La Gaceta. Suplemento al nº 6.727. Domingo 20 de febrero de 2011 23-F UNA HISTORIA DIFERENTE NAPOLEÓN Y EL GENERAL En la Navidad de 1984, tres años después del golpe, Armada escribe: “Pienso que un error es más grave que un crimen”. Y añade: “Lo decía Napoleón y creo que tenía razón, pues al sufrirlo lo comprendo”. Alfonso Armada: “Un error es más grave que un crimen” El general Alfonso Armada Comyn, supuesto elefante blanco del golpe del 23-F, que cumplió condena por su implicación en la asonada hasta que fue indultado en 1988, había repetido por activa y por pasiva: “No me puedo arrepentir de algo que no he hecho”. Además, subrayó su lealtad al Rey, en su libro Al servicio de la Corona, e insistió en que la solución Armada, el famoso Gobierno de con- centración era “la más burda de las inocentadas”. Sin embargo, en una carta particular a la que ha tenido acceso LA GACETA admite que cometió un error. Y añade, parafraseando a Napoleón: “Es más grave que un crimen”. ¿A qué se refería? Las evidencias se acumulan en su contra, como han demostrado las investigaciones sobre la intentona de Tejero. El golpe de Estado sirvió para vacunar a la recién estrenada democracia de virus involucionistas y, en conjunto, supuso una suma de bochornosas chapuzas: tanto por parte de los Servicios Secretos que no supieron o no quisieron abortarlo, pese a las numerosas evidencias, como por parte de quienes lo ejecutaron, con el carnavalesco asalto al Congreso, entre lo chusco y lo berlanguiano. Págs. 2 y 3 PRIMERA ENTREVISTA EXCLUSIVA EN 30 AÑOS Francisco Laína, ex director de Seguridad del Estado “El Rey me dijo: ‘Paco, hay que procurar terminar esto cuanto antes” El hombre que durante 14 dramáticas horas dirigió el llamado Gobierno de subsecretarios, mientras el Gabinete y los diputados permanecían secuestrados en el Congreso, concede a LA GACETA su primera entrevista en profundidad en 30 años. Estas son algunas de sus respuestas: -¿En algún momento apreció en el Y además ... Rey alguna cosa que no fuera decisión absoluta de terminar con aquello? -Nunca. Su Majestad me dijo: “Paco, hay que procurar terminar con esta situación cuanto antes, pero con el más absoluto respeto a la Constitución”. -¿Era Armada el ‘elefante blanco’? -Eso es una deducción. Si el ‘elefante blanco’ existió, era Armada. -¿Qué le dijo Tejero? -Que sólo obedecía órdenes de Armada y Milans. El primero que me advierte de la posible implicación de Armada es el Rey, que me dice: “Ojo con Armada, que te lo explique Sabino [Fernández Campo]”. Entrevista completa en página 5 lUn golpe con ribetes de carnavalada, por Carlos Dávila lLos protagonistas, 30 años despuéslTestimonios inéditos de Aramburu Topete, Pardo Zancada, el general Alvarado, Hernández de León, Blas Piñar y el diputado Núñez Encabo, recopilados por Alfonso Arteseros en ‘España en la Memoria’ 2 38 LA GACETA Domingo, 20 de febrero de 2011 Una historia diferente 23-F La democracia secuestrada Tres golpes, dos traidores y mil enigmas Hubo tres tramas, y conluyeron en el Congreso las de Armada y Milans l El ex tutor del Rey aseguró no arrepentirse de nada, pero admitió en una carta “un error, más grave que un crimen” Alfonso Basallo. “Manuel Núñez Encabo”. Aquel nombno era la contraseña, pero quiso el destino que desencadenase las 18 horas más dramáticas de la recién estrenada democracia. Cuando al ilo de las 18.30 del lunes 23 de febrero el diputado socialista se levantó del escaño y se dirigió a votar para ratificar la propuesta de Calvo Sotelo como presidente del Gobierno, el hemiciclo se trufó del verde oliva de las guerreras y el negro de los subfusiles. Un tricornio y unos mostachos se plantaron delante de Landelino Lavilla, presidente del Congreso, y el guardia civil gritó: “¡Alto! ¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo!”. Las escenas que se vivieron en el Congreso parecían surrealistas y retrotraían a 1874, cuando también guardias civiles, a las órdenes del general Pavía, entraron en el Congreso. El teniente coronel Antonio Tejero, que había llegado al hemiciclo al frente de 180 guardias civiles, apuntó con su arma a Lavilla. Después se sucedieron las ráfagas de subfusil. Todo el mundo permaneció en el suelo, excepto tres diputados: Suárez, Carrillo y el general Gutiérrez Mellado, que trató de imponer su autoridad y fue zarandeado por los guardias. ¿Qué estaba pasando? Perplejidad. Y todavía generó más la enigmática explicación dada por uno de los asaltantes, el capitán Muñecas, cuando anunció la pronta llegada de autoridad competente “militar, por supuesto”. El Cesid estuvo parcialmente implicado pero, marca de la Casa, no dejó huellas Resulta inevitable evocar a García Márquez y su famoso título al repasar los meses previos a la asonada. En muchos sectores se daba por hecho que el golpe estaba al caer y muchos de esos sectores lo consideraban además necesario. ¿Razones? Una doble tenaza ponía a la recién nacida democracia contra las cuerdas: la que se cernía sobre UCD, magma en descomposición, y la del terrorismo etarra, que había pasado de causar 85 muertos en 1978 a 124 en 1980, buena parte de ellos guardias civiles. En febrero de 1981 fue asesinado el ingeniero Ryan de Lemóniz, tras un secuestro de varios días. El ruido de sables en una parte de la cúpula militar –aún franquista– era inocultable, como ref leja la hemeroteca. Consideraban una cesión al separatismo el diseño autonómico del Estado y pensaban que urgía una intervención ante la debilidad de la clase política. Pero el malestar se tradujo no en una, sino en tres tramas golpistas. Por un lado estaba la político-militar, que era transversal (con socialistas y hasta comunistas en danza): la idea era presionar a las Cortes para que eligieran un Gobierno de con- Milans, al fondo, durante unas maniobras con el Rey, el Príncipe de Asturias y Suárez, años antes del golpe. centración que presidiría el general Alfonso Armada, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército y ex tutor del Rey. Otra trama era militar pura, y el cerebro era el teniente general Milans del Bosch, capitán general de Valencia, a cuyas órdenes actuaba Tejero. Existió una tercera trama de coroneles. Las dos primeras, que tenían vasos comunicantes, terminan conluyendo el 23-F; la tercera quedó en el limbo. Vox pópuli El riesgo de involución era vox pópuli desde hacía tiempo. Se alimentó desde la dimisión del almirante Pita da Veiga, de su cargo de ministro de Marina ante la legalización del PCE en 1977; y continuó después con amagos como la operación Galaxia (que implicaba la toma del Palacio de La Moncloa) y que fue promovida por Tejero. El verano de 1980, con un Suárez contra las cuerdas tras la moción de censura del PSOE, el columnista Cándido glosa en ABC que Rojas Marcos airma que el PSOE quiere llegar al Gobierno con un militar como presidente. Y El País se hace eco de “un insistente rumor”: la presencia de “un alto mando militar en La Moncloa”, perspectiva “con la que habrían jugueteado los socialistas”. En enero de 1981, Suárez dimite. Y el golpe de Tejero, unas semanas después, le sirve en bandeja a Armada la ocasión de presentarse como el salvador de la patria, con su propuesta de Gobierno de concen- El amigo americano La situación en España previa al golpe del 23-F preocupaba, y mucho, a los americanos. El embajador de Estados Unidos en Madrid, Terence Todman, jugó en aquellos días un papel mucho más determinante que el que parecía reservado a un diplomático en una capital europea. Entre los mensajes que la legación trasladaba a Washington, uno llama especialmente la atención: “Carrero es demasiado xenófobo”. Esta conclusión, según documentos exclusivos en poder de LA GACETA, la extrajeron el periodista Luis Méndez Domínguez y el sociólogo Salustiano del Campo de alguna comida y varios contactos con Arthur Diggle, consejero de Información de la embajada norteamericana y con Gildner, antena de la CIA en Madrid. En uno de esos encuentros, este último espetó a sus interlocutores: “Tenemos noticias de la posibilidad de un golpe de Estado por oiciales, de rango medio, tipo nasserista”. tración. Puede salvar a los diputados secuestrados y también a la democracia, ya que ante un Gobierno presidido por un general, el dogal del Ejército se alojaría. Para ello, invoca el nombre del Rey… en vano. Será uno de los factores que hace fracasar el golpe. El general tuvo suma habilidad a lo largo de esas horas al jugar sus bazas de negociador con los golpistas, pero despertó las primeras sospechas de que él estaba implicado cuando el general Juste, jefe de la División Acorazada Brunete, llama a Sabino Fernández Campo para preguntar si Armada está en La Zarzuela. Una de las consignas de Se daba por hecho, desde mucho antes, la idea de un Gobierno presidido por un militar los sublevados era que Armada estaría en palacio a partir de las seis de la tarde para que el Monarca tomara las riendas, ya que, según les vendió Armada, “todo se hará conforme a las órdenes del Rey”. La Brunete era clave en la operación para controlar Madrid, del mismo modo que lo era Milans del Bosch para controlar Valencia. Este ultimo sacó los tanques a la calle y decretó el estado de excepción. Pero en Madrid los planes de los golpistas se frustraron. La idea era que se hiciera cargo de la Brunete su antiguo jefe, el general Luis Torres Rojas, que había sido destinado como gobernador general en La Coruña por unas conversaciones de carác- 3 LA GACETA 39 Domingo, 20 de febrero de 2011 Una historia diferente 23-F La democracia secuestrada LAS DOS CARAS DEL GENERAL ARMADA A la izquierda, el tarjetón en el que el ex tutor del Rey llega a decir que “un error es más grave que un crimen”. A la derecha, la petición de un sacerdote, lo que demuestra las hondas convicciones del general. ter subversivo. Sin quererlo, Juste delata a Armada al preguntar a Fernández Campo: “¿Pero no estáis esperándole de un momento a otro?”, a lo que el jefe de la Casa de Su Majestad respondió con la famosa frase: “Ni está ni se le espera”. Fernández Campo habla entonces con el Rey y le pone en antecedentes, y Zarzuela telefonea al Cuartel General y Don Juan Carlos pide que le pongan con Armada. “-Alfonso, en la Brunete están invocando tu nombre y el mío. ¿Tú lo has autorizado?”. “No Majestad –responde Armada–. Es la primera noticia que tengo”. El general comete entonces un error, pide ir a palacio, pero le deniegan el permiso. Después solicita ir al Congreso para proponer la creación del Gobierno de concentración. Finalmente le autorizan, pero sólo a título particular, sin involucrar al Rey. Una vez allí, será Tejero quien frustre los planes del general y sentencie el golpe. Ni Armada ni Milans pudieron convencer al teniente coronel de que acatara la solución que habían pensado: la solución Armada. Tejero ha tomado el Congreso con la cabeza puesta en una Junta Militar y lo que se encuentra es un Gabinete con socialistas como Peces-Barba y comunistas como Solé Tura. Non es. Armada llegó a ofrecerle un avión para huir, pero cuentan las crónicas que Tejero le respondió: “No, mi general, que me mareo”. Irónicamente, el ariete que Armada y Milans querían utilizar como medio, les sale rana y hace fracasar la operación. La puntilla, decisiva puntilla, la pondrá el Rey con su célebre discurso en TVE que se emite a la 1.23 de la madrugada. Vestido con el uniforme de capitán general, desautoriza a los golpistas y ordena el respeto a los principios legales establecidos en la Constitución. Los generales que esperaban una orden real para actuar en un sentido u otro supieron desde ese momento a qué atenerse, después de horas de confusión, alimentadas por las marchas militares emitidas por la radio. a Armada, además de otras penas menores para el resto de acusados. excepto 11 que quedaron absueltos. El Gobierno recurrió ante el Supremo y este hizo públicas las condenas deinitivas el 28 de abril de 1983. La pena de todos los acusados aumentó sensiblemente, especialmente la de Armada, que igualó los 30 años de Milans y Tejero. ¿Se arrepiente? La intervención de Don Juan Carlos vestido de capitán general en TVE fue decisiva. Tras el mensaje real, Milans retiró los blindados. A las 6.15 emitió un bando oicializando la retirada. Pero la madrugada fue larga en el Congreso. A los golpistas se habían sumado el comandante de la Acorazada Ricardo Pardo Zancada y cien hombres más. Se ve obligado moralmente a hacerlo para ver si arrastra a alguien más. Pero es demasiado tarde: el golpe agoniza. La rendición se oicializa la mañana del 24 de febrero en el llamado Pacto del Capó. El teniente coronel Eduardo Fuentes, íntimo de Pardo Zancada, enviado por el general Gabeiras, logra un principio de acuerdo. Se cierran las condiciones de la entrega para que no se pidan responsabilidades a los asaltantes de capitán para abajo. El acuerdo lo irma, por ironías del destino, Armada sobre el capó de un jeep. El proceso subsiguiente no sirvió para que se conociera toda la verdad del 23-F, pero sí para establecer algunas de las responsabilidades penales, aunque el fallo “Alfonso –pregunta el Rey– en la Brunete están invocando tu nombre y el mío, ¿lo has autorizado?” Cuando Armada le dijo a Tejero que tenía un avión para huir, él contesto: “No, que me mareo” inal deja regusto a impunidad, ya que no se sentaron en el banquillo todos los implicados. El Sumario constó de 12.000 folios y la vista pública la llevó a cabo el Consejo Supremo de Justicia Militar. 32 militares y un solo civil, Juan García Carrés, se sentaron por primera vez en el banquillo el 19 de febrero de 1982. La sentencia, condenaba a 30 años a Milans del Bosch y a Antonio Tejero, y a seis años El golpe sirvió para vacunar democráticamente a España y conjurar el fantasma del golpismo, pero dejó en el aire numerosos interrogantes. Hubo tres tramas, al menos y dos traidores: Milans y Armada. Los dos fueron desleales con el Rey. El ex tutor del Monarca invocó a Napoleón en una carta –a la que ha tenido acceso LA GACETA– para decir que “Un error es más grave que un crimen”. Y añadía: “Al sufrirlo, lo comprendo”. ¿Se arrepiente de la trama que organizó? ¿O de la utilización de la persona de Don Juan Carlos? ¿O más bien de la descoordinación que hizo fracasar el golpe? Hombre de profundas convicciones religiosas, sostuvo que “no me puedo arrepentir de algo que no hecho” –como declaró a ÉPOCA en una entrevista en 1986–. Y en su libro Al servicio de la Corona hizo protestas de lealtad a Don Juan Carlos. Sin embargo, las evidencias y las investigaciones posteriores le apuntan a él. Por no hablar del papel del Cesid, que según se supo más tarde, fue clave en el golpe. Aunque, marca de la Casa, apenas ha dejado huellas: el responsable de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME), el comandante José Luis Cortina, -enlace con Tejero- fue absuelto por falta de pruebas; y en cambio su lugarteniente, el capitán Gómez Iglesias, fue condenado a seis años. La Casa encargó un informe interno (el Informe Jáudenes), cuya conclusión más signiicativa rezaba: “De todo lo expuesto no puede deducirse con certeza ninguna participación de la AOME o ejecución en el fallido golpe del 23-F”. 4 40 LA GACETA Domingo, 20 de febrero de 2011 Una historia diferente 23-F Qué fue de... Los protagonistas, 30 años después Tejero reside en la Costa del Sol lAlfonso Armada es conocido como “el general” por los vecinos de su pazo en La Coruña l Cortina Prieto se casó con una joven que conoció durante su procesamiento Tejero, del tricornio al óleo Alfonso Armada se hace el gallego Milans, epílogo en el Alcázar Cortina, espía con romance Torres Rojas, mala salud de hierro Su irrupción en el Congreso pistola en mano siempre formará parte de la memoria colectiva del país. Tejero fue condenado a 30 años de prisión, si bien en 1993 accedió al tercer grado. Fue excarcelado en diciembre de 1996. Durante su estancia en la cárcel intentó obtener la inmunidad al concurrir en el partido Solidaridad Española. A lo largo de aquellos años, Tejero realizó diversos cursos vinculados a la historia y la geografía, escribió sus memorias y desarrolló una de sus grandes aiciones, la pintura. Es más, llegó a realizar cerca de 200 óleos. Reside con su familia entre Madrid y Vélez-Málaga. El por entonces segundo jefe del Estado Mayor del Ejército comparte junto con Milans del Bosch el dudoso honor de ser el presunto elefante blanco del golpe. Fue condenado a 26 años, ocho meses y un día. En 1983 escribió Al servicio de la Corona, un libro autobiográico. Fue indultado en 1988 y ijó sus residencias entre Madrid y Galicia. Ostenta el Marquesado de Santa Cruz de Rivadulla. Posee un pazo donde cultiva camelias. Los vecinos le llaman “el general”. Posee una amplia familia, con 10 hijos, 25 nietos y 12 biznietos. Superó una embolia y un infarto en 1988 y 1995, respectivamente. “Yo volvería a actuar de la misma manera”. El ex teniente general y autor moral de la intentona golpista siempre se reairmó en sus planteamientos. Milans del Bosch decretó el Estado de Excepción en Valencia y sacó a las calles los carros de combate. Fue condenado a 26 años y ocho meses. Padre de tres hijos, Milans del Bosch salió de la cárcel al cumplir los 75 años y pasó a residir en su chalé de La Moraleja (Madrid). Falleció en julio de 1997 a causa de un tumor cerebral. Fue enterrado en la cripta del Alcázar de Toledo, donde reposan otros miembros de la vieja guardia del franquismo. Hombre fuerte del Cesid, Cortina se valió de su cargo para ofrecer apoyo a los militares golpistas. Calificado por los investigadores del 23-F como uno de los cerebros en la sombra de la operación, Cortina logró inalmente salir absuelto por falta de pruebas. Durante su procesamiento conoció a Margarita Aracil, una joven de 24 años con la que se casó en 1982, cuando él contaba con 44. Años después, en 1991, Cortina fue expedientado por parte del Ministerio de Defensa por negligencia profesional. En el año 1993, el ex militar madrileño fundó la empresa I2V, de la que es accionista único. Gobernador militar en La Coruña, Torres Rojas participó activamente en la intentona golpista. El Tribunal Supremo le condenó a 12 años de cárcel y separación del servicio. Su abogado solicitó, años después, la libertad condicional por enfermedad. Cumplió condena en El Ferrol (La Coruña), aunque en los últimos años fue desplazado al Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid, donde fue operado en varias ocasiones por problemas oculares. Consiguió inalmente la libertad condicional en 1988 por motivos de enfermedad, acatar la Constitución y haber cumplido la mitad de la condena. La marcha de San Martín Pardo Zancada, la pieza que falta Sabino, estuche de los secretos Gabeiras, el manifestante Francisco Laína, en primera persona A las 19.00 decenas de tanquetas tomaron los estudios de Prado del Rey para evitar la emisión de informativos en TVE. RNE, por su parte, sólo emitía marchas militares. Detrás de este operativo se encontraba el ex coronel José Ignacio San Martín, quien distribuyó las unidades de la División Acorazada que ocuparon las instalaciones. No las abandonaron hasta la 21.00-21.30 horas. Fue condenado a 10 años de reclusión y separación del servicio. En junio de 1986 salió en libertad condicional. Trabajó de traductor y escribió el libro Servicio Especial. Falleció en junio de 2004. Mantuvo informado a Milans del Bosch sobre la evolución de la operación y acudió en la tensa madrugada del 24 con 113 soldados para reforzar los efectivos de Tejero. El ex comandante participó además en la redacción del maniiesto de Tejero. Fue condenado a 12 años cárcel, donde escribió Las Fuerzas Armadas y su derecho a la información. Tras su salida en 1987, Pardo Zancada (doctor en Ciencias de la Información) dirigió la revista Iglesia y Mundo, colaboró en la revista MC y publicó 23-F: La pieza que falta. Siempre fue considerado como el sucesor de Blas Piñar. Suya fue la frase: “Ni está ni se le espera”, con la que respondió al jefe de la división acorazada de Brunete, José Juste, sobre la supuesta llegada de Armada a la Zarzuela. Sin saberlo, Fernández Campo dio así el primer parón al golpe y acompañó a su Majestad en el momento más duro de una incipiente democracia. El Rey siempre valoró su “leal consejo y generosidad ilimitada”. Fue jefe de la Casa Real hasta 1993, año en el que se le nombró consejero privado vitalicio. Recibió la Gran Cruz de Carlos III en reconocimiento a su trayectoria. Falleció el 26 de octubre de 2009. Leal al Rey y comprometido con la Constitución, Gabeiras fue una igura clave a la hora de frustrar la intentona golpista. Evitó, desde la jefatura del Estado Mayor, la sublevación del Ejército y controló los movimientos de Alfonso Armada. Gabeiras, amigo íntimo de Gutiérrez Mellado, pasó a la reserva activa en 1982. Dos años después, el Rey le impuso la Gran Cruz de Carlos III. Su última aparición pública se produjo a los 85 años, cuando lideró una protesta popular contra la construcción de una planta de regasiicación en Ferrol. Falleció el 2 de enero de 2005 a los 88 años. Director general de la Seguridad del Estado durante el golpe, Francisco Laína fue durante 15 horas el presidente del Gobierno. Su papel fue clave al evitar el vacío de poder durante aquellas tensas horas y frenar la intentona golpista. Licenciado en Derecho e hijo de maestros, Laína permaneció en la dirección de seguridad hasta 1982. Actualmente está a punto de terminar un libro sobre sus vivencias del 23-F. “Cuento mi versión sobre acontecimientos que yo viví en primera persona”, relata a LA GACETA. Periles de Esther Gala 5 LA GACETA 41 Domingo, 20 de febrero de 2011 Una historia diferente 23-F De primera mano Francisco Laína, ex director de la Seguridad del Estado “El Rey me advirtió: ‘Cuidado con Armada, que te lo explique Sabino” El hombre que ejerció de presidente en funciones habla con LA GACETA en su primera entrevista en profundidad en 30 años ● Prepara un libro con su versión de los hechos El que dirigió un Gobierno provisional de subsecretarios concede su primera entrevista en profundidad en 30 años. Laína responde a L A GACETA mientras prepara un libro. -¿Qué cuenta? -Mi versión sobre acontecimientos que viví en primera persona. -¿Cuándo lo acabará? -No tengo prisa. Si hubiera tenido prisa de aprovechar fechas y acontecimientos, lo hubiera hecho coincidir con este 30 aniversario. -¿Cuál es su versión? -Que hubo personas que tuvieron un protagonismo clave en la preparación y desa r rollo del golpe, y que fueron condenadas por los tribunales. -Lo que ya se sabe... -Sí, lo que ocurre es que en lo que se sabe hay mucho de novela, mucho de hipótesis y poco de testimonio de primera mano. -¿Cuál es la principal novedad? -Que yo aporto mi testimonio directo. -Habló con el Rey. -Bastantes veces. -¿En algún momento apreció en el Rey alguna cosa que no fuera la decisión absoluta de terminar cuanto antes con aquello? -Nunca. A las dos horas del inicio del golpe, recuerdo que Su Majestad me dijo: “Paco, hay que procurar terminar con esta situación cuanto antes, pero con el más absoluto respeto a la Constitución”. Y a lo largo de todas las horas, desde las 6.20 hasta las 12.00 de la mañana del día siguiente, no observé en Su Majestad ninguna duda, y yo estaba muy atento y con las orejas muy leva nt a d a s. En t odo momento mantuvo una postura absolutamente democrática y queriendo terminar lo antes posible con esa situación. -Y c o n G a b e i r a s , ¿habló? -Con Gabeiras, no mucho, pero sí hable, sobre todo, cuando él se marchó de la reunión de la junta de jefes del Estado Mayor, por indicación de Zarzuela. Le dijeron que se fuese al Cuartel General del Aire, a su despacho, porque sabían que Armada estaba manteniendo conversaciones con las Capitanías Generales, y no muy dirigidas a terminar con el golpe, sino todo lo contrario. -¿Y con Armada? -Con él hable en mi despacho. Fue una situación tensa. Está recogido en distintas versiones por ahí. Yo daré la mía con mucho detalle. -¿Y cuál es su versión? -Que mantuvo una postura claramente contraria a las órdenes que le estaba dando el Rey. Ha st a t a l pu nt o que cuando me dijo que el golpe era un asunto entre militares y que lo debían resolver ellos, le tuve que recordar: “Pues claro. ¿Quién es el jefe tuyo en “El Rey mantuvo una postura absolutamente democrática” e s t o s moment o s c on arreglo a la Constitución? El Rey, que es el jefe de las Fuerzas Armad a s . ¿ Y q ué t e e s t á diciendo?”. -¿Y qué dijo él? -Él mantenía una postura: que esto era un asunto entre militares. De una ma nera muy sibi lina apuntaba la posibilidad de que los que estábamos allí, Luis Sánchez Harguindey, subsecretario del Ministerio del Interior; Mariano Nicolás, que era el gobernador civil de Madrid, y yo, nos incor porásemos a las tesis que él mantenía, poco menos que nos sumásemos al golpe las Fuerzas de Seguridad del Estado. cio de Información, de los Servicios de Información Militares y del Cesid. Y cuando hay un error, hay que reconocerlo. -¿De la trama civil se ha quedado alguien libre? -Al único que se pudo implicar es a García Carrés, gracias a las grabaciones que se le hicieron. -¿A lg ún gobernador civ i l o miembro del Gobierno le dijo algo como “vamos a sumarnos a esto”? -No, en absoluto. Ni nadie de los subsecretarios ni secretarios de Estado. Allí estábamos como una piña, y lo mismo los 50 gobernadores, jefes de la Comandancia de la Guardia Civil, y de la Policía en su provincia. Nadie se acuerda. -¿Y de los socialistas? -Yo, con los socialistas, el único contacto que tuve “Garaicoechea se ocultó en el domicilio de algún amigo” “De los socialistas, el único contacto que tuve fue con ‘Txiki’ Benegas” -¿Quién era el jefe? ¿Armada? -El inductor de todo el tema a mí no me cabe la menor duda de que fue Armada. Fue él quien convenció y metió en el a su nt o a Mi la ns del Bosch, utilizando, además, la igura del Rey. -¿Y el ‘elefante blanco’, era también Armada? -Esa es una deducción. La hipótesis que mantengo es que, en el caso de que existiese –porque muchas veces se ha hablado también que el elefante blanco era el Ejército en su conjunto– es que el elefante blanco, si existió y si usaron esa terminología, era Armada. -¿Y eso de que usted iba a mandar a los GEO? -Lo explico en el libro con mucho detenimiento. Aquella noche se barajaron muchas hipótesis para acabar con la situación. Pero fíjese lo poco elaborada que estaría esa decisión, que ni siquiera se comunicó a La Zarzuela, en una noche en la que las decisiones importantes tenían que contar con el v isto bueno de Su Majestad. Ni siquiera se le planteó como hipótesis a la Junta de Jefes del Estado Mayor del Ejército. Lo que ocurre es que, indudablemente, en las reuniones que yo mantuve en el Palace con Aramburu y Santamaría se barajó esa situación. - ¿C on Te jer o h a bló alguna vez? -Dos veces. -¿Qué le dijo? -Que no obedecía más órdenes que las de Arma- da y las de Milans del Bosch. Y la verdad es que, en la alusión que me hizo a Armada, a mí se me pasó. Y quien me advierte a mí de la posible implicación de Armada en el tema, es primero el Rey, que me dice: “Ojo con Armada, que te lo explique Sabino”. Y me pasó a Sabino, y Sabino me dijo: “Ten cuidado con Armada, que está metido en esto hasta las cejas”. -¿Es verdad que ustedes no tenían idea los días anteriores de lo que estaba pasando? -Había mucha preocupación por el ambiente general, pero del asalto de Tejero al Congreso y de la postura de Milans en Valencia no teníamos ni idea. Ese fue un error y un fracaso de nuestro Servi- fue con Txiki Benegas. Le informé de la situación y de que me dirigía al Congreso para estudiar la posible entrada y liberación de los allí secuestrados. -¿Y los demás partidos? -La postura de los partidos políticos fue correcta y lo mismo la de las organizaciones sindicales, a las que hubo que advertirles porque dependía mucho de la información que cada uno tuviera. Ellos trataban de defender la democracia sacando la gente a la calle a manifestarse en defensa de la Constitución. Y eso era lo que estaban desea ndo en a lg una s Capitanía s G enerales para decir: ante esta situación de desorden público, con la c a l le tomada por la gente, pues hago lo mismo que Milans. Hubo que decirles: “Quedaros quietos”. -¿Garaicoechea , por in, se escapó o no? -Digamos que se ocultó. -¿Dónde se fue? -Se puso a buen recaudo en el domicilio de algún amigo. 6 42 LA GACETA Domingo, 20 de febrero de 2011 Una historia diferente 23-F Testigo directo Un golpe con ribetes de carnavalada ● Repasando la calamitosa situación, un amigo cercano a los Servicios de Información, me dijo: “Esto no tiene más solución que un general” ● Tras el golpe, varios de los que luego se mostraron comprometidos con un Gobierno de izquierdas pidieron moderación y cierta comprensión Carlos Dávila En diciembre de 1980, frisábamos las navidades, me llamó el director de ABC, Guillermo Luca de Tena. Me dijo: “He coincidido anoche, en una cena, con el ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún, y me ha pedido que no seas tan crítico con ellos y que, por favor, vayas a verle a su despacho”. El director –no hay forma de guardar un mal recuerdo de él– casi nunca daba órdenes, por eso había que interpretar rectamente sus deseos (...). Acudí a la cita con Rodríguez Sahagún. Tenía el despacho en la calle Prim de Madrid, en el hoy Cuartel General del Ejército. Me impresionó la palaciega rigidez de las estancias, allí nada se había tocado desde los tiempos de Primo de Rivera, y el ambiente supercastrense –claro, ¡qué iba a hacer allí!– de los salones previos al despacho del ministro. Este no me hizo esperar un minuto; sin ambages, me interrogó: -¿Puedo pedirte una cosa? (...) No te metas conmigo, porque sienta mal aquí. No supe cómo, ni qué contestarle (...). La embestida de Tejero y su cuadrilla de cuates estaba perfectamente anunciada. La radiografía Parecía Sahagún dispuesto a contarme “algunas cosas”, “siempre y cuando –me advirtió– pueda coniar en tu prudencia eterna”(...). De entrada, colocó ante mí un documento de unos cuantos folios con bastantes apellidos. El documento parecía no poseer encabezamiento, ni tampoco membrete oicial reconocible; menos aún, irma. El ministro –creo acordarme bien de ello– lo llamó “radiografía”. -¿Una radiografía? –pregunté. -Sí –respondió–, algo parecido: es un examen detallado de grupos militares que aquí pueden estar en involución y que nunca se quedaron contentos tras el fracaso de la operación Galaxia. La tal Galaxia fue una ridícula aventura que, sin embargo, hizo trabajar de lo lindo al Estado. Una indiscreción de un subordinado del general inspector de la Policía, Timón de Lara, llevó a la detención de los responsables: dos lunáticos, se creyó en aquel momento, Tejero y Sáenz de Ynestrillas, que pretendían asaltar el Palacio de La Moncloa y hasta fusilar a Suárez. Una bobada sin fundamento que, no obstante, debió tenerse más en cuenta, sobre todo cuando se supo que los dos alucinados patriotas se pensaban llevar por en medio al presidente del Gobierno y a quien se opusiera a su disparatada aventura. No se tomaron en cuenta los efectos de aquella asonada de opereta, porque entonces se trataba al Ejército, y a todo lo que con él se relacionara, con una delicadeza que a veces rayaba en la apariencia de debilidad. Cuando, en el Congreso de los Diputados, interrogué en un pasillo al teniente general Gutiérrez Mellado, él, muy contenido, me respondió: “No hay laquezas, pero los castigos ejemplares no son para esta ocasión”. Los Tejero no aguantó su presión interior y se deshizo de la promesa que realizó a Milans. castigos hubieran sido, sin ir más lejos, dejar sin carrera al atrabiliario Tejero; ello hubiera evitado quizá el sofocón posterior (...). Por supuesto, un general Dos meses después de la llamada de Sahagún, aproximadamente a las siete de la tarde del día 23 de febrero de 1981, pensé en aquella petición (“No te No se tomaron en cuenta los efectos de aquella asonada de opereta: la ‘operación Galaxia’ Durante 40 minutos, algunos, como yo, permanecimos tumbados y humillados en el hemiciclo metas conmigo porque sienta mal aquí”), durante los 40 minutos que algunos como yo permanecimos tumbados, humillados –hay que decirlo así– en los aledaños del hemiciclo sobre las alfombras de la Real Fábrica de Tapices del Congreso de los Diputados. Media hora antes, a las 18 horas y 23 minutos de la tarde de ese día, empezó a gestarse uno de los golpes de Estado más cómicos de la Historia de España. Yo estaba allí (...). En aquel otoño de 1980 en el que se sucedían los rumores de Gobiernos de gestión, de movimientos militares de todo jaez, se llegó hasta la casa de ABC –así la denominábamos en aquel tiempo– un amigo que tenía probada cercanía con los Servicios de Información del Estado, servicios desconectados entre sí, anárquicos por tanto y, desde luego, un tanto atrabiliarios. Aún Gutiérrez Mellado no había conseguido uniicarlos totalmente, lo que favorecía que en alguno de ellos cupiera desde un gobernador civil en ejercicio, que citaba siempre en una chalé de El Viso, hasta un individuo conocido por El Pistolas, que fue asesor de varios ministros del Gobierno. El amigo en cuestión, con el que había recorrido mil avatares vascos, repasó la calamitosa situación en que, a su juicio, se encontraba España, y ya de coda, y sin demasiados ambages, se expresó así: -Esto no tiene más solución que un general. Supe luego, confrontando fechas, que aquella entrevista nuestra se había cumplido casi al tiempo del famoso, y muy comprometido, almuerzo de Lérida, en que el alcalde Ciurana había servido de anitrión a tres o cuatro huéspedes que, durante horas, mostraron como mi amigo su preocupación por el “estado del Estado”, y habían quizá acordado una salida no necesariamente golpista, aunque sí probablemente inconstitucional. Fue la reunión en la que el general Armada se ofreció, además, para todo y para todos, utilizando el nombre del Rey en vano, él que se describía como “devoción”, hacia don Juan Carlos I. Aquellos apellidos, Armada Comyn, fueron los mismos que me adelantó el interlocutor de ABC cuando, tras el primer pasmo, utilicé la técnica, tan agradecida en Periodismo, de hacerme el tonto, e inquirir como si nada me espantara o nada me preocupara. -Armada –escuché– está bien visto en todos los sitios. De aquella ocasión no pude extraer más información, aunque el ofrecimiento consistió, primero, en “tenerme al tanto del asunto”, acompañado, en segundo lugar, de una indicación inal alimentó mi desasosiego: -Hay unos cuantos periodistas como tú que ya saben de esto. Una cosa es que supieran de esto y otra, muy distinta, es que estuvieran “en esto”. Con el tiempo se supo de ellos; no se hizo sangre, no la haremos ahora, pero algunos se quedaron incapacitados para impartir lecciones. Estúpidamente en algún caso, las siguen dando (...). Los espontáneos La embestida de Tejero y su cuadrilla de cuates estaba, pues, perfectamente anunciada meses antes, en todos los meses en que se quiso fraguar un proceso que, eufemísticamente, se denominaba el “paso a otra situación” y que consistía, básicamente, en la dimisión del presidente constitucional Adolfo Suárez, su sustitución por un jefe de Gobierno de consenso entre todos los partidos o, al menos, entre los líderes de aquellos partidos, y la reforma del Título VIII de nuestra Norma Suprema, título al que se responsabilizaba de la degradación de España y del peligro separatista. También parecía objetivo de los complotados –ellos nunca han aceptado tal descaliicación– conseguir un vuelco en la situación económica del LA GACETA 43 7 Domingo, 20 de febrero de 2011 Una historia diferente 23-F Testigo directo país, dominada por la altísima inlación, el paro y la galopante deuda. Alguno de aquellos personajes comprometidos de hoz y coz en el –digamos– “paso a otra situación”, me ha manifestado después (escribo en primera persona para hacerme sólo yo responsable de la información) que en plena vorágine de rumores, de reuniones conspirativas, de maniobras más o menos soterradas, Suárez acudió a uno de sus normales despachos en La Zarzuela con el Rey y a la salida de aquel palacio marchó, raudo, a otro: el de las Cortes. Allí se reunió con el secretario general del Partido Socialista, a la sazón Felipe González, y le explicó: -No quiero terminar como Arias Navarro (su antecesor en la Presidencia del Gobierno), así que si se hace algo, tendrá que ser por la vía estrictamente parlamentaria. Y González se puso de peril y miró al techo de los dorados dibujos del Congreso. Sucedía que en España cualquier individuo informado estaba al tanto de lo que se tramaba en las innumerables conjuras que se urdían por Madrid, aunque tampoco las provincias, Barcelona, Valencia o Las Palmas se quedaban cortas en el festival (...). El ambiente en España anunciaba cambios: Suárez no controlaba su partido, la ahora muy llorada UCD, el PSOE desestabilizaba todo lo que podía sin medir las consecuencias, y en esto, unos policías, especialmente aguerridos, detuvieron, posiblemente en la plaza de Neptuno, en Madrid, a un conocido terrorista, Arregui. Se les fue la mano y Arregui murió. Se murió, aparte de por la enorme paliza que le propinaron unos policías vengativos, porque en el centro al que le condujeron, el hospital Penitenciario, no había ni un solo médico (...). El Gobierno de UCD era tan sólido y solidario que se rompió en dos pedazos: uno el del ministro del Interior, Juan José Rosón; otro, el del ministro de Justicia, ya entonces encandilado con los socialistas del felipismo a los que se vendió sin demasiados pudores: Francisco Fernández Ordóñez. Llamé a este: -Ministro, ¿qué ha pasado? -Pues que Rosón me quiere echar el muerto encima, y se lo voy a devolver (...). Coñac del barato Recuerdo especialmente a un desdichado número que olía a coñac del barato, que enarbolaba tembloroso una metralleta, al cual preguntamos. -Guardia, ¿pero qué es esto? -No lo veis –preguntó–, un golpe de Estado en toda regla. Nos atrevimos: -Déjenos llamar a casa, que estarán preocupados. -Pues mi familia también, así que aquí nos jodemos todos. Y añadió, casi como en una mala película de gángsteres: -Y cuidadito, cuidadito, que tengo los deditos débiles y se me mueve la tartamuda. Un golpe con ribetes de carnavalada. Los guardias habían sido cazados a lazo para la acción aquella misma tarde. Estaban en el golpe y... en otras cosas. Cuando ya nos levantamos tras los gritos de Tejero: “Al suelo, todos al suelo”, y los 10 segundos interminables de disparos, uno de los guardias se dirigió así a una colega especialmente atractiva: EL MALESTAR DEL EJÉRCITO Y EL ORGULLO DE MILANS A la izquierda, circular irmada por el ministro del Ejército, en abril de 1977, relejando el descontento del Consejo Superior del Ejército por la medida. A la derecha, el texto que Milans envía en 1994 agradeciendo el gesto de quienes han pedido el indulto pero advirtiendo de que no autorizó a nadie a solicitarlo. -Señorita, cuando usted estaba en el suelo, tumbada boca abajo, ¡qué culo que tenía! Una carnavalada, pero una carnavalada casi cruenta que, por recoger una airmación anterior, fue un disparo perdido y preconizado incluso en documentos oiciales de denuncia, que abortó otra Tras disparar, un guardia le dijo a una compañera: “Señorita, cuando estaba en el suelo, ¡qué culo tenía!” Se acercó, baboso, y me dijo: “Escribe sin adjetivos, porque no sabemos quién ha ganado” operación: el paso a “otra situación”; como decía Franco: “No hay mal que por bien no venga”. Tejero no aguantó su presión interior y se deshizo de la promesa que hizo a Milans de “quedarse quieto” hasta que “lo de Armada” prosperase. Le comunicó que “ya no aguantaba más” y que “yo ya no me muevo de los planes” y secuestró el Congreso. Aún aseguran que su particular elefante blanco, la susodicha, tantas veces, “autoridad militar, por supuesto”, no era sin embargo el general Armada; era el teniente general De Santiago y Díaz de Mendívil, que contemplaba en casa por televisión lo que estaba ocurriendo en el Parlamento, y decidió no pasarse por allí (...). Escribir como siempre recordar, se acercó, baboso, y me dijo: -Escribe sin adjetivos, porque no sabemos quién ha ganado. El director, Guillermo Luca de Tena, al lado, se enfadó: -Dávila escribirá como siempre, y nosotros sí sabemos con quién estamos. Nunca agradeceré bastante aquella intervención (...). En los días posteriores al 23-F, con toda España atónita tras la asonada y la sucesión de detenciones de militares que habían parecido siempre irreprochables, se celebró en el restaurante Jai Alai una cena en la que participaron los más preclaros directores de periódicos, columnistas y cronistas políticos de la fecha. El debate se planteó en torno a una sola pregunta: ¿qué hacer? Varios de los presentes, algunos de los que luego se confesaron inequívocamente comprometidos con un Gobierno de izquierda, con el PSOE, pidieron moderación, prudencia y hasta cierta comprensión de los involucionistas. Uno de ellos, contertulio de las radios de Rubalcaba en las que se deiende ardorosamente la España “progresista del PSOE” y la no “demonización” del nacionalismo, se manifestó así: -No vayamos a cabrear más a la iera. Respondimos: -El hecho de ponerte de rodillas te garantiza únicamente que la patada en vez de dártela en la entrepierna, te la dan en la barbilla. Y apostillé: no sé qué duele más. La noche de autos, y hasta que el Rey no apareció en televisión, cada quien tomó sus medidas. Los periodistas que habíamos estado mordiendo alfombras y escuchando, espantados, cómo las balas del cafre de Tejero y sus secuaces silbaban literalmente por encima de nuestras cabezas, fuimos liberados unas cuantas horas después del aterrizaje a tiros de Tejero. Nos sacaron en parejas como bueyes estabulados, mientras un espadón apostado en la verja del Palacio de Las Cortes advertía: -No quiero ni comentarios, ni movimientos raros; estamos en estado de guerra. Pilar Urbano y este cronista llegamos rápidamente a ABC. La conmoción era general; el despacho del fundador, don Torcuato Luca de Tena, revestido de nobles maderas y con un mueble semicónico a modo de confesionario, estaba repleto de consejeros de Prensa Española y también de otras Titulo: ‘Toda una época’ gentes, algunas de las cuaEditorial: La Esfera de los libros les no pude reconocer. Un Autor: Carlos Dávila oicioso, al que sí es posible Año: 2004 Extracto del libro ‘Toda una época’ 8 44 LA GACETA Domingo, 20 de febrero de 2011 Una historia diferente 23-F ‘España en la Memoria’ Aramburu: “Si Milans viene a Madrid, no paramos el golpe” Seis testimonios sobre cómo se vivió, desde distintas perspectivas, la intentona l Alfonso Arteseros entrevista a algunos de los protagonistas en que no tenía nada que ver con los rumores del Colectivo Almendros y la operación Galaxia”, recuerda el fotógrafo. C. Quesada. Madrid El programa de Alfonso Arteseros, España en la Memoria, consiguió reunir los testimonios de algunos de los protagonistas de aquel histórico día, entre ellos el general Aramburu Topete, semanas antes de que falleciera. Todos estos testimonios han quedado recogidos en los DVD que distribuye LA GACETA. l José l Carlos Alvarado (gene- ral de Brigada). Podría haberse sentado en el banquillo de los acusados como conspirador, pero nadie le delató. Milans lo invitó a participar en la reunión de la calle General Cabrera porque tenían “mucha amistad”, dice. Aquella reunión, que se prolongó “hasta las cuatro o las cinco Alfonso Arteseros, junto a Pardo Zancada y Núñez Encabo. Alvarado: “Tejero de loco no tenía nada. Al contrario” Piñar: “Tejero, al ver la realidad, dio el golpe psicológico” de la mañana” sirvió para exponer qué se iba a hacer y quiénes lo iban a llevar a cabo. Alvarado estaba al tanto de todo, pero no confesó su participación hasta que el delito había prescrito. La imagen que recuerda de Tejero dista mucho de la que tienen algunos: “De loco no tenía nada. Era un hombre con la cabeza en su sitio”. ¿Y Armada? “Armada creyó que estaba haciendo un servicio a la Monarquía. Alentó todo en nombre del Rey”, sentencia. lManuel Núñez Encabo (diputado del PSOE). Todos recuerdan su nombre porque le llamaban para votar cuando Tejero interrumpió en el hemiciclo. La gente cree que inalmente no votó , “pero sí lo hice”, recuerda; “de hecho, voté dos veces”. Pasó miedo. Habla de “continuas ame- Aramburu Topete y Hernández de León, en el centro. nazas de muerte”, como la que lanzó Tejero ante la posibilidad de que hubiese un apagón de luz: “Si hay cualquier roce, disparen”. Hoy, agradece que la televisión estuviera presente porque “de no haber existido, hoy se negaría que hubo violencia”. 30 años después, Núñez Encabo asegura que “conocemos los hechos, los protagonistas y que las cosas no ocurren por casualidad” e insiste en que “el Ejército no representa a los ciudadanos. Como dice la Constitución, la soberanía reside en el pueblo a través de sus representantes en las urnas”. Eso fue lo que no respetaron los militares aquel 23 de febrero. Demostraron ser “personas sin civilizar, en contra de los principios básicos de la democracia y usurpando la voluntad de los ciudadanos”, concluye. lManuel Hernández de León (fotógrafo de la Agencia EFE). Reconoce que pasó un “miedo terri- ble”, pero tuvo suficiente sangre fría para darle a un guardia civil un carrete de fotos vacío y guardarse el bueno. Lo escondió bien aprovechando una visita al aseo, donde coincidió con Adolfo Suárez. En una de esas fotos que ha dado la vuelta al mundo, Tejero aparece mirando ijamente a su objetivo; lo reconoció al instante como la persona que 15 días antes había estado en su casa fotograiándole junto a sus hijos. “Aquel día me insistió Luis Aramburu Topete (director general de la Guardia Civil). Se hizo cargo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y pasó aquellas horas en el hotel Palace, donde estableció el puesto de mando. Asegura que el golpe les “explotó en la mano” y todavía no entiende cómo es posible que el Cesid no informase de lo que estaba ocurriendo. “No fueron condenados como debían”, sentencia. No deja pasar la oportunidad para defender a la mayoría de los guardias civiles que asaltaron el hemiciclo aquel día porque “sólo 11 de los 276 que acudieron sabían a lo que iban. El resto obedecía una orden”. La toma de decisiones fue complicada, pero hoy sabemos que no se equivocó. Recuerda, por ejemplo, que “a las cuatro de la mañana alguien propuso que los GEO entraran en el Congreso. Menos mal que el general Santamaría, que estaba al frente de la Policía, se unió a mi tesis de que aquello era una barbaridad y no se hizo”. Recuerda también su encuentro con Tejero en la Cámara baja: “Llevaba la pistola en la mano derecha, se la pasó a la izquierda y me saludó”. Aramburu intentó convencerle de que se entregase, pero Tejero fue tajante en su negativa: “Mi general, primero le mato, y después me pego un tiro”. Él cree que el golpe no lo paró Tejero, sino que la clave fue Milans: “Si en lugar de quedarse en Valencia hubiera venido a Madrid, habría sacado la Acorazada a la calle y no hubiéramos podido hacer nada”. lBlas Piñar (diputado de Unión Nacional). Se mantuvo en el hemiciclo a pesar de que Tejero le ofreció que se marchara. “Soy un diputado y estaré aquí hasta el inal de los acontecimientos”, le dijo poco antes de que el golpista le enseñase la lista de nombres de los que formarían parte del futuro Gobierno. Cree que “lo importante y lo eicaz no fue el golpe militar, sino el golpe psicológico”. Y explica: “Tejero, con la intuición muy a la andaluza, al darse cuenta de la realidad, dio el golpe psicológico impidiendo la entrada de Armada”. Una de las imágenes que se le quedaron grabadas aquel día fue el encuentro entre Tejero y Fraga: “Usted, peor que Carrillo”, le dijo el golpista poniéndole la mano sobre el hombro. Anécdotas aparte, Piñar asegura que, para él, las consecuencias “fueron terribles”, pues el Gobierno de la UCD “tenía el propósito decidido de achacarnos a nosotros aquello”. Así se lo confirmaron dos detenidos –uno de ellos, Juan García Carrés–, quienes le contaron las presiones que sufrieron en los interrogatorios en un intento de implicarle en el asunto. lRicardo Pardo Zanca- da (comandante de Infantería). Fue él –y no Tejero– quien puso las condiciones para abandonar el Congreso. Apareció allí aun sabiendo que ya estaba todo perdido. “Lo hice porque me pesaba en el alma ver a Tejero y a sus guardias civiles que no recibían nada de lo que, al parecer, se les había dicho”. Aunque reconoce que “aquello fue un hecho muy duro en la convivencia democrática”, Pardo Zancada: “El ‘elefante blanco’ es Armada” Núñez Encabo: “Hubo continuas amenazas de muerte” asegura que nunca temió por que pudiese haber sangre. “Un golpe en el que se deja salir, por ejemplo, a las mujeres embarazadas, ni es una revolución ni es nada. No hay revoluciones sin sangre, aunque sea doloroso decirlo”. Y añade: “Hay situaciones en las que surgen esas cosas cuando la política no va por donde debiera ir”. ¿Y quién es el elefante blanco? “Para mí no es otro que el general Armada. Él organizó todo esto”.