Jorge Medina E., Pbro. Profesor de la Facultad de Teología, U. C. Miembro de la Comisión teológica internacional COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL: LA UNIDAD DE LA FE Y EL PLURALISMO TEOLOGICO (PLENARIA DE 1972) l. TEXTO DE LAS "PROPOSICIONES" aprobadas por la Plenaria los días 10 Y 11 de octubre de 1972. Después de las votaciones sobre cada proposición y sobre los "modos" examinados y aceptados por la subcomisión, el conjunto del texto fue aprobado por la unanimidad de los miembros presentes. (Las dimensiones del problema) l. La unidad y la pluralidad en la expresión de la fe tienen su fundamento último en el misterio mismo de Cristo, el cual, aunque es misterio de recapituloción y reconciliación universales (d. Ef 2, 11 - 22), excede las posibilidades de expresión de cualquier época de la historia y se sustrae par eso a toda sistematización exhaustiva (d. Ef. 3, 8 - la). 2. La unidad-dualidad sión histórica fundamental la unidad-pluralidad 3. 4. y del Nuevo Testamento, como expre.0 de esta misma fe. El dinamismo de la fe cristiana y particularmente implican la obligación filosofía, del Antiguo de la fe cristiana, ofrece su punto concreto de partida su carácter misionero, de dar cuenta de ella en el plano racional; la fe no es una pero imprime una dirección al pensamiento. La verdad de la fe está ligada a su caminar histórico a partir de Abra- ham hasta Cristo y desde Cristo hasta la Parusía. Por consiguiente la ortodoxia es asentimiento a un sistema, sino participación manera, participación no en el caminar de la fe y de esta en el yo de la Iglesia que subsiste una a través del tiempo y que es el verdadero sujeto del Credo. 5. El hecho que la verdad de la fe se vive en un caminar, implica su rela- ción a la praxis yola historia de la fe. Estando la fe cristiana fundada en el Verbo 4 JORGE MEDINA E. Encarnado, su carácter histórico y práctico se distingue esencialmente de una forma de historicidad en la cual el hombre sólo sería el creador de su propio sentido. 6. La Iglesia es el sujeto englobante en el que se da la unidad de las teolo- gías neotestamentarias, como también la unidad de los dogmas a través de la historia. La Iglesia se funda sobre la confesión de Jesucristo, muerto y resucitado, que ella anuncia y celebra en la fuerza del Espíritu. 7. El criterio que permite distinguir entre el verdadero y el falso pluralis- mo, es la fe de la Iglesia, expresada en el conjunto orgánico normativos: el criterio fundamental de sus enunciados es la Escritura en relación con la confesión de la Iglesia que cree y ora. Entre las fórmulas dogmáticas, tienen prioridad las de los antiguos Concilios. Las fórmulas que expresan una reflexión del pensamiento cristiano se subordinan a aquellas que expresan los hechos mismos de la fe. 8. Aun cuando la situación actual de la Iglesia acrecienta el pluralismo, la pluralidad encuentra su límite en el hecho que la fe crea la comunión de los hom- bres en la verdad hecha accesible por Cristo. Esto hace inadmisible toda concepción de la fe que la redujera a una cooperación puramente pragmática en la verdad. Esta verdad no está amarrada sin comunidad a una determinda sistematización teo- lógica, sino que se expresa en los enunciados normativos de la fe. Ante presentaciones de la doctrina gravemente ambiguas e incluso incom- patibles con la fe de la Iglesia, ésta tiene la posibilidad de discernir el error y el deber de excluirlo, llegando incluso al rechazo formal de la herejía, como remedio extremo para salvaguardar 9. la fe del pueblo de Dios. A causa del carácter universal y misionero de la fe cristiana, los aconte- cimientos y las palabras revelados por Dios deben ser cada vez más repensados, reformulados y vueltos a vivir en el seno de cada cultura humana, si se quiere que aporten una respuesta verdadera a las interrogantes que tienen su raiz en el corazón de todo ser humano y que inspiren la oración, el culto y la vida cotidiana del Pueblo de Dios. El Evangelio de Cristo conduce de este modo a cada cultura hacia su plenitud y la somete al mismo tiempo a una crítica creadora. Las Iglesias locales que, bajo la dirección de sus pastores, se aplican a esta ardua tarea de la encarnación de la fe cristiana, deben mantener siempre la continuidad y la comunicación con la Iglesia universal del pasado y del presente. Gracias a sus esfuerzos dichas Iglesias contribuyen tanto a la profundización de la vida cristiana, como al progreso de la reflexión teológica de la Iglesia universal, y conducen al género humano en toda su diversidad hacia la unidad querida por Dios. (Permanencia de las f6rmulas de la fe) 10. Las fórmulas dogmáticas deben ser consideradas como respuestas a pro- blemas precisos y, en esta perspectiva, permanecen siempre verdaderas. Su interés permanente está en dependencia de la actualidad los problemas de que se trata; incluso es preciso no olvidar duradera de que los interrogantes COMISION TEOlOGICA 5 INTERNACIONAL sucesivos que se plantean los cristianos sobre el sentido de la Palabra divina con sus soluciones ya adquiridas, se engendran unos a otros, de manera que las respuestas de hoy presuponen siempre de algún modo las de ayer, aunque no puedan reducirse a ellas. 11. Las definiciones dogmáticas usan ordinariamente el vocabulario e incluso cuando dichas definiciones emplean términos aparentemente comprometen a la Iglesia con una filosofía particular, las realidades subyacentes a la experiencia común filos6ficos, no sino que tienen por objetivo humana común, que los términos referi- dos han permitido distinguir. 12. Estas definiciones no deben ser jamás consideradas aparte de la expre- si6n particularmente auténtica de la Palabra divina en las Sagradas Escrituras, ni separadas del conjunto del anuncio evangélico de cada época. Por lo demás las definiciones proporcionan más adaptada a dicho anuncio las normas para una interpretaci6n de la revelaci6n. Sin embargo, siempre la revelaci6n permanece siempre la misma, no s610 en su sustancia, sino también en sus enunciados fundamentales. (Pluralidad y unidad en moral) 13. El pluralismo en materia de moral aparece ante todo en la aplicaci6n de los principios generales a circunstancias concretas. Y se amplifica al producirse contactos entre culturas que se ignoraban o en el curso de mutaciones rápidas en el seno de la sociedad. Sin embargo, una unidad básica se manifiesta a través de la común estimación de la dignidad humana, la que implica imperativos para la conducci6n de la vida. La conciencia de todo hombre expresa un cierto número de exigencias fundamentales (d. Rom. 2, 14), que han sido reconocidas en nuestra época en afirmaciones públicas sobre los derechos esenciales del hombre. 14. La unidad de la moral cristiana se funda sobre principios constantes, con- tenidos en las Escrituras, iluminados por la Tradici6n y presentados a cada generación por el Magisterio. Recordemos como principales líneas de fuerza: las enseñanzas y los ejemplos del Hijo de Dios que revela el coraz6n de su Padre, la canformaci6n con su muerte y con su resurrecci6n, la vida según el Espíritu en el seno de su Iglesia, en la fe, la esperanza y la caridad, a fin de renovarnos según la imagen de Dios. 15. La necesaria unidad de la fe y de la comuni6n no impiden una diversi- dad de vocaciones y de preferencias personales en la manera de abordar el miste· rio de Cristo y de vivirlo. La libertad del cristiano (d. Gol. 5, l. 13), lejos de implicar un pluralismo sin límites, exige un esfuerzo hacia la verdad objetiva total, no menos que la paciencia con las conciencias débiles (d. Rom. 14; 15; 1 Cor. 8). El respeto de la autonomía de los valores humanos y de las responsabilidades 6 JORGE MEDINA legítimas en este campo implica la posibilidad E de una diversidad de análisis y de opciones temporales en los cristianos. Esta diversidad puede ~er asumida en una misma obediencia a la fe y en la caridad (d. G. S. 43). 11. BREVE INTRODUCCION A LAS "PROPOSICIONES" DE LA COMISION TEOl'OGICA La Comisión teológica internacional había escogido como materia de su reunión plenaria anual de 1972 (del 5 al 11 de octubre), el tema: "La unidad de la fe y el pluralismo teológico". Con tal obieto se prepararon diversos estudios. El in- forme de base fue redactado por el Dr. José Ratzinger, profesor de la Facultad de Teología de Regensburg (Ratisbona, Alemania Federal). La Comisión resumió sus trabajos en una serie de quince "proposiciones" o "tesis", aprobadas en forma unánime, después de un minucioso examen de su redacción. Dichas "proposiciones" necesitan un comentario que explicite su contenido de acuerdo con las intenciones de la Comisión. Desde un cierto punto de vista el comentario debe tener prioridad sobre las "tesis", las que no son sino un resumen muy condensado de aquél. Teniendo en cuenta las pesadas obligaciones académicas de los encargados de darle forma, insertando en él las numerosas observaciones de detalle hechas durante las sesiones por los miembros de la Comisión, el comentario necesitará aún algunos meses de preparación. Será publicado balo la directa responsabilidad de la ~ubcomisión que estudió especialmente la materia, y podrán agregársele algunos trabajos que no comprometerán sino la responsabilidad personal de sus autores. Sin embargo, a la espera de dicha publicación, sentar las "proposiciones", ha parecido oportuno pre- acompañándolas con una breve introducción que aclare algo su sentido. La introducción que va a continuación no tiene ningún carácter oficial ni oficioso. Su autor, que es miembro de la Comisión y que actuó como moderador de los debates de la Plenaria, quisiera simplemente proporcionar algunas indicaciones conducentes a facilitar la comprensión del texto de las proposiciones. Pero sería imposible darse cuenta de todos los alcances del trabajo realizado por la Comisión sin referirse al comentario que se prepara bajo la dirección del Prof. Ratzinger, relator del tema durante la Plenaria. 1. Delimitación de la materia y terminología empleada Es necesario, ante todo, recordar el tema preciso tratado por la Comisión: "La unidad de la fe y el pluralismo teológico". La Iglesia ha conocido y conoce una gama bastante amplia de diversidad: en la organización de sus estructuras, en la liturgia, en la pastoral, etc. Es evidente que todas estas diversidades tienen una cierta relación con lo que se denomina "pluralismo teológico". Pero la Comisión juzgó que no COMISION TEOLOGICA podía abordar 7 INTERNACIONAL todos esos aspectos y se limitó conscientemente al tema ya indicado, sin desconocer por ello las dimensiones que se acaban de recordar. Alguien se preguntará "pluralismo" y "pluralidad". tal vez sobre el por qué del empleo de las palabras En rigor podría tomárselas como sinónimos o equivalen- tes, y tal es el caso con mucha frecuencia. Sin embargo hay matices que deben ser considerados. La palabra "pluralismo" lenguas, un aspecto de principio: la palabra "pluralidad" subraya más bien, por lo menos en ciertas la legitimidad de las diversidades; mientras que marca el acento sobre la situación de hecho: la existencia real de las diversidades. La cuestión de la legitimidad Otra observación parece importante: la palabra abarca ambos sentidos. "pluralismo" expresa a ve- ces, en el lenguaje moderno, la coexistencia en el seno de una sociedad, de posiciones intelectuales a tal punto diferentes que llegan incluso a contradicciones irreductibles que excluyen toda posibilidad de unidad profunda. Es claro que en este sentido el "pluralismo" no es admisible en el interior de la fe, ni tampoco para teologías que pretenden ser homogéneas con la unidad de la fe (d. la proposición N9 8). Aun una precisión necesaria. Hay que distinguir la unidad de la fe de la posibilidad de diferentes expresiones de la fe. Es necesario distinguir por una parte la unidad de la fe, y a veces de sus expresiones, y por otra la diversidad de. las teologías. Parece posible, pues, establecer tres planos: unidad de la fe; unidad-pluralidad de las expresiones de la misma fe; pluralidad de las teologías. Sin embargo, estos planos no pueden ser objeto de una separación rigurosa y cuasi-material: nopl,J&lde concebirse la fe sin ninguna expresión, y estas expresiones pueden tener una reJación más o menos estrecha con una teología determinada. Ultima indicación: el problema del pluralismo no se plantea solamente cuando se consideran épocas sucesivas de la historia, sino también entre tendencias y formas contemporáneas. Los textos de la Comisión miran ambos aspectos (d. p. ei. las props. 6, 10 Y 12). Cuanto queda dicho permite colegir suficientemente el alcance ecuménico del tema. 2. Las raíces del problema Se puede buscar los orígenes de esta cuestión en sus fuentes teológicas o en las socio-culturales. Una separación rígida sería tan artificial como falsa porque da- ría la impresión de desconocer los vínculos necesarios entre la creación y la Revelación. A pesar de esto, una distinción es posible y útil. La Comisión escogió como punto de partida las fuentes teológicas: el misterio inagotable menta, desde este punto de vista, la posibilidad más bien, de la pluralidad. de Cristo es lo que funda- y la legitimidad del pluralismo o, Ninguna expresión humana podrá jamás agotar lo ina- gotable, ni expresarlo de manera exhaustiva (d. prop. 1). Esto sugiere el lugar privilegiado de la contemplación cristiana. Pero la diversidad de las culturas propor- ciona también un punto de partida para considerar el pluralismo y aunque esta com- 8 -------- JORGE MEDINA ._--- probación pueda llamarse "sociológica", E es preciso reconocerle un interés teológico. Esto es tanto mós claro cuanto que la dimensión misionera es esencial a la Iglesia yola fe cristiana (d. prop. 9). No se trata, pues, de excluir una u otra de estas raíces; sin embargo pareció necesario reconocer a la primera una prioridad dado que ella proporciona los cri- terios definitivos para el discernimiento (d. prop. 7). 3. Pluralidad e historicidad La Revelación cristiana no sólo tiene una historia, sino que se ha realizado históricamente: consta de hechos y palabras que mutuamente se iluminan. Sería demasiado simple poner en relación hechos y palabras contemporáneos: los acontecimientos de una época determinada se esclarecen por medio de palabras bien posteriores, y viceversa. De aquí el gran problema de la relación entre los dos Testamentos (d. prop. 2). Quien conozca la carta de Clemente de Roma a los corintios, no puede negarse a ver hasta qué punto esta cuestión estuvo presente a la conciencia cristiana ya desde las primeras generaciones. Ahora bien, Cristo es el punto de referencia de toda esta historia (d. prop. 4). En El se resume la discontinuidad-continuidad de las dos Alianzas: El es al mismo tiempo cumplimiento, proyección y ruptura. Todo esto explica por qué la fe cristiana no es simplemente un conjunto de enseñanzas o de formulaciones, sino adhesión a una Persona, la del Verbo Encarnado, muerto y resucitado. Se puede hablar de la fe cristiana como de una "síntesis", es decir, como de una totalidad, pero no como de un "sistema", lo que equivaldría mós o menos a reducir la Revelación a una construcción intelectual con pretensiones de perfección o poco menos y que, por eso mismo, sería cerrada sobre sí misma e impersonal (d. prop. 4). Dicho esto, es claro que los enunciados conceptuales conservan su lugar indispensable, como se dirá más adelante (d. propos. 7, 10, 11 Y 12). El elemento histórico aporta aún otro dato importante: la relación de la praxis con la fe (d. prop. 5). Es innegable que la fe regula la praxis, pero es preciso tener también en cuenta la relación inversa: la praxis constituye por su parte una cierta explicitación de la fe. Esto debe precisarse. Si se comprendiera esta afirmación como si el criterio definitivo pudiera sacarse de los datos estadísticos, se habría establecido un falso principio, capaz de trastornar las consecuencias morales de la fe. Por otra parte hay que reconocer que el Espíritu Santo, que conduce al conjunto de la Iglesia, le enseña, sobre todo a través de los hombres espirituales y de los carismas proféticos (d. prop. 15), comportamientos nuevos aue son, en alguna forma, explicitaciones de la fe. 4. La Iglesia, sujeto de la unidad Frente a las diferentes fuentes de diversidad o de pluralidad, es inevitable plantearse la pregunta: ¿Dónde y cómo se da la unidad? ¿Es cierto que la plurali- COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL 9 dad existe o ha existido antes que toda unidad? Si se responde afirmativamente a esta segunda pregunta, en tal caso la unidad no sería sino un resultado más o menos pragmático. Las proposiciones de la Comisión teológica no se prestan de ninguna manera a semejante interpretación. Ya la primera proposición señala a Cristo como misterio de unidad. Y la Iglesia es también misterio o sacramento de unidad, como lo ha recordado el Concilio Vaticano 1I (d. p. ej. L. G. 1). En los textos de la Comisión la Iglesia es presentada como suleto de la unidad en la fe. Es la Iglesia quien es el sujeto que pronuncia el Credo. Se debe considerarla como una cuasi-persona que subsiste a través del tiempo y en la que participan, por la fe, los fieles de todas las épocas y de todos los lugares (eL prop. 4). Esto es verdad en primer lugar con respecto a las teologías del Nuevo Testamento. Se puede hablar de una teología lucana, como puede reconocerse también una teología particular en la carta a los Hebreos. Le¡os de oponerlas y de querer discernir un "canon dentro del canon" de las Ss. Escrituras, es en el sujeto-Iglesia donde se da su unidad (d. prop. 6). Se dice "donde se da", porque no se trata en m'Jdo alguno de un resultado artificioso, sino del sujeto englobante y ya existente, al cual han sido dadas las Escrituras. Esto vale, con mayor razón, de la unidad de los dogmas a través de la historia (d. prop. 6), como se ve en el ejemplo típico de IC3 Concilios de Efeso y Calcedonia con respecto a las definiciones que se refieren al misterio de la Encarnación. La confesión de fe de la Iglesia tiene dos manifestaciones esenciales: el anuncio misionero, en el sentido más amplio de la palabra, y la celebración de la liturgia, ambos hechos posibles por el Espíritu Santo (eL prop. 6). 5. Discernimiento y límites del pluralismo La misma existencia de las fuentes señaladas como raíces de la pluralidad en el seno de la Iglesia una (d. propos. 1 y 9), no permite considerar dicha pluralidad como algo negativo, como una especie de mal menor. Por otra parte es posible que la pluralidad sobrepase los límites y que afecte a la unidad de la fe. Se hace entonces inevitable la cuestión del discernimiento y, como consecuencia, la de los criterios. Se afirma un primer límite, negativo: no puede aceptarse una pluralidad cuya justificación quisiera encontrarse en el hecho de una incomunicabilidad radical de la verdad. Esto equivaldría prácticamente a negar la comunión en la fe. La revelación nos ha sido dada precisamente con el fin de crear esta comunión. De aquí el rechazo de una concepción del cristianismo que no sería más que pura cooperación pragmática (d. prop. 8). El criterio positivo básico es la fe de la Iglesia expresada en el conjunto orgánico de sus enunciados normativos. Si se habla de "conjunto" es porque se quiere llamar la atención sobre los peligros de unilateralismo. La palabra "orgánico" recuerda la unidad de los datos de la Revelación y su cohesión interna. En forma aún más concreta se subraya el carácter fundamental de la Escritura en relaci6n con la con- JORGE MEDINA 10 Eo fesión de la Iglesia creyente y orante, expresiones que incluyen la Tradición y el Magisterio con connotaciones tomadas de la vida misma de la Iglesia (do prop. 7). Hay que recordar a este respecto las enseñanzas de la Constitución 'Dei Verbum' sobre la importancia y mutuas relaciones entre la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio (d. Dei Verbum, nn. 7 - la). Así se llega a una afirmación que se refiere a los conflictos extremos: la Iglesia tiene la posibilidad real de iuzgar las ambigüedades de las presentaciones de la fe y de discernir el error, y tiene el deber de rechazarlo. Su competencia llega incluso a declarar la herejía, es decir hasta reconocer que se ha producido un quiebre en la comunión de la fe (d. prop. 8). Pero aún sin llegar al empleo de este recurso extremo, existe la posibilidad de usar otras medidas que pueden ser a veces suficien- tes y eficaces. En todo este asunto no se trata de intenciones personales, sino del contenido objetivo de las formulaciones, y no sólo bajo el aspecto de negaciones abiertas, sino también en el de los silencios sistemáticos. 6. Las fórmulas dogmáticas Si se afirma la prioridad de las fórmulas dogmáticas que provienen de los Concilios de la antigüedad (d. prop. 7), eso se hace porque se ve en ellos enunciados fundamentales sobre la cristología y la Trinidad. Y también porque dichos Concilios corresponden a una época anterior a los grandes desgarramientos de la cristiandad y continúan siendo reconocidos, aunque de manera diversa, por la gran mayoría de las Iglesias. No se trata, pues, de minimizar la autoridad de los otros Concilios ni de desconocer el valor normativo de sus enseñanzas. La cuestión referente a la permanencia o al valor permanente de las fórmulas de la fe no podía ser eludida, pues era preciso responder a la tendencia que aparece en diversos lugares de considerarlas como superadas y sin importancia para la Iglesia de hoy, o de mañana. Se dice que dichas fórmulas son en primer lugar respuestas a interrogantes precisos, planteados un sentido también determinado correcta interpretación. en un momento determinado y en (d. prop. 10). Es éste un prinCipio básico para su Pero los antiguos interrogantes no pueden ser relegados al olvido, porque muchos problemas nuevos presuponen las respuestas de otrora, si es que se quiere llegar a darles respuestas valederas y orgánicas (d. prop. la). A propósito de dichas fórmulas se plantean a veces las dificultades bulario, de voca- debido al hecho que en ellas se hace uso de algunos términos filosóficos. El empleo de estos términos no significa por parte de la Iglesia la adopción de un determinado sistema filosófico. Pero tampoco se puede llegar a decir que cualquier sistema filosófico sea igualmente apropiado para justificar la fe en el plano racio- nal (d. prop. 3). Aún más, es preciso conservar cuidadosamente dichas formulaciones dogmáticas con la Sagrada entre Escritura y el anuncio evangélico de cada época, anuncio que para ser verdaderamente estar en continuidad la relación evangélico y eclesial, debe con la Tradición (do prop. 12 y también la prop. 9). COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL 11 Es importante advertir que la permanencia de la Revelación no se refiere sólo a su sustancia, sino también a sus enunciados fundamentales, ya que no se ve cómo podría conservarse una sustancia desprovista de todo enunciado. No se pueden cuestionar todas las formulaciones de la fe (cf. prop. 12 y también la prop. 7). 7. Pluralidad y unidad en moral El problema no es nuevo. Incluso en épocas en que una unidad de tipo uni- forme parecía en tranquila dogmática, la pluralidad posesión en el seno de la Iglesia occidental en materia moral, o, si se prefiere, la pluralidad de soluciones morales, era por demás evidente. Los textos de la Comisión comprueban el hecho. descubren algunas de sus raíces y muestran cómo existe, a pesar de todo, en este campo una unidad profunda basada en la dignidad humana y en la conciencia (d. prop. 13). Eso no significa que esta unidad no tenga su origen en Dios: recordemos aquí lo que se di!o al principio de esta Introducción sobre las relaciones entre lo que el hombre descubre en sí mismo y lo que le es dado por la Revelación. Una proposición especial trata de las principales líneas de fuerza que per- miten asegurar el discernimiento de la unidad de la moral cristiana (d. prop. 14). Se encuentra allí, una vez más, la tríada E3critura-Tradición-Magisterio, en la pers- pectiva de nuestra renovación según la imagen de Dios. Es evidente que los calificativos aplicados a los tres miembros de la tríada no pretenden resolver el problema de las mutuas relaciones: su finalidad no es otra que la de hacer ver algunos aspectos de dichas relaciones, útiles para ia finalidad Sería una gran lástima, sin embargo, de la proposición. comprender lo anterior de modo que ya no se diera lugar a la vocación personal de cada uno, como si esta vocación no tuviera su fuente en los dones de Dios (d. prop. 15). Por otra parte, al reconocer la libertad del cristiano, hacia una concepción de la libertad que equivaldría a afirmar no hay que derivar el valor puramente subjetivo del juicio moral, o sea una especie de agnosticismo intelectual. Esta ne- cesaria firmeza nada tiene que ver con po~iciones de dureza frente a las personas, originadas en no considerar la maduración de cada cual ni su descubrimiento y maduración progresivos, y a veces regresivos, de las exigencias del Reino (d. prop. 15). Un campo característico de la pluralidad des temporales. Aquí se afirma la posibilidad moral se verifica y la leg:timidad en las activida- de análisis diferentes y el respeto debido a las diferentes opciones, con tal que sean asumidas en la obediencia a la fe yola caridad (d. prop. 15). El Evangelio no tiene traducción temporal exhaustiva ni exclusiva. Conclusión Estas breves y rápidas observaciones, que pretenden ser fieles a las intenciones de la Comisión teológica internacional, no pueden aspirar a decirlo todo y a no JORGE MEDINA 12 olvidar E. nada. Quisieran mostrar el sentido general del texto de las propOSICiones. Por lo demás, no son sino una introducción a una primera lectura y no pueden proporcionar todos los elementos de juicio que aportará el comentario de la subco- misión. La lectura de las proposiciones de la Comisión debe hacerse considerándolas como un conjunto, evitando unas de otras. aislar ideas o expresiones que son complementarias