Para renacer, reinventar y revolucionar, hay que atreverse a morir

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MARKETER / Renunciar
Horacio Marchand
Debería existir una práctica para renunciar o eliminar cosas, actividades, intenciones, hábitos y relaciones; un
ritual para sacudirnos de todo aquello que en el fondo no queremos, que no es de utilidad o peor: que nos
resulta tóxico. El problema frecuentemente no es la falta de ideas nuevas, sino cómo eliminar y desincorporar
a las ideas viejas, a esas que gobiernan de manera silenciosa y dictatorial nuestros hábitos, fondos y formas,
sin dejarnos crecer.
Lo mediocre ocupa el espacio de lo muy bueno y, si el espacio no se abre, no es posible que se asiente algo
mejor. Renunciar libera recursos y no me refiero sólo al dinero: hay talento, intención estratégica, ancho de
banda organizacional y, finalmente, horas de trabajo.
Abandonar cuesta, aunque nos cueste más no abandonarlo. El dicho de "mejor malo por conocido que bueno
por conocer" es inverosímil: ¿cómo preferir lo malo a la posibilidad de algo mejor?
Es que es la propensión a proteger las inversiones emocionales realizadas nos tiene tomados. Es como un
negocio al que ya se la ha invertido mucho y no ha dado, o como seguir apostando en Las Vegas "porque he
perdido mucho, para recuperarme".
Romper con el pasado puede ser equiparable a un entierro. Es difícil enterrar a alguien, a una idea, a un
resentimiento, a una empresa, a una tecnología, a una relación y no se diga a una vieja versión de uno mismo.
Hay que soltar y dejar ir o bruscamente cesar con responsabilidad, para capitalizar la fabulosa energía de lo
nuevo.
El principio general de una estrategia es que implica renuncias. Sin renuncias no puede nacer una estrategia
que, por su naturaleza, necesariamente demanda un enfoque claro. Cuando todo es importante, nada acaba
siendo importante. Es natural que los empresarios y directivos lo quieran todo. Pero perseguir muchos
objetivos disminuye energía y potencia. A la hora de los emprendimientos y las innovaciones, ser "normal" es
ser nada. Sin jerarquización, no es posible obtener resultados de alto impacto.
Una organización que persigue muchos objetivos, que cambia de prioridades constantemente y que está
atrapada en lo urgente, ya no puede ver lo importante. Lo importante está asociado a las oportunidades y
detectarlas requiere de "sensores" que no estén dañados ni bombardeados por múltiples afanes.
Detectar una oportunidad, clarificar un diagnóstico y articular una dirección coherente son acciones que no
pueden nacer en la hiper-estimulación y en el bombardeo de urgencias. Vivir ocupado y acelerado es una
forma de anestesia existencial que afecta a la sensibilidad para leer el entorno y disparar acciones de
adaptación.
Un líder tiene en esencia dos responsabilidades: clarificar las prioridades y cerciorarse que el talento y la
infraestructura estén asignadas a ellas. Cuando hay claridad en la renuncia, implícitamente hay claridad en el
objetivo.
Una forma de verlo es: la estrategia es el "qué", la clarificación del rumbo; la táctica es el "cómo" la
consecución de actividades que ejecutan el ángulo competitivo; la cultura es el "quién" y el corazón que le da
vida a la estrategia. Por otro lado, el posicionamiento en el mercado requiere de una nitidez de concepto y de
una claridad absoluta de lo que una marca promete y sobre todo, ejecuta y entrega.
Para renacer, reinventar y revolucionar, hay que atreverse a morir en lo que ya no es, para dar
espacio a lo que puede ser.
Publicado en el periódico “El Norte”, Sección Negocios, el día 9 de Enero 2015,hm@horaciomarchand.com
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