Habermas: hacia una ética de la especie humana Mag. Graciela Brunet (Para el ciclo “Del derecho y del revés”, Centro Cultural Fontanarrosa, 5 de mayo de 2015) Ante la posibilidad de alterar el genoma humano hecha posible por los avances de la genética –ya sea con fines terapéuticos o con propósitos perfeccionistasel filósofo Habermas se pregunta por su legitimidad ética. Siempre en el contexto de una sociedad laica y democrática, reflexiona sobre la necesidad de limitar jurídicamente estas prácticas. Así, critica lo que denomina “eugenesia liberal”: permitir que las preferencias subjetivas de los padres lleven a intervenir de tal manera sobre el futuro ser humano, que éste pueda ver comprometida su autonomía y su autocomprensión como persona moral. INTRODUCCIÓN En un texto del año 2002, El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?, (E. Paidós) Jürgen Habermas intenta construir una “ética de la especie”, la que se hace necesaria ante la posibilidad de alterar el genoma humano que brindan hoy las biotecnologías y los avances de la genética. Ante esto que amenaza con borrar las fronteras entre “lo que somos” y “lo que nos damos” - concretamente, la posibilidad de modificar la herencia genética de la humanidad, así como manipular la disposición genética del ser en gestación- Habermas reclama la necesidad de discutir a nivel filosófico y jurídico esta cuestión, vale decir, una discusión pública del tema. Él sostiene la necesidad de que estas prácticas estén jurídicamente reguladas, si bien el texto expone una discusión filosófica (ética) del tema. El horizonte del autor es un estado democrático, en el que se despliega una reflexión laica y filosóficamente postmetafísica. Por lo tanto, la moralización de la naturaleza humana mediante la autocomprensión ética de la especie que pretende Habermas no puede hacerse mediante un reencantamiento del mundo: sólo podemos apelar a argumentos seculares. 1 Hasta la primera mitad del siglo XX, las reflexiones éticas y morales tenían como centro nuestra relación con el prójimo, otro ser humano –un individuo- o, en las propuestas comunitaristas, al grupo, a la comunidad. En esta perspectiva sólo las personas son los sujetos de las obligaciones morales y de los ddhh, dado que entre un humano y otro puede haber reciprocidad. Pero desde hace tres o cuatro décadas algunos filósofos han empezado a hablar de nuestro compromiso moral con las generaciones futuras, con los animales no humanos e incluso con todo el planeta (éticas medioambientales y ecológicas, éticas de la responsabilidad: K.O. Apel, Hans Jonas, Jürgen Habermas). La ética de Habermas es, como la de Kant, una ética formal ya que en ella no hay un modelo moral a seguir ni una prescripción acerca de cuál deba ser la “vida buena”. Pero a diferencia de la ética kantiana es una ética en la que el agente moral no es el individuo sino una “comunidad de diálogo” y lo que debe hacerse finalmente no es el mandato de una conciencia moral individual sino el resultado de una discusión racional: el consenso alcanzado por dicha comunidad. Se la llama “ética de la acción comunicativa”, ética del discurso o del consenso. La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (Niza, 2000) prohíbe las prácticas eugenésicas y la selección de personas así como prescribe la indisponibilidad de lo natural. Su artículo 1º, Dignidad Humana, considera a esta como la base de los demás derechos (se habla en su explicación, tanto de “dignidad humana” como de “dignidad de la persona”, indistintamente, si bien Habermas hará una distinción conceptual). En el art. 3º “Integridad de la persona”, se prohíbe expresamente la clonación reproductiva (no otras formas de clonación, que podrían ser prohibidas por la legislación de los países europeos) y todas las formas de prácticas eugenésicas, sobre todo las destinadas a la selección de personas, las esterilizaciones forzadas, embarazos forzados o matrimonios concertados según criterios étnicos: todas estas acciones se consideran crímenes internacionales. Este es el marco regulatorio jurídico para los países de la UE. 2 En cambio, en EEUU el criterio respecto de las prácticas eugenésicas es mucho más laxo y se orienta según el deseo de los padres, basándose en la libertad de los mismos. Por eso, el subtítulo del libro de Habermas que estamos comentando es: “¿Hacia una eugenesia liberal?”. Él discute la legitimidad de esta posición respecto de las prácticas eugenésicas. Lo que a fines del siglo XIX fue una mezcla de darwinismo social con ideología de libre comercio, en la segunda mitad del siglo XX, bajo el signo político del neoliberalismo produce un “aflojamiento, fundamentado tanto médica como económicamente de las ‘cadenas sociomorales’ del avance biotécnico”. (Habermas, p.36) Según Habermas, el estado liberal favorece las investigaciones biotecnológicas porque estas hacen posible el incremento de la productividad si bien para legitimarlas esgrime el argumento del respeto a las libertades individuales. Desde el comienzo de la década del ´70 los avances de la genética han venido modificando drásticamente el campo de la medicina reproductiva de manera tal que –dice Habermas- podría verse afectado el vínculo entre generaciones y la relación entre paternidad social y origen biológico de las personas. Ya existía antes de esta época el diagnóstico pre natal, pero luego apareció el DPI (diagnóstico de pre implantación) que permite someter a los embriones a una prueba genética preventiva. Esto se hace en los casos que exista riesgo de trasmitir enfermedades graves. Si el DPI es positivo, el embrión no se implanta. Asimismo, la investigación de las células madres totipotentes1 ha permitido intervenciones propias de la medicina preventiva (para evitar enfermedades hereditarias). LA ARGUMENTACIÓN DE HABERMAS: dignidad humana/dignidad de la vida humana A fin de fundamentar éticamente la regulación jurídica de la técnica genética, Habermas despliega una estrategia argumentativa que consiste en distinguir entre “la naturaleza que somos” y la dotación orgánica que 1 Totipotente es aquella célula capaz de producir todas las células del organismo, como el cigoto. (Pluripotente es una célula madre que puede diferenciarse en cualquiera de las capas germinativas que van a constituir el cuerpo del ser humano) 3 “nos damos”. Insiste en que no pueden usarse aquí los argumentos empleados en las discusiones sobre el aborto, ya que la manipulación de los genes afecta a la idea de la especie y la pertenencia del ser humano a ésta. Las discusiones en torno al aborto dan lugar a dos bandos: pro-vida y pro-elección. Vale decir, se plantea el conflicto entre el derecho del embrión o feto a vivir y la voluntad de la madre de que esto no suceda. Cuando se trata del DPI el conflicto es entre proteger al embrión y el deseo de los padres que quieren tener un hijo pero que éste cumpla con ciertas expectativas. Se comienza a discutir entonces si el embrión tiene o no “dignidad”. Habermas distingue entre “dignidad humana” y “dignidad de la vida humana”, la primera corresponde a la persona y está garantizada jurídicamente, la segunda alcanza a la vida prepersonal (embriones, fetos), a los nacidos muertos y a los difuntos. La dignidad humana no es una propiedad que se posea por naturaleza (como la inteligencia, por ej.), ella está ligada a una simetría de relaciones derechos/deberes y esto sólo puede darse en una sociedad de hablantes. Para Habermas el feto –o el embrión- no es aún persona ya que se llega a ser persona en un mundo humano, ahí se convierte en un individuo dotado de razón y puede participar en los consensos. El ser humano nace inacabado en sentido biológico y social. Es en el proceso de individuación social (lo que Arendt llama “inter homines esse”-estar entre los hombres- o “pluralidad”) que se da en un contexto público, donde llegamos a completarnos. LOS DOS TIPOS DE EUGENESIA Se distingue una “eugenesia negativa” (trata de evitar daños a futuros seres humanos) y una “eugenesia positiva” (modifica o perfecciona características genéticas). Es sobre todo la eugenesia positiva la que despierta algunas objeciones éticas. Y el problema es que el límite entre ambas es fluctuante. La diferencia entre eugenesia positiva y negativa consiste –según Habermas- en una diferencia de actitudes: en la primera, que es 4 optimizadora, se trata de imponer al embrión un proyecto propio de diseño, que ha sido concebido según preferencias subjetivas, por eso toma a las células embrionarias como material y termina por cosificar la vida humana prepersonal. En la eugenesia negativa, en cambio, el médico opera en el marco de una praxis clínica, comportándose frente al embrión como si este ya fuera una persona que ha prestado su consenso (consenso supuesto pero fundamentado) y que por lo tanto puede decir sí o no. Si se trata de evitar enfermedades hereditarias graves (eugenesia negativa, aceptada sin reparos por Habermas), se puede suponer el “no” del niño por nacer, que querría evitarse sufrimientos severos. En el DPI que tiene como objetivo el engendramiento condicional de un nuevo ser se manifiesta una intención de perfeccionar (eugenesia positiva) que acaba con la selección de un ser vivo sano. En cuanto a la investigación con células madre, otro tema de discusión, tampoco debería hacérsela desde la perspectiva de la cría y autooptimización de humanos. Sin embargo, la gran cantidad de células que son necesarias en el laboratorio lleva a dar a la vida humana prepersonal un trato cosificador, tanto como en las prácticas de la eugenesia positiva. Por eso Habermas tiene reparos éticos frente a ambos tipos de prácticas. EUGENESIA LIBERAL: a favor y en contra Eugenesia (neo)liberal a diferencia de la eugenesia autoritaria del pasado (por ej la del nazismo) la neoliberal no aspira a producir ciudadanos según un modelo sino, en el contexto de la neutralidad estatal, ampliar la gama de libertades en materia de procreación. Según sus defensores, la falta de restricciones normativas acerca de las intervenciones genéticas de los caracteres hereditarios es correcta porque dichas intervenciones se asemejarían a la modificación socializadora de las actitudes, o sea, serían algo similar a la educación (70). Para ellos, intervenir sobre el genoma humano sería lo mismo que intervenir sobre el entorno del embrión. Ya que suponen que la interacción entre ambos es contingente y no se 5 traduce en propiedades del fenotipo2 y por eso la programación genética no modificaría los futuros planes de la persona programada. Los defensores de la eugenesia liberal equiparan acción médica (curación) con intervenciones modificadoras. Contra la eugenesia liberal : Cuando el médico interviene para curar tiene el acuerdo de su paciente o puede suponerlo, por lo tanto su acción es acción comunicativa. (74) Tratándose de la eugenesia, si presumimos que hay consenso (acerca de tratar preventivamente a un paciente) se daría la acción comunicativa. Vale decir, lo que pretende Habermas es que el especialista en genética no trate a los embriones como cosas a las que encauza o repara. Si, en cambio anticipa, desde su acción performativa como participante en una interacción, que la futura persona estará de acuerdo con el objetivo del tratamiento, no la estaría cosificando. Habermas cree que alguien que en el futuro sepa que el médico ha realizado dicha intervención para “curarlo” preventivamente, esa persona se comportará de manera distinta de alguien que sepa que ha sido “programado” como quien dice, sin su conformidad “virtual”. La experiencia de observar nuestro cuerpo vivido (Leib) nos permite, ya en la juventud, tener un cuerpo (Körper). Si ese cuerpo vivido se le revela al adolescente como manipulado genéticamente, se producirá un choque. El adolescente no tendrá entonces la posibilidad de posicionarse revisoramente porque sus padres han procedido de manera unilateral, sin abrir el diálogo. El riesgo de que el “cuerpo vivido” (Leib) resulte pospuesto y subordinado al “tener un cuerpo” (Körper) que Habermas ha presentado tan dramáticamente como el peligro propio de la programación genética es luego relativizado (p 76). Dice en pag. 77: “quizá asistamos con mayor sosiego al tercer descentramiento de nuestra imagen del mundo: la sumisión del cuerpo (Leib) y la vida a la biotécnica”. (Retoma aquella imagen de Freud, las afrentas sufridas por nuestro narcisismo: el 2 Fenotipo: Rasgos visibles en un individuo de una determinada especie, son expresión del genotipo en relación a un determinado ambiente. Genotipo: son los genes, que se pueden distinguir observando el ADN. 6 fin del geocentrismo, el darwinismo, el psicoanálisis, la genética podría llegar a ser una cuarta afrenta). Si pensamos en la humanidad como un todo: programar el genoma humano podría llegar a alterar nuestra autocomprensión ética como especie. Incluso se especula que en el futuro diferentes grupos o etnias podrían impulsar su propia autooptimización eugenésica. Así la especie humana evolucionaría en direcciones diferentes de manera tal que quedaría cuestionada la unidad de la especie humana. (Desde luego, esto por el momento es sólo ciencia ficción, e incluso algunos biólogos creen que sería fácticamente imposible lograr esa evolución diferenciada). EL APORTE DE KANT PARA PENSAR ESTE TEMA Si vamos a intervenir genéticamente a un futuro ser humano hay que hacer una clarificación normativa, investigar los criterios morales que tal instrumentalización podría vulnerar. Para ello, Habermas toma en cuenta las formulaciones del imperativo categórico kantiano y sobre todo aquella que manda tomar a las personas como fines y no como medios. Para que esto último no ocurra, los padres o médicos implicados deben tomar la perspectiva de un participante en primera persona y dirigirse al otro como una segunda persona para tratar de entenderse con ella, y no objetivarla o instrumentalizarla. (p.77) El imperativo categórico obliga luego a abandonar la perspectiva de la primera persona singular en favor de una perspectiva del nosotros, compartida intersubjetivamente desde la que todos podamos orientarnos a valores generalizables. La norma que vamos a poner en práctica, para ser válida, tiene que tener un asentimiento general, esto ya nos remite hacia la conocida fórmula legal del imperativo categórico, que nos obliga a seguir sólo aquella máxima (mandato individual) que pueda convertirse sin contradicción en un mandato universal (ley). O sea, sólo son morales aquellas normas que puedan merecer el asentimiento de todos. CUERPO E INDISPONIBILIDAD 7 Dado que es necesario que la persona moral pueda asentir (o decir “no”), esa persona misma que actúa y juzga autónomamente (lo que Habermas llama: “poder ser sí mismo”) es quien se puede ver perturbada por la programación genética, ya que ella, ante todo necesita “estar en su propio cuerpo (Leib), por así decir, como en casa”. (p. 80) Pues es en el cuerpo donde se encarna la existencia personal. Para que esto ocurra, cree Habermas que el cuerpo tiene que poder experimentarse como algo natural, continuación de la vida orgánica (81). En esto consiste lo que él llama “indisponibilidad” de lo natural (“indisponibilidad de un comienzo contingente de la biografía” p.101). La dignidad humana es lo que nos hace “indisponibles”. En el Post scriptum de su obra (p. 103-104) Habermas realiza precisiones sobre la diferencia entre inviolabilidad de la dignidad humana (Art. 1 de la Constitución Alemana) y la indisponibilidad de la vida humana prepersonal. Esta podría traducirse –jurídicamente- en una protección gradual de la vida sobre la base del derecho fundamental (art. 2.2. de la Const.) que es un derecho abierto a la especificación legal. Porque, si cuando se da una intervención eugenésica no se reconoce ninguna protección del embrión o de la vida en general, no es posible aplicar el argumento del “efecto sobre terceros” que pueda tener una práctica eugenésica. Ese argumento alude al estatus de la persona por nacer, que podría verse afectado por dicha práctica. (104). “El posible daño no sería, pues, la privación de derechos sino la inseguridad de la consciencia de su estatus de portador de derechos civiles”. (104-5) LOS APORTES DE AGAMBEN Y ARENDT Si bien Habermas no quiere usar como sinónimos indisponibilidad e inviolabilidad, ambos significados están muy próximos y evocan, por oposición, al concepto de nuda vida de Agamben, ya que esta “mera” vida lo que indica es que quien es sólo vida no es inviolable; por el contrario, cualquiera puede disponer de su vida (no es indisponible). Quien es sólo vida (nuda vida) no forma parte de ese diálogo formador de consensos del que habla Habermas, ni del “estar entre los hombres” de Arendt. 8 También, asociados al concepto de nuda vida de Agamben, podemos pensar la distinción de los términos griegos zoé y biós, que nos recuerda H. Arendt. Zoé es la vida en sentido biológico, de zoé viene zoología. Biós en cambio es la vida en sentido humano, que tiene una historia y puede dar lugar a una bio-grafía. La nuda vida no tiene historia ni biografía porque es mera vida. Para que sea vida humana, en el sentido de Arendt, tiene que darse en un espacio público donde se despliega la “acción”: poder hablar y actuar políticamente. (O, como diría Habermas, tiene que participar de la acción comunicativa). En este punto Habermas recuerda a Arendt y su categoría “natalidad” que supone la posibilidad de inicio de algo nuevo con cada nacimiento, Habermas insiste con la necesidad de indisponibilidad de ese comienzo natural para que la persona pueda ser espontánea, pueda ser sí misma. ¿Cuál es la diferencia entre recibir “naturalmente” una determinada herencia genética (que podría llegar a ser desfavorable o indeseada) y saber que hemos sido “planificados” o “programados” por nuestros padres? Habermas está convencido que frente a la “lotería natural”, una persona puede situarse “revisoramente”, puede hacer una apropiación crítica de su biografía. En tanto que, si se trata de una intervención eugenésica planificada, la persona que fue producida por ella, queda fuera del diálogo. Dice Habermas: (p.87) Las intervenciones eugenésicas perfeccionadoras menoscaban la libertad ética en la medida que fijan a la persona afectada a intenciones de terceros que rechaza pero que, al ser irreversibles, le impiden comprenderse espontáneamente como el autor indiviso de la propia vida. (...) Sólo en el caso negativo de la evitación de males muy generalmente considerados extremos, existen buenas razones para aceptar que el afectado asentiría al objetivo de la eugenesia. Nuestra moral y nuestro derecho están pensados bajo el supuesto de que hay una simetría entre las personas, una reversibilidad de las relaciones 9 que da lugar al reconocimiento de los deberes/derechos mutuos. Cuando se introduce una programación genética, surge una relación asimétrica y un tipo peculiar de paternalismo. (p.88) El planificador del programa dispone unilateralmente, sin una suposición de consenso fundamentada, de las disposiciones genéticas de otro con la intención paternalista de encauzar de manera relevante la biografía de éste, el cual puede interpretar la intención pero no revisarla o hacer que no haya existido. (89) Habermas reconoce que también las personas engendradas “naturalmente” dependen de su programa genético. Pero la razón por la cual la persona que ha sido programada genéticamente ve afectada su autonomía es que “le está prohibido intercambiar los papeles con su programador. En suma, el producto no puede a su vez proyectar un diseño para su diseñador”.(89) Esto interrumpe la simetría, y al no poder intercambiarse los roles entre programador y programado resulta imposible una vinculación moral entre ellos, según Habermas. (Yo me pregunto: ¿puede el hijo alguna vez intercambiar roles con sus progenitores? ¿No hay un “orden” generacional en las relaciones de filiación que no admite la reversibilidad? Esto es un tema psicoanalítico, no jurídico ni ético... ) CONCLUSIÓN ¿Cómo podría resolverse esta cuestión? Ya hemos dicho que Habermas, al considerar que la vida prepersonal debería ser indisponible está sugiriendo que ella debería ser protegida “de manera gradual” (esto quedaría sujeto a una legislación). El problema de las intervenciones genéticas no puede resolverse por la vía de la institucionalización legal del procedimiento o los procedimientos eugenésicos aceptados por consenso porque indefectiblemente este consenso sería demasiado fuerte o demasiado débil. Demasiado fuerte porque al establecer una fijación de objetivos vinculante intervendría inconstitucionalmente en la autonomía de los ciudadanos, y demasiado débil porque el “permiso” para que los 10 padres usen procedimientos eugenésicos no los liberaría de su responsabilidad moral. En definitiva, las prácticas eugenésicas no pueden normalizarse porque implican el juzgamiento acerca de determinados planes de vida. (91) (Y esto es lo que precisamente, en una sociedad laica y postmetafísica no estaríamos autorizados a hacer). Una crítica de Victoria Camps En su artículo “¿Qué hay de malo en la eugenesia?” (Revista Isegoría Nº 27/2002) Camps afirma que los límites entre la eugenesia negativa y la positiva no son estables y que no hay razones para rechazar sin más a la eugenesia positiva, señalando que “eugenesia” es una palabra con mala prensa. Si tomamos este término en el sentido de perfeccionamiento, de búsqueda del bien tanto para el individuo como para la especie, no hay razones para rechazarla. Al respecto, nos recuerda que el genoma humano ha sido considerado por el Consejo de Europa (1995) como patrimonio de la humanidad. En cuanto al argumento de Habermas acerca de que los individuos programados podrían sentirse distintos, defraudados ante la programación realizada por sus padres, varios filósofos como Th. Nagel, Th. Mc.Carty y R. Dworkin se han manifestado en contra, al menos dicen que es dudoso que ello ocurra.3 Así, Camps considera que la irreversibilidad de la intervención genética es tan preocupante como la irreversibilidad de un embarazo. Desde luego que puede haber manipulaciones que den lugar a consecuencias imprevisibles. Por eso a “la inquietud ética habría que situarla más bien en la imprevisibilidad de las consecuencias (de ahí el peligro de usar técnicas poco contrastadas) que en la irreversibilidad o en la indisponibilidad del comienzo –como quiere Habermas” (p. 67). Por eso para Camps la 3 Recuerdo la película “Gattaca” donde se daba lo inverso: en una sociedad donde la generalidad de los seres humanos eran engendrados de manera artificial, quienes habían sido concebidos de manera natural sufrían discriminaciones de todo tipo, eran una especie de parias 11 eugenesia liberal es un mal punto de partida para la ética, que debería arrancar del supuesto de que la libertad debe tener ciertos límites. Termina apelando a Hans Jonas y su principio de responsabilidad de incluir en nuestras elecciones presentes la futura integridad del ser humano. 12