LAS MANIFESTACIONES ANTI-JAPONESAS DE HOY Y EL INCIDENTE DE MUKDEN DE 1931 2 David Castrillón Bucaramanga, Colombia Septiembre 17, 2012 La disputa entre China, Japón y Taiwán sobre las Islas Diaoyu (Islas Senkaku en japonés) ha llegado a nuevos niveles de tensión a medida que los tres bandos toman medidas y contramedidas que buscan reforzar sus pretensiones sobre las islas. Las más recientes fricciones se han dado siguiendo la decisión de Japón en septiembre 10 de comprar y nacionalizar tres de las cinco islas de su dueño japonés. Esta medida ha sido recibida por la firme oposición de China y Taiwán, los cuales la consideran ilegitima, ilegal y totalmente infructuosa. China ha respondido mandando seis buques del Servicio de Vigilancia Marítima a llevar a cabo “patrullas rutinarias;” anunciando los puntos y líneas de base de las islas; presentando a la Organización de Naciones Unidas (ONU) una propuesta parcial de los limites externos de su plataforma continental en el Mar Oriental de China; publicando un aluvión de reportes condenando 3 la medida japonesa; y considerando mandar miles de botes pesqueros a las islas. Taiwán también ha respondido, considerando mandar botes, militarizando islas cercanas y alistándose para “pelear por cada pulgada de tierra.” No obstante, la reacción que más ha acaparado la atención del mundo ha sido el número e intensidad de las manifestaciones anti-japonesas que han estallado en más de 85 ciudades chinas. En Beijing, miles de manifestantes marcharon por las calles de la ciudad llevando carteles expresando la indignación del pueblo chino y exigiendo que “pequeña Japón” regrese las islas o afronte el poder de 1.3 billones de ciudadanos chinos. Los manifestantes de la ciudad también rodearon la embajada japonesa, lanzando huevos y botellas y gritando lemas; hay reportes que vinculan a miembros de la policía con los grupos que iniciaron y lideraron estas y otras marchas. En las ciudades sureñas de Guangzhou y Shenzhen, las manifestaciones se volvieron violentas cuando una pequeña fracción de los participantes hizo daños a establecimientos japoneses, atacó carros de marca japonesa y a extranjeros e intimidó a ciudadanos japoneses. La policía antimotines intervino con gas lacrimógeno y cañones de agua después que el ministro japonés de Relaciones Exteriores, Koichiro Gemba, instó al lado chino a garantizar la seguridad de japoneses viviendo en China. Estas manifestaciones y docenas similares han sido acompañadas por un boicot general de productos japoneses y por la retórica estridente de los medios chinos. Durante estos cuatro días de manifestaciones, los participantes han seguido generalmente la línea política promulgada por el gobierno chino: ellos han continuado demandándole a Japón que devuelva las islas, que se adhiera a las decisiones de las Declaraciones de Cairo y Potsdam y que sinceramente pida disculpas y dé compensaciones justas por las atrocidades que cometió durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos ciudadanos chinos les han pedido a sus compatriotas que se unan a las marchas y al boicot pero que se abstengan de recaer en la violencia. Estas son las voces de la cordura que constituyen la norma más que la excepción. Es también posible que el Partido Comunista de China (PCC) se sienta satisfecho al ver ciertas muestras de nacionalismo que se han dado en las manifestaciones anti-japonesas. Se han recibido reportes de manifestantes gritando el 4 lema prototípico de la China comunista: “¡Viva el Presidente Mao Zedong! ¡Viva el Partido comunista glorioso de China!” Esto es ventajoso para el PCCh cuando ha entrado en un periodo de transición de liderazgo, escándalos gubernamentales y datos económicos débiles. Sin embargo, el gobierno chino sabe muy bien que estos arrebatos de sentimiento patriótico son un arma de doble filo. Los ataques a establecimientos japoneses y ciudadanos extranjeros han recibido la atención negativa de la prensa extranjera. China teme que estas pocas instancias de violencia sean tomadas como pretexto por miembros derechistas del gobierno japonés para asumir una postura endurecida hacia la disputa sobre las islas. También se han escuchado reportes de manifestantes que han dirigido su ira contra el gobierno, como un grupo de manifestantes que llevaban un cartel que decía: “Convirtamos nuestra ira en fuerza, queremos reformas políticas.” No es de extrañarse que el gobierno chino haya empezado a tomar medidas contra las manifestaciones, prohibiendo marchas en ciertas ciudades y ordenando a los censores a “limpiar” las redes sociales de todo contenido relacionado con las manifestaciones. El 18 de septiembre conmemoró el aniversario de uno de los capítulos más oscuros de la historia de humillación china. Fue en esa fecha del año 1931 cuando oficiales del Ejército Imperial Japonés estacionados en Mukden (el cual hoy se llama Shenyang) detonaron explosivos en una vía de ferrocarril cerca a unas grandes barracas chinas con la intención de instigar disturbios que justificarían sus abusos recientes y su próxima invasión de la región china nordeste de Manchuria. En el curso de cuatro meses, Japón invadió y obtuvo una región 3.5 veces más grande que el tamaño de las propias islas japonesas y convirtió a 30 millones de ciudadanos chinos en súbditos conquistados. Por más de década y media después de la conquista de Manchuria, la toma de poder de Japón sobre Manchuria continuó siendo una gran pérdida estratégica y simbólica para el pueblo chino a medida que Japón emprendió su conquista del resto de China desde bases manchurianas, a medida que la infame Unidad 731 del Ejército Imperial Japonés usó personas chinas para conducir “experimentos” inhumanos en la región y a medida que el nuevamente restaurado Emperador Puyi, un símbolo de 5 cuatro siglos de humillante dominio extranjero, presidió un gobierno títere en el nuevo estado de Manchugúo. Puede que estos eventos hayan ocurrido hace más de ochenta años, pero ellos continúan incrustados en la psique de los chinos y son parte de la narrativa del surgimiento de China, gracias al cual China pasó de ser una semi-colonia débil a convertirse en una gran potencia mundial. El gobierno chino está claramente consciente de estos hechos y con buena razón preocupado por las posibles consecuencias. El gobierno chino teme que los posibles cientos de miles de participantes en las manifestaciones anti-japonesas de septiembre 18 cometan aún más actos de violencia, los cuales llevarán a un número de consecuencias negativas. Si ocurren nuevos actos de violencia contra establecimientos japoneses y ciudadanos extranjeros, la opinión de la comunidad internacional podría volverse contra China. Esto podría llevar a la “internacionalización” de la disputa sobre las Islas Diaoyu y a la injerencia de países extranjeros y organizaciones internacionales que buscarían “resolver el conflicto de manera pacífica.” Nuevos actos de violencia también perjudicarían la imagen de China como sociedad pacífica y armoniosa. Los vecinos de China en el este y sureste de Asia se verían obligados a unirse a la red de seguridad americana en la región, completando la contención de China. Es también muy posible que las imágenes recientes de embajadas y consulados americanos que son atacados en el Medio Oriente estén en la mente de oficiales americanos, chinos y japoneses. En 1999, después que Estados Unidos bombardeó la embajada de China en Belgrado, Serbia, manifestantes chinos le prendieron fuego a la residencia del cónsul americano en Chengdu. Es probable que los oficiales chinos teman un resultado similar contra la comunidad diplomática japonesa. Los oficiales chinos también deben temer que los manifestantes exijan que el gobierno adopte una posición firme que no es pragmática y que inevitablemente lleve a una guerra contra Japón. China ya mantiene una línea dura con respecto a la disputa, comprometiéndose a continuar con las patrullas rutinarias, haciendo claros sus derechos sobre las islas y sus aguas territoriales, y aún insinuando que irá a la guerra si las Fuerzas de Autodefensa de Japón entran a la región. 6 Finalmente, existe la posibilidad que los manifestantes dirijan toda su ira contra el gobierno. Es importante recordar que las manifestaciones que se dieron en Tiananmen y sus alrededores en junio de 1989 empezaron por la insatisfacción de los ciudadanos hacia temas no directamente relacionados con la democracia y la reforma política. Y ciertamente los ciudadanos chinos de hoy tienen muchos problemas por los cuales estar enojados: degradación ambiental, la creciente brecha entre ricos y pobres, inequidades entre regiones urbanas y rurales, la política de un solo hijo, la inflación, corrupción, etc. En la reciente manifestación en Shenzhen, un grupo de participantes llevaba un cartel que decía: “Democracia, Libertad, Derechos Humanos, Gobierno Constitucional.” Estas demandas bien pueden ser la que muchas personas inconscientemente tienen en mente, y podrían rápida y fácilmente pasar al primer plano. Un artículo de Xinhua dice que “para conmemorar el 81 aniversario del incidente del 18 de septiembre se debe venerar la memoria de los mártires y jamás olvidar la humillación nacional.”