- Año 6 – Guatemala, agosto de 2007 – No. 13 – ANTE EL INMINENTE CAMBIO DE ÉPOCA, EL PUEBLO DEBE REFLEXIONAR SOBRE SU FUTURO La propaganda es un medio poderoso para dirigir y hacer que los demás cumplan determinados propósitos; para influir en sus mentes y hacer que obedezcan mandatos construidos anticipadamente, abiertos o sutiles. Los símbolos, los íconos, los mensajes y los meta mensajes del emisor son absorbidos, interpretados e incorporados en la psique del receptor quien, incluso, los yuxtaponen a sus propios pensamientos y sentimientos cuando estos logran descubrir ese detonante semiológico que los conecte. La propaganda y las formas de hacerla llegar se han ido perfeccionando conforme se descubren nuevos caminos para hacerse entender lo más fácilmente por un público diverso, logrando su mayor éxito con la transformación de ese público diverso en un auditorio uniforme y plano. De ahí, que las clases dominantes sean las que siempre han estado detrás de su uso y afinación con el objetivo supremo de preservar, controlar y sustentar su poder. En todas las etapas clasistas de la humanidad ha sido así, sin embargo, es en el capitalismo donde este recurso ha dado realmente un salto cualitativo en la comunicación llegando a niveles insospechados de sofisticación; incluso, se han incorporado a su dinámica, estudios psicológicos y conductuales aunados a técnicas y medios de difusión masivos con el propósito de controlar a las masas y lograr que éstas hagan lo que la clase dirigente desea. De ello, se deriva que en este sistema capitalista la comunicación sea un arma mucho más peligrosa que las convencionales. Con ella se puede mantener un nivel apropiado de temor e incluso, de terror; transmitir códigos de alarma que unan o desunan, que movilicen o desmovilicen; que informen, desinformen o deformen la realidad, convirtiendo mentiras en verdades o viceversa; que automaticen a millones convirtiéndolos en consumistas irracionales de mercancías tangibles e intangibles. Experimentos que han sido probados en medio de los conflictos armados hoy son puestos al servicio del mercado dentro del cual, la política también es considerada una mercancía. Los partidos políticos y sus candidatos son incluidos dentro de la dinámica de compra-venta; para ello, la propaganda se ocupa de mostrar al público consumidor las ventajas de las variadas baratijas políticas que hay en el mercado. Sin embargo, como en todo escenario mercantilista, varias de esas mercancías, por ser propiedad de alguna fracción fuerte de la burguesía, tienen más ventaja sobre las demás. De ahí, su disponibilidad de una mayor fuente de aportes monetarios, pautas, espacios y coberturas en los diferentes medios de comunicación; mientras, las menos favorecidas –mercancías destinadas a jugar el juego del engaño de la democracia y la libre competencia, como estrategia mercadológica, compiten en clara desventaja con esas mercancías “principales”-. Dentro de ellas están, las que perteneciendo a los segmentos menos poderosos de la burguesía, siguen siendo aliados naturales de ella a la hora de cerrar filas y por tanto, gozan de una parte del pastel, aunque sea ínfima, concretada en puestos de mandos medios en la futura administración o vínculos para futuros negocios entre sus personeros y los del Estado. Del otro lado del espectro político, las denominadas mercancías de “izquierda” que, dentro de las estanterías del supermercado electoral son arrinconadas por los medios para hacerlas invisibles al consumidor-votante y por tanto, no susceptibles de ser adquiridas por éste en las mismas dimensiones que las principales. Estos productos engaña-bobos, tanto de la derecha como de la izquierda, sirven al propósito máximo de la burguesía: mantener a sus marcas líderes en la mente del consumidor-votante. Por consiguiente, pasando la locura 1 propia del día de las “ofertas”, son retirados de las góndolas por la misma burguesía y poco tiempo después, del mismo mercado si no llenan la cuota de ventas –para el caso que nos ocupa, el de las votaciones, éste es el porcentaje de votos que las agrupaciones políticas tienen que acumular para no desaparecer como tales-. De no ser así, permanecerán en las estanterías, sin ningún peligro para las marcas líderes las cuales solo necesitan la consabida propaganda de mantenimiento para seguir saturando el mercado. Por eso, bajo esas circunstancias actuales, los dueños del capital apoyados con el arma poderosa de la propaganda y sus medios de domesticación, son los que realmente dictan qué facciones de la burguesía ocuparán el poder que es rotado cada cuatro años. Entonces, la competencia real se reduce a dos, o a lo sumo tres, (el caso de la actual campaña electoral en la primera vuelta). En la recta final, los aspirantes a ocupar la silla del poder en Guatemala, agotan los recursos asignados por sus diferentes “inversionistas” bombardeando al pueblo, para posicionar en la mente de los consumidores-votantes sus caras, símbolos y eslóganes con jingles, banderas y banderines, afiches, volantes y mensajes cortos sin fundamento para el vulgo; y, foros, encuestas y mensajes televisivos que casi no tienen mucha diferencia con los primeros, para un sector más exigente por su nivel educativo, como los profesionales, empresarios e intelectuales. Todos tratando de venderse mejor para seguir cumpliendo el mandato del Imperialismo y la burguesía local de que aquí no cambie nada. Por eso, cuando surge la pregunta, -¿cuál es al diferencia fundamental entre esos candidatosmercancías?- podemos responder holgadamente: Ninguna, pues todos pertenecen a un mismo fabricante: el Imperialismo y su ayudante, la burguesía local. Por tanto, funcionarán perfectamente, cualquiera que ocupe la dirección del país, para seguir cumpliendo la misión fundamental exigida por aquel que es, seguir reproduciendo el sistema capitalista de producción y por tanto, avalar sus abusos, injerencias y arbitrariedades. Por esa razón elemental, una buena porción del pueblo y para el caso específico, de votantes, a pesar de la labor mediática proveniente del Norte y reproducida por los medios locales, se muestra apática. Ya no se traga tan fácilmente los mensajes inicuos y desabridos de la actual campaña proselitista porque percibe en ellos ese espíritu mercachifle de sus contendientes que transpiran ambición desenfrenada, arrogancia, fascismo, mezquindad, militarismo, jactancia, obsolescencia, chabacanería, religiosidad y fanatismo. Intuye que mienten descaradamente y carecen de planes substanciales para sacar al país del fango donde sus propios financistas lo han hundido. Los mismos mensajes que se escuchan cada cuatro años a pesar del sistemático y continuo hundimiento de la nación en la dependencia y el fracaso; en la indigencia y la corrupción; en la miseria y la barbarie; en la ignorancia y la muerte. Porque, los datos oficiales pueden arrojar que la pobreza ha disminuido pero la realidad nos muestra la falsedad de los mismos. Que la gente roba y mata ahora por miseria o placer. Esa degradación humana no la registran los encuestadores del Instituto Nacional de Estadística pues al frente de las instituciones públicas también los amos del capital han situado a siniestros personajes para que las esquilmen y las socaven, y seguir lucrando con el Estado al que tanto critican y desprecian desde sus oficinas relucientes y desde sus cátedras, pero del que se hartan hasta reventar. Ladronzuelos despreciables que con su corrupción han aumentado las miserias del pueblo al desviar sus recursos hacia las cuentas bancarias de sus “exitosos” empresaurios. Mientras eso pasa, esas marionetas de la burguesía siguen prometiendo sacar al país de esta vorágine más ninguno de ellos será capaz de hacerlo, pues ni siquiera pueden plantear salidas enmarcadas dentro del propio liberalismo del que dicen ser seguidores, mucho menos dar pasos dignos y soberanos que impliquen, mínimo, marcar distancia con las líneas imperialistas. Carecen de los atributos mínimos y esenciales de un estadista como son decencia, vergüenza e independencia. Al contrario, cada uno de ellos se ha formado en el espíritu de la mendicidad, la rapacidad y el aprovechamiento. Han aceptado del Imperialismo las líneas que éste ha dictado para nuestro país. Por eso, vaticinamos que con cualquiera de ellos, Guatemala seguirá retrocediendo. Lamentamos no poder decir lo contrario, pero tristemente es el camino por donde nos arrastran de nuevo estas clases dominantes parásitas e improductivas, miopes y avorazadas. No se esconde ninguna esperanza detrás de ese símbolo pero sí más mano dura de la que, si bien ya estamos curtidos también ya estamos hartos, con lo cual en vez de que Dios salve a Guatemala, ésta rodará por el despeñadero de la inviabilidad, el autoritarismo, la represión y la miseria, frutos propios del colonialismo. No obstante, a estos no les preocupa en lo más mínimo, pues simplemente no pretenden compartir ese destino manifiesto con su pueblo 2 sino, como parte de las clases parasitarias sacarán de ello el mejor provecho: enriquecerse a costa de la mayoría de la población que si hoy piensa que ha tocado fondo está muy equivocada; aún falta mucho por caer. Y, es que nos basamos en las evidencias terribles que estamos viviendo nosotros mismos como pueblo y a nivel mundial, otras naciones, y no en alarmas apocalípticas; en calamidades que en el planeta sufren en su gran mayoría los más pobres y que le han dado vida a los planteamientos de Carlos Marx quien afirmaba categórica y certeramente hace casi dos siglos, que el capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo. No obstante, ante su desaparición biológica nosotros queremos agregar a esa sentencia que también, en su crisis, que ahora se ha vuelto permanente como vísperas de su proceso de extinción, se augura la muerte y la ruina de millones de personas y, a pesar de que sus apologistas y defensores, con el arma de su tiranía mediática a disposición, nieguen esa tragedia, las pruebas los rebasan sobradamente. Son las muestras de un futuro que ya empezamos a padecer y que tenemos la confianza sustentada en el apego a la vida y la paz, que los pueblos cambien radicalmente en sintonía con lo que asevera el presidente de Ecuador, Rafael Correa, cuando diagnosticó de que no estamos en época de cambio sino más bien ante un cambio de época. La burguesía guatemalteca, en esa intrincada dinámica, ha optado por tratar de dar vuelta atrás a la rueda de la historia; aferrarse al inmovilismo, defender el viejo régimen y cerrar filas alrededor de sus amos imperialistas; sus clases anodinas resguardan la deteriorada fortaleza mercantilista, en cuyo interior se han parapetado para resistir los vientos huracanados que soplan desde el caribe y el sur a los cuales realmente les tienen pavor. Soslayando el crecimiento de la miseria global, el Imperialismo, en su afán por preservar su nivel de consumismo irracional y la comodidad de su clase dirigente, ha puesto una carga más pesada sobre nuestros países. Los ha designado como productores de combustibles a base de alimentos, cuyos efectos primarios ya empezamos a sufrir: el incremento en los productos de consumo diario vital entre los que se pueden contar los derivados del maíz, producto base en nuestra alimentación y las alzas constantes en los precios de los carburantes; aunado a ello, la crisis permanente del campo por el inconmovible, obsoleto e irracional latifundio cuya sobrevivencia se justifica hoy con la producción del etanol, lo cual ha traído como corolario, el desalojo violento de comunidades agrarias a través de masacres y asesinatos selectivos de sus lideres o componendas leguleyas, dando como resultado la imposición del rol de bracero miserablemente pagado y la condena al paro permanente que la clase dominante y el Imperialismo han predestinado para la fuerza de trabajo rural lo cual ha derivado en una sangría constante de brazos y cerebros hacia las urbes locales donde se vive, por esa explosión demográfica perenne, una espiral de violencia e inseguridad; y, hacia los centros desarrollados de las metrópolis de los países más industrializados. Pareciera que los países poderosos fueran ignorantes de las nuevas contradicciones que van creando con ello, sin embargo, sí lo saben; lo que sucede es que son incapaces de escapar, bajo el capitalismo, a la ley de la concentración y centralización de capitales lo que no les permite tomar medidas correctivas donde el Estado, en primera instancia, cumpla el rol de planificador y administrador porque dicha política chocaría frontalmente con los intereses gananciales de sus corporaciones que requieren que la fantasía del libre mercado siga vigente para continuar amasando fortuna. Con ello, han orillado a nuestras naciones a aceptar el triste papel de islas productoras de alimentos, combustibles y ahora, oxígeno para el disfrute de una buena parte de sus habitantes. Lo que no quieren reflexionar más detenidamente los líderes mezquinos de esas potencias, es sobre la dialéctica que existe en sus acciones donde más temprano que tarde dicha dinámica destructiva también los terminará por envolver, a pesar de los muchos muros que levanten alrededor de sus territorios; de los muchos ejércitos que guarezcan sus fronteras. La realidad ha demostrado que dichas acciones jamás detuvieron las oleadas humanas en búsqueda de un mejor porvenir y esta época no será la excepción. Los “bárbaros” del siglo XXI están trazando un nuevo escenario a nivel planetario y plantean con ello, un cambio radical en el Orden Mundial, para bien o para mal de la humanidad. Eso dependerá de cuan avisados estemos los pueblos para poder recrear el viejo mundo a favor de las nuevas generaciones. Enmarcados dentro de estas meditaciones, constatamos que, al igual que la mayoría de líderes mundiales de las potencias capitalistas, esa ceguera y estrechez mental se reproduce en los actuales candidatos de nuestro país -por lo menos los que los consorcios mediáticos han elevado al rango de punteros- quienes han sido incapaces de presentar a su pueblo estrategias que revolucionen de verdad el esquema actual del poder. Al contrario, esgrimen paliativos y remozamientos de sendas 3 ya hartamente transitadas para, en el fondo, seguir con el mismo perfil de explotación, desigualdad y discriminación; políticas que en cualquier ámbito que se ejecuten responderán a los intereses del país que conserva el poderío militar mundial pero que ha demostrado ampliamente su vulnerabilidad en lo económico y lo político al trastrocar su democracia y libertad primigenias por la dictadura de sus corporaciones. Candidatos que ni siquiera por estrategia de desarrollo osan volver sus ojos a otro lado que no sea el norte. En ellos no existe ni siquiera el mínimo asomo de imaginación y análisis a tal grado que siguen aceptando el cuestionado paradigma del libre mercado que la realidad ha demostrado ser un rotundo fracaso a escala mundial y que incluso, en prestigiadas universidades norteamericanas ya se cuestiona su validez. Aquí, todavía los gobernantes, no digamos los candidatos de la burguesía retrógrada, siguen escuchando solemnemente las cátedras de la Francisco Marroquín y el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales –CIEN-. No señores, seguir creyendo que el mercado posee una mano invisible, como la que preconizaba Adam Smith que todo lo resuelve, es realmente risible; el mercado, como arquetipo ideológico, no es más que la máscara tras la cual se oculta la cara siniestra de los accionistas y ejecutivos de las transnacionales quienes son los que dictan las normas a seguir en el plano económico y político de las naciones bajo la égida capitalista a nivel mundial y utilizan al Estado imperialista para hacer cumplir esos dictados, cuyas consecuencias sociales han sido catastróficas para casi dos tercios de la humanidad. En vez de haberse resuelto la problemática del hambre, la pobreza, la insalubridad y la ignorancia, dichas plagas han cercenado gran parte de la fuerza de trabajo mundial a través de verdaderas calamidades como la hambruna, el sida, las sequías, las inundaciones y el calentamiento global, la guerra y otras catástrofes inducidas o resultantes. Aún así, los líderes de las grandes potencias capitalistas siguen escuchando más las directrices de las corporaciones que las de sus pueblos, arrastrando tras de sí a los de las naciones pobres y dependientes como las nuestras, apostando por ese sistema capitalista fracasado para solventar la problemática social planetaria pero que a ellos, individualmente, les representa una vida de reyezuelos y a las transnacionales mayores réditos, enriqueciendo extraordinariamente a unos cuantos y depauperando a millones. Sus decisiones han probado que pueden empujar al género humano hacia una cascada mortal a mediados del nuevo siglo que todos esperan aún sea el de las luces y la grandeza espiritual. Un sistema así no puede ser digno de continuar, mucho menos de emular; al contrario, es necesario dar un viraje de 180 grados y con toda la técnica y todo el potencial humano diseñar un nuevo sistema que detenga el deterioro del planeta y proponga el bienestar a todos los seres humanos sin excepción alguna para que estos sean los propulsores de la creación viviente y el renacer de la especie. La izquierda ya no puede permanecer indiferente ante la avalancha que se cierne sobre nuestra cabezas y que se llevará consigo tanto a tirios como a troyanos. Debe recobrar el glorioso lugar que una vez tuvo en el ámbito de la propuesta humana, coherente y racional y dejar de soñar, en consonancia con la derecha, con el poder por el poder. Un poder que no es legítimo sino está respaldado, plena y mayoritariamente, por los pueblos quienes deben sentir por sus líderes la admiración y el respeto que despierta el ejemplo firme pero solidario, veraz pero objetivo, austero pero justo y cuya aspiración máxima sea alcanzar el bienestar material para todos pero, sobre todo, el derecho a crear. La izquierda no es simplemente una posición, es una actitud. Es un compromiso con nuevas formas de actuar y pensar totalmente opuestas a las formas de actuar y pensar del viejo régimen, en todo; desde las relaciones íntimas hasta en lo económico y político. No puede ser ambivalencia ni ambigüedad, sino firmeza de principios y estudio constante. El librepensamiento es una de sus mayores señales, pues tras las banderas rojinegras y las consignas revolucionarias se han agazapado también, espíritus egoístas y supersticiosos que han impedido el avance popular; han fragmentado, obstaculizado y hecho retroceder, renegar de los principios revolucionarios, claudicar y traicionar a los compañeros de lucha. Por eso, ante la tiranía mediática del Imperialismo y las clases dominantes criollas que mienten, engañan, deforman, tergiversan los hechos e incitan al crimen, al asedio y a la guerra, la organización y el estudio persistente, permanente y decidido del pueblo, son fundamentales e imprescindibles. ¡BAJO LA BANDERA DEL SOCIALISMO, VENCEREMOS! ¡SOCIALISMO O BARBARIE! 4