Circunloquios Revista de estudios culturales Primavera 2015 TERRITORIALIDAD, TRANSGRESIÓN Y EXCLUSIÓN EN MARTÍN RIVAS DE ALBERTO BLEST GANA Liceth García Simón Florida International University Configurada sobre un andamiaje romántico, Martín Rivas (1862), de Alberto Blest Gana, es una novela realista1 que se desarrolla en el Santiago de Chile de 1850. En el texto, Blest Gana hace transitar al protagonista, Martín Rivas, por diversos espacios físicos urbanos, diferenciados y opuestos, y construye un mosaico que da cuenta de la variedad de ambientes y capas sociales del Santiago de entonces y de la asimetría social reinante. Por el retrato del panorama humano que Blest Gana sabe mostrar en su narrativa, José Miguel Oviedo lo considera “el mejor retratista de su época, y el más vivo de todos ellos” (147). Sin embargo, en Martín Rivas, bajo el mosaico que construye Blest Gana por medio de los espacios que recorre el protagonista, palpitan furtivas las sólidas convicciones burguesas del autor. Los espacios físicos de representación en Martín Rivas, manifiestamente, reflejan los contrastes sociales y la variedad de ambientes, pero al mismo tiempo, desde esos espacios Blest Gana reafirma el paternalismo prepotente de la burguesía, naturaliza la segregación espacial de Santiago y delinea un plano de la ciudad que no se corresponde con su realidad topográfica. García-Simón 89 La novela se construye en torno a cuatro espacios físicos principales; tres de ellos son espacios interiores privados: la mansión de don Dámaso Encina, la casa de Rafael San Luis y la casa de doña Bernarda, el cuarto es el espacio público y exterior 2 en que tienen lugar los actos sociales colectivos como los paseos por la Alameda, las cabalgatas en el Campo de Marte, y el motín de Urriola3. Los dos primeros espacios, la mansión de don Dámaso y la casa de doña Bernarda, concentran públicos diferentes: la aristocracia y el medio pelo, respectivamente. La Alameda y el Campo de Marte son los únicos sitios en que las fiestas patrias, a primera vista, parecen conectar a ambos grupos. El primer espacio que se describe en la novela es la mansión de don Dámaso, sitio que acoge al provinciano, Martín Rivas, y de cuyo lujo nos enteramos de inmediato por el narrador, que enfatiza “la riqueza de los muebles, la profusión de los dorados, y la majestad de las cortinas” (Blest Gana 8). Desde las primeras páginas, la mansión de los Encina funciona en el texto como símbolo de la urbanidad burguesa; y las tertulias que allí tienen lugar se postulan como el modelo de lo ciudadano. En el espacio exclusivo de socialización que representa el salón de los Encina se efectúan todas las negociaciones necesarias para la nación. Allí se arreglan matrimonios, se discute de política, y se sopesan los pros y contras del liberalismo emergente. Dentro de este espacio decorado al estilo europeo Blest Gana representa las prácticas sociales de la burguesía adinerada, sus códigos exclusivos de urbanidad, su refinamiento y su estilización gestual y verbal. Hay un espacio privado intermedio, brevemente descrito, pero importante por su función en el texto. El cuarto de Rafael San Luis, ricamente amueblado pero lejos del centro, es un espacio fronterizo en dos sentidos: primero, coloca a Rafael San Luis jerárquicamente en la escala social, y segundo, circunscribe un área específica entre la mansión burguesa y un tercer espacio que será Circunloquios 2 (2015): 88-101 90 Territorialidad, transgresión y exclusión su contrapunto, y que es directamente designado desde ese sitio. Mientras se alista, San Luis le dice al provinciano: Te diré pues, que te voy a presentar en una casa en donde hay niñas, i que vas a asistir a lo que en términos técnicos se llama un picholeo. Si conoces la significación de esta palabra inferirás que no es al seno de la aristocracia de Santiago dónde vas a penetrar. Las personas que te recibirán, pertenecen a las que otra palabra social chilena llama gentes de medio pelo. (Ibid 27) Con esta referencia clara el lector ingresa al tercer espacio delimitado geográfica y jerárquicamente en la novela: la casa de doña Bernarda, residencia de los personajes que representan al medio pelo: “Para las gentes de medio pelo, que no conocen nuestros salones, un caballero o hijo de familia es el tipo de la perfección […]” (Ibid 116). Por boca de Rafael San Luis, Blest Gana instala en el texto la idea sobre la distancia entre la tertulia aristocrática en el espacio del salón de don Dámaso, y el picholeo en el espacio de la casa de doña Bernarda. El espacio del picholeo sirve al autor como antítesis del espacio exclusivo oligárquico: la fiesta del picholeo, al ser contrapuesta a la tertulia burguesa, hace posible la descripción de las costumbres y usos populares, las comilonas, las danzas, el lenguaje y los juegos, entre otros, pero al mismo tiempo, ofrece a Blest Gana la coyuntura justa para insertar paréntesis en que examina y censura la ausencia de valores auténticos en la clase social que retrata, así como la distorsión que sufren los “modos del buen tono” cuando son imitados por un sector inferior. Las descripciones de la hora de la cena ilustran de modo palmario esos propósitos. Frente a doña Bernarda, ostentaba su cuero dorado el pavo que figura como un bocado clásico en la cena de Chile, cualquiera que sea la condición del que la ofrece. El pescado Circunloquios 2 (2015): 88-101 García-Simón 91 frito y la ensalada, daban a la mesa su valor característico y lucían junto al chancho arrollado y a una fuente de aceitunas […] Para facilitar la digestión de tan nutritivos alimentos, se habían puesto algunos jarros de la famosa cosecha baya de García Pica y una sopera de ponche. (142) Pero la belleza de este espléndido cuadro, y el valor de la descripción como testimonio de costumbres es socavada dos veces, primero por la ironía de la frase con que el narrador anuncia la hora de la cena: “ La bulliciosa gente invadió una pequeña pieza blanqueada en la que se había preparado una mesa[…]y Bernarda dio la señal del ataque a las viandas, que todos emprendieron con denuedo”(141); y luego por los comentarios despectivos sobre la sopera de ponche en la que todos podían llenar sus vasos “con la condición de no mojar en el líquido los dedos”(142). De igual modo, la manera en que se describe el cultivo de las artes en el ámbito del medio pelo, especialmente la música y la danza, pone de relieve el doble sentido en que Blest Gana sabe explotar el espacio del picholeo. Dos instrumentos se dan cita en la casa de Bernarda para animar la tertulia: la guitarra y el piano. El primero, conocido como zamacueca en el léxico del picholeo, pertenece al entorno cotidiano de la tertulia del medio pelo, y su presencia en el texto es clave para representar ciertos aspectos de la cultura popular y está en consonancia con la intención del autor de dibujar las costumbres sociales. Resonó en esto la alegre música de la zamacueca bajo los dedos de Amador, y se lanzó la pareja en las vueltas y movimientos de este baile, junto con la voz del hijo de doña Bernarda que cantó elevando los ojos al techo, el siguiente verso, tan viejo como la invención de este baile: Antenoche soñé un sueño/ Que dos negros me mataban/ Y eran tus hermosos ojos/ Que enojados me miraban. (130) La presencia del segundo instrumento en el texto: el piano, que ha sido desplazado fuera del territorio de exclusividad del salón burgués e insertado en el ámbito del medio pelo, responde a un propósito distinto: subrayar lo ridículo de los intentos de aquella gente por bailar una música Circunloquios 2 (2015): 88-101 92 Territorialidad, transgresión y exclusión que les era ajena y obedeciendo a un instrumento que no pertenecía a su entorno cotidiano. La descripción de los intentos fallidos de Mariquita y la niña de 14 años que “se equivocaban a cada instante” mientras intentaban seguir “el compás de los desacordes sonidos del piano (124) dejan claro el afán blestganeano por representar al piano como exclusividad de la burguesía adinerada, y por subrayar la disparidad entre la experiencia refinada que constituye el piano en la tertulia burguesa y el caos que origina en el ambiente del picholeo. No conforme aun con sugerir esas ideas de modo indirecto por medio de los sucesos que narra, Blest Gana explicita su parecer: “Colocada la gente que llamamos de medio pelo entre la democracia que desprecia y las buenas familias a las que ordinariamente envidia y quiere copiar, sus costumbres presentan una amalgama curiosa, en las que se ven adulteradas con la presunción, las costumbres populares” (131). Puede objetarse, no obstante la clara postura elitista, que los enlaces y cruces entre los espacios de la cartografía urbana y social que traza Blest Gana, sí sugieren una cierta voluntad democrática: los jóvenes burgueses, Rivas y Agustín Encina, visitan la casa de Bernarda para aventurarse en relaciones y amoríos, Amador y doña Bernarda, gente del medio pelo, entran en la mansión de don Dámaso y en la de Fidel, uno para exigir dinero, la otra para resarcir el honor de su hija. El mismo don Dámaso entra en el espacio del medio pelo para enmendar las faltas del hijo. De una u otra manera las historias individuales de los burgueses se interceptan en algún punto con las historias de los personajes del medio pelo. Sin embargo, esos entrecruces, lejos de constituir una interrelación auténtica, o de afianzar la idea de la transgresión espacial como signo positivo de cambio en un Santiago liberal, reafirman de modo contundente unos márgenes de territorialidad establecidos y sobre todo arraigados en el pensamiento burgués que el autor representa. Circunloquios 2 (2015): 88-101 García-Simón 93 Las festividades patrias colectivas en que tanto la burguesía como el medio pelo participan, constituyen sin dudas un perfecto ejemplo de los entrecruces sociales. Pero también en la descripción de las celebraciones patrias se traslucen los principios de exclusión y segregación sobre los que se articula la novela. El espacio público colectivo en que ambos grupos interactúan está representado en el texto, principalmente, por el Campo de Marte4, sitio de cabalgatas y de celebraciones colectivas. Blest Gana ilustra en detalle los eventos de este espacio público: “Los coches se estacionan en filas al borde de la Alameda, y los elegantes de a caballo lucen su propio donaire y el trote de sus cabalgaduras, dando vueltas a lo largo de la calle y haciendo caracolera los bridones en provecho de la distracción y solaz de los que a pie les miran” (78). A primera vista, los de a pie y los de a caballo participan de la fiesta en igualdad de condición. Pero en este cuadro de diversión popular la inclusión de los sectores no adinerados “que desean ir al llano y no tienen carruaje en que hacerlo, y se pasean en la calle del medio de la Alameda, con la seriedad propia del carácter nacional” (77), sólo acentúa las líneas fronterizas dentro de un espacio público aparentemente moderno y colectivo. Cuando Agustín Encina se cruza inevitablemente en público con la familia del medio pelo, se avergüenza: “Yo no puedo descender, contestó Agustín, — que temía mostrarse en público en semejante compañía” — (107). Aunque el espacio público del Campo de Marte se construyó para que fuese a la vez ornamentación de la ciudad y un lugar de recreo para la población, a la disposición del público de Santiago, sin exclusiones, Armando De Ramón afirma que se convirtió en un sitio “ para realizar los ritos inimitables de la clase alta cuando, ataviada con sus mejores joyas y trajes y montada sobre lujosos carruajes importados, daba inicio al paseo que les mostraba al resto de las clases sociales como el paradigma de la elegancia, el buen gusto y de la más bella manera de vivir” (136). Circunloquios 2 (2015): 88-101 94 Territorialidad, transgresión y exclusión Por otra parte, la severidad con que el autor castiga la transgresión espacial da cuenta de la voluntad de escisión que impera en la novela. Los personajes que se atreven a quebrar el orden establecido y a irrumpir en un espacio ajeno, o que simplemente aspiran a ingresar en un espacio distinto, son o castigados, o devueltos a su entorno y condición inicial. Adelaida, por pretender alzarse al nivel de San Luis, carga con un hijo ilegítimo y enfrenta un destino de deshonra. En el sentido inverso, San Luis, por descender a la plebeyez del medio pelo, no sólo arrastra con una conciencia sucia sino que es el único personaje que muere en la novela. Lo mismo sucede a Agustín, que es extorsionado y chantajeado por Amador a causa de su desliz en un espacio ajeno e inferior a su condición burguesa. El castigo de Edelmira por enamorarse de Rivas es terminar unida a un hombre que no ama. Su sacrificio voluntario al aceptar al militar a cambio de la libertad de Martín es una prueba contundente de la voluntad paternalista, clasista y burguesa desde la que se articula el mensaje de la novela: Blest Gana condena a Edelmira a la infelicidad para que pueda consolidarse la unión de Martín con Leonor y, con ello, el ascenso social definitivo de Martín Rivas y del ideal burgués que su personaje encarna. Es evidente que la transgresión del espacio al que se está circunscrito por la pertenencia a una u otra clase y en cualquiera de las dos direcciones posibles, ya sea del ámbito burgués al plebeyo, o viceversa, no indica reciprocidad ni apertura hacia la aceptación mutua, más bien, la transgresión en el texto responde a un afán moralizador. No pasa inadvertido para el lector el hecho de que al final de la novela, no obstante los deslices, el orden es nuevamente restaurado: los personajes del medio pelo siguen dentro de su espacio geográfico y jerárquico y los burgueses dentro del suyo. La perfecta restauración del orden indica que los personajes blestganeanos no infringen las normas espaciales con un fin de protesta. Si Blest Gana los convierte temporalmente en transgresores no es para revelarse contra la segregación imperante, sino para legitimar la superioridad Circunloquios 2 (2015): 88-101 García-Simón 95 de la élite burguesa, desvelando las imperfecciones y mediocridad del medio pelo. Puede alegarse que también critica a los burgueses transgresores como Agustín Encina, pero sólo condena su afrancesamiento y sus gustos por la moda extranjera. Jamás cuestiona la superioridad del joven burgués. El único personaje que logra ingresar en la élite burguesa de Santiago es Martín Rivas, pero su origen, que Blest Gana intenta teñir de humilde, está lleno de matices burgueses. Aunque no se describe en detalle su posición, el que pueda estudiar Derecho en la capital, y que proceda de la zona de Copiapó, centro de dominación de la nueva burguesía minera 5, lo coloca más cerca de un representante de la burguesía que de un héroe de las capas medias. Tal vez no exactamente un burgués en el nivel de su consolidación económica, pero sí en el de su instauración ideológica (Concha 24). En otras palabras, Martín Rivas es el burgués en idea que se concretiza en burgués con capital gracias al matrimonio con una burguesa adinerada. En el “manual para los aspirantes a burgueses” (Torres-Pou 71) que constituye este texto blestganeano, Martín Rivas encarna todas las virtudes que debía poseer la nueva burguesía en proceso de consolidación. Es un héroe falso, y también un falso transgresor que sólo sirve de mediador entre dos clases para legitimar desde esa posición hiperbólicamente decorosa una narrativa hegemónica. En cualquier caso, si las transgresiones espaciales y los entrecruces representan un tipo de apertura, de ningún modo se trata de una apertura franca que pueda leerse como un acercamiento entre las clases, mucho menos como proyecto de inclusión del sector no adinerado en asuntos de gobierno. En todo caso, como señala Jaime Concha en “Martín Rivas o la formación de un burgués”, se trataría de una apertura hacia abajo que expresa tendencias objetivas del dominio burgués (8). El medio pelo y la burguesía se acercan, se cruzan y se rozan, pero el espacio aristocrático de los buenos modales en ningún momento es contaminado por los vicios del medio pelo. En cambio, Circunloquios 2 (2015): 88-101 96 Territorialidad, transgresión y exclusión los valores exclusivos de la clase oligárquica: belleza, virtud, y buenos modales, prevalecen a lo largo de la novela y se postulan como valores dignos de ser imitados por el medio pelo, clase que es claramente inferior, pero reformable. Los entrecruces, manifiestamente, también añaden a la novela cierto color local que refuerza la ilusión de totalidad, pero las relaciones entre ambos grupos son jerarquizadas y las tensiones sociales y políticas reales, minimizadas. Del mismo modo en que Blest Gana infunde a cada espacio representado su ideología burguesa para perfilar desde ellos las conductas y promover un tipo de relaciones sociales “sanas” para la nación, acierta también a trazar un plano urbano justo a la medida de su imaginario. Los puntos geográficos principales en Martín Rivas corresponden a la mansión de don Dámaso, la casa de Bernarda, y la casa de San Luis. La rica mansión de don Dámaso se ubica en el centro, cerca de la Plaza de Armas, la casa de Rafael está en la Calle de las Cenizas, que fue el límite oeste de la Avenida de las Delicias. Una mirada al plano de la ciudad de entonces muestra que la ubicación de la casa de San Luis, a muy corta distancia del centro aristocrático citadino, la calle de las cenizas, constituye una especie de sitio fronterizo muy a fin con la posición social del personaje, justo entre el medio pelo y la aristocracia. Luego, Blest Gana ubica la casa de doña Bernarda en la Calle del Colegio, que comenzaba en la Avenida de las Delicias hacia el norte y terminaba en el río Mapocho, que era el límite entre la ciudad y “las tierras de nadie” 6. El problema con ese plano urbano que traza Blest Gana en su novela es que salvo algunas breves pinceladas en las que la esfera social del pueblo asoma fugazmente en esos espacios, (un cochero, la criada de doña Bernarda, y unos vendedores de botas), su trazado del Santiago de 1850 sólo incluye espacios habitados por las buenas familias y el medio pelo. En los cuadros de costumbres y usos que el autor señala al pasar en su “novela de costumbres político sociales”, no hay un Circunloquios 2 (2015): 88-101 García-Simón 97 solo elemento que rescate la cotidianeidad de los espacios de interacción de los cocheros, las criadas o los vendedores de botas. Su análisis de la sociedad Santiaguina se limita a tres grupos sociales a los que asigna un territorio y un espacio que los define. Pero basta una mirada consciente a la Historia y a los cambios que se produjeron en Santiago durante los siglos XVIII y XIX para darse cuenta de que Blest Gana omite un espacio crucial en su configuración de la ciudad: el espacio de la miseria: la periferia santiaguina. El proyecto conocido como “La trasformación de Santiago” (1872) es tan solo uno de los muchos ejemplos de la Historia chilena de ese periodo que dan fe de la omisión del sector social periférico en el mapa de la ciudad que Blest Gana intenta delinear. En 1872, con una estimación presupuestaria de 3.084.797 pesos, se iniciaron las obras para la remodelación y el ordenamiento del trazado de la ciudad. El proyecto, ideado por Benjamín Vicuña Mackenna, intendente de la ciudad, aspiraba a una demarcación espacial que dividiera la ciudad en dos sectores delimitados: “La ciudad propia sujeta a los cargos y beneficios del municipio, y los suburbios, para los cuales debe existir un régimen aparte” (Vicuña Mackenna 18). Las nuevas poblaciones, escuelas, parques y plazas que construyó Mackenna, siguiendo los modelos europeos, respondían, más que nada, a su afán por eliminar la rusticidad y barbarie que reinaba en la periferia y que amenazaba la prosperidad de la sociedad santiaguina (Wehner Venegas 89). En el apartado en que explica su propuesta para la transformación de los barrios del sur, Vicuña Mackenna se refiere a la transformación de las zonas marginales como “un deber de filantropía, de honra y de salvación”; y agrega: “Conocido es el origen de esa ciudad completamente bárbara, injertada en la culta capital de Chile i7 que tiene casi la misma área de lo que puede decirse forma el Santiago propio” (24). No hay un solo personaje en Martín Rivas cuya residencia Circunloquios 2 (2015): 88-101 98 Territorialidad, transgresión y exclusión se ubique en la “inmensa cloaca de infección i de vicio, de crimen y de peste” (35) que constituían las zonas de San Pablo, la Chimba, y Yungay, por citar sólo algunas. Pero no sólo en los motivos de Vicuña Mackena para su “transformación de Santiago” se encuentran las pruebas de la existencia de estos sectores que Blest Gana ignora. La periferia es un fenómeno muy anterior no sólo a la fecha de publicación de Martín Rivas sino al propio siglo XIX. Según Armando de Ramón, la ampliación de las zonas periféricas en Santiago de Chile ha sido una manifestación constante de la presencia de los sectores pobres en la capital chilena desde la segunda mitad del siglo XVIII. En Santiago de Chile (1541-1991), el estudioso afirma que “ya durante la segunda mitad del siglo XVIII era posible observar en los alrededores de Santiago varios focos de enorme miseria que, con el nombre de guagualíes o rancheríos, albergan a una numerosa población abigarrada, sin costumbres ni ocupación” (115). Por otra parte, el censo poblacional de 17798 da fe del crecimiento vertiginoso que había experimentado Santiago. El poblado que constaba de doscientas casas en la primera mitad del XVII, contaba con 40607 habitantes en el último tercio del XVIII. De ese total, 13,43% eran indios, y 18,64 % mulatos y negros, que en su mayoría habitaban en las zonas de la periferia (Sanz Camañes 378). Además de los indios y los negros, las zonas conocidas como arrabales eran ocupadas por artesanos y vendedores callejeros que vivían en condiciones de absoluta pobreza material. Como reflejan los ejemplos anteriores, una mínima incursión en la realidad histórica del Santiago sobre el que noveliza Blest Gana en Martín Rivas permite sacar a la luz los recortes y exclusiones de que el autor se valió para delinear un mapa ideal del Santiago que su ideario elitista deseaba proyectar. En Síntesis, en Martín Rivas, la ciudad es representada desde un imaginario que no refleja la realidad topográfica y planimétrica del Santiago de 1850, ni tampoco su realidad política. La Circunloquios 2 (2015): 88-101 García-Simón 99 carga ideológica subyacente en la representación de Santiago en Martín Rivas está claramente orientada hacia la naturalización de la segmentación espacial de la ciudad, y hacia la reafirmación de los ideales del liberalismo burgués incipiente. Aunque ocupa un lugar de excepción en las letras hispanoamericanas por reflejar aspectos cruciales de la conciencia santiaguina decimonónica, el texto no deja de ser un retrato parcial y arbitrario de la sociedad urbana de entonces. Y manifiestamente, los espacios físicos que Blest Gana elige, más que como retratos de las costumbres político sociales del Santiago de 1850, funcionan como plataformas desde las que se legitima un discurso liberal burgués que proclama una falsa totalidad nacional. Notas 1 El tema de la filiación genérica de la narrativa blestganeana y de las fuentes literarias de sus textos es controversial. En una carta a Vicuña Mackena, reproducida en Fernández Larraín: Epistolario. Alberto Blest Gana 1856- 1903(p.p55), Blest Gana deja claro que su norte literario estaba en Balzac. Pero aunque los cuadros de costumbres sobre la chilenidad que intenta dibujar en sus textos dan fe de la influencia de la fórmula de Balzac en su estilo, Blest Gana también incorporó en su narrativa el estilo de Stendhal, el historicismo de Scott, el naturalismo de Zola; y hasta incluso el modelo caballeresco medieval. (Véase: “Intertextualidad en el discurso patriarcal burgués: referencias literarias en Martín Rivas, de Alberto Blest Gana”, de Joan Torres-Pou). 2 Se usa la denominación general “espacio exterior” para designar los sitios públicos exteriores principales en que tienen lugar hechos significativos en la novela. Todos los sitios exteriores sirven al mismo propósito en el texto: conectar a ambos grupos por medio de una celebración nacional común. 3 Motín del 20 de Abril de 1851, durante la presidencia de Manuel Montt, en que participan los miembros de la Sociedad de la Igualdad (liderada y fundada por intelectuales liberales). El motín, aunque fue reprimido, mostró la emergencia de nuevos ideales y grupos que aspiraban a conformar una sociedad diferente. Martín Rivas y Rafael San Luis participan en el Motín, pero Blest Gana, a pesar de que capta este momento político, recorta los sucesos. No hay tampoco alusiones a los levantamientos en las provincias, que desembocaron en la Revolución de 1859. 4 El Campo de Marte, construido en una explanada situada en los extramuros del sur de Santiago, fue usado como espacio de diversión popular, lugar de ejercicios de las tropas, y para la celebración de las Fiestas Nacionales de Septiembre. 5 A mediados del siglo XIX Chile comenzó a experimentar un auge económico basado en dos factores: los descubrimientos de yacimientos mineros, y la expansión de la producción agrícola. El auge de la producción de plata, en la provincia de Atacama, convirtió a Copiapó — zona de Circunloquios 2 (2015): 88-101 100 Territorialidad, transgresión y exclusión procedencia de Martín Rivas — en una de las más importantes plazas comerciales de servicios para un vasto sector minero, y en una zona muy rica. 6 Las tierras al otro lado del rio Mapocho que Pedro de Valdivia entregó a los indios auxiliares después de repartir las mejores áreas entre sus soldados. 7 Se ha conservado la ortografía original en la transcripción de la cita. Esto es válido para todos los cambios ortográficos en citas de Benjamín Vicuña Mackenna. 8 Retratos de nuestra Identidad: los censos de población en Chile y su evolución histórica hacia el Bicentenario, un estudio que se sitúa en la experiencia censal de la nación chilena, contiene información fidedigna sobre los censos de población desde la época colonial hasta el presente. Las numerosas gráficas de los conteos de población efectuados en Santiago durante los siglos XVII, XVIII y XIX allí contenidas, dan fe de la presencia de los barrios periféricos en Santiago desde mucho antes de la publicación de Martín Rivas. Circunloquios 2 (2015): 88-101 García-Simón 101 Obras citadas Blest Gana, Alberto. Martín Rivas. Santiago, Chile: Zig-Zag, 2004. Concha, Jaime. “Martín Rivas o la formación del burgués”. Revista Chilena de Literatura 5.6 (1972): 9-35. Web. Fernández Larraín, Sergio. Epistolario: Alberto Blest Gana, 1856-1903. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1991. Oviedo, José Miguel. Historia de la literatura hispanoamericana. 2, Del Romanticismo al Modernismo. Madrid: Alianza, 1997. Ramón, Armando de. Santiago de Chile (1541-1991): Historia de una sociedad urbana. Madrid: MAPFRE, 1992. Retratos de nuestra identidad: los censos de población en Chile y su evolución histórica hacia el Bicentenario. Santiago de Chile: Instituto Nacional de Estadísticas, 2009. Sanz Camañes, Porfirio. Las ciudades en la América hispana: Siglos XV al XVIII. Madrid: Sílex, 2004. Torres- Pou, Joan. “Intertextualidad en el discurso patriarcal burgués: referencias literarias en Martín Rivas, de Alberto Blest Gana”. Explicación de textos literarios/ Hispanic Press. 20.1 (1991-92): 61-71. Web. Vicuña Mackenna, Benjamín. La trasformación de Santiago: Notas e indicaciones respetuosamente sometidas a la ilustre municipalidad, al supremo gobierno y al Congreso Nacional. Santiago: Impr. de la librería del mercurio, de O.L. Tomero, 1872. Wehner Venegas, Leslie Erhard. Benjamín Vicuña Mackenna: Génesis de la transformación de Santiago. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile, 2000. Circunloquios 2 (2015): 88-101