RODO y EL ATENEO DE LA JUVENTUD

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MARIA ELENA
RDDRIGUEZ DE MAGIS
RODO
y EL ATENEO
DE LA JUVENTUD
El comienzo del siglo XX encuentra a México inmovilizado por el
positivismo. Este, al convertirse en doctrina oficial del régimen
porfrrista, dejó de ser la mosofía del progreso para volverse la
justificación de una política. Se perdió de vista la evolución y el
cambio y se conforman estructuras que en el orden político,
económico y social no se adecúan a la realidad. En el orden
cultural la solución es similar; al rechazar las humanidades, despreciar todo tipo de especulación por considerarla metafísica, repudiar
la cultura clásica y no aceptar más que lo puramente científico, se
cae en un materialismo tan cerrado que aísla al hombre de su
propio ambiente para sojuzgarlo y convertirlo en un extraño.
Ahora bien, dentro de la paz porfirista empezaron, a principio
del siglo, a manifestarse los primeros síntomas de la crisis científica; el conocimiento científico se consideraba sólo posible por la
experiencia, limitado por tanto al terreno de lo individual, al
ámbito humano y como tal, resultaba discutible y sujeto a las
pasiones de quienes sostuvieran sus premisas y resultados. Por lo
tanto el positivismo, que se sustentaba íntegramente sobre el
conocimiento que proporcionaba la ciencia, no resultaba otra cosa
que la expresión de un temperamento humano.
Una nueva generación sintió las limitaciones que imponía la
ciencia y casi en el centenario de la independencia crea "El Ateneo
de la Juventud". Esta institución, que tanto impulso dio a la nueva
era del pensamiento mexicano, nació como uno de los pocos
centros libres de cultura anteriores a la Revolución de 1910. Los
hombres del Ateneo, impulsados por ideales distintos a los del
positivismo en el que habían sido formados, encuentran inspiración
en pensadores que propiciaban el cambio, entre ellos varios
europeos, Boutroux, Bergson, Nietzche, Schopenhauer, y un hispanoamericano: el uruguayo Rodó.
Ahora bien, la influencia de Rodó entre los ateneístas debe ser
matizada teniendo en cuenta dos niveles: por un lado está la
coincidencia de aspiraciones que suscita entre los intelectuales
mexicanos grandes simpatías e inteligentes comentarios, y por otro
lado tenemos un pensamiento más original que contribuyó a dar
forma al programa americanista del Ateneo.
Las coincidencias del pensamiento renovador
El Ateneo había sido constituido por un grupo de jóvenes que
tenían en común el deseo de transformar el pensamiento en
México. Quizás no tenían muy claro sus fmes ni sabían con
certeza cuál iba a ser el camino a seguir, pero de lo que sí estaban
seguros era de su franco rechazo a las doctrinas positivistas en
boga en la sociedad porfirista. El positivismo fue considerado
como factor importantísimo en la política de opresión del régimen, y empezó a ser visto como el pasado. En su búsqueda
autodidacta de algo nuevo se lanzan hacia la mosofía europea que
en el principio del siglo marcaba ya otros rumbos.
Antonio Caso fue, con su clara orientación fIlosófica, el propulsor del grupo. Apoyándose en Boutroux y comentando su libro
sobre las contingencias de las leyes naturales, destruyó toda la
fIlosofía positiva enseñada durante tantos años. Junto a Caso y su
pensamiento filosófico estaba Vasconcelos. Ambos compartían la
orientación fIlosófica del Ateneo, aunque desde los inicios mostraron diferencias en su pensamiento. De Boutroux, por ejemplo, no
le interesaban tanto a Vasconcelos problemas referentes a las leyes
de la ciencia como una experiencia que fuera capaz de justificar la
validez de lo espiritual, dentro del campo mismo de lo empírico,
como la afinnaría en el Ulises criollo. A pesar de que, como el
mismo Vasconcelos sostiene, el movimiento ideológico del Ateneo
tuvo una doble dirección, "racionalista, idealista en Caso, antiintelectualista, voluntarista y espiritualista" en su propio ánimo, l en
los dos la influencia de Bergson fue muy grande.
En el otro extremo de América Rodó también trataba a su vez
de desembarazarse del positivismo. Por entonces, el neoidealismo,
que es la corriente con que se identifica asimismo Rodó, quiere
aprovechar la base que le ha proporcionado el positivismo pero sin
quedar reducido esclusivamente a sus premisas. Y así Rodó nos
resume su posición ante la vieja ideología con estas palabras: "El
positivismo, que es la piedra angular de nuestra formación intelectual, no es ya la cúpula que la remata y corona... en la esfera de
la vida y en el criterio de sus actividades, tendemos a restituir a las
ideas, como norma y objeto de los humanos propósitos, muchos
de los fueros de la soberanía que les arrebatara el desbordado
empuje de la utilidad. Sólo que nuestro idealismo no se parece al
idealismo de nuestros abuelos, los espiritualistas y románticos de
1830, los revolucionarios y utopistas de 1848. Se interpone entre
ambos caracteres de idealidad, el positivismo de nuestros padres.,,2
Uega así Rodó a un nuevo idealismo pero conformado por una
realidad positivista que tiene muy próxima.
Las fuentes en que se conformó el pensamiento de Rodó fueron
aquellas que constituían el patrimonio cultural de Occidente en su
época, o sea en el fin de siglo. Son las mismas fuentes de las cuales
se nutrieron los ateneístas mexicanos en su búsqueda de nuevos
postulados que oponer al positivismo dominante. Por este motivo
no es extraño que encontremos en Rodó temas muy similares a los
que trabajaron los filósofos del Ateneo. Un ejemplo de esto son
los nuevos conceptos que aparecieron en la moral en donde
comienza a tener vigencia una idea de libertad metafísica, no
limitada por las leyes materiales. "Al egoísmo calculador del
positivsmo se va a oponer el desinterés. El positivismo era calculador y egoísta por limitado; la nueva filosofía predicará el desinterés por exhuberancia."3
En Vasconcelos se advierte cómo se puede llegar por otros
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caminos que no sean los de la ciencia positiva, a la realidad. Caso a
su vez marca los límites de la inteligencia para llegar a la moral y
Pedro Henríquez Ureña critica el lenguaje cientificista y en esto
encuentra un gran mérito en la obra de Rodó, en donde se hace
fIlosofía moral sin necesidad de recurrir al lenguaje falso de los
científicos.
La idea de evolución que fue tan sostenida por el positivismo
adquiere una nueva dimensión, fuertemente influido por Bergson.
Rodó logra un aporte muy importante. En la conferencia del
Ateneo decía Henríquez Ureña: "La grande originalidad de Rodó
está en haber enlazado el principio cosmológico de la evolución
creadora con el ideal de una nueva norma de acción para la
vida.,,4
La nueva conciencia de lo hispanoamericano.
Si la obra de Rodó se hubiera detenido en la consideración de
temas como los que acabamos de recordar quizás su influencia en
el pensamiento mexicano hubiera sido muy limitada; pero Rodó
aportó, además de su antipositivismo, una revalorización del espíri-
tu y la cultura latinoamericana, y estos conceptos calaron muy
hondo en el espíritu de toda la América Latina y, por supuesto, en
los ateneístas mexicanos. Esta revalorización no nació de especula·
ciones puras, sino que está muy comprometida con una realidad
histórica, la Guerra de Cuba, que quizás sea también un poderoso
factor aglutinante de la reacción antipositivista en toda Hispanoamérica.
En realidad, toda la segunda mitad del siglo XIX los latinoame·
ricanos vivieron tratando de copiar el modelo norteamericano, que
resultaba, sobre todo para los positivistas, el ideal de nación y de
organización estatal. Pero cuando en 1898 se produce la guerra
ent re los Estados Unidos y España por la posesión de Cuba, la
traición a la lucha por la independencia de Cuba es para toda la
Améric<l Latina un rudo golpe. Para los intelectuales que creyeron
en el posit ivismo, y que bajo sus premisas aspiraron a crear otros
Estados Unidos latinoamericanos, la actitud del coloso del norte
provocó una enorme decepción. Por esto, cuando aparece el Ariel
de Rodó (1900) con la primera teoría que revaloriza la América
Latin<l y I<J enfrenta a los Estados Unidos, el libro provoca un gran
entusiasmo. La obra representa en síntesis una seria reacción
contra el afán de "sajonizar" Hispanoamérica, afán que sostenían
los positivistas con una mortificante subestimación de los valores
propios y encandilados por lo que parecía una organización socj~
perfecta gracias a la aplicación directa y concreta de los postulados
del positivismo. Rodó no desecha la importancia y los logros que
tiene toda la estructura democrática creada por el utilitarismo en
el gran país del norte, ni deja de reconocer el progreso enorme que
sus principios han conseguido en ese país; pero piensa que la
imi tación o adopción de tales valores no tienen de ninguna manera
que ser a costa de nuestro propio ser. Y que por todo esto, es
necesario evitar la deslatinización del continente. Rodó siente
temor por la influencia que el utilitarismo norteamericano pueda
tener sobre nuestras naciones pero cabe destacar que la influencia
de que él habla es de tipo moral y no económica o política como
podríamos pensar en nuestros días. Piensa además que la tradición
común de los latinoamericanos va a llegar a producir una unidad
de conciencia que permita el desarrollo de nuestro propio ser.
También es consciente de que la lección por él predicada a la
América Hispánica no es de aplicación inmediata y que son las
próximas generaciones las que podrán cristalizar su ideal.
La buena acogida que la nueva generación mexicana dio al ArieJ
se evidencia muy claramente por el hecho de que la quinta edición
del libro (1908) se imprimió en Monterrey por iniciativa de laI
jóvenes y bajo los auspicios del gobernador del Estado, gene~
Bernardo Reyes, padre de Alfonso Reyes. La sexta edición salió el
mismo año hecha por la Escuela Nacional Preparatoria de es~a
ciudad. Las dos ediciones fueron gratamente recibidas por Roda.
En la carta en que agradeció a Porfirio Parra, director 'de la
t
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Schopenhauer
Bergson
escuela, así lo expresa. El 30 de noviembre de 1908, le escribió:
"Dediqué Arie! a la juventud de América y a la juventud de
América pertenece. No sólo pues, ha usado esa Escuela Nacional
de un derecho plenísimo al reimprimir mi obra para difundirla
entre la juventud, sino que con ello obliga mi agradecimiento, aun
dejando aparte la distinción con que me honra, puesto que
contribuye eficazmente a la realización del propósito que me
movió a escribir el libro. Lo mismo esas páginas mías que todas las
que puedan salir de mi pluma son y serán propiedad de la
juventud que trabaje y combata por la civilización, por la cultura,
por la elevación moral e intelectual de nuestra América."s Las dos
ediciones mexicanas de Arie! salieron sin el permiso previo del
autor, quizás por el interés de no demorar su publicación, y quizás
también por la circunstancia de que iban a ser distribuidas
gratuitamente. Este hecho motivó las cartas de excusa que le
enviaron posteriormente tanto Porfirio Parra como Pedro Henríquez Ureña. A este último contestó Rodó en términos similares al
anterior y agrega: "Grato me ha sido ver Arie! en tan lucido traje
y destinado a tan noble público como la juventud de México, ese
fuerte y próspero pedazo de nuestra gran patria Americana. No
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Nietzche
hay motivo para que usted me explique en su carta por qué no me
ha solicitado mi autorización. No era necesaria: Todo lo que yo
escriba pertenece a ustedes."6
Para sintetizar las relaciones entre Rodó y la Generación del
Ateneo bastará ahora con recordar unos pocos casos concretos.
El Ateneo de la Juventud inició sus actividades públicas con
una serie de conferencias para celebrar el primer centenario de la
independencia de México. El temario contenía estudios mexicanos
e hispanoamericanos y por supuesto entre estos últimos figuraba
una conferencia sobre Rodó hecha por el más maduro de los
jóvenes ateneístas, Pedro Henríquez Ureña. El escritor dominicano
presenta un acucioso análisis de la obra de Rodó a quien no
escatima el título de "maestro". Destaca la importancia que su
pensamiento ha tenido entre ellos y cómo su influencia ha llegado
sólo a través de la palabra escrita. "No a todos -nos dice- será
fácil, sin duda, conocer la extensión de esa influencia; pero quien
observe la descubrirá, a poco ahondar, esparcida por donde quiera:
los partidarios de Arie!, los futuros secuaces de Proteo, son
multitud que crece cada día. Hecho singular si se considera que los
libros de Rodó son de difícil acceso en la mayor parte de América;
explicable, en cambio, por la virtud sugestiva de ellos, que a todos
sus admiradores nos convierte en propagandistas."?
Por estos mismos años hay otro testimonio de la influencia
directa de Rodó en los ateneístas. En una carta escrita por Alfonso
Reyes a Rodó para agradecerle el envío de Motivos de Proteo,
leemos: " ...en este país, tan apartado del suyo, hay oídos que
escuchan con veneración sus palabras y manos que esperan con
inquietud los frutos que usted les lanza por el aire."s
Además de estos documentos, que podrían ser sólo índice de
contactos superficiales, hay que destacar relaciones mucho más
estrechas. Tal es el caso de Vasconcelos, en quien el mensaje
americanista de Rodó provocó quizás el mayor impacto. Así,
también Vasconcelos se lanza contra el modelo norteamericano y
contra el afán de "deslatinización". Pero va más lejos aún que el
mismo Rodó, pues denuncia la política de discriminación racista
de los norteamericanos en una época en que ésta no tenía la
violencia de nuestros días. Para Vasconcelos la América Latina
tiene grandes posibilidades: al igual que Rodó piensa que la
tradición es muy fuerte y que gracias a ésta le va a corresponder a
la América Latina un importante lugar dentro de la cultura
universal. Vasconcelos sostiene que las posibilidades humanas de
nuestros pueblos lo pueden salvar frente a las limitaciones que
produce el sajonjsmo en el pueblo que nos sirvió de modelo por
tantos años. En La raza cósmica, Indo!ogz"a y varias otras de sus
obras mantiene su línea americanista y ahonda en explicaciones
sobre' nuestra historia y los esfuerzos realizados por los emancipadores para acabar con la herencia hispánica que habíamos recibido.
Reconoce muchas fallas en esta herencia pero le apunta grandes
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cualidades entre las que destaca el mestizaje. Es a esta capacidad
de asimilar razas y culturas, que no tienen los sajones, a la que
Vasconcelos asigna un lugar muy importante en el futuro histórico.
En Antonio Caso el ideal sostenido por Rodó y Vasconcelos de
los valores latinoamericanos, capaces de producir verdaderos apor'
tes a la universalidad, tiene no sólo que partir de lo concreto de
nuestra América -como decían ellos-, sino que debe ir más
adelante y partir de lo concreto de cada uno de nuestros países.
Aparece así la idea de patria, como el primer escalón del que es
necesario arrancar para llegar a lo universal. En el amor a la patria
encuentra el camino para amar a los demás países que se le
asemejan y de ahí sentir solidaridad con todos los pueblos de la
América Latina para después abarcar a toda la humanidad.
Los motivos del filosofar de Caso son muy similares a los de
Rodó, sobre todo los que el escritor uruguayo expresó en Mol ¡)lOS
de Proteo. Esto no quiere decir que Caso haya sido in fluido
también por Rodó, en el resto de su obra; lo que sí muestra es
que ambos se nutrieron en las mismas fuentes y que de llna
manera u otra reaccionaron contra el mismo sistema vigente: el
positivismo. También queda claro que los dos contaron con una
realidad similar. Quizás este hecho de que en dos países tan
distantes como México y el Uruguay se dé una problemática
semejante, muestra los puntos comunes de nuestro continente.
En la obra de Alfonso Reyes también está presente el ideal
americanista de Rodó. Analiza las limitaciones de los europeos,
que sólo saben de sí mismos y entienden por universalidad
solamente a la realidad que los comprende. Para Alfonso Reyes los
pueblos de América Latina tenemos derecho a que se nos reconoz·
ca nuestra participación en la humanidad y considera que si eso no
ocurre, el que nos discrimina no es un hombre pleno sino un
hombre a medias. Además del ideal americanista, a Reyes le
interesó toda la producción de Rodó, y dedicó a sus páginas
literarias estudios y comentarios a lo largo de toda su vida.
La trascendencia que el pensamiento americanista de Rodó tuvo
en el Ateneo de la Juventud es reflejo de la suerte que c?rrió en
todo el continente, pues nadie provocó mayor impacto en la
cultura latinoamericana de principio de siglo que el escritor
uruguayo. El balance de su vida y obra le es totalmente favorable.
Emir Rodríguez Monegal, el crítico uruguayo que ha trabajado
más sistemáticamente los escritos de Rodó y que ha escrito un
brillante y completo estudio sobre su obra, resume su importancia
americanista en las siguientes palabras: "... lo que da estatura a
Rodó y lo levanta sobre sus coetáneos de habla hispánica l'
confiere inigualable perdurabilidad a su obra es esa perspectiva que
se alcanza desde su obra. Escribiendo en un reducido puerto del
mundo occidental, en una ciudad que tenía poco más de un si~o,
en la nación más pequeña de la América del Sur, ensangrentada
aún por guerras civiles, Rodó alzó su vista por encima de los
accidentes y proyectó su palabra sobre todo el mundo hispánico.
Lo que pensó y dijo estaba pensado y dicho a esa escala. Esa fue
(es) su hazaña ... 9
Notas
1 José Vasconcelos: Ulises criollo, en La novela de la Revolución
Mexicana, México, Aguilar, 1958, p. 640.
2 Emir Rodríguez Monegal: "Introducción general" a José Enrique
Rodó: Obras completas, Madrid, Aguilar, 1957, p. 106.
3 Leopoldo Zea: El positivismo en México, México, Fondo de Cultwa
Económica, primera ed. en un solo tomo, México, 1968, p. 454.
4 Antonio Caso, Alfonso Reyes y otros: Conferencios del Ateneo de k
Juventud, México, Universidad de México, 1962, p. 62.
5 José Enrique Rodó: Obras completas, cit., p. 197.
7 Antonio Caso, Alfonso Reyes, y otros: Ob. cit., p. 58.
8 José Enrique Rodó: Obras completas, cit., Correspondencia con Alfonso Reyes, p. 1380.
9 Emir Rodríguez Monegal: "Introducción general" a José Enrique
Rodó: Ob. cit., p. 136.
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Vasconcelos
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