[Tema ] La perspectiva y el testimonio que brota desde la acción. Un relato emotivo que refleja la historia y Abuelas de Plaza de Mayo por la identidad, la memoria, la verdad y la justicia. el presente de la lucha de las T reinta años de abrir inéditos y desconocidos caminos no podemos dimensionarlos sino cuando serenamente miramos hacia atrás y el pasado se nos agolpa en la memoria. Las Abuelas nacimos convocadas de manera individual por una feroz dictadura que imprimió el método del secuestro de personas para acallar sus voces. Nos arrebató a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Dos generaciones para la búsqueda llena de miedos, desconocimientos y soledad. 4 Ya en octubre de 1977 doce mujeres con esa doble lucha se habían encontrado y unido sus manos para inventar estrategias a través de la lucha colectiva, como sus hijos. * Presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Empecinadamente fuimos desafiando los peligros, las incomprensiones y la marginación. Fuimos inventando el camino mientras lo transitábamos. Lo más importante fue estrechar filas dándonos las manos para caminar juntas. ¿Qué habríamos logrado solas?, ¿cuán lejos habríamos llegado? Las que hoy aún no hemos encontrado a nuestro nieto o nieta, hemos encontrado 102 nietos que también son nuestros. Somos las abuelas y bisabuelas de cientos de nietos y bisnietos, y allí radica nuestra fortaleza. Muchos intentaron hacernos creer que el tema del terrorismo de Estado y los Derechos Humanos, una vez re- Identidad y Memoria Las personas construimos nuestra identidad a través de la memoria. Lo que recordamos y también lo que olvidamos forma parte de nuestras historias de vida. Una persona que viviera solamente el presente, o el anhelo de un futuro soñado, sin detenerse a comprender su pasado, no sabría quién es. El conocimiento y la aceptación de nuestro propio pasado nos permite asumir las palabras que hemos dicho, las acciones que hemos realizado, sus consecuencias y, en general, lo que uno ya ha construido de uno mismo. Este proceso lo vemos cuando nuestros nietos descubren su verdadero origen. Su identidad la van construyendo no sólo con lo que vivieron hasta ese momento, sino también con la información y los afectos que esta historia les va brindando. Indagan en la vida de sus padres, a través del relato de sus hermanos, tíos, abuelos, los amigos y compañeros de sus padres. La memoria de aquellos va nutriendo su propia memoria y va constituyéndolos en lo que son, una suma de lo que fueron y lo que van a construir a partir de conocer la verdad. Ahora bien, cuando pensamos en la Memoria a nivel social tenemos que pensar que no es sólo el recordar sino también qué es lo que se recuerda y cómo se lo recuerda. Por otro lado, también es importante el modo en que el pasado actúa en el presente y el modo en que el presente “habla acerca del pasado”. Para entender esto voy a poner un ejemplo que es conocido por todos. Durante los siglos pasados se nombraba, se estudiaba y se conmemoraba la llegada de los españoles a América, como el “descubrimiento” de Améri- [•] Las que hoy aún no hemos encontrado a nuestro nieto o nieta, hemos encontrado 102 nietos que también son nuestros. ca. Ese era el discurso del “descubridor” y que nosotros como pueblo aceptamos como propio durante siglos. Ese discurso encerraba un conjunto de supuestos respecto del valor de esa anterior América que hacía eje principalmente en los recursos naturales, pero menospreciaba a las culturas preexistentes. En años posteriores se dejó de hablar de descubrimiento para pasar a hablar de conquista, lo que hizo entre otras cosas que las culturas que habían sido sometidas o exterminadas comenzaran a “existir” para nosotros y pudieran cobrar lentamente valor, para ser estudiadas primero, tímidamente escuchadas luego y hoy encuentren espacio en el campo social con reclamos de derechos que les fueron cercenados. Este cambio de discurso se dio en un largo y profundo proceso de aprendizaje de nuestra sociedad. Es apenas la parte visible de nuestro aprendizaje, el de poder mirar al otro y reconocerlo como igual, el de comprender que todos tenemos los mismos derechos. Durante la época de la última dictadura hemos sufrido similares circunstancias. El discurso fue escrito por los “desaparecedores” y la sociedad tardó muchos años en develarlo y poder narrar su propia historia. Nuevamente en democracia, nos han acallado con las “leyes de impunidad”. Casi 20 años de incansable lucha para revertir esas leyes han hecho que hoy podamos juzgar a los responsables del genocidio que hemos vivido. Sin memoria hoy no tendríamos justicia. Este es uno de los grandes valores de la Memoria. A u l a s y 5 ] Estela de Carlotto* cuperada la democracia, eran cosas del pasado. La memoria no es sólo recordar, la memoria es un instrumento para hacer conciente el recorrido de nuestra historia como pueblo y poder así anticiparnos a nuestro futuro, siendo nosotros los diseñadores de nuestro destino como sociedad. Sólo conociéndonos es como podemos ser libres de decidir cómo queremos vivir. detapa A u l a s y Las Abuelas: Educación, Identidad y Memoria [Tema A n d a m i o s detapa A n d a m i o s [Tema ] es un instrumento para hacer conciente el recorrido de nuestra historia como pueblo. Pero ¿cómo imaginar abandonar la tarea de hacer Memoria, mientras nuestros 30.000 desaparecidos siguen sin aparecer y quedan casi 400 nietos sin encontrar? En la construcción de la Memoria colectiva siempre existe una disputa por la apropiación del sentido, sobre las construcciones que hacemos del pasado. Las voces que narran ese pasado no tienen todas la misma legitimación, ni todos los actores sociales son reconocidos para “decir”. Recordemos que a las Madres y Abuelas se nos decía “las locas de Plaza de Mayo”. Esa era una forma de desacreditar nuestra narración desesperada, para seguir ocultando lo que ya era imposible de ocultar. Llevó muchos años transformar esa condición de “locas” para pasar a ser hoy referentes de los Derechos Humanos. Somos las mismas, pero la disputa por la apropiación del sentido fue variando a medida que la sociedad empezó a escucharnos y a darle valor a lo que decíamos, hasta comprender qué nos había pasado a todos. 6 No hay identidad ni justicia sin memoria. Esto vale tanto para las personas, los grupos y los pueblos. La historia es una de las formas en que construimos nuestra memoria como pueblo, pero no es la única forma. Monumentos, rituales, ídolos populares, próceres, obras literarias, canciones y otras expresiones culturales son también medios para el recuerdo y el olvido. Ejemplo reciente de esto fueron los festejos del Bicentenario, donde el pueblo encontró una manera pacífica y entusiasta de rememorar todo aquello que nos construyó como país, todo aquello que hizo a nuestra identidad, y lo hizo cantando, bailando, llorando, compartiendo, aplaudiendo, caminando y estando presentes. Las emociones y los acontecimientos que vivimos, se tornan relevantes en la medida en que las compartimos entre personas que aparecen en los discursos públicos, mediáticos y también en la enseñanza. En este sentido, la educación constituye un espacio esencial para la construcción de una nueva identidad colectiva, basada en la memoria y en torno a los valores que representan los Derechos Humanos. Educación como acto político Durante años en la Argentina se creyó y aceptó la idea de que la docencia, y por lo tanto el discurso de maestros y profesores, debía estar despojado de ideología y de “intencionalidad política”. Se naturalizó así la noción de que el conocimiento es “objetivo” y de que la tarea científica y por tanto, la educativa, es develar la verdad de las cosas. Sin embargo hoy pensamos que todo discurso contiene una dimensión ideológica. Un discurso puede ser una foto, un artículo periodístico, un gesto, una película, un afiche publicitario, un libro de biología o de cualquier ciencia natural o social, una pintura, una sinfonía, un mapa, un documental sobre la Selva Amazónica, etc. Una clase siempre lo es. [•] En la construcción de la Memoria colectiva siempre existe una disputa por la apropiación del sentido sobre las construcciones que hacemos del pasado. El ejercicio de la educación siempre e inevitablemente es un hecho político. Los docentes saben, por su propia experiencia, que, por ejemplo, en una clase sobre la Selva Amazónica, hablar de los recursos naturales, de los económicos, de la tala, de la pérdida de la biodiversidad, de los pueblos originarios que la habitan, de la extinción de especies, del mercado mundial de la madera, etc. u omitir hablar de algunos de estos aspectos es una decisión inevitable que contiene una dimensión ideológica. Y saben también, cada vez que toman una decisión pedagógica de ese tipo, que el hecho de que su discurso necesariamente contenga una dimensión ideológica no quiere decir en lo absoluto que sea falso. 7 El ejercicio de la educación siempre e inevitablemente es un hecho político. Es nuestra decisión asumir o no esa dimensión política de la tarea de educar. Cuando hablamos de un acto político nos referimos a cualquier intervención que realizamos singular o colectivamente en la vida social. ¿Por qué hablamos entonces de hechos “políticos” en la educación? Pensémoslo otra vez a partir de un ejemplo. Ante cualquier situación manifiesta de discriminación entre alumnos en un grupo con el que estamos trabajando, ¿cuáles son nuestras opciones? ¿Hablar del tema con los implicados? ¿Hablarlo con todos? ¿Planificar una actividad sobre el tema? ¿Hablar con las familias de los involucrados? ¿Consultar en dirección? ¿Ignorar la situación y seguir con otro tema? Cualquier decisión que tomemos al respecto va a tener consecuencias. Esas consecuencias estarán directamente relacionadas con nuestra acción u omisión y con la dimensión que le demos al tema. Por lo tanto, nos encontramos inevitablemente ante un acto político. La decisión no radica en “hacer o dejar de hacer política”, sino en asumir que todos nuestros actos como educadores son actos políticos. Hoy, conociendo la dimensión que tuvo el terrorismo de Estado en nuestro país, enseñar estos temas está directamente relacionado con la dimensión ética de la tarea docente y el compromiso permanente con la formación de ciudadanía para la participación democrática. En definitiva las Abuelas creemos que educar en Derechos Humanos requiere necesariamente de un compromiso personal. Requiere de educadores que se posicionen críticamente frente a la realidad, con conciencia histórica, con compromiso político para reconstruir nuestra memoria colectiva, para que las nuevas generaciones asuman como propia la tarea de que “Nunca Más” se repitan en la Argentina ni en el mundo hechos tan aberrantes como los que nos tocó sufrir y que luchen para que existan condiciones de verdad y justicia para todos.n A u l a s y ] La memoria no es sólo recordar, la memoria [•] detapa [•] [Tema A u l a s y A n d a m i o s detapa A n d a m i o s