BRUCELOSIS Y TOXOPLASMOSIS EN EL EMBARAZO

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BRUCELOSIS Y TOXOPLASMOSIS EN EL EMBARAZO
MANUEL LUIS PEREZ
*
(Fiebre de Malta, Fiebre Ondulante, Enfermedad de Bag).-Hoy
B día se reconoce
que, tanto el micrococo
(D. Bruce), como el
imCELOSIS
rr~litenses
bacilo del aborto (Bang) , son gérmenes afines, distinguiéndose tan solo su:;
variedades: la caprina (Brucella meli tenses), la bovina (Brucella a bortus) y l a
porcina (Brucella suis), que se diferencian por sus caracteres inmunológico<
y de cultivo.
Lo indudable es que la gestante infectada, la interrupción del embarazo se cumple con fran frecu..::ncia (en el 42 ,6% , según G. Vlecchio ; A. Williamson; C. Marchandise) incluyendo tamb:én en la natimortalidad de los fetos,
lo que se explica por el pasaje transplaáentario del germen (O. Krist..::nsen y
N. Helm ; T.N. Nathur) y su común hallazgo en la sangre del embrión (D.
La influencia del embarazo o del parto sobre la brucelosis es insignificante.
El diagnóstico precoz de la fiebre de Malta u ondulante (por la r eacción de aglutinación de J .F. Huddleson o la intradérmica a la brucelina, etc.),
permite que en la mujer encinta s~ eviten los abortos y se prevengan los efectos nefastos de la enfermedad sobre la gestación. Lo que quiere decir qu..:: la
terapéutica deberá ser profiláctica.
El tratamiento está constituído por los antíg~nos microbianos (0,50 ce.
de inyección seroterápica intravenosa, durante cinco o seis días, transfusión
de sangre de pacientes curados y de grupos compatibles) y la estr..::ptomicina
junto a la sulfadiazina; pero, sobre todo, con el primero d e los antibióticos
con tetraciclina y cloranfenicol, adjuntándol~ corticoides suprarrenales (O. MaJinelli y col.; N. Spink ; O. Castañeda; etc.).
TOXOPLASMOSfS.- El agente productor de la enfermedad es uu
protozoario, el Toxoplasma hominis, Toxoplasma Gondii o Toxoplasma pyrogenes, qu~ se ofrece bajo la forma vegetativa o pseudoquística, siendo patógeno para buen número d e animales domésticos y la especi1e humana. Se sospecha que su transmisión pued e hacerse desde esos animales (conejo, laucha, cobayo, perro, etc.) al hombre por intermedio de las moscas, garrapatas u otros
insectos ¡>icadores.
El cuadro clínico de esta zoonosis deb~ considerarse en los adultos y en
los niños. En los primeros, donde es frecuente e ntre la población (en el 30-50%
.,.
Miembro Titular de la Academia N acional de Medicina d e Buenos Aires.
Director del Instituto de Maternidad y Asistencia Social del Hosp. " T. de Alvear" de
Buenos Aires.
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de los habitantes de EE. UU. de N. América y Su':!cia, según H. Langer), se
puede presentar bajo la forma aguda, subaguda o crónica. Cuando tiene aquel
carácter (encefalitis convulsivante de Pinkerton, Weinman y H enderson) participan todos los órganos viscerales, llegando a confundirse con el tifus exantemático o rickettsiosis (cefalalgias, adenopatías, paresias, l".'siones bronconeumónicas, miocarditis, erupciones máculopapulosas) ; pero la mayoría de las veces la infecc:ón permanece largo tiempo asintomática y recién se diagnostica
al buscar el origen de alteraciones que aparecen en el sist':!ma nervioso (convulsiones, hidrocefalia, etc.) o el visual (coriorretinitis). Muchos autores admiten también, en el adulto, la existencia del padec:miento evolucionando en
forma crónica.
En los niños el cuadro es agudo y la meningoencefalitis o la encéfalomielitis se revela por hipertermia, somnolencia, convulsiones, paresias o parális:s, taquicardia, hipotensión, l-:!ucocitosis con eosinofilia y - al examen del
fondo de ojo- por una mancha procidente, blancuzca o con pigmento, que
se sitúa próxima a la mácula.
El diagnóstico, en unas y otras circunstancias, se establece mediante
Jos tests de SABIN-Felman o W -.:stph al, la biopsia o el aislamiento del ToxO··
plasma en e l líquido cefalorraquídeo.
El tratamiento que mejores resultados obtiene es a base de sulfamidas
(sulfatiazol o sulfapiridina) asociadas a los compu-:stos de antimonio, aunque
también se refieren éxitos con la terramicina (D. Delascio ; B. Sulak) , la T oxiplasmina (antígeno preparado con e l parás:to) y, ultimamente, con la pirimidina (Daramprim).
El interés obstétrico de li:i Toxoplasmosis estriba en que la mayor part".' de las observaciones se han h echo en recién nacidos y lactantes, lo q~e au..
toriza a d educir su origen congénito ; transmitiéndose la infección d e la m adre, enferma casi siempre desde tiempo atrás, durante la vida intrauterina
(O. Tha lhammer; F. Wysocka y col. ; P. W eiss':!; R.P. Montgomery y col.; E.
B. Rosenvasser, etc.).
También ese interés obstétrico se agudiza, cada vez más, dada l a fre ·
cuencia con que e n los últ:mos años se ha ido d escubriendo la Toxoplasmosis
".'ntre las embarazadas, que se investigaron mediante el test de Sabin-Feldman
y de W estphal o la reacción de desviación d el complem ento (en el 32% .eutn~,021 embarazadas, según H. Diete! ; en ".'l 55% entre 800, según A. RanftHausser).
La influencia d e esta zoonosis sobre el embarazo se exterioriza por .la
interrución d".' la preñez, a veces en forma repetida (aborto habitual; B. Sulak;
H . Langer) ; pero, sobre todo, por sus efectos r'lefastos en el embr ión o el feto.
Si se hace en el estado embrionario, el pasaje del Toxoplasma a través de la
pkcenta durante el p eríodo d e la organogén':!sis, ocasiona las más variada5
e mbriopatías ; pero principalmente a nivel del sistema n ervioso y del órgano
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de la visión. En cambio, si recién ataca al feto, la toxoplasmosis pu~de producir su muerte intrauterina , el parto prematuro o ext'!riorizar una síntoma··
tología propia en el recién nacido.
P ara l. Bassleher (1958) exist'!n tres formas de toxoplasmosis congénita : 1) la asintomática, en la que la zoonosis transcurre sil:enciosamente; 2) la
clásica, cuando la madre ha estado somet :da a la infección desde los primeros mes'!s del embarazo, que produce hidrocefalia discr.eta por obstrucción del
~v:ueducto de Sylvius (50%) y, raras veces, microcefalia, lesiones oculares
(90 % -coriorretinitis, macroftalmía, nistagmo, estrabismo, endocoroiditis, cataratas, ceguera) , calcificaciones endocraneanas (60o/o) y trastornos neuropsí ·
quicos (convulsiones, manifestaciones piramidales, r etardo intelectual) ; y 3) la
que se .exterioriza en el último trimestre del embarazo, inferior en gravedad.,
y que se descubre por algunos de los siguientes síntomas: a) hepatoesplenomegalia con ictericia grave, b) exantema purpúr.eo o neumonitis parasitaria,
c) edema suprapubiano, d) adenopatía múltiple, y e) miocarditis y nefritis.
En los niños que a l nacer son aparentemente sanos, la toxoplasmosis
puede mostrarse tardíam-:nte durante la lactancia o los primeros años de la
vida bajo forma de convulsiones , hidrocefalia o coriorretinitis pigmentaria.
Algunas observaciones de mogolismo (K. O. Kleine) de mola hidatiforme (W. Bleier) y d e hidropesía universal del huevo, han s:do achacadas a la
toxoplasmosis congénita después d e extremar, en las últimas, su diferenciac:ón con la eritroblastosis (W. Schubert; A.O . Bain) .
En el recién nacido la Toxoplasmosis se puede caracterizar por la presencia de anticuerpos (título variable d e 1 : 10 a 1 :8.000) como signo de inmunización activa , adquirida en el útero, que desciend~ luego de tres o cuatro m eses (1 :5.000) y baja más aún o desaparece al cabo de seis (C. Svante,
v. Holmdahl y K. Holmdahl) , como también por la fijación c!iel complemento cuando S'! hace positiva (J. Archer ; J. D e!ascio).
A su vez, el embarazo pued e influir en la Toxoplasmosis cromca latente, activando su virulencia y favoreciendo a sí la transmisión a l feto por la vía
hematóg¡ena (forma aguda) o por la rotura de un pseudoquiste que, al infectar la placenta, también la contamina (forma crónica; H . L anger).
La mujer con antecedentes de Toxoplasmosis o la embarazada, donde
los tests (de Sabin-Feldman o Westhal; T oxoplasmina) y la reacción de d jes viación del complem ento aumentan su título en el curso de análisis sucesivos, debe sor sometida a tratam:1ento precoz e intensivo con los r ecursos t erapéuticos ya señalados. Más tc davía si existe un pasado obstétrico de abortos a repetición, fetos muertos en el útero o de mortalidad perinatal cuyo origen se desconoce (A. Ranft-Haussler ; H . Dietel ; M. G . Lowinski y W. Ba lanow; L . Finke).
Procediendo así se cumple también, con posibilidades de éxito, la profilaxis de la Toxoplasmosis congénita o del recién nacido (H. Langer).
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Se aconseja, para lo último, que la embarazada
evi ~e
tocar a limentos
y tener contacto con los a n imales domésti cos que trasmiten el parásito (lau-
cha, con ejos, gallinas, perros, e tc.; K . O. Klein e).
P or último, la lactancia pue~e a utorizarse, p o rque el Toxoplasma no
se trasmite por la l eche (D. D elascio) .
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