La fierecilla domada

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CINE
La fierecilla domada
Película ¡tato-ingtesa. 1967
Director: Franco Zeffirelli
Intérpretes: Richard Burlón, Elizabeth
Taylor.
Shakespeare del teatro al cine
Cualquier comentario sobre ha fierecilla domada, como obra cinematográfica, parecería estar solucionado de
antemano con la propia expresión de los guionistas, colocada en los créditos, en la que se agradece a Shakespeare, pues sin su texto no se hubiera contado con la
médula literaria del film. ?br lo demás, una presentación
del bardo inglés en esta oportunidad, es una tarca ociosa.
Sin embargo, haciendo una revisión no muy estricta
de su obra puede afirmarse con propiedad que La fierecilla domada o "La doma de la bravia" es una de sus
pocas comedias, ya que tanto el ambiente como la concepción de cada personaje y el desarrollo de la trama
eslán dirigidos a crear un ambiente festivo y, en algunos
pasajes, de desatada jocosidad. Anotemos, también, que
la obra original, fiel a su espíritu de farsa, es una representación teatral que se exhibe ante los ojos del
pordiosero borracho Sly, quien cree haber soñado todo
lo que ha visto, y cobra fuerza inspiradora para oponerse a su esposa en el hogar. Lo anterior no significa
que la pieza haya descuidado el carácter moralizador que
tiene todo el teatro de la época. La enseñanza recogida
aquí, pese a los reclamos de los feministas, es que en
la pareja el predominio corresponde al hombre, por insoportable que éste sea, sometiendo a la tímida mujercilla, aunque ésta primitivamente exhibiera un ánimo
arisco.
Llevar a Shakespeare al cine es una tentación que
pocos han resistido. Desde luego sus obras tienen asegurado el guión y la popularidad. Dejando de lado algunos
ruidosos fracasos y versiones tan absurdas como Bésame,
Catalina (adaptación musical de "La fierecilla . . . " } , se
rescatan varias películas que han llevado hasia la pantalla el significado, ámbito y simbolismo del mundo
shakespereano. Lawrence Olivíer, sin renunciar a sus inclinaciones teatrales, descubrió sentido novedusu y fuerza de las imágenes al drama del príncipe de Dinamarca,
y su Hamlet llegó a ser una excelente alianza entre las
posibilidades del cinematógrafo y el contenido del teatro.
Otro tanto puede afirmarse de Enrique V y Ricardo líf, del mismo Olivier, y del Romeo, y Julieta, de
Renato Castellani que fue una recreación válida de la
tragedia de !os amantes de Verona. Los soviéticos, por
su parle, cosecharon positivos aplausos con el Oído,
de Sergc Youskcvitch y con el Hamlet de Grigory Konsitsev. Pero en todas estas películas, y en armonía con
la calidad y méritos de cada cual, está siempre presente
el fantasma del gran bardo. La marca intelectual de
Shakespeare vibra con un sello propio que desvanece
la potencia creadora del autor cinematográfico.
La fierecilla domada
Franco Zeffiretli, ese "florentino asombroso", como
muchos ya lo llaman, recorrió un largo itinerario por
escenarios y estudios, desempeñando los más variados
menesteres, para poder realizar con autoridad los temas
que ahora lo atraen. Fue ayudante de Luchino Visconti,
en la ópera, en el teatro y en e! cine. De ahí cierto
barroquismo suyo en la concepción escénica y sus ideas
propias sobre el espectáculo cinematográfico, al que reconoce su valor como obra distinta del teatro y de lo
operático, pero con gran parentesco con ambos géneros.
Puntualizado lo anterior, se explica la semejanza que
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liene su "Fierecilla . . . " con la ópera. El resultado de la
cinta lenta que (.-star cometido a la mentalidad de Zeffirclli y debía ser Shakespeare hasta donde el florentino
lo permitiera, dejando, eso si, muchos aspectos a la libre
discusión con el experto Burton e, incluso, guardando
la lealtad al autor de la comedia, al reconocerle la paternidad del guión. Pero, así y lodo, e! film en definitiva
se transformaría en lucimiento del propio Zeffirelli, cobrando las caraeteristicas de una broma clásica explotada
con gusto moderno.
Por este motivo se suprimieron pasajes y se agregaron oíros. Se modificaron ciertos personajes. Los decorados, la música, el vestuario hicieron lo demás. La
película entera es un gobelino renacentista logrado por
la hábil puesta en escena, con tonos diluidos o amarillentos de la pintura flamenca, conjunto captado en forma
admirable por la fotografía de Osvvald Morris.
A modo de ejemplo, el encuentro de Lucencio (Miciiael Yurk ) y Bianca, la hermana de la bravia (Natasha
Pyne), en el film es de una poesía maravillosa: ella
mirando a hurtadillas, mimosa, risueña, esquiva, angelical: él oculto por la muchedumbre de estudiantes, sonriendo anticipadamente cautivado por la belleza de la
muchacha a quien aún no conoce, pero que va jamás
abandonará. En la obra teatral, el joven sólo conoce a
Bianca como testigo de una conversación y su admiración se contiene ya no en una imagen sino que en una
frase: "En su silencio adivino la conducta tímida y la
modestia de una virgen". El cine logra transformar en
poema visual, lo que antes sólo era un poema literario.
El propio personaje masculino central, Petruchio ( Richard Burton), en la pieza es un arruinado caballero
\cronés a quien le interesa la dote de la arisca Catalina.
En d iilm es un patán bullicioso que se divierte también con c! carácter de la bravia, pues significa un desafío a su virilidad. Su móvil principal, entonces, es
conquistar a ¡a violenta dama, y su deleite es supremo
cuando corretea por los graneros de la casa de Catalina persiguiendo a la indomable Cata (Elizabeth Taylor)
en una de las escenas de "amor" más originales, vitales
y acrobáticas que se hayan visto en la pantalla.
Una memorable caracterización
Cualquier comentario sobre ¡M fierecilla domada seria injusto si no se refiriera, aunque brevemente, al
sorprendente desempeño de Richard Bnrton en el papel
de Petruchio, el domador de la bravia. Lo que sorprende
no es encontrar a este actor en un buen papel, sino que
íiquí se trata de celebrar su vuelta al teatro clásico, pero
en una actuación diferente a la que podía exigirle el
teatro inglés y logrando en sus expresiones faciales la
máxima efectividad líente a la cámara.
Su Petruchio es, antes que nada, un ser vita! dispuesto a probar su "machismo". El encuentro con Catalina significa un desafio que acepta de buena gana
pues de paso se le asegura una excelente dote —y, además, la muchacha tiene características externas que le
aseguran permanente agrado a su desbordante sunMinlidad. Y en este sentido de la sensualidad esta precisamente el parentesco del personaje de Burton con la
concepción artística del florentino Zeffirelli. El directa]
no pudo ¡enunciar a exhibir el desparpajo del "domador"
que se encuentra más acorde con el personaje ilalianu
(es un caballero veronés) que con el sentido que podría
haberle dado un "metteur en scéne" británico. El tono
bromisla de Burton, sus atuendos carnavalescos— nota54
bles en la escena del matrimonio— su tendencia al licor,
sus modales exageradamente ordinarios, etc., prestan con
exactitud todo el sabor de su personaje.
Al mencionar a Burton no podemos olvidar a su esposa que demuestra progresos en su papel de Cata, la
bravia, solo que un descontrol en la gesticulación y los
gritos, ininstorman su caracterización más bien en la
de un personaje molesto o irritado por algún motivo y
no en una mujer de carácter endiablado.
En general, ta actuación de Burton y los otros elemontos de la puesta en escena han permilido a Zeffirelli,
con la ayuda dü Shakespeare, brindar una interesante
fusión del teatro y del cine. ;ipru\ echando con i n d i gencia las características que cada ;trte tiene como espectáculo.
Mariano Silva
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