UN LLAMADO A LA ADORACIÓN (Efe. 1:1-14) INTRODUCCIÓN.Como ya dijimos el día anterior iniciamos hoy una serie de predicaciones sobre la epístola de Pablo a los Efesios. Y todo ello en el marco de lo que ya hablamos el otro día: tenemos un ‘tesoro en vasos de barro’. Éfeso era una ciudad muy próxima a la costa del mar Egeo y a la desembocadura del rio Cayster. A lo largo de dicho río, tierra adentro, se hallaba el valle de Lico donde se encontraban, a lo largo de la principal ruta romana hacia Oriente, ciudades tales como Laodicea, Hierápolis y Colosas. En bastantes manuscritos antiguos, el v. 1 termina diciendo “a los santos y fieles en Cristo Jesús” es decir, no se menciona ‘que están en Éfeso’. Por eso y otros detalles de la propia carta, muchos eruditos piensan que Pablo la envió no sólo a Éfeso, sino también a las ciudades del valle de Lico que hemos mencionado antes. Pablo estaba preso en Roma, y sería el año 61 ó 62. El portador de la carta, seguramente Tiquito (Col. 4:7-9), acompañó al esclavo cristiano Onésimo de vuelta a Filemón hasta Colosas. Por lo que probablemente fue dejando copias de la carta no sólo a los creyentes de Éfeso, sino también de las ciudades por donde pasó hasta Colosas. Pero, entrando ya en el pasaje que vamos a ver (Ef. 1:1-14), y todavía en una visión de conjunto, diremos que esta especie de elogio, o alabanza a Dios, está destinado a elevar la mirada de los lectores de ellos mismos y sus temores, hacia la majestad y el amor de Dios aquí revelados. Algo que se ve también es que Dios tiene un plan en desarrollo. Empieza desde antes de la fundación del mundo y finalizará en el futuro, cuando todo se complete. Pablo sabe que, cuando los creyentes perciban este plan progresivo de Dios, les llevará a una profunda adoración, a una intensa alabanza del Señor. Todo el pasaje tiene a Dios como sujeto de la acción. Es por tanto momento de olvidarnos de nosotros y de centrarnos en Dios y en lo que Él mismo hace a favor nuestro. Y esta contemplación de su obra a nuestro favor, nos llevará al sentido fundamental de la vida de los creyentes, que no es otro que el de reconocer su obra, gozar de ella y vivir consecuentemente en una actitud de adoración y alabanza de todo lo que Él es, ha hecho y significa para nosotros. Al utilizar muchas de las frases de este pasaje en el tiempo pasado algunos piensan que Pablo ve la salvación en Cristo como algo ya completado. Pero sería más exacto decir que Pablo celebra el hecho de que la salvación futura ha sido ya iniciada y también asegurada en Cristo. Así que seguimos viendo este ‘ya pero todavía no’, ese ‘tesoro en vasos de barro’ del que hablábamos el día anterior. Veamos ya las tres secciones que encontramos en este pasaje, y que nos revelan esa acción de Dios, y el consiguiente efecto de alabanza en los que creen. I.- ANTES DE LA FUNDACIÓN DEL MUNDO.1 La 1ª sección la vemos en los v. 3-6. Nos sitúa antes de la fundación del mundo, cuando naturalmente nosotros aún no existíamos, pero Dios hizo ya planes extraordinarios a nuestro favor, planes que supondrían una bendición extraordinaria para nosotros. Por eso se habla de que nos bendijo en las regiones celestes, en Cristo, antes de que el mundo fuese. Es por eso que el v. 3 empieza con esta alabanza a Dios, aunque en un sentido todo el pasaje lo es. “Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo”.(v. 3) La traducción ‘bendito’ con la que empieza el versículo en varias versiones, según muchos, no es la más clara ni adecuada. El sentido aquí es de ‘alabado sea Dios’, porque se trata de una acción de alabanza por todo lo que Él hizo y hace. Los vs. 4 y 5 nos hablan de una decisión suya, según el buen propósito de su voluntad, a favor nuestro. De escogernos para que, en Cristo lleguemos a ser sin mancha; y para, por amor predestinarnos para ser adoptados hijos suyos en Cristo. “Dios nos escogió en Él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad”. (v. 4,5) El énfasis es su buena voluntad y su amor para con el conjunto de su pueblo, para hacer de ellos algo especial, valioso en Cristo. Toda esta acción de Dios se refiere a lo que nos hizo en Cristo, no en nosotros por nosotros mismos. Pero nos bendijo escogiéndonos en el Señor. Se han escrito demasiados libros a favor y en contra de esta voluntad suya de escogernos y predestinarnos en Cristo. Y desde luego para mí esa acción de Dios no nos exime de nuestra responsabilidad de decidir, de ser consecuentes con su obra. La Biblia enfatiza en muchas ocasiones esa responsabilidad también. Pero por encima de toda responsabilidad humana, que desde luego tiene su lugar, está su buena voluntad hacia nosotros y su amor para escogernos y predestinarnos desde antes de la creación del mundo. Así que nosotros podemos llegar ser santos y sin mancha delante de Él, porque Cristo es santo y sin mancha. Es su santidad y limpieza la que se nos imputa a nosotros. ¡Alabada sea esa decisión gloriosa suya! Porque no nos ha dejado a nuestros propios esfuerzos para ser santos, sino que nos ha regalado a nosotros su santidad, su limpieza. E igualmente en Jesús nos ha hecho hijos suyos tan amados como lo es el propio Señor. ¿Nos damos cuenta de lo que esta decisión suya significa para los que creemos? Como Pablo, y supongo que como todos los creyentes de todos los tiempos que leen las palabras de esta carta, personalmente yo también me siento impresionado y muy agradecido por esta decisión del amor de Dios, de escogerme en Cristo. Y de ahí surge una alabanza en todos sus hijos por un favor que no merecemos, es decir, por su extraordinaria y sublime gracia. “Para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado”. (v. 6) Porque todo esta obra de Dios tiene como propósito que los beneficiarios vivan comprendiendo, reconociendo, alabando con palabras y hechos su gloriosa gracia. Por eso éste es el estribillo que Pablo va 2 incluyendo al final de cada una de las secciones de su loa al Señor en estos primeros catorce versículos. II.- LO QUE SUPUSO CRISTO EN SU VENIDA PARA LOS CREYENTES.En los vs. 7-12 vemos las cosas que los mismos discípulos de Jesús no llegaron a comprender cabalmente hasta su resurrección. Ellos sabían que Jesús era el Mesías, el Rey, pero no entendieron bien en que iba a consistir su reino. Por eso no podían entender que tuviera que morir. Aunque una vez resucitado lo entendieron muy bien. “En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia con toda sabiduría y entendimiento”. (v. 7-8) Redención significa que cada uno de nosotros está preso, esclavo del pecado en sus múltiples formas, y que Él pagó el precio de su muerte como rescate para liberarnos de esa cárcel. Cualquier forma de lo que nos tiraniza, dentro y fuera de nosotros, es una expresión del pecado que nos asedia. Lo que nos atemoriza, lo que nos inclina a la inmoralidad, lo que nos lleva al egoísmo en nuestra relación con los demás, lo que nos hace creer que podemos confiar en nuestra religiosidad para agradar a Dios, todo eso es expresión del pecado que nos esclaviza, que nos tiene presos. Y su sacrifico ha pagado el rescate de todo eso. Se ha iniciado nuestra liberación. Ya no hay que pagar nada más, sólo ir tomando posesión de nuestra libertad. Pero también Cristo nos ha supuesto el perdón de cualquier pecado. Y esto gratuitamente por medio de su sacrificio, de acuerdo a las inmensas riquezas de su gracia. No hay pecado del que no podamos sabernos perdonados. Una de las cosas que sobresalen en la película ‘Come, reza, ama’ es la búsqueda de significado, pero también de perdón; alguien que hizo algo muy grave y lo lleva a cuestas sobre su conciencia. Desgraciadamente el camino donde el personaje busca perdón nunca le puede dar esa seguridad a su conciencia. Pero en Cristo tenemos perdón completo. No por nuestros esfuerzos, ni por tratar nosotros de perdonarnos a nosotros mismos, ni por el mérito de vivir una vida de estricta obediencia y cumplimiento de la norma de Dios. No, por nada de esto, sino solamente ‘por las riquezas de su gracia’ (Leamos Rom. 4:4-8) Y todo esto, no solamente lo hace el Señor gratuitamente para nosotros sino que nos da ‘abundancia de sabiduría y entendimiento’ de todo ello. Y en los vs. 9 a 11 sigue hablándonos de sus planes, especialmente de la herencia que nos ha dado en Cristo y que iremos disfrutando según vayamos tomando posesión de ella. Por cuestión de tiempo no podemos entrar en muchos detalles aquí. Pero en el v. 12 nos vuelve al estribillo que vemos en cada sección: “A fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria”. Otra vez más, el propósito de todos estos regalos en Cristo es para que nuestra vida sea una continua alabanza, de palabras y hechos, acerca de su gloria y de su gracia. III.- CÓMO LO RECIBIMOS NOSOTROS HOY.- 3 Los v. 13 y 14 nos lo dicen con claridad. “En él también vosotros, cuando oísteis el mensaje de la verdad, el evangelio que os trajo la salvación, y lo creísteis, fuisteis marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria”. (v. 13,14) Pablo trae toda esta obra de Dios ahora al presente. Al presente de los creyentes a quienes les está escribiendo, pero también al presente de cada uno a lo largo del tiempo, de la historia posterior, que está leyendo estas palabras. Cada cual que hoy lee u oye el mensaje de esta salvación, surgida por la buena voluntad de Dios, desde antes de la creación del mundo, y realizada en Cristo cuando vino a la tierra, y que lo cree, lo recibe para sí, es entonces sellado con el Espíritu Santo. Y ese sello, el Espíritu, es lo que le asegura, le garantiza, la total redención final. Y todo esto para vivir desde ahora y eternamente alabando, con palabras y acciones, su gloria y su gracia. Amén. 4