VIAJE AL FONDO DE ALMA

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FOTOS: ALMA (ESONAOJNRAO)
VIAJE AL FONDO
DE ALMA
A 40 KILÓMETROS DE SAN PEDRO, EN PLENO DESIERTO DE ATACAMA, LA VIDA DE 500 PERSONAS, ENTRE
ASTRÓNOMOS, INGENIEROS Y TÉCNICOS, SE MUEVE ALREDEDOR DEL COMPLEJO ASTRONÓMICO MÁS GRANDE Y
PODEROSO DEL MUNDO. ALLÍ, A CINCO MIL METROS DE ALTURA, SE PREPARAN PARA VER LO QUE NUNCA NADIE
HA VISTO JAMÁS. ESTA ES UNA CRÓNICA DESDE EL CUARTEL GENERAL DE ALMA.
Por Isabel Plant
–Q
uizás ahora
te tengamos
que eliminar
–bromea un
astrónomo,
riendo.
Hay tres de ellos en una oficina,
en los cuarteles centrales de ALMA,
el radiotelescopio más potente del
mundo. Uno, el chileno Antonio
Hales, está sentado mirando su
pantalla y se nota nervioso, cansado
y emocionado. Conversa con una
colega, que de pie tras de él, discute
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en inglés sobre unos números
que aparecen en el computador.
También de pie, de pelo cano y
sonrisa amable, el alemán Rainer
Mauersberger.
–Qué buen trabajo –dice
Mauersberger.
Fue él quien amenazó con eliminar a los testigos presentes de
este gran momento: después de
días de trabajo, Hales está mirando
las primeras imágenes de estrellas,
con una nitidez nunca antes vista
en ondas de radio, sólo posible
con este nuevo instrumento. Una
estrella que muere, y lo que sucede
a su alrededor.
Esto es el principio: cuando las
instalaciones de ALMA –un proyecto
de 1.000 millones de euros– estén
listas en 2013, con 66 antenas –54
de 12 metros de diámetro y 12 de
7 metros de diámetro– apuntando
todas al cielo desde el valle de
Chajnantor, a cinco mil metros de
altura, podrá no sólo medir grandes partes del universo, sino que
también, verlas con gran nitidez
y detalles.
Más abajo, a tres mil metros, hay
mucho sol, pero no hace calor; un
poco de viento basta para helar.
Aquí está el Centro de Operaciones
de ALMA, el OSF por su sigla en
inglés, a unos 40 kilómetros de
San Pedro de Atacama. Aunque
queda por construir, ya es una
pequeña mini ciudad científica,
habitada por unas 500 personas.
Hay un casino para comer (menú
de hoy, ají de gallina, pastel de
quínoa), y al frente, cabañas para
los residentes que, por lo general,
pasan ocho días acá arriba, para
bajar otra semana libre, y luego
trabajar dos más en Santiago. Las
piezas son como de hotel: pequeñas,
con un escritorio, teléfono, cama de
sábanas blancas, televisión, clóset
y baño propio.
Cerca está el cuartel general y
la sala de control de las antenas,
donde los astrónomos pasan día
y noche analizando datos –ya que
ALMA es radiotelescopio y mide
ondas de radio, no necesita la oscuridad de un telescopio óptico– y
dirigiendo las antenas desde cuatro
pantallas que cuelgan de la pared.
El edificio, moderno, cuadrado, lleno
de ventanales, cuenta también
con cafetería, y de a poco han ido
incluyendo pasatiempos para la
vida aislada, como sala de cine o
mesa de ping-pong. Al fondo del
pasillo, pasando el panel con informaciones –incluida una circular
que prohíbe el uso de Facebook en
los computadores de trabajo–, están
trabajando los ingenieros, en piezas,
partes, números y máquinas.
Afuera están las antenas en
construcción, las abejas reinas de
esta colmena de cerebros. Y esta
es la parte que mejor grafica cómo
funciona el acuerdo multinacional
que llevó a ALMA a ser posible:
una unión entre norteamericanos,
la NRAO (Observatorio Radioastronómico Nacional de EE.UU.);
europeos, la ESO (Observatorio
Europeo Austral); y japoneses, la
NAOJ (Observatorio Astronómico
Nacional de Japón). Aunque es un
matrimonio feliz en el nombre de
la ciencia, es con separación de
bienes: los europeos y los norteamericanos construirán cada uno
25 antenas, y los japoneses 16. Ese
conjunto es que el funcionará a
5000 metros de altura.
Pero acá abajo, a los 3000, se
fabrican cada una por su lado.
Está el hangar norteamericano,
una mole gigante que parece el
trono del Tío Sam. A su lado están
los japoneses que, a diferencia de
los norteamericanos, tienen sus
antenas al aire libre. Para entrar
a la oficina, hay que sacarse los
zapatos. Más arriba están los europeos, que tienen unos hangares
descapotables.
Las antenas, una vez construidas,
Otto, el transportador, es
una de las dos mega máquinas
hechas a la medida para mover las
antenas de ALMA, primero desde
donde las fabrican, luego a ser
testeadas y, por último, a 5.000
metros de altura.
“ALMA abre
las ventanas a
una revolución
desconocida”, dice el
astrónomo chileno
Antonio Hales.
se llevan afuera del edificio central,
donde son testeadas un par de
meses por el equipo ALMA.
LOS OJOS DEL ALMA
Hay que pensar que los telescopios son como ojos. ALMA tendrá
66 de ellos. Hoy, con 21 instalados,
ya es el más poderoso del mundo.
Por eso ve más.Su característica es
que son capaces de observar una luz
“invisible” para los ojos humanos
y los telescopios ópticos, emitidas
por los objetos fríos del universo.
Esas ondas son captadas por las
antenas y luego, se transforman
en imágenes.
Quienes procesan los datos
y fabrican las imágenes son los
astrónomos como Antonio Hales,
uno de los tres chilenos del lugar.
Antonio fue contratado por NRAO
y se fue a Nuevo México, en EE.UU.,
a testear los radiotelescopios en
2006, cuando en Chile recién partía
la obra gruesa. Dos años después
llegó para la puesta en marcha
de ALMA.
Él, que pertenece a la nueva
generación de astrónomos chilenos, supo que quería ser parte del
proyecto desde que estaba en la
universidad, por las posibilidades
que el radiotelescopio tendría: va a
desentrañar galaxias lejanas, investigará el polvo y las moléculas del
espacio, estudiará nuestra estrella
más cercana y, en un tema que
apasiona a Hales, investigará sobre
la formación de planetas.
– Viendo la imagen que te mostré
hace un rato –dice–, que es como
muere una estrella, y como de esa
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FOTOS: ISABEL PLANT
ALMA (ESONAOJNRAO)
muerte puede venir el nacimiento
de otra, vas viendo cómo el universo
evoluciona químicamente para
llegar a algo tan complejo como
tú o como yo. Nunca antes había
existido un telescopio que pudiera
responder este tipo de preguntas.
ALMA abre las ventanas a una
revolución desconocida y eso, a
alguien que le gusta hacerse preguntas, es lo más motivante que
puede haber.
Hoy Antonio vuelve a su casa
en Santiago para tener seis días
libres. Lleva ocho de corrido acá
arriba, en turno de noche. La rutina consiste en una reunión de
todos los astrónomos a las 3 de
la tarde, incluidos los que están
en la capital a través de videoconferencia, luego un rato libre –que
suele ocupar para sus propias
investigaciones y cálculos–, a las
ocho come y a las nueve se pone
a trabajar. El turno de observación
dura hasta cerca de las 6 y media
de la mañana. No toma café, lo
dejó hace dos años; con té y con
la obsesión por lo que hace se las
arregla. A las cinco de la mañana
le gusta hacer yoga antes de irse
a acostar. Hoy está contento. Las
imágenes que ha visto en pantalla
le han llevado toda una semana
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de análisis de datos. Era tanta la
emoción, que se olvidó de los ratos
libres y sólo trabajó.
–Ver ahora los primeros datos
científicos te hace decir que todo
esto valió la pena. Hubo problemas,
alguna vez rabié, pero no importa.
Y nos encanta el desierto de Atacama, porque es extremadamente
árido, casi no hay vapor de agua,
y la luz que nos llega desde los
confines del universo pasa por
una atmósfera muy tenue que
la deja casi intacta. Así podemos
obtener toda la información que
queremos. Anoche había 6 por
ciento de humedad. ¡Pero 6 por
ciento de humedad para un ser
humano es una tortura! Yo llego
a ALMA los lunes en la mañana
y con la nariz te digo cómo van a
estar las observaciones.
El desierto no es fácil para
nadie. Para el astrónomo Rainer
Mauersberger menos: un alemán
en Atacama. Rainer tiene una larga
experiencia en telescopios, trabajó
en uno en España, otro en Arizona,
antes de eso en su propio país. Hace
tres años está en Chile.
–Lo que es diferente acá es
el entorno tan aislado. Para un
europeo es mucho. Y en los ratos
libres el problema es que no hay
Aunque todavía falta, el
centro de operaciones de ALMA
es una mini ciudad, con cerca de
500 personas, como quienes están
a la derecha: el astrónomo Antonio
Hales, y abajo, la ingeniero civil
Fabiola Cruzat.
“ALMA va a
descubrir algo
que nadie había
esperado. Esas
cosas que ganan
premio Nobel”,
comenta un
astrónomo alemán
del complejo.
mucho que hacer, aunque ahora
tenemos más cosas, la sala de
música, el ping-pong. Yo intento
ir al gimnasio. Muchos de los
astrónomos usan el tiempo para
hacer su trabajo científico, porque
dormir, por la falta de oxígeno y el
aire seco, cuesta mucho.
El trabajo de Rainer consiste en
poner en funcionamiento las antenas y comprobar que funcionan,
probar el software, la electrónica.
Hoy vive en Santiago junto a su
mujer e hijos y dice que estas
antenas son monstruos de 100
toneladas que pueden apuntar a
cualquier sitio del cielo con increíble
exactitud y se pueden mover con
una velocidad increíble. Y que eso,
a él y al resto, los hace esperar
grandes cosas.
–La experiencia dice que si uno
construye un telescopio diez veces
más grande que los anteriores,
se va a descubrir algo que no se
preveía. Mi predicción sería que
el ALMA va a descubrir algo que
nadie había esperado. Esas cosas
que ganan premio Nobel.
EL CORAZÓN
DEL ALMA
ALMA tiene un corazón frío;
para ser exactos de hasta 269
grados Celsius bajo cero. Esa es la
temperatura de algunas secciones
de los receptores, ubicados en unas
cajas azules que se encuentran al
interior de cada una de las antenas. Se necesitan que estén frías
para que no haya movimiento
de partículas en ellas, ya que eso
perturbaría la onda recibida. Los
receptores son capaces de recibir
ondas en 10 bandas distintas: es
como una especie de radio, y los
FOTOS: ISABEL PLANT
astrónomos pueden sintonizar la
banda que quieren mirar.
–Esta caja azul va a mostrar lo
que no se ha visto en el universo
–dice Fabiola Cruzat, chilena, la
única ingeniera civil mujer trabajando en ALMA. Su área es la
criogenia, una que no conocía
antes de llegar al desierto. Lleva
cuatro años aquí.
–Yo empecé cuando no había
ninguna antena, y en esa época
hacíamos de todo, había que ajustar
paneles, escribir procedimientos.
Éramos cuatro pelagatos y salíamos todos los días a San Pedro. Y
cuando recién llegué, alguien me
preguntó si yo era capaz de llevar
una caja de herramientas. ¡Claro
que la puedo llevar!... Llamo a un
mecánico y la lleva (se ríe). Esta
última parte no se las dije.
Fabiola cuenta que aunque
muchos PHD y Master circulan,
son todos fáciles de abarcar. Dice
que no hay un clima de competencia, pero que hay diferencias
culturales que hay que aprender
Rainer Mauersberger, a la
izquierda, es astrónomo alemán y
lleva tres años en ALMA. Al medio,
Alejandro Sáez, ingeniero, con su
oxígeno puesto a 5.000 metros de
altura. A la derecha, una antena
europea en plena manufacturación.
a manejar.
–Hace dos años hubo un tema:
cuando se mandaba un mail oficial,
lo mandaba un chileno a su manera,
un alemán a su manera, y había
gente que se sentía herida. Y eran
leseras. Por ejemplo, la cafetería
va a estar abierta hasta tal hora.
Venía un europeo y decía: “¡Son
mis derechos de usar la cafetería!
¡Por qué me lo prohíben!”. Venía
un chileno y decía: “¡Qué bueno!
¡Va a estar abierta!”.
Para Fabiola, lo entretenido que
puede ser revolverse en la estación
de ALMA no es lo único que este
trabajo tiene de bueno.
–En este proyecto se unió Norte
América, Europa, Asia. Las primeras
ideas nacieron hace 28 años, los
primeros conceptos, pero había
mucha política de por medio, cada
uno corría con colores propios.
En cambio, hoy se tuvieron que
unir para poder lograrlo. Estamos
mirando hacia fuera, porque nos
juntamos acá dentro. El otro día
me decían, ¿qué haces aquí, si
las estrellas van a seguir ahí mil
millones de años más?... Estamos
haciendo paz.
EL CEREBRO DEL ALMA
Pasó otra noche en el campamento ALMA, tras un atardecer
rosado. Es de mañana y hace frío,
pero pronto hará más todavía: es
hora de subir a los 5 mil metros, a
ver las antenas en funcionamiento.
Con oxígeno en lata en el auto y un
medidor de ritmo cardíaco, pasado
el chequeo médico, se sube por un
camino rodeado de yaretas, vicuñas,
burros y el volcán Licanbur.
Arriba se dejan las camionetas
al lado del edificio técnico del
Sitio de Operaciones del Conjunto
Alma, y se dejan andando, porque
puede que el frío las eche a perder.
Adentro está el el “cerebro” de
ALMA: el correlacionador. Es un
mega computador, compuesto de
cuatro pasillos de chips, creado
a la medida del proyecto. Las
antenas le envían información, y
el correlacionador es el que hace
el trabajo computacional bruto
de cálculo, para luego hacer una
imagen de lo observado.
Alejandro Sáez, ingeniero chileno,
lleva siete años trabajando en la
máquina. Hoy está acá, con un
tanque de oxígeno en la espalda.
–Cuando no utilizas oxígeno,
en el largo plazo puedes perder
neuronas. Y si uno trabaja con
neuronas, es perder tu capital de
trabajo.
Alejandro llegó a ALMA por
los socios norteamericanos del
proyecto. Estuvo tres años en
“El otro día me
decían, ¿qué
haces aquí, si las
estrellas van a
seguir ahí mil
millones de años?
Estamos haciendo
paz”, dice Fabiola
Cruzat, ingeniera.
Virginia, Estados Unidos, para
programar la máquina. Después
de eso, podía volver a Chile, junto
con el correlacionador, y seguir su
trabajo acá.
–Me tuve que preocupar de
instalar la máquina. Tomó harto
tiempo: el primer cuarto se hizo
en 2008, empezamos en agosto y
terminamos en octubre.
Hoy ya van en el tercer cuarto,
y en marzo espera ver la máquina
completa. Cuenta que lo más difícil
es subir, ya que la falta de oxígeno
hace cometer errores, sobre todo
cuando hay que manipular 1.024
cables.
Se necesitarían 150 mil computadores para hacer el mismo
trabajo que el correlacionador. Por
lo mismo, y porque lleva siete años
entregado a él, esta es la pega de
la vida de Alejandro.
–El día en que no tenga nada más
que hacer con esta máquina me
voy a tener que ir, dice riendo.
Afuera del edificio del correlacionador, está el centro y el final
del camino: las antenas. Hace frío
–unos siete grados bajo cero, con
viento–, pero un equipo trabaja
en una de las antenas europeas,
enfundado en ropa térmica y con
chocolates en los bolsillos. Hay de los
tres modelos de antenas, europeo,
japonés y americano, y juntas se
ven como hermanas. Naturalmente
están mirando hacia arriba. Esas
son el alma de ALMA.
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