsabilidad que en lo aquI transcrito le corresponde. He procurado atenerme a Jo que Cl dijo, sin qutar cosa alguna ni añadir otra mIa, dejando al cuidado de mis lectores el hacer los comentarios a que ci asunto se presta. XVIII Continuó avanzando el tiempo. y habrian pasado próxirnamente dos meses ó poco menos, cuando en La casa de la piadosa Ciarita, despuCs de una ausencia de más de dos años, hizo su entrada el buen D. Juan de Olazagoitia, cuñado o hermano politico-de Clanta, la cual, no lo hablamos dicho por no habCrsens presentado la ocasión, era viuda de D. JostS de Olazagoitia, que fuC un vizcaIno tan honrado, trabajador y favorecido de la suerte, como continuaba siéndolo su hermano D. Juan, que dejamos entrando en 1* casa de nuestra herolna. No fuC precisamente gusto lo que Csta experimentó al enterarse de que se encontraha en su casa su cuuiado, que era, además, su compadre, por haber sido ci padrino de bautismo de Manianito, por cuya razón pretirieron liamarse mejor que cuñados compadre Y comadre respectivamente. Y si no expenimentó gusto fuC porque D. Juan era hombre demasiado franco '.' brusco para decir las verdades, nada preocupado y más liberal en opiniones de lo que Clarita hubiese dçseado. Pero en el fondo era bueno como ci pan, tenla un alma más urnpia quc una patena, y cuartos se dejaba hacer por servir a cualquiera. A -: Tame per est(. cuanto porque D. Juan era el tutor de Marianito y administraba los bienes de su comadre. Clarita le guardaba grande consideración y respeto, con los cuales suplia la taha de cariño, pues no eran, como ya sabemos, ni el amor ni el cariño plantas que hubiesen podido echar rakes en el yermo y frio corazón de Clarita. Al verla ir hacia ël, D. Juan soiiriö con positivos agrado y afecto, y estrechándola en sus brazos la dijo • —La verdad, cornadrita! la juventud y la hermosura han tornado carta de naturaleza en tu cuerpo, y para ti pasan los años sin atreverse a causarte ni la menor injuria. aValgame Dios y que guapa estãs, y cuánto me acuerdo del pobre de mi difunto hermano que tan encantado estaba contigo! Pobrecillo' el 15 del mes pasado hizo siete años de muerto! Dios Ic tenga en su santa gloria: amen. —Amen!—repitió con verdadera unción D. Clarita. Y tras de esto vinieron los cumplimientos de bienvenida y ci preguntarle Clarita la causa de su regreso. —La verdad,— contestó D. Juan, que lo tenla por muletilla,hace mucho mucho tiempo que deseaba veros; pero si he de decir lo que es cierto, no es el deseo de veros y abrazaros lo que aqul me trac ahora. sino otro asunto grave, mu y grave, quc a su tiempo te dire. Pero vamos a ver, ;que es de mi ahijado? Ed6nde estd que no ha venido ya a dar un abrazo a su padrino? —Disthlpale. Juan: la falta es mia que aán no le he mandado avisar que aquI estás. —Pues pronto, comadre, avIsaie. porque quiero deshacerle a abrazos v entregarle un regularcillo hilo de perlas qae vale tres mil pesos como medio y que deseo luzca en su cuello mi ahijadita; la liarno asi porque siendo mujer de ml ahijado, a ella tamhién la tengo por ahijada. De ese hilo son compaheros un anillo de diamanmes. valor dedos mil pesos, destinado a Mariano, y un relicario que vale otro tanto y está dedicado a ml querida comadre. No vayáis a atrihuir it falta de cariño Ia desigualdad de valor de los tres obsequios, que si los vuestros valen menos que el de mi ahijada, no es culp4 mia. sino de la pobreza en que ha dejado a Guanajuato la áltima maldecida revolución. Too 1 Credo. comadre. casi no se ye ya una aihaja por aquellos rum bos. Entre realistas c insurgentes todas las han acaparado. y las pie quedan las tier1en sus dueños escondidas bajo siete estados de tierra. Pero aqul me tenéis a ml con el mismo deseo de siempre de gastar en vosotros cuanto poseo. que. gracias a Dios Nuestro Señor, siempre va en aumento. La verdad, Su Divina Majestad se ha propuesto decir jagua val. y no intento cosa alguna que no vaya niás allá de mis esperanzas Y hasta de mis deseos. puedo decir. —Cuánto me alegro de ello. compadre: eso y mucho más mereces. —Gracias. Clarita, muchas gracias; pero quó sucede? mandas ó no mandas avisar a Mariano que aqul me tiene? —Compadre. si quieres, mejor pasaremos a su habitación. —Acabaras de hablar, vamos allá a verle. —Espera, mandaremos antes ver si está despierto. —Cómo! son las once de La mañana y no está aün levantado? —Está enfermo. —Valgame Dios' cosa de cuidado? —No, gracias a Dios, to de siempre. —Ya, sus enfermedades imaginarias! —No tan imaginarias; pero en fin, ha pasado muv mala noche. se ha dormido a la madrugada v no quisiera que to despertasen, hasta que el de por si... —Entiendo, entiendo: que no to despierten pot ml. pero manda decir que en cuanto el huenamente haya abierto los ojos. nos avisen, para que vay a yo a verle. Clarita se levantó y salió un instante de is sala a dat las órdenes oportunas y no habIan pasado dos minutos cuando ya estaba de vuelta. D. Juan de Olazagoitia la esperaba impaciente; at verla entrar repitió siempre con el mismo entusiasmo: —La verdad, estás hermosa como nunca! —Adulador!—contestó Clarita, satisfecha del elogio. —Adu1ador. eh ? bien sabes tá que no to soy at elogiar tu belleza. que td eres la primera que conoces y admiras: pero en fin, date - I I ci gusto de qucrer haLerme creer que no lo eres, v dicho esto, pasemOs a otra cosa. Ya sabes que soy enteramente enernigo del matrimonio, que ni me he casado, ni me he de casar jamás. y por lo tanto soy un tonto para decir galanterias, pues nunca he tenido necesidad de practicar ese arte. Aqul ilegaba D. Juan, cuando una de las donceilas de Clarita se ¶resentó en la puerta de La sala: —,Ha despertado ci señorito?—pregunto Clarita. —No, señora,—respondió la doncella;—pero ahi está un homb re con une carla que quiere entregar a usted en propia niano. —Anda. comadre. anda: ye a ver que te quieren. Aqui te esperO. Clurita aprovechô el permiso y salió ofreciendo volver pronto. XIX Pero no estuvo solo mucho tiempo el buen D. Juan de OlazagOitia. Acababa apenas de salir Clarita, cuando la vidriera de la recá-. inara, que daba it la sala, se abrió dando paso a aquella hellisima joven. cuyo retrato dejo hecho en uno de los anteriores capItuios. Le hastó a D. Juan distinguirla para reconocerla, y asi fué que queriendo retirarse la )oven al encontrarse con un desconocido, nuestro hombre la detuvo, preguniandoia: —Perdone usied, señorita, €acaso es usted la esposa de Mariano? —Servidora de usted,—respondió Luisa. D. Juan se dirigio entonces a ella, tendiéndole los brazos y dici6ndoie: —Entonces, hija inia, permIteme que te tutee y dame un abrazo, porque vo soy tu tío, Juan de Olazagóitia, padrino de Marianito y tuyo por consecuencia. Aunque Luisa hubiera querido resistirse no lo habria conseguido, porquc D. Juan, uniendo La acción it la palabra, la atrajo hacia el y la oprirnió pazernalinente contra su corazón. Cuando soltándoia quiso tijarse en ci hermoso rostro de Luisa. 1740 Episodsos Htstoricos Mexicanos no pudo lograrlo, porque la desventurada esposa de Marianito Ic cubria con el pañuelo. en que enjugaba sus lagrimas. —Quë es eso?—exclamó D. Juan,—tienes verguenza de mP Luisa en vez de responder rompio en amargos sotlozos. D. Juan estaba confundido. De pronto dejó escapar casi un gritó v preguntó: — IQue quiere decir esto. hija mia! por qué Iloras? acaso Ciarita me ha engañado y Mariano esta grave? 1 dlmelo, dImelo, hips mia: sácame de esta horrible ansiedad! —No, D. Juan, - contestó Luisa, procurando calmar su aflicciOn: - Mariano no esiá malo. pero yo so y muy desgraciada! —Desgraciada tá, hija mIa! por qué? dime, por qué? — I Oh si, se to dire it usted! En los cortos dIas de mi felicidad me han hablado tanto de usted, Mariano y D. Clara, que sé que es usted un hombre inmeorabIe, un santo casi. —No tanto. hija mIa, no tanto, ni mucho menos; pero sin embargo, si puedo decirte que si eres desgraciada y de ml depende que no to seas, no to serás, yo te to ofrezco y te to juro, por Santiago, patron de España. —Si. D. Juan. to sé. y por Dios le conjuro a que cumpla su juramento. —Habla, hija mIa, tarde se me haceya: ;qu46 quieres de ml? —Saqueme usted de esta casa, saqueme usted con mi hijo! D. Juan retrocediO sorprendido de to que acababa de oir. —( Qué dices, hija mia? —Que me saque usted de aqul. que me saque usted con mi pobre hijo! —Pero qué tienes it!, qué tiene tu hijo —Pregunte usted mejor, qué es to que no tenemos. Si, D. Juan, ni yo tengo marido, ni mi pobre hijo tiene padre. —Luego es cierto!—exclamO rebosando dolor D. Juan; —luego Mariano ha muerto! — 1 No. D. Juan; peor. mucho peor que eso! —4 Dios mb! Luisa, hija mIa, qué me quieres decir? —Que Mariano me insulta, que Mariano niega a su hijo' D. Juan no supo to que pasaba por el; el golpe que acababa de recibir le habla sobrecogido de espanto. I ',_i zri. —;Desgraciada! qu46 me quieres decir? que es lo que has hecho? Luisa se irguió como Leona herida, al oir esta ültima pi-egunta, v levantando con regio ademán su frente limpia, despejada y Pura, exela mó: —Lo que puede hacer una mujer honrada como yo: no doblegar su frente sin mancha por nada iii ante nadie. Yo lo digo y se to digo a un español que está obligado a ser Ca3ballero y a liar en las palabras de una dams. Quiere usted, D. Juan, cumplir con esa obligación? —Si quiero. ivive Dios! tienes razón hija mia, no necesitas decirme una palabra más en tu abono. Con las que has dicho me basta para jurar por Santiago, patron de España, que de tu pane está Is justicia. —Gracias. Sr. de Olazagóitia, Dios le ha enviado a usted a ml. Y esta vez fué Luisa quien tendió sus brazos a D. Juan. que en Los suyos Is recibió y estrechó de nuevo. —Y ahora—dijo,—explIcame to que te pass. —No se lo he dicho ya? Mariano me insulta, Mariano niega a su hijo. Comprende usted tal horror, infamia tal? Pero no, no es Mariano quien tal hace. Es D . a Clara. _'D. I Clara! —Si v más que ella, un hombre cuva injusticia me causa horror; un sacerdote, el Padre Bernardo! —Quien me nombra?—pregunto Is conocida voz del Padre Bernardo que en aquel momento se presentó en Is puerta de Is sala acompañadode Clarita. Luisa lanzó un grito de terror y corrió a abrigarse en los brazos de D. Juan, pidiéndole que no Is abandonara. D. Clara avanzO hacia ella, diciéndole: —Quin le dió a usted licencia para salir de su habitación? Y como tras de ella hubiese también avanzado el Padre Bernardo y se preparase a poner su mano en un brazo detuisa, diCindo1e: —No manche usted con su contacto a un hombre honrado! —Déjela usted—gritó D. Juan apartando con violencia a! Padre Bernardo;-_..1 no me haga usted creer que usted no lo es' - I 742 Ep.sodios His: ór:cos Mexicanos —1 Juan! ital sacrilegio!.. .—comenzó a decir Clarita, pero Olazagóizia la interrumpió, exciamando: —Comadre, cepos quedos, aqui yo soy el juez, vamos I ver quiën es la victima y quienes los reos! xx Pero sin duda estaba escrito que D. Juan de Olazagóitia no pudiese aquel dIa, ó al rnenos en aquellos momentos, enterarse de los pormenores de aquel drama de t4nilia. Un recado urgente que Ia doncella de Clarita Ic dió, le ohligó a pasar Iuna pieza inmediata ha sala, sin que por ahora pueda yo decir como prosiguió, terminó o se suspendió la escena difIcil que pendiente dejamos al fin del anterior capitulo. Al entrar en la habitación inmediata I la sale, D. Juan, phlido y agitado todavia, procuró dominarse y saludar con las mayores muestras de acatamiento a un caballero español que, dejando la silla en que sentado estaba, se adejantó y tendió la mano al cornpadre de Clarita. —jCuInto agradezco a usted,—dijo D.Juan,—que se haya apresurado I venir! —El recado era tan urgente, que no podia hacer menos de lo que hago, a riesgo tal vez de molestar a usted. —Eso dice usted cuando tanto favor se sirve hacerme? Pero en tin, ya nos explicaremos sobre este punto. Lo primero es lo primero y aqul lo primero es la salvación de estas importantes provincias. —^Qu6 noticias trae usted? —Pocas mIs de las que he cornunicado a usted en mis caries, pero confirmadas todas ellas. —Iturbide... —Iturbide ha traicionado al rey s a D. Juan Ruiz de Apodaca. —1 Silencio'—replic6 ci caballero desconocido; pudieran oirnos: estamos en la casa de uno de los más grandes enemigos del dominio español en ]as Americas. —Qué dice usted?—pregunió D. Juan abriendo espantados ojos. r) L ft I, itA/ ir W1 W! ——' \! i 1! IL —C'MAoRI, cEIs UEI)OS. AQUf.. ti P ii 1745 Las Tres Garantias —Lo que usted ove. —;Clarita:... —Ella, ó meor que ella, un picaro vividor que la sirve de consejerö v fac-totum, ha hecho más por la fatal empresa que traen entre manos nuestros compatriotas, que todos ellos juntos. Pero ya hablaremos de Ia cuñada de usted, que segt:in mis noticias ha puesto hasta ahora en manos de los conjurados la mitad lo ?nenos de su fortuna. Searnos prudentes por si acaso y no aventuremos juicios ni calificativos peligrosos. —Dice usted bien, D. José Hipoiito; en este semiliero de traidores en que vivimos, es imposibie conocer a los amigos ni saber con quién se pierde. Y vamos al caso: quë piensa hacer el virey? —D. Juan, si to supiese no to pensara, estarla hecho ya. —Qué es to que ci virey sabe de Iturbide? —Solo to que usted le ha escrito: sin usted no sabrIa ni una palabra: ral es ci misterio y secreto que los afihiados han guardado. —Pero qué le ha escrito Iturbide? —Aquf tiene usted un extracto de sus cartas; no ha querido elvirey tiarme los originales, por no exponerlos a un accidente irnprevisto. —Ha heyho usted bien,— replicó D. Juan. tomando de mano de D. Jose Hipólito Odoardo, fiscal de la Audiencia. los papeles que ëste Ic alargo. Después de haberlos recorrido con grande rapidez,dijo: —Es su sistema no hablar jamás con franqueza y darse la satisfacción de buriarse del virey empleando frases y conceptos de doble sentido. Por supuesto que a todo habrá accedido Apodaca? —QuC queria usted que hiciese si tenla a Iturbide por hombre formal y veraz? Observe usted lo que le escribla desde San Gabriel. 'con fecha 19 de Noviembre. Asegura su adhesion a la persona del virey. pondera su constante anhelo por ci mejor servicio del rev y de la patria; afirma que su honor está comprometido en ci éxito de su encargo V espera que el virey jamas tenga rnotivo de arrepentirse de la confianza que en ét depositó. To,iol 219 1746 Episdios HztOrjcc,s tIexicano. En esa misma carta, protestaque su tin es '' serã siempre el de restaurar ci orden y cooperar a la gloria de que ci virey yea en breve tiempo pacIt-ico todo el reino. —Son en efecto ]as palabras que aqui constan, corno escritas de su rnano. —Ahora bien; veausted en esa misma carta lo que dice al virey sobre haber desconcertado los intentos del insurgente Guerrero con solo haber reunjdo en San Gabriel 35o hombres de lo realistas de Tasco y Cuernavaca, medida que, en su sentir, fuë dc tan huen efecto, que hastd para paralizar a Guerrero y Asensio. Liega hasta a anunciar, que antes del tin de Febrero, cantarenios una misa por el término de la. insurrecciOn. Desde Teloloapam, donde establecjO su cuartel general, escribiO calculando Ia duraciOn de la campaña en dos ó tres meses, añadiendo: "tengo adelantado mucho en este plan, como manifestare a V. E. a su debido tiernpo,y ruego por Jo tanto, a V. E., que si Jo tiene a bien, se sirva mandar aquella suma luego (diez 0 doce mil. pesos), en ci coIcepto fIrme de que no se hará inversion ni aun de la más minima pane de ella, sino con la probabilidad mäs segura por ci apoyo de una prudente y sana crItica. se diO esa orden? —El 15 de Diciembre se mandó a los ministros de la Tesorerla que situasen en Cuernavaca a disposiciOn de Iturbide, los doce mu pesos que pidió. Además, se Ic enviaron en gran cantidad toda clase de municio•nes, para facilitar asI ci éxito de su canlpaña. —Lo sahIa, pero, sabe usted a su vez corno las gentes piensan del virey por esta facilidad con que ha accedido a cuanto pide Iturbide? —Lo supongo; pensaran que el virey está de acuerdo con Iturbide en sus proyectos de rebeliOn. —Eso mismo dicen. El fiscal Odoardo sonrió con amargo desdén y exciarnó: —Si ellas viven y se amamantan de Ia traición; si por tal de saiir adelante con un propósito todos tratan de buscar disculpa a sus traiciones, t tiene algo de extraño que no consideren a D. Juan Ruiz de Apodaca, peor que consideran y tratan a su honor y mentida fidelidd? Las Tres Garait(as 1747 XXI Olazagóitia convino en la exactitud del juicio formado par 1). José Hipólito, v a las preguntas que éste le hizo, contestó de la 'siguieflte manera —También yo he sufrido el insulto de que me considerasen digno de ganarme para su causa. Mis negocios me Ilevaron a Cuernavaca aigunos dIas antes de que a aquella ciudad Ilegara Iturbide. Uno de los principales hacendados de las inmediaciones, debla entregarme diez y ocho mil pesos, cuyo pago habla retardado con causa justificada, aunque yo no la estimaba asi. Mi hombre se hallaha en Cuautla y allá me dirigi en su busca, y alli tuve ci verddero placer de encontrarme con D. Nicolás Bravo. uno de los hombres más caballerosos con quienes he tratado en mi vida, y que alli se halla en virtud del indulto que ci virey Ic concedió de acuerdo con la ley de olvido general decretado par las Córtes de Madrid el 27 de Setiembre tiltimo. Algunis favores que par lo insignificantes no merecen decirse, me conquistaron hace mucho tiempo el afecto de D. Nicolás Bravu. cosa que sin duda no desaprobarA el virey que a su vez ha admirado la grandeza de alma de D. Nicolás. —AsI es la verdad! ;Por vida mia que cuantas veces el virey Ic vió en su calabozo de la cárcel de Córte. D. Nicolás le pareció par la dignidad de su porte un principe ó Un monarca en desgracia! —Pues bien, la casualidad ó la Providencia que de ellas se aprovecha. me hizo encontrarme con D. Nicol2s. De sus mismos labios supe que Iturbide le haba escrito invitándole a verse con él para hablarle de un proyecto del cual podria resultar la independencia de las Americas. —Y D. Nicolás?... —A nada estaba resuelto, y lejos de hablarme bien de Iturbide, se expresó de el de un modo duro y severo. fundado en el odio que les inspira a lo& antiguos insurgentes el recuerdo del encarnizamiento v crueldad con que siempre los persiguió y trató Iturbide. L 1 74 8 Episothos Hstdricos Mexicanos Con este motivo, me recordó aquellas famosas palabras, con que Iturbide dió aviso a Garcia Conde de Ia derrota que hizo sufrir a Ia partida insurgente de Alvino Garcia, allá por el mes de Junio del año doce. Estas palabras que merecen recordarse, dicen: 'Para hacer algo por mi parte con objeto de quitar la impresión que en algurios estüpidos y sin educación existe, de que nuestra guerra es de europeos a americanos, y de 46stos a los otros, digo: que en esta ocasión ha dado puntualmerite la casualidad, de que todos cuantos concurrieron a ella, han sido americanos sin excepción de persona, y tengo en cilo cierta complacencia porque apreciarIa ver lavada por las mismas manos la mancha riegra que algunos echaron a este pals español, y convencer que nuestra guerra es de buenos a malos, de lieles a insurgentes, y de cristianos a libertinos. El mismo Iturbide, en su parte de haber derrotado a D. Ramón Rayon, en el famoso Viernes Santo, 16 de Abril de 18 13, llamó a los trescientos cincuenta insurgentes que mató en Salvatierra, miserables excomulgados que descendieron a los infiernosn Recordándome éstas y otras expresiones de Iturbide, me dijo don Nicolás. este hombre piensa hacernos creer en su amor a su patria! Habla yo de verle proclarnando nuestra independencia, y aun creerIa que mis ojos me engañaban. Y sin embargo,-_observo el fiscal,—lturbide será quien la prodame. —Yo también lo temo como usted; pero es preciso que no perdamos la moral, y que el virey sea Jo que siempre ha sido, un juez inflexible con todos los enemigos de su patria. Y si la suerte no nos fuera favorable, al menos la conciencia no tendrá cosa alguna que reprocharnos, y podremos esperar tranquilos a que la Providencia castigue por ocultos, pero seguros caminos, al autor de la ruina de la dominacióri de España en America. Pero no perdamos un tiempo que sin duda es precioso. El objeto principal de mi venida a Mexico, ha sido el de poner en conocimiento del vii-ey todo cuanto ha pasado, y yo sé referente a los planes de D. Agustin Iturbide. Dudando . que pudiese ser posible que Iturbide hubiese escrito I Las i,c Ga,antzas i Ia carta que D. Nicolás me aseguró haber recibido y quemado despues de lelda, voivi a Cuernavaca, despus de haber enviado a esta capital mis diez y ocho mil pesos. No pasaron muchos dIas sin que un infeliz que nombrar no quiero, por no perjudicarle, y que por desgracia es españoi europeo. como es costumbre distinguir á los que en España hemos nacido, trató sin grandes precauciones de ganarme Para su causa. Cont&veme cuanto me fuê posible, y simulé dar oldos it sus propuestas. Por ese español primero, y por otros individuos después, supe que el primer cuerpo de tropas realistas que se adhirió a los planes de Iturbide, fud el regimiento de infanteria provincial de Celaya, del cual fué nombrado hace mucho tiempo coronel. El tal regimiento, uno de los más brillantes de provinciales rcalistas, por su disciplina y por su equipo, está segun parece, formado de gente joven e inquieta; tanto que, segün sé, estuvo Para rebelarse contra su coronel, D. Eugenio Viliasana, cuando ëste les cornunicó la orden del virey Para marchar al Sur, expedición que segün parece, no tenlan maldita la gana de hacer. —Ahi tiene usted to que son las cosas,—replicó el fiscal;—el virev dió ea orden, cediendo a las reiteradas instancias de iturbide, Para que Se le reuniese su reginliento de Celayn. —Si, pero to que sin duda ignora usted, es ci motivo por ci cual la óficiaiidad del regimiento de Celaya pensaba mat de esa expedición. —rUsted to sabe? —Y voy it decirselo: la oficialidad del regimiento de Celaya es de las que mas se quejan de que a las tropas expedicionarias se les atiende de preferencia a las del pals, a las cuales se las tiene punto menos que desnudas, y no se les paga en dinero sino en cigarros. —Eso dice, en efecto, la representacion que la oticialidad del batallôn de Santo Domingo ha tenido ci atrevimiento de dirigir at virey, quien, caliticIndoia de sediciosa, se la ha devuelto, dándose por no recibido de ella, y huyendo por este rnedio de imponer a los firmantes ci castigo it que se hicieron acreedores. A la vez las tropas expedicionarias se quejan de no haher sido suficientemente recompensadas de sus fatigas, y citan como apoyo de su dicho a los coroneles Hevia y Márquez Donallo. que no han 9 t Episodios Histdrieos Mexicauos tenido ascenso alguno, desde que han venido de España, habiendo hecho como han hecho tan buenos servicios a la causa real. Todos se quejan. los unos y los otros, v ninguno de ellos piensa que el virey no puede contentar a todo el mundo, faltándole. corno le faltan, facultades, dinero y humor para nada, por cuva razón va tiene presentada a las Córtes la renuncia de su cargo, por no encontrarse investido de poder, ni facultades hastantes para conservar el reino al través de los ohstáculos que encuentra. Tiene usted mucha justicia en cuanto dice. pero en estos tiempos de desmoralización, nadie piensa más que en su interés,, y la ofIcialidad del regimiento de Celaya no es la que nienos piensa en el suyo. Atenta solo a ël, llego a ocurrirsele seguir el ejemplo de sedición militar que le han dado las tropas reales en Espaiia, y con tal tin tenIan. segün parece, emprendidos algunos trabajos, que la orderi de trasladarse al Sur iba a inutilizar. Con ánimo de resistirse a cumplirla, estuvieron a pique de aizar handera de rebelión, lo que, segctn se cree, impidieron varias personas sensatas y ciertos agentes de los conjurados de la Profesa. quienes les indicaron que Iturbide les indicarfa un medio seguro para lograr lo que se proponlan. Esto resolvió al regirniento de Celava a obedecer la orden. aun- que con tan poca confianza en Iturbide, cuvas opiniones realistas juzgaban claras, patentes v tirmes, que a esa falta de confianza s&dehió la deserciOn que experimentóen su marcha el susodicho cuerpo. Que existian ciertas inteligencias enire la oficialidad de Celaya ë Iturbide, lo comprueba el haber éste salido a recibir a su regi- miento cuatro leguas de distancia de Teloapan. Al verle los soldados, prorumpieron en aclamaciones de afecto y entusiasmo, y D. Agustin, despus de saludarlos de igual mancra, hizo que el capitan D. Francisco Quintanilla, de la tercera compañIa, se adelantase al regimiento alargando el paso, y con él mantuvo una larga conversaciOn. de la cual nadie pudo enterarse. En Teloapan, Iturbide diO a la ofIcialidad un suntuoso banquete. v tuvo con Quintanilla una nueva conferencia, en la que le descubrió los planes con que habIa salido de Mexico, adniirando de tal modo a Quintanilla. que se asegura que no pudo por menos de man V. Las Tres Gara'ztias 17" festaric su sorpresa V descontianza, lo que hizo decir A Iturbide: —No, nada tiene esto de incierto: usted desconfia, pero docuInentos intachables harán desaparecer toda incertidumbre. 'V h mostró ci plan de independencia, formado en las Juntas de la Profesa, y la correspondencia que ha estado ilevando con los con;urados. CvenHJo en efcn Quint:iniIlc. respndio A Iturbide, de que, Al verle los soldados prorumpiCOfl... I r . - Ilegado el caso, ci regirniento obedecerIa cuanto le mandase su antiguo coronel; pero en poco estuvo que no sucediera todo lo contrario, porque la oficialidad, desconfiando de aquellas intimidades de Quintanilla e iturbide, temió que fueran a concluir en castigar al regirniento por los instintos revolucionariOS que habla externado en AcAmbaro, resistiéndose a marchar a! Sur, y trataron de abandonar sus banderas, conviniendo al efecto el dia y la hora, Jo cual avjsaron a Quintaniila, sus subalternoS D. Miguel Arroyo y D. Valentin Canalizo. Sabido esto por Iturbide, se presentó en ci local en que la oficia- Episodios Históricos Mcxica,zos )idad estaba reunida, y alli se descubrió a ellos como se habIa descubierto a Quintanilla. invitándolos a no deserter, lo cual le prometieron hajo juramento. XXII Hecha la anterior reseña del modo que Iturbide habia tenido para ganarse I Ia oticialidad del regimiento de Celaya, Olazagoitia prosiguió asI: —Seguro de contar ya con ellos, D. Agustin se propuso der Un golpe maestro, concluvendo de utia vez con el insurgente Guerrero. —Usted lo cree?—preguntó Odoardo. —Tengo la plena seguridad contestó Olazagoitia. —Entonces. comoes que tan fãcilmente se ban puesto de acuer do, segun me ha dicho usted en sus cartas. —Voy a explicarlo a usted. —Iturbide quiere mal a los insurgentes: no necesito insistir sobre este punto. que creo tener ya bien probado, con palabras çior él mismo escritas ó pronunciadas. Guerrero es uno de esos insurgentes. y no de los menos importantes, pues como usted sahe muy bien, el cura D. José Maria Morelos nunca tuvo a su ]ado gente que no mereciese estarlo. Cuenta ya muchos años de haberse lanzado a la lucha que he ensangrentado y continuará ensangrentando estos reinos. y que no es un caudillo insigniticante, lo demuestra el haber comenzado a darse a conocer, derrotando allá por Febrero de 1812 al distinguido brigadier Llano, en la acción de [zücar. Sus hechos, que no tengo por qué referir en este momento, v más que SUS hechos militares, la constancia con que se he mantenido en armas, y la energIa con que siempre se he negado a aceptar toda proposición de indulto, le han dado cierto influjo entre la gente suriana que forma su ejército. y a la cual ha procurado distinguir y Ilenar de consideraciones en oposición a lo que todos los demãs hemos hecho con ella, efecto de la repugnancia que nos causa la horrible lepra que padece y Ia desfigura, y todos conocemos por mal del pinto. Las Tres i Oarantias Esa gente es de una bravura extraordinaria, y en cornpensación del despreciO y asco con que la vemos, nos odia con todos sus cmco sentidos a cuantos pertenecernoS a la raza bianca, ya pura y europea. ya mestiza y criolla. Guerrero ha forrnado con ella un muv regular ejército no mal armado, y muy regularmente iristruido por el americano don Juan Davis Bradburn, compañero que fué de D. Francisco Javier Mina. Muerto éste, Davis despues de haher procurado sin fortuna, vengar ci fusilainiento del caudillo españoi, se retiró al Sur, donde Guerrero le recihió con los brazos abiertos. —Sin embargo de lo cual,_observó Odoardo,—aCaba de hacerle traición, huyendo al campo de Iturhide, y solicitando de dl, indulto que ya le fué concedido. —En eso habria mucho que averiguar,—COflteStó Olazagóitia:aunque otra cosa parezca. Davis ha hecho lo que ha hecho, de acuerdo con Guerrero. Iturbide es o era un jefe realista, terrible para los insurgenteS, y el indulto de Davis. quizá no tuvo más objeto que ci de tener a Guerrero al tanto de sus planes, con ci fin de avudarle a desbaratarlos. Nadie mejor que 61, podia haber cumplido esta misión de espionaje. Conozcod Davis: es un hombre de valor a toda prueba. y para gozar ci afecto de Iturbide, esta es la mejor recolTiendaciôn. Es además hombre muy instruido y práctico, de natural generosidad y elevación de espIritu, y n -IagnánimO y hurnanitario. Contra ci parecer y las órdenes de Guerrero, salvo en una ocasión A unos pohres realistas granaderos de la corona, que habiendo caldo prisioneros, ci jefe insurgente mandó fusilar. Davis se opuso a ello y manifesto que si se fusilaba a aquellos infelices tambiën se le fusilarla a 161, pues estaba resuelto a formar en el grupo de los granaderos a la hora de la ejecuCión. Guerrero, que aprecia a Davis. corisintiO en que nose curnpliese la sentencia. Davis aprecia con igual afecto a Guerrero v ni por mal pensamiento hablaba jamds mal de él. v antes por ci cofltrariO, Ic eiogia y celebra siempre que la ocasiOn se lo ofrece. TOMO 1 220 174 Episodios Hstóricos Mexica,ios Davis ha sabido ganarse también por entero ci afecto de iturbide. —'Hab1ándoie bien de Guerrero? Tal vez Sf; Iturbide profesa como una maxima, que lo cortés no quita a lo valiente. Tal vez esos elogios de Davis contribuyeron a encender más en Iturbide ci deseo de conciuir con Guerrero, en quien ya D. Agustin veIa de antemano un hombre y un caudillo notables, que en' -.-.... .— ...también Se Ic fusilarla cualquiera circunstancia puede hacerle sombra con sus pasados servicios a la causa de la Independencia. Iturbide es hombre que todo lo quiere para si: está devorado pot la sed de riquezas y de gloria: no gusta de que nadie brille, no dire más, pero ni tanto como él, y en tin, tan grande cosa se cree, que Ic hiere. lastima y ofende la idea de que nadie pueda envanecerse de haber sido una influencia en la balanza de sus destinos y propositos. Parece que se le habla indicado la conveniencia de unirse con Guerrero para facilitar el logro de sus planes, no tanto por el daño que el caudillo insurgente pudiese por si mismo hacerle, cuantO por ci temor de que proclamada pot Iturbide la independencia. sin estar de acuerdo con él. los ins4rgentes que por ahi quedan se le- vantaran a su vez, ya por Guerrero, ya por otro cualquiera, introduciendo un desorden y una confusion que perjudicaria a Jos unos ' a Jos otros. Creo que iturhide no desconOCiO la exactitud de esta observacirn, y por no confesarse vencido por su evidencia, se reservO a decidir en vista del comb se le presentasen las circunstaflCias. Con el fin de hacer hablar a ëstas, y unavez recontadas sus fueras que encontrO ascendIan a unos dos mil quinieritoS hombres. ci 22 de Diciembre salió de Teloloaparn en busca de Guerrero. Se entiende que este nümero de hombres podria reunirlo asirnilando a su divisiOn los diversos destacamentOS esparcidos aqul y allá por Armuijo. y al efecto circuiO las oportunas Ordenes disponiendo que al concentrarse esos destacamentoS destruyeran los fuertes en donde habianse abrigado, que iinportaba no dejar en pie a merced del enemigo. Persiguiendo su propósito de hazer la Independencia pur si V sin cooperadores, D. Agustin se metiO ci veintiocho de Diciembre en la áspera v qucbrada sierra que necesariameflie habIa de atravesar para liegar a Acatempan, punto designado como lugar de reunion a varios destacamefltOS re iiistas. Cómo el activo cabecilla Asensio, pudo liegar a saber 9ue iturhide no seguiria el carnino ordinario, sino que apartándose de él tomnaria la dificil y angosta vereda que, siguiendo la falda de los boscosos cerros de San Vicente, tiene del otro lado la profunda y salvaje barPanca que aigunos liaman de Tiatlaya? Esta pregunta sOlo podrian contestaria ci ameriCaflo Davis Bradburn y Pedro Asensio, que sin duda foe avisado por éi. Lo cierto es que Iturbide que mandaba en persona la vanguardia de so division, pasO la vereda sin diticuitad, y otro tanto consiguió ci centro; pero al intentarlo la retaguardia, at inando del capitán Gonzalez, viO caer de improviso sobre si, la gente de Pedro Asendo, que en pocos instanmes destruyO la retaguardia realista, al exiremo. de que sOlo pudieron escapãrseie, arrojándose a la barranCa, ci teniente Brito y tres soldados. Asensio hizo fusilar a González que hahia quedado rnorta1ment. herido en ci lugar mismo de la acción. Quintaniila que mandab.a ci centro de la divisiOn, oyendo ci vivo fuego que sostenia la retaguardia, retrocedió inrnediatamente en su x 75 ri Episodios I-IESwrzco. .t'1'xicano, auxilio, per() ya era tarde, v ël misrno se vió seriamente comprometido. pues Jos insurgentes, animados por su victoria. caycron también sobre ci centro que Iturhide reforzó con los granaderos de Ia corona y dragones de España, mientras él, con el resto de la vanguardia ponla en salvo las cargas conducidas a lorno de mula. Quintanilla tue rns afortunado que ci infeliz Gonzalez y logro ) 41—' '._.. S • - - - / - •_ --J.. ..Iturbicfe reforth con - - los granaderos.. rechazar a los insurgentes obligándoios a retirarse, después que hubieron hecho sufrir una muy considerable perdida a la division realista, la cual no comenzó el presente año de mucho mejor que concluyó el veinte, pues el martes dos de Enero, D. Vicente Guerrero, a quien Iturbide suponla escondido en ]as asperezas de la sierra, se desprendió como una centella sobre Zapotepec en el Camino de Acapulco y destrozO las fuerzas que mandaba el comandante D. Carlos Moya, ci cual, la primera noticia que tuvo de Ia proximidad de Guerrero. fué la de esta derrota, sobrecogiéndole tal pavor que en su parte 6 Iturbide, no menos que toda una division £821 W ;I_ Las Tres Garantias 1737 considerd necesaria para contener los avances del general insurgerite. Tan sensible fud a iturbide este segundo contratiempo, que ya qpe de Guerrero no pudo vengarse ha descargado su furia sobre ci degraciado Moya. a quien no baja de descuidado, inepto y bueno para nada. No estã, sin embargo. en Mova la falta, v el origen del accidente tiebe buscarse en La irnportancia que Guerrero ha sabido dar a sus tropas, importancia que le permitió salir por tin de la delensiva en que hasta hoy Se habIa mantenido v tomar La ofensiva y lanzarse at ataque con buenas prohabilidades de dxito. w___ XXIII Tomemos por un instante a D. Antonio Otazagóitia La palabra de que ha venido haciendo uso. Las dos acciones de guerra ganadas por Pedro Asensio y D. Vicente Guerrero, hicieron vet a Iturbide que no era tan fàcii empresa corno ëi se habIa prometido sojuzgar at valeroso general insurgente. No quiero por esto decir que D. Agustin le considerase invencihie. No, ni mucho menos. En primer lugar Iturbide conocla bien aquel genero de guerra. y en ella triunfó en casi la totalidad de las acciones que esiuvieron encomendadas a su dirección y a su instrucción y genio militar, que una y otro tenia en abundancia. En segundo, limitada como estaba la insurrección at territorio ocupado por Guerrero, ci vire y podia disponer del nümero de tropas suficientes para concluir con ci valeroso caudillo. y habrIalo conseguido si Iturhide, ünico jefe entonces capaz de acometer La tarea, no se hubiese separado de las banderas españolas que habIa jurado defender. Es necesario fijarse en esto para apreciar en su just valor la conducta de Iturbide en aquelios dias. D. Vicente Guerrero habrIa sahido morir con igual heroismo at 1758 Episodios Históricos MexicaHos de sus predecesores, en la defensa de la libertad de su patria, pen) no habria podido, por entonces al menos. haber hecho nuestra in. dependencia. El pals estaba cansado de lucha, de sangre y de desolación. Guerrero era el ünico insurgente digno de este nombre que Se mantenla en armas. Los otros tan ilustres como dl, como D. Nicolás Bravo por ejern- 7 k Vicente Guerrero plo, hablan sucumbido a Ia fatiga dc una empresa que D. José Maria Morelos elevó al apogeo de la gloria, pero que con aquel grande hombre vino a tierra, justo castigo de los malos y falsos patriotas que se api-ovecharon de ]as virtudes mismas del cura de Nucupétaro para perderle y nuliticarle. El 22 de Diciembre de r8z5 se hundjó en el ocaso de la muerte aquel sol de primera magnitud que en su zénit llego a igualar la prodigiosa altura del Gran Napoleon, y a aquel funesto dla siguió una profunda noche cuyo oscuro cielo atravesO, como uno de esos rnaravillosos cometas que durante un breve espacio de meses pa- Las T?vs (;a,alcaS sean a nuestra vista Is omnipotencia de Dios, Is romanesca figura de D. Francisco Javier Mina. Pero Is noche continuó fünebre silenciosa, sin quedar del passdo sol, otro recuerdo que Is chispa que con sin igual cariño y veneración abrigo en su alma D. Vicente Guerrero en aquellas mismas montañas del Sur que fueron el Oriente del gran Morelos. Tat es la verdad, por más que su desnudez desagrade a los que ólo Is quieren vistiendo convencional ropaje. Sin D. Agustin Eturbide. Is Independencia hubiera tardado mucbo en hacerse. Sia D. José Maria Morelos Is Independencia no hubiera sido hecha poi- Iturbide. Creo haber dejado sobradamente fundada esta opinion en los primeros capitulos de este Episonio. Si asi no Jo creen tirios v troyanos, crean lo que mejor les acomode, en la inteligencia de que ni yo me propongo convencerlos ni ellos han de convencerme a ml. Tampoco estoy de humor de discutir; Is discusión exalts losánimos, y un viejo como yo se hace ridIculo ó inspira lástima cuando se exalts. V Is exaltaciOn serIa inevitable, que ejemplos sobrados existen de cómo y por qué sistema discuten ciertos entes miserables que en el escándalo buscan una nombradIa que nunca podrian conquistar con méritQs de que carecen. Necesario es que Is gente honrada se decida de una vez Para siempre a callartanto más cuánto más ellos griten: si continUan gritando es pol-que el desprecio los irrita y los obliga a medir su pequeñez. Quien conmigo no esté conforme, no me to diga a ml; digaselo a mis lectores a fin de que no piensen como yo pienso; más decirmelo a ml es inütil porque si escribo lo que escribo, es porque escribo Jo que pienso y o y no lo que a los demás acomode pensar, que cuenta es suya v no mia el escribirlo. Fatigado voy llegando ya al término de mi empresa que otros, quiza, mejorarân con el tiempo. Yo me contento con haber sido el primero en 0intentarla y el ntás constante en proseguirla. Bien es verdad que en lo segundo tienen por to menos tanto merho como yo los compradores de estos pobres libracos. I 7t0 Episoasu.. HistOricos Mexanos Tampoo quiere decir esto que yo sea por demás interesado.. No pienso a este respecto como D. Agustin Iturbide pensó y Jo dejO escrito en sus comunicaciones al virey. en que manifestándole que para logi-ar la pacificación del reino era menester valerse de todos los recursos posibles, Ic dice, ude los cuales los màs eticaces son distribuir la moneda con prudente liberalidad, pues por el/a aventuran los hombres sus vidas y hacen es/ueros que no pract:carzan por ningün otro estinzulo.' Cuando estas palabras trajo a cuento en su conversación el fiscal Odoardo, D. Antonio Olazagoitia, que aun era joven, y por lo tanto podia exaltarse sin grave detrimento, exclainô: —Quiere usted más rnanitiesta y evidente prueba de la ambición personal, de los interesados móviles que a Iturhide impulsan it aventurar su vida en esta empresa? Por esto, solo por esto, D. Agustin Iturbide se ha resuelto a enri-ar en arreglos y convenios con D. Vicente Guerrero. Al provecto que medita, irnporta más que nada ci aprovechaz- el tiempo, y rnucho rendria que perder para domar la energia de aquel esforzado insurgenre. QUC Guerrero haya entrado en esos arreglos y convenios nada tatnpoco riene de particular: por más sospechoso que Iturbide pueda parecerle, D. Vicente está tan firmernente convencido de que nada es rnás natural en el mundo que el que un americano desee su independencia, que no halla nada extraordinario en que D. Agustin se haya al tin y a su vez convencido de ello. Ademâs, qué puede importarle el medio de que para conseguir la independencia de estos reinos pueda valerse Iturbide? En pensar asi. piensa corno pensaron los primeros caudillos del alzamiento insurgente: quizás están en un error, pero es un error disculpable. Destru y amos,—dice,— y con Jos escombros edificaremos más rarde. Hagase la independencia. echemos a España de aqui, quc después en viëndonos solos echaremos Jo que no nos convenga y no podamos asimilarlo it lo nuestro. Muchos males traerá sin duda este sisrema sobre este reino, perO convengamos en que D. Vicente Guerrero es un ralenro prácrico de guerra a guerra. la guerra civil es preferibie a la guerra exiran- L1 1761 Las Tres Gara'itias jera; no es lo micnlo dividir en dos opuestos bandos una sola y ónica fuerza. que oponer esta fuerza a otra igual ó superior tal vez. En to que aqui va a suceder, todos hemos puesto nuestra por- ciôn de contingente. Puso Iturrigaray su sôrdida avaricia é imprudente amhicióii; puso ci inexperto patriotismo de Yermo, su desacato a la autorisad: ci cura Hidalgo, su patriótica temeridad, sus indisciplinados ejércitos. Ia necesidad de defenderse contra una guerra de ruina y desolación: Calleja, el deseo de venganza suscitado por sus crueles castigos; Morelos, Ia posibilidad de vencer a España y de convertir a Ins masas del pueblo en aguerridosy disciplinados ejércitos, capaces de estar mandados por caudilios del temple de los Galeana. los Matamoros y los Bravo: Mina, In demostración de la justicia que a un pueblo asiste para luchar contra la tirana y defender la libertad sin parar mientes en su nacionalidad: los españoies absolutistas, su ciego odio a In libertad y el miedo a una iranIa que ante nada se detiene por tal de seguir tiranizando; los españoles liberales, su inexperiencia en las practicas del liberalismo y su arnor a Ins bellas teorfas; ci clero, su interés en no sacrihcar sus prerogativas tradicionales a In necesidad de una reforina; ci vuigo piadoso, su incondicional servilismo a una faisa idea de In religión. que es muy superior a to que de ella entienden y creen; los francmaso;es, una peligrosa alarma; los conjurados de la Profesa. sus preocupaciones más peligrosas aun: el rey. Riego y las Córtes. In ocasión, y todos en keneral In más fatal de Ins desuniones. Dc ese caos informe, Iturbide y Guerrero van a sacar In mdcpendencia: ci insurgente con su grandeza de alma que le ha impulsado a abdicar en Iturbide ci mando honroso que recibió de manos de Morelos, co éste lo recjbió de Ins de Hidalgo, y ci ex-realista con su astucia. su genio extraordinario, activo, enérgiCo y valiente, apoyado en ci jnterés coman de cuantos vemos que, si la Inpendencia no se hace en un breve lapso de tiempo, SObrevendra una desastrosa anarquIa en que ningurio sabremos quien sea nuestro aliado y qulen nuestro enemigo. TQMo I 221 1762 Episodios HistO,icos Mexicanos XXIV Calló Olazagoitia una vez hecha su anterior peroración, y el fiscal Odoardo le contestó asI: —Muchos son los puntos tocados por usted, en que nos hil1amos completarnente de acuerdo, y voy a probárselo poniendo a su vista el informe que en 24 de Octubre del año pasado dirigi al ministro de Gracia y Justicia, previendo los riesgos y peligros que al presente son ya inevitables. Olazagôitia tomó el cuaderno que le alargó ci fiscal y comenzó a leerle. No Ic seguiremos nosotros en aquella lectura, que podrIa tal vez cansarnos, y solo tomaremos del citado informe ciertos pãrrafos que hacen a nuestro propósito, y que el lector no se arrepentird de conocer, y aun asi extractándolos 'i aligerandolos sin alterar, no obstante su sentido. No es la Nueva España,—dice el informe,—lo que era en Enero o Febrero de este año 1820.) El espIritu pciblico ha cambiado enterarnente: las cabezas antes paciticas se han volcanizado. y si se echa Ia vista sobre todas las clases del vecindario, no se advierten más que ternores en unos, recelos en otros, y esperanzas en los rnãs, de un cambio que considerari favorable y cuva naturaleza no se atreven a indicar. Los indultados diseminados en todas las provincias han tornado un aire arrogante, y ba l o ci nuevo nombre de capitulados han empezado a suspirar pot los grados militares que tenian en sus campos y harrancas, y por su vida libre y vagabunda: muchos de ellos han quedado sin destino, y en consecuencia sin recurss. Los abogados y oficinistas yen en un carnbio probable la perspectiva de nuevas magistraturas y cargos administrativos que lisonJean su ambición, y lo desean con impaciencia. Los militares y el clero, si hemos de creer en apariencias, no todos concurrirán a sostener al Gobierno y defenderlo de los ataques que nuevamente se preparan. Los primeros especialmente, se quean de habérseles disminuIdo la paga, y del atraso en su carrera en los cuerpos de lInea. La Tres Gaa?ztas El clero secular y regular a vista de los papeles püblicos y de las reformas en cosas religiosas, temen novedades en su existencia, en sus rentas y en sus inmunidades personales. Algunos de sus individuos hicieron servicios importantes al gobierno de la época pasada, y andan resentidos del olvido en que los ha tenido la metrópoli, y otros muchos rnás ó menos fanáticos ó creen cuantas paparruchas inventa la maledicencia, ó temen la tendencia que va tornando el espIritu publico contra unos establecimientos religiosos que ha respetado la antiguedad y han contribuIdo por su influjo sobre los naturales, a la conquista y pacilica conservación de estos paIses. ,Los europeos que se unieron para sostener al gobierno con sus personas y caudales en la época pasada, no se hallan animados en el dIa de los misrnos sentimientos. Sea que los hombres se cansan (IC repetir dos veces iguales esfuerzos, ó que la templanza del gobierno haya suavizado la irritación que produjo en los ánimos la prirnera revolución, 6 que la juventud europea esté dominada, como siempre, por la jntluencia del cornercio de Cádiz, en el dIa exageradamente liberal y enemigo del antiguo gobierno, es lo cierto, que ellos temen la situación presente del reino, y sin embargo. no piensan oponerse como antes a los males que preveen. niguales sentimientOs respiran poco más ó menos los propietarios del pals: también consideran inevitable el suceso de una proxima revoluciOn: preveen la mengua de sus rentas, y en lugar de reunirse al Gobierno, como debieran, los vemos, por el contrario, divergentes en sus opiniones, y andar vagando de una en otra tertulia, ó en cofradIas vergonzantes, para explorar los planes de independencia que en ellas se discuten, con más o menos embozo, y ponerse bajo la protección de los varios muñidores y proyectistas, que en ellos soli-esalen. nEsta conspiración habitual contra el Gobierno, con agentes que se derraman por todas panes en busca de prosélitos, es la que ha acabado de pervertir la opinion publica. Por una parte la ansiedad en que todos viven, contribuye no poco a abultar los riesgos, dando cuerpo a sus propias fantasias y temores por otra, el publico y e envilecida la primera autoridad del reino, indefenso el Gobierno, burlado por las juntas de censura '.' atacado por las corporaclones municipales. todas las cuales. como nuevas, se exceden de 4 1764 Episodlo$ H,stóricos Mex:cauos las facultades que les dejan sus reglamentos, y blasonan derechos soberanos, que no tienen, y las extienden a objetos extraios a sus funci..s. Lo mismo que sucede en Mexico, se repile en las capitales de provincia, y con mayor razOn en las cabezas de partido y otros pueblos inferiores. en que es mayor Is ignorancia de su vecindario y menor Is representación de sus justicias. A ellos liegan los papeluchos de a pliego y medio con doctrinas sediciosas que brongean su inclinación, y como parten sin correctivo de Is residencia del Gobierno, toman ocasión de esa circunstancia los tinterillos de los pueblos para alucinaries y persuadirles de que en estos proyectos están conformes las prirneras autoridades del reino. Yo no me atreverC a indicar ci tiempo de Is catástrofe que muchos esperan ver realizada por momentos, pero si dire que, siguiendo su curso naturaL, no saidremos del año sin algunas conmociones más 6 menos generales, y éstas las veo venir 6 por uno o ms caudillos indultados, que se presenten en Is escena, mejor dirigidos que Jo estuvieron los prirneros corifeos de Ia revolución. o que el clero corn fence esta guerra por odio I los principios adoptados y a Is sombra del R. Obispo de is Puebla, que tiene gran influencia en su diOcesis, ó finairnente, que se revolucione el vireinato con apoyo de los Estados-Unidos, si no se les ceden las Floridas que invadieron en tiempo de paz y solicitan conservar con manitiesta violación del derecho de gentes. oTodas estas hipOtesis son posibles, atendido ci corazOn humano, el estado interior del reino y las pretensiones exorbitantes que han desplegado esos peligrosos republicanos, desde que por Is ccsiOn de Is Nueva Orleans y su introducciOn en ci seno mejicano, han querido internarse en ci corazón del reino, en busca de mejores climas, tierras y riquezas, minerales, abusando de Is buena fe de Is cesión y del olvido en que incidió ci Principe de Is Paz, de no haber señalado Ifmites precisos a Is provincia de Is Luisiana, con independencia de las Floridas, que recobramos de Is Inglaterra en Is gloriosa guerra del año de ochenta. 1765 Las Tres GaratiaS xxv Despuës de leido lo anterior, mis lectores convendrán sin duda En que quienes niegan a Iturhide parte de la gloria que sus admii-adores le coriceden, no dejan de tener fundamentO para ello. No es en verdad lo mismo aizarse corno se alzaron los insurgentes contra un gobierno fuerte, poderoso auxiliado eticazmente por todas Las clases pudientes que rebelarse, como Iturbide se rebeló, contra un gobierno en el triste estado de debilidad y decadencia que tan energicarnente nos pinta el fiscal Odoardo, en los parrafos que he tornado de su informe al ministeriO de Gracia y Justicia. No es lo mismo tenei como los insurgenteS tuvieron en su contra al 61cro nacional. que tenerle tan de su parte como Iturbide le tuvo, bien es verdad que en su enernistad contra aquellos y en su favor a ëste, fué en extremo consecUente, pues en una y otra ocasión obró por odlo a la libertad y por interés personal y egoista. El clero conzenarâ esta guerra por odio ci ins principioS adopta- dos, predijo el fiscal Odoardo, y as fué, como 61 lo predijo, en la ititeligencia de que el buen fiscal no se perdia por su liberalismo, pues en su mismo informe propuso como remedio a la situaciófl, que se suspendiese la observancia de los preceptoS constituCiOna les y se revistiese at virey de un poder absoluto. Serla mucho exigir de los liberales, pedirles que deificaran al campeón de las ideas clericales, que ellos han combatido siempre. Esto no quitaá Iturbide el mérito de haber consumado la independencia. El hizo lo que difIcilmente habria podido hacer otro hombre - que hubiese carecido ee sus excepcionales condi:iofles. Supo elegir el momento, v una vez elegido ante nada se detuvo para no dejar huir la ocasión. Pero los medios de que se valió para ello constitUYen un mérito que pueda envanecer a una nación? Sin duda que no. 0 Episodios Históricos Mexicanos 1 76f Un historiador. at cual, con mãs pasión que justicia, guarda el partido liberal despreciativo rencor, dice de Iturbide: cPor tales medios, empleados con mucha habilidad, pero que el honor y la buena fe reprueban.... Iturbide... abusando de la confianza del virey. burlánose de su credulidad y empleando contra el Gobierno las tropas y recursos que ci nlismo Gobierno habla puesto sin detenerse a su disposición... (i) contaba con mayores fuerzas y elementos que ci virey. Otro historiador, en un todo opuesto at citado en las anteriores ilneas, dice sobre ci mismo asunto ((Confieso que me alegro de ver convenido a Guerrero con iturhide, para hacer to independencia de mi patria; pero habiando con la sinceridad de mi corazón, siento desagrado por otra parte at ver engañado a un hombre de Men (el i'ire;' Apodaca). y a quien se ic gana ci juego con sus propios peones. Estov mal avenido con todo to que huele a dolo y-falsia Si atendemos a to que uno v otro historiador dicen, la independencia que nos did D. Agustin Iturbide se la debemos at dolo y a la falsia y a medios que ci honor y la buena fe reprueban. Y como no es posihie que amando a nuestra patria aceptemos conclusion semejante, volvamos atrás la vista y busquemos en la at célebre noche del 15 16 de Setiembre, el primer aihor de la aurora de nuestra libertad. En ella hubo desorden, confusion. horrihies matanzas, despojos sin cuento, pero ni sus jefes eran expertos y aguerridos militares. ni sus ejércitos pasaron de ser masas informes, sin instrucción, sin armas, sin más elementos que el niimero y la cantidad. Y no obstante esta falta de elcmentos, un sOlo pelotón de mdividuos que Iturbide no hubiese considerado Utiles ni para guiar las mulas de sus bagajes, tuvo la suficiente osadIa para lanzar ci guante al poder colonial, firme, acreditado, rebosando elementos, retándole abierta y descaradamente con su sangriento grito de ;abajo el tnal gobierno y inueran los gachupines! Pero pasado ci primer momento de imponente explosion, ci insigne D. José Maria Morelos, con sus dignos Galeana. Matamoros (I) D. Lucs Alaman. a) D. Carlos Maria de Bustamante. Las Tres GarantIa.s • 1767 v Bravo, borró los malos efectos de la primera impresión, haciendo lo que nadie sino el podia hacer: convertir en genio de la guerra a un pobre cura de aldea, convencer a un pueblo de que Ia libertad todo lo engrandece, y dejar, en fin, sernbrada la semilla del amor a la indepe:dencia, semilla que al brotar a for de tierra, introdujo sus raices eri las junturas de las piedras del secular ediflcio de la dominación española, desuniéndolas y disgregandolas al extremo !n que hubo de encontrarlas Iturhide, al cual bastó empujarlas con la puma de su espada para verlas caer a sus pies, que en ellas hahIan tenido su primer pedestal, en que la administración colonial le admiró como ferviente realista. El fiscal Odoardo nos ha dicho que poco antes de que Iturbide se lanzase a acometer su afortunada empresa, el espIritu piblico estaba volcanizado; arrogantes los indultados; los militares y el clero y los españoles europeos, decididos a no continuar prestando su apoyo a! Gobierno; a toda Ia sociedad discutiendo casi sin embozo diversos planes de independencia; dispuesto el clero a comenzar la guerra por odio a la lihertad; los Estados-Unidos preparados a cooperar al levantamiento general del pals, y descontento y obstinado endimitir el virey. Acaso se encontraba el pals en desorganización tan estupenda en las epocas memorables de Hidalgo y de Morelos? Si tal lo hubiese encontrado D. José Maria Morelos, seguros estamos de que él huhiera hecho Ia iridependencia, sin que pudiera acusársele de dolo y falsia, ni de haber empleado medios que el honor y la buena fe reprueban. XXVI No creo necesario decir que D. Antonio Olazagoitia estuvo enteramente conforme con el parecer del fiscal Odoardo, que ya mis lectores conocen. Pero es ci caso que mientras me extendi en las pasadas consideraciones, perdimos una parte de la conversación por nuestros amigos mantenida, y de ella solo pudimos alcanzar lo siguiente, que dicho fuë por el fiscal: I 1!) 1I1t,rL_, —Pero está usted seguro de que esa entrevista tuvo efecto A lo que Olazagoitia contestó: —AsI me lo han asegurado personas que me merecen crëdito. Segn ellas me han referido, la entrevsta se verificó en el pueblo de Acatempam. DIcese que ambos jefes se acercaron el uno al otro con visible desconfianza, justificada en Guerrero hasta cierto punto, pues imposible debió en efecto parecerle que tan decidido y temible ene 4 f 4' Iturbide y Gucrrcro 5C adelantaron migo de los insurgentes, viniese a defender una causa que por más variantes y reformas que se le hayan hecho, viene al fin y al cabo a ser la misma con poca diferencia. Las escoltas de uno y otro jefe. se encontraban a tiro de cañon una de otra. Iturbide y Guerrero se adelantaron a la vez, y a! encontrarse, ci primero dijo al segundo: —uNo puedo explicar la satisfacciOn que experimento al encontrarme con un patriota que ha sostenido la noble causa de la independencia, y ha sobrevivido él solo a tantos desastres, manteniendo vivo ci fuego sagrado de la libertad. Recibid este justo homenaje a vuestro valor y a vuestras virtudes." A lo que Guerrero profundamence conmovido contestó: 1 I senor. felicito a mi patria porque recobra en este dIa un hil o CUyO valor y conocirnientos le ban sido tan funestos. —;Eso di j o?—pregunto Odoardo con maliciosa sonrisa. • —No le parece a usted muv galante ci cumplimiento. 1no es cierto? —Asi es la verdad. —Pues ccmo me Jo contaron le Jo cuento. que dijo no sé quiën. —El hecho es que iturhide v Guerrero se han unido. ' —En eso si no cahe duda. v la iniciativa partió de iturbide. quien el 10 de Enero Ic escribió una carta invitándole a dejar su actitud hostil y ponerse a disposición del Gobierno, en la inteligencia de quo todo habrá de cambiar con la Ilegada a España de los diputados de estas provincas, cuyos derechos harán valer ante las Córtes: ai1iadIa que si asi no sucedese y España liega a desatenler [as justas quejas de los arnericanos, él serd ci primero en defenderlos con su espada y con ci sacrificio de su vida. si necesario fuese. La contestación de Guerrero, fechada a 20 de Enero en Rincón de Santo Domingo fué tan enérgica. clara ' terminante corno ra de esperarse de un hombre que. como el. se ha iiegado siempre a toda propuesta de sumisión. Cornienza haciendo una exposicion de los 4gravios en que siempi-e han fundado los insurgentes su rebelión contra ci poder colonial. y a renglón seguido le invita a su vez a quitarse la carcta y a cai-nbiar de bandera y de conducta y pronunciarse por la más justa tie las causas. Correspondiendo al ofrecirniento de Iturhide de hacerle jefe de SUS misrnas tropas una vez sometido al Gohierno. Guerrero le dice que tan poca es su ambición de mando, que Si se decide por los verdaderos intereses de la nación. a sus órdenes se pondrá, y baja ellas le scrvjrá como suhalterno. DIcele que no lie en cuanto hacer puedan los diputados a las Córtes, máxime cuando los americanos no tienen por qué pedir por favorloque se les debe de justicia. Rechaza el perdón. manitiesta que no debe esperarse de España hien alguno. dIcèie que su divisa es Libertad. Independencia ó Muerte, v que si éI no está decidido a aceptarla como suya, no vuelva a escrihirle. porque no Ic contestara ni una palabra. Como ültimo consejo, le invita a seguir ci ejemplo del coronel español D. Antonio Quiroga. que secundd en Cadiz el pronuncia—Yo., Tc 1 7 70 Eptsoduis Thstórzcos Mexlcalw miento de D. Rafael del Riego. decidiendo a Lis trupas reales -t proclamar La Constitución, prometiéndole, si tal hace, ser su rnis tiel amigo y servidor. Con la lectura de esta carla se convenció 1turhie de que ci eneral insurgente a nada se prestarla mientras ci quisiese hacer gala de una diplomacia que Guerrero no entiende; mas no qucriendo fiar sus planes a un papel, le contestó que D. Agustin Mier at en - ' y Villagomez le dana algunos informes acerca de sus ideas tregarle su respuesta. cuyo principal tin era el de invitarle átene' en Chilpancingo una conferencia en que harlan más, sin duda que en muchas cartas. En la suya Ic dice: " no dudo en dar a usted el titulo de estimado. amigo, porque Ia tirmeza y ci valor, son ]as cualidades primeras que constituyen el carácter del hombre de bien y me lisonjeo de dar a usted un abrazo que contirme mi expresión.n En tal estado las cosas, Guerrero nombró su apoderado a D. José Figueroa. de quien dicen ser el autor de la carla que ci jete insurgente dinigio a Iturbide, y éste se hizo representar pr I). Agustin Mier v Villagómcz. Ambos apoderados convinieron en la adhesion de Guerrero at plan de Iturbide, y en que el tin de este plan serã la proclamación de la Independencia. Ahora bicu, qué es to que Iturbide ha dicho al virey acerca de La sumisión de Guerrero? —Que a consecuencia de los pasos que habla dado, se ha puesto a sus tirdenes, y por consiguiente a las del vire y , el general Guerrero COfl 1,200 hombres armados, incluyendo las partidas de Alvarez y otras pequeñas, bajo la condición de que no se Les tenga por indultados, y obligandose a practicar Las más activas diligencias, para que en iguales términos se presenten Las de Asensio. Monies de Oca. Guzmán y cuantas andan desde el Mescala hasta Colima, todas Las cuales reconocen a Guerrero como jefe superior. Apodaca Le ha contestado dándole a nombre del rey Las gracias por tan señalado servicio, pues nada ha deseado jan10, desde que tomó a su cargo el gobierno de este reino, como el restabieci miento de la paz general. Apodaca no ha dudado iii un solo instante del honor y buena fe del hombre que tan inicuamente le ha vendido. 1k Las Tres Garanlias 1771 XXVII Tras de una mu y buena pausa Olazagoitiaconrinuó la interrumpida conversación, exclamando: —De modo es. que nada ha dicho usted al virev del contenido ke mis cartas. —No amigo mío, no las conoce, me faltó valor para apesadurnbrar a este excelente hombre, más de lo que esta. —Pero su silencio de usted, permItame que se lo diga. puede haber contrihuido al triunfo de nuestros enernigos. —No lo .crea usted. Olazagóitia; el enojo del virey no hubiera hecho mas que precipitar Is catástrofe, y usted lo comprenderã asi en cuanto Apodaca salga del error en que está respecto a Iturbide. El virey es un hombre honrado y leal, y quiza por lo misrno que lo es, cuenta con muy pocos amigos: en nuestra poca de picaros, bribories y traidores, los hombres honrados son vistos con desdén v considerados buenos para nada. Aparte de esto, amigo mb, la revolución es inevitable y, segün yo lo tenIa previstO, el clero es quien La mueve, no con tan secrelos resortes que pueda hacerlos .pasar inapercibidos para quienes seguimos con inters el hilo de sus maquinaciones. Ya vió usted en mi informe al ministerio de Gracia y Justicia, que asI lo declare con toda franquezay aun indique que la jefatura de esa funesta campaña, la tiene a su cargo el obispo de Puebla, D. Antonio Joaquin PCrez, quien,despues dehaber sido como fue. uno de los quince diputados que redactaron la Constitución espa?tola del año doce, que en tales conflictos nos ha puesto. suscribió más tarde la famosa represernación Ramada de los Persas, censurando acremente su misma obra. Las ültimasCórtes de España, convocadas a consecuencia del pronunciamietto liberal iniciado por Riego, condenaron por su decreto de 26 de Octubre del año ültimo, condenaron, repito, a los sesenta y nueve diputados firmantes de la representación, aquedar excluidos del derecho activo y pasivo de elección, a la privación de empleos, honores y condecoraciones, y, con respecto a los ecleSISStICOS. i la upaiOfl de sus tcmp(ralidadcs. V 1772 Episodios Históricos Mexicanos Desde que esta determinación de las COrtes se supo en Méxicn se han observado en Puebla sIntomas de inqaietud. ' or al1ar: comprendido en esas disposiciones el obiSp() Perezp1 Sabernos que se tienen juntas clandes'tinas, cuva alma e a obispo está resuelto a resistirse. a sorneterse visor de La mitra ci pretenda lievaria a efecto la pena decretada. en caso de que Se cabildo eclesiastico; los párrocos. ci clero todo. Los prelados de Ia órdenes religiosas v aun las molijas. han ocurrido al virev, pidienmedo se suspenda la ejecucion de l tnanlaIo. en 3te11c16n J ritos y virtudes del obispAsI to ha cornunicado :\ daca a I 111*11*S'eYill ie Ni a1 nj J ei el 21 de Enero pasado, consuitándole to que debe liacer para eitar los disturbios que se ternen, y mientras tanto ha tenido que hurnillar su autoridad. at extrenlo de dirigirse at mismo ohispu, recomendándoie se esfuerce en cbnservar la tranquilidad entre las inquietas ovejos de su rebelde rebaño. Hay más aun; publicada en Mexico ci 23 de Enero la Icy de cxtinción de jesuitas, decretada por las Córtes. tales noticias se diei-on at virey, de que ci vulgo fanätico estaba dispuesto C oponerse a la reforma, que se hizo indispensable para dare cumplimiento que ci intendente D. Rarnón GutiCrrez del Mazo, se hiciese acornpañar por dos compañIas del negimiento de Ordenes Militares, que mantuvo sobre las armas mientras tomó posesión del Colegio de San ildefonso y del de San Pedro y San Pablo. En Puebla, nücleo principal de las maquinaciones del Obispo, ha sido necesario que los jesuitas saliesen de noche de La ciudad. para evitar un conflicto, pues ci pueblo estuvo dispuesto C impedirlo. El descontento y la excitación del vulgo piadoso ha subido de punto a consecuencia del desagrado con que ha visto salir de sus conventos. en virtud de la misma icy, a los religiosos betlemitas, hipólitos y juanistas. encargados del servicio de las órdenes hospitalarias, cuyos bienes han sido aplicados a La hacienda pCblica. Dc esa ciudad de la Puebla. cuyo exagerado clericalismo habrA de proporcionarnos mCs de un disgusto, ha salido, yo tambien tengo mis noticias que Jar a usted, ha salido, repito, La imprnta de que se prepara iturbide C hacer uso. Mis agentes me ban dicho que el conocidu sevillano, jugador de profesión. Miguel Cavaleri. subdelegado de Cuernavaca. despuCs I I ie ha' j': uosamente hacerse en Mécico de una imprenta que le tenIa encargada liurbide, despachó a Puebla al capitán Magan con orden de comprarla alli a cualquier precio. —Y to consiguiô? —Si, lo consiguió. debido a la mediación de D. Ignacio Aiconedo. quien le reiacionó con el Padre D. Joaquin Furlong. prepósito de la congregación de San Felipe Neri, v dueño de una pequeña imprenta, en Ia que. ayudados del impresor D. Mariano Monroy, at cual pusieron en el secreto, imprimieron ese plan de que usted me hablaba no hace mucho. —No tiene usted, algün ejemplar? —Ninguno. Como siempre sucede en casos semejantes, mis agentes averiguaron to que acabo de contar a usted, cuando ya no era posible impedirlo: varios dias después de haber salido de Puebla Monrov v Magan. con los ejemplares impresos. despachó Furlong la prensa y ietra compradas por el segundo de aqullos. —..De niodo que ya nada ies queda por hacer para dar ci paso que hanmeditado? —Nada absolutamente. pues hasta ci dinero tienen ya. —GEl de los manilos? —Si, D. Juan Antonio Olazagoitia,—contestó Odoardo. - ci de los manilos, que. espahoies casi en su totalidad, no ban tenido inconveniente en facilitar a iturbide arma tan poderosa como la de esa suma de dinero, que asciende quinientos veinticinco mil pesos, suma que ci virey no podrIa obtener semejante, y que decidirá la ruina de nuestro dominio en America. —Pero le consta a ustedque ya esté en su poder? —Si. me consta; de ello me ha dado noticia uno de los soidados de la escolta, al cual pagaron una onza de gratiticación, como todos y cada uno de sus compañeros. —Dónde se verificó el despojo? —Po1 ué dice usted despojo si voluntariamente ban entregado los manilos ese dinero? Diga usted mejor esa traición: si. traición, esa es la palabra. Pero ;av de los esNholes que tal han hecho! Con lagrimas de sangre habrán de liorarlo. Viles, si, más viles que Judas y D. Oppas, han pagado su dinero por ser traidores. it it J 774 Episod*os f-listóricos Mexicanos La nación que de estos 1-nanejos resulte, nada querra agradecerles, les negara el servicio que la han hecho y con nuestro gran poeta les dirán algün dIa, el traidor no emenester,siendo la traición pasada. - No hemos de necesitar vivir mucho para ver el castigo de los traidores que en Iguala han puesto en manos de Iturbide los quinientos veinticinco mil pesos de la conducta de los nzanilos. XXVIII La catástrote del dominio español en las Americas, asunto de este libro, se nos ha venido encima, ni rnás ni menos que vInosele al virey, y henos tocando a las iiltimas paginas sin que en ellas quede espacio suficiente para tanto como aun tenemos que decir. No me arrepiento. Era necesario dar todos los detafles que preceden. Sin ellos, mis lectores no se hubieran dado buena cuenta de cómo pasaron las cosas. El libro siguiente contendrá el final de aquella colosal intriga en que la astucia hizo el papel de espada de Alejandro. Alli sabremos también qué fuë lo que D. Juan Antonio de Olazagóitia hizo en defensa de la pobre Luisa, victima del insustancial Marianito, de la imperiosa y soberbia Clarita y del mezquino Padre Bernardo. Por hoy solo dirernos, reservando para más adelante los pormenores, que el viernes 2 de Marzo de 182 I, a las nueve de la mañana y en la buena ciudad de Iguala, D. Agustin Iturbide y todos sus jefes y oticiales juraron el famoso plan, segun la siguiente fOrmula: aJurais a Dios y prometeis bajo la cruz de vuestra espada, ohservar la religion catOlica, apostOlica y romana? ' Juráis hacer la independencia de este imperio, guardando para ello la paz y union de europeos v americanos? Juráis la obediencia al Sr. D. Fernando VII si adopta y jura la. Constitución que haya de hacerse por las COrtes de esta America septentrional? I \ fi' NO .&BAMDAROS ES LA KMIRESA 1' T Si ast Jo hiciereis, el Señor Dios de los ejërcitos y de la paz os a y ude, y Si 00 OS lo demande. A las cuao y media de la tarde del mismo dIa, los cuerpos del eército hicieron ante iturbide ci mismo jurarnento en Ia plaza de Iguala, siendo ci teniente coronel español D. Francisco Manuel HidaLo, quien hizo las preguntas de la formula. Contestadas por aclamaciOn, D. Agustin Iturbide se puso al ?rente de sus tropas dirigiéndolcs las siguientes palabras: So1dados, habéis jurado observar Ia religion católica. apostóliCa. romana; hacer la independencia de esta America; proteger la union de españoles éuropeos y americanos y prestaros obedientes al rey, hajo condiciones justas. ' Vuestro sagrado cmpeño serä celebrado por las naciones ilustradas; vuestros servicios serán reconocidos por nuestros conciu dadanos, y vuestros nombres colocados en el templo de la inmortalidad. ,)Ayer no he querido admitir la divisa de teniente general y hoy renuncio a ésta. Y esic) diciendo, arrancO de su manga los tres galones, distintivo de los coroneles españoles, y los arro j o al suel, v concluyó diciendo: xLa clase de compañero vuestro Ilena todos los vaclos de mi ambicjón. 'Vuestra disciplina y vuestro valor me inspirari ci más noble orgullo. Juro no abandonaros en la empresa que hemos abrazado, y m sangre. si necesario fuere, sellará mi eterna tidelidad. Asi coricluyó el primer acto del drama que desenlazO el negro crimen de Padilla, y cuyo iltulo fué, LAs TRES GARANTIAS. - ToMoj 223