FILOSOFÍA DE HABLA HISPANA MIGUEL DE UNAMUNO STEFANY PUENTES PUENTES GRADO: 1102 J.M INSTITUCIÓN EDUCATIVA LICEO DE SANTA LIBRADA NEIVA HUILA FILOSOFÍA DE HABLA HISPANA MIGUEL DE UNAMUNO PRESENTADO PARA: LUIS ALBERTO ZAMBRANO PRESENTADO POR: STEFANY PUENTES PUENTES INSTITUCIÓN EDUCATIVA LICEO DE SANTA LIBRADA NEIVA – HUILA 2013 MIGUEL DE UNAMUNO (1864 – 1936) Unamuno fue uno de los primeros existencialistas europeos, y uno de los primeros en percibir la trascendencia del pensamiento de Kierkegaard. Unamuno recibió una influencia importante de parte de los místicos españoles y de Cervantes, así de autores de la tradición filosófica como San Agustín, Kant, Spinoza y Schopenhauer. Exponer a Unamuno resulta difícil. Su obra es poco sistemática en la exposición. Su filosofía es una filosofía vitalista de lo contradictorio, irracional y vital. Entre sus principales escritos cabe destacar Vida de Don Quijote y Sancho, la novela Niebla y Del sentimiento trágico de la vida, su principal obra filosófica. La filosofía de Unamuno no fue una filosofía sistemática, sino una negación de cualquier sistema y una afirmación de fe «en sí misma». Se formó intelectualmente bajo el racionalismo y el positivismo. Durante la época de su juventud, escribió artículos en los cuales se apreciaba claramente su simpatía por el socialismo, y tenía una gran preocupación por la situación en la que se encontraba España. La influencia de algunos filósofos como Adolf von Harnack provocó el rechazo de Unamuno por el racionalismo. Tal abandono queda de manifiesto en su obra San Manuel Bueno, mártir, donde la metáfora de la nieve cayendo sobre el lago ilustra su postura en favor de la fe —la montaña sobre la cual la nieve crea formas, paisajes, frente al lago, donde ésta se disuelve y se transforma en nada—. Para él la muerte es algo definitivo, la vida acaba. Sin embargo, pensaba que la creencia de que nuestra mente sobrevive a la muerte es necesaria para poder vivir. Desde luego, se necesita creer en un Dios, tener fe, lo cual no es racional; así siempre hay conflicto interior entre la necesidad de la fe y la razón que niega tal fe. Es considerado uno de los predecesores de la escuela existencialista que, varias décadas después, encontraría su auge en el pensamiento europeo. Así estudió danés para leer directamente a Søren Kierkegaard, a quien en sus obras solía llamar, en su peculiar y cordial estilo, «hermano». El hombre de carne y hueso El fundamento de la obra filosófica de Unamuno fue el hombre de “carne y hueso”, es decir, “el sujeto y el supremo objeto a la vez de toda filosofía”. Con ello, Unamuno se apartaba de los enfoques especulativos y abstractos de la filosofía tradicional hacia el tema del hombre. Su insistencia en la preeminencia del individuo concreto como punto de partida del filosofar, puso de manifiesto que la esencia de ésta radicaba en su existencia. La imagen unamuniana del hombre es sencilla. Antes que nada, el hombre es preocupado y consciente. La filosofía pone atención primero en ciertas necesidades e inquietudes del hombre. Inquietudes y necesidades que surgen desde el momento en que éste nace. A medida que crece y se desarrolla,, van surgiendo nuevas necesidades. El hombre que presenta Unamuno es el hombre concreto, el existente. Es un individuo que se hace preguntas acerca de su objetivo o finalidad en el mundo. ¿Por qué y para qué vive? ¿Por qué y para qué está aquí? Obviamente estas interrogantes están ligadas con la preocupación por la existencia humana, su sentido, su destino y la inquietud por la culminación de sus días. El hombre vive, pues, en una constante preocupación. Una preocupación en torno al sentido de su existencia. He aquí la principal cuestión para él: la incertidumbre ante el destino individual tras la muerte. En Del sentimiento trágico de la vida, Unamuno define al hombre como un ser que está determinado por un principio de unidad y continuidad en el tiempo. Dicho principio quiere decir que el hombre se encuentra en el Mundo, está en un cierto espacio y se mueve en él, él mismo, solo, como un individuo independiente, como un ser que vive a lo largo del tiempo. Este principio de unidad se muestra también en el 'cuerpo y en la acción. No caminan tus pies hacia direcciones opuestas: un pie a la izquierda y otro a la derecha (bajo condiciones normales), o, como dice el filósofo, cuando miramos, no mira un ojo hacia el norte y el otro al sur. Y en cuanto a las acciones, deben conducirse siempre hacia un propósito, aunque luego lo cambiemos. Además el hombre de Unamuno quiere seguir siendo El mismo y sólo él podría cumplir su rol en la sociedad. Nadie más sabría hacerlo. Son posibles los cambios en el modo de sentir o pensar pero tendrán sentido únicamente cuando éstos converjan en la unidad y continuidad de su espíritu. Es el hombre de carne y hueso: "el que nace, sufre y muere"; "el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere". “Todo lo real es irracional” Miguel de Unamuno La crítica al racionalismo Tenemos, entonces, que la razón es una llave necesaria en la dialéctica de la vida. Es el polo no opuesto, sino contradictorio de la fe. En su estilo metafórico, ubica al infierno como un don necesario, para apreciar responsablemente la fe: Por el infierno empecé a revelarme contra la fe; lo primero que deseché de mí fue la fe en el infierno, como un absurdo inmoral. Mi terror ha sido el aniquilamiento, la anulación, la nada más allá de la tumba. ¿Para qué más infierno, me decía? Y esa idea me atormentaba. En el infierno- me decía- se sufre, pero se vive, y el caso es vivir, ser; aunque sea sufriendo. Y ese temor á a la nada es un temor pagano. Dame, Dios mío, fe en el infierno. ¿Le hay? Si llego á creer en él, es que le hay. La fe no existe sin la razón, la realidad sin el enigma. En el positivismo parece Unamuno haber aprendido la necesidad de partir del fenómeno como punto de inicio de la existencia. Por eso es partidario de “Vivir, vivir de veras, vivir espontáneamente, sin segunda intención, vivir para morir y seguir viviendo. En Del sentimiento trágico de la vida, desarrollará la idea del sufrir como constancia vital de la existencia. Adelantándose a Cioran, dirá que el cuerpo insano, sufriente, es el testimonio más fehaciente de que existimos. Y ese realismo testimoniado por el cuerpo es el pivote más importante de la dialéctica de la razón y la fe. La verdad es una instancia problemática, puesto que no es suficiente el acceso a lo real para acceder a ella. Unamuno acusa al racionalismo de buscar la verdad en la razón y no en la fe. Esa fe tiene un gran apoyo en la idea kantiana de la voluntad. Y esencialmente en el libre albedrío, que él rescata del cristianismo. Este es “... una verdad; querer razonarlo es destruirlo” Razón y voluntad se erigen también en una yunta dialéctica necesaria para ese encuentro con la verdad. En efecto, la razón y su alimento realístico existe como un paso insalvable. La ley de la realidad se desarrolla con su deseo entronizarse como verdad. Pero para Unamuno “... por debajo hay el libre albedrío, que nos hace sentirnos culpables y nos levanta sobre el tiempo” Y es allí donde se centra el fundamento del pensamiento unumiano; en la verdad que debe hallarse en la libertad. Ésa que surge de la conciencia de finitud y de carencialidad que tiene el hombre, que lo impulsa “hacia Dios”, no como resignación sino como potencia que le hace sentir “sed de infinito”. Para Unamuno, los individuos no son conceptos, son realidades más complejas. Pues el hombre se ve enfrentado a la realidad de su muerte. De ahí que el hombre deba afrontar su muerte como el más serio de los problemas. Reconózcalo o no, el hombre deseaba, así sea en secreto, ser inmortal. “El hombre ideal del racionalismo es el hombre autómata, perfectamente adaptado al ambiente. Todos sus actos son reflejos, y como no hay roce alguno entre el proceso interior suyo, psíquico, y el proceso exterior o cósmico, no hay conciencia” Miguel de Unamuno. Dios y la inmortalidad del alma Las posturas de Unamuno con respecto al tema de Dios se pueden caracterizar como contradictorias y fluctuantes: "Mi idea de Dios es distinta cada vez que la concibo" Del sentimiento trágico de la vida". En Unamuno se puede decir que la creencia en Dios responde a una necesidad vital. Hay un imperativo vital que empuja a creer en Dios: la inmortalidad. La creencia en un Dios sólo se justifica desde el punto de vista de la inmortalidad del alma: "Un día, hablando con un campesino, le propuse la hipótesis de que hubiese, en efecto, un Dios que rige cielo y tierra, Conciencia del Universo, pero que no por eso sea el alma de cada hombre inmortal en el sentido tradicional y concreto, y me respondió: Entonces ¿para qué Dios?". Dios no es más que una proyección nuestra. Hay un cierto antropomorfismo en nuestra concepción de la divinidad. Unamuno en cuestiones de filosofía de la religión es un humanista trascendental pues considera que la religión no es más que una proyección de la esencia humana. Las distintas creencias religiosas no son sino distintos modos de reflejarse el hombre a sí mismo. En la etapa animista se atribuye conciencia a todos los seres de la naturaleza que le rodean al hombre: “Lo mismo que un niño habla a su perro o a su muñeco, cual si le entendiesen, cree el salvaje que le oye su fetiche o que la nube tormentosa se acuerda de él y le persigue. Y es que el espíritu del hombre natural, primitivo, no se ha desplacentado todavía de la naturaleza ni ha marcado el lindero entre el sueño y la vigilia, entre la realidad y la imaginación”. En el politeísmo helénico se manifiesta evidente el proceso de humanización. “Los dioses no sólo se mezclaban entre los hombres, sino que se mezclaban con ellos; engendraban los dioses en las mujeres mortales, y los hombres mortales engendraban en las diosas a semidioses. Y si hay semidioses, esto es, semihombres, es tan sólo porque lo divino y lo humano eran caras de una misma realidad. La divinización de todo no era sino su humanización.” y añade: “En lo que propiamente se distinguían los dioses de los hombres era en que aquéllos eran inmortales. Un dios venía a ser un hombre inmortal, y divinizar a un hombre, considerarle como a un dios, era estimar que, en rigor, al morirse no había muerto. De ciertos héroes se creía que fueron vivos al reino de los muertos. Y éste es un punto importantísimo para estimar el valor de lo divino”. El paso del politeísmo al monoteísmo se debió, según Unamuno, a que se establece una cierta monarquía entre los dioses. Había un Dios supremo que paulatinamente va acaparando la adoración del pueblo. "La monarquía divina fue la que, por el monocultismo, llevó a los pueblos al monoteísmo." De este Dios único se apodera la razón, es decir, la filosofía, y se llega así a un Dios lógico, racional, el ente supremo, el motor inmóvil. Pero este Dios no es más que la proyección al infinito del hombre abstracto, del hombre no hombre. Es un Dios-idea, un Dios falso. Por eso todos los argumentos para demostrar su existencia fracasan. "Y es que al Dios vivo, al Dios humano no se llega por el camino de la razón, sino por camino de amor y sufrimiento. La razón nos aparta más bien de él. No es posible conocerle para luego amarle; hay que empezar por amarle, por anhelarle, por tener hambre de él, antes de conocerle" Este Dios deseado, anhelado, amado, fruto del sufrimiento, es la proyección al infinito del hombre concreto, de carne y hueso. Es el yo total, conciencia infinita que abarca y sostiene las conciencias todas. Este Dios al que se llega por medios no racionales es el sumo irracional. Si reflexionamos un poco sobre este concepto de divinidad que plantea Unamuno, veremos cómo en el fondo está latente la sustitución del Logos o Idea de Hegel por la Voluntad de Schopenhauer, una fuerza de tipo tendencial que subyace a toda la realidad. Sin embargo, nuestro autor juega con dos posibilidades: o es Dios algo muy semejante a la Voluntad citada o es un simple sueño del hombre que no se resigna a su destino. Para Unamuno, la pregunta básica de su filosofía consiste en saber si es posible demostrar la existencia del alma y su inmortalidad. La respuesta a dicha pregunta remite al conflicto fundamental de toda existencia: entre razón y fe o entre inteligencia y vida. De entrada, la razón es la expresión de un rotundo no a la posibilidad de una vida futura. En este sentido afirmó que “el anhelo vital de inmortalidad humana no halla confirmación racional, ni tampoco la razón nos da aliciente y consuelo de vida ni nos señala la verdadera finalidad a ésta”. “El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo y sentimental” Miguel de Unamuno Para Unamuno, la fe es como un camino para acceder, trascendiendo el mundo de los fenómenos, al mundo de la verdad y de Dios. La fe se constituye entonces, en aquella manera de clamar la sed de inmortalidad, siendo su objeto algo de naturaleza no fenoménica, y, por ende, no susceptible de percepción sensorial. En consecuencia, algo absurdo desde el punto de vista racional. La mejor “prueba” de la existencia de Dios es indirecta, pues reside en el hecho de que Dios era el garante de la inmortalidad. El camino que conduce a la aceptación de Dios, tiene como punto de partida la contradicción desgarradora en la que se debaten los seres humanos, al no poder conciliar la razón y la fe, esto es, el deseo de inmortalidad con la certeza de la muerte. Esta contradicción es lo que Unamuno llama el sentimiento trágico de la vida. Es a través del amor y del sufrimiento como el hombre llega a conocer a Dios, nunca a través de múltiples silogismos que tratan de demostrar lo indemostrable. Existencialismo y pragmatismo Hemos establecido un triple plano antropológico: el hombre concreto, de carne y hueso, sujeto y a la vez, objeto del filosofar, el héroe, hombre superior; Dios como proyección al infinito de nuestro yo. "La voluntad, saliendo de la noche de la inconsciencia para despertar a la vida, se siente como individuo dentro de un mundo sin fin ni fronteras, en medio de otros innumerables individuos, todos anhelando, penando y errando, y como después de un ensueño angustioso, se refugia de nuevo presurosa en la antigua inconsciencia." (Schopenhauer) Unamuno es un filósofo existencialista. El hombre es un ser lanzado al teatro del mundo, situado en la tragicomedia del existir. Vacilando entre la luz del ser y las tinieblas de la nada, el sujeto se debate en lo nebuloso de la vida y se pregunta si todo no será más que un sueño. Tomando como punto de partida la existencia, el estar ahí del hombre concreto, podemos avanzar hacia un mejor conocimiento de dicho hombre y plantearnos interrogantes sobre su ser ¿es real o ficticio? y sobre su actuar respecto a dios ¿hay en el hombre libertad o determinación o es todo puro azar?, y respecto a la sociedad ¿cuáles son sus relaciones con los demás individuos? La filosofía de Unamuno surge de la necesidad de pensar el lugar del hombre en el mundo. El ser humano, consciente de estar arrojado por definición en un mundo que le envuelve, que le ofrece posibilidades y se las condiciona, se sabe reducido a "existencia": literalmente, a "estar fuera de sí" siempre volcado sobre el mundo. Es lo que los fenomenólogos llamarán "ser-en-el-mundo". Y esa existencia, ese ser enfrentado al mundo, se sabe a su vez libre y responsable de sus actos. No encuentra una justificación de su comportamiento en una esencia previa, que le obligue a actuar de una manera dada, sino que se sabe reducido a su libre forma de existir. No podemos reducir lo vital a esencia alguna: el hombre sólo tiene existencia, y ha de desarrollarla con plena "voluntad de poder" sin dejarse coartar por los falsos presupuestos de la metafísica tradicional. Lo que importa es la existencia del hombre concreto; por eso dice Unamuno, citando a Obermann: "¿Y quién eres tú? (...) Para el universo, nada; para mí, todo". El procedimiento que caracteriza a todo existencialismo es no estudiar primero la esencia y luego la existencia, como hacía la filosofía tradicional, sino al revés: partir del hecho del existir para, acto seguido, profundizar en el ser. Unamuno fue también un filósofo de la voluntad, pues para él, la verdad depende de los actos de la voluntad. En este sentido, continuó y profundizó en el pensamiento de William James, al sostener que la verdad es aquello que intensifica nuestra vida y la de los demás. La mentira, en consecuencia, es aquello que anula la vida misma. El conocimiento es verdadero en tanto tenga utilidad para la vida humana. La naturaleza humana Unamuno caracterizó la naturaleza humana desde un punto de vista anticartesiano. Para Unamuno, lo correcto no sería afirmar “pienso, luego existo” sino “existo, luego pienso”. Esta inversión de términos, obedece a que Unamuno quiere resaltar el carácter existencial del ser humano, pues “si se existe, existen las cosas para la conciencia”. De hecho, el mundo carecería de sentido considerado por sí mismo y con independencia de los seres conscientes: “el mundo se hace para la conciencia, para cada conciencia”. La conciencia, según Unamuno, depende de dos impulsos básicos: el de conservación y el de reproducción. Instinto de conservación: Es el instinto que pone en contacto al hombre con el mundo sensible y le permite buscar los medios de subsistencia. El instinto de conservación es el que permite que los seres humanos lleguen a poseer un conocimiento sensible. Instinto de reproducción: Es el instinto que permite al hombre superar sus limitaciones espacio-temporales. También permite establecer relaciones con los demás a través del amor que, para Unamuno, es ante todo, hambre de inmortalidad y plenitud. A la raíz del conocimiento místico se halla el instinto de reproducción. “Y si la creencia en la inmortalidad del alma no ha podido hallar comprobación empírica racional, tampoco le satisface el panteísmo. Decir que todo es Dios, y que al morir volvemos a Dios, nada vale a nuestro anhelo” Miguel de Unamuno. BIBLIOGRAFÍA http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_de_Unamuno http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/riev/31/3104050412.pdf http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero27/diarioun.html http://www.filosofia.org/hem/dep/rcf/n08p025.htm http://ponce.inter.edu/cai/tesis/nrosado/cap1.html http://hispanoteca.eu/Filosof%C3%ADa%20espa%C3%B1ola/Miguel%20de%20Unamuno%20%20Ideario.htm http://www.filosofia.net/materiales/tem/unamuno.htm