A 150 años de la epopeya PAYSANDÚ HEROICA LINCOLN R. MAIZTEGUI E l 19 de abril de 1863 el general Venancio Flores invadió territorio oriental desde la Argentina por el Rincón de Haedo. Flores reivindicaba las libertades para su partido (que nunca habían sido cuestionadas) y ponía como pretexto para la empresa dos grandes hechos: la prohibición, por parte del gobierno del presidente Bernardo Berro, de un acto de conmemoración de los mártires de Quinteros, y los conflictos con la Iglesia, de la cual el caudillo colorado se presentaba como defensor (…). El movimiento obedecía, sin embargo, a causas mucho más complejas que la situación interna del Uruguay. En la Argentina la separación de Buenos Aires del tronco nacional había finalizado cuando el general unitario Bartolomé Mitre derrotó al caudillo federal Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón. (…) Venancio Flores, que se había vinculado a Mitre por razones políticas y de negocios, participó de manera destacada en esa batalla y utilizó ese prestigio para lograr el apoyo del gobierno argentino a su proyecto. Al mismo tiempo, tanto la Argentina como Brasil tenían crecientes problemas con el gobierno del Paraguay, presidido entonces por el mariscal Francisco Solano López. Éste, que estaba conformando el ejército más poderoso de la región, exigía ventajas geopolíticas, fundamentalmente la salida al mar que requería su expansión económica (…) López había mantenido excelentes relaciones con el gobierno uruguayo en tiempos de Berro, y por ello tanto Mitre como el Imperio del Brasil veían con buenos ojos la caída de este y su sustitución por alguien que garantizara el apoyo a la guerra que ya estaba en el horizonte. (…) El gobierno oriental tuvo información certera de que en la Argentina se estaba preparando un movimiento subversivo y que al frente estaba Flores, pero recibió reiteradas garantías del presidente Mitre de que su gobierno no respaldaría nin- El camino que llevó a la guerra La defensa de Paysandú por Leandro Gómez y sus hombres fue la reafirmación de la soberanía nacional gún acto de agresión al Uruguay. A partir de la invasión del 19 de abril, la complicidad unitaria fue evidente y ya no se pudo ocultar. Flores desembarcó con muy poca gente y se juntó de inmediato con el caudillo Gregorio Suárez (apodado “Goyo Jeta” y célebre por su intransigencia y su crueldad) y el coronel Fausto Aguilar. El movimiento, hasta entonces, tenía las características de improvisación y quijotismo de todos su similares (…). Durante dos años el caudillo dio vueltas por la campaña, evitando combates frontales, ganando y perdiendo escaramuzas, pero sin tener ocasión de poner en riesgo la estabilidad del gobierno. (…) Pero cuando finalizó el gobierno de Berro y asumió Atanasio Aguirre como presidente interino, se produjo la intervención directa del Brasil y el conflicto se internacionalizó. (…). El 6 de mayo de 1864 llegó a Montevideo el diplomático brasileño José Antonio Saraiva, responsable de una misión de la mayor importancia. (…) Saraiva se reunió el 12 con el presidente Aguirre. En tono amable le ase- guró la amistad del emperador y le dijo que portaba un pliego de reclamos en los cuales el presidente interino no debía apreciar intento alguno de coacción. Pero, cuando el 18 entregó dicho pliego al entonces ministro de Relaciones Exteriores, Juan José de Herrera, quedó claro que la realidad era bastante más ruda (…). Saraiva no pretendía, en realidad, conseguir concesiones del gobierno oriental sino, por el contrario, tener en su negativa el pretexto para la intervención armada (…). Los 63 reclamos presentados eran una agresión directa a la soberanía nacional. El 4 de agosto (…) Juan José de Herrera recibió un ultimátum: seis días para dar satisfacción a todas las reclamaciones del Imperio. (…) La respuesta del ministro oriental es de una memorable dignidad: “Ni son aceptables los términos que se ha permitido Vuestra Excelencia al dirigirse al gobierno de la República, ni es aceptable la conminación. (…) Por eso es que he recibido orden de Su Excelencia el presidente de la República de devolver a V.E. por inaceptable la nota ultimátum que ha dirigido al gobierno. Ella no puede permanecer en los archivos orientales”. Era la guerra. Y la guerra perdida de antemano. Las acciones bélicas de Brasil comenzaron inmediatamente. El Barón de Tamandaré, al frente de la escuadra (12 barcos de guerra) bloqueó el puerto de Montevideo y remontó el Uruguay para apoyar a Flores en su campaña en el litoral; en septiembre, José Mena Barreto invadió territorio oriental al frente de 7.000 hombres que luego llegarían a ser más de 10.000 y se apoderó de Melo. Mientras tanto, Flores sitió la ciudad de Florida. En la batalla murió su hijo Venancio, lo que enloqueció de dolor al caudillo. Cuando la guarnición al mando del mayor Jacinto Párraga se rindió, Flores dio la orden de que lo fusilaran junto a seis de sus oficiales. (…). Luego de un breve sitio a Montevideo, Flores marchó en dirección oeste, tomó Trinidad y Mercedes, y después avanzó hacia el norte. En noviembre ocupó la ciudad de Salto, sin resistencia, luego de lo cual avanzó sobre Paysandú. Tomado del libro Orientales. Una historia política del Uruguay, Tomo I (Planeta, 2004) pp. 282-287. 2 PAYSANDÚ HEROICA | A 150 años de la epopeya 32 días de heroísmo E l 1° de diciembre de 1864, los habitantes de Paysandú vieron aproximarse a unos 3.500 hombres que constituían la vanguardia del ejército de Venancio Flores. A ellos se agregaron 500 soldados brasileños. En la ciudad apenas había unos 750 hombres en armas, que ascendieron a poco más de mil cuando se sumaron un destacamento proveniente de Salto y una pequeña fuerza entrerriana. Los floristas estaban bien armados y tenían cañones modernos. Pocos días después llegó por el río la escuadra del barón de Tamandaré, con un enorme poder de fuego. Los defensores de la ciudad tenían viejos fusiles de chispa y unos pocos cañones anticuados, sin alcance para llegar hasta los barcos brasileños. La ciudad no tenía murallas. Por eso, Leandro Gómez marcó un radio de pocas manzanas (cinco cuadras de Este a Oeste y de Norte a Sur) en las que se concentraría la defensa. Rápidamente se cavaron trincheras. En las bocacalles se levantaron paredes de adobe con aberturas para sacar los fusiles. En la Calle Real (luego llamada 18 de julio) se instalaron dos portones de hierro, una zanja y un puente levadizo. La única construcción con valor militar era una torre de ladrillos a la que bautizaron “el Baluarte de la Ley”. Allí se subieron tres cañones que quedaron bajo el mando del comandante Juan María Braga. El 3 de diciembre, Venancio Flores envió a Leandro Gómez un ultimátum en el que le daba 48 horas para que se rindiera. “Efectuada la entrega de la plaza, los jefes y oficiales de esa guarnición obtendrán sus pasaportes para el paraje que designen, pudiendo permanecer en el seno de la República los que así lo soliciten. Vencido el plazo fijado y procediendo enseguida al ataque, V. S. pagará con su vida las consecuencias y desastres que puedan ocasionarse”. Leandro Gómez dio vuelta la hoja, escribió una respuesta y se la devolvió al mensajero. La respuesta contenía sólo dos palabras: “Cuando sucumba”. Gómez contaba con un pequeño estado mayor integrado por el coronel Lucas Píriz, Federico Aberasturi, Tristán Azambuya, Emilio Raña y Pedro Ribero. Este último estaba acompañado de sus cuatro hermanos, uno de los cuales escribió una de los mejores testimonios de lo ocurrido en aquellos días. Parte de la artillería que defendía Paysandú estaba al mando del capitán Federico Fernández, que era colorado. Fernández no fue el único colorado que participó en la defensa. Otros también lo hicieron, porque entendían que estaban defendiendo la soberanía nacional ante un ataque extranjero. El 6 de diciembre empezó la lucha. El primer cañonazo lanzado por la artillería brasileña dio en la torre de la iglesia. En las siguientes horas caerían centenares de proyectiles. Al mismo tiempo, 1.500 soldados floristas, entre los que se incluían 600 brasileños, iniciaron el avance. Pero las cerradas descargas de fusilería de los defensores les impidieron acercarse a las trincheras. En un informe al presidente Atanasio Aguirre, Leandro Gómez escribió: “Rechazamos al enemigo y aunque Paysandú se ve reducida a escombros hemos muerto al enemigo más de cuatrocientos hombres. Yo tengo como cien entre muertos y heridos”. El 9 de diciembre hay una breve tregua, durante la que se permite salir de la ciudad a las mujeres y a los niños. Cuatro defensores también deciden irse sin que nadie los detenga. Pero unas quince mujeres prefieren quedarse para acompañar la suerte de sus hombres y curar heridos. Durante la tregua ingresó a la ciudad el padre de los cinco hermanos Ribero, que era amigo personal de Flores. Autorizado por el caudillo colorado, el hombre fue a buscar a sus hijos, el más joven de los cuales tenía 14 años. Pero, en lugar de incitarlos a abandonar la lucha, les dio un abrazo y les dijo: “Vayan, hijos, a continuar con el cumplimiento de su deber. Es preferible morir antes que defeccionar de sus filas”. El padre de los Ribero era brasileño. Los que salieron de Paysandú fueron evacuados hacia una isla en el Río Uruguay que desde entonces se conoce como la isla de la Caridad. Allí fueron asistidos por la tripulación de los barcos europeos que actuaban de observadores, así como por Urquiza, que mandó comida desde Entre Ríos. Durante largas semanas, los refugiados de la isla de la Caridad (unas mil quinientas personas que vivían en tolderías) rezaron y lloraron mientras veían a la distancia la progresiva destrucción de su ciudad y de sus defensores. Una vez concluida la tregua, los combates volvieron a arreciar. Una verdadera lluvia de plomo caía sobre la ciudad. Los muertos y heridos se multiplicaban. Pero los defensores no se quebraban. Leandro Gómez parecía estar en todas partes, examinando daños, dando órdenes y arengando a las tropas. Lucas Píriz daba muestras de coraje paseándose de galera bajo el fuego enemigo. El comandante Braga combatía con deliberada displicencia, sin dejar de leer un libro. Pedro Ribero generó la leyenda de que su camisa blanca lo protegía de las balas (y así fue hasta que cayó el último día). El 15 de diciembre, Leandro Gómez organiza una salida de 500 hombres que cae por sorpresa sobre los sitiadores y permite capturar municiones, ollas y comida. Los defensores de Paysandú estaban dando la vida, pero no se estaban suicidando. Su resistencia estaba fundada en el honor y en la defensa de la soberanía, pero también en algunos motivos de esperanza. Por una parte, confiaban en que los representantes de las potencias europeas que estaban en la zona impidieran una matanza. Por otro lado, esperaban el apoyo del general argentino Juan Saa (conocido como “Lanza Seca”), que combatía al servicio del gobierno. Y, sobre todo, contaban con el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza, que tenía fuerza militar suficiente como para cambiar el curso de los hechos. Pero los observadores extranjeros no hicieron nada por evitar la matanza. Quien lo intentó más seriamente fue el comandante de la cañonera francesa Decidée, que se reunió con Leandro Gómez y su estado mayor para ofrecerles una rendición con honores. Pero los defensores se negaron y, desenvainando sus espadas, juraron vencer o sepultarse bajo los escombros de Paysandú. Según relata Eduardo Acevedo, el comandante francés “estrechó en silencio las manos de esos valientes sin poder articular palabra, pero las lágrimas que corrían por sus mejillas atestiguaban su emoción”. “Lanza Seca” intentó llegar hasta Paysandú pero, hostigado por fuerzas coloradas y sin recibir los refuerzos que esperaba, nunca llegó a cruzar el Río Negro. En cuanto a Urquiza, que además de caudillo y gobernante era un hombre de negocios muy interesado en su fortuna, los brasileños consiguieron neutralizarlo con el expediente de comprarle treinta mil caballos a un precio muy superior al del mercado. Durante los días siguientes se alternaron períodos de relativa calma con combates encarnizados. Pero el rumbo no cambia. Los cañonazos siguen destruyendo la ciudad y los ataques se suceden. Los defensores disparan con intensidad, hasta el punto que tienen que cambiar de hombro a causa del dolor y la hinchazón que les provoca el golpe del fusil. De noche entierran a los muertos. Hace mucho calor (el país lleva meses de sequía) y el olor se vuelve insoportable. De vez en cuando los defensores organizan una salida por sorpresa que les permite capturar armas y alimentos. Pero las condiciones de vida en la ciudad empeoran. Las raciones de alimento se reducen y los medicamentos se acaban. Llega un momento en el que los defensores usan cabezas de fósforos para disparar sus fusiles, porque casi no quedan fulminantes. Los cañones ya no se cargan con balas sino con piedras. El 27 de diciembre ocurre algo tremendo. Desde los pocos lugares elevados a los que todavía es posible subir, los vigías de la ciudad ven aparecer tropas en el horizonte. En principio creen que es Lanza Seca que llega a rescatarlos. La ciudad estalla en festejos. Hay disparos al aire y en la iglesia semiderruida doblan las campanas. Hay abrazos y lágrimas. Pero poco después se descubre el error. Quien llega es el comandante brasileño Mena Barreto, con unos 10 mil hombres bien uniformados y armados a guerra. Es el fin, y Leandro Gómez lo sabe. Pero no deja de arengar a sus hombres: “Es el grueso del ejército de Brasil el que ha llegado. ¡Pelearemos contra ellos! ¡Contra Flores, contra la escuadra y contra todos los ejércitos que nos mande el imperio! Y si nos toca morir, aquí moriremos por la independencia de la patria. Que cada cual vaya a su puesto de honor. ¡Independencia o muerte!”. A 150 años de la epopeya | PAYSANDÚ HEROICA El 29 de diciembre Flores vuelve a exigir la rendición, pero su mensajero es rechazado a balazos. Durante todo el 30, los sitiadores despliegan la artillería y preparan el asalto final. Tamandaré había jurado recibir el año nuevo con la bandera brasileña ondeando en Paysandú. Todavía es la madrugada del 31 cuando empieza el infierno. Orlando Ribero recordará: “Se oscureció la claridad del nuevo día en la posición nuestra con el humo de las granadas que hacían explosión y los escombros del edificio de la Comandancia Militar, cuyos lineamientos de pared se venían abajo”. Hermógenes Masante, otro defensor, escribió: “Nos están fusilando a cañonazos. Treinta y tantas bocas de fuego vomitan proyectiles sobre nosotros”. El primero de enero de 1865 quedaban menos de 500 defensores con vida. Entre otros habían caído Lucas Píriz, Emilio Raña, Tristán Azambuya y Pedro Ribero. Pero la ciudad seguía resistiendo. En la madrugada, Leandro Gómez envía una nota a Venancio Flores pidiendo una tregua para enterrar a los muertos. Flores exige la rendición incondicional. Mientras se intenta parlamentar, Gómez da orden de no disparar y de levantar banderas blancas. La situación es aprovechada por tropas brasileñas que se acercan a los defensores dando muestras de amistad. Se corre la versión de que terminó el combate. Cuando Leandro Gómez percibe la situación, da orden de expulsar a los invasores. Pero ya es demasiado tarde. La ciudad está tomada y el propio Gómez cae en manos brasileñas. Es tratado con respeto y admiración por los oficiales imperiales, que le dan todo tipo de garantías. Poco después aparecen soldados floristas comandados por Francisco “Pancho” Belén, un hombre de Gregorio Suárez. Belén reclama a los brasileños que entreguen a Leandro Gómez y a los demás miembros de su estado mayor. Los oficiales imperiales se niegan, pero Leandro Gómez dice que prefiere ser prisionero de sus compatriotas. Entonces Belén lleva a los prisioneros en presencia del “Goyo Jeta”, que le dice: “¡No los quiero ver! ¡Páselos para el fondo y cumpla con su deber!”. Era la condena a muerte, de la que se salvan Belisario Estomba y Ernesto de las Carreras por decisión del propio Suárez, que invoca “deberes de amistad”. El primero en ser fusilado fue Leandro Gómez. Luego vinieron a buscar a Eduviges Acuña, pero el comandante Braga protestó: el oficial de mayor rango era él, así que le correspondía el honor de morir después de su jefe. Luego de Braga fueron ejecutados Acuña y Federico Fernández, que no invocó su condición de colorado. Atanasio Ribero se salvó a último momento, porque el responsable del pelotón de fusilamiento se compadeció de su juventud. SERGIO ABREU: La vieja trenza. La alianza porteñolusitana en la Cuenca del Plata (1800-1875). Editorial Planeta, 2013. LUIS ALBERTO DE HERRERA: El drama del 65. La culpa mitrista. Montevideo, Barreiro y Ramos, 1927. PARA SEGUIR LEYENDO Artigas, Oribe, Leandro Gómez, Paysandú en gratitud a los eminentes servicios del campeón oriental…”. En 1843 Leandro Gómez está junto a Manuel Oribe en el Cerrito. Durante la Guerra Grande será su ayudante particular, dirigirá la Aduana del Buceo, cumplirá misiones confidenciales. La reivindicación de Artigas ya no es solamente su causa personal sino la de todo un gobierno. En 1849, la calle llamada De la Restauración pasa a llamarse General Artigas. En 1856, con motivo de la repatriación de las cenizas de Artigas, el entonces maJUAN CARLOS LÓPEZ (Lopecito) yor Leandro Gómez publica en la prensa un extenso artículo en el que dice: “Debía osas de la historia. Leandro Gómez ser calumniado, vilipendiado villanamente nace el 13 de marzo de 1811. Apenas por los enemigos de todo lo que es Orienun mes antes, Artigas desertaba de las tal, por aquellos cuya audacia enfrentó mil fuerzas imperiales, cruzaba el río llegando a veces… Silencio, olvido profundo por una Paysandú, adhería a la revolución de mayo larga serie de años. Y esto en retribución a e iniciaba lo que después llamaríamos la los méritos del esforzado libertador (…) “admirable alarma”. que todo lo pospuso ante la salvación de la En 1815, el sacerdote Dámaso Antonio Patria”. Larrañaga llegaba a Paysandú y describía con No por casualidad, entonces, Alfredo Casteestas palabras lo que entonces era un pueblo llanos afirma que Leandro Gómez era un “héde ranchos de terrón: “tiene el honor de ser roe redivivo de los tiempos de la patria Vieja”. Y interinamente la Capital de los Orientales, recuerda la Proclama de noviembre 1864, por hallarse en ella su jefe y toda su plana cuando empezaba la epopeya: “¡Soldados del mayor con los diputados de los norte de Río Negro, Defensores demás pueblos “. de la Independencia Nacional! Si divisa hay Cincuenta años más tarde, el Las aguas del Río Uruguay se para su frente, lugar ocupado por ese caserío encuentran en estos momentos había a pasado a llamarse Plaza no debe ser otra turbias por la presencia de las Libertad y sería el principal esce- que “Defensores cañoneras del imperio brasilenario de la heroica defensa enño… Pretende el imperio domide las Leyes”. cabezada por Leandro Gómez. nar a la Patria del inmortal ArtiMás tarde, el mismo lugar recibi- Esa es su cuna gas; a la Patria de esos héroes ría el nombre de Plaza Constitu- y es nuestro (…) cuyos hijos somos nosotros; ción. Todos esos nombres están nosotros en cuyas venas circula compromiso bien, porque eran, y son, las cola sangre altanera de nuestros sas que allí se defendían. antepasados, y en cuyas frentes En 1842, Leandro Gómez hemos escrito con esa misma compra, con mucho sacrificio de su parte, la sangre, INDEPENDENCIA O MUERTE”. espada que la Provincia de Córdoba le entreLeandro Gómez ya no es un héroe partigara al Jefe de los Orientales en 1815. El arma dario sino un héroe nacional. Las causas se encontraba en una “casa de empeños” de por las que dio su vida iban más allá de las Buenos Aires. Leandro Gómez fue uno de los luchas partidarias. Defendió a un Gobierno primeros reivindicadores de Artigas en plena legalmente establecido contra la prepotenépoca de la leyenda negra. En noviembre de cia de propios y ajenos. Encabezó un movi1856 le manda la espada al presidente de la miento de Guardias Civiles conformado por República, junto con una carta que empieza los vecinos y vecinas, por el panadero, el así: “Excelentísimo Sr. Presidente Don Ga- herrero, el intelectual, las amas de casa, los briel Antonio Pereira: mi constante admira- profesionales. ción por el ilustre Oriental Don José Artigas Si divisa hay para su frente, no debe ser hízome adquirir esta espada de honor que le otra que “Defensores de las Leyes”. Esa es su fue consagrada por la Provincia de Córdoba cuna y es nuestro compromiso. C CÉSAR DI CANDIA: Sólo cuando sucumba. Testimonios de los que sobrevivieron al sitio de Paysandú. Montevideo, Editorial Fin de Siglo, 2003. MARIO DOTTA Y RODOLFO GONZÁLEZ RISOTTO: Leandro Gómez. Artiguista, masón, defensor heroico de la independencia nacional. Montevideo, Ediciones de la Plaza, 2014. WASHINGTON LOCKHART: Leandro Gómez. La defensa de la soberanía. Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1977. LINCOLN MAIZTEGUI: Orientales. Una historia polí- tica del Uruguay. Tomo 1. Montevideo, Planeta, 2004. LINCOLN MAIZTEGUI: Caudillos. Tomo 2. Montevideo, Planeta, 2012. JUAN ORIBE STEMMER: El umbral de la Triple Alianza. Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2013 3 PAYSANDÚ HEROICA Mensaje del Presidente del Directorio del Partido Nacional Un conflicto regional T odos recordamos la inmensa figura de Leandro Gómez porque condujo con indomable valentía la heroica defensa de Paysandú, asediada por un ejército que lo superaba holgadamente en armamento y efectivos. Todos lo recordamos también porque, tras el épico batallar de más de treinta días, Paysandú cayó y el general —junto a un puñado de sus oficiales— fue ignominiosamente fusilado en el huerto de los Ribero, Pero reducir el recuerdo y la figura de Leandro Gómez al aspecto bélico sería achicar su imagen y menoscabar lo que terminó siendo epopeya. De aquellos hechos y LUIS actitudes surgen valores que - muy especialALBERTO HEBER mente para nuestro Partido Nacional - aún son consigna. Leandro Gómez no sólo estaba defendiendo Paysandú, sino también el orden constitucional y la independencia amenazada por intereses transfronterizos. Fue artiguista, oribista y blanco hasta la médula. Pero, sobre toda divisa partidaria, un permanente defensor de la soberanía nacional en tiempos en que todavía las patrias americanas se consolidaban. José María Leandro nació el 13 de abril de 1811, un mes y cinco días antes de que Artigas triunfara en la batalla de Las Piedras. No llegó a conocerlo personalmente pero siempre admiró su gesta. Lo llamaba “patriarca de la libertad e independencia de mi Patria”. Luchó por la repatriación de sus restos y fue el primero en definirlo como “fundador de la nacionalidad oriental”, un título que solo décadas más tarde conseguiría aceptación general. Fue amigo personal y soldado de Oribe. Se incorporó al ejército en 1837, cuando el Presidente enfrentaba la rebelión de Rivera y la embozada participación de Francia e Inglaterra. A los 26 años nunca había empuñado un fusil, pero quería ceñirse la divisa de los “Defensores de las leyes”. Tras la complicada paz “sin vencidos ni vencedores”, se dedicó a sus negocios particulares. Pero su vocación por la legalidad y su apego a la soberanía lo llevaron a regresar al servicio militar durante la presidencia de Berro, cuando en 1863 estalló la rebelión comandada por Venancio Flores con el indisimulable aliento de Argentina y Brasil. Todo terminaría para él el 2 de enero de 1865 en Paysandú, pero el viento seguiría arrasando patrias bajo el nombre de la Triple Alianza que aniquilaría Paraguay. “Independencia o muerte” fue su frase de cabecera durante la defensa. Pero su concepto de soberanía no sólo incluía una firme defensa del territorio nacional, sino algo más amplio y más profundo. Soberanía implica que la nación pueda ejercer sus libertades y derechos en todos los ámbitos, a nivel regional e internacional. Implica un Uruguay libre de llevar adelante toda política económica, comercial, social, que beneficie a su pueblo y pueda actuar sin limitantes ni condiciones, siempre dentro del marco del Derecho Internacional. Ese es el mensaje que proviene de Leandro Gómez. Honrarlo es la consigna. Es por esto que el Directorio del Partido Nacional denominará este 2015 que comienza “Año de Leandro Gómez”. JUAN ORIBE STEMMER V enancio Flores desembarcó en la costa del río Uruguay el 19 de abril de 1863 para iniciar lo que llamó “Cruzada Libertadora” contra el gobierno legítimo de Bernardo Berro. Flores contaba con “la cálida simpatía del partido gobernante argentino”. En julio del ‘64, el Encargado de Negocios de Francia en Montevideo, Martín Maillefer, advertía a su gobierno que desde “las Cordilleras hasta la embocadura del Plata y hasta Río de Janeiro, todo este continente bien pudiera pues verse envuelto en la lucha que ha provocado la empresa revolucionaria de Flores, sostenida por las pasiones argentinas y las codicias brasileñas”. Los acontecimientos le dieron la razón. En El drama del 65, Luis Alberto de Herrera escribió: “La triple alianza fue un epílogo. Marca su preliminar la guerra civil en Uruguay; sigue la intervención brasileña. La empresa colectiva contra Paraguay cierra el drama. El fuego vecinal acabó en inmensa hoguera: de un país se extendió a medio continente.” El Imperio del Brasil eligió el momento más difícil de la guerra FRANCISCO FAIG L civil para presentar al agobiado gobierno uruguayo un conjunto de reclamos por supuestos abusos contra residentes brasileños desde el año 1852. El Gobierno oriental rechazó los planteos. El enviado del Imperio dio por terminada su misión en Montevideo, anunció represalias y partió hacia Buenos Aires a dialogar con Mitre. El 26 de agosto, cañoneras brasileñas atacan al vapor nacional Ciudad de Salto que se dirigía a la ciudad de Mercedes con auxilios para su guarnición. El 30 de agosto el gobierno le solicita al Cónsul del Brasil en Montevideo que abandone el país. El 12 de octubre, las tropas brasileñas toman Melo. El primer cambio en la naturaleza de la intervención se produce poco después, con el acuerdo entre el barón de Tamandaré y Flores, celebrado en la desembocadura del río Santa Lucía el 24 de octubre. La represalia unilateral y, por lo menos en apariencia, separada de la contienda civil, se convirtió en una acción combinada con el jefe del levantamiento contra el gobierno uruguayo. El ataque brasileño a Paysandú, en alianza con Flores, refleja la segunda mutación de la intervención. El diplomático brasileño José María da Silva Paranhos admitió que el ataque fue “una intervención armada en una cuestión interna, era la alianza de hecho con el general Flores, era la guerra contra el Gobierno de Montevideo”. La desembozada complicidad del gobierno argentino con Flores y la agresión brasileña provocó la reacción del Paraguay. A fines de agosto, Francisco Solano López advirtió al Brasil que “cualquier ocupación del territorio oriental por fuerzas imperiales” sería considerada “como atentatorio al equilibrio de los Estados del Plata, que interesa a la República del Paraguay, como garantía de su seguridad, paz y prosperidad”. El mensaje no fue escuchado. En respuesta a la invasión brasileña, el 12 de noviembre, López ordenó al vapor de guerra paraguayo Tacuarí apresar al paquete brasileño Marqués de Olinda que navegaba con destino al puerto de Corumbá, y comunica al representante diplomático brasileño en Asunción que “quedaban rotas las relaciones”. Comenzaba la Guerra del Paraguay. Para Leandro Gómez y sus hombres, lo que estaba en juego en Paysandú, era la misma existencia del Uruguay independiente, amenazada por la intervención de sus vecinos. Por ese motivo encabezaba sus documentos oficiales con el lema “INDEPENDENCIA O MUERTE”. Sangre y modernidad a gesta de Paysandú es el primer gran episodio histórico que reivindica, con el mayor sacrificio, la independencia del Uruguay. Es sobre todo por eso que debe ser recordada. Paysandú se enfrenta al imperio. Un imperio que pretende fronteras flexibles y tiene apetito territorial ilimitado. Paysandú, por el contrario, es la frontera clara, la definición de soberanía territorial, la independencia de destino respecto de los países vecinos. Es la afirmación de la modernidad política en el entendimiento del espacio y del gobierno, que Leandro Gómez entiende republicano y nacional. No es que no hubiera antes un sentir oriental, una voluntad independentista o una afirmación identitaria. El asunto es otro. Con Leandro Gómez en Paysandú se afirma la reivindicación de un destino nacional que asume la lógica política y jurídica de un Estado-nación, dejando atrás la vieja lógica territorial de pueblos, regiones o provincias. En tiempos de procesos regionales que insisten en la unión supranacional, recordar la gesta de Paysandú tiene hondo significado. Allí se forjó el destino nacional. Murieron orientales que ya eran uruguayos por defender la soberanía. Independencia o muerte. No quiere decir falta de fraternidad sudamericana. Quiere decir, nada más y nada menos, respeto y defensa de un destino nacional propio. Todo eso es Paysandú. No es solamente una gesta heroica y blanca. Es sobre todo, un episodio sustancialmente nacionalista. Y seguramente por ello, es la primera gesta moderna de la historia patria. PAYSANDÚ HEROICA es una publicación del H. Directorio del Partido Nacional, con el apoyo del diario El País. Dirección: Pablo da Silveira. Depósito Legal N° 346.247