CERRO DEL HIERRO- ISLA DEL PESCADOR Guía: Mario García Fecha: 11 DE MARZO DE 2000 Lugar: Sierra Morena, Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla. Distancia: 16 km (lineal) Dificultad: Media Duración: 6-7 Horas. Calificación: Notable. Descripción: El Monumento Natural Cerro del Hierro se encuentra cerca de la carretera que une Constantina con San Nicolás del Puerto. A unos 6-7 km. de este último sale un carril asfaltado que nos va a llevar hasta las llamadas casas de los ingleses, donde hace poco tiempo se ha acondicionado una zona como aparcamiento, es en este lugar donde nos dejó el autobús, ascendimos un poco hasta la antigua vía del tren, cerca de un depósito de agua que abastecía las máquinas de vapor y pudimos ver un panel informativo de la ruta que pensamos hacer (que nos es la que últimamente promociona la Junta de Andalucía, sino el primitivo sendero del Cerro del Hierro). Cruzamos la vía y subimos por un sendero donde es fácil ver algunos minerales, entre ellos destaca el oligisto por el brillo plateado que presenta y las placas de esquisto a la izquierda del camino. Llegamos hasta una zona llana junto a una gran fosa en cuyo fondo se puede ver, en algún momento del año, una pequeña laguna, Seguimos unos metros y, al llegar a la altura de los muelles, que nos quedarían a la derecha, giramos hacia la izquierda para tomar un pequeño sendero que se adentra entre jaras pringosas hasta toparse con una fuerte pendiente. Iniciamos el ascenso por un sendero en mal estado que han acondicionado recientemente, pues antes era una senda corta, de fuerte pendiente y con gravilla suelta. Algunos subieron con problemas y gracias a la ayuda de los compañeros. Desde arriba podíamos ver que la fosa quedaba a nuestra izquierda y a nuestra derecha unas paredes verticales nos conducían hacia el interior de la mina. Unos túneles se abrieron ante nosotros a derecha e izquierda, tomamos el de la izquierda y, agachados, penetramos en el. Se trataba de pequeñas galerías a cuya salida dábamos a miradores y paredes verticales donde muchos sevillanos vienen a practicar el deporte de la escalada. Si nos fijamos bien en las paredes no es difícil ver los puntos de anclaje que nos indican las vías abiertas para escalar estos paredones. Tras el último túnel llegamos a una gran explanada rodeada por todos los lados por altos paredones de roca salvo por la izquierda donde seguiremos teniendo la gran fosa, frente a nosotros y a gran altura vimos un gran arco con un balcón que se asomaba hacia nosotros. A la derecha de la explanada donde nos encontrábamos, un camino se introducía más en la mina hacia una gran cueva donde las paredes mostraban colores verdes, rojizos, amarillentos.. debido a su composición mineral, y en su techo un orificio en forma de chimenea por donde algunos se atreven a descender rapelando. Hoy día se ha colocado un cartel en la entrada de la cueva avisando del peligro de desprendimiento. Volvimos a la explanada y buscamos un sendero a nuestra derecha, que rápidamente comenzó un fuerte ascenso y nos dio acceso a un pasillo de paredes verticales, un desfiladero que poseía abundante vegetación, especialmente durillo, pero también abunda la cornicabra, cerezos, rosales, algunos tipos de helechos, etc. El desfiladero fue girando a la derecha hasta dar paso a una pequeña hoya. Entramos en ella y vimos como a la izquierda discurría un carril, y a la derecha un pequeño repecho daba acceso a un gran arco en la roca y este a un balcón natural sin salida que se encuentra a gran altura, era el mismo que habíamos visto con anterioridad desde abajo. Este lugar proporciona una buena panorámica del corazón del Cerro del Hierro. Para continuar el recorrido volvimos a bajar a la hoya subiendo por el carril que habíamos visto y que comprobamos que poco a poco nos va sacando de la mina. El camino empieza a descender y vemos delante nuestra, a la izquierda, la aldea antigua minera. Una cadena cruza el camino, tras pasarla giramos a la derecha dando la espalda al camino que desciende y entramos en una terraza donde tenemos unas magníficas panorámicas a nuestra izquierda con parte de la mina algo más abajo, a nuestra derecha se levantaba las imponentes paredes, agujas, rocas de diferentes formas y grietas de donde se obtenía el mineral. El sendero, que ahora lleva dirección sureste, desciende un trecho hasta conectar con otro camino que nos sale al paso. Nosotros nos incorporamos a este camino seguimos la dirección que llevamos y comenzamos un suave ascenso. Caminábamos por un sendero rodeados de una importante masa forestal, de donde destaca el roble melojo o rebollo (quercus pyrenaica), aunque también abundan alcornoques, encinas, madroños, durillos y diversidad de jaras. Llegamos a un puerto donde vemos varios senderos, tomamos el de la derecha, que desciende suavemente en dirección suroeste entre encinas, alcornoques, quejigos, lentiscos, madroños espinos, durillos, jaras,... hasta el camino de “Cazalla de la Sierra” para tomar dirección oeste. Seguimos nuestro recorrido y vemos delante nuestra a la izquierda una edificación en ruinas y junto a ella una construcción circular hundida en la tierra y que servía para el cambio de dirección de las maquinas del tren, una vieja morera muestra a media altura un gran tornillo que sujetaba las traviesas y que poco a poco está siendo engullido por la corteza del árbol. Desde este lugar podemos ver el recto trazado de la antigua vía dirigirse en dirección norte hacia donde nos había dejado el autobús. En este lugar dimos por terminada nuestra visita al Cerro del Hierro e iniciamos la segunda parte de nuestra ruta, que nos llevaría hasta la Isla del Pescador o Isla Margarita, en la ribera del Huesna. Tomamos un camino que sale a la izquierda, el camino de Cazalla de la Sierra (se trata de un camino público que desgraciadamente la última vez que visité el lugar estaba cerrado con una cancela) y a algo menos de un kilómetro llegamos a la carretera de Constantina a San Nicolás del Puerto, justo en frente hay una gran cancela con cerrojo echado, pero sin candado, para que no se escape el ganado. Cruzamos la carretera y penetramos en la finca y tras franquear un pequeño puerto decidimos hacer la parada, para tomarnos los bocadillos y reponer fuerzas, antes de continuar con la dura jornada que aún teníamos por delante. Eran ya cerca de las dos de la tarde y todavía nos quedaban por delante muchos kilómetros. Paramos junto al camino algo más de media hora, poco tiempo para la gran mayoría, bajo la sombra de unos alcornoques. Algunos probamos las bellotas, pero como sucede la mayoría de las veces estas bellotas no tienen sabor agradable y volvíamos a tirarlas al suelo. El tiempo pasó y el breve descanso dio paso a otra dura caminata. Volvimos al camino durante unos cientos de metros, pero, por recomendación del guía, lo dejamos y empezamos a bajar por la izquierda hasta conectar nuevamente con el camino que llevábamos, de esta manera nos ahorramos algo más de un kilómetro y medio, pues el camino continúa, curva tras curva y, pasando por el cortijo de Las Barrancas llega al punto donde nosotros nos encontrábamos ahora. La marcha discurría lentamente, a pesar de la recomendaciones que hacía el guía de mantener un buen ritmo. El camino, que al poco deja unas naves ganaderas a la izquierda, va descendiendo en todo momento junto a una arroyada, teniendo el cerro del acebuche, con una altura de 761 metros, a nuestra derecha. El lugar presenta abundante vegetación de dehesa y matorral mediterráneo. Tras una larga bajada vimos al fondo y abajo una laguna, se trata de un pequeño pantano que represa el arroyo de las Truchas. El camino hace ahora varios giros a derecha e izquierda y en uno de ellos vimos que había un pequeño manantial y junto a él algunos árboles de ribera. Poco a poco fuimos abandonando definitivamente los cerros y entramos en una dehesa de encinas más clareada dedicada al cultivo de herbáceas para el ganado vacuno. Dejamos atrás un camino que iba hacia el pantano, otro que iba a una nave ganadera y, vimos ahora el arroyo de las Truchas, con algo de agua, a nuestra izquierda. Nos faltaban tan solo unos quinientos metros para salir de esta finca cuando en nuestro camino se interpusieron numerosas vacas de enorme cornamenta, lo que a muchos de nosotros no nos hizo ninguna gracia. Los más atrevidos avanzaron por el camino como si no fuera con ellos y, viéndolos a ellos, los demás se animaron a seguir su ejemplo. Por fin habíamos llegado a la ribera del Huesna. Salimos de la finca, cerramos la cancela y tomamos un carril que discurre paralelo a la ribera, que nos llevaría hasta la isla del pescador y, más allá, a la aldea de la estación de Cazalla, donde nos esperaba el autobús. Algunos, los más cansados, se sentían desfallecer al saber que aún no habían llegado y que sus piernas doloridas deberían recorrer aún unos tres kilómetros. El camino se hizo eterno. La tarde iba envejeciendo cuando dejamos atrás la isla del pescador y la estación de Cazalla de la Sierra. El autobús se hizo de rogar, pues, al haber estacionado tras la curva a la derecha que hace la carretera al cruzar la vía del tren en dirección a Cazalla, no lo pudimos ver hasta el último momento. Los primeros senderistas habían llegado hacía un buen rato cuando los últimos subían al autobús derrotados dando por terminada la jornada. ¡Vaya ruta que se ha sacado Mario de la manga!