dr. martín riera

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Madrid, 6 marzo 2014
Dr. D. José Ramón Martínez Riera
Presidente de la Asociación de Enfermería Comunitaria
presidencia@enfermeriacomunitaria.org
Estimado Dr. Martínez,
Me permito dirigirle esta carta, motivada por la lectura que, en el día de ayer
realicé de un “comunicado” cuya autoría corresponde a la Asociación que usted preside y
de la cual, si mi información no me confunde, es usted mismo creador.
Magnífica tarea que, sin duda, con el devenir del tiempo ha de haber contribuido,
conjuntamente con otras diversas organizaciones profesionales, al desarrollo de la hoy ya
especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria por la que, ciertamente, muchos
hemos pugnado hasta ver publicado su programa formativo, aun reciente, en el Boletín
Oficial del Estado.
Permítame que justifique así este comienzo de mi escrito por la, a mi juicio,
notable incongruencia entre lo que debiera ser ese antiguo aval de AEC acreditado por la
formación científica, universitaria y de larga tradición investigadora que encarna usted
como su presidente.
Ambas cosas, le confieso mi sorpresa, no encajan ni siquiera tangencialmente con
el fondo y, sobre todo, la forma y las formas de un “comunicado” que se basa en la
descalificación, la falta de respeto y el insulto, en este caso erróneamente dirigido hacia
la persona del Presidente del Consejo General que, debo decirle, aunque este
imprescindible contraste informativo previo le llegue ya tarde, jamás ha realizado
declaración alguna a la Cadena Ser en relación con la nueva redacción que el gobierno
actual ha presentado en relación con el Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección
de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada.
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He sido yo, por el contrario, como coordinador del estudio realizado con este
motivo quien tuvo la oportunidad de explicitar, al menos someramente, el contenido del
informe realizado por el consejo General de Enfermería a un medio de comunicación, en
este caso la Cadena Ser. Por este motivo debo interpretar que soy yo el receptor y
beneficiario directo del conjunto de “argumentos” y referencias, incluidas las
humorísticas, que ilustran el comunicado de su Asociación. Debo entender, asimismo,
que el conjunto de descalificaciones, juicios sobre el presunto posicionamiento del
Consejo General e insultos hacia su Presidente, son consecuencia directa, igualmente, de
una lectura atenta, sosegada y verdaderamente crítica del texto objeto de estudio por parte
de AEC.
Naturalmente no es este el lugar ni el momento adecuado para abordar en
profundidad el fondo y la discusión sobre principios, valores, pronunciamientos técnicos,
jurídicos, éticos y deontológicos que configuran el documento en cuestión y por lo tanto
no lo haré aunque confío, como le sugeriré más tarde, en poder hacerlo en los próximos
días.
En esta ocasión, exclusivamente, quisiera puntualizarle algunas cosas que creo es
usted capaz de asimilar intelectualmente porque estoy convencido de que su capacidad,
en este sentido, supera con creces la que deja traslucir el contenido del comunicado que
ilustra la portada de su página web.
Es más, Dr. Martínez, no es posible que sea yo quien deba decirle a estas alturas
de su trayectoria profesional, universitaria e investigadora cómo la esencia de la actividad
científica se basa en el rigor. Un rigor entendido como la aplicación disciplinada de la
razón a los temas relacionados con el conocimiento y con la comunicación. Podría valer,
¿no le parece?
El Dr. Jorge E. Allende, profesor de Bioquímica de la Universidad de Chile, tiene
una intuición adicional en torno a este concepto de rigor que debe estar presente en el
frontispicio de cualquier intelectual entre los cuales, hasta ayer mismo, yo le tenía a usted
ubicado. Un rigor entendido como “el estricto apego a la verdad, como la capacidad de
desnudarnos de nuestros prejuicios y de nuestro entusiasmo al interpretar nuestros
propios resultados, un rigor que consiste en la búsqueda de todas las explicaciones
posibles de lo que observamos, Es, precisamente, aceptar un resultado que demuestra o
podría demostrar, en su caso, la falacia de nuestra hipótesis más preciada”.
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Me parece que esto tiene que ver con una genuina actitud científica y no la
polarización del discurso, el eslogan fácil sin argumentación de fondo y, menos aún, el
insulto. Es una lástima, se lo digo sinceramente, que hayan perdido la oportunidad, usted
el primero como intelectual, científico, investigador y leal compañero de profesión –
sobre todo sí, como ética y deontológicamente leal compañero de profesión- de haber
realizado una buena crítica del documento presentado por el Consejo General de
Enfermería y que he tenido la satisfacción de coordinar. Y se lo digo muy convencido por
aquello de que, en verdad, “la mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa
sino a la libertad de juicio”. El problema –reitero Dr. Martínez, es que en el comunicado
que nos brinda hoy la oportunidad de contactar por este medio, no aparece juicio alguno
sino toda una gama de pre-juicios por utilizar una expresión tolerante hacia la desmesura,
y el mal gusto.
Le confieso que esbocé una cierta ilusión al comienzo de la lectura del
comunicado de AEC al leer referencias hacia elementos como la “capacidad de análisis,
oportunidad, empatía, imparcialidad, justicia, equidad...”. Algo así como si todo lo que
venía a continuación fuera a explicitar estos valores. Sin embargo, ni siquiera el más
elemental de los conceptos, por ejemplo, en torno a la justicia y recuerdo aquí en este
momento a John Rawls y su “Teoría de la Justicia” entendida como el “mínimo
decoroso” se deja traslucir en ninguna de las frases contenidas y entiendo que, como
mínimo, revisadas y acordadas con usted como Presidente de una Asociación Profesional
Enfermera cuya misión –la suya- es dignificar sabiendo estar a la altura de las
circunstancias.
Y el mínimo exigible, en este caso, sería que tuviera usted la información acerca
de lo que habla y conste que digo “información” y ni siquiera empleo la palabra
“formación” y un conocimiento exhaustivo del documento supuestamente sometido a
crítica.
Le decía anteriormente que no entraré aquí en el fondo de la cuestión. Para
hacerlo y realmente confrontar argumentos, principios, tesis y tratar de encontrar un
punto de encuentro más allá de las banalidades y –como dirían los antiguos- “flatus
vocis” de su comunicado le ofrezco la posibilidad y le invito con verdadero anhelo y
fuerza a defender sus ideas y las de la Asociación que representa contrastadas con las
reflejadas en el documento del Consejo General de Enfermería.
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Y, en este sentido, como coordinador del mismo y una vez obtenida como lo he
hecho, la debida autorización de la Comisión Permanente del Consejo le reitero mi
invitación -que hago pública además en el día de hoy- para mantener un debate público,
de forma inmediata, en el Canal Enfermero de TV y que se retrasmitiría en directo vía
streaming de modo que pueda ser seguido, y nos encargaremos de ello, por todas las
enfermeras y enfermeros del Estado español que lo deseen.
Sería una magnífica oportunidad de compartir ideas, creencias, convicciones en el
escenario y en el ámbito que desde luego le corresponde al Consejo General de
Enfermería y –permítame decírselo- también a usted. Un escenario alejado del que, en el
día de ayer, escogieron como altavoz para trasmitir sus consignas que lo son en tanto en
cuanto no vengan precedidas por verdaderos razonamientos.
Como usted muy bien sabe, con seguridad, la etapa de la Ilustración supuso una
fragmentación de la moralidad. Desde entonces venimos intentando recomponer esos
trozos a base de dialogo, tolerancia y respeto. Le invito de veras a realizar ese ejercicio
intelectual. Estaré encantado de acompañarle en esas reflexiones y quedo a la espera de
su pronta respuesta para llevarlo a cabo.
Pero discúlpeme si, a costa de que pueda parecerle demasiado extensa esta carta
le trasmito, antes de concluir algunas informaciones básicas que ojalá hubiera usted
manejado antes de pronunciarse del modo en que lo han hecho y que constituyen aspectos
generales cuando menos de sentido común que, como se demuestra, suele ser el menos
común de los sentidos:
1ª.- El Consejo General en un tema de esta trascendencia debe ser necesariamente
respetuoso con las ideas de todos los enfermeros y enfermeras españolas. Y debe serlo
con independencia de su sexo y afinidad política. Por ello al igual que hizo en las
anteriores ocasiones, es decir, con la 1ª Ley de despenalización del gobierno presidido
por D. Felipe González así como con la modificación de la misma del gobierno del Sr.
Rodríguez Zapatero, también en esta tercera ocasión no puede hacer sino respetar la
voluntad democráticamente expresada mayoritariamente por los legítimos representantes
del pueblo español a través del Congreso de los Diputados.
2ª.- El informe en forma de reflexiones trata de analizar las razones que asisten a
los diferentes y legítimos posicionamientos ( a favor y en contra ) respecto del proyecto
de ley desde el punto de vista jurídico, científico, profesional, ético y deontológico y en
ningún caso y bajo ningún concepto "doctrinario". No es difícil lanzar eslóganes, se lo
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aseguro. Lo difícil es argumentarlos. Y el Consejo General transita por esta última opción
y no –como otros- por la primera de ellas.
3ª.- Lo que si entra dentro del ámbito de las responsabilidades del Consejo es
garantizar un derecho universal recogido en todos los códigos éticos y deontológicos
enfermeros así como en la doctrina del Constitucional cual es el derecho de los
enfermeros y enfermeras a que se les garantice la objeción de conciencia.
4ª.- En la elaboración del informe no han intervenido – se lo puedo asegurar- ni
el Presidente del Consejo General ni su Comisión Ejecutiva. Ha sido elaborado por un
equipo de enfermeros expertos en bioética de forma conjunta con los servicios jurídicos
del Consejo con total libertad en su elaboración.
5ª.- Desde el respeto a las opiniones tanto individuales de las enfermeras y
enfermeros como de sociedades científicas y cualquier otro grupo representativo, la
defensa de las ideas propias no se puede realizar desde el insulto y el exabrupto sino
desde la aportación de argumentos, el debate y el diálogo. Por tanto es, a nuestro juicio,
absolutamente reprobable y rechazable tanto el tono como el contenido del comunicado
emitido en el día de ayer por AEC.
Y como nunca la verdad está de parte de quien grite más es por lo que, de nuevo,
le reitero mi voluntad de realizar ese debate, a modo de encuentro en el que su elevado
perfil universitario, investigador e intelectual y el humilde conocimiento de quien hoy le
escribe puedan encontrar vías y sinergias capaces no de vencer sino de convencer al
conjunto de aquellos que tienen la elevada responsabilidad de decidir en torno a
cuestiones como la que nos ocupa y que ponen de relieve hasta qué punto “no es tarea
fácil dirigir a hombres; empujarlos, en cambio, es muy sencillo”.
Quedo, pues a la espera de sus gratas noticias.
Cordialmente,
Rafael Lletget Aguilar
Máster en Bioética
Máster en Investigación de Cuidados
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