LA REVISTA NORTEAMERICANA Es peculiaridad de la Revista Norteamericana dar abrigo en un número mismo a las opiniones más diversas sobre un mismo asunto, de manera que el periódico pueda decir con razón que refleja su tiempo de libre juicio y enérgica contienda, y el lector sienta estimulado su pensamiento propio, al que de este modo se obliga a elegir entre los argumentos contendientes. Ábrese, por ejemplo, el número de abril de la Revista con dos artículos sobre la decadencia de la marina norteamericana:—en un artículo se mantiene que deben continuar cerrados los registros de la marina de la nación a los buques fabricados en países extranjeros; y como a pesar de esto, la marina no ha crecido, sino que está a punto de desaparecer, cree el escritor que, como se hace en Inglaterra, el gobierno debe subvencionar, para que puedan existir, grandes líneas de vapores norteamericanos.—Y en el otro artículo se niega en redondo que la marina inglesa haya progresado por las subvenciones del gobierno, sino a pesar de ellas; se prueba que, en competencia con compañías subvencionadas han surgido y prosperado compañías sin subvención, y que de este milagro solo es causa la práctica inglesa de admitir libremente en los registros de la marina de la nación a todo buque que quiera tomar su bandera, haya sido o no construido a las orillas del Clyde, por sus arsenales y muelles famosos. La Revista de abril, que con esa contienda empieza, con otra sobre la Biblia acaba. El reverendo Newton ha movido entre la gente de la Iglesia escándalo por sus desembarazados comentarios a la Biblia:—en la Revista le sale al frente, con el estandarte de la fe, que va a clavar en las puertas del crítico, el sacerdote católico Mortimer; y a página seguida se defiende de sus acusadores el reverendo Newton, y mantiene que es saludable la crítica bíblica, y obra querida de la actual generación, a cuyo lado hay que estar para influir en ella, y cuyo clamor por el empleo directo de las fuerzas que el hombre trae consigo es justo.—“La Biblia se recomienda a mi razón y a mi corazón; pero no es esta la razón de mi fe en la Biblia: creo en ella porque creo en la Iglesia Católica, y esa Iglesia ha dicho que es la palabra de Dios; y yo debo creer lo que la Iglesia manda que se crea”:—así dice el sacerdote católico.—“El único medio de salvar todavía a la Religión, es aplicar la razón a la Biblia, puesto que felizmente queda intacto el sumo espíritu religioso de esta después del examen. El supremo tribunal religioso es la Biblia: si en el adelanto de la ciencia se averigua un error en este tribunal supremo, y se quiere hacer hincapié en la infalibilidad de este para defender el error averiguado, es inevitable una revolución. En nuestra última adulatoria conmemoración del monje Martín debiéramos haber aprendido la verdad de esto: trescientos años hace, una Iglesia infalible provocó la revuelta: ahora la está provocando un Libro infalible. La única autoridad legítima y definitiva para el establecimiento de la verdad es la razón. La fe debe ser de tal manera amoldada a la inteligencia que sea razonable. Puede amoldarse así. Y con esa más flexible naturaleza se verá que es la misma en sustancia que la fe de nuestros padres—a menos que el Cristianismo no sea una fantasmagoría. Pero las Iglesias se irritan contra ese examen de la Biblia, porque él requiere lo que a ellas no agrada, el ejercicio de la libertad. Ese es el secreto de la ira que levanta el descubrimiento de que el libro que se suponía haber caído de los cielos como un meteorito, pertenece en realidad a las ‘letras humanas’; y no es por tanto el ‘déspota infalible del entendimiento y la conciencia’”: así replica a Mortimer, cerrando Norteamericana de abril, el reverendo Heber Newton. La América. Nueva York, abril de 1884. la Revista