RESUMEN------- Stephanie temía que los hombres la hicieran daño

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RESUMEN------Stephanie temía que los hombres la hicieran daño después del brutal ataque que había sufrido una noche.
Hasta que apareció Jake Lorrimer, y le brindó protección y apoyo. Stephanie, pronto se dio cuenta de que
se había enamorado de Jake, pero ¿podría olvidarse del pasado y vivir como una mujer normal?
------------CAPITULO1
STEPH, llegas tarde. Ya son más de las siete. Normalmente regresas a las seis, ¿ha ocurrido algo? —
preguntó Annette con picardía—. ¿Te pidió tu maravilloso jefe que trabajaras hasta más tarde?
—No puedo entretenerme ahora —le dijo Stephanie a la chica con quien compartía el apartamento—.
Jake vendrá a buscarme dentro de media hora.
—¿Jake? ¿Así le llamas también en el trabajo?
Stephanie ya estaba acostumbrada a la curiosidad de Annette. Al principio, cuando llegó a Londres, vivía
sola, pero más tarde, cuando empezó a llegar a la oficina cansada, Jake sugirió que buscase a alguien con
quien compartir el apartamento.
Annette era secretaria como ella y trabajaba para el director de una compañía de seguros. Estaba
comprometida con un militar, al que no veía con frecuencia. Annette sería la compañera perfecta si no
fuera por su insistente curiosidad respecto a Jake.
—¿A dónde te llevará esta noche?
Stephanie respondió desde su dormitorio:
—Al estreno de la nueva película de Blaize Dartford.
—¡Vaya! Será muy interesante. Se supone que las escenas de amor son muy...
Stephanie no quiso oír el final del comentario de Annette. Le temblaban las manos mientras terminaba de
desnudarse.
Se duchó y volvió a su habitación, abrió el armario y eligió la ropa que se pondría esa noche. El vestido
negro con adornos de terciopelo era el adecuado para la ocasión. No tenía demasiada ropa, pero toda
resultaba de la mejor calidad. Era secretaria personal de Jake y consideraba que tenía la obligación de
vestirse lo mejor posible.
Como socio principal de una prestigiosa firma, su jefe mantenía una estrecha relación con personas
influyentes. Stepha-nie pronto aprendió que el aspecto físico era algo muy importante. En los dos años
que llevaba trabajando con él, había adquirido un aire de indiferencia que alejó a aquellos clientes
masculinos que en un principio trataban de que su relación fuera más allá de la amistad.
Desde hacía mucho tiempo estaba enterada del mote que le habían puesto en otros despachos de la
oficina. La llamaban «la dama de hielo» y no le molestaba. No tenían por qué saber que ella misma había
decidido ocultarse detrás de esa imagen. Miró su reloj de pulsera. Eran las siete y veinte, él siempre era
puntual.
Cuando terminó de maquillarse retrocedió para observar el resultado.
Era demasiado tarde para arreglarse el pelo, por lo que decidió dejárselo suelto.
—Cómo quisiera ser alta y tener las piernas largas —comentó Annette cuando Stephanie entró en el
salón—. ¿Qué os ocurre a Jake y a ti? —preguntó con curiosidad—. Trabajas para él, te invita a salir, dais
la impresión de estar muy unidos y no obstante, él sale también con otras mujeres...
—Jake es mi amigo y mi jefe —respondió Stephanie. Cada vez que Annette la interrogaba sobre el tema,
se ponía a la defensiva. Sin embargo, tenía razón. Jake era su amigo, su jefe y mucho más que eso. Estaba
ligada a él de un modo que quien no hubiese vivido su experiencia, no podría
comprenderlo. Jake la conocía mejor que nadie. Fue él quien la ayudó a reconstruir su vida.
—¿No es tu amante?
—No, no es mi amante —contestó, estremeciéndose sin poder ocultarlo.
Annette frunció el ceño.
—Steph, ¿qué sucede? Es evidente que te agrada, tiene que ser así porque es un hombre muy atractivo,
sin embargo, cada vez que insinúo que puede haber algo más íntimo en vuestra relación, adoptas una
actitud muy rara.
De pronto sonó el timbre de la puerta y eso la libró de tener que contestarle. Aunque sabía que era Jake,
Stephanie mantuvo la cadena de la puerta en su sitio para asegurarse de que se trataba de él.
—¿Ya estás arreglada?
Cuando abrió la puerta por completo, Jake se echó hacia un lado para dejarla pasar. Era el único de sus
conocidos que comprendía su necesidad de guardar cierta distancia entre ellos y por supuesto, él sabía
cuál era el motivo.
Se habían conocido hacía dos años, ella había ido a su oficina para que la entrevistara. Era una de las
candidatas para el puesto de secretaria. Se entendieron en seguida.
Hacía poco que Steph había llegado a Londres. Se valía por sí misma desde los diecisiete años de edad y
por ello, a los veintiuno parecía mayor.
Jake tenía treinta años, era alto y moreno, parecía agradable, pero ella sospechaba que era bastante
peligroso, siempre se reservaba algo.
Trabajaron bien durante ese primer mes, manteniendo cierta distancia entre ellos. Desde muy joven,
Stephanie supo que atraía a los hombres y el precio que tendría que pagar por su belleza. Eran muchos los
que habían intentado excederse con ella. Creían que por el hecho de ser bonita, tendría que
corresponder a sus cumplidos y permitirles más intimidad. Quizá debido al anticuado medio ambiente en
el que la educaron, Stephanie tenía valores morales más conservadores. El matrimonio o el encontrar al
hombre ideal, rio era algo de suma importancia para ella.
Tenía un buen empleo que le agradaba mucho. Jake le comentó que sería necesario hacer algunos viajes
al extranjero, sobre todo a Florida, donde su firma poseía intereses comerciales. No hizo amistad con
ninguna de las otras chicas de la oficina. El ser la secretaria personal de Jake la colocaba en un nivel
superior de jerarquía con respecto a las otras secretarias, quienes la trataban con cierto recelo, lo cual no
le importaba. Desde pequeña aprendió a vivir en soledad y con el tiempo, llegó a preferirla. Ella nunca
hubiera pensado en compartir su apartamento con alguien. Jake la convenció para que lo hiciera. Había
noches en las que se despertaba asustada, deseando gritar, pero no podía hacerlo. El hecho de saber que
Annette se encontraba al otro lado de la pared, era lo único que le proporcionaba tranquilidad.
Tan pronto como Jake le abrió la puerta para que entrara en el coche, ella reprimió un gesto de amargura.
Le había pedido que rescindiese su contrato de trabajo. Ya no podía seguir siendo su colaboradora, se lo
había dicho, pero él se negó a aceptarlo. Soportó sus estados depresivos, en ocasiones hasta su odio y los
dos salvaron la situación. Su amistad era para ella quizá lo más importante de su vida. Le gustaba su
trabajo, y siempre podría encontrar otro. Pero nunca podría encontrar un amigo como Jake.
Y no obstante, algunos aspectos de la vida de Jake le estaban vedados, porque ella quería que así fuese.
Estaba enterada de su amistad con otras mujeres, quienes, a diferencia de ella, compartían su cama.
Sabía que alguna vez estuvo comprometido en matrimonio. Se lo comentó en uno de sus momentos depresivos, compartiendo con ella el dolor que sintió cuando
su prometida perdió la vida en un accidente automovilístico. Él era muy joven, tenía veintitrés años.
Stephanie creía que él ya no tenía planes de casarse. ¿Por qué habría de hacerlo? Era dueño de una casa
señorial en Cotswold y de un fabuloso apartamento en Londres y disfrutaba de las libertades de su vida de
soltero. Pero si llegaba a casarse... Se estremeció, no queriendo pensar en esa posibilidad.
—¿Te pasa algo? —preguntó él con amabilidad.
Jake era muy perceptivo.
—Nada.
—No estás muy comunicativa esta noche.
Parecía estar más divertido que enfadado y, como siempre, Stephanie se sorprendía de su control sobre sí
mismo. Mientras miraba por el parabrisas del coche, cruzó por su mente la idea de que Jake nunca
permitiría que nadie llegara a conocerle, y ella no iba a ser la excepción. Por lo que decían en la oficina y
lo que leía en los periódicos, se enteró de que Jake salía con varias mujeres. No obstante, cuando salía con
ella, proyectaba una imagen totalmente distinta, hasta el punto de que le era difícil imaginarse su otra
personalidad.
Se estremeció, sin darse cuenta de que Jake lo había advertido.
—¿Tienes frío? Pondré la calefacción. El otoño parece haber llegado pronto este año.
Estaban en septiembre. Stephanie tenía los brazos y las piernas ligeramente bronceados, a diferencia de
las otras chicas de la oficina, que lucían un moreno más espectacular. El apartamento tenía una terraza
pequeña, pero ni allí se atrevía a ponerse en bañador. Sabía que esa actitud había despertado la curiosidad
de muchas personas en su último viaje con Jake a Florida. Las esposas de sus socios no podían creer que
ella
no quisiera tomar el sol. Como de costumbre, Jake fue quien la ayudó a salir del apuro.
—Stephanie tiene una piel demasiado sensible y se quema con facilidad —comentó con naturalidad y el
asunto quedó olvidado.
Nadie imaginaba el motivo por el que se negaba a mostrar su cuerpo en público. El dolor físico e incluso
el miedo podrían desaparecer, pero la vergüenza era algo difícil de superar. Jake le sugirió que fuese a un
psiquiatra, pero se opuso de tal manera que nunca volvió a mencionarlo. ¿Qué podría decirle? ¿Que no
debía sentirse avergonzada? ¿Que ella no era culpable? ¿Que tampoco era la primera persona que había
sido agredida sexualmente? Sin darse cuenta, la joven gimió. Jake frenó y a pesar de la oscuridad,
Stephanie se dio cuenta de que él se volvía para mirarla.
—¿Estás bien?
—Sí...
—Me imagino que todo esto no es para tratar de eludir nuestro compromiso de esta noche —su tono de
voz seguía siendo el mismo de antes—. Sabes que James Tavener nos
espera.
James Tavener era uno de sus mejores clientes. Contrató los servicios de Jake para conseguir un
apartamento en Londres. El productor de cine norteamericano los había invitado para que le acompañaran
al estreno de su película esa noche.
—Por supuesto que no. Tengo muchas ganas de ir.
Ella sintió que Jake se ponía tenso. Se preguntó qué habría hecho para provocarle esa reacción. La última
ocasión que le notó así fue cuando al sacar un documento de un archivo muy alto casi perdió el equilibrio.
Jake extendió los brazos para sujetarla y ella se agarró a él por instinto, hasta que de pronto sintió un
miedo que la hizo temblar, por lo que se apartó de él bruscamente. Eso ocurrió seis meses antes. Jake
procuró no
tocarla otra vez. No tuvo necesidad de darle ninguna explicación, como quizá hubiera ocurrido con otra
persona. Él sabía cómo se sentía ella y el porqué.
—¿Has leído lo que dice la prensa de la película?
—No.
—Vaya...
Tuvieron que dejar el coche a cierta distancia del cine. Jake, tan cortés como siempre, iba a su lado por la
parte exterior de la acera. Había un gran movimiento en las calles de Londres esa noche. Era evidente que
muchos peatones también asistirían al estreno. Un grupo de jóvenes pasó muy cerca de Stephanie, entre la
muchedumbre. Una sensación semejante a la que experimentó cuando aprendió a nadar, se apoderó de
ella, se sentía como si luchara por respirar, hasta que la voz firme y calmada de Jake la hizo volver a la
realidad.
—¿Estás bien?
—Sí —le mintió—. ¿En dónde nos reuniremos con los Tavener?
—Iremos directamente a su palco. Habrá un comité de recepción para personalidades, en el que James
tiene que estar. Podemos entrar por aquí —añadió, señalando una pequeña puerta lateral.
Después de enseñar el pase que James Tavener le entregó, los llevaron hasta un palco desde donde se veía
perfectamente la pantalla. Sus anfitriones se reunieron con ellos media hora después. Más tarde empezó la
película.
—Observad a este joven —les indicó James Tavener—. Llegará lejos. Va a hacer que Gere sea pronto
algo del ayer. Tuvimos ciertos problemas para que algunas escenas no fuesen censuradas...
—Son estremecedoras —comentó Livy Tavener riendo en dirección a Stephanie—, al menos para mí...
Jake mostró esa fría e imperturbable sonrisa en la cual se escudaba cuando no quería manifestar sus
sentimientos. Ste-phanie trató de sonreír, aunque no deseaba hacerlo. Afortunadamente, las luces se
habían apagado y nadie se dio cuenta de su expresión, excepto Jake. Stephanie se preguntó si él ya
conocía el argumento de la película.
Las escenas de sexo ya eran muy frecuentes, pocas veces podía poner el televisor sin ver a alguien
deambulando casi desnudo. Pero en casa podía apagar el aparato, en cambio allí... Se dio cuenta de que
James Tavener se estaba dirigiendo a ella.
—Tuvimos muchos problemas con la escena de la violación. Queríamos algo realista, tratábamos de
captar la angustia de la chica para que el público aprecie lo que sucede más tarde con Blaize. Verás, esta
chica trata de evitar todo contacto posterior con cualquier hombre, luego conoce a este tipo y...
—Deja que ella se entere por sí misma, James —le interrumpió Livy Tavener—. Esta película es muy
importante para él y está loco con ella —le comentó a Stephanie—. Espera poder obtener un Osear y en
realidad lo merece. Laura Ho-ward y Blaize desempeñan sus papeles a la perfección. Las emociones entre
ellos parecen salir de la pantalla y envolverte...
Stephanie no quería escucharla. Tenía que irse de allí, se negaba a permanecer viendo la película. El
pánico volvía a invadirla. Notó que Jake la cogía de la muñeca.
—Siéntate... —le dijo en voz baja.
—Jake, no puedo ver esto... —le rogó—, sabes que...
—Sí, lo sé —la interrumpió con suavidad—. Y no puedes seguir huyendo siempre, Steph. En algún
momento tendrás que enfrentarte a tu miedo y superarlo. Esta noche puede ser el momento apropiado.
—Me trajiste aquí con esa intención —murmuró angustiada—. Tú sabías...
—Sí, lo sabía, y ahora, vuelve a sentarte a menos que quieras despertar la curiosidad de los Tavener.
Estoy seguro de que James estaría encantado de saber que está al lado de la persona más apropiada para
hacer una crítica de la actuación de Laura Howard.
Stephanie respiró profundamente. Jake siempre había sido muy considerado con ella, desde aquella noche
que la llevó a su apartamento, después de salvarla de sus agresores. En varias ocasiones trató de volver a
hablar de lo que la había ocurrido, cada vez con menor frecuencia; sin embargo, Stephanie siempre
intentaba apartarse del tema, reaccionando de una forma tan negativa que él al final prefirió olvidarlo.
—Jake, por favor, no puedo quedarme aquí y ver esto... —le rogó angustiada—. ¡Por favor!...
—Stephanie, ya han pasado casi dos años —comentó con tranquilidad— y las cosas no mejoran, de hecho
se agravan.
—¡No!
—¿No? Entonces dime con cuántos hombres has salido en estos dos años, a cuántos les has permitido que
te besen o que te toquen. Yo puedo decirte a cuántos —le indicó al verla que permanecía inmóvil y sin
poder contestarle—. A ninguno. ¿Crees que no lo sé, Steph? No tengo más que ver cómo te apartas de mí
si te rozo. Me veo obligado a mantenerme lejos de ti. Escúchame, sé lo que te ocurrió...
—No me ocurrió nada —le dijo.
De todas las personas, Jake era el que se volvía contra ella, inesperadamente. No podía creerlo, ni
soportar el dolor que sentía.
—Fuiste asaltada —la recordó Jake—, casi violada de la forma más brutal e imperdonable por un grupo
de maleantes que deliberadamente esperaban para agredirte, y hubieran conseguido su deseo si no te
hubiese oído gritar —se interrumpió al verla taparse los oídos.
—¡No!... no, me prometiste que nunca hablaríamos de eso, Jake...
—¿No os interesa la película? —preguntó James Tavener.
Stephanie se apoyó en el respaldo de su silla, negándose a volver la vista hacia Jake; estaba temblando.
Aun en ese momento no podía creer lo ocurrido. Ella trató de prestar atención. Observaba a Laura
Howard revivir una réplica exacta de lo que le había ocurrido, la única diferencia estribaba en que en su
caso los atacantes eran un grupo de jóvenes que cogían el mismo autobús que ella por las noches. Casi
siempre hacían comentarios mientras esperaban, atormentándola con su presencia.
Una noche que tuvo que quedarse a trabajar hasta tarde, al salir de un callejón que llevaba a la parte
posterior del edificio de la oficina, se dio cuenta de que la estaban esperando. Era diciembre y hacía
mucho frío. Llevaba botas y un abrigo grueso. Nunca descubrió cómo se habían enterado de donde
trabajaba. Jake suponía que la habían seguido.
Apenas tuvo tiempo de gritar cuando la atacaron. Todavía ahora, tenía pesadillas de esos momentos, antes
de que Jake llegara en su ayuda. Si no se hubiera encontrado en la escalera, si ella no hubiera gritado en
ese instante... Los asaltantes parecían salir de todas partes, tirando de sus ropas, gritándole obscenidades y
riendo de una forma humillante.
La inesperada aparición de Jake le dio ventaja sobre ellos y logró dispersarlos, no antes de que ella
recibiera un terrible golpe en el rostro y de que casi fuera desnudada. Mientras Jake la metía en el coche y
la llevaba a su apartamento no podía olvidar lo ocurrido. Musitaba incoherencias por la impresión y el
miedo, retrayéndose como un animal herido cuando trató de acercarse a ella. Al final perdió el
conocimiento sin poder distinguir a Jake de sus agresores.
Cuando volvió en sí, se encontraba en el baño de Jake.
Nunca había estado allí y le resultaba extraña esa habitación. Se estremeció al descubrir que él le había
quitado la ropa desgarrada.
—Stephanie, estás a salvo. Estoy tratando de limpiarte las heridas, luego te daré una copa de brandy y
después te irás a descansar. Si lo deseas, llamaré a un médico, y mañana iremos a la policía.
—No, a la policía no —le suplicó aterrorizada.
Había tanta publicidad adversa, referente a la manera en que la policía atendía los casos de violación, que
consideraba imposible poder soportar la humillación a la que habían sometido a otras mujeres.
—¡Stephanie!...
—¡No!... por favor...
Jake cedió finalmente a sus deseos y ella permaneció en su apartamento durante tres noches, asustándose
cada vez que oía un ruido extraño. Él se mantenía a su lado y al tercer día le pidió que le hablara de lo que
le había sucedido. Lloró y protestó, odiándole por hacerle revivir tan malos momentos. Era la primera vez
que se permitía volver a pensar en el incidente.
Se recuperó poco a poco, al menos así parecía exterior-mente. Sólo ella y Jake sabían que
psicológicamente nunca se recuperaría. Cuando soñaba, veía manos que le rompían la ropa. Con Jake se
sentía a salvo porque sabía que él no tenía ningún interés físico en ella. Él sabía lo que le había ocurrido,
aunque no comprendía ese sentimiento de culpa, ese odioso y destructivo sentimiento del que de alguna
forma ella se consideraba responsable, ya que en cierto modo los había hecho creer que quería que la
violaran. A partir de ese momento tuvo cuidado de que nadie pudiera acusarla de incitar a un hombre.
Sabía que Annette mostraba curiosidad sobre sus vínculos con Jake, hacia el cual ella aceptaba sentirse
atraída. Stephanie también se dio cuenta de que su amiga no le creyó cuando
le dijo que su relación con él era únicamente de amistad. La idea de que un hombre la acariciara la hacía
sentirse muy mal.
—Ahora... ¡fíjate en esta escena!...
Stephanie volvió a la realidad al oír la voz de James Tavener.
Se estremeció al darse cuenta de que esa era la escena de la que James le había hablado antes. No quería
ver lo que ocurría, pero su mirada parecía estar fija en la pantalla contra su voluntad. Blaize Dartfort era
tan moreno como Jake y más o menos de la misma edad. Incluso su voz parecía tener el mismo timbre.
En el estado emocional que se encontraba, Stephanie llegó a pensar que era Jake el que actuaba en la pantalla, que era él el que acariciaba a la chica que estaba con él en la cama. Stephanie intentaba borrar la
ilusión, pero no lograba hacerlo.
Laura Howard había ensayado bien la escena y nadie que la viera dudaría de su angustia e inseguridad,
sin embargo, a diferencia de Steph, Laura sí deseaba sentirse poseída y a la vez, sobreponerse a sus
temores, mientras que a ella le aterrorizaba mantener relaciones íntimas. Al fin logró cerrar los ojos para
no ver las últimas escenas de la película.
Los Tavener insistieron en que los acompañaran a cenar y mientras esperaban que les sirvieran la cena,
James se volvió hacia Jake con una sonrisa maliciosa.
—Estoy seguro de que no había una sola mujer en la sala esta noche que no quisiera ocupar el lugar de
Laura...
—Stephanie —la desafió Jake—, ¿estás de acuerdo con esa declaración?
¿Qué podía decir? El estar de acuerdo significaría que deseaba ser Laura, que quería que le hicieran el
amor, no Blaize, sino Jake, ya que era su rostro el que ella veía en la pantalla y sus manos las que
acariciaban el cuerpo de su compañera.
—Probablemente Stephanie ha sido una de las pocas mujeres que esta noche no ha sido conquistada por
Blaize —interrumpió Livy Tavener, sonriendo—. Para mí, Jake es mucho más atractivo que Blaize.
—Muchas gracias, señora —replicó Jake sin inmutarse.
—Jake y yo somos amigos, nada más —señaló Stephanie ruborizada, al ver la mirada de James
Tavener—. ¿No es así, Jake?
—Yo nunca contradigo a una dama —afirmó Jake.
La miraba con seriedad y Steph se sobresaltó, ya que nunca la había mirado así. Le pareció que de pronto
se levantaba una barrera entre ellos y que todo lo que hasta ese momento había considerado seguro y
familiar, desaparecía. ¿Qué había ocurrido entre ellos? ¿Por qué habría decidido Jake revivir el pasado esa
noche? Su intuición le decía que no era por la similitud de su caso con la película. En ese momento
recordó que Jake le preguntó si había leído lo que decía la prensa de la película. Estaba seguro de que ella
no lo había hecho, ya que de haber sido así, nunca habría aceptado acompañarle. ¿Qué le quería dar a
entender? ¿Que ya estaba cansado de su amistad, del apoyo que él representaba, de su necesidad de usarle
como una barrera detrás de la cual se ocultaba de todos los hombres? De repente sintió mucho miedo,
miedo de quedarse sola, de perder la amistad de Jake y sobre todo, de la fría amenaza que advirtió en sus
ojos.
CAPÍTULO2
LA CENA duró tanto tiempo que Stephanie se sentía cada vez peor. Los Tavener estaban muy contentos
y James se desvivía por atenderla.
—No hay nada como terminar una velada de forma apropiada —le aseguró y pidió otra botella de
champán—. ¿No te parece? —se sorprendió al ver que no aceptaba otra copa—. Jake, ¿por qué no vais a
bailar vosotros dos?
Jake estaba charlando con Livy Tavener, pero dirigió la vista a Stephanie, frunciendo el ceño.
—No, creo que no —añadió Stephanie, estremeciéndose al observar la fría mirada de Jake.
¿Qué había hecho para merecer esa mirada? Él sabía cuánto aborrecería que la provocaran y una de las
cosas que más apreciaba de su trato era el cuidado con que él siempre evitaba tocarla.
A Stephanie le pareció que habían pasado horas antes de que los demás quisieran marcharse. No tenía que
levantarse temprano para ir a trabajar a la mañana siguiente y no había motivo para que no pudiera
trasnochar. Además, no tenía sueño, estaba demasiado alterada, pero quería estar sola en su apartamento,
y deseaba que Annette hubiera salido.
Al fin se despidieron. En silencio, acompañó a Jake hasta donde habían dejado el coche. Con anterioridad
había habido períodos de silencio entre ellos, lapsos alentadores y confortantes, cuando su amistad hacía
innecesarias esas charlas insustanciales. Ahora se trataba de un silencio diferente. Stephanie se estremeció. ¿Qué ocurría entre ellos? No
hubo ninguna señal de lo que les sucedería cuando él regresó de Estados Unidos a principios de la
semana. Estuvo fuera dos semanas, en esa ocasión no le acompañó porque tenía una infección intestinal
que la alejó de la oficina. Parecía estar bien cuando fue al aeropuerto a recibirle.
En ese momento recordó el incidente que tuvo lugar cuando ella se adelantó para ayudarle a llevar una
maleta. Sus dedos se rozaron y Jake reaccionó como si le hubiese picado una avispa. En ese momento
pensó que se apartaba como deferencia hacia ella, aunque su respuesta había sido más exagerada que de
costumbre. Recordaba que su mirada era extraña; en el viaje guardó silencio, pero lo atribuyó a que había
mucho tráfico, tal vez también estaba cansado por el cambio de horarios.
En ese preciso instante se acordó del comentario malintencionado de una de sus antiguas novias la
navidad anterior. Susy Waldron había estado saliendo con Jake durante seis semanas. Stephanie nunca se
imaginó el enfrentamiento que se provocó una tarde, cuando Jake tuvo que cancelar una cita con Susy debido a un inesperado viaje de negocios.
La chica se presentó en la oficina un poco alterada, exigiendo verle y cuando Stephanie le dijo que no
estaba allí, Susy se negó a marcharse.
—Ya sé todo lo que hay entre vosotros —comentó furiosa, haciendo que Stephanie se quedara muy
sorprendida—, sé todo acerca de tu amistad con Jake, pero eso no durará siempre. Jake no es de los que se
conforman con una relación platónica y menos con una mujer tan aburrida como tú. Por algún motivo,
todavía le interesas, pero pronto se cansará de ti. Como acabo de decirte, Jake es un hombre muy sensual
y no tienes suficiente experiencia para comprenderlo.
Al fin, Stephanie logró convencerla de que se marchase. No dio ninguna importancia a los comentarios.
¿Cómo podía una mujer como ella comprender la relación tan especial que tenía con Jake? Se daba cuenta
de que ella había mostrado abiertamente su indiferencia hacia la chica, y actuaba de la misma forma con
todas las amigas de Jake. Nunca se había preguntado por qué Jake siempre elegía a mujeres poco
inteligentes y muy atractivas. Stephanie tenía la impresión de que la prometida de Jake había sido
atractiva e inteligente. Se sentía tan afectado por su desaparición que no deseaba volver a comprometerse.
Él perdió a la mujer a la que amaba y ella la confianza en los hombres, pero consideró que su amistad
estaba construida sobre bases tan firmes y sólidas que nada podría alterar su estabilidad. ¿Se habría
equivocado?
Aprovechó la oscuridad del coche para observar a Jake. Se preguntó cuándo había nacido ese frío
distanciamiento que percibió de forma creciente esa noche. ¿Habría encontrado Jake al fin a alguien que a
la vez fuera amiga y amante? ¿Era esa la razón de su comportamiento? ¿Sería cierto? ¿Sería cierto que no
deseaba que Jake encontrase la felicidad con otra mujer? Dejó de hacerse preguntas al darse cuenta de que
no se dirigían a su apartamento, sino al de Jake.
—No me dirás que vamos a trabajar esta noche —se burló.
No era extraño que Jake le pidiese que trabajaran hasta tarde, o que incluso la llamara por teléfono un fin
de semana para pedirle que fuese a ayudarle. Esas sesiones de trabajo improvisadas terminaban casi
siempre con una cena íntima en su apartamento y una velada tranquila escuchando música.
Jake no le respondió y Stephanie sintió que su ansiedad volvía, al ver que entraba en el garaje subterráneo
del edificio donde vivía. Subieron en el ascensor hasta el apartamento.
Siempre que iba allí, Stephanie recordaba la primera vez que estuvo en aquel lugar, cuando recobró el
conocimiento en
el cuarto de baño, mientras él le quitaba la ropa para curarle las heridas.
Un recibidor daba paso al confortable salón. A Stephanie le encantaba el apartamento de Jake. A pesar de
que vivía solo, su casa siempre estaba arreglada y recogida. —¿Quieres beber algo?
Ella negó con la cabeza y vio que Jake se dirigía a donde estaban las bebidas, se sorprendió al verle
servirse una copa. No solía beber y esa noche había tomado vino con la cena, luego champán y brandy.
—No me mires así. No voy a violarte. Como siempre, se estremeció al oír esa palabra. Se sorprendió de
que la usase, ya que sabía lo mucho que la afectaba. —¿Por qué no quisiste bailar conmigo? —preguntó
él de pronto a la vez que se acercaba hacia ella—. ¿Por qué, Stephanie? ¿Qué crees que puede pasarte si te
toco?
Se estremeció. La habían querido violar y nunca podría olvidar lo que la había sucedido.
—Han pasado dos malditos años y sigues teniendo tanto miedo de que alguien te toque como si todavía
fuese la noche que te traje aquí.
—Eso no es cierto —de alguna manera tenía que expresar su dolida protesta y se volvió hacia otra parte,
para que él no pudiese ver que tenía los ojos llenos de lágrimas.
—¿No lo es? —sus dedos, apretados en la muñeca de Steph, la obligaron a mirarle.
¿Por qué nunca se había dado cuenta de su fuerte y atractiva personalidad?
—No gritas cuando me acerco a ti, pero interiormente me tienes miedo, Stephanie, lo sé, te conozco muy
bien. —No... no. Estás equivocado.
Él tenía razón, pero sentía la necesidad de negar sus acusaciones. —¿Tú crees?
Obligó a Stephanie a acercarse a él. Stephanie se puso muy tensa, pero la fuerte presión del brazo de Jake
la obligó a ir hacia adelante, hasta que sólo hubo una distancia mínima entre ellos.
Ella quería suplicarle que la soltara, pero algo más fuerte que sus instintos la obligó a permanecer
inmóvil.
—Estás actuando muy bien para demostrar que no me aborreces, pero los dos sabemos la verdad.
Stephanie tuvo que levantar la cabeza para mirarle a los ojos, su mirada era fría, su expresión era de
amargura.
—Jake, por favor, ¿por qué me haces esto? —preguntó en voz muy baja—. ¿Qué he hecho?
—Nada, Stephanie —respondió—, nada en absoluto. Ese es el problema —añadió—, no has hecho nada
para sobreponerte y superarlo. ¿Por qué tendría que obligarte con amenazas a tocarme como si lo hicieses
por decisión propia? —preguntó con amargura—. Hace dos años que nos conocemos, dos años en los
cuales no te he puesto ni un dedo encima y no obstante, aun en estos momentos tratas de apartarte de mí
como si fuese un violador.
—¡Jake, por favor!...
—¡Jake, por favor!... —la imitó—. ¿Por favor, qué? ¿Por favor no me toques? ¿Por favor no dejes que tu
cuerpo se acerque al mío?
—Jake, ¿por qué te comportas así?
—¿Por qué en lugar de ello no te preguntas a ti misma la razón por la que eres así? Te apartas de mí por
el simple hecho de que te haga esto —con una mano le rozó la espalda.
Ella trató de apartarse, pero no lo consiguió. Se había dado cuenta de que el corazón de Jake latía muy
rápidamente. La sensación era tan inesperada y extraña que, durante un instante, se quedó quieta. Estaba
demasiado confusa para poder pensar.
—¿Qué sucede, Steph? —la incitó Jake—. ¿Te sorprende el hecho de que a diferencia de ti, yo no sea de
piedra?
—Jake, ¿por qué te comportas así? Pensaba que éramos amigos.
—¡Amigos!... —la soltó—. Sí, pero bajo tus condiciones, ¿no? Dime, ¿qué clase de amistad puede haber
si no existe confianza?
—¡Yo confío en ti!
—¿De verdad? —la observaba con una expresión dura y enigmática—. Entonces demuéstramelo —
añadió en voz baja—. Ven y dame un beso.
—No puedo hacerlo.
—Entonces seré yo quien te bese —comentó con tranquilidad, acercándose a ella—. Recuérdalo,
Stephanie —le indicó mientras la cogía de los hombros—, dijiste que confiabas en mí.
Stephanie gimió, mientras Jake deslizaba las manos hasta su espalda, acercando su cuerpo al de ella.
Stephanie pudo haberse soltado, sabía que Jake no la estaba forzando a que estuviera junto a él, pero sus
ojos parecían tenerla hipnotizada, impidiéndole que se resistiera.
Nunca, en esos dos años, Jake se había comportado de esa forma; no podía creer lo que estaba ocurriendo.
Parecía un hombre que había sido privado durante demasiado tiempo de lo que anhelaba. Ella se dio
cuenta de ello y le repudió, Jake podía mantener relaciones sexuales con otras mujeres. ¿Entonces por qué
la provocaba?
Ella percibía el intenso aroma de su colonia y sentía el calor de su cuerpo. Su corazón latía más deprisa de
lo que era normal. Jake la acarició y ella le miró a los ojos.
—Tus ojos son ahora de color esmeralda —murmuró él—, siempre se vuelven verdes cuando estás
alterada.
Stephanie trató de separarse de Jake, luego cerró los ojos, se puso tensa y le obligó a besarla, si esa era su
intención, así
pondría fin a su tormento. Involuntariamente había cerrado las manos mientras que Jake le hablaba al
oído:
—Se supone que debes corresponder, no cerrar los puños. Relájate, todo lo que voy a hacer es besarte,
Stephanie...
—No puedo.
Quería llorar, no de miedo, sino de asombro y dolor. ¿Por qué Jake, la única persona que ella consideraba
que comprendía sus sentimientos, se comportaba de esa manera? Se había convertido en un desconocido,
ya no era el hombre a quien ella llamaba su amigo.
—Entonces tendré que ayudarte —inclinó la cabeza y Stephanie cerró los ojos, para que él la besara.
Podía sentir el calor de la mano de Jake que se extendía en la parte posterior de su cabeza y se estremeció,
nerviosa, cuando le acarició con suavidad la oreja.
—Jake, por favor no hagas eso... —su súplica era cortante y brusca, sus labios rígidos apenas pudieron
pronunciar las palabras.
—Abre la boca, Steph, para que pueda besarte como es debido.
Stephanie sabía que nada podría obligarla a obedecer. Extrañamente, su miedo de que al estar en brazos
de Jake volverían a surgir todos los recuerdos del ataque, era infundado.
Estaba asustada, casi aterrorizada, pero el temor se debía, sobre todo, a que no podía comprender el
cambio de actitud de Jake, no a la confusión provocada por las caricias de él. Pero lo más grave de todo
era que una vez que él la besara quizás le perdería como amigo. Se preguntaba por qué quería besarla.
Aun antes de que la asaltaran, siempre fue retraída con los hombres. Además, no podía competir con las
mujeres con las que Jake solía salir.
Apretó los labios para impedir que le temblaran y gritó cuando la lengua de Jake le rozó su boca. Un
torbellino de sensaciones
la recorrían. La tensión cedía, se relajaba con las caricias de la lengua de Jake, de tal forma que hacía lo
que él quería. Sin pensarlo abrió los ojos para mirar a Jake, entonces se dio cuenta de que era real lo que
le estaba ocurriendo, que su cuerpo temblaba como respuesta a las caricias de Jake, que respondía,
permitiéndole besarla con una intimidad que no recordaba haber compartido con nadie.
De pronto, fue como si sus sentidos se abrieran a la vida.
Debió haber protestado sin darse cuenta porque de repente y sin esperarlo, se sintió libre, Jake se
encontraba a un metro de distancia de ella, contemplándola con expresión de desdén y enfado. El temor y
la desesperación la embargaban. Era como si hubiese estado anestesiada contra el dolor y de pronto
volviera a la vida. No estaba segura de que la sensación le agradara. Era consciente de cuánto dependía de
Jake. «Si me deja no sé lo que voy a hacer»...
—Vamos, es mejor que te lleve a casa —las bruscas palabras de él interrumpieron sus pensamientos.
—Jake... —empezó titubeante, pero él volvió a interrumpirla.
—Será mejor que no hablemos en este momento. Si lo que buscas es una explicación, digamos que se
trató de un experimento que salió mal.
Stephanie estaba demasiado abrumada por la violencia de sus propias emociones. Guardó silencio
mientras él la llevaba a casa. Cuando se les hacía tarde, solía quedarse en su apartamento, pero esa noche
Jake no lo sugirió. Se preguntó si estaría cansándose de ella como alguna vez insinuó Susy. Toda la
inseguridad que sintió después de ser atacada volvió a surgir y se alegró de poder escapar de la presencia
de Jake, cuando al fin la dejó delante de su casa.
Durmió muy mal esa noche y se despertó con dolor de cabeza. Ya eran más de las diez.
—Vaya, vaya, debió ser una noche agitada la de ayer —comentó Annette cuando al fin se levantó—. No
es normal que duermas hasta tan tarde.
—Estaba muy cansada —le mintió Stephanie.
Se miró al espejo antes de dirigirse a la cocina y vio que tenía muy mala cara.
De alguna forma, logró animarse ese fin de semana, se mantuvo ocupada revisando su ropa de invierno.
Su trabajo le exigía vestir bien. Al contemplar los vestidos y blusas que se había comprado el invierno
anterior, no se sintió satisfecha. Annette; que tampoco tenía nada que hacer ese fin de semana, estaba con
ella.
—¡Dios mío! —exclamó examinando todas las prendas—. Todo esto parece una colección de uniformes.
Si yo tuviera un cuerpo como el tuyo, no usaría ropa tan clásica. ¿Por qué no te decides por una vez en tu
vida y te compras algo más moderno?
—¿Como qué? —preguntó Stephanie.
Annette usaba ropa llamativa, a veces hasta atrevida, ropa que Stephanie nunca se pondría. Quizá su ropa
era clásica, pero de esa forma nadie podría acusarla de provocar a los hombres.
—Como esto, por ejemplo —exclamó Annette, enseñándole una revista que estaba hojeando—. Todavía
faltan dos horas para que cierren las tiendas. Ya deben haber recibido la colección de esta temporada y no
me digas que no puedes permitirte ese lujo, con el sueldo que me imagino que Jake te paga...
Stephanie no la escuchaba, leyó el comentario que había al pie de la fotografía:
Susy Waldron presenta la nueva colección de otoño de Gal-man en la mansión de Dale Mather, de
Florida. Otro de los invitados que acompaña a Susy es Jake Lorrimer. Al preguntársele
acerca de su romance con él, Susy se negó a hacer comentario alguno, pero la pareja fue vista cogida del
brazo, paseando por los jardines de la casa de Dale Mather casi todas las noches durante su visita.
—Stephanie, ¿qué te ocurre? ¿Qué piensas de este vestido? Ya te imagino con él puesto.
El vestido era de lana de angora negra, pero Stephanie no le prestaba atención.
Jake y Susy estaban juntos. Se preguntó si era ese el motivo por el cual la había besado a ella, porque él y
Susy estaban separados, porque sabía que Susy no sentía agrado por ella. Jake era un hombre muy
apasionado, hasta el punto de que tal vez se había visto obligado a sacrificar su amistad por Susy. Quizá
fue ella la que le exigió que Stephanie fuese apartada de la vida de Jake.
Stephanie se sentía como si de pronto la vida la hubiese dejado a la deriva en aguas desconocidas y
peligrosas.
Para distraerse, se fue de compras con Annette. Fueron a la tienda que vendía la ropa que aparecía en la
revista y ante la insistencia de Annette, Stephanie se probó el vestido de angora negro.
—¡Maravilloso! —exclamó Annette cuando su amiga se lo puso—. Te sienta mejor que a la modelo. El
negro te queda muy bien. ¿Y qué te parece éste? —le enseñó una falda de ante de color verde y un
chaleco de lana que hacía juego.
Stephanie miró atónita a Annette.
—¡Yo nunca me pondría nada como eso! —exclamó enfadada.
—Las faldas de ante están de moda esta temporada —insistió Annette—. Al menos pruébatela, el chaleco
es precioso. Si no estuviese ahorrando para mi boda, me compraría uno.
Stephanie se puso el chaleco. Tenía que reconocer que era muy bonito. La suave lana acariciaba su piel.
Empezó a sentir calor y se preguntó si la sensación le agradaba.
No sabía qué era lo que la estaba pasando. Nunca se había permitido ni siquiera pensar en acariciar a
Jake; ni cuando estaba más relajada se había imaginado su cuerpo desnudo y ahora... Debía7 ser el
espacio tan reducido lo que la hacía sentir calor.
Se dejó convencer por Annette de que comprase no sólo la falda de ante y el chaleco, sino una blusa que
hacía juego y el vestido de angora negro; además de un vestido de noche muy ajustado, que tenía un gran
escote en la espalda. No estaba segura de cuándo podría usar ese vestido tan provocativo.
—Te lo puedes poner cuando vayas a alguna de esas cenas de negocios con Jake, por supuesto —comentó
Annette cuando se dirigían hacia las escaleras mecánicas—. Vamos —añadió—. Me está gustando este
papel de hada madrina. No voy a dejarte regresar al apartamento hasta que te compres ropa interior nueva
y unos zapatos...
—¿Ropa interior? Pero...
—La necesitarás para el vestido nuevo —le recordó—. Tiene mucho escote en la espalda, por lo que
tendrás que comprarte un sujetador apropiado, a no ser que quieras ir sin él.
Stephanie la miró con desprecio.
—¿Por qué me miras así? —sonrió Annette—. Me encantaría tener un cuerpo como el tuyo. No sabes la
suerte que tienes. Es una pena que ya no se lleven los jerséis ajustados, me encantaría ver la expresión de
tu jefe si aparecieras en la oficina con uno puesto —se rió al imaginar la expresión de Stephanie.
Se dirigieron al departamento de lencería.
Para variar, Annette empezó a hablar antes de que Stephanie pudiese decir lo que necesitaba.
—¿Qué les parece éste? —la dependienta les enseñó un sujetador de seda de color gris pálido.
—Es precioso Steph, ¿no te parece? —respondió Annette
complacida—. ¡Además, mira esto! —levantó la prenda para que Stephanie pudiese ver los adornos de
encaje que tenía en la parte superior—. Pruébatelo y llévate el vestido para ver qué tal te sienta.
Sacaron el vestido para enseñárselo a la vendedora. Cuando Stephanie pasó a su lado para ir a los
probadores, Annette murmuró con picardía:
—Vas a ser la admiración de todos la próxima vez que vayas a una cena con tu jefe. No creo que podáis
cerrar ningún negocio. Los hombres se preguntarán si llevas algo debajo o no, su temperatura se elevaría
hasta el cielo si llegaran a averiguarlo —añadió con malicia.
La prenda era demasiado atrevida para su gusto, sin embargo le quedaba muy bien con ese vestido y al
final se la compró.
De regreso a casa, Annette no podía ocultar la satisfacción que sentía.
—Hace meses que trato de que te deshagas de la ropa que sueles usar —reconoció mientras preparaban la
cena—, ¡vaya sujetador! —exclamó con una amplia sonrisa—. Siempre me he sentido fascinada por la
ropa interior, me encanta el roce de la seda y el satén en mi piel. Me hacen sentirme bien, bueno, ya me
entiendes. Es la única de mis extravagancias que Ro-ger acepta —se rió a carcajadas al ver la expresión
de asombro de Stephanie. Ésta se preguntó si Susy Waldron usaría ropa interior de seda y encaje y si Jake
disfrutaría tocándola antes de acariciarla a ella.
Se estremeció al darse cuenta de que estaba pensando en esas cosas. Su vida había cambiado
inesperadamente y desconocía qué ocurriría; todo lo que sabía era que temía los cambios que presagiaba y
que si estuviera en sus manos, volvería a la seguridad de una amistad con Jake que no fuera más allá. ¿Por
qué se había producido ese cambio? Esa era una pregunta para la cual no tenía respuesta.
CAPÍTULO3
CUANDO Stephanie fue a trabajar el lunes, sentía un leve malestar en el estómago. Había pasado todo el
fin de semana recordando la escena del apartamento de Jake, la forma en que le habló y cómo la había
besado.
Miró su agenda y vio que Jake tenía una cita a primera hora con el dentista. Se sintió desalentada mientras
clasificaba la correspondencia. Jake detestaba ir al dentista y era muy probable que llegara a la oficina de
mal humor.
Atendió varias llamadas telefónicas, incluyendo la de un posible vendedor de su casa, que quería que Jake
fuese a valorar lo que prometía ser una propiedad interesante en la ribera del Támesis.
Estaba sentada frente a la máquina de escribir cuando Jake llegó al fin. Tenía una mejilla inflamada y
parecía estar enfadado. Su enfado fue aún mayor al ver a Stephanie.
Ella se preguntó qué estaría tramando él, mientras sonreía. Jake la observaba meticulosamente de pies a
cabeza. Había algo en él esa mañana que la hacía ponerse en guardia. Tenía razón al temer ese encuentro.
Las cosas habían cambiado mucho entre ellos.
—¿Algún recado para mí? —preguntó Jake mientras pasaba a su despacho.
En. situaciones normales, su estado de ánimo no la habría molestado, pero por algún extraño motivo, se
puso furiosa, no por la brusquedad de su pregunta, sino porque él la había mirado
con detenimiento al pasar a su lado. Nunca, ni siquiera con la mirada, Jake le había indicado que tuviera
interés en ella, pero esa mañana... El timbre del teléfono la hizo volver a la realidad.
Uno de los socios de la empresa quería una reunión urgente con Jake. Stephanie trató de olvidar por un
momento sus sentimientos.
La reunión mantuvo a Jake ausente de la oficina hasta que ella estaba a punto de salir a comer. Él regresó
cuando Stephanie se estaba poniendo el abrigo. En tono imperativo le indicó que esperase.
La puerta que había entre los dos despachos estaba entreabierta y mientras esperaba, Stephanie lo oyó
coger el teléfono y marcar un número.
Segundos más tarde, se quedó paralizada al oír con quién estaba hablando.
—¿Susy? Me temo que esta noche no podré asistir a nuestra cita.
Comprendiendo que era algo privado, Stephanie se dirigió a su propio escritorio. ¿Por qué su relación con
Susy Waldron la alteraba tanto?
—Siento haberte hecho esperar —le dijo Jake cuando terminó de hablar—. Tengo que ir a ver esa
propiedad en el Támesis esta tarde y quiero que vengas conmigo. Parece muy prometedora. ¿Podrás
comer en media hora?
No era la primera vez que Jake le hacía una solicitud similar. Casi siempre, cuando estaban muy
atareados, ella salía a comprar bocadillos para los dos y seguían trabajando, sin embargo en esta ocasión,
por algún motivo, ella no quiso sugerir esa solución.
—¡La tranquila y serena Stephanie! —exclamó Jake—. Te gusta hacer creer a todos que nadie puede
traspasar tu barrera, ¿verdad? Has puesto anuncios que prohiben el paso a tu alrededor, pero los dos
sabemos que...
Ella temió que él empezara a hablarle de lo ocurrido el viernes por la noche y eso era algo que ella no
podría tolerar. —Esta es mi hora de comer, Jake —le interrumpió—. Me has dado media hora, será mejor
que me marche...
—Más vale una retirada a tiempo que luchar continuamente, ¿no? —se burló él al ver que ella se volvía—
. ¿Qué es lo que te da tanto miedo?
En realidad temía perder su amistad, quedarse sola, pero las palabras resultaban demasiado dolorosas para
pronunciarlas y en lugar de hacerlo, salió de la oficina antes que él se diese cuenta de que estaba
temblando.
Ya en ocasiones anteriores le había visto ser brusco y sarcástico, pero nunca le notó tan cortante y con
intenciones de hacer daño, se sentía desolada y no lograba comprender cuál era el motivo de ello.
Cuando volvió, oyó ruido en el despacho de Jake y llamó a la puerta antes de entrar. Él estaba de espaldas
a ella mirando por la ventana. Se había quitado la chaqueta y la fina camisa de, algodón que llevaba se le
pegaba al cuerpo.
«¿Qué me pasa?», se preguntó angustiada. Había visto a Jake en incontables ocasiones sin chaqueta,
incluso en una ocasión llegó a su apartamento y le encontró a medio vestir y sin embargo, no recordaba
haber reaccionado como en ese momento.
Su cuerpo temblaba y se sentía acalorada. Deseaba acercarse a él y acariciarle la espalda. Jake se volvió
con rapidez, sorprendiéndola. —¿Sucede algo?
Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para aparentar tranquilidad.
—No... no, todo va bien. ¿A qué hora querías que nos
fuéramos?
Mientras seguía a Jake hasta el aparcamiento, se dio cuenta
de lo que ocurría. Por vez primera desde que se hicieron amigos, ella le estaba mintiendo al tratar de
ocultarle sus sentimientos y ella misma apenas podía comprender sus reacciones. Todo lo que podía hacer
era aceptar que eran provocadas por la actitud de él.
—Estás muy callada. ¿Te molesta algo? —preguntó Jake con tono burlón cuando entraron en el coche.
—¿Que si me molesta algo?
Por un instante, le miró extrañada y de pronto se ruborizó al oír que decía:
—¿Recuerdas lo ocurrido el viernes por la noche? No es raro que una mujer se enfade cuando se le
desafía.
—¿Es eso lo que hacías? ¿Desafiarme? Tonta dé mí, pensé que se trataba de una terapia... Susy está en
Londres —comentó tratando de aparentar alegría al notar el silencio que habían provocado sus palabras
anteriores—. Vi su fotografía en la revista New York.
—Así es, ha venido a trabajar para Vogue —añadió él—. Creo que debemos girar a la izquierda.
Stephanie consultó sus notas y asintió. Quizá era ridículo imaginarse que las cosas habían cambiado entre
ella y Jake, pero no podía pensar en otra cosa.
La casa era tan bonita como había imaginado. Estaba rodeada por un enorme jardín. Había sido
construida en la segunda década del siglo. Su dueño les comentó mientras les enseñaba todo, que por
asunto de negocios debían irse a vivir a Estados Unidos.
—Mi esposa no está muy complacida —reconoció apesadumbrado—. Le encanta esta casa, la compramos
poco después de casarnos con una herencia que recibí.
—Es un lugar precioso —dijo Jake—, no será difícil venderlo. Uno de los inconvenientes es que no tiene
más que un cuarto de baño, pero no será difícil hacer una remodelación.
La cocina, también, era un poco anticuada, pero a Ste-phanie le fascinaron las amplias dimensiones del
salón, desde donde se veía el jardín posterior. Apesadumbrada, salió de la casa, volviendo la vista hacia
atrás para verla por última vez cuando se alejaron.
—No tendremos ningún problema para vender esa propiedad —dijo Jake mientras conducía—. ¿Qué te
ha parecido?
—Me ha encantado, es la casa ideal para una familia.
—¡Vaya!... —por algún motivo, su comentario le sorprendió.
—Jake... —pronunció su nombre con inseguridad, impulsada por una necesidad que iba más allá de su
natural reserva—. Jake... ¿seguimos siendo amigos? —preguntó en voz baja, sin atreverse a mirarle a la
cara—, ¿después de lo ocurrido el viernes pasado?
—¿Tanto significa para ti nuestra amistad?
Parecía estarse divirtiendo y Stephanie tuvo que respirar profundamente para relajarse.
—Sí —afirmó con sinceridad—, de lo contrario, no te lo habría preguntado. No puedo comprender qué es
lo que ha ocurrido entre nosotros, todo marchaba muy bien y de pronto, el viernes...
—El viernes por la noche te besé y por ello me convertí en un enemigo en potencia. ¿Así es como ves las
cosas, Steph?
—Yo...
—Ninguna relación puede durar eternamente.
—No, me imagino que debes haber echado mucho de menos a Susy... —se obligó a pronunciar esas
palabras con dureza, rogando que él no lograse interpretarlas como lo que eran: simples mentiras.
No comprendía nada, ni por qué la había tratado de esa forma, ni por qué había cambiado. Siempre había
intentado evitar que sus asuntos interfirieran en su relación.
—¿Tú crees? ¿Cómo puedes saberlo? —le preguntó en un tono de voz tan fuerte que la hizo olvidar su
pena—. ¿Cómo estás tan segura, cuando según tus propias palabras no puedes experimentar un deseo
físico? ¿O es que me has estado mintiendo, Stephanie? ¿Puedes hacerlo?
—Jake, por favor. No quiero que discutamos, siento haber hecho que te enfadaras. ¿Por qué no nos
olvidamos de lo ocurrido el viernes? Ven a cenar a casa una de estas noches, te haré tu postre favorito.
La sonrisa de la muchacha desapareció al oír la respuesta de Jake.
—Lo siento, pero no puedo. Tengo mucho que hacer en las próximas semanas.
—Por supuesto —el dolor que sentía era tan intenso que estaba muy aturdida. En ninguna de sus
pesadillas imaginó que Jake se negaría a aceptar una invitación suya. Incluso en ese momento le resultaba
difícil creerlo.
Stephanie respiró profundamente.
—Jake... —extendió un brazo, casi tocando el de él; inconscientemente su tono de voz era suplicante.
—Deja de preocuparte —dijo con dureza, sin volverse para mirarla—. Si mi amistad significa tanto para
ti, sigue contando con ella, pero creo que en estos momentos los dos necesitamos un poco de libertad —
Stephanie observó su expresión y supo que eran palabras que no admitían réplica.
Al parecer, nada había cambiado. Seguían funcionando como un perfecto equipo de trabajo. Sin embargo,
ella se había dado cuenta de que la miraba de un modo distinto. Se trataba de un escrutinio distante, que la
desconcertaba, era como si la estuviese sopesando y la encontrara deseable.
El viernes fue un día muy duro. Cuando su máquina de escribir se estropeó antes de salir a comer,
Stephanie se enfadó. Llamó por teléfono y le prometieron enviarle al técnico esa
misma tarde y otra máquina en caso de que fuera necesario. Estaba a punto de colgar cuando la puerta de
su oficina se abrió.
Ya había visto a Susy Waldron otras veces, pero nunca se sintió tan mal como en esa ocasión. Vestía una
falda de ante de color rojo y una blusa que hacía juego. Contempló con desdén a Stephanie antes de
dirigirse hacia la puerta de la oficina de Jake.
—Jake... Jake está hablando por teléfono —tartamudeó—, si quieres esperar...
—A Jake no le importará que pase, vamos a ir a comer juntos —añadió.
La expresión de Susy era tan fría que Stephanie se estremeció y dio unos pasos hacia atrás.
—Si yo estuviera en tu lugar, no concertaría para él ninguna cita esta tarde. Dudo mucho que regrese —dijo Susy.
La luz del teléfono de Stephanie se apagó, indicando que Jake había terminado su llamada. Antes de que
dijera nada, la puerta se abrió y él entró. Como siempre que trabajaba en su despacho, se había quitado la
chaqueta y aflojado la corbata.
—Jake, querido.
«¿Realmente se siente tan atraído por ella que no se da cuenta de lo falsa que es?», pensó Stephanie al ver
que Susy le pasaba la mano por un brazo.
De pronto, Stephanie sé empezó a encontrar mal, sintió un dolor que le llegaba hasta lo más profundo de
su ser. Sin saber cómo, apretó los puños. En el momento que Jake se inclinó para besar a Susy en la
mejilla se le revolvió el estómago.
En ese preciso instante sonó el teléfono y mientras Jake llevaba a Susy a su despacho y cerraba la puerta,
Stephanie se ocupó de la llamada, tratando de controlarse. Una vez que terminó de hablar, se dejó caer en
la silla.
—¿Qué te sucede? —le preguntó una secretaria—. Te has puesto muy pálida. ¿Estás enferma?
Stephanie se quedó pensativa. Seguramente tenía una infección intestinal que le provocaba ese dolor tan
insoportable y las náuseas, así como el calor. De pronto creyó que la cabeza le iba a estallar, se sentía tan
débil que tuvo que quedarse sentada.
—Creo que sí —respondió Stephanie.
—Será mejor que te vayas a casa —la otra chica estaba preocupada—. Nunca te he visto así. Llamaré un
taxi, ¿te parece? ¿En dónde está Jake?...
—No, no le molestes —Stephanie no quería que ni Jake ni Susy se enterasen de su enfermedad, pero en
ese momento se abrió la puerta del despacho de Jake y éste apareció con Susy del brazo. Los dos se reían
y sintió de nuevo náuseas. Stephanie vio que él llevaba una mancha de lápiz de labios de Susy en la boca.
Los imaginó besándose y de nuevo sintió pinchazos en el estómago, Jessie se dirigió a Jake, preocupada.
—Jake, se ha puesto mala.
—¿Stephanie?
—Debo tener una infección —gimió ella—. Jake, si no te importa, creo que será mejor que me vaya a
casa...
—A Jake no le importa, ¿no es así, querido? —murmuró Susy—. De todos modos no pensabas regresar,
¿verdad?
Stephanie le vio mirar el reloj y fruncir el ceño.
—Jessie, pide un taxi, por favor —indicó a la chica con amabilidad—. Susy, es mejor que lleve a
Stephanie a su casa, me reuniré contigo en el Savoy tan pronto como pueda...
Stephanie no sabía cuál de los dos estaba más impresionado. Susy empezó a discutir con él.
—Jake, por todos los santos, ¿por qué tienes que llevarla a su casa tú?... Irá perfectamente en el taxi... Si
estás tan preocupado por ella, deja... deja que la otra chica la acompañe.
—Jessie es la secretaria de otra persona y no puedo disponer de ella, ni tampoco puedo dejar que
Stephanie se vaya a
casa sola. En el estado en que se encuentra, dudo que ningún taxista quiera llevarla sin alguien que la
acompañe.
—Pero habíamos quedado para comer...
—Me reuniré contigo tan pronto como pueda. Jessie, pide ese taxi, ¿quieres?
Habló en un tono que no admitía discusiones. Stephanie era consciente de la forma en que Susy la miraba,
pero se sentía demasiado débil como para que le importara. La alegraba que Jake se hiciera cargo de la
situación.
Jake no esperó a que llegara el taxi, se fueron en su coche.
Una vez dentro, Stephanie abrió una ventanilla.
—-¿Para qué la abres? —preguntó Jake—, no me digas que es porque necesitas aire fresco, a esta hora
del día lo que vas a respirar va a ser humo.
—Trataré de avisarte con tiempo si me mareo —le indicó y añadió—: Jake, no tenías por qué hacer esto,
podía regresar a casa sola.
—¿Por qué viniste a trabajar si te encontrabas mal?
Stephanie frunció el ceño. Su voz era normal, no obstante,'parecía un poco tenso.
—Me... sentía bien esta mañana...
—Hasta que Susy llegó, me imagino —aceptó Jake mirándola un instante.
—¿Estoy en lo cierto? —insistió Jake.
—Empecé a sentirme mal después de llegar Susy —aceptó, no estaba segura de qué era lo que quería
averiguar con sus preguntas, o el porqué la estaba sometiendo a ese escrutinio.
—Es una reacción un tanto violenta provocada por una persona a quien apenas conoces, ¿no te parece?
Parecía que Stephanie volvía a la normalidad.
—Jake, no me sentí mal porque llegara Susy —protestó—. Fue una simple coincidencia.
—¿Sí? —preguntó con incredulidad—. Aceptas que te sentías bien esta mañana y, sin embargo, pocos
segundos después de la llegada de Susy te sentías tan mal que o te llevaba a tu casa o me convertía en un
monstruo sin sentimientos.
—Jake... Jake, por favor. No sé a qué se debe todo esto, pero...
—¿No? Dime una cosa, Stephanie, ¿cómo te sientes ahora?
—¿Ahora? —se quedó mirándole atónita y luego añadió—: La verdad es que ya me siento mejor.
—Dime de nuevo que tu enfermedad no tuvo nada que ve? con Susy.
Stephanie abrió la boca para protestar, pero dijo con voz temblorosa:
—El perfume que llevaba era muy fuerte, pudo haber sido eso...
—¿Una reacción alérgica? —se burló Jake—. A mí personalmente, me parece muy... erótico...
—Ya me he dado cuenta —comentó Stephanie sin poder contenerse.
Se encontraban frente al edificio de apartamentos donde ella vivía. Jake detuvo el coche y la cogió de los
brazos, haciéndola volverse hacia él.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó en voz baja.
—Nada, que fue obvio que estabas besándola... —comentó encogiéndose de hombros aparentando que no
le importaba—. Si no querías que nadie se enterara, debiste haberte limpiado las marcas de pintura de
labios antes de salir de tu despacho.
—Dime una cosa, Steph —le pidió Jake con una calma exasperante—. ¿Por qué el hecho de que bese a
Susy te afecta tanto?
Stephanie le miró y se preguntó qué quería decir. Tal vez
estaba insinuando que todo eso lo hacía para llamar su atención.
—No fue así —negó al momento—. ¿Por qué habría de serlo? No... —apresurada, apartó su vista de él—.
No... debió ser el perfume de Susy.
—Como tú digas.
Parecía tan incrédulo que tuvo que decirle:
—¿Por qué el hecho de que beses a Susy habría de hacerme sentirme mal? —pregunto enfadada—. Sé
que habéis sido amantes, no soy tan inocente, Jake. Sé que no llevas una vida de monje y acepto el que...
que tú...
—Que tenga necesidades sexuales que necesito satisfacer —terminó por ella—, y que puedes hacerte la
desentendida siempre que no interfiera en tu mundo. Ya va siendo hora de que dejes de enterrar la cabeza
en el suelo, Stephanie, y de que analices en qué tipo de ser humano te estás convirtiendo.
—¿Y en qué quisieras verme convertida? ¿En alguien que vaya de hombre en hombre, que salte de una
cama a otra, como tu preciosa Susy?
Stephanie no sabía qué le había ocurrido, le estaba gritando. Al ver un brillo de satisfacción en sus ojos,
sintió deseos de clavarle las uñas. Quería llorar, y sobre todo, obligarle a retractarse de su acusación, que
era la verdadera causa de su malestar.
—Al menos, ella sabe lo que significa ser mujer —añadió Jake—, mientras que tú...
—Me pone mala la idea de que alguien me toque con intención de sacar provecho —contestó ella—. ¿Es
eso difícil de entender?
—No te sentías mal cuando te besé... —le recordó Jake—, ocurrió cuando pensaste que besaba a Susy.
Stephanie le observaba, sorprendida por el giro que la conversación había tomado.
—No quiero hablar de esto. Estás muy equivocado, Jake. Me niego a creer que me haya puesto mala...
—¿Por celos? —preguntó él en el momento que Stephanie abría la puerta del coche. Se detuvo y le miró a
los ojos.
—Jake...
—¿Por qué no lo piensas? —sugirió él.
—Es imposible que sienta celos de tu relación con Susy —le interrumpió Stephanie acalorada—. Sabes
que no es posible.
—Piensa en ello —le repitió antes de poner el coche en marcha—. Piensa en ello, Stephanie.
CAPÍTULO 4
STEPHANIE no pensó en otra cosa durante las siguientes semanas. En el trabajo, prevalecía un ambiente
de tensa calma. Jake no volvió a hacer mención de sus acusaciones, pero éstas seguían en la mente de
Stephanie como una carga intolerable. En un primer momento, pensó presentarle su baja, pero pronto lo
olvidó. ¿Cómo podía dejarlo? Después, se preguntó por qué no había considerado esa alternativa con más
detenimiento. En ese momento estaba convencida de que ella tenía la razón y que Jake estaba equivocado.
Susy entraba y salía de la oficina con mucha frecuencia y Stephanie ya no volvió a manifestar su malestar
inicial, lo cual j demostraba que Jake estaba equivocado.
—Voy a llevar a Susy esta tarde para que vea la casa que está junto al río —le informó Jake una mañana
cuando ella le llevó la correspondencia—. Está interesada en adquirir algo en esa zona. ¿No tienes nada
que decir al respecto?
—¿Yo qué tengo que decir sobre eso?
—¿Has tenido en cuenta lo que te dije? —preguntó él desde su escritorio.
Stephanie fingió no entenderle.
—Como no he vuelto a sentirme mal, no lo consideré necesario —contestó con frialdad—, sé que piensas
que ya es hora de que me sobreponga a lo que sucedió, pero en realidad no es cierto que esté celosa.
Somos amigos, estoy en deuda contigo y sentiría mucho que dejáramos de ser amigos, pero...
—Pero no te acostarás conmigo —Jake se rió al ver su expresión—. No te preocupes, Steph —le indicó
con crueldad—, no creo que llegue a estar tan desesperado. A propósito —añadió como si acabara de
ocurrírsele—, el próximo fin de semana me tomaré un par de días libres, tengo mucho trabajo pendiente.
Me gustaría que me acompañaras a Mile End, si te parece. Te pagaré esas horas, por supuesto...
No sería la primera vez que iría a Mile End, la mansión que Jake había heredado de sus padres, a unos
kilómetros de Bath, pero sí sería la primera vez que cobraría por ir allí. Las cosas ya no volverían a ser
como antes y no tenía que profundizar mucho para saber por qué la relación que había entre Jake y ella
estaba llegando a su fin. Los periódicos y revistas decían que Jake y Susy pronto contraerían matrimonio
y sin duda, una vez que lo hicieran, ya no habría lugar para Stephanie en su vida.
En realidad ella no quería un sitio en la vida del nuevo Jake que estaba conociendo. Apenas podía
reconocer al hombre que fue su amigo.
Aunque había hecho todo lo posible por conservar su amistad, reconocía que estaba levantando barreras
entre ellos. Jake la había herido al acusarla de sentir celos por Susy, estaba tan molesta que no quería
analizar el porqué.
También se produjeron otros cambios en su vida. Jessie, que hasta entonces era sólo una conocida, se
convirtió en su amiga. Ésta fue a su apartamento para ver si ya se encontraba mejor y descubrieron que
tenían algunos intereses en común. Jessie vivía con su familia en Hampstead y Stephanie lo pasó muy
bien las ocasiones que estuvo con ellos.
—¿Tienes algún plan para este fin de semana? —le preguntó Jessie mientras comía.
—No, no tengo nada que hacer.
—¡Magnífico! Entonces podrás venir a casa el domingo, celebro mi cumpleaños —comentó haciendo un
gesto de desagrado—, es un acontecimiento que a mi madre le encanta. Todos nuestros amigos estarán
allí, así que agradeceré tu apoyo moral. ¿Puedo contar contigo?
Stephanie estuvo a punto de negarse, pero cambió de opinión. No podía dar marcha atrás y volver a
aquellos días en los que nada podía interponerse entre Jake y ella, ni tampoco podía pasarse el resto de su
vida viviendo al margen de todo. Tenía que obligarse a hacer nuevas amistades.
—Me encantaría acompañarte. ¿A qué hora quieres que esté allí?
—La comida empezará alrededor de la una y no te preocupes por el transporte, le pediré a Keith que vaya
a recogerte.
Keith era el hermano mayor de Jessie, un chico muy agradable que conoció en una de sus visitas
anteriores.
Cuando Stephanie le comentó que no era necesario que lo hiciera, Jessie le sonrió.
—Yo no me atrevería a decirle eso. Me amenazó con no darme su regalo de cumpleaños si no lograba
convencerte de que fueras.
Stephanie se rió.
Ese domingo por la mañana, al mirarse en el espejo del dormitorio, sintió el nerviosismo que siempre
experimentaba ante la expectativa de enfrentarse a desconocidos.
No sabía qué ponerse y al final se decidió por la falda de ante y la blusa de seda que hacía juego con ella.
Se estaba cepillando el pelo cuando llegó Keith. La miró de un modo que la hizo ruborizarse.
—Lo siento, no he debido hacerlo —se disculpó Keith al abrirle la puerta del coche—. Jessie siempre se
queja de la forma en que los hombres miramos a las mujeres, pero eres tan atractiva que... —se
interrumpió al ver que Stephanie volvía a
ruborizarse y sonrió—. Eres una mujer muy peligrosa, Stephanie —señaló con suavidad—, una rara
mezcla de inocencia y provocación. No me explico por qué no hay ningún hombre en tu vida.
Stephanie prefirió no contestar. Por mucho agrado que sintiese por el hermano de Jessie, no tenía
intención de que su relación fuese más profunda. Le agradaba como persona, no como hombre.
Se mordió los labios y se entristeció un poco. Keith era agradable y disfrutaba de su compañía, pero si
hacía el intento de tocarla...
La reunión fue muy agradable. Ya conocía a los padres de Jessie y a su familia. Ese día la casa estaba
llena de familiares, amigos y vecinos. Stephanie notó que la trataban con cariño, lo cual la ayudó a olvidar
el dolor producido por la ausencia de Jake. Permaneció en la fiesta mucho más tiempo del que imaginó en
un principio. Fue de las últimas personas que se marcharon, y cuando manifestó que tenía que hacerlo,
Keith insistió en llevarla a su casa.
Ya había oscurecido y se estremeció al pensar en el tramo que tendría que recorrer de la estación del
metro hasta su apartamento.
—¡Decidido entonces! —le indicó Keith antes de que pudiera oponerse—, iré a por el coche.
—Gracias por venir —le dijo Jessie mientras la acompañaba a por su abrigo—, y por el regalo, te veré el
lunes. ¿Comeremos en el lugar de siempre?
—Sí, si Jake no decide que trabajemos a esa hora —aceptó Stephanie.
—Vaya, es un ogro en ese aspecto, ¿no? —comentó Jessie—, aunque si alguna vez hubiera que
reemplazarte, todas las secretarias estarían dispuestas a ocupar tu puesto y yo la primera.
Es muy atractivo. Al verle, el corazón me late desenfrenadamente.
Stephanie se puso muy tensa.
—Nunca... nunca he pensado en él en ese sentido —añadió con tranquilidad, considerando que su amiga
esperaba alguna respuesta de ella.
En otras circunstancias, Steph quizá se habría reído ante la expresión de asombro de su amiga.
—¡Estás hablando en broma! —exclamó Jessie—. No hay ninguna mujer que se precie de serlo, que no
piense en él en ese sentido. No puedo ni siquiera entrar en su oficina estando él allí sin imaginármelo
sin... —se interrumpió cuando Keith llegó junto a ellas.
—¿Estás preparada? —preguntó.
—Lo está, pero no vayas a ningún lugar apartado —dijo Jessie en broma—. Stephanie tiene el jefe más
extraordinario que puedas imaginarte y si está tan unida a él como dice, no tienes ni la más remota
esperanza.
Empezó a llover cuando llegaron al centro de Londres. Stephanie^ se alegró de haber aceptado que la
llevara a casa. Él detuvo el coche delante de su apartamento y apagó el motor.
—Mi madre me enseñó que debo asegurarme de que mi chica se queda en casa a salvo —sonrió mientras
se acercaban al portal.
—No soy tu chica.
—No, pero eso no me hace perder las esperanzas. No voy a presionarte, Stephanie, así que no te asustes.
—¿Parezco asustada? Debe ser por todas esas historias que Jessie me ha contado de ti.
—Si tú lo dices —la cogió del brazo y se inclinó para darle un beso en los labios.
—Buenas noches, Steph.
Se fue antes de que ella pudiera protestar. Estaba muy
asombrada. El roce de sus labios no la produjo el pánico ni el temor que esperaba, ni tampoco la fuerte
reacción emocional que le provocó el beso de Jake.
En el momento que Keith se marchaba, vio que Jake cruzaba la calle e iba hacia ella.
—¿En dónde has estado? Te he estado llamando toda la tarde —estaba furioso y Stephanie no entendía el
motivo—. ¿En dónde estabas?
—Fuera —respondió—, con un amigo.
—Ya le he visto. ¿Quién es él, Stephanie?
—¿Tiene importancia? —de pronto ella se enfadó tanto como él, sin que tuviera motivo—. Hoy es
domingo, Jake —le indicó con frialdad—, mi día de descanso, recuérdalo, no tengo por qué darte cuentas
de adonde y con quién salgo.
—No te pases de lista —de repente parecía estar cansado y toda la resistencia de ella se derrumbó.
En esos días tenía una verdadera crisis emocional hasta el punto de no saber cómo reaccionar con él.
—He ido al cumpleaños de una amiga y su hermano tuvo la amabilidad de traerme a casa.
—Y como pago a su amabilidad, dejaste que te besara. He perdido la cuenta del número de veces que te
he traído a casa y ni una sola me has recompensado por mi amabilidad.
—Me estoy mojando, Jake. Voy a entrar en casa, hasta mañana.
Desde su apartamento, le vio regresar a su coche. Entonces se dio cuenta de que no le había preguntado el
motivo de su visita. No era extraño que apareciese por su casa los fines de semana, o al menos no lo era
hasta aquel viernes cuando él rompió la seguridad de su relación.
Se preguntó por qué habría hecho el comentario de Keith. Deprimida porque de nuevo volvía a pensar en
él, Stephanie trató de olvidarle, comprendiendo que, por vez primera desde
que se conocieron, no esperaba con ansiedad el pasar a solas un rato con él.
De pronto recordó la primera vez que se vieron, antes de que fuera asaltada. En aquella ocasión le pareció
un hombre muy atractivo. Durante dos años se alegró de considerar a Jake un amigo. ¿Por qué ahora
surgían esas sensaciones tan ambiguas?
Por tratar de conservar su amistad, había cambiado hasta tener resentimiento hacia él. Ese día, cuando le
preguntó acerca de Keith, Stephanie sintió un profundo malestar, mezclado con un extraño temor.
Cogió una novela que acababa de comprar y empezó a leerla, pero a pesar de que era una de las más
populares del momento, no podía concentrarse en la lectura. Se alegró cuando llegó el momento de irse a
la cama.
Durante la semana siguiente al cumpleaños de Jessie, Stephanie tuvo tanto trabajo que hasta el jueves no
pudo reunirse con su amiga para comer.
—¿En dónde te has metido toda la semana? —preguntó Jessie cuando se vieron en el restaurante.
—Hemos estado muy ocupados —reconoció Stephanie—. No he podido salir de la oficina antes de las
siete estos días.
—Y según-me han informado fuentes fidedignas, Jake te ha llevado a casa todas las noches.
Stephanie trató de ocultar su sorpresa lo mejor que pudo, pero no fue suficiente, puesto que Jessie la miró
sonriendo.
—Créeme, vosotros dos sois el tema principal de todas las conversaciones de la oficina. Consideran muy
romántico que el jefe se enamore de su secretaria.
—Todo es producto de su imaginación —comentó Stephanie, tratando de aparentar calma—. Además, no
debéis olvidaros de Susy Waldron.
—No creas. A ninguna de nosotras nos lleva el jefe a casa cuando tenemos que quedarnos a trabajar hasta
más tarde, además, ninguna de nosotras tiene con ellos una relación tan estrecha como la que tú tienes con
Jake.
Era evidente que Jessie quería saber más detalles del asunto, pero Stephanie la defraudó, cambiando de
tema de conversación. Cuando regresó a la oficina estaba muy pensativa. Se preguntaba si siempre habría
existido ese chismorreo acerca de ellos en la oficina. Después de todo, Jake solía llevarla a casa cuando
trabajaba hasta tarde; sobre todo porque conocía su temor de andar sola, especialmente cuando anochecía.
Además, como nunca había hecho amistad con ninguna de las otras chicas, no se enteró de que ella y Jake
eran el tema de conversación del personal de la empresa.
—¿Te gustaría ir a comer a casa el próximo domingo? —le preguntó Jessie cuando entraron en el
edificio—. Mi madre dice que siempre serás bienvenida y Keith también está muy interesado en que
vayas.
—No, creo que... —estuvo a punto de decirle que pasaría el fin de semana trabajando con Jake, pero se
arrepintió—. No puedo. Saldré de la ciudad este fin de semana.
—¡Oh! ¿Algo especial?
—Pues... sí... voy con una amiga de la escuela —improvisó Stephanie, pensando que era demasiado tarde
para decirle la verdad a su compañera.
Se despidieron delante del despacho de Stephanie. En el momento que ella estaba a punto de abrir la
puerta, ésta se abrió y salió Jake. Parecía muy enfadado.
—¿Y ahora qué le sucede? —preguntó Jessie cuando él se alejó—. Seguramente la comida no le ha
sentado bien.
Stephanie se disculpó. Sabía que Jake había comido con Susy y que había regresado antes de lo esperado.
Estuvieron tan ocupados toda la tarde, que Stephanie no
tuvo oportunidad de hablar con Jake. A las seis de la tarde, cuando terminó de firmar la última carta, salió
y dejó la correspondencia sobre el escritorio de Stephanie.
—¿Cuánto tardarás en terminar? —preguntó él, mirando su reloj de oro. El metal brillaba con la luz,
contrastando con el oscuro vello de sus brazos. Las manos de Jake eran largas y los dedos delgados, sus
uñas estaban muy bien cuidadas. La joven deseó que la acariciara... —. ¿Stephanie?
—En... dentro de media hora —murmuró apesadumbrada, tratando de controlarse.
—Te dejaré en el apartamento y pasaré a recogerte a las siete de la mañana, así llegaremos a Mile End
antes del medio día. ¿Quieres llevar esto? —señaló la máquina de escribir.
—Creo que sí, además llevaré varias cintas y papel suficiente.
—¿Sabe tu acompañante dónde vas a pasar el fin de semana? —por un instante, Stephanie pensó que se
refería a Jessie y respondió titubeante:
—No... no, le dije que lo pasaría con unos amigos... ella cree que.\. esto es... —se mordió los labios al ver
que Jake fruncía el ceño.
—Continúa, creo que ha habido un malentendido, pero me imagino que lo que ibas a decirme es muy
interesante. Yo me refería a tu amigo, al que besas agradecida cuando te lleva a casa. Deduzco que tú te
referías a Jessie Hargreaves. Me pregunto por qué consideraste necesario mentirle.
—Lo hice sin pensarlo. Me habló de lo que se dice en la oficina respecto a nosotros, al parecer todos
están enterados de que me llevas a casa cuando trabajamos hasta tarde y...
—Y ella llegó a conclusiones erróneas y para impedir que se lo comunicara a su hermano, decidiste que
era mejor no decirle que vas a pasar los próximos cuatro días conmigo.
Stephanie se ruborizó:
—No fue así. Ni siquiera se me ocurrió que pudiera decírselo a Keith. Es que pensé que no te agradaría
ser la comidilla de toda la oficina.
—¿Así que es mi reputación la que te preocupa? —preguntó con cinismo—. Entonces sólo nos queda
esperar que no se enteren de que lo que has contado es mentira, ¿no? —su actitud exasperaba a Stephanie.
—¿Sabías que... que la gente habla de nosotros? —preguntó ella.
—Por supuesto —comentó con indiferencia.
—¿Y no te molesta?
Su risa la enfureció.
—¿Qué hombre se siente molesto porque la gente piense que tiene un romance con una mujer atractiva?
¡Qué poco sabes de los hombres, Stephanie!
La joven inclinó la cabeza para ocuparse de la correspondencia. Nunca imaginó que los empleados de la
oficina hablasen de su relación con Jake. Esperaba que él estuviese tan enfadado y sorprendido como ella,
sin embargo parecía divertirle la situación.
—A las siete en punto —le recordó y antes de entrar en su despacho, añadió—: ¿Por qué no le dijiste a
Keith que pasarías el fin de semana conmigo?
—Keith es un amigo y nada más. Sé que consideras que ya es hora de que tenga una relación amorosa con
un hombre, Jake, pero me niego a que se me fuerce a mantener una relación con Keith o con otro hombre
a quien no deseo, sólo porque tú piensas que eso es lo que necesito. ¿Ya le has dicho a Susy que vas a
pasar el fin de semana conmigo? —preguntó con curiosidad.
—Hoy ha regresado a Estados Unidos, pero si todavía estuviese aquí, se lo habría dicho.
—Porque sabe muy bien que no tiene por qué estar celosa de mí —añadió ella.
—Lo cual quiere decir que tú sí tienes celos de ella. ¿Por qué, Stephanie? ¿Porque comparte mi cama?
—Jake, pon fin a esto. No sé qué es lo que pretendes, pero no puedo seguir trabajando contigo si sigues
tratándome de este modo —protestó con firmeza—. Eres mi jefe y mi amigo...
—Lo que me recuerdas constantemente —se volvió para que no pudiese mirarle a la cara—, pero no es
raro ver que los amigos también pueden ser amantes —se dio la vuelta para ver su reacción—. ¡Vamos,
Stephanie, ya es hora de marcharnos!
Mientras ella acababa de clasificar la correspondencia, él cogió la máquina de escribir y empujó la puerta
con un hombro para abrirla. Stephanie reprimió una fuerte sensación de dolor. Era ridículo seguir
viviendo del pasado, todo había terminado. Debía aceptar que Jake había cambiado y tenía que aprender a
vivir en el presente.
Pasó la velada preparándose para el fin de semana. Se lavó el pelo y luego hizo su maleta. Por algún
extraño motivo decidió llevar la ropa que se había comprado últimamente.
Estaba terminándose de tomar el café el sábado por la mañana cuando oyó a Jake en la escalera. Al entrar
la miró de arriba abajo. Nunca la había contemplado en esa forma y Stephanie sintió miedo. No sabía
cómo actuar.
—Me gustaría tomar una taza de café —le indicó Jake siguiéndola hasta el dormitorio—. Me quedé
dormido y no tuve tiempo para desayunar. ¿En dónde está tu compañera de apartamento?
—Su prometido disfruta de un permiso de una semana y los dos se han ido de vacaciones.
—¡Qué interesante!... prepárame ese café, sé una chica buena, eso me ayudará a despejarme. Mientras,
llevaré esto al coche.
Cuando regresó, Stephanie le había servido el café. Por instinto, trató de apartarse de él, preguntándose el
porqué de esa extraña sensación que sentía en la boca del estómago.
—¿Te pasa algo?
Stephanie no se había dado cuenta de que la estaba examinando con tanto detenimiento. Se sobresaltó y
sin querer se echó el café en una mano. Al volverse para poner la mano debajo del grifo, vio que Jake
estaba junto a ella.
—¿Estás bien?
—Es una quemadura sin importancia.
La presencia de él la hacía sentirse muy incómoda.
—¿Llevas ropa para montar?
—¿No se supone que éste va a ser un fin de semana de trabajo?
—No vamos a estar todo el tiempo trabajando —respondió Jake.
En ocasiones anteriores, Stephanie le había acompañado hasta las caballerizas del lugar, el montar a
caballo era algo que les agradaba a los dos.
En esta ocasión, Stephanie olvidó meter ropa apropiada cuando preparó la maleta.
—Y también necesitas llevar algo muy elegante —añadió Jake.
—Podías habérmelo dicho anoche —le reprochó Stephanie mientras se dirigía a su habitación.
Lo normal era que, con tiempo suficiente, Jake dijera cuáles eran sus planes. No era raro que tuviera que
acompañarle a cenas de negocios, pero también era su costumbre evitar este tipo de reuniones cuando iba
a su casa.
—Lo olvidé.
Stephanie cogió otra maleta y metió en ella sus botas de montar, unos pantalones de pana desgastados y
un jersey grueso. Luego buscó en el armario el vestido negro que solía ponerse
en las cenas de negocios. De pronto recordó que lo había llevado a la tintorería.
Tenía en la mano el vestido que Annette le dijo que se comprara cuando Jake se presentó en la habitación.
No era la primera vez que lo hacía, pero en esa ocasión, Stephanie se puso muy nerviosa. Sin pensarlo dos
veces, metió el vestido en la maleta. Estaba a punto de cerrarla, cuando se acordó del sujetador que
necesitaba para el vestido.
De espaldas a Jake, abrió el cajón adonde lo guardaba. Iba a meterlo en la maleta, cuando Jake se lo quitó
de las manos.
Primero miró la prenda y luego a Stephanie, con tal intensidad que hizo que la chica se ruborizara
intensamente.
—Lo necesito para mi vestido nuevo —le dijo—. Por favor, dámelo, Jake.
Jake le dio el sujetador y cogió la maleta sin decir nada. Ella no pudo relajarse hasta que Jake fue a
dejarla en el coche. Stephanie se sentía muy débil.
—¿Estás preparada?
Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no le oyó volver, por eso se sobresaltó cuando él habló.
—Sí —respondió.
—¿Y Jessie Hargreaves sigue pensando que te irás a pasar el fin de semana con unos amigos?
—Sí —afirmó Stephanie.
—Espero que por el bien de tu romance con su hermano no se ponga a atar cabos y se dé cuenta de que yo
también estaré fuera.
—No le mentí porque quisiera ocultárselo a Keith —protestó Stephanie—. No fue más que un acto
reflejo...
—¿Estás segura, Stephanie? Lo dudo.
CAPÍTULO 5
COMO Jake había previsto, llegaron a Mile End poco después de las once de la mañana. La casa estaba al
cuidado de una pareja de jubilados que recibió a los jóvenes con afecto.
—Haré una comida ligera, como me indicó —anunció la señora Kettering una vez que estuvieron en el
interior—. Harry ha encendido la chimenea de la biblioteca ya que dijo que trabajarían allí. Aunque la
calefacción central funciona perfectamente, siempre he considerado que el fuego de la chimenea da vida a
una habitación —sonrió a Stephanie y continuó con amabilidad—. Le he preparado la habitación de
siempre, señorita, Harry le subirá su equipaje.
Después de comer, cuando Stephanie siguió a Jake a su despacho, pudo ver por qué había decidido que
era necesario mantenerse alejado de la oficina durante unos días. Debía hacer frente al trabajo que se
había acumulado. Trabajaron sin descanso hasta que la señora Kettering les llevó el té a las cinco de la
tarde.
Stephanie se dio cuenta de que por vez primera en muchas semanas, habían pasado varias horas juntos sin
discutir, a pesar de que Jake no estaba relajado por completo. Ella frunció el ceño al notar lo nervioso que
estaba mientras recorría una y otra vez la habitación.
—¿Qué sucede? —preguntó a la vez que le dictaba una carta—, ¿de pronto me ha salido otra cabeza?
—No, sólo una lengua viperina. No sé qué es lo que piensas últimamente, Jake, pareces estar
continuamente enfadado, tu actitud es muy extraña.
—La frustración produce casi siempre esos efectos, lo cual, si fueras lo suficiente humana para sentirla, lo
sabrías.
—No puedo creer que esa sea la verdadera causa —dijo Stephanie sin poder contenerse—, a juzgar por el
número de veces que has salido con Susy en estos últimos días, la falta de sueño parece ser la causa más
probable.
—El que salga con Susy no significa por obligación que hayamos hecho el amor —respondió Jake,
mientras seguía contemplándola—. Me sorprendes, Stephanie, no sé qué es lo que te sucede. Siempre
levantabas barreras para ocultarte detrás de ellas cuando se hablaba de mi vida sexual. Ahora aprovechas
la primera oportunidad que surge para sacarla a relucir, para echármelo en la cara.
—Quizá esté tratando de reformarte —comentó.
—¿Con qué propósito? ¿No estarás relosa de Susy, Stephanie?
—Por supuesto que sí —aseguró ella.
Durante un momento su respuesta le desconcertó y la observó con detenimiento.
—Vaya, siempre he estado dispuesto a acostarme contigo y pienso que es algo que debí hacer hace varios
meses —añadió enfadado.
Stephanie logró controlar la vergüenza que sentía. Trató de pellizcarse para recordar que era Jake el que le
hablaba, que se esmeraba en elegir sus palabras, sabiendo lo sensible que ella era en relación con todo lo
referente a cuestiones sexuales.
—Cuando he dicho que tenía celos de ella, me refería a su carácter posesivo, a su seguridad en sí misma y
a su papel en la vida, no a su relación íntima contigo.
—Es decir, que estás celosa de ella por su sensualidad.
Stephanie intentó contestarle, pero se contuvo. Sorprendida, reconoció que él tenía razón.
—¿Y qué tiene de sorprendente? —preguntó con inseguridad—. No disfruto siendo como soy: me da
miedo todo contacto físico o emocional con cualquier hombre debido a lo que ocurrió y además, durante
estos últimos días no has contribuido a hacerme las cosas más fáciles.
—¿No lo he hecho? —se acercó a ella y la cogió de la barbilla para obligarla a mirarle—. Suponía que
estaba haciéndote fáciles las cosas.
Por un instante, ella le miró a los ojos, al momento los cerró para apreciar su aroma masculino. El roce de
los dedos de Jake en su barbilla le produjo un ligero temblor. Deseaba poder mover la cabeza para
acariciarle la mano con la boca.
El timbre del teléfono sonó y Jake se sentó detrás de su escritorio para contestar la llamada, entonces ella
pudo ocultar su confusión.
Stephanie creía que Jake estaba jugando con ella. No había otra explicación. Quizá sus intenciones eran
buenas. No podía averiguarlo con ese Jake a quien no conocía y que despertaba en ella sensaciones que
nunca había sentido.
—Está bien. Basta por hoy —anunció Jake cuando terminó de hablar por teléfono.
Se apartó del escritorio y tocó a Stephanie en un brazo, ella se sobresaltó y su reacción inmediata fue
alejarse. En ese mismo instante, la sujetó de la muñeca.
—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó enfadado.
—¿El qué? —se humedeció los labios, empezaba a dolerle el estómago.
—No juegues conmigo. Sabes exactamente a qué me refiero. ¿Por qué te has estremecido cuando te he
tocado?
—No me agrada que me toquen, lo sabes —comentó con
desdén y la miró a los ojos—. Ya no te reconozco, Jake. Has cambiado...
—No... pero ya me he cansado de esperar —dijo entre dientes antes de salir de la habitación.
Media hora más tarde, Steph pudo ir a su dormitorio.
La señora Kettering la detuvo al pie de la escalera.
—Por fin la encuentro, señorita. Jake me pidió que la informara de que no cenará aquí y que ha hecho
preparativos para que vayan a montar a primera hora de mañana. Me pidió que le dijese que estuviera
preparada para salir a las ocho. ¿Quiere que le sirva la cena en su habitación, o...?
—En mi habitación está bien, señora Kettering.
Jake no le había dicho que cenaría fuera y no pudo dejar de pensar que su desaparición había sido
provocada por la conversación que habían mantenido en el despacho momentos antes.
Jake atribuía su cambio de actitud a la frustración, pero Stephanie no podía creerlo. Por una parte, estaba
Susy. De repente imaginó a los dos juntos. Sintió un gran dolor al tratar de borrar la imagen de sus
pensamientos. En los dos años que le conocía, nunca se había atrevido a imaginarse a Jake de esa forma y
ahora, de pronto, le resultaba muy fácil imaginarle desnudo. Se dirigió corriendo a su habitación,
dejándose caer en una silla.
Jake no era el único que había cambiado, ella también había cambiado y de un modo que ni siquiera se
atrevía a reconocer.
Permanecía en la cama, sin poder dormir, esperando el regreso de Jake. No estaba dispuesta a aceptar la
realidad. Se aferraba al pasado, diciéndose que todo se debía a que Jake insistía en hablar de temas
sexuales y que ella le imaginaba como su amante, porque era su cuerpo el que veía que él acariciaba, su
cuerpo, no el de Susy.
Al cabo del rato oyó el coche, se incorporó para mirar el reloj. Ya eran más de las dos de la mañana.
¿Adonde habría ido? Tenía algunos amigos en los alrededores, lo sabía. Ya se lo preguntaría por la
mañana.
Se quedó dormida y no se despertó hasta las siete y media, tendría que darse prisa si quería ir a montar a
caballo con él.
Bajó la escalera corriendo. Eran las ocho y diez y Jake estaba a punto de marcharse. El ruido de sus pasos
le hicieron detenerse frente a la puerta de entrada. Stephanie contuvo el aliento al ver lo atractivo que
estaba con la ropa de montar.
—Me... me he quedado dormida —se disculpó, ruborizándose al ver que tartamudeaba.
—Pensé que habías decidido no acompañarme.
—Sabes cuánto me gusta montar a caballo —respondió sorprendida.
—También sé lo cobarde que eres —cruzó el umbral de la puerta y antes de que ella pudiese contestarle
entró en el Land Rover. Le abrió la puerta y la ayudó a subir, ella se abrochó el cinturón de seguridad, le
temblaban las manos.
El cielo tenía un color azul pálido y el sol empezaba a brillar. Ella sintió una alegría que hacía mucho
tiempo que no experimentaba.
—¿Estás preparada?
Asintió con la cabeza, dispuesta a recorrer el escabroso camino que los llevaría hasta las caballerizas.
El encargado los recibió de muy buen humor.
—Hemos preparado a Emperador para ti, Jake —comentó sonriente—, y a Mellisande para usted,
Stephanie.
Mellisande era una pequeña yegua árabe que ella ya había montado. La montó y esperó a que Jake
montase al enorme caballo negro, que golpeaba el empedrado con las patas delanteras.
Mientras recorrían el sendero, Stephanie respiró profundamente y se sintió feliz de pronto. Su tensión se
la transmitió a su montura y Mellisande se agitó inquieta. —¿Tienes problemas? —preguntó Jake.
—Creo que Mellisande trata de decirme que ya se ha cansado de ir tan despacio.
—Podrás dejarla galopar una vez que salgamos del sendero, iremos por aquí.
Jake se adelantó para abrir una reja, esperando que pasara Stephanie para volver a cerrarla.
La yegua estaba tan inquieta que Stephanie le soltó las riendas. Al emprender la carrera, la chica oyó que
Jake le gritaba algo, pero las palabras se las llevó el viento y no supo exactamente qué era lo que él había
dicho.
Empezó a tener miedo cuando trató de hacerla reducir el paso y Mellisande se negó a obedecer. Frente a
ella, Stephanie veía un seto sin hojas y muy peligroso con sus agudas espinas. Inútilmente se agarró a las
riendas tratando de detener a la yegua. Se asustó cuando el animal saltó para librar el seto. En ese
momento oyó que Jake le gritaba algo.
—¡Saca los pies de los estribos, Stephanie y sujétate!
Siguió sus instrucciones y se soltó de los estribos, pero ni así logró mantener el equilibrio. Stephanie salió
volando por los aires y luego cayó al suelo.
Demasiado impresionada como para moverse, se dio cuenta de que Jake desmontaba a su lado. Trató de
volverse y sintió que le dolía todo el cuerpo.
—Quédate quieta —dijo Jake y se puso de rodillas a su lado.
Al tocarla, Stephanie sintió que un calor extraño la invadía. Parecía irradiar de cada sitio donde él la
tocaba. Protestó cuando Jake la hizo tumbarse boca arriba en el suelo, estremeciéndose más por la
impresión que le causaba que él la tocase, que por la caída misma.
De nuevo recorrió su cuerpo con las manos, tocándola con suavidad, titubeando cuando llegó a las
costillas.
—¿Stephanie? —su voz le parecía desconocida y ella abrió los ojos—. ¿Cómo te encuentras?
—Dolorida —contestó.
Intentó sentarse, pero Jake se lo impidió.
—Estáte quieta unos minutos, no parece que tengas ningún hueso roto.
—¿Y Mellisande?
—Es probable que casi esté llegando a su caballeriza. ¿Te sientes bien como para ir conmigo en
Emperador, o prefieres permanecer aquí hasta que traiga el Land Rover?
—Te esperaré aquí —le indicó ella, estremeciéndose ante la idea de tener que regresar a caballo.
—Te lo mereces —señaló Jake—. Te previne de que no la dejaras correr de esa forma, pero no me hiciste
caso.
—No te oí —confesó Stephanie, volviendo a intentar incorporarse.
Al moverse hizo un gesto de dolor y se asombró al ver la expresión furiosa de Jake.
—Quédate quieta —la ordenó—. Regresaré tan pronto como pueda.
Con una mano apartó los dedos que ella sin darse cuenta había puesto en su otro brazo. Por algún motivo,
su corazón latía desenfrenadamente. Quería estar cerca del calor de su cuerpo, apoyarse en su pecho, que
sus manos la acariciaran.
—¿Stephanie, te encuentras mal?
—Con un baño caliente y un buen linimento me sentiré como nueva —le indicó sonriendo, viéndole
ponerse de pie.
No podía dejar que imaginara cuánto anhelaba que la tocase...
Su mente la atormentó al verle montar y alejarse.
Cuando Jake llegó en el Land Rover quince minutos más
tarde, sabía que podía ir andando pero dejó que la cogiera en brazos. Cerró los ojos y se apoyó en su
hombro, para disfrutar del calor de su cuerpo.
—Stephanie, no vayas a desmayarte ahora —la previno al abrir la puerta del coche.
—No voy a desmayarme —su tono de voz sensual le era desconocido, también le resultaba extraña la
sensación de querer permanecer cerca de él.
—Creo que será mejor llamar al doctor Jenson para que te examine —comentó Jake al cerrar la puerta—.
Me parece que estás muy alterada.
Se volvió para mirarla y Stephanie abrió los ojos. Estaba tan cerca de ella que podía ver el brillo de sus
ojos. Le miró el rostro y se detuvo en su boca. ¿Por qué nunca se habría dado cuenta de lo incitante que
era esa boca masculina? Sus propios labios se abrieron al mirarle embelesada. ¿Qué sentiría si Jake la
besara apasionadamente? Se estremeció y en ese momento oyó que Jake hablaba.
—Por el amor de Dios, no me mires de esa manera. Quiso haberle preguntado a qué se refería, pero el
cansancio la venció. Más tarde podría analizar con calma las sensaciones que sentía, su súbita emoción.
Cuando llegaron a la casa, Jake volvió a cogerla en brazos para sacarla del Land Rover y llevarla hasta su
dormitorio. —Llame al doctor Jenson —le pidió a la señora Kette-ring—, está muy alterada.
Stephanie quiso decirle que no lo estaba, pero todo le daba vueltas. Al rato vio que el médico estaba a su
lado, examinándola antes de dictaminar que Jake estaba en lo cierto.
—Nada de qué preocuparse —le indicó tranquilo—. Le daré algún sedante para ayudarla a dormir y, por
la mañana, Jake, si sigue sintiéndose mal, veremos qué hay que hacer. —Estoy perfectamente bien —dijo
Stephanie, pero el médico ya se marchaba.
Jake le lanzó una mirada de desaprobación y ella le respondió desafiante. Una vez que el médico se fuese,
le diría a Jake que se sentía bien y que se levantaría en seguida.
Al momento la señora Kettering llegó junto a su cama con unas pastillas y un vaso con agua.
—La ayudarán a dormir bien —le dijo a Stephanie al ver que las miraba con desagrado—. El doctor
Jenson considera que su malestar es más emocional que físico, pero quiere que descanse.
Stephanie quería oponerse, sin embargo cogió las pastillas y se bebió el vaso de agua. Se preguntó en
dónde estaría Jake. Pensó que sin duda se habría enfadado. La había llevado a Mile End a trabajar, no a
permanecer en la cama.
Cuando se despertó ya era de noche. Había dormido profundamente y se sobresaltó al ver que algo se
movía en la oscuridad.
—¿Tienes hambre?
Parpadeó al reconocer la voz de Jake. No sabía cuánto tiempo habría estado en esa silla, observándola.
—¿Cuánto tiempo he estado durmiendo? —preguntó con voz alterada—. Ya es tarde.
—Son casi las once de la noche —respondió Jake—. ¿Quieres comer algo?
Stephanie negó con la cabeza.
—Espero que no estés mareada —comentó Jake con brusquedad, acercándose a la cama e inclinándose
para mirarla.
Sensaciones que Stephanie no sabía que existían, la atormentaron, dejándola desorientada.
Abrió más los ojos para mirarle a la boca. Esa misma mañana se había dado cuenta de lo sensual que era.
Se preguntó qué sentiría si estuviera besándola apasionadamente.
—Stephanie, no me mires de ese modo —murmuró Jake con una voz tan atormentada que la hizo
comprender lo que hacía.
Sin apartar la vista de esa boca, ella preguntó en voz baja:
—¿De qué modo?
—Como si quisieses que mi boca acariciara la tuya, como esto —respondió Jake, inclinando la cabeza
para tocar los mechones de pelo que le cubrían la frente.
Stephanie cerró los ojos. Quería que Jake la besara, lo deseaba con tal intensidad que en cualquier otro
momento se habría sentido aterrorizada, pero en ese instante era lo que más anhelaba.
Jake le levantó los brazos y le pareció la cosa más natural del mundo el pasarlos por detrás de su cabeza.
—Jake.
Él la besó, su lengua la obligaba a entregarse a la poderosa emoción que los consumía. Stephanie lo único
que deseaba era satisfacer aquel anhelo que Jake hacía surgir en su interior. Cuando con una mano él
deslizó uno de los tirantes del camisón por un hombro, sintió que su piel ardía. Ella sonrió, sólo podía
pensar en esa ardiente necesidad de dejarse perder en las sensaciones que él despertaba. Cuando Jake le
acarició uno de los senos, se estremeció, abriendo los ojos para mirarle.
—Stephanie, bésame... acaríciame —su tono de voz era tan distinto al acostumbrado, estaba tan intrigada,
que no se atrevió a protestar cuando él se desabrochó algunos botones de la camisa para que ella deslizara
su mano bajo la prenda. Podía sentir el vello de su pecho y la suavidad de su piel. Sus caricias la
excitaban cada vez más. Fue ella quien acabó de desabrocharle los botones de la camisa.
Como si viniese de lejos, oyó que Jake le decía algo. Sintió el aire fresco de la noche cuando Jake le bajó
el otro tirante del camisón, dejando los dos senos al descubierto.
—Stephanie —las manos de la chica fueron apartadas del pecho de él.
—Jake, quiero acariciarte —protestó, sorprendida al oír pronunciar palabras que su mente le impedía
decir.
Quería acariciarle con fuerza. Inclinó la cabeza para acariciar con su lengua el cuello de Jake. Jake gimió
y se puso muy tenso. De pronto, la abrazó con fuerza y la besó los senos. En el momento que ella iba a
protestar, él la besó, impidiendo que lo hiciera.
Las caricias de Jake la hacían gritar de placer y pedir más; al intentar acercarse a Jake, Stephanie tiró sin
querer el vaso que la señora Kettering había puesto en la mesilla. El ruido que provocó al hacerse añicos
en el suelo los interrumpió.
—¡Jake! —en un principio, su protesta no surtió efecto.
Jake le acariciaba el cuello y fue bajando hasta los senos.
Gimió al responder a la delicada caricia de su lengua. Su reacción fue una mezcla de aceptación y
repulsión, Jake levantó la vista para contemplarla.
Stephanie podía observar el vello del pecho de Jake y recordó cómo la había acariciado antes de besarle.
¿Qué le había ocurrido?
—Jake, por favor, debes marcharte —le dijo de repente—. No sé qué ha sucedido, pero...
—¿Lo ignoras, Stephanie? —él se había levantado y se estaba metiendo la camisa en el pantalón—.
¿Quieres que yo te lo diga?
Ella se estremeció y él se rió.
—Me deseabas, Stephanie. Me viste y quisiste saber cómo sería como amante.
—No... —gimió—. No... estaba muy alterada... no sabía lo que hacía...
—Querrás decir que la niña asustada que hay en ti no sabía lo que hacía —la interrumpió Jake—, sin
embargo la mujer que hay en ti sabía con exactitud lo que hacía.
—Jake, por favor... sé que debes echar de menos a Susy, pero no... no permitiré que me uses como
sustituta. Yo...
—Tú no sabes nada, Stephanie —se apartó de la cama
mientras se abrochaba la camisa—, nada en absoluto, porque tú no te lo permites y antes de empezar a
culpar a alguien, recuerda que fuiste tú quien me incitó, yo me limite a responder como lo haría cualquier
hombre.
Aunque le dio la espalda, Stephanie supo el momento en que salió de su habitación. A pesar de que debía
sentirse satisfecha porque se había marchado, una parte de ella deseaba que estuviera allí, abrazándola,
acariciándola...
Intentó dormir. Siempre había pensado que si alguna vez llegaba a sentir un deseo físico, sería porque
estaba enamorada. Nunca se imaginó tener ese sentimiento hacia Jake, porque siempre supo que sería
muy peligroso amarle.
Jake no era de los hombres que daban algo con facilidad, ella optó por la amistad, sabiendo que nunca
tendría su amor. Stephanie recordó su primera entrevista, lo que sintió, cómo respondió contra su
voluntad a su atracción, pero todo aquello desapareció cuando la asaltaron y nunca volvió a renacer hasta
ahora.
Se preguntó si estaba enamorada de él. No podía ser. Ya había visto lo que le pasaba con las mujeres que
llegaban a quererle, se aburría de ellas.
La verdad la hizo estremecerse. Se enamoró de Jake casi a primera vista, pero, después del asalto, la
impresión y el instinto de conservación la hicieron convertir a Jake en un amigo seguro. Jake no sabía que
se había enamorado de él, de lo contrario nunca le habría besado ni acariciado de esa forma.
Seguramente se acercó a ella tratando de romper las barreras que había levantado contra los hombres.
Nunca trataría de hacerla daño jugando con sus sentimientos por él, estaba segura de ello. El no sabía que
ella le amaba. No podía haberse enterado. Ella misma no lo había sabido hasta esa misma noche y él no
debía descubrirlo. La siguiente vez que se vieran, ella tendría que seguir siendo la tranquila y eficiente
secretaria que siempre había sido y no la mujer que respondía apasionadamente a sus besos y a sus
caricias.
CAPÍTULO 6
STEPHANIE ya estaba despierta a la mañana siguiente cuando llegó el médico. La señora Kettering le
llevó hasta la habitación y la joven sintió una gran desilusión al ver que no era Jake.
—Veamos cómo está esta mañana —dijo el médico. Stephanie permaneció inmóvil mientras él la
examinaba—. Está bastante recuperada, tiene la temperatura un poco alta, pero nada de qué preocuparse.
¿Ha dormido bien anoche?
Le tomó el pulso, estaba segura de que él se había dado cuenta de que se le había acelerado, pero el
médico no hizo ningún comentario cuando ella respondió con tranquilidad:
—Sí, bastante bien.
—¿No le han producido ningún efecto las pastillas que le mandé? ¿No se siente mareada o adormilada?
Algunas personas se quejan de ello.
—Me encuentro bien —respondió con calma.
El temor a cualquier contacto íntimo desapareció por completo y por vez primera, había experimentado
una atracción física tan grande hacia un hombre, que no lo pudo resistir.
—Quédese en cama esta mañana y descanse —le respondió el médico, poniéndose de pie.
—Vine a trabajar —protestó Stephanie.
—Y podrá trabajar mejor si descansa esta mañana. Sufrió una fuerte caída y aunque no se rompió ningún
hueso, pasará algún tiempo antes de que su cuerpo se recupere del impacto.
Stephanie pensó que así sería si no hubiese sufrido otro impacto aún más fuerte, al cual tenía que
enfrentarse.
Cuando se marcharon, se dirigió al cuarto de baño. Cuando salió, después de ducharse, la señora
Kettering entraba en el dormitorio con una bandeja donde llevaba su desayuno.
—Le he traído algo de comer —le indicó sonriendo—, el doctor Jenson me ha dicho que no la deje salir
de la habitación antes de comer.
—Estoy causándole muchos problemas —se disculpó Stephanie—, y Jake debe estar furioso. Sé que tenía
mucho trabajo este fin de semana.
—No se preocupe por ello. No me supone ningún trabajo subirle el desayuno y en cuanto a Jake, salió
hace un rato.
Una cosa había sido la decisión que había tomado la noche anterior de no permitir que Jake se diese
cuanta de cuáles eran sus sentimientos por él, y otra muy distinta hacer frente a la desilusión que había
sentido al enterarse que había salido sin comunicárselo. En ese momento se preguntó qué obligación tenía
de hacerlo. Estaría tan ansioso como ella de olvidar lo ocurrid© la noche anterior y quizá, al salir, trataba
de decirle que para él el incidente estaba olvidado.
Toda una mañana en la cama analizando sus pensamientos y emociones, no la ayudaría a relajarse.
Recordó la manera en que Jake se había apartado de ella en varias ocasiones, cada vez que le tocaba
inconscientemente. Debido a que era ella quien normalmente evitaba cualquier contacto físico, no le dio
en su momento ninguna importancia al hecho, pero ahora sí le parecía raro. Al principio de su amistad,
Jake la cogía de la mano o del brazo, hasta que se dio cuenta de cuánto la molestaba. ¿Qué conclusión
debía sacar de ese hecho?
Empezó a temblar al comprender cuál era la explicación. Todavía estaba temblando cuando entró la
señora Kettering con una taza de café.
—¿Tiene frío? —preguntó con cierta preocupación—. Le pediré a Harry que venga a encender la
chimenea.
—No... no, estoy bien —respondió Stephanie—. Simplemente me ha dado un escalofrío.
Todo se debía a la actitud de Jake, pensó con tristeza cuando la señora Kettering se marchó.
Se habían producido algunos cambios en él que ella no advirtió a tiempo. La amistad que tanto valoraba,
empezó a morir mucho antes, pero se negó a reconocer que Jake se había cansado del papel que ella le
había asignado. Oyó el timbre del teléfono, después alguien contestó. Media hora más tarde, cuando la
señora Kettering regresó a recoger la taza vacía, comentó preocupada:
—La señorita Waldron ha llamado desde Nueva York, preguntando por Jake. Quería saber dónde podía
encontrarle, pero yo no supe decírselo.
—¿Dijo si volvería a llamar? —preguntó Stephanie, tratando de disimular los celos que sentía.
—No, quiere que él la llame, dejó un número. Lo anoté en una libreta que hay en la biblioteca. Desde
hace tiempo, a Harry y a mí nos gustaría verle casado. Esta casa está pidiendo a gritos una familia que le
dé vida, pero esa chica es demasiado altiva.
—¿Ya la conoce? —preguntó Stephanie, esforzándose por no mostrarse interesada.
¿Había llevado Jake allí a Susy? ¿Quizá habían hecho el amor en el enorme dormitorio al que una vez
entró cuando Jake le pidió que le llevase unos documentos de la biblioteca.
—No, pero lo que he oído decir de ella es suficiente —comentó la señora Kettering—. Está pálida —
añadió preocupada al ver a Stephanie—, quizá debiera quedarse en la cama el resto del día. No tiene
sentido que se levante y se agote sin motivo. Jake comentó que no sabía a qué hora regresaría.
—No, me levantaré después de comer —le informó.
No sabía si sentirse contenta o triste porque Jake no estuviese allí. Por un lado, deseaba volver a verle, era
un deseo tan intenso que no sabía cómo podría reprimirse y por otro, sentía miedo volver a ver en sus ojos
el rechazo que estaba segura que encontraría.
Pasó la tarde terminando las cartas que Jake le había dictado el día anterior y poniendo en orden los
archivos. Empezaba a oscurecer cuando la señora Kettering entró para decirle que había trabajado
suficiente.
—Jake me dijo que no preparara nada para la cena, por lo que me imagino que no regresará. Me atrevo a
decir que es como si se sintiese culpable —comentó y Stephanie se sorprendió—. Después de todo —
continuó la señora Kettering—, si no hubiese salido a montar, usted no habría sufrido ese accidente, ¿no
cree?
—Lo ocurrido no fue culpa de Jake —le aseguró Stephanie, deseando que el ama de llaves no hubiese
observado ni su rubor ni el temblor de su cuerpo. Por un momento imaginó que la señora Kettering estaba
al tanto de lo sucedido la noche anterior—í Si Jake no viene a cenar, me acostaré temprano.
—Me parece una idea excelente —dijo la señora Kettering—. ¿Qué le gustaría cenar?
Mile End era una casa bonita, pero estaba demasiado solitaria sin Jake. Apenas eran las diez de la noche,
y a pesar de ello estaba tan cansada que deseaba acostarse.
Volvió a oír el teléfono y se preguntó si sería Susy.
A la mañana siguiente, Stephanie bajó, dispuesta a enfrentarse a Jake como si no hubiese sucedido nada.
Él ya estaba en el comedor, vestía un pantalón de pana negro y una camisa de algodón del mismo color.
Cuando la vio llegar, frunció el ceño y le dijo:
—¿Te encuentras lo suficientemente bien como para estar aquí?
—Ya me siento bien -—contestó—. Estuve trabajando ayer por la tarde. ¿Te dijo la señora Kettering que
llamó Susy?
—Sí. Stephanie, quiero hablar contigo de lo ocurrido la otra noche.
—No hay nada de qué hablar —logró decir—. Soy consciente de que echabas de menos a Susy y yo me
encontraba a tu lado, eso es todo.
Su silencio fue tan prolongado, que Stephanie tuvo que levantar la vista para mirarle.
—Muy bien, si es así cómo quieres tomar las cosas. A propósito, esta noche tendremos una cena formal.
¿Has traído ropa apropiada para la ocasión?
—Sí —Stephanie trató de apartar la vista, al recordar la forma en que él se quedó mirando el sujetador
para su vestido nuevo.
—¿Te encuentras con ganas de trabajar hoy? —su preocupación era la de un jefe por su empleada.
Stephanie se dio cuenta de que él estaba enfadado. No era culpa de él que en lugar de esa actitud
impersonal, ella hubiera preferido el calor de sus brazos y de sus besos para borrar el dolor de su cuerpo.
—Estoy muy bien —le dijo a la vez que untaba mantequilla en una rebanada de pan tostado—. ¿Cuándo
quieres empezar? Debes tener trabajo acumulado por no haber trabajado ayer.
—Algunas veces me pregunto si en realidad eres humana —comentó él, poniéndose de pie—. La perfecta
y eficiente secretaria programada para dar todas las respuestas correctas, ésa eres tú, ¿verdad, Stephanie?
La intención de sus palabras era hacerla daño y lo logró. Ella hizo un esfuerzo por contener las lágrimas,
mientras él salía de la habitación dejándola sola.
Cuando se reunió con él en la biblioteca, Jake no hizo ningún comentario con relación a su
comportamiento. Tenía delante de él varias carpetas y tan pronto como Stephanie se sentó, empezó a
dictarla.
El día era frío y la chimenea estaba encendida, hacía que hubiera sombras que le daban a Jake una
expresión siniestra.
«Está adelgazando», pensó Stephanie al ver que la cintura del pantalón le quedaba ancha. Se ruborizó al
recordar cómo le había acariciado y besado. Se estremeció al sentir la necesidad de repetir la experiencia.
—¿Stephanie? ¿Stephanie, estás bien?...
Se dio cuenta de que Jake se había levantado y estaba a su lado, con las manos en el respaldo de su silla.
—Si no te encuentras bien...
No tenía nada que sus besos no pudieran curar, Stephanie lo sabía, sin embargo no hizo intento alguno
por confirmarlo.
—Stephanie-, ¡maldición! ¿Qué te sucede?
Jake apartó las manos del respaldo de la silla para acariciarle el cuello. La obligó a levantar la cabeza para
poder mirarla a los ojos.
—¿Estás débil? ¿Te duele algo? Stephanie, ¡por Dios Santo! —su exclamación logró estremecerla.
Nerviosa, se humedeció los labios, escuchando las angustiosas palabras de Jake. En el momento que él
inclinaba la cabeza hacia ella, el teléfono empezó a sonar.
Cuando Stephanie volvió a la realidad, Jake se había apartado de su lado para coger el teléfono; frunció el
ceño mientras la miraba de arriba abajo. De pronto, su expresión cambió, le dio la espalda a Stephanie y
con un tono de voz sensual comentó:
—Susy, sabes que siempre es un placer escucharte, pero espera un segundo —tapó el auricular con una
mano y se volvió hacia Stephanie—. Si no te importa, preferiría contestar esta llamada en privado.
Salió de la biblioteca, le dolía todo el cuerpo. No podía comprender que unos segundos antes se sintiera a
gusto con Jake. ¿Por qué no podía aceptar que sólo era la sustituta de Susy, que cualquier deseo que él
pudiera sentir era causado por el hecho de que Susy no estaba a su lado?
Esperó media hora antes de volver a la biblioteca. Cuando lo hizo, Jake estaba sentado frente a su
escritorio. Levantó la vista y la miró con frialdad mientras ella tomaba asiento para reanudar sus labores.
Ya eran más de las seis de la tarde cuando Stephanie terminó el dictado; se sentía agotada. Estaba
subiendo la escalera cuando se acordó de la cena formal. Jake no comentó quiénes serían sus invitados,
por lo que se imaginó que se trataría de amigos de la localidad que en alguna época conocieron a sus
padres. Sabía que Jake estaba estudiando la posibilidad de abrir una sucursal de su empresa en Mile End.
Quizá la cena de esa noche se celebraba con ese propósito.
Estaba tan cansada que lo único que quería era dormir. Stephanie se duchó, se lavó el pelo y se lo recogió.
Se sentó frente al espejo, con el sujetador puesto para maquillarse.
Aún tenía las piernas bronceadas, por lo que no necesitaba usar medias. La tela del sujetador se ajustaba
perfectamente a su cuerpo. De no ser por el vestido, ella nunca se habría comprado una prenda como ésa
y en varias ocasiones estuvo a punto de quitársela, pero no lo hizo al comprender que no podría usar un
sujetador normal.
Se sintió mejor cuando se puso el vestido. No se había dado cuenta de que la falda era tan estrecha que
resultaba difícil andar.
Como esperaba, Jake ya estaba en el salón de pie frente a la chimenea. Llevaba un traje de etiqueta y
aunque en innumerables
ocasiones le había visto vestido así, era la primera vez que le observaba con detenimiento.
Se puso muy nerviosa al cruzar la habitación para aceptar la copa de jerez que le ofrecía.
—¿A qué hora llegarán los demás? —preguntó mirándole fijamente a los ojos.
—No hay más invitados.
—No hay más... pero dijiste que ésta sería una cena formal...
—-Así es —aceptó Jake, levantándose la manga de la camisa para mirar la hora—. La señora Kettering
me ha advertido que el soufflé de queso que ha preparado no puede esperar, así que si te parece bien...
Deseaba hacerle varias preguntas, pero, antes de poder plantear la primera de ellas, Stephanie se vio
obligada a guardar silencio. Jake le había puesto una mano en la espalda. Sentía el. calor de su mano.
El comedor de Mile End estaba decorado en tonos rojos y dorados. La cubertería de plata y la cristalería
brillaban en la mesa. De pronto Stephanie se sintió transportada a otro mundo. ¿Por qué habría hecho Jake
todos esos preparativos para cenar con ella? No recordaba las veces que habían cenado juntos y sin
embargo ésa era su primera cena formal.
La presión de su mano aumentó al acercarle la silla y cuando la retiró, Stephanie tuvo una sensación
extraña. Aturdida, vio que Jake le servía una copa de vino y que la señora Kettering entraba con una
bandeja en la mano,
—¿Soufflé? —Stephanie volvió a la realidad al oír las palabras y darse cuenta de que la señora Kettering
se había retirado.
—Jake... ¿de qué se trata? —-preguntó cuando éste terminó de servir la cena—. Me dijiste... esto es,
pensé... Jake, ¿qué está ocurriendo entre nosotros? —preguntó retirando su plato sin haberlo probado—.
Éramos amigos, pero ahora...
—Estás aferrada a algo que ya no existe, Stephanie —le informó con dureza—. Sí, éramos amigos, pero
como siempre sucede con la amistad, la nuestra tenía ciertas restricciones. Por ejemplo, nunca pudimos
ser amigos de la forma que dos hombres pueden serlo —cuando ella abrió la boca para protestar, él
añadió—: De haber sido así, nunca te habrías opuesto a que hablara de mi vida sexual contigo, pero según
recuerdo, ese tema siempre fue un tabú para ti. Ni siquiera querías reconocer que pudiera tener una vida
sexual, ¿verdad?
—Jake, por favor... —Stephanie dio un sorbo de su vino—. ¿Por qué estás haciendo esto?
—¿Por qué? No puedes pasar el resto de tu vida ignorando temas que no te agradan, Stephanie, y, en
cuanto a esta noche, digamos que celebro el fin de una época y el principio de otra —al ver su expresión,
se rió—. Ni siquiera sabes a qué me refiero, ¿no es cierto?
—La cena... —protestó en voz baja, apartando la vista—, la señora Kettering trabajó mucho para
prepararla...
—Y tú tienes mucha hambre —se burló él, viendo que no había probado el soufflé—. Muy bien, entonces
cenemos primero y luego hablaremos...
Le sirvió una pechuga de pollo con salsa, acompañada de una guarnición de verduras. Stephanie se sentía
incapaz de tomar nada.
¿De qué tenían que hablar? Se había referido al fin de una época. ¿Significaba que iba a despedirla? Vio a
Jake acabar de cenar, negándose a aceptar el postre.
Jake le ofreció una copa de brandy, pero ella no la aceptó.
—No. Olvidé que no te gusta el licor —comentó con suavidad y volvió a tapar la botella sin servirse él
tampoco.
—¿Por qué no tomas tú una copa? —preguntó titubeante, aferrándose a cualquier pretexto que retrasase
ese terrible momento en que tendrían que enfrentarse.
—¿Por qué?
Jake se levantó y se dirigió hacia ella, apoyando las manos en su silla, obligándola a ponerse de pie y
mirarle a los ojos.
—Pasemos a la sala, allí hablaremos de ello.
Stephanie le siguió. El fuego de la chimenea y una lámpara iluminaban la habitación. Aunque hubiera
preferido una de las sillas que había junto al fuego, Jake la sentó al lado de él en un confortable sofá.
Tenía miedo y hacía un gran esfuerzo por parecer que estaba tranquila.
—Esta noche —comentó Jake con tranquilidad—, tengo la intención de quitarte de la cabeza la idea de
que somos amigos, Stephanie. Cuando pienso en ti, no te veo como una amiga, sino como una mujer
deseable. ¿Te agradaría sentir lo que tú me haces? —antes de darle oportunidad de contestar, le cogió las
manos y las metió debajo de su chaqueta. Podía sentir .los latidos de su corazón y cuando levantó los
ojos, supo que la deseaba más que nunca.
—Jake... —pronunció su nombre titubeando... casi en actitud suplicante.
—No tomé una copa de brandy porque sé que no te agrada su sabor...
Jake bajó la cabeza lentamente para besarla en los labios.
—Jake... —le resultó difícil pronunciar su nombre cuando al fin la soltó.
El pecho de Jake subía y bajaba agitado, parecía que el corazón se le fuera a salir del pecho. El brillo de
sus ojos se hacía cada vez más intenso. La boca de él mostraba los mismos efectos del beso que la de ella.
Asombrada, extendió una mano para acariciarla.
—Stephanie —dejó de acariciarle el rostro—. Stephanie, te deseo, y tú también me deseas...
—No.
—Sí. ¿Crees que no me he dado cuenta de la forma en que me miras estos últimos días? ¿Crees que soy
indiferente a ello?...
—No te he mirado de forma diferente —le mintió ella.
—Por supuesto que sí. Si quieres admitirlo o no, es cosa tuya, pero has estado mirándome como se mira a
un amante...
—¡No! —respondió, y Jake pareció enfadarse.
—Sí —le indicó mirándola con detenimiento.
Ella gimió de un modo que le dio la razón en el momento que él con su boca acariciaba el cuello de
Stephanie. Sentía un placer que la hacía estremecerse.
Le besó el lóbulo de la oreja, mientras le acariciaba la barbilla.
—Ahora bésame, Stephanie. Cuando te presentaste aquí esta noche parecía que no podías esperar un
minuto para sentir mi piel en tus manos. Tócame con ese mismo deseo... ¡Hazlo, maldita sea! —
exclamó—. Demuéstrame que tienes el valor de ser mujer. Me deseas, Stephanie, ten el coraje suficiente
para decírmelo.
Sus palabras surtieron el mismo efecto que su beso unos minutos antes. Temblaba como nunca le había
ocurrido. Tocó los botones de la camisa de él, los dedos le temblaron, por eso los retiró. Cerró los ojos al
oír que se enfadaba.
—Ahí tienes —gruñó, atrayéndola de nuevo contra él, con sus manos—. ¿Esto te facilita las cosas? —se
había quitado la chaqueta y desabrochado la camisa hasta la cintura. Aturdida, Stephanie dejó que su
mirada recorriera su cuerpo. Sus dedos acariciaron su pecho, deteniéndose cuando Jake emitió una
profunda protesta—. No tienes ni la menor idea de lo que me estás haciendo, ¿verdad? —le preguntó con
brusquedad—. Stephanie... casi me he vuelto loco esperando una sola muestra de que me vieras como a
un hombre. —Jake...
—No hables ahora. En este momento no puedo ni siquiera coordinar mis ideas. He estado esperando este
momento, Stephanie... lo he anhelado... Desde el momento que apareciste
en mi oficina por vez primera, supe que te deseaba y habríamos sido amantes desde hace mucho, de no
haber sido por esos canallas, quería matarlos por lo que te hicieron y Dios sabe cuántas veces he querido
matarte a ti en estos dos últimos años. No podía ni siquiera tocarte sin que te apartaras de mí como si...
—Ahora estás tocándome —murmuró Stephanie más asombrada de lo que quería admitir por su
revelación.
¿Por qué nunca se dio ella cuenta de que la deseaba? Tal vez porque él nunca se lo permitió. Ocultó su
deseo con su amistad y no le permitió ver más allá de ésta. Ella no quiso verlo porque no se atrevía a
admitir que Jake la deseaba de la misma forma que deseaba a otras mujeres y que una vez que saciara su
deseo, ya no habría lugar para ella en su vida.
No debía permitir que eso siguiese adelante; pero la mano de Jake se había deslizado por debajo del
vestido, hasta sus senos. De pronto olvidó todas sus intenciones de resistirse.
—Te estoy tocando porque sé que quieres que lo haga —le indicó Jake—. Quieres que lo haga, ¿verdad,
Stephanie?
—No.\. sí... —respondió débilmente mientras él seguía provocando en ella sensaciones de placer tan
exquisitas que le recorrían todo el cuerpo.
—Déjame quitarte esto.
Stephanie le permitió que le bajase la cremallera del vestido y que luego se lo quitase.
—Me sorprende que me pidieras que me vistiese de gala, cuando era esto lo que tenías en mente —logró
decirle.
—Sabía que era la única oportunidad que tendría para verte de este modo —sus manos la acariciaron—.
Y quería verte así, Stephanie —extendió las manos para quitarle las horquillas del pelo.
Durante un instante, Stephanie miró a Jake a los ojos y sintió que se excitaba. Nunca había pensado que
podría hacer algo
irreflexivo, pero en ese momento supo que accedería a cualquier cosa, si Jake le pedía esa noche lo que
fuera, sin detenerse a considerar las consecuencias, o a pensar en el mañana. Como si leyese sus
pensamientos, Jake la besó apasionadamente, a la vez que la acariciaba con suavidad.
—Tócame, Stephanie —insistió cuando dejó de besarla—. Sientes qué es lo que provocas en mí.
Stephanie puso las manos en su piel, y sintió los latidos de su corazón. Jake gimió. Nunca imaginó que
Jake pudiese perder el control de esa manera. Siempre creyó que sería un amante experimentado. Este
Jake que gemía su nombre mientras ella le acariciaba, que la besaba apasionadamente, que temblaba y
que se estremecía, no era el Jake que ella se había imaginado. Se preguntó si se comportaría así con Susy.
En ese momento se sintió muy celosa. No podía soportar la idea de que tocase a otra mujer.
Las llamas del fuego daban un tono rojizo a sus cuerpos. —Esta noche voy a amarte, Stephanie. ¿Eso es
lo que deseas, o no?
Los celos la dominaban. Si admitía que quería que hiciesen el amor tal vez le haría saber que le quería. A
pesar de todo lo que le había dicho en cuanto a su deseo por ella, nunca habló de amor, además debía
pensar en Susy, la mujer que había compartido su vida y su cama, a quien abiertamente admitía desear...
—Yo...
—Tu cuerpo me desea —le indicó Jake mientras su boca le acariciaba el cuello y el pecho.
De repente se estremeció. Cuando los labios de él pudieron acariciarle los senos, Stephanie se puso muy
nerviosa, le deseaba como nunca había deseado a ningún hombre. Jake respiró profundamente. —Me
deseas, acéptalo. Dime que me deseas...
—Te deseo... —confesó y al momento sintió un temor tan grande, que la hizo añadir—, te deseo, Jake, no
lo niego, pero es sólo un deseo físico, no... no siento nada más por ti.
—Sólo un deseo físico —dijo Jake con frialdad.
Stephanie se quedó muy sorprendida al ver que él se apartaba de su lado.
Había tan poca luz que le resultaba imposible ver la expresión de sus ojos y a pesar del calor del fuego,
Stephanie se estremeció.
—Me parece que he cometido un error.
—¿Qué querías que te dijese? —preguntó ella, no sabiendo por qué tenía que atormentarse diciendo esas
palabras—, ¿que te quiero?
—Yo me sentiría satisfecho de escucharlo después de tener que esperar dos años para poder tenerte en
mis brazos.
—No creo que me hayas deseado durante todo ese tiempo —dijo—. Me estás usando porque no está Susy
aquí y porque... porque... como todos los hombres, no puedes aceptar que exista una mujer a la que le seas
indiferente.
Ambos se quedaron en silencio. Stephanie era consciente de que las bases de su amistad se estaban
derrumbando y no sintió ningún consuelo al saber que ella había contribuido a su destrucción.
Sin responder, Jake empezó a abrocharse la camisa.
—Mira, olvidemos que todo esto ha ocurrido —su tono de voz era impersonal.
—¿Cómo podemos olvidarlo, Jake? Ya no puedo seguir trabajando contigo. Es evidente que...
—No puedes marcharte sin comunicármelo por escrito con tres meses de antelación. Está en tu contrato
de trabajo, ¿lo recuerdas?
—¡Pero no puedes obligarme a eso! —exclamó ella, sin poder creer lo que Jake estaba diciendo.
—Tengo la impresión de que en este momento te resulta difícil saber cuál es nuestra posición —contestó
él con dureza—. No siempre podrás salirte con la tuya, Stephanie. Decide si quieres que seamos amigos,
amantes, o que nuestra relación sea profesional y cuando te decidas, házmelo saber. Pero recuerda esto,
no voy a permitir que te marches así como así. En este momento tengo entre manos un negocio muy
importante en Florida, tendremos que ir allí dentro de un mes y si decides marcharte, haré que trabajes los
tres meses.
—¿Cómo vamos a seguir trabajando juntos? —preguntó desesperada—. No podemos seguir
pretendiendo...
—Querrás decir que tú no puedes hacerlo —respondió Jake con amargura—. ¿No has escuchado nada de
lo que te he dicho? Yo lo he estado haciendo durante dos años. No es tan difícil una vez que te
acostumbras a ello y quizá ya va siendo hora de que aprendas que en la vida no todo es fácil. Estabas
equivocada acerca de una cosa —añadió, contemplando la ropa interior de seda y satén—, pensé que el
usar esas prendas te convertiría en mujer, y no sirvió más que para demostrarme lo equivocado que
estaba. Eres una cobarde, Stephanie. Tienes miedo de aceptar que me deseas y de atenerte a las
consecuencias de ese deseo. Sé exactamente por qué me dijiste que era sólo un deseo físico. Pero si
alguna vez cambias de opinión, tendrás que decírmelo. Ya estoy cansado de tomar decisiones por ti y de
hacerme responsable de ello.
—Me voy a la cama —le dijo Stephanie—. Buenas noches, Jake.
Pasó a su lado, sin atreverse a mirarle, asustada porque él parecía estar furioso. Se preguntó si no era ella
quien debía haberse enfadado. Ella fue quien salió perjudicada por todo eso. A Jake no parecía importarle
el hecho de que la amistad hubiera llegado a su término...
Stephanie salió de la habitación conteniendo las lágrimas
Habían ocurrido tantas cosas esa noche que no podía asimilarlo todo. De lo que sí estaba segura era de
que aunque Jake podía obligarla a trabajar esos tres meses, no podía impedirle que finalmente le dejase.
Cuando se desnudó se quitó con rapidez la ropa interior, deseando borrar el recuerdo de las palabras de
Jake. Al menos el dormitorio de Jake estaba lo suficientemente apartado del suyo como para no oír que
ella estaba llorando. Ni siquiera la reconfortaba el hecho de que él la deseaba.
CAPÍTULO 7
EL MANTENERSE a cierta distancia de Jake fue una tarea muy difícil para Stephanie, una vez que
regresaron a Londres.
Si realmente la deseaba, no podía comprender cómo había logrado ocultarlo.
Antes, cuando le contemplaba, sólo veía en él al hombre que era su mejor amigo; ahora no podía mirarle
sin olvidar que era el hombre a quien amaba. Al oír su voz se sentía muy débil, por su anhelo de estar
cerca de él y aunque se esforzaba por seguir siendo tan eficiente como siempre, se preguntaba si Jake se
daría cuenta de cuánto habían cambiado sus sentimientos. La tentación de acercarse a él y tocarle, de
rogarle que hicieran el amor era tan fuerte en ciertos momentos, que temía no poder soportarla.
Cuando regresó a Londres, también observó que la actitud de Jessie hacia ella era extraña. Al principio se
sintió confusa y luego molesta por el comportamiento de su amiga. El viernes siguiente Jessie le preguntó
cómo había pasado el fin de semana, y en ese momento empezó a comprender el motivo de su cambio de
actitud.
Estuvo a punto de decirle que todo había salido bien, pero cambió de opinión y contestó apesadumbrada.
—Jessica, debí decírtelo. No pasé el fin de semana con una amiga de la escuela y su familia, estuve en
Mile End, en casa de Jake. Estuvimos trabajando, pero después de lo que me dijiste de las habladurías,
tuve miedo y te mentí.
—Lo sé —la expresión de Jessie se suavizó un poco—. Una de las chicas de la oficina te vio bajar del
coche de Jake el lunes por la tarde. Me temo que ya toda la oficina está enterada. Me preguntaron si yo
sabía algo.
—¿Y qué les dijiste?
—Nada —le aseguró Jessie— y te pido perdón por mi comportamiento de esta semana, pero...
—Comprendo por qué estabas molesta, pero todos los chismorreos terminarán cuando me vaya.
—¿Vas a marcharte?
—Ya he presentado mi baja a Jake, me marcharé cuando pasen estos tres meses.
—¿Por qué, Stephanie? Los dos formáis un excelente equipo de trabajo...
Stephanie se rió.
—Desafortunadamente... nuestra relación tiene ciertas complicaciones...
—Esto significa que o te has enamorado de él, o que él ha tratado de propasarse contigo —al ver la
expresión de Stephanie, continuó hablando—. ¡Ah! Creo que ya entiendo, se trata de las dos cosas,
¿verdad?
—Supongo que tenía que ocurrir —aceptó con pesar.
Jessie trató de consolarla.
—No sé cómo .lograste trabajar durante tanto tiempo con él sin sucumbir y en cuanto a Jake... era normal
que al final se sintiese atraído por ti. Ahora comprendo por qué quieres marcharte. Debe ser muy duro
estar enamorada de él sin ser correspondida.
—Así es, sin embargo no sabe cuáles son mis sentimientos por él y no tengo intención de que se entere.
—Te comprendo y me resulta extraño. Quiero decir, tratándose de un hombre como él, ya debía haberse
dado cuenta. Estoy segura de que las chicas le han asediado; desde que empezó
a usar pantalón largo y es normal que cuando un hombre sólo quiere divertirse, ponga distancia de por
medio en el momento en que presiente que una chica empieza a tener intenciones serias por él. ¿No
piensas que pueda sentir por ti algo más de lo que te demuestra?
—¿Cuando tiene un romance con Susy Waldron?
—No... supongo que tienes razón. Mira, ¿qué te parece pasar el sábado por la noche con nosotros? —
sugirió Jessie—. Keith estará en casa.
—Gracias, Jessie, pero con este estado de ánimo, no puedo ir a ningún sitio, quizá más adelante.
Se sentía demasiado agotada como para acompañar a nadie. Desde el momento que presentó por escrito
su baja a Jake, a su regreso a Londres, él la trató con una frialdad que contrastaba con la confianza que
ella tenía en su amistad y que, aunado al agobiante ritmo de trabajo, la hacía sentirse demasiado cansada
para hacer algo más que dejarse caer en una silla cuando regresaba a su casa por las noches.
Cuando Annette volvió de sus vacaciones con su prometido, se sintió preocupada al ver la expresión de
tristeza de Stephanie.
—Siempre te ha hecho trabajar mucho, ¿no se da cuenta de lo cansada que estás? —comentó al verla
retirar su plato casi sin probarlo—. ¿Qué te sucede? No quieres comer, duermes mal... Con sinceridad,
Stephanie, parece que estás enamorada.
Stephanie no le comentó que había presentado su baja. No había empezado a hacer planes para el futuro,
ni siquiera estaba buscando trabajo.
Jake se volvía cada vez más frío y distante, y Stephanie estaba muy desanimada. En cierta forma se
alegraba de que él se mantuviera alejado de ella, así le era más fácil tolerar su dolor, sabiendo que su
amor no era correspondido. Al menos,
eso se decía hasta el día que al regresar de comer, se encontró a Susy en brazos de Jake.
Entró en la oficina, pensando que él aún no había vuelto de comer. Le comentó que le habían invitado a
comer y creyendo que Susy todavía se encontraba en Nueva York, no se imaginó con quién podría estar
comiendo. El verlos fundidos en un abrazo, le produjo un dolor indescriptible. Salió de la oficina y corrió
hasta el baño.
Recordó las palabras de Jake acerca de sus celos y se estremeció al comprender que tenía razón.
Cada noche permanecía largas horas sin poder conciliar el sueño ante el temor de que la atormentaran
imágenes de Jake en brazos de Susy y ahora esas pesadillas se habían convertido en realidad. Después de
enjuagarse la boca, volvió despacio a su despacho, haciendo ruido para que notaran su presencia. —Por
fin has vuelto —Jake salió de su despacho con el pelo revuelto.
Stephanie observó que el botón superior de su camisa estaba desabrochado y que llevaba la corbata fuera
de su sitio. —Estás muy pálida. ¿Te sientes bien? —Me duele la cabeza —le mintió sin mirarle a los ojos.
—Voy a llevar a Susy a que vea uno de los apartamentos que nos han ofrecido, no sé a qué hora
regresaremos.
En ese momento, Susy salió del despacho. Se había retocado el maquillaje, pero nada podía ocultar la
irritación de sus labios, ni la expresión de sus ojos.
—Cariño, ¿por qué no cambias de opinión y te vienes conmigo a Nueva York la próxima semana?
Tómate un descanso... —Quisiera poder hacerlo, pero tenemos demasiado trabajo en estos momentos...
Stephanie se puso muy nerviosa, esperaba que Jake le dijera a la modelo que estaría en Estados Unidos a
finales de mes, pero permaneció en silencio.
«Quizá la sorprenda diciéndoselo más tarde», se dijo al verlos partir.
Sentía unos celos tan grandes que deseó aniquilar a Susy.
Pasó casi todo el fin de semana pensando en ellos, imaginándolos juntos. Era obvio que Susy no sentiría
ningún reparo en mostrarle a Jake cuánto le deseaba, no le importaba que él no la amara. En ese momento
se preguntó si Jake la amaba. Alguna vez pudo haber dicho que no, pero ahora empezaba a plantearse si
realmente conoció a Jake, si todo lo que de él había sabido no era más que lo que él quiso que ella
conociera.
Deseaba volver a aquella época en que ignoraba lo que era el deseo sexual y los celos, cuando se sentía
feliz y segura.
La semana siguiente, Jake le dijo que preparase el viaje para los dos.
A su pregunta relativa a la duración del viaje él respondió:
—¿Tiene alguna importancia? —él la observó y Stephanie se sintió aterrorizada por lo que pudiera
descubrir en su mirada.
—Tengo amigos y compromisos sociales que debo atender —respondió con tranquilidad.
—¿Amigos? —preguntó mirándola a los ojos—. ¿Te refieres al individuo aquel al que vi besándote
delante de tu apartamento?
—En efecto, Keith es uno de mis amigos —replicó Stephanie.
—¿Keith? —Jake se levantó y se acercó a ella. Casi podía sentir la tensión que emanaba de su cuerpo y se
estremeció al ver su expresión—. ¿Y sabe ese amigo lo que significa la amistad para ti, Stephanie? ¿Sabe
que le permitirás llegar hasta cierto punto y no pasar de ahí o todavía vive con la esperanza de que pueda
llegar a acostarse contigo?
Stephanie contuvo la respiración.
—O quizá ya te ha llevado a la cama —sugirió Jake—. ¿Ya
lo ha logrado, Stephanie? ¿Ya lo ha logrado? —la cogió por los hombros y la zarandeó—. ¿O piensas
atormentarle de la misma forma que a mí?
—Yo... no... yo no he hecho nada...
—¡Maldita sea! Tienes razón al decir que no haces nada —comentó Jake—. ¡Dios mío! Me has hecho
llegar a un punto que ya no puedo pensar las cosas. ¿Tienes idea de lo que me estás haciendo?...
—Si te sientes frustrado, te sugiero que eches la culpa a Susy y no a mí.
Estaba tan furiosa como él. Se asombró al verle palidecer. La soltó y se agarró al escritorio con tanta
fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.
—Jake... —sin darse cuenta extendió un brazo para tocarle, pero él la apartó de su lado con brusquedad,
demostrando su enfado—. Jake..., ¿qué te ocurre? ¿Qué sucede?
—No lo preguntes —respondió con amargura y en un tono de voz que Stephanie no podía reconocer. Por
un instante le pareció que se trataba de un anciano—. Más vale que no lo sepas...,'además no te importa.
En ese momento, al mirarla, sus ojos tenían la expresión de quien soporta un dolor terrible, luego volvió
la cabeza y cambió de expresión.
—¿Sabes una cosa, Stephanie? Me compadezco del pobre diablo que finalmente logre hacerte aceptar que
eres mujer, porque primero le harás pasar por un verdadero infierno. Ahora lárgate de aquí...
—¿Y los preparativos del viaje?
—Los haré yo mismo. En este momento quiero que salgas de la oficina, Stephanie. No me importa
adonde vayas o lo que hagas... vete...
Se fue a su apartamento. Estuvo llorando hasta que se quedó sin fuerzas, no podía creer lo sucedido. No
sabía por qué
estaba tan furioso, o por qué había reaccionado con esa violencia al comentarle que su frustración era
causada por su relación con Susy.
Al día siguiente, estaba tan frío y distante como últimamente. Hacía frente a todo el trabajo con una
rapidez que la hizo preguntarse si en realidad era humano. A la hora de comer ya le había encargado
trabajo como para mantenerla ocupada hasta mucho después de las seis.
Jake tenía varias reuniones esa tarde y regresó después de las cinco. Stephanie ya se había hecho cargo de
los asuntos más urgentes, pero había tomado la determinación de no marcharse hasta después de terminar
todo y fue eso lo que la mantuvo frente a la máquina de escribir hasta que los dedos le dolieron.
—¿No has terminado todavía? —el sarcástico comentario de Jake la hizo ponerse furiosa, pero no quiso
responderle—. ¿Cuánto tiempo tardarás?
—Una hora, quizá hora y media —contestó, después de comprobar las hojas que todavía le quedaban por
escribir a máquina.
Le vio regresar a su oficina y oyó el ruido de su sillón cuando se sentó en él.
El intenso silencio le alteraba los nervios. Intentó concentrarse en el trabajo, pero su mente seguía
divagando. Se preguntó una y otra vez por qué no firmaba la correspondencia y se marchaba. No podía
trabajar mientras él estuviera allí.
—¿Sucede algo? —Jake estaba en el umbral de la puerta, apoyado én el marco. Se había quitado la
chaqueta y subido las mangas de la camisa.
—Por favor, deja de mirarme, me pones nerviosa —dijo sin poder contenerse—. ¿Jake, por qué no te vas
a casa? No puedo trabajar estando tú rondando como... una pantera inquieta...
—¿Una pantera? ¿Es eso lo que me consideras? ¿Quieres saber lo que yo te considero?
—No. Me gustaría que me dejaras en paz para poder terminar mi trabajo y marcharme a casa.
—Vaya, ahora estamos muy pendientes del reloj, ¿no? ¿Tienes una cita para esta noche? —su expresión
la molestó, él parecía seguro de que no había ningún otro hombre en su vida.
—No es de tu incumbencia si la tengo —contestó enfadada—. ¿Ya has firmado la correspondencia?
—No, lo haré ahora —se apartó de la puerta y volvió a su despacho.
Stephanie intentó concentrarse en su tarea. Cuando terminó de pasar a máquina otra carta, se dio cuenta
de que estaba librando una batalla perdida. Sin leer por completo lo escrito vio por lo menos media
docena de faltas. Estaba pendiente del menor ruido proveniente del otro despacho, y sin embargo, cuando
se produjo, no lo oyó. La cinta de la máquina se terminó y ella se levantó para ir a por otra. Estaba
agachada de espaldas a él mientras buscaba en el cajón inferior de un armario, cuando se dio cuenta de
que Jake estaba en la habitación. Al volverse le vio leyendo lo que acababa de escribir a máquina.
—El permanecer aquí después de la jornada normal es una pérdida de tiempo completa, si esto es lo que
haces —dijo sacando el papel de la máquina—. Ve a por tu abrigo, te llevaré a casa.
—No es necesario. Puedo coger el autobús...
—Por supuesto... y los dos sabemos qué sucedió la última vez, ¿verdad? ¿Qué ocurre, Stephanie? ¿Es que
tu nuevo amigo te ha inculcado tanto valor que ya no tienes miedo? Si es así, ha sido capaz de hacer algo
que yo jamás he logrado. No hay más qué decir, te llevaré a tu casa.
Mientras le acompañaba al coche, Stephanie trató de relajarse,
pero le resultó imposible. Se apoyó en el respaldo del asiento y cerró los ojos. Quizás al no verle no se
sintiese tan alterada por su presencia. Abrió de pronto los ojos al sentir su aliento.
—Has olvidado esto —le indicó dándole el cinturón de seguridad—. ¿O es que no recuerdas que es
obligatorio?
Ella se lo abrochó con rapidez, esperando que Jake no se diese cuenta de lo ruborizada que estaba.
—No necesitas preocuparte tanto —señaló él malinterpretando su expresión—. No tengo intención de
raptarte.
Apartó su mirada de ella, diciendo que de nada serviría. Stephanie volvió a sonrojarse al comprender el
verdadero significado de sus palabras. ¿En realidad creería que no podría responder a sus caricias y darle
el placer al que sin lugar a dudas estaba acostumbrado a compartir con otras mujeres como Susy? Quizá
no podría, quizá el amor no podría sustituir a la experiencia. Stephanie cerró los ojos, sabía que sería
capaz de no contener su deseo de extender una mano y tocarle, de ceder al impulso que crecía día a día en
su interior.
—Ya hemos llegado a tu casa, Stephanie —las palabras la hicieron volver a la realidad, ni siquiera se dio
cuenta de que Jake había detenido el coche.
—¿Lograste hacer todos los arreglos para el viaje a Florida? —fue lo primero que se le ocurrió
preguntarle y él hizo un gesto de desagrado.
—Así es —fue su respuesta—. Salimos el lunes a las ocho y media. Será mejor que pases la noche del
domingo en mi casa. No me mires de esa forma —añadió—. Ya te lo dije una vez y si quieres volveré a
repetírtelo.. Sólo me acostaré contigo si tú me lo pides, lo cual creo que no tienes en mente.
Se alejó antes de que ella pudiera contestar. Cuando abrió la puerta, se dio cuenta de que era la primera
vez que la llevaba a su casa por la noche y no esperaba a verla entrar en el apartamento, ese hecho la
entristeció más que cualquier otra cosa que le había ocurrido.
CAPÍTULO 8
ESTÁS cómoda? Stephanie asintió con la cabeza mientras se abrochaba el cinturón de seguridad,
disponiéndose para el largo vuelo hasta Florida.
A pesar de sus temores de pasar la noche en casa de Jake, la velada transcurrió sin incidentes. Jake se
encerró en su despacho casi desde el momento que llegaron a su apartamento y todavía no había salido de
allí cuando Stephanie decidió irse a la cama. Permaneció mucho tiempo sin poder dormir, estremeciéndose al recordar el comentario que él había hecho de que si ella quería acostarse con él, tendría que
pedírselo.
Como sabía que el viaje sería largo, había llevado una novela que desde hacía meses quería leer. En el
aeropuerto Jake había comprado varias revistas para ella. Tan pronto como despegaron y pudieron
desabrocharse los cinturones de seguridad, Jake abrió su maletín y empezó a trabajar. Stephanie se entristeció al ver la facilidad que él tenía para olvidar su presencia.
Media hora después de despegar, las azafatas sirvieron el desayuno. Stephanie pidió un zumo de naranja y
un café, Jake también. Más tarde, él volvió a su trabajo. Ella se entretuvo mirando por la ventanilla.
—¿Te aburres?
—No... estoy leyendo el libro... —tartamudeó ella al darse cuenta de que Jake la miraba.
—No parece que te llame mucho la atención. Tengo que revisar algunos contratos, ¿quieres hacerlo
conmigo?
Stephanie cogió los documentos que él le pasó, tratando de no recordar todas las ocasiones en que
trabajaron amigablemente. Miró las hojas. El propósito de su viaje era formalizar un contrato con una
empresa norteamericana que alquilaba y vendía apartamentos en lugares turísticos.
Las negociaciones fueron largas y aburridas. Jake estaba muy interesado en proteger los intereses de los
compradores y exigió ciertas garantías y cláusulas adicionales en los contratos, las cuales retrasaban su
conclusión.
El contrato ya estaba preparado para ser firmado y las primeras casas construidas por la compañía
norteamericana, ya estaban terminadas.
—Al fin lograste que se diera acceso libre al campo de golf, ¿verdad? —preguntó Stephanie, mientras leía
el texto del contrato.
Estaba tan concentrada en la lectura que olvidó la tensión que existía entre ellos.
Jake también parecía dispuesto a olvidar el problema.
—Sí, para muchas de las personas mayores el campo de golf es más importante que el resto de las
instalaciones deportivas y el que tuvieran que pagar más los desalentaría en su decisión de compra. He
retrasado esta visita, a propósito, porque quería constatar la calidad en la terminación de las construcciones. Por eso nos vamos a alojar en una de las casas.
—¿Nos quedaremos en una de las casas? —Stephanie no pudo disimular su miedo—. Pensé que habías
reservado habitaciones en algún hotel de Miami.
—No habría sido práctico. Tendríamos que viajar a las instalaciones casi a diario para ver el avance de las
obras. Decidí que sería mejor que estuviéramos donde se realizan los trabajos. El complejo deportivo está
terminado, así como la piscina.
Tengo intención de poner todo a prueba. El centro comercial aún no está terminado y como tendremos
que pasar aquí unos días, he alquilado un coche para que puedas ir al pueblo más cercano a comprar todo
lo necesario. Es la mejor manera de poner a prueba el lugar. También he concertado una cita con Brice
Challoner, que será el relaciones públicas de la empresa y actuará como nuestro representante en Florida.
—¿Brice Challoner?
—Es socio de Challoner y Heart, la empresa con la cual ya hemos trabajado en Florida y también tiene
nexos con Heart Meadows, nuestro relaciones públicas.
—Su nombre me resulta familiar —dijo Stephanie y volvió a mirar el contrato.
En ocasiones anteriores, Jake habría discutido con ella esos asuntos antes de llevarlos a cabo, pero ahora
que le había presentado su baja, la mantenía al margen de todo.
Intentó concentrarse, tratando de contener las lágrimas. Les sirvieron la comida; Stephanie casi no tomó
nada. Luego vieron una película y cuando el cansancio empezaba a vencerla, el avión tomó tierra.
Al entrar en el edificio del aeropuerto, Stephanie estaba desorientada, tanto por la duración del vuelo
como por el cambio de horario. Casi perdió a Jake cuando éste se volvió con brusquedad para dirigirse
hacia un hombre que parecía buscar a alguien entre la multitud.
—Hola, tú debes ser Jake —dijo, dándole un fuerte apretón de mano—, ¿y ella?
—Mi secretaria, Stephanie Walters —dijo Jake—. Gracias por venir a recibirnos.
—Encantado de hacerlo. Hola, Stephanie, yo soy Brice Challoner.
—Es un placer conocerle, señor Challoner —respondió ella, extendiendo la mano hacia él.
—Nada de señor, aquí no nos tratamos tan formalmente, además, aborrezco el que una chica bonita me
llame señor, me hace sentirme viejo.
Stephanie pensó que aproximadamente tendría la edad de Jake, pero actuaba de un modo que le hacía
parecer más joven.
—El coche está ahí. Ya he alquilado uno para vosotros, está en el complejo. Llamadme si necesitáis
cualquier cosa mientras estéis aquí. Me imagino que debéis estar muy cansados por el viaje. El camino a
recorrer es largo.
—¿Cómo llegarán las personas que vengan a pasar sus vacaciones? —preguntó Stephanie, pensando en el
largo viaje—. Un recorrido largo sería agotador para los padres con niños pequeños, y no se animarían a
volver al lugar.
—Es una apreciación muy interesante —señaló Jake.
—Es probable que la mayoría utilice coches alquilados, pero podremos hacer algo al respecto, no creo
que haya problema —comentó Brice y sonrió—. Bonita y eficiente, es una combinación que me agrada.
Necesito una buena secretaria. Si alguna vez decides venir a vivir a Estados Unidos, házmelo saber.
Stephanie se preguntó si estaría hablando en serio. De ser así, su oferta podría ser la solución ideal para su
problema. Aunque pudiese encontrar un trabajo similar al que tenía con Jake en Londres, el seguir
viviendo allí sería un tormento constante y un recuerdo permanente de lo que había perdido.
El trabajar en el extranjero nunca le había llamado la atención, pero era el momento de cambiar de
opinión. Dirigió la mirada hacia Jake e inmediatamente se lamentó al ver su expresión de enfado.
—Si estás pensando lo mismo que yo, olvídalo —dijo entre dientes mientras Brice se adelantaba para
abrir las puertas del Mercedes—. En primer lugar, no cuentes con buenas referencias de mi parte.
—Quizá me acepte sin ellas —contestó Stephanie—, basándose en su propio parecer.
—En este momento, su parecer está relacionado con tu comportamiento en su cama —indicó Jake con
poca delicadeza por su parte.
Estaban tan cerca del coche de Brice, que Stephanie no pudo hacer ningún comentario. Se sentó en el
asiento de atrás del coche, para que Jake ocupase el de delante, junto a Brice, pero para su sorpresa, él
decidió sentarse a su lado.
—Fue una sorpresa para nosotros cuando nos informaste que os quedaríais en un chalet —comentó Brice
mientras salían del aparcamiento—. Pensábamos que ibais a hospedaros en Miami.
—Si he de recomendar y vender los chalets a mis clientes, quiero estar seguro de qué es lo que están
comprando —dijo Jake.
—Me parece muy bien. Ya sabes que el servicio de limpieza todavía no está funcionando, nada más se
han terminado seis chalets. Os hemos preparado uno de dos dormitorios —a través del espejo retrovisor,
Stephanie vio que Brice miraba a Jake de un modo que la hizo ruborizarse.
—Muy bien —respondió Jake—. Según creo, los chalets ya terminados están construidos alrededor de la
piscina, no?
—En efecto. Estos chalets son pequeños, los grandes tendrán cada uno su propia piscina. Pensamos que
son muy apropiados para parejas de jubilados, su mantenimiento es más sencillo y están cerca de todos
los servicios.
Mientras los dos hombres seguían charlando, Stephanie se preguntaba por qué Jake no había ocupado el
asiento delantero. La pesaban los párpados y deseaba poder dormir. Muy a su pesar cerró los ojos para
descansar unos minutos...
—Stephanie...
Hizo un esfuerzo para abrir los ojos. Parecía como si le hubiesen
puesto pesas en los párpados, estaba muy cómoda así, desde hacía mucho tiempo no se sentía tan a gusto.
Notó que la sujetaban de la cintura con firmeza, no quería moverse.
—Stephanie, despierta, ya hemos llegado.
Al incorporarse, se dio cuenta de que tenía la cabeza apoyada en el hombro de Jake. Aparentando estar
tranquila y despreocupada, dirigió la mirada al espejo retrovisor. Brice Cha-lloner la observaba.
—Me avergüenza haberme quedado dormida en tu hombro. La duración del viaje... —se disculpó con
Jake.
Éste flexionó el brazo haciendo una mueca como si lo tuviese entumecido, en el momento que se
desviaban de la carretera principal y cogían un camino que recorría todos los edificios en construcción.
—Todavía no están en condiciones de visitarlo, tendréis que ejercitar vuestra imaginación para ver todo
este terreno con césped y árboles. ¿Habéis visto la maqueta de todo el conjunto?
Jake asintió con la cabeza.
—Me imagino que los dos debéis estar muy cansados por el viaje. ¿Os parece bien que os llame mañana
temprano?
—Perfecto —aceptó Jake en el momento que se detenían delante de los chalets.
Las fachadas eran muy sencillas. Brice les explicó que con el tiempo quedarían cubiertas por enredaderas.
—Todos los chalets tienen un patio atrás, como acceso directo a la piscina. Creo que os gustará, pero no
pasaré a verlo con vosotros ahora. Dejaré que los dos lo veáis solos.
Se volvió a Stephanie sonriente.
—Lamento haberme quedado dormida —se disculpó, sonrojándose al ver su expresión.
—No te preocupes, quisiera que una chica bonita como tú se quedara dormida en mis brazos. Ahora veo
por qué preferiste
viajar en el asiento posterior, Jake —comentó riendo.
Stephanie sabía que estaba hablando en broma con ellos. No tenía por qué sentirse avergonzada, además
no había motivo para que Jake tuviera esa expresión de enfado.
—He dejado el coche en el garaje y aquí están las llaves —Brice le dio a Jake un llavero—. Os veré por la
mañana.
Jake sacó las maletas del portaequipajes del coche y Brice se alejó, dejándolos solos.
El pequeño chalet tenía un aspecto rústico, y aún no estaba terminado.
—Tuvieron que amueblar el chalet para que pudiésemos ocuparlo, así que sólo Dios sabe 16 que nos
espera —comentó Jake al abrir la puerta.
Stephanie no pudo dejar de admirarse. Estaban en un recibidor, de donde salía una escalera. Al fondo
había un gran ventanal que daba a lo que Brice llamó el patio, pero que en realidad era un jardín bastante
grande.
—La cocina y el comedor deben estar detrás de esa puerta —señaló Jake—:. ¿Quieres comprobarlo
mientras llevo nuestro equipaje al piso superior? Me agradaría tomar una taza de café si es que encuentras
en qué hacerlo...
La cocina tenía todos los aparatos eléctricos imaginables y una gran cantidad de alimentos frescos y
congelados.
«Aquí hay suficiente comida como para alimentar a un ejército», pensó.
—¿Cómo está todo? —Stephanie no le había oído llegar, por eso se sobresaltó cuando le hizo la pregunta.
—Muy bien, esta cocina sería el paraíso de cualquier ama de casa.
—¿Has hecho el café?
Stephanie le sirvió una taza de café, olvidando por un instante el gran distanciamiento que había entre
ellos.
—Trataré de conseguir café recién molido —agregó sonriente al ver el gesto de desagrado de Jake al dar el primer sorbo de café—. ¿Qué te parece el chalet?
—La primera impresión es bastante buena. Los dos dormitorios son bastante grandes y ambos tienen
cuarto de baño. Iré a dar una vuelta por los alrededores. ¿Por qué no te acuestas y descansas?
Stephanie se sirvió una taza de café, estaba molesta porque no la había invitado a acompañarle.
—¿Cenaremos aquí?
—Creo que es lo más conveniente. Debido al viaje y al cambio de horarios, los dos estamos bastante
desorientados. Estoy seguro de que Brice nos llevará mañana a cenar. Le has causado muy buena
impresión, pero no te entusiasmes mucho con la oferta de trabajo que te hizo. Algo me dice que el trabajar
contigo no era todo lo que tenía en mente y los dos sabemos lo qué tú piensas en cuanto a compartir su
cama.
—¿Lo sabemos? —Stephanie se enfadó—. ¿Y qué te hace pensar así, Jake? Después de todo, es un
hombre muy atractivo —se alejó antes de darle la oportunidad de responder.
Oyó que el coche se ponía en marcha mientras se desnudaba. Su dormitorio tenía una pequeña terraza
donde había una mesa y dos sillas. Desde allí se veía el jardín y la piscina. La piscina era grande y estaba
rodeada de césped donde tumbarse para tomar el sol.
Stephanie se dirigió al cuarto de baño. Como Jake le había comentado, era muy lujoso.
Llenó la bañera de agua caliente y se metió en ella, estaba medio dormida cuando se dio cuenta de que el
agua se había enfriado. Se envolvió en una toalla, se tumbó en la cama y se quedó dormida.
—¿Stephanie?
Se despertó sobresaltada. Había dormido tan profundamente que ni siquiera se había movido. Sentía frío
al estar tapada con una toalla húmeda.
—¿Stephanie, estás bien? —la puerta se abrió de pronto y Jake entró en la habitación, deteniéndose
súbitamente al verla. Ella se ruborizó al ver que Jake estaba allí.
—Me he quedado dormida y tú me has despertado —trató de taparse con la toalla, el viento que entraba
por la ventana le ponía la carne de gallina. Recordó que no había deshecho las maletas y que la ropa que
se había quitado estaba en el baño.
—¡Por Dios Santo, ponte algo encima! —Me agradaría hacerlo —contestó con dureza—., pero mi maleta
está ahí —señaló hacia el otro extremo de la habitación—, y la ropa que me he quitado está en el baño. —
¿Sueles dormir desnuda?
—¿Y tú sueles meterte en las habitaciones de otras personas sin anunciarte? Siento mucho que encuentres
mi cuerpo ofensivo a tus ojos —contestó levantando la barbilla con altivez—. Yo no te invité a que
pasaras.
—¿Ofensivo? —por un instante Jake pareció sorprendido—. ¿Qué te ha hecho pensar así? —preguntó
con suavidad a la vez que cerraba la puerta y se dirigía hacia ella. Stephanie le vio acercarse y se puso
muy nerviosa. —Lo encuentro tentador e incitante, pero no ofensivo —Jake movió la cabeza, esbozando
una sonrisa—. Dime, Stephanie, ¿por qué Brice Challoner puede flirtear contigo y cuando yo intento
hacerlo, te ocultas detrás de esa barrera que tanto aprecias?
—Tú... tú eres diferente. —¿Diferente?
Stephanie se preguntó si él se daría cuenta del efecto que causaba en ella. Estaba tan cerca que no podía
pensar con normalidad.
—¿Por qué soy diferente? ¿Soy diferente porque sé la verdad acerca de ti? Porque...
Al volverse, el cuerpo de Stephanie quedó iluminado por la luz de la luna que entraba por la ventana. Oyó
que Jake contenía el aliento y vio que estaba muy tenso.
—Por Dios, Stephanie, vístete, si no yo...
—¿Tú qué? —le desafió con amargura—. ¿Has olvidado que me dijiste que tendría que pedirte que te
acostaras conmigo cuando yo quisiera hacerlo? No soy Susy. ¿Sabe ella cómo te afecta la frustración, que
tratas de conquistar a la primera mujer que se te pone delante cuando ella no está presente?...
—¿Eso piensas? —con rapidez, la cogió de las muñecas y la hizo sentarse.
Stephanie trató de alejarse, era consciente de que estaba desnuda.
—Te gusta acusarme de utilizarte como sustituía de Susy, ¿no es cierto? Bueno, pues esto sí que te hará
reír. Nunca la he tocado, Stephanie. He querido hacerlo... —admitió al ver su expresión—. ¡Dios mío, no
sabes cuánto lo he deseado!... —gimió, ella sentía un profundo dolor por su declaración—. Pero no he
podido hacerlo, no he tocado a ninguna mujer en los últimos dos años. Ese es el efecto que has producido
en mí. Me has destruido como hombre, me has convertido en un eunuco —sus dedos la apretaron con más
fuerza—. Te he deseado... a pesar de que tú no me deseabas. Mientras no quisiste a otro hombre pude
soportarlo... Salí con otras mujeres, pero al tocarlas, sólo veía tu rostro, tus ojos, que me miraban con
aquella expresión que tenían la noche que te atacaron.
—Jake...
—No empieces... —la previno—. No estoy de humor para ello, Stephanie. Lo único que me ha mantenido
cuerdo estos años era la esperanza de que un día despertarías de tu pesadilla y volveríamos al momento en
que nos encontrábamos antes de que te asaltaran. Eso es lo único, pero tú no quieres saber nada de ello.
Eres tan feliz en ese maldito y pequeño mundo
donde te has encerrado, que ni siquiera piensas que puedas salir de él.
—Jake... yo no sabía nada de eso...
—Porque no quise que lo supieras. Te habrías alejado de mi lado en el momento en que te dieses cuenta
de que te quería. Te has convertido en una obsesión para mí, un obstáculo que no puedo salvar y hasta
que logre hacerlo, no puedo comportarme como un nombre. Si no me crees, pregúntaselo a Susy. Me
imagino que ya empieza a tener sospechas por las frecuentes jaquecas que tengo. Ahora quizá
comprendas por qué el entrar aquí y encontrarte desnuda no me ayuda nada.
—Yo no te pedí que entraras, o que... me desearas...
—Stephanie, me lo pides cada vez que me miras. Quizá no lo sepas, pero es así. Me deseas, pero estás tan
asustada que no quieres aceptarlo. ¡Dios mío! ¿Crees que me agrada sentirme así por ti? ¿Crees que no
preferiría poder...? ¡Dios mío! No sé por qué digo todo esto. Ni siquiera puedes comprenderlo, yo mismo
no sé si lo entiendo. ¿Quieres cenar? —ella negó con la cabeza y él se volvió para dirigirse hacia la
puerta— . Tengo 'que terminar un trabajo, te veré por la mañana.
Cuando él salió de la habitación, Stephanie se sentó en la cama, trataba de comprender lo que él acababa
de decirle. Nunca pensó que lo que le había ocurrido a ella tuviera un efecto tan negativo en él.
Se puso de pie y fue hasta donde estaba su maleta, la abrió y sacó una bata. Sentía una gran compasión
por Jake. Acababa de verle despojarse de su orgullo para admitir ante ella algo que ningún hombre haría,
¿qué podría hacer? Se quedó pensativa y encontró la respuesta.
CAPITULO 9
STEPHANIE miró el reloj. Eran las dos de la mañana. Probablemente Jake estaría en su habitación. Le
había oído subir hacía una hora. Se quedó quieta y al no oír nada, se levantó con sigilo. Lo que estaba a
punto de hacer requería cierto valor que no estaba segura de poseer...
Abrió la puerta de su dormitorio y suspiró aliviada al ver que no había luz en la habitación de Jake. Por un
instante temió que él se hubiese llevado algún documento para terminar de leerlo en cama.
La puerta no estaba cerrada y la empujó, deseando que no hiciera ruido. La habitación era exactamente
igual que la suya. Logró distinguir la cabeza de Jake. Estaba inmóvil, con un brazo encima de la
almohada.
En ese momento se preguntó qué hacía allí. No podía meterse en la cama con Jake y empezar a
acariciarle, aunque estuviera en deuda con él.
Se dijo que debía hacerlo, aunque eso significara estarle liberando para dejarle en manos de Susy. Al
pensar en ese hecho sintió un gran dolor. ¿Sabría la otra mujer por qué Jake todavía no era su amante o
simplemente pensaba que jugaba haciéndose difícil de conquistar? No había nada satisfactorio en lo que
había ocurrido entre ellos. Estaba enamorada de un hombre que no la amaba, pero que la deseaba de tal
modo que no podía mantener relaciones con ninguna otra mujer.
Jake se movió. Sintió un gran amor por él mientras le observaba.
Su decisión era muy sencilla. ¿Era su amor por él tan fuerte como para sobreponerse a sus temores y
angustias o era demasiado egoísta para hacer ese sacrificio?
Él le había prometido que no volvería a intentar hacer el amor con ella sin que se lo pidiera, lo que no
impedía que fuese ella quien lo provocara.
Stephanie se quitó la bata y se acercó a la cama. Si él se despertaba en ese momento, se moriría de
vergüenza, ya que estaba segura de que la mandaría a su habitación sin contemplaciones.
Le resultó muy fácil deslizar la colcha de sus hombros, con cuidado para no despertarle.
La cama se hundió al sentarse en ella y contuvo el aliento al oír que Jake murmuraba algo en sueños.
Dormía boca abajo. Stephanie se puso muy nerviosa al ver que la colcha que le tapaba se deslizaba hacia
abajo dejando su espalda y el resto de su cuerpo al descubierto.
Le recorrió con la mirada.
Stephanie respiró profundamente. Ya no era aquella chica que sentía náuseas al pensar en el cuerpo de un
hombre, pero aun así, no estaba preparada para ver a Jake completamente desnudo.
Quería tocarle y sintió una mezcla de dolor y placer cuando sus labios se posaron en el cuello de él. Con
las manos le acarició la espalda, dejó que sus dedos se deslizaran por todo el cuerpo de él, en el principio
de un recorrido que esperaba que le llevara hasta su liberación, pero que para ella significaría una
esclavitud aún mayor.
—Jake —murmuró, mientras posaba sus labios en la cintura de él.
—Mmm... —todavía dormido, se movió ligeramente, poniéndose de lado y pasando un brazo por la
cintura de Steph.
—Jake —los dedos de Stephanie le acariciaron el vello del
pecho—. Jake, quiero que hagamos el amor —inclinó la cabeza y con la punta de la lengua le siguió
acariciando, hasta que vio que estaba totalmente despierto.
—¿Stephanie?... —Jake levantó la cabeza y la miró—. Stephanie, ¿qué sucede?
—Quiero que hagamos el amor —lo dijo sin titubear, mirándole a los ojos.
Jake la miró de arriba abajo.
—No sé a qué estás jugando, Stephanie... y no quiero saberlo.
—Te deseo —le interrumpió—. Tenías razón, he sido una cobarde. Dijiste que no mantendrías relaciones
conmigo a menos que yo viniera a pedírtelo.
—Te dije que si querías mantener relaciones conmigo, tendrías que pedírmelo —la corrigió—, pero yo no
te prometí hacer nada.
—Entonces seré yo quien tenga que llevar la iniciativa, ¿no? —preguntó con suavidad.
—Stephanie, sé por qué estás haciendo esto, pero...
—Te deseo. Creo que me estás mintiendo, estoy dispuesta a darte el beneficio de la duda y sólo hay una
forma de averiguar cuál de los dos tiene razón.
Sin darle la oportunidad de responder, inclinó la cabeza y puso los labios en el cuello de él. Notó que Jake
tragaba con dificultad y tuvo una sensación de triunfo al darse cuenta de que la tensión en él estaba
creciendo poco a poco.
Sin atreverse a mirarle, Stephanie continuó con sus caricias, dejando que sus labios y sus manos
expresaran todo aquello para lo cual no encontraba palabras. Notó que el corazón de Jake latía a un ritmo
normal hasta que con los labios le acarició el pecho, entonces empezó a latir más deprisa. Cuando volvió
a tocarle de la misma forma, los dedos de Jake se enredaron
en el pelo de ella. La forma de decir su nombre fue una advertencia que ella decidió no ignorar.
—¿No te gusta? —preguntó, levantando la cabeza.
Sus senos rozaron el pecho de Jake, lo cual le hizo excitarse aún más.
—No es eso... —su tono de voz era suave y por primera vez, desde que le conocía, él no se atrevió a
mirarla a los ojos. Stephanie estaba muy contenta. El orgullo le mantenía apartado de ella, pero tuvo la
esperanza de que el deseo de él y el amor que ella sentía, podrían vencer ese orgullo.
Acarició una pierna de Jake e inmediatamente sintió su reacción de rechazo, pero ya nada podía ocultar la
fuerza del deseo que él trataba de mantener bajo control. Stephanie se liberó de sus manos para posar sus
labios en el pecho de Jake.
—No debería permitirte hacer esto —murmuró él-^, Dios sabe cuánto he esperado este momento. Lo que
me estás haciendo hace realidad todas las fantasías que sobre ti había imaginado —se estremeció y su
comentario le dio a ella valor para seguir acariciándole.
La boca de Jake recorrió los hombros de la chica, excitándola con facilidad. Ella hizo acopio de valor y le
acarició un
muslo.
—¡Por Dios Santo! No hagas eso —protestó Jake.
—¿Por qué? ¿No te agrada? —preguntó Stephanie.
—Claro que sí —murmuró, mirándola a los ojos—. Me gusta tanto que no sé cómo empezar a
describírtelo.
Se sentó y la besó en el cuello. Stephanie no podía estarse quieta. Sintió que le apretaba los dos senos.
Su deseo era tan grande que la hacía arquear el cuerpo. Su boca le recorrió el pecho, mientras que sus
manos le tocaban la cintura.
—Tu piel es suave como la seda —murmuró Jake—, deseo sentirla junto a la mía —le acarició un seno
con la lengua y Stephanie lanzó un grito de placer.
Ella ya le había excitado hasta el punto que esperaba y ahora era el momento de dejar que él tomara la
iniciativa.
—Me estás volviendo loco —le dijo Jake—. ¡Dios mío! Stephanie, me haces cosas que ya había olvidado
que existían.
—Jake —se estremeció de placer y se acercó más a él—. Jake, quiero que hagamos el amor...
—Calla... lo haremos en seguida —le prometió.
La abrazó con más fuerza mientras la acariciaba. Sintió un placer tan inmenso que se acercó a él y le puso
las manos detrás del cuello. Entonces se besaron apasionadamente.
Stephanie sintió en la espalda el frescor de las sábanas de la cama, en ese momento se dio cuenta de que
la estaba acostando. La soltó lentamente, al hacerlo, ella intentó agarrarse a él.
—Jake, no me dejes —le deseaba de un modo que no trataba de ocultar—... Jake...
—Calla... todo va bien. Lo que ocurre es que no quiero hacerte daño —murmuró inclinándose sobre
ella—. Casi estoy dispuesto a devorarte.
Cada vez respiraban con más dificultad.
Stephanie deslizó sus dedos por la espalda de él. Sus gemidos de placer rompían el silencio.
—Lo quiero todo, Stephanie —exclamó Jake—.Lo quiero todo...
Se interrumpió para protestar cuando ella se inclinó para besarle todo el cuerpo. El la obligó a hacer lo
que él quería, silenciando sus protestas. Su cuerpo temblaba de deseo.
Stephanie se fundió con Jake, consciente de la presión de su pecho contra sus senos y del calor de sus
muslos en el momento que separaron los de ella. Su cuerpo se arqueó ansiando ser poseída.
—Ahora, Jake, ahora, por favor —le exigió.
Como si ésas fueran las palabras que esperaba escuchar, Jake continuó con sus caricias.
Besó a Stephanie apasionadamente cuando ella gritó de dolor, en el momento en que él la llevó a la cima
del placer, era una sensación tan maravillosa que no podía durar siempre, ya que había que volver a la
normalidad.
—Jake... —quería preguntarle si ya se sentía libre, pero las palabras no salían de su boca.
Tenía los ojos llenos de lágrimas. Jake inclinó la cabeza para secárselas con los labios.
—Duérmete —le indicó—, hablaremos por la mañana.
Stephanie se apartó de él e intentó coger su bata para regresar a su dormitorio, pero Jake la sujetó de la
cintura y la hizo sentarse—. ¿A dónde vas?
—A mi dormitorio, me has dicho que me duerma...
—Esta noche dormirás en mis brazos. Necesito sentirte aquí, Stephanie, para asegurarme de que todo no
ha sido un sueño, quédate conmigo.
Ella no quería irse. Estaba convencida de que no podría vivirán él. Las sensaciones de esa noche
quedarían para siempre grabadas en su memoria.
—Stephanie... es hora de levantarse...
Ella se tapó con la colcha para no oír la voz de Jake.
—Stephanie —le acarició un hombro hasta que abrió los ojos. Le agradó despertar de esa manera.
Cuando se despertó por completo, vio a Jake de pie junto a la cama, ya vestido, con una camisa de
algodón y unos pantalones vaqueros ajustados. Estaba a punto de levantarse cuando recordó que estaba
desnuda, entonces se tapó hasta el cuello.
Se ruborizó al acordarse de lo ocurrido la noche anterior.
—Jake...
—Te he traído una taza de café —dijo, sin hacer caso de la vergüenza que ella sentía—. Tienes media
hora para arreglarte antes de que llegue Brice.
—Me vestiré... cuando te marches —buscó ansiosa con la mirada su ropa, dándose cuenta de pronto que
estaba en la habitación de Jake.
—¿Ha desaparecido? —preguntó él en broma. Jake estaba más contento que nunca y lo demostraba
abiertamente—. De modo que eres de las que se levantan de mal humor por las mañanas, creo que tengo
un remedio para ello, pero por desgracia, no tenemos tiempo suficiente. Recuérdame que te diga cómo
más tarde.
—Jake, en cuanto a lo ocurrido anoche... —no podía posponerlo mientras estuviese desnuda en la cama,
con el cuerpo todavía sensibilizado por la forma en que hicieron el amor.
Jake puso la taza de café en la mesilla. Al hacerlo, el cuello de su camisa se apartó un poco y Stephanie se
avergonzó al ver que ella le había dejado huellas en la piel.
—Me dejaste bien marcado, ¿verdad? Stephanie —murmuró con seriedad—, tenemos que hablar. Sé que
no te soy indiferente... lo de anoche lo confirma.
Ella trató de no apartar la vista del tercer botón de su camisa, forzándose a no dar muestras de la
humillación que sentía. Se preguntó si él habría adivinado que le quería. No podría soportar que le tuviese
compasión.
—No podemos hablar en este momento, Jake, Brice está a punto de llegar, lo acabas de decir. Lo que
ocurrió anoche fue... ocurrió... No quiero hablar de ello... creo que los dos estábamos un poco alterados...
Estas cosas suelen suceder. Me atrevería a decir que hay fuertes lazos emocionales que nos unen, debido
al asalto de que fui víctima. He sido muy egoísta, lo sé, y nunca me paré a pensar en el efecto que ese
incidente pudo tener en ti. Yo...
—Basta.
Jake se acercó a la cama inclinándose hacia ella. La observó con expresión de enfado, todo su buen
humor había desaparecido.
—No pretendo comprender con exactitud lo que estás diciéndome... puedes hablar y analizar todo lo que
tú quieras, pero eso no nos aparta del hecho de que anoche... —protestó al oír que un coche se acercaba—
. Parece que ha llegado Brice, no pienses que aquí termina este asunto, seguiremos con el tema esta
noche.
Jake salió de la habitación sin darle la oportunidad de contestar. Cuando le oyó hablar con Brice en el
piso de abajo, Stephanie fue a su dormitorio para ducharse y vestirse tan rápidamente como pudiera.
La llegada de Brice la había librado de ser sometida a una nueva humillación, sin embargo, la amenaza
todavía existía.
¿Qué se propondría decirle Jake esa noche? ¿Que sabía cuáles eran sus sentimientos por él? ¿Que la
compadecía? La noche anterior, en un intento por liberarle de lo que ella creía que era una prisión en la
que involuntariamente le había encerrado» no se puso a considerar que estaría poniéndose en evidencia
delante de él.
Jamás podría engañar a Jake, lo sabía. Era lógico que él se preguntara por qué ella le había respondido
con un ansia exagerada para alguien que sólo estaba tratando de ayudar a un amigo. Después se vería
forzada a aceptar su compasión y posiblemente la de Susy también, una vez que los dos volvieran a
encontrarse.
—Stephanie, ¿has acabado de arreglarte?
La pregunta la hizo volver a la realidad. Se reunió con los dos hombres en la cocina. Jake estaba
preparando el desayuno y le sirvió un plato al verla entrar.
—Siento mucho entretenerte —le indicó él a Brice—, creo que los dos nos hemos quedado dormidos.
Stephanie hizo un gran esfuerzo por no ruborizarse, mientras Brice la observaba con detenimiento.
Stephanie se preguntó qué era lo que le pasaba a Jake. Normalmente era discreto, sin embargo parecía que
quería que Brice se enterase de lo ocurrido entre ellos. Sintió náuseas y apartó su plato sin probarlo.
—No tengo hambre, además, no quiero entreteneros más...
—¿Por dónde queréis empezar? —preguntó Brice cambiando de tema—. Concerté una cita para ti a las
doce con los abogados y posteriormente tienes una comida. Creo que tú y yo no estamos incluidos —le
dijo a Stephanie, disculpándose—, debido a que no sabíamos que vendrías.
—No te preocupes, eso me dará la oportunidad de recorrer los alrededores.
—Si ése es tu deseo, permíteme ser tu guía. Miami no es un lugar demasiado seguro y pienso que a Jake
no le agradaría saber que andas por ahí deambulando sola —levantó las cejas en actitud interrogante al
dirigir la mirada a Jake, trataba de que confirmara su aseveración.
—Stephanie puede hacer lo que mejor le parezca —señaló cortante—. Personalmente considero que en
este lugar hay cosas que ver y que no es necesario ir a Miami.
En circunstancias normales, Stephanie habría considerado que sería ideal quedarse para recorrer las
instalaciones de la urbanización, pero exclamó:
—¡No, me aburriría aquí! Prefiero ir a Miami...
La verdad era que temía quedarse sola allí, porque durante todo el día estaría pensando en lo ocurrido la
noche anterior: las apasionadas caricias de Jake, las ansias que él había tratado de reprimir, el placer que
él obtuvo al provocarla... Contra su voluntad, su cuerpo respondía a esos recuerdos. Como si supiera lo
que le ocurría, Jake la observaba. Stephanie se sintió de pronto muy débil.
—¿De verdad quieres ir a Miami? No me da esa impresión.
Stephanie deseaba que Brice no se diera cuenta de lo que Jake estaba insinuando.
—Claro que quiero ir —dijo ella.
—Como tú digas —fueron las palabras de Jake.
Stephanie los siguió hasta el coche.
Jake decidió ocupar el asiento delantero, junto a Brice, lo cual alegró a Stephanie.
Tuyo la oportunidad de contemplar el paisaje mientras recorrían la ruta que habían hecho la noche
anterior. Llegaron a Miami una hora antes de la cita. Brice los llevó a su oficina y les presentó a algunos
de sus colaboradores.
—Tengo algunos proyectos que me gustaría enseñaros, pero esperaremos hasta que se firmen los
contratos. ¿Qué os parecen los chalets, después de haber pasado una noche en uno de ellos?
—Por lo que he observado, los considero buenos, pero me gustaría que opinara al respecto, antes de
firmar los documentos, un entendido que no perteneciera a la empresa. Es algo que ya han programado
desde Londres, por lo que no tienes que preocuparte —comentó Jake.
—Espero que todo salga bien —sonrió Brice cuando estaban en el bufete—. Stephanie y yo nos
reuniremos aquí contigo alrededor de las tres de la tarde, ¿te parece bien?
—Perfecto —el tono de voz de Jake era amable, pero Stephanie imaginó que se debía a que estaba
pensando en la entrevista. Probablemente él no quería ser descortés con Brice, pero esa era la impresión
que causaba. Ella se sentía un poco incómoda acompañando a Brice.
—Tu jefe es un hombre muy interesante —comentó él sonriente—. En realidad no es necesario que te lo
diga, ¿verdad?
Stephanie comprendió que Brice se había dado cuenta de la relación que existía entre Jake y ella. Se
mordió los labios, sin saber qué responder.
—Hablaba en serio en cuanto a esa oferta de trabajo —señaló Brice mientras se dirigían a su coche—. Si
alguna vez necesitas trabajo, aquí lo encontrarás.
—¿Y qué te hace pensar que pueda necesitarlo? —preguntó Stephanie, conteniendo las lágrimas.
—Algo me dice que no eres de esas chicas que quieren tener relaciones con su jefe con el propósito de
progresar en su carrera profesional. Por eso y teniendo en cuenta la actitud de Jake de esta mañana, he
llegado a la conclusión de que tú estás enamorada de él y...
—Y también deduces que él no me quiere, de lo contrario no habría hecho tantos esfuerzos... —Stephanie
luchó por encontrar las palabras adecuadas—, por poner de manifiesto que pasamos la noche juntos...
—¡Espera un momento! —protestó Brice, ayudándola a subir al coche—. Yo no he insinuado eso. Lo que
hizo Jake, fue para indicarme que no estás disponible, reacción muy natural si estás trabajando con él. Fue
tu expresión la que me hizo pensar que te agradaría tener un lugar en el cual ocultarte. No voy a meterme
en lo que no me concierne, todo lo que estoy diciendo es que si quieres cambiar de trabajo, quisiera ser el
primero en enterarme.
—¿De qué?
Brice frunció el ceño.
—De que estás dispuesta a prestar a mi empresa tus servicios como secretaria. Verás. Conozco las
condiciones en las que trabaja Jake. Si tienes las cualidades suficientes para colaborar con él, debes ser
excelente y necesito una secretaria como tú.
—¿Y qué faltas encuentras en tu secretaria?
—Se ha enamorado de mí —comentó con indiferencia—, y el estar enamorada y la eficiencia,
normalmente no van juntas...
Stephanie se estremeció, preguntándose por qué eran todos los hombres tan fríos e insensibles.
—No reacciones así, creo que no he planteado bien las cosas. Quizá debí empezar por decirte que yo me
he enamorado de ella y que mi eficiencia también se ha venido abajo —sonrió con malicia—. Vamos a
casarnos el mes próximo y ella me ha dicho que tendré que encontrar una nueva secretaria.
Stephanie se obligó a sonreír.
—¿Por qué no vamos para que la conozcas? —sugirió Brice—. Hoy no trabaja y me ha dicho que pasaría
el día en la casa que hemos comprado. Me gustaría que la conocieras.
—¿Para que dé su opinión respecto a mí? —preguntó Stephanie. Ese parecía ser el papel que le
correspondía desempeñar en la vida, sustituir a otras mujeres—. Está bien —aceptó.
Sería una forma de pasar el tiempo, de tratar de dominar su confusión mientras decidía cómo evitar la
conversación que Jake le había dicho que mantendrían más tarde y que ella trataría a toda costa de eludir.
CAPITULO 10
STEPHANIE vio las nubes negras que estaban apareciendo cuando salieron de la ciudad, pero no se dio
cuenta del peligro que representaban hasta que Brice señaló preocupado:
—Espero que no sea la ola del huracán Elaine lo que está formándose allí.
—¿El huracán Elaine? —Stephanie mostró su preocupación.
—No te preocupes, la situación no es tan mala como parece. La radio informó esta mañana que no se
acercaría a Miami, pero esas nubes no parecen corroborar ese hecho.
Su comentario no tranquilizó a Stephanie.
—¿Crees que debiéramos regresar? —preguntó—. Jake...
—Supongo que no pasará de ser algo más que una fuerte tormenta —comentó Brice tratando de
tranquilizarla—. Si quieres, nos enteraremos por teléfono del pronóstico del tiempo una vez que
lleguemos a la casa. Ya estamos cerca.
La casa que Brice y su prometida habían comprado, estaba en un pequeño pueblo, a unos cien kilómetros
de Miami. Una mujer rubia salió a recibirlos cuando llegaron allí. Stephanie sintió una gran envidia al
verles abrazarse.
—Cariño, creo que he encontrado quien te reemplace —dijo Brice cuando al fin se separaron.
Stephanie era consciente de que la otra mujer la miraba de arriba abajo.
—Descartada, es demasiado guapa, Brice.
—Pero está enamorada de otro hombre, ¿verdad, Stephanie? —preguntó Brice—. Hollie, cariño,
Stephanie trabaja para Jake Lorrimer, ¿le recuerdas?
—Por supuesto. ¿Quién podría olvidar a un hombre como Jake? Pasad, os prepararé una taza de café,
aunque tú no lo mereces —le dijo a Brice en broma—, andas por ahí con chicas bonitas, mientras yo
estoy aquí esclavizada tratando de ordenar todas las cosas antes de que nos vengamos a vivir aquí.
A Stephanie le agradó Hollie Brewster. Fue ella quien por debajo de la mesa le advirtió a Brice que se
callara, cuando éste empezó a darle explicaciones de por qué Stephanie podría cambiar de empleo.
—No me gusta el aspecto de esas nubes —comentó ella, reforzando los primeros temores de Stephanie—.
Han estado acumulándose durante todo el día. ¿Os habéis dado cuenta de que de pronto todo parece estar
demasiado tranquilo ahí fuera?
—Llamaré por teléfono al instituto de meteorología, pensaba hacerlo desde hace un rato —señaló Brice.
Mientras hacía la llamada, Hollie sirvió el café.
'—Me alegró mucho encontrar esta casa —le indicó a Stephanie—. Brice tiene un apartamento en Miami,
pero consideramos que no es el lugar más adecuado para los niños y pensamos tener por lo menos dos.
¿Es cierto que estás interesada en venirte a trabajar a Estados Unidos?
—No estoy segura —respondió Stephanie—. Es que... —se interrumpió al ver que Brice regresaba a la
cocina, preocupado.
—Será mejor que regresemos a Miami. El pronóstico del tiempo no es muy prometedor. La cola del
huracán Elaine llegará a Miami esta tarde. No parece ser serio —añadió al ver la expresión de Hollie—.
Estarás a salvo aquí, pero dicen que habrá fuertes lluvias y la carretera que lleva a la autopista no está en
muy buenas condiciones.
Stephanie miró su reloj y comentó:
—De cualquier modo tendríamos que marcharnos pronto. Debemos ir a recoger a Jake a las tres.
Stephanie se dirigió hacia el coche, dejando a Hollie y a Brice solos para que se despidieran. Se sentía
muy triste, pensaba que Jake nunca la miraría de la misma forma que Brice miraba a Hollie.
Habían recorrido algunos kilómetros cuando se oyeron los primeros truenos y se vieron los primeros
relámpagos en el horizonte. Brice apagó el aire acondicionado, ya que la temperatura exterior empezó a
descender bruscamente.
La tormenta avanzó con tanta rapidez que de pronto oscureció.
—No me gusta nada esto —murmuró Brice.
Puso en marcha los limpiaparabrisas cuando las gotas de lluvia empezaron a caer.
Stephanie nunca había visto llover así, llovía tanto que los limpiaparabrisas no daban abasto. Además, el
estado de la carretera dejaba mucho que desear.
Brice había reducido la velocidad al mínimo, debido a la intensidad de la lluvia. Stephanie apartó la vista
del camino para mirar su reloj, preguntándose si podrían regresar a Miami a tiempo para recoger a Jake,
cuando oyó un trueno. El rayo fue a caer en el tronco de un enorme árbol, que estaba junto a la carretera.
El coche patinó sobre el asfalto húmedo al frenar. Ella cerró los ojos para volver a abrirlos cuando el
brusco patinazo del vehículo la hizo golpearse contra el parabrisas.
—¿Stephanie, estás bien? —Brice parecía tan asustado como ella.
—Sí —le aseguró, llevándose una mano temblorosa a la frente. Sin lugar a dudas, al día siguiente tendría
marcas del golpe pero en ese momento lo único que importaba era que los dos estaban vivos.
—No podemos seguir—le dijo Brice—. El árbol ha bloqueado la carretera y no podemos pasar de aquí.
Tendremos que regresar. Llamaré a Jake desde la casa para explicarle lo ocurrido. ¡Dios mío, hemos
estado a punto de sufrir un accidente! —todavía le temblaba la voz y Stephanie se estremeció.
Intentaba relajarse, mientras Brice iniciaba las maniobras para dar la vuelta y avanzar con mucho cuidado.
Stephanie nunca había tenido tal sensación de alivio como la experimentada al ver las luces de la Casa de
Brice, cuando al fin llegaron a ella.
—Brice... Stephanie... ¡Dios mío! ¿Qué os ha ocurrido? —Hollie los hizo pasar al interior, muy
preocupada, al ver lo nerviosos que estaban.
—Lleva a Stephanie arriba y ponle hielo en la frente —le indicó Brice—. Tengo que llamar a Miami para
ponerme en contacto con Jake.
Mientras Brice marcaba el número de teléfono, Stephanie permaneció en el salón, deseando poder hablar
con Jake, pero sin atreverse a pedirlo.
—Le encontraré —comentó él—, le diré lo ocurrido y que no nos1 espere hasta mañana.
Stephanie le oyó hablar con alguien y pedir que le pusieran con Jake; pasaron unos segundos:
—¿Jake? Sí, soy Brice. Mira, estoy en mi casa y Stephanie está conmigo. Pasaremos la noche aquí, la
carretera... —se quedó callado—. ¡Qué mala suerte!, la comunicación se ha cortado... No te preocupes —
la tranquilizó—, al menos Jake ya sabe dónde estamos y que te encuentras a salvo.
—¡Válgame Dios, te va a salir un gran moratón! —exclamó Hollie unos minutos más tarde al examinar el
golpe que Stephanie tenía en la frente y que ya empezaba a acentuarse—. Me alegro de que Brice no
fuese conduciendo deprisa.
—Yo también... No puedo dejar de pensar que ese árbol pudo habernos caído encima...
—Los dos estáis a salvo. Lo peor de la tormenta ya ha pasado y la carretera será transitable por la
mañana. Brice irá a informar que está bloqueada y cuando regrese, prepararé algo para cenar. Creo que
ninguno de los dormitorios se puede usar, pero nos arreglaremos. Al menos cuenta con una cama en dónde dormir. Es una pena que seamos tan diferentes —añadió, mirando la alta y esbelta figura de Stephanie
con envidia—. No te vale mi ropa, todo lo que tengo aquí son camisetas y pantalones vaqueros.
—Mi vestido se secará en el transcurso de la noche —le aseguró Stephanie.
Se miró en el espejo y frunció el ceño al ver que su vestido de seda se había mojado cuando se bajó del
coche para entrar en la casa. Pero al recordar que estuvo tan cerca de sufrir un grave accidente, no la
preocupó ese hecho.
La cena resultó tranquila.
Brice informó de lo ocurrido a la autoridad competente y le confirmaron que retirarían el árbol a primera
hora del día siguiente.
Cuando terminó de ayudar a Hollie a fregar los platos, Stephanie se disculpó y los dejó solos.
Después de ducharse, examinó el golpe de su frente. De pronto se preguntó qué estaría haciendo Jake en
ese momento. No debería pensar en él, tenía que aceptar que era parte de su vida. Le había dicho que
hablarían esa noche. ¿Qué les quedaba por hablar que no le provocara a él un sentimiento de culpa y a ella
un intenso dolor?
Cuando se acostó miró la hora. Brice no le había indicado a qué hora regresarían a Miami, de todos
modos estaba segura de que Hollie la despertaría a tiempo.
—¿Cómo estás? Me siento como si hubiera boxeado diez rounds —comentó Brice—. Me duele todo el
cuerpo.
—Yo me siento igual —dijo Stephanie—. Supongo que ese
frenazo tan brusco nos afectó más de lo que imaginamos.
—Tuvisteis suerte al salir casi ilesos —comentó Hollie y
añadió—: Vaya, tienes un buen golpe en la frente, Steph...
—El teléfono sigue sin funcionar, así que creo que lo mejor es que te lleve hasta el chalet directamente —
anunció Brice a Stephanie—. Aun en el caso de que Jake no hubiera podido regresar anoche, allí tienes tu
ropa y desde allí podremos llamar a Miami para preguntar dónde está.
Emprendieron el viaje media hora más tarde. Stephanie tenía muy mal aspecto. Parecía estar muy cansada
y debido a su palidez, la hinchazón de la frente resaltaba más.
Cuando pasaron frente al lugar donde cayó el árbol, vieron que un grupo de trabajadores limpiaba los
últimos vestigios del incidente. Stephanie se estremeció y cerró los ojos, atemorizada por el recuerdo.
—¡Debemos dar gracias a Dios! —murmuró Brice—, el ver esto hace pensar las cosas, ¿no te parece?
—Así es... —Stephanie, en ese momento se dio cuenta de que había olvidado su reloj.
—No te preocupes, ya te lo daré —prometió Brice.
Encendió la radio del coche para escuchar las noticias. Stephanie se sintió aliviada al enterarse de que el
huracán había cambiado su curso y no había pasado por Miami.
—Los huracanes son impredecibles... por eso les ponen nombre de mujer —comentó Brice sonriendo.
Cuando llegaron al chalet, Stephanie no sabía si quería ver a Jake o no.
—Ahí está el coche de Jake y al parecer lo ha movido, por lo que es de suponer que logró regresar a casa
anoche —miró su reloj y comentó—, será mejor que yo no entre, prefiero ir a la oficina. Dile a Jake que
le llamaré más tarde y recuérdalo, Steph, el puesto es tuyo si lo quieres.
Cuando Stephanie entró, Brice se marchó. Se sentía tan cansada que le costaba trabajo andar. Le dolía la
cabeza, lo único que quería era poder acostarse.
—Me imagino la noche que pasasteis para que él ni siquiera haya querido esperar a verte entrar en casa.
—¡Jake!
—¿Por qué lo hiciste, Stephanie? —preguntó Jake con violencia, dirigiéndose a ella—. ¿Para asegurarte
de que te confirmara la oferta de trabajo? ¿Te fue tan bien con él como te fue conmigo? —preguntó,
metiendo sus dedos entre el pelo de ella para obligarla a que le mirara a la cara—. ¡Dios mío... —en ese
momento tocó la frente de Stephanie—. ¿Así es cómo encuentras el placer? Durante todos estos años te
he estado tratando con delicadeza y sin embargo, te fuiste con él y dejaste que...
—Jake, por favor... —estaba demasiado exhausta como para darle explicaciones.
—¿Por favor qué? Abre los ojos, Stephanie. Quiero ver cuáles son tus verdaderos sentimientos. ¿Por
favor, qué? ¿Que te deje en libertad para regresar a él? ¿Te agradó tanto lo que ocurrió entre vosotros
anoche que quieres volver?
—Jake, no comprendes —no podía entender qué le sucedía, por qué la estaba acusando de ese modo.
—Comprendo a la perfección —le indicó—. Comprendo que te saliste de mi cama para meterte en la
suya y por tu aspecto, deduzco que te echó de la misma forma que lo hizo de su coche. ¿Eso fue lo que te
pasó, Stephanie? ¿El asalto ha hecho imposible que puedas responder a un hombre, a menos que te trate
con violencia?
—Jake... —protestó—. Lo que me estás diciendo es algo horrible...
—¿Tú crees? Cuando hicimos el amor, me correspondiste tan apasionadamente que creí que...
Se horrorizó al pensar que Jake pudiese decirle que sabía que ella le amaba, por ello, le interrumpió con
rapidez:
—¿Qué pensaste? Que el acostarte conmigo te daría derechos exclusivos sobre mi persona? Está bien —
continuó—, está bien, me acosté con Brice. ¿Por qué no habría de hacerlo? No eres mi dueño, Jake, soy
libre. Puedo... —se calló al oír que alguien llamaba a la puerta.
Jake la apartó con violencia y al hacerlo, ella vio que parecía haber envejecido.
—Quizá se trate de tu amante que viene a hacer las paces contigo.
Era Hollie quien llamaba a la puerta. Su sonrisa desapareció al ver la palidez de Stephanie y la expresión
de desagrado de Jake.
—¡Hola! —exclamó—, parece que he venido en un mal momento, sólo quería traerte el reloj, Steph. Lo
olvidaste y como tenía que venir de compras, pensé que era mejor traértelo. No quiero entretenerme, voy
a comer con Brice para que podamos ultimar los detalles de la boda —le dio el reloj a Stephaqie.
—¿Os vais a casar?
—Sí, ¿no te ha comentado nada Brice?—preguntó Hollie mientras Stephanie rogaba que no dijera nada—
. Será dentro de un mes y estamos trabajando para dejar preparada la casa que hemos comprado.
—¿La casa?
—Sí, está en Charlotteville, supongo que Stephanie no ha tenido oportunidad de hablarte de ello. Me
imagino que estarás enfadado con Brice por llevarla a visitarme ayer, de no haber sido así, se habría
quedado a salvo de la tormenta. Bueno, tengo que irme, pero quizá tengamos la oportunidad de volver a
vernos antes de que os vayáis.
—De modo que pasaste la noche en la cama con Brice
—comentó Jake en voz baja cuando Hollie se marchó—. Cuéntame, ¿a qué se dedicaba Hollie mientras tú
hacías el amor con su prometido?
Stephanie permaneció en silencio.
—Jake, por supuesto que no me acosté con Brice, pero estabas tan decidido a creerlo que consideré que
era más fácil...
—¿Mentirme?
—Sí, te he mentido. Te he mentido porque...
—¿Por qué? —insistió Jake con suavidad.
Era demasiado para Stephanie. Parecía que él ya sabía lo que ella trataba de ocultarle.
—Porque no quería que sintieses compasión de mí —respiró profundamente y levantó la cabeza—. Para
que no creyeses que me debías algo. Que pensaras...
—... que porque te arrastraste hasta mi cama e hicimos el amor, pondría de manifiesto que me amas. ¿Eso
es lo que tratas de decirme?
—Sí.
—Lo que significa que sólo se trató de una aventura de una noche, que no quieres volver a repetir.
—Así es.
—Como tú misma dijiste la otra noche, sólo hay una forma de averiguar si me estás diciendo la verdad.
—¡Jake, bájame al suelo! —exclamó sorprendida cuando él la cogió en brazos.
Levantándola con la misma facilidad que si se tratase de una niña, la llevó arriba.
Ya en la habitación de Jake, ella vio que la cama aún estaba sin hacer. Él la dejó sobre la cama y se puso
sobre ella, manteniéndola quieta con su peso.
—Deja de tratar de escapar, si estás diciendo la verdad, no tienes nada que temer. Conozco lo suficiente a
las mujeres como para saber si responden a mis caricias o no —sus manos
empezaron a desabrochar el vestido de Stephanie—. Cuando me dijiste que te habías acostado con Brice,
¿lo hiciste para hacerme daño?
—Jake, por favor —Stephanie no contestó a su pregunta.
Intentó apartar esas manos de su cuerpo. Él ya la había bajado el vestido.
—Respóndeme, Stephanie.
—Jake, si no te detienes, harás que te odie —protestó aterrorizada.
—¿Me odiarás? ¿Odiarás esto? —con una mano le quitó el sujetador y le acarició los senos—, y esto... —
cuando sus labios le rozaron los senos, Stephanie contuvo el aliento, tratando de reprimirse, pero era una
lucha inútil.
Jake le quitó la ropa, mientras ella seguía protestando débilmente por la intimidad de las caricias.
—Jake, no quiero que sigas haciéndome esto —protestó.
—¿No? Stephanie, quítame la camisa y acaríciame como sé que quieres hacerlo.
—No...
Pero todo fue inútil. Jake le recorrió con la boca la piel del cuello, sus dedos le acariciaban el cuerpo y no
pudo contener el deseo de tocarle.
Sin decir nada, Jake la besó apasionadamente.
—¿Así que no me deseas? —murmuró él, acariciándola con la lengua.
Le deseaba con desesperación. Se estremeció cuando Jake levantó la cabeza, sabiendo que la
contemplaba.
Continuó acariciándola. Jake deslizó una mano hasta el muslo de Stephanie. Contra su voluntad,
Stephanie arqueó el cuerpo. La tela de sus pantalones vaqueros irritaba su piel, pero no le importaba. Le
necesitaba y amaba con una intensidad que se sobreponía a todo. Le apartó la camisa y mientras le
besaba, Jake permanecía inmóvil. Sus manos se deslizaron
hacia abajo hasta que sus dedos encontraron el cinturón, entonces se detuvo.
—Sigue, para ser una mujer que no me desea, tienes una forma muy interesante de demostrármelo.
Sus palabras eran tan frías que la hicieron volver a la realidad. Stephanie trató de apartarse, pero Jake la
detuvo. —Oh, no. ¿Esto es lo que deseas, Stephanie?
Ella gimió suavemente, resentida por la amargura que había en sus palabras. Jake no la dejaba moverse
mientras se quitaba el pantalón. Ella volvió la cabeza hacia otro lado para no verlo, protestó al sentir que
volvía a su lado, pero su cuerpo no podía negarse a lo que tanto deseaba. Quería sentir su piel.
Jake se movía, provocándole un inmenso placer. Sintió que él respiraba profundamente y luego la rodeó
con sus brazos y la besó. Stephanie respondió a ese beso.
Cuando la soltó, Stephanie se sintió como si emergiera de una gran profundidad.
—Jake, por favor...
—¿Por favor, qué? —Stephanie supo que ya era demasiado tarde para negarlo, que fue siempre
demasiado tarde. Contuvo las lágrimas y le dijo:
—Por favor hazme el amor... por favor... por favor ámame, aunque sea sólo esta vez... aunque todo sea
fingido.
—¿De modo que sí me deseas? —su mirada era inexpresiva, él no quería que ella supiese cuáles eran sus
sentimientos.
—Sabes que así es.
—Yo te deseé durante dos años —le recordó en voz baja—. Ése es el tiempo que tuve que esperarte,
Stephanie, dos años es mucho tiempo para que un hombre espere a una mujer.
—¿Y por eso me haces esto ahora? ¿Para castigarme? Yo no sabía que tú me desearas, Jake.
—¿Entonces por qué viniste a mí la otra noche?
—Quería dejarte en libertad.
—¿Para que pudiese irme a los brazos de otra mujer? —inclinó la cabeza para besarla en el cuello—.
¿Eso es lo que quieres, Stephanie?, ¿que me vaya con otra mujer?
—No —dijo, sin poder contener las lágrimas—. No, quiero que te quedes conmigo, que me quieras
como...
—¿Cómo?
—Como yo te quiero —aceptó, dándose cuenta del efecto que habían producido sus palabras en Jake.
—¡Stephanie! ¡Dios mío, al fin! —Jake estaba temblando cuando la abrazó—. No sabes lo mucho que
necesitaba oírte decir eso. Te quiero.
—¿Me quieres?
—Así es —respondió él lentamente.
Ella estaba a punto de hablar, pero él movió la cabeza y añadió en voz baja:
—Me enamoré de ti el día que entraste en mi oficina, aunque no lo sabía en ese momento. Entonces
pensaba que se trataba de deseo. Al despedirnos, te veía no en mi oficina, sino en mi cama y tenía la
impresión de que tú pensabas igual. Luego, esa noche que fuiste asaltada... me es difícil expresar lo que
sentí y según fueron pasando los meses, se hizo más claro que no podía mantener relaciones sexuales
contigo; pensé que lo que sentía por ti disminuiría, pero no fue así. Salí con otras mujeres...
—Con Susy —dijo Stephanie.
—Entre otras. Incluso traté de hacer el amor con ellas, pero... Fue entonces cuando supe lo mucho que te
quería. No podía creerlo cuando un día levanté la vista y te vi observándome, mirándome como a un
hombre y no como a un amigo. Fue en ese momento cuando empecé a abrigar esperanzas.
—Tú estabas tan enfadado conmigo... y yo tan confusa.
—Cuando un hombre se siente tan frustrado como yo me encontraba, es capaz de enfadarse y más. La
forma en que reacionaste
delante de Susy me alentó, pero no pude obligarte a aceptar tus sentimientos, luego empezaste a salir con
alguien. No puedo decirte cómo me sentí aquella noche que fui a verte y te encontré en sus brazos.
Quería mataros a los dos.
—No sabía que me amaras y me sentí aterrorizada cuando me di cuenta de cuáles eran mis sentimientos
por ti.
—Pero a pesar de todo, viniste a mi lado e hicimos el amor de una forma tan dulce que todavía me
estremezco al recordarlo. Cuando pensé que me habías dejado para irte con Brice, estuve a punto de
volverme loco. Al llamar para decirme que pasarías la noche con él... —Stephanie vio cómo se estremecía
y sonrió con timidez.
—La comunicación se interrumpió antes de que pudiera explicarte las circunstancias. Nunca imaginé que
fueras celoso. Estaba muy ocupada preocupándome de que no descubrieses cuáles eran mis sentimientos.
Pensé que lo que sentías por mí no era más que compasión.
—¿Compasión? —preguntó sorprendido—. De la única persona que puedo sentir lástima es de mí mismo.
A partir de este momento me debes dos años de amor y tengo la intención de cobrarte intereses. Puedes
empezar por prometerme que te casarás conmigo cuando regresemos a Londres y luego emprenderemos
un largo viaje para que puedas empezar a pagar los intereses —ella no respondió y él preguntó
bruscamente—. Stephanie, ¿te vas a casar conmigo, verdad? ¡Por Dios! No creo poder soportarlo si me
dices que no.
—Jake, no hay nada en el mundo que desee tanto como casarme contigo —contuvo el aliento al ver que
se acercaba a ella y añadió con sensualidad—: bueno, casi nada. No fue justo de tu parte el obligarme a
decirte cuáles son mis sentimientos.
Su aliento le acarició la delicada piel.
—Stephanie, si no fueras tan ingenua, habrías adivinado
hace meses que estoy enamorado de ti. Cada vez que te toco, es una manifestación de amor. Déjame
demostrártelo —le dijo al oído—. Déjame demostrarte de todas las formas posibles, lo que eso significa
para mí. Te quiero —la voz le tembló por la emoción—. Me pediste que te amara —murmuró él unos momentos más tarde—. Lo estoy haciendo y lo haré —sus dedos acariciaron la frente de Stephanie.
Él se estremeció al recordar las acusaciones que había hecho. Stephanie se dio cuenta y dijo:
—Todo lo que importa ahora, es que nos hemos encontrado el uno al otro. No puedo creer que no estoy
soñándolo.
—Entonces déjame demostrártelo —murmuró él, abrazándola—. Ámame, Stephanie —le rogó a la vez
que la besaba—. Ámame tanto como yo te amo.
—Lo hago —respondió ella en voz baja.
—Demuéstramelo.
—Vinimos aquí para trabajar, ¿lo recuerdas?
—Así es —aceptó Jake—, pero esto es mucho más importante y también más placentero, ¿no te parece?
Así era y ella se lo demostró, abrazándole con fuerza, sabiendo que en esa ocasión ya no tendría que tratar
de disimular que su amor era tan intenso como el de él.
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