El perro del hortelano Lope de Vega El perro del hortelano Lope de Vega Literanda, 2014 Colección Literanda Clásicos Diseño de portada: Literanda, sobre un oleo de Tanzio da Varallo, Caballero con espada, 1615 Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización expresa de los titulares del copyright la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento. Más ediciones en www.literanda.com PERSONAJES: Don Alonso. Don Fernando. El Rey Don Juan II. Doña Inés. Ana. Tello. Un Labrador. Don Rodrigo. Don Pedro. El Condestable. Doña Leonor. Fabia. Mendo. Una Sombra. Criados, acompañamiento, gente La acción pasa en Medina del Campo, en Olmedo y en un camino. ACTO I Calle en Medina del Campo. DON ALONSO, solo DON ALONSO: Amor, no te llame amor el que no te corresponde, pues que no hay materia adonde no imprima forma el favor. Naturaleza, en rigor conservó tantas edades correspondiendo amistades; que no hay animal perfecto, si no asiste a su concepto la unión de dos voluntades. De los espíritus vivos de unos ojos procedió este amor, que me encendió con fuegos tan excesivos. No me miraron altivos, antes con dulce mudanza me dieron tal confianza; que, con poca diferencia, pensando correspondencia, engendra amor esperanza. Ojos, si ha quedado en vos de la vista el mismo efecto, amor vivirá perfecto, pues fue engendrado de dos; pero si tú, ciego dios, persas flechas tomaste, no te alabes que alcanzaste la victoria, que perdiste si de mí solo naciste, pues imperfecto quedaste. TELLO, FABIA y DON ALONSO. FABIA: (A Tello) ¿A mí, forastero? TELLO: A ti. FABIA: Debe de pensar que yo soy perro de muestra. TELLO: No. FABIA: ¿Tiene algún achaque? TELLO: Sí. FABIA: ¿Qué enfermedad tiene? TELLO: Amor. FABIA: Amor, ¿de quién? TELLO: Allí esta, y él, Fabia, te informará de lo que quiere mejor. FABIA: (A Don Alonso.) Dios guarde tal gentileza. DON ALONSO: Tello, ¿es la madre? TELLO: La propia. DON ALONSO: ¡Oh Fabia! ¡Oh retrato! ¡Oh copia de cuanto Naturaleza puso en ingenio mortal! ¡Oh peregrino dotor, y para enfermos de amor Hipócrates celestial! Dame a besar esa mano, honor de las tocas, gloria del monjil. FABIA: La nueva historia de tu amor cubriera en vano vergüenza o respeto mío; que ya en tus caricias veo tu enfermedad. DON ALONSO: Tu deseo es dueño de mi albedrío. -7- FABIA: El pulso de los amantes es el rostro. Aojado estás: ¿qué has visto? DON ALONSO: Un ángel. FABIA: ¿Qué más? DON ALONSO: Dos imposibles, bastantes, Fabia, a quitarme el sentido, que es dejarla de querer, y que ella me quiera. FABIA: Ayer te vi en la feria perdido tras una cierta doncella, que en forma de labradora encubría el ser señora, no el ser tan hermosa y bella: que pienso que doña Inés es de Medina la flor. DON ALONSO: Acertaste con mi amor. Esa labradora es fuego que me abrasa y arde. FABIA: Alto has picado. DON ALONSO: Es deseo de su honor. -8- FABIA: Así lo creo. DON ALONSO: Escucha, así Dios te guarde. Por la tarde salió Inés a la feria de Medina, tan hermosa, que la gente pensaba que amanecía: rizado el cabello en lazos; que quiso encubrir la liga, porque mal caerán las almas si ven las redes tendidas. Los ojos a lo valiente iban perdonando vidas, aunque dicen los que deja que es dichoso a quien la quita. Las manos haciendo tretas; que como juego de esgrima, tiene tanta gracia en ellas, que señala las heridas. Las valonas esquinadas en manos de nieve viva; que muñecas de papel se han de poner en esquinas. Con la caja de la boca allegaba infantería, porque sin ser capitán, hizo gente por la villa. Los corales y las perlas dejó Inés, porque sabía que las llevaban mejores los dientes y las mejillas. Sobre un manteo francés una verdemar basquiña, -9- porque tenga en otra lengua de su secreto la cifra. No pensaron las chinelas llevar de cuantos la miran los ojos en los listones, las almas en las virillas. No se vio florido almendro como todo parecía; que del olor natural son las mejores pastillas. Invisible fue con ella el amor, muerto de risa de ver, como pescador, los simples peces que pican. Unos le ofrecieron sartas, y otros arracadas ricas: pero en oídos de áspid no hay arracadas que sirvan. Cuál da su garganta hermosa el collar de perlas finas; pero como toda es perla, poco las perlas estima. Yo, haciendo lengua los ojos, solamente le ofrecía a cada cabello un alma, a cada paso una vida. Mirándome sin hablarme parece que me decía; “No os vais, don Alonso, a Olmedo; quedaos agora en Medina”. Creí mi esperanza, Fabia; salió esta mañana a misa, ya con galas de señora, no labradora fingida. -10- Si has oído que el marfil del unicornio santigua las aguas, así el cristal de un dedo puso en la pila. Llegó mi amor basilisco, y salió del agua misma templado el veneno ardiente, que procedió de su vista. Miró a su hermana, y entrambas se encontraron en la risa, acompañando mi amor su hermosura y mi porfía. En una capilla entraron; yo, que siguiéndolas iba, entré; imaginando bodas ¡tanto quien ama imagina!, vime sentenciado a muerte, porque el amor me decía; “Mañana mueres, pues hoy te meten en la capilla”. En ella estuve turbado; ya el guante se me caía, ya el rosario; que los ojos a Inés iban y venían. No me pagó mal: sospecho que bien conoció que había amor y nobleza en mi; que quien no piensa, no mira; y mirar sin pensar, Fabia, es de ignorantes, e implica contradicción que en un ángel faltase ciencia pina. Con este engaño, en efecto, le dije a mi amor que escriba -11- este papel; que si quieres ser dichosa y atrevida hasta ponerle en sus manos, para que mi fe consiga esperanzas de casarme (tan honesto amor me inclina), el premio será un esclavo, con una cadena rica, encomienda de estas tocas, de mal casadas envidia. FABIA: Yo te he escuchado. DON ALONSO: ¿Y qué sientes? FABIA: Que a gran peligro te pones. TELLO: Excusa, Fabia, razones, si no es que por dicha intentes, como diestro cirujano, hacer la herida mortal. FABIA: Tello, con industria igual pondré el papel en su mano, aunque me cueste la vida, sin interés, porque entiendas que donde hay tan altas prendas, sola yo fuera atrevida. Muestra el papel... (Aparte.) Que primero le tengo que aderezar. -12-