MICOLOGÍA DIDÁCTICA Sucedió años atrás, una noche de verano. Paseaba con B. disfrutando del frescor, cuando en un recodo del camino tropezamos con un contenedor que albergaba los restos de un doméstico naufragio. Infinidad de cachivaches inútiles y, oh sorpresa, decenas de libros. En mis manos cayó un grueso ejemplar que llevaba por espantoso título “Sextrology”. Algo debí ver en él que llamó mi atención. Dejé a B. en el portal de su casa. Con el tocho a cuestas, olfateé la noche y me puse en marcha. Fumando y divagando. Soltera y sola en la vida. Estupenda. En la tapa, sobre fondo bermellón y en brillantes letras azules, el título y el autor. En la primera página y tachonada la frase con una huella de rojo carmín, se puede leer:”la larga marcha de los astros a través de los cielos, provoca pavor” Pasaron los meses y llegó el largo invierno. G me invitó a visitarlo. Vivía en un caserón rodeado de una gran arboleda que moría junto a la playa. Una robusta chimenea presagiaba una gozosa velada con abundancia de ingenio y chispeante humor. Cómplices, beberemos ‘Dubonnait-on-ice’ con el guiso de setas. A través del gran ventanal se asoma un mar de plata, y la luna, filtrada por las nubes, alumbrando generosa la escena. El paraíso recuperado . Pero nada dura para siempre: Mi sonrisa se congeló cuando, dispuesta a descorchar otra botella, observé a través del ventanal algo… ¿cómo decirlo? ... ¿perverso tal vez? Los doce astros mayores, doce doncellas rescatadas de la muerte y talladas en policarbonato por G., que encaramadas sobre pilares y atravesando la arena, se encaminan directas al reflejo de la mansa luna sobre el ancho mar. Mi nombre es Aurora y el de mi camello, Vicente, criador de hongos. “Sextrology forever”. Le odio.